sábado, 25 de enero de 2020

La puerta de Alcalá (Ana Belén): la historia de Madrid a través de su monumento más famoso


La canción que vamos a analizar hoy es todo un clásico de Ana Belén y Víctor Manuel. El tema fue compuesto en el año 1988 y está dedicado a uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad de Madrid: la puerta de Alcalá. ¿Queréis que lo recordemos?

La Puerta de Alcalá es una de las cinco antiguas puertas reales que daban acceso a la capital de España. Fue construida en el siglo XVIII (estilo neoclásico), entre los años 1769 y 1778 por el arquitecto Francesco Sabatini y los escultores Francisco Gutiérrez Arribas y Roberto Michel. El monarca Carlos III fue el impulsor de este proyecto. El monumento se encuentra en el centro de la rotonda de Plaza de la Independencia, junto a las puertas del Retiro y la fuente de Cibeles, en el cruce de las calles Serrano, Alcalá, Alfonso XII y Salustiano Olózaga. En la antigüedad la puerta servía de acceso para los viajeros que venían de la carretera de Aragón. Hoy en día la función de entrada a la ciudad ha desaparecido y ha quedado como un vestigio monumental ornamental.


Acompaño a mi sombra por la avenida,
mis pasos se pierden entre tanta gente,
busco una puerta, una salida
donde convivan pasado y presente…
De pronto me paro, alguien me observa,
levanto la vista y me encuentro con ella
y ahí está, ahí está, ahí está, ahi esta
viendo pasar el tiempo la Puerta de Alcalá.


Una mañana fría llegó Carlos III con aire insigne
se quitó el sombrero muy lentamente
bajó de su caballo con voz profunda
le dijo a su lacayo: ahí está la Puerta de Alcalá
ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo
la Puerta de Alcalá

Lanceros con casaca, monarcas de otras tierras,
fanfarrones que llegan inventando la guerra,
milicias que resisten bajo el “no pasarán”
y el sueño eterno como viene se va
ahí está, ahí está la puerta de Alcala ahi esta ahi esta
viendo pasar el tiempo
la Puerta de Alcalá.
Todos los tiranos se abrazan como hermanos,
exhibiendo a las gentes sus calvas indecentes,
manadas de mangantes, doscientos estudiantes
inician la revuelta son los años sesenta
ahí está, ahí está la puerta de Alcala
ahi esta, ahi esta viendo pasar el tiempo
la Puerta de Alcalá
Un travestí perdido, un guardia pendenciero,
pelos colorados, chinchetas en los cueros,
rockeros insurgentes, modernos complacientes,
poetas y colgados, aires de libertad ahi esta la puerta de Alcala
ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo
la Puerta de Alcalá
La miro de frente y me pierdo en sus ojos,
sus arcos me vigilan, su sombra me acompaña,
no intento esconderme, nadie la engaña,
toda la vida pasa por su mirada
La Puerta de Alcala
Miralá, míralá, miralá, míralá,
la Puerta de Alcalá
Miralá, míralá, miralá, míralá,
la Puerta de Alcalá.
............................................................

La introducción del tema sigue los patrones de una descripción impresionista. El yo poético se inserta en el paisaje urbano de Madrid como si fuera un ciudadano más, para describir y explicar su encuentro con la famosa puerta mientras va caminando hacia ella.

Se trata de una descripción que no busca la totalidad, sino captar trozos, pinceladas, fragmentos, estampas en donde fusiona lo sensorial y lo subjetivo-imaginativo: Acompaño a mi sombra por la venida, mis pasos se pierden entre tanta gente…. Es una descripción lenta. El autor se recrea en los momentos previos al encuentro, con detallismo (caminando por la calle, con la gente alrededor). Busca captar la belleza y la emoción del instante.

Este tipo de descripción bebe de la novela novecentista de Gabriel Miró (El obispo leproso) o la novela impresionista de Azorín (La voluntad). Cada movimiento o detalle es descrito de forma minuciosa en enumeraciones breves pero contundentes, apoyándose de marcadores temporales o enfatizadores: “De pronto me paro, alguien me observa, levanto la vista y me encuentro con ella”. Esa entidad con la que se encuentra es la majestuosa puerta de Alcalá, la cual queda personificada, es decir, se le atribuyen acciones propias de seres humanos (alguien me observa). La puerta está en una posición privilegiada en la ciudad y es testigo de todo lo que pasa. El deíctico de lugar señala al monumento y lo ubica: “Ahí está ahí está…”. Le da protagonismo y realce como si fuera un cuadro impresionista.

Y aquí es donde entra el valor simbólico de la puerta de Alcalá en este tema. El monumento simboliza la imperturbabilidad ante el paso del tiempo. Los años pasan, las generaciones se suceden, van ocurriendo hechos históricos importantísimos…y la puerta sigue en pie presidiendo el centro de Madrid como si nada pasara. Nosotros somos mortales. Y en cambio la puerta permanece allí. Es inmortal ante el paso del tiempo.

La antítesis “Donde convivan pasado y presente” y la personificación “viendo pasar el tiempo” explican muy bien esto. Desde el siglo XVIII hasta nuestros días la puerta ha sido testigo de muchas de las cosas que han pasado en la ciudad de Madrid. La gente que vivió en el Madrid de Carlos III no es la misma que la que vivió el Madrid de la movida de los 80. La puerta es el único elemento en “vivir” ambos periodos. Si nos ponemos a pensar, los grandes monumentos históricos que conservamos hoy (iglesias, catedrales, murallas) estaban también en pie en momentos trascendentales de nuestra historia, y eso es motivo para estar orgullosos. Al menos, a través de estos monumentos podemos vivir la historia de un país o de una ciudad.

Por eso, cada estrofa de la canción va a estar dedicada a describir una etapa concreta de la historia de Madrid. ¿Y cuál es el elemento común en todas esas escenas tan distantes en el tiempo? Pues la mismísima puerta de Alcalá.

-La primera escena se ambienta en el Madrid del XVIII. Aparece uno de los monarcas ilustrados más importantes que ha tenido este país, y el que para muchos fue el mejor alcalde de la ciudad: Carlos III (impulsor de la creación de la puerta de Alcalá): “Una mañana fría llegó Carlos III…”. En este parte de la canción se acumula léxico que connota estatus, señorío, poder, fama, sobresaliencia (“aire insigne”, “sombrero”, su lacayo”, “caballo”). Todo esto es símbolo de la solidez de la monarquía durante el siglo XVIII. De nuevo se opta por una descripción basada en detalles, instantes, momentos que marcan las coordenadas temporales (“una mañana fría”) y modales (aire insigne, se quitó el sombrero, le dijo a su lacayo, bajó se su caballo, con voz profunda…). El núcleo es el monarca, y todo lo demás, son aderezos que caracterizan al rey y lo insertan en su contexto.

-La segunda escena se ambienta en el Madrid de la Guerra Civil. Se enumeran elementos propios de los años 30: los soldados milicianos que impidieron la entrada a Madrid del ejército nacional con el lema “No pasarán” (“Milicias que resisten bajo el no pasarán”) , el sueño de la República que acabó roto tras la llegada de Franco (tal como se refleja en la antítesis “el sueño eterno como viene se va”), los soldados de caballería que usaban lanzas (“lanceros con casaca”), la presencia de soldados de Alemania, Italia, Marruecos que participaron en el conflicto (“monarcas de otras tierras…”), el golpe de estado del 36 (“fanfarrones que llegan inventando la guerra”).

-La tercera escena se ambienta en el Madrid de los años 60. Es la época de la dictadura Franquista. Y Franco utilizaba las plazas más importantes de Madrid para organizar actos multitudinarios de loa y exaltación al régimen, en el que se hacía uso de los típicos saludos y símbolos fascistas: “Todos los tiranos se abrazan como hermanos exhibiendo a las gentes sus calvas indecentes”. En este caso, la calva tiene valor metonímico. Lo que el dictador exhibe son las ideas/pensamientos que hay dentro de esa calva (su ideología). El continente por el contenido. Aunque también añade el toquecito de matiz e ironía. El Franco de los años 60, ya en la vejez, tenía muy poco pelo jajajjaa. El yo poético no puede evitar mojarse, ideológicamente hablando, y poner un adjetivo valorativo a las ideas de la dictadura (“calvas indecentes”). Cuando salió esta canción Franco ya había muerto y se podía plasmar ideas políticas en las canciones sin ningún tipo de miedo.

Y otra de las escenas típicas del tardofranquismo son las manifestaciones de estudiantes. Las universidades eran uno de los focos de oposición más importantes para el régimen franquista, y en esta década era habitual que los grises tuvieran que intervenir para disolver las protestas: “doscientos estudiantes inician la revuelta…”.

-Y la cuarta y última escena se ambienta en el Madrid de la movida, en los años 80. El ambiente de liberación y desenfado se plasma muy bien con la metáfora “aires de libertad” que resume perfectamente la estrofa. La ciudad huele a libertad, a democracia, a modernidad, la gente puede expresar lo que quiera, vestirse como le dé la gana, identificare con todo tipo de rarezas y extravagancias sin sentirse incómodo.

Y aquí se enumeran una serie de personajes que se pusieron de moda en los ochenta: poetas bohemios, travestis, rockeros, jóvenes con el pelo pintado, policías peleones. Es la época de las tribus urbanas, los movimientos contraculturales, las tendencias alternativas y la actitud rebelde de los jóvenes. En la diversidad y la heterogeneidad está el gusto: “un travesti perdido, guardias pendencieros, pelos colorados, chinchetas en los curos, rockeros insurgentes, modernos complacientes, poetas y colgados”.

La canción finaliza volviendo al momento presente, cuando el yo poético se encuentra frente a la puerta de Alcalá contemplándola: “Miro de frente, me pierdo en sus ojos”. La belleza del monumento es tan grande que tiene el poder de hechizar, de cautivar, de apasionar, de encandilar, de sorprender, de no dejar indiferente. De ahí esa metáfora casi hiperbólica (“me pierdo en sus ojos”). De hecho, la contemplación del monumento por parte del yo poético le ha llevado a retrotraerse en el tiempo y hacer un ejercicio de evolución y reflexión histórica.  Mirando la puerta de Alcalá estás viendo la historia de Madrid como si fuera una película. De ahí la metáfora “Toda la vida pasa por su mirada”.

La personificación engrandece a la puerta, la humaniza, le da vida, la convierte en una entidad 
trascendental: “sus arcos me vigilan, su sombra me acompaña”. Las estructuras paralelísticas marcan ese instante: sujeto referido a la puerta (sus arcos/su sombra), complemento directo referido al yo poético (me/me) y verbo (vigilan/acompaña). La puerta de Alcalá es un símbolo de la ciudad, que se ha mantenido impertérrito a pesar de los años, y eso la ha convertido en una entidad superior: “no intento esconderme, nadie la engaña”. La puerta lo ve todo. No se le escapa nada. Es el centro de la capital.  Y ha sobrevivido a todos nosotros.

Predomina el verso de arte mayor (superior a 8 sílabas). La rima es libre, aunque detectamos leves asonancias entre versos consecutivos: tierras-guerra, indecentes-estudiantes, pendenciero-cueros, acompaña-engaña.

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