jueves, 9 de enero de 2020

Romance de la otra: el drama de ser la querida del triángulo amoroso


Normalmente, cuando se hace una copla de contenido amoroso en la que hay una tercera persona que se mete en medio de una relación, todos los focos del tema se centran en la figura de la persona cornuda, la que ha sufrido la infidelidad. Precisamente en la canción del otro día (Con ruedas de molino), el dramatismo recaía sobre la persona engañada. Suelen ser poemas en los que hay mucho lamento, queja, pena y el receptor siente compasión hacia una pobre desgraciada que tiene que sufrir la humillación de ser engañada por el marido. Sin embargo, muchas veces nos olvidamos de la figura de “la otra”, de la tercera en discordia, del tercer vértice de esta relación, que suele ser el personaje que menos empatía y más odio genera a los receptores, ya que se ve como la típica mujer de poca moral, ligera de cascos, que tiene la osadía de mantener relaciones con un hombre comprometido y romper un matrimonio 

Sin embargo, la copla que os traigo hoy, una farruca que Concha Piquer representaba en su espectáculo “Retablo español” en el año 1943, nos va a demostrar que ser la querida de un hombre no es tan bonito o frívolo como parece, y puede llegar a convertirse en un doloroso drama, sobre todo, cuando estás enamorada de verdad. Hoy vamos a analizar Romance de la otra


 ¿Por qué se viste de negro,
- ay, de negro -
si no se le ha muerto nadie?
¿Por qué está siempre encerrada,
- ay, por qué -
como la que está en la cárcel?
¿Por qué no tiene familia
ni perrito que la ladre,
ni flores que la diviertan
ni risas que la acompañen?
Del porqué de este porqué
la gente quiere enterarse;
cuatro suspiros responden
y no los entiende nadie.
Y no los entiende nadie.

Yo soy la otra, la otra
y a nada tengo derecho,
porque no llevo un anillo
con una fecha por dentro.
No tengo ley que me abone
ni puerta donde llamar
y me alimento a escondías
de tus besos y tu pan.
Con tal que vivas tranquilo
¿qué importa que yo me muera?
¡Te quiero siendo la otra
como la que más te quiera!

¿Por qué no fueron tus labios,
- ay, tus labios -
que fueron las malas lenguas,
las que una noche vinieron
- ay, por qué -
a leerme la sentencia?
El nombre que te ofrecía
ya no es tuyo compañera;
de azahares y velo blanco
se viste la que lo lleva.
Cómo fue tu voluntad
mi boca no te dio queja;
cumple con lo que has firmao,
que yo no valgo la pena.
Que yo no valgo la pena.

Yo soy la otra, la otra
y a nada tengo derecho,
porque no llevo un anillo
con una fecha por dentro.
No tengo ley que me abone
ni puerta donde llamar
y me alimento a escondías
de tus besos y tu pan.
Con tal que vivas tranquilo
¿qué importa que yo me muera?
¡Te quiero siendo la otra
como la que más te quiera!

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La copla tiene cierto trasfondo biográfico. No sé si lo sabéis, pero Concha Piquer jamás pudo casarse con el hombre del que estaba enamorada (el torero Antonio Márquez), ya que él estaba casado con una chica cubana. Doña Concha y el torero se querían mucho y les hubiera gustado pasar por el altar. Lo que pasa es que con la llegada de Franco al poder en 1939, se prohibió el divorcio (que sí existía durante la 2ª República). Por tanto, el matador se vio condenado a estar de por vida legalmente casado con la cubana, y doña Concha a ser la querida, y a mantener encuentros prohibidos, mal vistos en el seno de la sociedad de la época. Esta canción recoge el drama que suponía estar enamorado de una persona casada y no tener libertad para amarla, ya que eso significaba ser una apestada social, juzgada y condena moralmente. 

Como romance que es, la composición va a consistir en una sucesión de versos octosílabos con rima asonante en los versos pares, con los impares libres: 8- 8a 8- 8a 8- 8a....

La primera estrofa es una introducción en la que se presenta y describe a la protagonista mediante una serie de símbolos y tópicos clásicos insertos en estructuras interrogativas retóricas: ¿Por qué se viste de negro [...]si no se le ha muerto nadie? ¿Por qué está siempre encerrada [...] como la que está en la cárcel?

Se alude al color negro, símbolo del luto y de la muerte (muerte lírica…evidentemente, en el sentido de que no tiene libertad para dar rienda suelta a su amor y a sus sentimientos por el qué dirán). Es muy doloroso querer a alguien, y que se den todas las condiciones íntimas para que el amor sea correspondido, pero por culpa del contexto ambiental y circunstancial, no pueda llevarse a cabo. De ahí esa muerte en vida. 

La falta de libertad sentimental se enfatiza con la comparación carcelaria (como la que está en la cárcel...). Las leyes de la época y la mentalidad de la gente le impiden satisfacer sus deseos y pasiones más elementales. Igual que una presa...no puede hacer lo que le gustaría hacer.

Se describe a la mujer en primer plano, en un contexto de soledad y aislamiento más absoluto, el cual queda intensificado con la enumeración en polisíndeton, con conjunción copulativa negativa:  no tiene familia [...], ni perro [...], ni flores [...], ni risas [...]). El paralelismo va marcando ese vacío, esa tristeza: conjunción negativa (ni) + verbo (la primera vez "tener" y el resto, elíptico) + sustantivo complemento directo (familia, perrito, flores, risas) + oración subordinada adjetiva de relativo con función de complemento (que la ladre, que la diviertan, que la acompañen...)

El objetivo de esta descripción es crear una imagen dramática de la protagonista, que podría pasar perfectamente por el rol de mujer engañada. Sin embargo, aquí no es la mujer traicionada, sino la querida, la otra, la tercera en discordia. Esta representación permite que el espectador se compadezca de esta señora y se dé cuenta de que ser la querida no es algo tan festivo y superficial como parece, ya que está condenada a una soledad social y sentimental (querer a alguien, a cambio de recibir malas caras por parte de la sociedad que no acepta, y encima, no tener medios y recursos para satisfacer los deseos de pasión, ya que las convenciones y las pautas morales son muy fuertes). Esto nos evoca a la lírica de Cernuda

Toda esta descripción se realiza mediante estructuras paralelísticas (¿Por qué...?), en las que el yo poético se pregunta cosas de esta mujer, como si estuviera empezando un cuento y quisiera meter en situación al receptor y fomentarle la curiosidad por seguir escuchando el tema y saber más de la chica: ¿Por qué  a la mujer le pasa esto? ¿Por qué está así? ¿Por qué hace esto? Por tanto, el resto de la canción es una contestación a estas preguntas que se realizan en la introducción, planteando un enigma que hay que resolver, y que justifica el tema (Del porqué de este porqué...). Quiere convertir a la querida en un mito, en un icono, en alguien trascendental y relevante, que sea conocido por todos: la gente quiere enterarse...[...] y no los entiende nadie... El sustantivo genérico (gente) y el indefinido (nadie) son mecanismos de universalizar la historia e intentar darle realce. 

En los versos anteriores del estribillo, el yo/narrador da deja paso a la protagonista, para que tome la palabra,  mediante el verbo didenci (responder) y la personificación de lo anímico: Cuatro suspiros responden...El suspiro es una manifestación expresiva de tristeza. 

De esta forma, llegamos al momento cumbre de la copla, cuando la protagonista habla en primera persona, y deja clara su situación de querida, con un efecto eco: “Yo soy la otra, la otra”. 

Después, nos contará cómo se siente y lo complicado que es llevar esa situación: a nada tengo derecho, porque no llevo un anillo con una fecha por dentro

El suplemento (a nada) se antepone a la locución verbal (tener derecho), creando un estado de perturbación, inestabilidad y miseria emocional. Ella, por el hecho de ser la querida, no tiene valor como persona. Es un cero a la izquierda en el contexto social y cultural de los años 40. 

El anillo de boda (la alianza matrimonial) representa el símbolo de la unión entre dos personas, que es el válido y legal de cara a la sociedad, independientemente de que luego genere o no felicidad. La alianza te marca y vincula a esa persona para siempre, aunque luego el amor se acabe, no seas feliz o no funcione la pasión. 

Todas las relaciones que se salen de lo que indica ese anillo (y por tanto, están fuera del matrimonio), se consideran carentes de moralidad y serán condenadas por los demás. Por eso, la protagonista se lamenta de que por culpa de no tener un anillo con una fecha incrustada, no se pueda considerar válida su relación con la persona que quiere. Lo material, lo simbólico (el anillo) vale más que el sentimiento, la pasión (al menos, de cara a la sociedad de 1940)

Durante el estribillo se hace alusión a los encuentros prohibidos mediante el uso de la metáfora (me alimento a escondidas de tus besos y de tu pan). El amor se representa como una energía vital, un bien necesario e imprescindible para la vida (como la comida). Da plenitud y satisfacción espiritual. 

Y por supuesto, una querida no tiene los mismos derechos y leyes en el amor que una casada (a nada tengo derecho, no tengo ley que me abone ni puerta donde llamar), de tal forma que se encuentra sola y desamparada. Tampoco puede desahogarse con nadie, ya que está muy mal visto pregonar este tipo de asuntos tan delicados. 

A pesar de esto, la querida puede llegar a querer tanto o más que la mujer casada. Este amor se refleja en el hecho de que la protagonista no quiere causar problemas a su amado (con tal que vivas tranquilo...) ni avergonzarlo delante de los demás. Los tres últimos versos del estribillo, en tono exclamativo, demuestran que la mujer, a pesar de ser la querida, su sentimiento es puro y verdadero: Te quiero siendo la otra. Para ello, recurre al comparativo de superioridad (como la que más te quiera)

En la segunda estrofa se mantiene la voz de la protagonista en primera persona, la cual cuenta la vergüenza que tuvo que pasar al descubrir que aquel hombre al que tanto quería, estaba casado. Y como era habitual en la época, se entera por los rumores y cotilleos de la gente:  ¿Por qué no fueron tus labios, [...] que fueron las malas lenguas las que una noche vinieron a leerle la sentencia? La personificación de los órganos del habla (malas lenguas...) enfatiza la maldad y morbo de la gente, que en cuanto ve algo que se sale de lo normal, ya están tardando en pregonarlo y difundirlo. El típico correveidile. 

La personificación del órgano bucal masculino (tus labios) es una forma de recalcar que el hombre ocultó a la protagonista su estado de casado. En estos contextos de amores prohibidos y secretos es normal que el amado lleve una doble vida, y tenga que recurrir con frecuencia a la mentira y el engaño para que no le pillen por ambas partes. Ni la mujer debe descubrir a la querida, ni la querida debe saber que es un hombre casado. 

Cuando el escándalo sale a la luz, el final de la relación entre la querida y el amado se precipita: El nombre que te ofrecía ya no es tuyo compañera; de azares y velo blanco se viste la que lo lleva. El amor se concibe como posesión material (en cuanto sale la verdad, el amado deja de ser objeto de disfrute y pasión de la amada). Mediante el vocativo, el amado se dirige a la amada (compañera) para decirle que la historia de amor ha concluido. 

El símbolo vuelve a cobrar más poder y eficacia que la pasión (de azares y velo blanco se viste la que lo lleva). Al final, el matrimonio te acaba marcando y vinculando a esa persona de por vida. La que se vistió de blanco fue la mujer, y no la querida. Por lo tanto, lo correcto/convencional/moral es estar con ella, y no con la otra. 

No obstante, a pesar de que él no fue sincero contándole la verdad, no vemos ningún tipo de rencor o queja por parte de la protagonista. Esta se limita a resignarse y aceptar lo ocurrido: Como fue tu voluntad mi boca no te dio queja. Quiere tanto al amado que está dispuesta a separarse de él dándole todas las facilidades del mundo, sin traumas, ni berrinches, ni malas caras. La protagonista podría rebelarse y haberse aprovechado para sacarle cualquier tipo de beneficio (dinero, casa...) a modo de chantaje o hacerle la vida imposible por despecho. En cambio, prefiere poner las cosas fáciles, ya que quiere tanto a esa persona que es incapaz de hacerle daño. La personificación del órgano vocal está al servicio de esta idea (Mi boca no dio queja).

Finalmente, la querida anima al amado a “cumplir lo que ha firmado” (a seguir con su matrimonio). A la protagonista no le importa rebajarse, quitarse la dignidad, atentar contra su propio honor: Que yo no valgo la pena.

Leyendo la copla se puede detectar una contraposición entre dos concepciones diferentes del amor:

-Por un lado, una concepción materialista del amor, que hay que poner por escrito, como si fuera un pacto planificado, un juramento que hay que cumplir porque sí, dejando al margen los sentimientos y las pasiones. El amor es como una ley, un concepto jurídico y legal, que en el caso de no cumplirse llevaría al delito. Es el amor matrimonial (entre el hombre y la mujer casada). La protagonista se ha puesto por medio, y es como si estuviera cometiendo un delito. Hay una metáfora sobre esto en la copla (los que una noche vinieron a leerme la sentencia).

-Por otro lado, una concepción del amor alejada de estos convencionalismos. Es un amor más puro, inmaterial, abstracto, con mayor dificultad para definirse. Es un amor que no hace falta legalizar ni poner por escrito porque funciona y habla por si solo. Es el amor en su máxima expresión, el que siente la protagonista hacia el hombre.

De todas formas, el amor aceptado por la sociedad sigue siendo el primero. Solamente la mujer que se viste de blanco es la que tiene el derecho de disfrutarlo (de azahares y velo blanco se viste la que lo lleva), y si no estás casado no tienes dignidad de llamar a otra persona amor, o que te lo llamen a ti. La figura de la querida es la que intenta rebelarse ante esto y demostrar que se puede amar sin necesidad de tener que cumplir esos convencionalismos tan arraigados socialmente. Y eso, en contextos pasados, tenía un alto precio.

En cuanto al lenguaje, estamos ante una copla muy refinada y elegante, con alguna que otra pincelada coloquial que le da un aire más espontáneo y sincero como la desaparición de la –d intervocálica (firmao, escondías). 

Las estructuras paralelísticas (no hay perrito que la ladre, ni flores que la diviertan, ni risas que la acompañen) acentúan el carácter de soledad y rechazo del personaje. 

Encontramos algunos juegos con los significantes para dar ese toque de ornatus y carácter lúdico, ya que el narrador quiere contarnos una historia de forma amena e interesante (el porqué de ese porqué).

La personificación “los cuatro suspiros responden” permite dar trascendencia al monólogo de la protagonista, y de hecho, sirve como modo de introducir las palabras en estilo directo. 

Las reiteraciones (la otra, la otra) remarcan las claves dramáticas del tema y dan intensidad. 

El adelantamiento de los complementos a primera posición oracional ayuda a enfatizar la situación de miseria emocional (“a nada tengo derecho” en vez de “no tengo derecho a nada”). 

La metonimia de las “malas lenguas” (se alude al órgano en vez de a la persona), sirve para remarcar el carácter cotilla de la gente, la cual siempre está pendiente de la vida de los demás, como si fueran policías o jueces, con ganas de hundir la vida al prójimo 



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