lunes, 17 de abril de 2023

Alfonsina y el mar (Mercedes Sosa): la canción de un suicidio

La canción de hoy está dedicada a la poetisa argentina Alfonsina Storni (1892-1938), famosa por sus composiciones postmodernistas (Languidez, Ocre, Poemas de amor…)

En el año 1935, mientras se daba un baño en el mar, se descubrió un bulto en el pecho. Sus amigos le aconsejaron que fuera inmediatamente al médico. El diagnóstico fue demoledor: cáncer de mama. En aquellos años la extirpación del seno afectado era el único tratamiento posible para hacer frente a la enfermedad. No había quimio, no había radio…

Para Alfonsina Storni fue muy duro someterse a esta mutilación física. No pudo aguantar la situación de vivir faltándole ese trozo de cuerpo tan importante. Le quitaron lo que le hacía mujer. Finalmente, una noche tormentosa de octubre de 1938, la autora argentina decidió poner fin a su vida, y se lanzó al mar desde un espigón. Su personalidad insegura y paranoica y sus cambios súbitos de humor influyeron en esto.

Treinta y un año después de esta tragedia, Ariel Ramírez y Félix Luna compusieran la zamba que vamos a analizar hoy: Alfonsina y el mar. El poema cuenta la historia del suicidio de la poetisa hispanoamericana. Mercedes Sosa fue la encargada de poner voz al tema en el disco Mujeres Argentinas (1969)

La muerte se enfoca desde una óptica poética, respetuosa y antimorbosa. No esperéis ver imágenes truculentas, macabras o crueles de la escritora arrojándose al ponto. Con el fin de evitar herir la sensibilidad del receptor, en la letra de la canción se dice que Storni se internó poco a poco en las aguas del mar, hasta fundirse con él. Una muerte preciosista y metafórica, que pone los pelos de punta sin necesidad de recurrir a elementos indecorosos y feos.



Por la blanda arena que lame el marSu pequeña huella no vuelve másUn sendero solo de pena y silencio llegóHasta el agua profundaUn sendero solo de penas mudas llegóHasta la espuma
Sabe Dios qué angustia te acompañóQué dolores viejos calló tu vozPara recostarte arrullada en el canto de lascaracolas marinasLa canción que canta en el fondo oscuro del marLa caracola
Te vas Alfonsina con tu soledad¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?Una voz antigua de viento y de salTe requiebra el alma y la está llevandoY te vas hacia allá como en sueñosDormida, Alfonsina, vestida de mar
Cinco sirenitas te llevaránPor caminos de algas y de coralY fosforescentes caballos marinos haránUna ronda a tu ladoY los habitantes del agua van a jugarPronto a tu lado
Bájame la lámpara un poco másDéjame que duerma nodriza, en pazY si llama él no le digas que estoyDile que Alfonsina no vuelveY si llama él no le digas nunca que estoyDi que me he ido

Te vas Alfonsina con tu soledad¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?Una voz antigua de viento y de salTe requiebra el alma y la está llevandoY te vas hacia allá como en sueñosDormida, Alfonsina, vestida de mar

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El paisaje marino es descrito con una personificación: por la blanda arena que lame el mar. Una acción humana (lamer) es realizada por una entidad inanimada (mar). La ola del mar, cuando rompe en la orilla, penetra unos metros en la arena. De ahí, el lamido. De esta forma, el ponto se representa como una fuerza arrolladora, impasible e inmutable ante la tragedia. La vida sigue su curso a pesar de lo que va a pasar.

El epíteto sensorial (blanda), que hace referencia a la textura, recuerda a la poesía modernista, de la que es representante Alfonsina. En cierta medida, edulcora el trance mortuorio, ya que el entorno en el que tiene lugar el óbito es bonito.

La decisión de poner fin a su vida es irreversible: su pequeña huella no vuelve más. El suicidio forma parte de la filosofía del libre albedrío: cada persona es dueña de su vida y tiene libertad para decidir qué hacer con ella. Storni ve que no tiene sentido seguir viviendo enferma y sin un pecho.

La huella forma parte del concepto manriqueño y machadiano de la vida como camino (o como río). Alfonsina ha decidido poner fin a su senda vital. La huella tiene valor sinecdóquico, ya que se alude a una parte de la persona (pie, que es donde está la huella) por el todo (la persona que está detrás de esa huella y toma la decisión de acabar con su vida).

Las metáforas describen un periplo vital difícil, doloroso, trágico, infernal, sufriente: un sendero solo de pena y silencio llegó hasta el agua profunda. Alfonsi Storni está enferma, le mutilan su pecho, eso tampoco le garantiza su curación. Vive en un estado de angustia constante. Tanto sufrimiento hace que la vida no tenga sentido para ella.

La personificación del sendero (pena muda) enfatiza la idea de que Storni vivía en silencio y soledad su sufrimiento. Sola la persona que ha pasado el trance de una enfermedad grave es la que entiende ese dolor. Ella no comunicó nunca sus miedos y sufrimientos. Era una persona reservada y discreta. Su hijo era demasiado pequeño (madre soltera), por lo que tampoco tenía una pareja con quien desahogarse.

Nadie se dio cuenta de la gravedad de la situación y de lo mal que se sentía Storni durante este proceso. La alusión a la divinidad como único testigo del dolor, ante la falta de comprensión y arrope humano, da una carga dramática a la situación: sabe Dios qué angustias te acompañó, qué dolores viejos calló tu voz. Nadie estaba en la cabeza de Alfonsina. No hubo nadie que le acompañara a gestionar sus pensamientos de otra manera. Es muy difícil entender su situación si no la vives.

El paralelismo marca la complejidad del conflicto en la cabeza de la protagonista: conjunción de interrogativa indirecta (qué) + sujeto (angustia/viejos dolores) + verbo (acompañó/calló) + complemento directo (te/tu voz).

El instinto natural de supervivencia de la especie humana contrasta con el sufrimiento personal de Alfonsina. Esto genera una dicotomía mental: ¿Vivir o no vivir? ¿Puede el dolor hacer que la vida pierda su encanto y no tener ganar de seguir adelante? Lo que está claro es que el calvario por el que está pasando Storni es tan grande que le hace tomar la drástica decisión de acabar con su vida. El hecho de sentirse sola y no tener a nadie con quién desahogarse, agrava su contexto anímico y acelera el camino al desastre: te vas, Alfonsina, con tu soledad...

A pesar de la crudeza del contexto, el yo poético atenúa la atrocidad da la escena de la muerte, y esta se representa de una forma metafórica, con elementos que transmiten belleza, encanto, atractivo, esteticismo: para recostarte arrullada en el canto de las caracolas marinas. Aunque la escena es triste, el poeta crea una atmósfera bonita y sensorial, cargada de vida y dinamismo, gracias a la personificación de las entidades marinas (canto de las caracolas). Da la sensación de que Storni se ha ido a un Paraíso

Otro mecanismo para mitigar el duelo y maquillar el deceso es la metáfora de la muerte como viaje a la autorrealización. La voz lírica presenta al personaje en un contexto de plenitud, haciendo lo que más le gusta. Alfonsina Storni es poetisa. Por lo tanto, su periplo está relacionado con el arte literario, tal como se expresa en la interrogación retórica: ¿Qué poemas nuevos te fuiste a buscar? 

El tránsito hacia la otra vida carece de elementos indecorosos, morbosos o macabros. Aunque la causa real fue un suicidio, el yo poético evita transmitir sensaciones de dolor o agonía. No es plato de buen gusto ver cómo una persona se lanza por un acantilado. La polémica escena se recrea con un estilo narrativo cercano al cuento y el relato maravilloso: una voz antigua de viento y de sal te requiebra el alma y la está levando. 

El suicidio es un acto que se hace desde la voluntad del ejecutor. Storni muere porque ella misma se mata, y no porque haya un agente externo que le provoque la muerte. El yo poético prefiere renunciar a la veracidad de los hechos, y disfraza/oculta/disimula la atrocidad de los mismos bajo un contexto de aparente idealismo. Aquí no es Alfonsina la que se inmola, sino uno elemento sobrenatural y mágico (una voz de viento y de sal) el que le empuja a la otra vida. Se trata de una historia cuasi legendaria, más propia de una heroína o una diosa que de una persona de carne y hueso. De esta forma, se engrande la figura de Storni. Se trata de una escritora importantísima en las letras hispanoamericanas. 

En las leyendas son típicas las personificaciones de elementos abstractos. Un elemento indefinido y sinestésico (voz antigua de viento y de sal) realiza una acción humana (la está llevando).

Y por supuesto, representar la muerte como un sueño es otro mecanismo típico para dulcificar la dureza del contexto: y te vas hacia allá en sueño, dormida, vestida de mar. Al yo poético le cuesta aceptar la muerte de la escritora. La idea y el concepto de muerte generan muchos tabúes en la sociedad, y más en este caso con suicidio de por medio. Por eso, la voz lírica no utiliza la palabra muerte. La enmascara en diferentes metáforas (el viaje, el sueño...). Esto se debe a que el ser humano tiene miedo a la muerte.

Si observáis la sintaxis de estos versos, se observa cómo el poeta alarga lo máximo posible la escena del tránsito. Le cuesta dejar marchar a la protagonista. Al verbo (te vas) se le añade un circunstancial de lugar (hacia allá), un complemento comparativo (como en sueño), un predicativo (dormida), un vocativo redundante (Alfonsina) y un complemento de modo (vestida de mar). Mediante estos artificios gramaticales la voz de la historia retarda el temido momento del adiós.. 

El autor de la canción prefiere no hablar de final. En lugar de dejar de vivir, el personaje de Storni se funde con la Naturaleza, se eterniza en ella, se hace fuerte y majestuosa, tal como se expresa en la metáfora: vestida de mar. Se crea un contexto onírico. 

No obstante, a pesar de pintar una estampa idílica, la realidad es la que es, y la voz lírica tampoco puede olvidar que estamos asistiendo a una tragedia: la canción que canta en el fondo oscuro del mar la caracola. La oscuridad representa la no presencia, la no existencia. La poetisa ha dejado de estar entre nosotros. No forma parte del mundo físico. No la vamos a volver a ver.

En la segunda estrofa asistimos a la llegada de Alfonsina al más allá. El mito cristiano de la salvación y el cielo, es sustituido por mitología profana: cinco sirenitas te llevarán por caminos de algo y de coral, y fosforescentes caballos marinos harán una ronda a tu lado. Y los habitantes del agua van a jugar pronto a tu lado

El diminutivo (sirenita) da un carácter afectivo al discurso con el fin de suavizar el dramatismo. No hay que llorar por la muerte de la poetisa, ya que acaba de llegar a un Paraíso, el cual se representa como un mundo colorista (fosforescentes), vivo (caballos marinos, sirenitas) y preciosista (algas, coral). 

Además, Storni es recibida con todos los honores y pompas: fosforescentes caballos marinos harán una ronda a tu lado. La personificación de animales (caballo) y seres fantásticos (sirenas) dan energía vital a este otro mundo. Estos realizan acciones propias de seres humanos (hacer una ronda). ¿El resultado? El destino final de Alfonsina no es lugar triste, oscuro y vacío. Va a ser feliz allí. De hecho, su llegada va a hacer de eso mundo algo mejor: y los habitantes del agua jugarán a tu lado. 

El temor a la muerte supone el origen de todos estos mitos e historias maravillosas, con el fin de dejar hueco para la esperanza y el consuelo. 

La canción acaba en primera persona, con la propia Alfonsina Storni dejando constancia de que su decisión ha sido la mejor, y ella va a ser más feliz así. Ella no quiere volver al mundo de los vivos, ya que eso supone sufrimiento y amargura. De ahí esos imperativos suplicantes: bájame la lámpara un poco más, déjame que duerma nodriza en paz.

La similicadencia (bájame, déjame) expresa aferramiento hacia el más allá. Ella ha hecho lo correcto. Su lugar es ese, la eternidad. No se arrepiente de su acto suicida. De hecho, se vincula a un elemento con luz (lámpara), que expresa plenitud. En el mundo terrenal solo hay dolor y miseria (enfermedad). Estando en la "otra vida" ha dejado de sufrir. Si os fijáis, el léxico de estos últimos versos transmite serenidad y armonía (dormir, paz...). 

Alfonsina quiere dejar para la posteridad un mensaje de esperanza para sus seres queridos. Su muerte no es una tragedia, ya que ha dejado de penar. En su caso particular, era lo mejor, ya que vivir con una mala calidad de vida no tenía sentido.

Hoy en día, con los avances que hay en la medicina, merece la pena luchar. Muchas mujeres que sufren la enfermedad de Storni se salvan. En los años treinta del siglo pasado, la esperanza de vida, y sobre todo, la calidad de la misma, hacía replantearse ciertas cosas. 

La protagonista se dirige a otra persona, cuya identidad se desconoce o es indefinida: y si llama ÉL, dile que Alfonsina no vuelve. Y si llama ÉL no le digas nunca que estoy, di que me he ido. 

En las apódasis de las subordinadas condicionales, la protagonista rompe el vínculo definitivamente con el mundo de los vivos: dile que Alfonsina no vuelve, no le digas nunca que estoy, di que me he ido. Ella no le encuentra sentido a una vida de sufrimiento, a pesar de que tenía amigos y un hijo pequeño. Su dolor era más grande que todo eso. 

Los verbos dicendi en diferentes tiempos verbales (digas, di, dile...) están al servicio del mensaje que la autora quiere dejar para la eternidad: que nadie esté triste por ella, ya que va a estar feliz allá. 

Métricamente predominan los versos de arte mayor, con algunos esporádicos de arte menor que rompen el ritmo de manera seca y rotunda, dotando de dramatismo y afectación a la composición. Se agrupan en estrofas se seis versos, sin ningún tipo de regularidad en la rima y el cómputo silábico. 

Las rimas son asonantes (profunda-espuma/mar-más/), y a veces se encadenan durante varios versos consecutivos para dar musicalidad: llevarán-coral-harán



jueves, 6 de abril de 2023

Madrugá en Sevilla (Rocío Jurado): una sevillana sobre la procesión más emblemática de Andalucía

Hoy es Jueves Santo, día muy especial para los sevillanos. Estamos a escasas horas del inicio de la Madrugá, la procesión más emblemática de la Semana Santa de Andalucía. La Hermandad del Silencio (1340), El Gran Poder (1431), La Macarena (1595), el Calvario (1571), La Esperanza (1418) y los Gitanos (1753) están a punto de iniciar su estación de penitencia.

En honor a estas cofradías, a la capital hispalense, y en general, a nuestras tradiciones, fiestas y costumbres, vamos analizar esta sevillana compuesta para la voz de Rocío Jurado: Madrugá en Sevilla.

Cada palo de la sevillana está dedicada a un paso de la procesión. ¿El problema? Al ser cuatro estrofas, hay tres hermandades que se quedan fuera (el Silencio, El Calvario y los Gitanos), y en la última estrofa se añade el Cachorro, que no forma parte de la estación de penitencia, pero los sevillanos lo veneran con el mismo fervor y pasión.



La esperanza de Triana

tiene la cara morena

Las lágrimas que le caen

le van lavando sus penas.


Madruga, madruga del Viernes Santo

bajo una luna que brilla,

lagrimas derrama el cielo

que la recoge Sevilla.


Noche de luto y saeta,

silencio de amor y canto

El Señor del Gran Poder

va entre la brisa y el llanto.


Madruga, madruga del Viernes Santo

bajo una luna que brilla,

lagrimas derrama el cielo

que la recoge Sevilla.

Que llora y ríe sus penas


Que llora y ríe sus penas

Sevilla tiene una virgen,

Según como tú la mires

te mira La Macarena.


Madruga, madruga del Viernes Santo

bajo una luna que brilla,

lagrimas derrama el cielo

que la recoge Sevilla.


De su costado divino

un chorro de sangre emana

Y el río lava tus penas

Ay Cachorro de Triana


Madruga, madruga del Viernes Santo

bajo una luna que brilla,

lagrimas derrama el cielo

que la recoge Sevilla.

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La primera estrofa está dedicada a la Reina de Triana, que es la Virgen de la Esperanza, con sede en la Capilla de los Marineros.

El yo poético evoca a la virgen en un tono exclamativo, cercano a la saeta: La esperanza de Triana, Ay!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!. Después, describe el rasgo físico más famoso de la imagen, que es el color tostado de su piel (La esperanza de Triana tiene la cara morena) y el rostro lloroso (las lágrimas que le caen).

La prosopografía mariana está enriquecida por la personificación: las lágrimas que le caen, le van lavando las penas. A una realidad inanimada (lágrima) se le asigna un acto propio de un ser humano (lavar). En este caso, las lágrimas son un reflejo externo de la tristeza de la virgen por la muerte de Jesús. Cuando algo nos duele, una reacción corporal es el llanto, que consiste en expresar el dolor por la muerte de un ser querido.

La segunda sevillana está dedicada al Cristo del Gran Poder. La escultura data del año 1620 y fue diseñada por el cordobés Juan de Mesa.

La figura religiosa aparece representada en un contexto de solemnidad y devoción absolutos, que resultan compatibles.

-Por un lado, la fe se vive desde el intimismo y el recogimiento. El dolor se sufre desde dentro sin necesidad de pompas y ceremonias: noche de luto […], silencio de amor. La noche y el silencio simbolizan la soledad de Cristo en el momento de su muerte. Un momento tan trascendental como es la crucifixión de Jesús necesita una actitud de respeto. El amor también se expresa callando. Esta postura es muy erasmista.

-Por otro lado, la fe también se vive desde la exaltación y el ruido: noche de saeta […] y canto. El dolor por la muerte de Cristo también se puede expresar desde el desgarro y el llanto desbordado. Cuando algo nos duele, no podemos evitar manifestarlo, a veces, de forma un tanto aparatosa. La saeta es un cante que permite expresar devoción y fervor por la imagen religiosa, además del dolor del momento litúrgico que representa.

El Cristo del Gran Poder es representado en movimiento: el Señor del Gran Poder va entre la brisa y el llanto. En lugar de ver una estampa quieta e inerte de la escultura, observamos a un Cristo rodeado de vida, ya sea de elementos naturales (la brisa, el aire del entorno natural) o humanos (el llanto de los fieles).

El tercer palo tiene como protagonista a la Virgen de la Macarena, del barrio de San Gil, muy famosa por sus mariquillas, cinco piedras verdes engarzadas en forma de azucena que fueron un regalo del torero Joselito El Gallo.

En estos versos se alude a la ambigüedad en la expresión facial de la Dolorosa. Este tema ha generado multitud de leyendas/mitos/debates y ha convertido la imagen en todo un icono de nuestra cultura. El rostro de la virgen solloza y sonríe a la vez, en función de los ojos del observador: Sevilla tiene una virgen que llora y ríe […]. Según como tú la mires, te mira la Macarena.

La antítesis (llora-ríe) da un carácter humanizado a la divinidad. La vida es una sucesión de momentos buenos y malos. La Virgen sufre por la muerte de su hijo, pero ríe al verse venerada por todo el pueblo sevillano. Es un trasunto del hombre, que en función de las circunstancias, unas veces se siente feliz y otras triste.

La metonimia dota de fama local a la virgen: Sevilla tiene una virgen. Se alude a la ciudad (Sevilla) por los habitantes de esa ciudad (sevillanos) con el fin de dar grandeza a su veneración y culto.

La voz poética se dirige a los oyentes mediante las marcas de segunda persona, ya sean verbales o pronominales (según como TÚ la mireS, TE mira la Macarena) con el fin de involucrar al espectador en la adoración y devoción a esta virgen.

La última estrofa se centra en el Cachorro de Triana. Este Cristo no forma parte de la Madrugá. Procesiona el viernes Santo por la tarde/noche y tiene su sede en la Basílica Menor del Cristo de la Expiración.

La descripción de la escultura entronca con la tradición de la imaginería sufriente y sangrante que tanto criticaba Antonio Machado en la Saeta: de su costado divino un chorro de sangre emana. La tradición artística y folclórica siempre ha representado a Cristo en los momentos de su muerte y crucifixión. De ahí, su vinculación con elementos como la sangre, las heridas, las espinas, la agonía, los clavos, la carne rota…

No obstante, mediante la personificación del agua, se rebaja el grado de crudeza: el río lava tus penas, Cachorro de Triana. A pesar del dolor físico, encontramos a un Cristo sereno, aliviado, calmado, en paz consigo mismo.

En el estribillo el yo poético crea una estampa preciosista, en la cual un elemento astral y natural (Luna) contempla el espectáculo de la procesión: Madrugá de viernes santo, bajo la Luna que brilla. La Luna es un elemento que da luz (en la mística la luz es amor), y está en lo alto de la esfera celeste, como si fuera un Dios.

Los elementos naturales no pueden evitar emocionarse y verse afectados por todo lo que representa la Semana Santa: lágrimas derrama el cielo... El firmamento llora la muerte de Jesucristo, y los habitantes de la ciudad (metonimia de Sevilla) se ven contagiados por esa emoción. Es imposible permanecer indiferente e impasible ante tal espectáculo.

Respecto a la métrica, todos los versos son octosílabos y predomina la rima asonante. Si obviamos las repeticiones de sintagmas, observamos que cada estrofa está formada por una copla: cuatro versos de arte menor que riman segundo con cuarto (morena-penas), mientras que el tercero y el primero quedan libres (Triana-caen): 8- 8a 8- 8a. Este esquema también lo vemos en los estribillos (brilla-Sevilla, Santo-cielo)

La tercera sevillana forma una redondilla: cuatro versos de arte menor que riman primero con cuarto (penas, Macarena) y segundo con tercero (virgen, mires)