jueves, 16 de enero de 2020

Ni hablar del peluquín: cuando ocultar la calvicie causa estragos matrimoniales


Vamos a empezar el análisis de hoy con una clase de lengua y literatura española, que nos sirva para conocer un poquito mejor nuestro legado y patrimonio de expresiones y frases hechas. No sé si alguna vez habréis escuchado a alguien decir “Ni hablar del peluquín”. Normalmente, se usa en un registro coloquial y familiar, bien para negarnos a hacer algo que nos pidan, o bien para cerrar un tema de conversación, indicando que no se hable más de un asunto porque está todo dicho.

Pues precisamente, la expresión “ni hablar del peluquín” será el título de la copla que os traigo hoy. Se trata de un tanguillo del año 1943, que aparece dentro de la comedia musical Canelita en Rama, dirigida por Eduardo García Maroto y protagonizada por una jovencísima Juanita Reina. Uno de los números musicales más divertidos y disparatados es este tema. Los autores de la letra (Quintero, León y Quiroga) jugaron a lo largo de la canción con los diferentes sentidos y acepciones de esta expresión, sabiendo, además, que uno de los protagonistas es un señor que lleva peluquín para ocultar su calvicie. Todo eso dará lugar a un poema muy humorístico, lleno de juegos de palabras y dobles sentidos.


La cabeza como un huevo
tenía don Valentín.
¡ay, mi don Valentín!,
¡ay, mi don Valentín!,
y s’ha puesto como nuevo
comprándose un peluquín.
Er día que lo ha estrenao
a una niña se declara,
y ella dice que ha notao
que tiene una cosa rara.
La madre dise: ¡hija mía!,
como viene con buen fin,
andando a la sacristía …
¡y ni hablá der peluquín!
La niña se daba mucho postín;
siempre va corgá de don Valentín.
“No saludes nunca con er bombín …”
¡y ni hablá siquiera der peluquín!

La mujé en las discusiones
le da cada bofetá,
¡ay, qué barbaridá!,
¡ay, qué barbaridá!,
que er peluquín se lo pone
con er flequillo p’atrás.
Y saben los sevillanos
las causas de las peleas…
Que en el rigor del verano
er peluquín le gotea.
Y acuden tóos los vesinos
pa llevarlo ar botiquín,
y dise el hombre, muy fino,
que ni hablá der peluquín.
Y la niña sigue con er postín
de que se casó con don Valentín.
Las escandaleras no tienen fin …
¡Y ni hablá siquiera der peluquín!

Borracho como un pellejo
llegó un día Valentín,
¡ay, mi don Valentín!,
¡ay, mi don Valentín!,
y l’asomaba un cangrejo
debajo der peluquín.
¡Olé mi grasia y salero!
¡A ve dónde hay un marío
que tenga aquí un criaero
de cangrejitos de río!
La esposa se ha disgustao
y el otro dise: “¡Chirrín!
¡Mañana traigo lenguado …
y ni hablá der peluquín!”.
Y la niña sigue con er postín
de que se casó con don Valentín.
Huelen a pescado desde Pekín …
¡Mas ni hablá siquiera der peluquín!
“No saludes nunca con er bombín …”
¡y ni hablá siquiera der peluquín!

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La historia de esta copla vuelve a reflejar el tópico de la relación amorosa entre la chica joven y el hombre viejo. No obstante, la relación no será tan idílica como en Te he de querer mientras viva (canción que os enseñé en los inicios del blog). Sucederá todo lo contrario (se pasan todo el día peleando) y la culpa de todo la tiene un peluquín. Como veis, el enfoque es puramente cómico y jocoso.

El protagonista masculino se llama Valentín, un hombre de avanzada edad. Sin embargo, a pesar de los años, es un señor con un espíritu casi adolescente. Él se resiste a hacerse mayor y convertirse en un anciano viejo, terco y decrépito. Prefiere sentirse joven y conquistador, seduciendo a las chicas más jovencitas y guapas que encuentre.

Como veis, se trata de un personaje arquetípico del teatro cómico (el viejo verde), muy efectista, que hacer reír al gran público. Cuando un hombre alcanza cierta edad (como don Valentín) empiezan a surgir ciertos complejos varoniles ante la pérdida del cabello, y el miedo a quedarse calvo. Actualmente parece que lucir calva y tener la cabeza afeitada no resulta tan traumático (incluso puede gustar a la gente y tomarlo como distintivo atractivo), pero en los años 40 quedarse calvo no era tan divertido. Por eso, al pobre Valentín no le queda más remedio que comprarse un peluquín con el objetivo de ocultar su calvicie incipiente, convirtiéndola en una especie de secreto (sólo él, y nadie más que él, sabía que debajo de ese peluquín se ocultaba una calva bien desnuda). Por eso, hablar/citar/nombrar/señalar/aludir/ referirse al peluquín era un tema casi prohibido, por todo el desprestigio que le suponía al protagonista saber que era un sin pelo. De ahí que se hiciera famosa la expresión ni hablar del peluquín (el peluquín ni nombrarlo). Tabú.

La copla se divide en tres estrofas de versos octosílabos, salvo los cuatro últimos que son endecasílabos, riman entre sí (como si fuera una cuaderna vía del mester de clerecía pero con versos de 11 en vez de 14), y configuran una especie de estribillo. Este, en lugar de repetirse las tres veces sin variación, hace como de caja de resonancia, de coro, resumiendo con cierta guasa el contenido de cada estrofa, antes de pasar a la siguiente. Como podréis observar, se usa mucho una rima en aguda terminada en –in (Valentín, botiquín, peluquín, postín, bombín, Pekín) Esto le da un carácter muy lúdico y teatral a la copla, muy cercano al juguete escénico.

En la primera estrofa se presenta al personaje de don Valetín, haciendo hincapié en su calvicie, mediante una serie de comparaciones muy caricaturescas y tremendistas (la cabeza como un huevo tenía don Valentín).

A partir de aquí se narra cómo el protagonista se compra su peluquín, y conoce a una chica joven a la que intenta seducir y proponerle matrimonio: Y se ha puesto como nuevo comprándose un peluquín. El día que lo ha estrenado a una niña se declara.

La cosificación (como nuevo) acentúa el carácter humorístico del tema. Convertir algo viejo en nuevo es más propio de objetos, cosas o elementos inertes, y aquí se aplica sobre una persona.

El peluquín permite a Valentín ganar más confianza en sí mismo, ya que tapa/oculta su principal defecto físico (la calvicie), del que él mismo siente complejo y vergüenza. Por eso, nada más comprarse el peluquín, se le ve más seguro y con iniciativa: el día que lo ha estrenao a una niña se declara. No obstante, el peluquín no elimina ni soluciona el problema. Solo lo esconde de una forma un tanto chapucera y temporal. Al final, cualquiera se da cuenta del truco, y la futura esposa no va a ser menos, tal como se relata de forma humorística mediante la palabra baúl o comodín: Y ella dice que ha notado que tiene una cosa rara. Esa cosa rara es el peluquín que tapa el pastel de la calvicie jajajjaa

La madre de la chica, viendo que el hombre tiene buen fondo (es buena persona), y que el peluquín le quita bastantes años y no aparenta ser tan mayor, le ordena a su hija que se case con él. Como veis, era muy habitual en la época que los padres se metieran en temas matrimoniales de las hijas, aconsejaran e incluso dieran el visto bueno a la relación amorosa de sus retoñas. Muchas veces sin la autorización paternal, las niñas no podían casarse, y si a los padres no les gustaba el novio, ya podía ir olvidándose. En este caso, la madre es la que acaba tomando la decisión en lugar de la hija, con ese imperativo en gerundio (Andando a la sacristía y ni hablar del peluquín) que le da un carácter inmediato y sin titubeos.

Como veis, la expresión ni hablar del peluquín adquiere un doble sentido:

-Interpretación 1: La hija se casa y no hay más que hablar. La madre es la que manda y dispone. Así que, todo el mundo al altar y se acabó. El tema está zanjado

-Interpretación 2: Que no tenga en cuenta el peluquín, que se olvide del peluquín. El peluquín es un tabú, ya que hace alusión a un defecto físico (la calvicie del marido). Lo importante es que el hombre es un tipo bueno, y aunque tenga ese problemilla, lo mejor es que se quede con lo bueno y se olvide de lo malo.

En la segunda estrofa se puede ver que el peluquín de Don Valentín traerá por la calle de la Amargura a la pareja de recién casados, ya que continuamente estarán peleando y discutiendo por este tema (Las escandaleras no tienen fin). Con las altas temperaturas estivales, el peluquín le sudará al protagonista y esto hará enfurecer a la mujer. El matrimonio estará a la gresca todo el día: Y saben los sevillanos las causas de estas peleas, que en el rigor del verano el peluquín le gotea. El gentilicio hiperbolizado (saben los sevillanos) permite universalizar la historia, hacerla popular y conocida, que corra de boca en boca. Da la impresión de que toda la ciudad de Sevilla sabe quién es Valentín, la mujer, y los líos y follones que se montan todos los días por el tema del peluquín. La historia de Valentín se convierte en una anécdota graciosa y tema de conversación para pasar un rato divertido.

El carácter hiperbólico y caricaturesco de la escena se refleja en la imagen de la mujer pegándole al marido guantazos tan fuertes, que el peluquín se vuelve del revés: la esposa en las discusiones le da cada botefada […], que el peluquín se lo pone con el flequillo para atrás.

Esto nos recuerda a las peleas de los cómics, tebeos y dibujos animados de los años 30 y 40, donde la violencia queda dulcificada y exagerada para dar ese toque gracioso y esperpéntico. Todos sabemos que es comedia, es ficción, y no pasa nada porque haya una escena de golpes y palos. No es de verdad. Es teatro. A lo mejor hoy en día con el tema de la violencia doméstica en los medios, causaría mucha polémica ver una imagen de un miembro de la pareja pegando al otro, pero en los años 40, era un mecanismo de humor habitual: y acuden todos los vecinos para llevarlo al botiquín y dice el hombre muy fino que ni hablar del peluquín. Cuando en un corto de dibujos animados (pensad en Tom y Jerry, los Looney Tunes…que datan de esta época) vemos a alguien que se ha caído o ha tenido un percance, en la escena siguiente aparece lleno de heridas, tiritas, sangre y magulladuras…pues aquí igual. Tras la paliza que le da la mujer al marido, el pobre está para ir de cabeza al botiquín. Todo esto le quita realismo…lo cual justifica la violencia (si se puede decir así). La realidad se exagera, se teatraliza, se satiriza.

En la tercera estrofa se alcanza el surrealismo y el disparate más absoluto. La copla se recrea en lo absurdo, rompiendo de manera intencionada la línea de la verosimilitud y el realismo. Eso, en su justa medida, también genera humor. El peluquín de don Valentín se convierte en un criadero de cangrejos para disgusto de su mujer: Borracho como un pellejo, llegó un día Valentín y le asomaba un cangrejo debajo del peluquín. En las obras cómicas es habitual encontrarse con personajes en estado de embriaguez que pierden la noción de la realidad…lo mismo que la canción en esta sección.

A pesar de romperse el realismo no quiere decir que se pierda la coherencia. Lo de los cangrejos tiene su sentido. El hecho de que debajo del peluquín hayan aparecido estos moluscos, tiene que ver con la circunstancia de que muchas veces asociamos ciertos objetos (alfombras, moquetas, el propio peluquín) a un material que si no se cuida bien, acaba siendo foco de gérmenes, bacterias, suciedad…¿Cuántas veces hemos dicho de una alfombra que cualquier día va a criar un nido o una plaga de bichos, de lo sucia que está? Pues con el peluquín ha pasado algo parecido. Entre el sudor, y el no cuidarse bien, ha convertido la peluca en un criadero de elementos indeseables. Evidentemente, lo de los cangrejos es irrealismo puro, pero la idea y el sentido están. El marido no se quita el peluquín ni con agua caliente.

La mujer toma la palabra en esta parte de la copla y recurre a la ironía exclamativa: Olé mi gracia y salero, a ver donde hay un marido de cangrejitos de río. La mujer está diciendo lo contrario de lo que quiere decir. El hecho de que aplauda, diga que ole, que muy bien, y que qué maravilloso es tener un marido con un peluquín donde se crían cangrejos…es todo lo contrario. A ella no le gusta nada la idea. Por eso es ironía. Defiende una idea expresando la contraria. La realidad es que la mujer está más cabreada que una mona: La esposa se ha disgustado…

El marido, lejos de enfadarse, le responde con más ironía, llevando la irrealidad hasta cuotas extremas: mañana traigo lenguado y ni hablar del peluquín…Si la mujer se cabrea por el criadero de los cangrejos, el marido dice que al día siguiente convierte el peluquín en un criadero de lenguados. Sobre el esperpento se hace más esperpento. Sobre la exageración se hace otra exageración. Es una batalla dialéctica para ver quién dice la más gorda. Comicidad en estado puro: Huelen a pescado desde Pekín. Al marido le da igual criar cangrejos que lenguados...no se va a quitar la peluca por mucho que la esposa se enfade

Lingüísticamente, es una copla que hace uso de fenómenos dialectales como el seseo (dise, vesinos, grasia), la confusión de L y R a final de sílaba (er, der, corgá), pérdida de la d intervocálica (marío, estrenao, notao, toós), apócope sílaba completa (pa<para, (bofetá<bofetada) o relajación de las consonantes implosivas (hablá<hablar, mujé<mujer, barbaridá<barbaridad)

Algunos rasgos coquetean con el nivel vulgar típico de las clases medias-bajas como la pérdida de elementos fonéticos juntando dos palabras en una: sa puesto<se ha puesto, patrás<para atrás

El hipérbaton da musicalidad y se hace con la intención de facilitar la rima (la cabeza como un huevo tenía don Valentín…, Y saben los sevillanos las causas de las peleas…, borracho como un pellejo llegó un día Valentín…). La interjección, que normalmente se usa en textos dramáticos y trágicos, quedan desautomatizada, de forma que adquiere una función de realce cómico (Ay, mi don Valentín, Ay que barbaridad). En general, es un texto con pocas metáforas e imágenes literarias, dejándose llevar por la vena de la lengua popular.


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