sábado, 31 de diciembre de 2022

La quiero a morir (Francis Cabrel): el amor en su máxima expresión

Hoy toca tema romántico. Corría el año 1979 cuando Francis Cabrel publicó su segundo álbum titulado Les Chemins de Traverse. Su canción más exitosa fue J’aime a morir, en castellano La quiero a morir. Arrasó en la lista de ventas de los países francófonos (Francia, Suiza, Bélgica, Canadá…)

Luis Gómez Escobar, con la colaboración del mismísimo Cabrel, fue el responsable de la traducción al español. Artistas como Niña Pastori, Manzanita, Alejandro Sanz o Shakira se atrevieron a versionar el tema, un tema que ha generado multitud de interpretaciones por parte de la crítica.

Unos dicen que el poema habla de un amor obsesivo, ejercido por una mujer tiránica sobre un hombre enamorado. Otros defienden que la canción es una oda a la droga. Nosotros vamos a optar por un enfoque menos rocambolesco. Se trata de un tema que habla del poder del amor para dar plenitud y sentido a la vida, aunque a veces, con un lenguaje demasiado exaltado

Los versos originales fueron obra del escritor Jean Cau, secretario del filósofo Paul Sartre. El poeta estaba enamorado de María de Los Ángeles Félix Güereña, más conocida como La Doña, estrella del cine mexicano de la primera mitad del siglo XX, que fue un ídolo de masas gracias a su belleza y glamour.

La actriz conoció a Jean Cau en las calles de París. Se enamoraron y él le escribió a ella un poema, que décadas después musicalizaría Francis Cabrel. Este es el origen de La quiero a morir. Por cuestiones económicas, Jean Cau renunció a los derechos de autoría y su obra se convirtió en una de las canciones de amor más grandes de todos los tiempos.

 



Y yo que, hasta ayer, sólo fui un holgazán
Y, hoy, soy el guardián de sus sueños de amor
La quiero a morir

Podeís destrozar todo aquello que veis
Porque ella, de un soplo, lo vuelve a crear
Como si nada, como si nada
La quiero a morir

Ella borra las horas de cada reloj
Me enseña a pintar transparente el dolor
Con su sonrisa

Y levanta una torre desde el cielo hasta aquí
Y me cose unas alas y me ayuda a subir
A toda prisa, a toda prisa
La quiero a morir

Conoce bien, cada guerra
Cada herida, cada sed
Conoce bien, cada guerra
De la vida y del amor, también

Me dibuja un paisaje y me lo hace vivir
En un bosque de lápiz, se apodera de mí
La quiero a morir

Y me atrapa en un lazo que no aprieta jamás
Como un hilo de seda que no puedo soltar
No quiero soltar, no quiero soltar
La quiero a morir

Cuando trepo a sus ojos me enfrento al mar
Dos espejos de agua encerrada en cristal
La quiero a morir

Sólo puedo sentarme, sólo puedo charlar
Sólo puedo enredarme, sólo puedo aceptar
Ser sólo suyo, sólo suyo
La quiero a morir

Conoce bien, cada guerra
Cada herida, cada sed
Conoce bien, cada guerra
De la vida, y del amor, también

Y yo que, hasta ayer, sólo fui un holgazán
Hoy, soy el guardián de sus sueños de amor
La quiero a morir

Podéis destrozar todo aquello que veis
Porque ella, de un soplo, lo vuelve a crear
Como si nada, como si nada
La quiero a morir

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El título posee un tono hiperbólico: la quiero a morir. La fuerza del amor es tan grande que sobrepasa la capacidad normal de los sentidos y la consciencia humana. El yo siente intensamente el deseo, la pasión y el afecto por la muchacha, hasta el punto de que altera su vida de arriba abajo, le mata, acaba y rompe con todo su yo anterior.

Se produce una antítesis entre el pasado y el presente: y yo que hasta AYER solo fui un holgazán y HOY soy el guardián de sus sueños de amor.

Antes de conocer a la muchacha, el yo poético se sentía vacío, abúlico, nihilista. No tenía ilusión ni ganas de hacer nada. Cuando estás deprimido y triste, no te apetece hacer esfuerzos, tu alma no tiene energía. Un holgazán es una persona a la que no le gusta llevar a cabo acciones. Se dedica a ver pasar la vida sin ningún tipo de inquietudes.

A raíz de conocer a la chica, surge en el protagonista una predisposición a la acción, a hacer cosas, a ejercer una función en la vida, que en este caso está ligada a la plena vinculación con la amada, tal como se expresa en la metáfora: soy el guardián de sus sueños de amor. Su nueva función en la vida es velar y proteger a esa persona, hacerla feliz, vivir por y para ella, acompañarla en el periplo vital, cumplir sus deseos.

El mundo exterior se representa como un caos. La realidad se dibuja de manera pesimista. El hombre es un ser destructivo, portador de sentimientos negativos (odio, crueldad…). A pesar de la deshumanización del contexto, el poder del amor es regenerador, es decir, todos los desbarajustes que provoca el ser humano son reparados, y por ende, la condición humana se revitaliza: podéis destrozar todo aquello que veis porque ella de un soplo lo vuelve a crear como si nada. Con amor, el mundo sería muchísimo mejor.

Una persona que no quiere a nadie es una persona sin ilusión, amargada, triste, infeliz. Le dan ganas de destruir y hacer cosas malas. En cambio, una persona que tiene a su lado a otra para dar la mejor versión de sí misma es una persona ilusionada, que sabe lo que quiere en su vida. Estando feliz, no te dan ganas de hacer daño en el mundo. Si todos los hombres estuvieran enamorados, la humanidad sería un paraíso.

La voz poética se dirige a un colectivo indefinido e inconcreto mediante la segunda persona del plural (podéis destrozar…). Está hablando a todos los hombres en general, a nadie en particular. Por mucha maldad que haya, al final, el amor acaba triunfando en esta guerra de valores. El espiritualismo gana al materialismo. El tono desafiante y rebelde del yo ayuda a decantar la balanza hacia el lado de la fraternidad. El mal no supone un obstáculo al triunfo el bien, siempre y cuando exista amor (aunque destrocéis el mundo, este se rapara con amor)

Se produce un contraste entre la simplicidad del proceso (de un soplo, como si nada) y la complejidad del resultado (todo aquello que veis). Con amor, la buenaventura surge sola, fluye por sí misma, casi sin esfuerzo. Con una buena predisposición por parte del hombre a amar, el resto de obras mundanas se crean de forma espontánea, sin forzarlas. Algo tan difícil (configurar una totalidad armónica) se puede hacer de manera fácil (amando)

La perífrasis volver a + infinitivo expresa reiteración (lo vuelve a crear). El mundo se está construyendo y destruyendo continuamente. Hay fuerzas malignas que intentan destrozarlo, pero luego la fuerza benigna del amor es la que triunfa y repara el daño causado.

La presencia de la amada hace que el tiempo se detenga, tal como se refleja en la siguiente imagen: ella borra las horas de cada reloj. Cuando estás con la persona que quieres, nos olvidamos del pasar del calendario. Estando feliz, te da igual que sea viernes o sábado, o sean las dos o las tres. No hay tiempo.

El amor ayuda a neutralizar los desdenes, penas y disgustos del día a día: me enseña a pintar transparente el dolor. Esta metáfora sinestesiada representa el poder de la pasión. En la vida nos van a pasar cosas malas, pero gracias al amor, podemos convivir con ellas. La vida merece la pena con personas buenas a las que dar nuestro cariño. La transparencia representa la atenuación del mal. El mal no desaparece, pero si se hace más pequeño y se siente menos cuando estamos con la persona idónea.

La existencia de esa persona y su percepción sensorial supone un aliciente para el yo poético: CON SU SONRISA, me enseña a pintar transparente el dolor. Los estímulos positivos (ver a esa persona disfrutar, reír, decirnos cosas bonitas…) nos dar energía para seguir adelante.

Ante tanto cariño, la voz lírica vive un proceso de ascensión celestial, que nos recuerda a la mística: y levanta una torre desde el cielo hasta aquí y me cose unas alas y me ayuda a subir a toda prisa.

La dama es vista como una diosa, se inserta en un contexto de superioridad. La torre y el cielo son elementos elevados, poderosos, celestiales, sagrados. Al contrario que en la lírica cortés de corte cancioneril, aquí la amada no se limita a posar en una posición sublime, sino que invita al amado a elevarse a su mismo nivel, tal como se refleja en los pronombres reflexivos de primera persona (me cose alas, me ayuda a subir…). Se trata de una chica viva, humana, activa. Las amadas del amor cortés son figuras inertes. Muy bellas y guapas pero no hacen nada. En este tema la novia es partícipe del proceso místico.

Las expresiones coloquiales dan naturalidad a la unión sentimental y la aceleran: a toda prisa, la quiero a morir.

El amor supone una compenetración y sincronización perfecta con la otra persona. Ambos se entienden perfectamente y saben las fortalezas y debilidades del otro. El afecto emocional implica empatía y comprensión con tu otro yo. Esto se refleja en las enumeraciones: conoce bien cada guerra, cada herida, cada sed/ Conoce bien cada guerra de la vida y del amor.

La guerra, la herida y la sed representan los elementos perturbadores y dañinos que cada uno carga en su mochila de forma natural. Son metáforas con un hondo componente existencial. Cuando hay amor, lo único que buscas es que la otra persona disfrute, goce, sea feliz, y se olvide de todas esas vicisitudes y penas. No quieres darle tormento, sino alegrías.

Al inicio de la segunda estrofa se crea un mundo idílico y placentero, a gusto de los amados: me dibuja un paisaje y lo hace vivir en un bosque de lápiz se apodera de mí. El verbo dibujar implica artificio, acción manual. Amar supone hacer todo lo que esté en tus manos para que el amado rompa con todas aquellas cosas que le son dañinas, y se quede con las buenas. En cierta medida, es un paraíso artificial creado desde el sentimiento natural.

Cuando estás con la persona que quieres, la felicidad es una realidad inevitable, inminente y necesaria. Forma parte del pack. De ahí el matiz de obligatoriedad (me lo hace vivir, se apodera de mí). Estar al lado de quien quieres te mete de lleno en el contexto de la plenitud y satisfacción vital. No puedes hacer nada por evitarlos. Sí o sí vas a estar feliz.

La sinestesia (bosque de lápiz) implica artificiosidad desde la óptica de la espontaneidad. El bosque es un elemento natural, puro. Forma parte inherentemente del mundo. Es obra divina. Al amor le pasa exactamente lo mismo: es un sentimiento que sale de las entrañas. Es inexplicable y se siente de una manera nítida y diáfana.

El lápiz es un elemento artificial, creado a posteriori por obra del hombre. Nace para satisfacer una necesidad. En cierta medida, el amor tiene también un componente funcionalista: surge para no sentirnos solos, para estar acompañados, para compartir nuestros bagajes, inquietudes, fortunas y adversidades. Sin amor la vida no se disfrutaría igual. Es una necesidad creada por el hombre. Y hay que satisfacerla. De ahí la mezcla de conceptos naturales y artificiales.

Las metáforas representan de manera virulenta esa necesidad de unirse a otro, de implicarse, de vincularse, de fusionarse místicamente: me atrapa en un lazo que no aprieta jamás, como un hilo de seda que no puedo soltar.

Los elementos textiles implican unión. Pensad cuando cosemos un vestido. Hilvanamos los hilos, que se suelden las costuras, que las puntadas sean sólidas…Los amantes se fusionan de forma rotunda, pero a la vez delicada, placentera, gozosa (que no aprieta jamás). Hay unión pero en ningún momento supone una atadura, una molestia o una falta de libertad.

De hecho, en la comparación observamos la presencia de materiales con una textura suave: como un hilo de seda que no puedo soltar.

Estar con la persona que quieres es tan placentero, tan extásico, tan agradable que se crea una relación casi de dependencia: no puedo soltar, no quiero soltar. Estas dos perífrasis volitivas están en un contexto de negación. ¿Qué significa esto? La acción escapa del control del yo poético, no depende de su voluntad. Está tan enamorado, tan pillado y tan absorbido con esta chica que ha quedado atrapado en una especie de cárcel de amor (tópico de la poesía de cancionero). No puede hacer nada por desenamorarse. El mundo exterior ha desaparecido. Ha caído en las redes de esta chica y no puede dejar de quererla. Es como una adicción. Por eso, la crítica habla de un amor obsesivo. La necesidad de no estar solos a veces nos hace aferrarnos a las personas. El miedo a no tener a nadie a quien querer nos provoca miedos/inseguridades y nos lleva a concebir a esta persona como el centro de nuestras vidas. Y sin ella, todo dejaría de tener sentido.

Analizando la letra, nos damos cuenta de que en el amor confluyen muchas sensaciones, buenas, malas y regulares: placer, bienestar, miedo, dependencia…Los matices son muchos

La vida se convierte en una lucha por mantener ese amor, tal como se expresa en esta imagen de corte épico-romántico: cuando trepo a sus ojos me enfrento al mar. La amada impone al protagonista, ya que al considerarla un elemento importante en su vida, el chico debe mimar cada paso. El miedo a perder el amor te hace estar en una situación de peligro y riesgo constante. Por eso el chaval se empequeñece y adopta una pose sumisa (trepo a sus ojos) en un contexto de grandeza (mar).

Los ojos de la chica son descritos con metáforas relacionadas con conceptos brillantes y cristalinos: dos ESPEJOS de AGUA encerrada en CRISTAL. Son elementos frágiles. El amado debe cuidar que no se rompan. Tiene que cuidar a la amada, velar por su felicidad, protegerla, acompañarla. En definitiva, quererla.

¿Cuál es el resultado? El triunfo del verdadero amor, tal como se expresa en los paralelismos al final de la segunda estrofa: solo puedo sentarme/solo puedo charlas/solo puedo enredarme/ solo puedo aceptar ser solo suyo.

Cuando tratas con cariño y amor a alguien, la correspondencia es inevitable. Las dos personas están destinadas la una a la otra. El proceso fluye por sí mismo tal como se enfatiza con el adverbio (solo). No hay que hacer nada. Teniendo el sentimiento y la disposición adecuada (QUERER en mayúsculas) es suficiente y necesario. De hecho, los verbos expresan pasividad o acción muy escasa de energía (sentarme, charlar…). En el amor pesa más lo espiritual (la voluntad de querer, tener interiorizado el cariño) que lo material (la acción, el regalo, el cortejo, la retórica…)

El último verso representa la fusión mística total entre las dos almas, que forma parte de la tercera vía, o vía unitiva: solo puede aceptar ser sólo suyo. El amor es incondicional. Él se ha integrado en la esfera de ella. Ambos son un ente. Eso sí, los ramalazos al amor cortés tradicional son evidentes (él se integra en ella, y no ella se integra en él). Ella sigue siendo superior, aunque ella le ayude a subir.

Hay que reconocer que en esta canción la pasión se expresa con tal desboque, que da mucho miedo. El amado llega a cosificarse y a convertirse en una posesión de la dama (ser solo suyo). Ese adverbio expresa matices de dependencia. El amor está anulando todo lo que había anteriormente. Te ha alterado tu vida completamente. Da la sensación de que no hay mundo más allá de esa persona. Eso y las metáforas textiles crean un discurso demasiado salvaje y visceral que nos lleva a un amor con ciertos rasgos tóxicos (dependencia emocional, obsesión, posesión…). Es el romanticismo propio de la primera mitad del XIX.

Métricamente predominan los versos de arte mayor, aunque cada estrofa cierra con uno de arte menor que da un tono cortante a cada escena (la quiero a morir, con su sonrisa, a toda prisa). Por mucha explicación que dé el yo poético, el resultado final es el que es: él ama a ella a rabiar.

La aparición de algún pareado asonante (reloj/dolor, aquí/subir) da musicalidad a un poema en el que predomina la ausencia de rimas.



sábado, 17 de diciembre de 2022

Ay mi casa: una copla con tufillo a "Aquí no hay quien viva".

La copla que os traigo esta tarde podría concebirse como una fuente de inspiración para la creación de series televisivas sobre comunidades de vecinos alocadas (tipo Aquí no hay quien viva o La que se avecina).

En este tipo de género se recurre a un contexto realista (una escalera de vecinos) pero hiperbolizado y exagerado al máximo gracias a la presencia de personajes peculiares, los cuales contribuyen a crear un escenario caótico, ruidoso, movidito, en el que no hay tiempo para la paz y el descanso. Esto es más o menos lo que pasa en la canción que vamos a analizar hoy. Todos los personajes que se dan cita en ella harán de este edificio un auténtico vendaval de volcanes, terremotos y explosiones.

Vivir en una morada como la que se describe en el poema tiene que ser una experiencia de locos, que no desearíamos ni a nuestro peor enemigo. La encargada de trasladarnos a este ambiente tan divertidamente disparatado fue Marifé de Triana, en el año 1958, gracias a la canción  Ay mi casa.

A la artista sevillana le gustaba interpretar en sus conciertos este tipo de canciones más cómicas, ligeras y desenfadadas. Entre drama y drama, había que airear un poco el escenario del tufo trágico que emanaban las canciones de la actriz de la copla.  

La mejor manera de despejar al espectador de la pena y la lágrima era la inclusión de temas divertidos y graciosos que tenían como única intención sacar la carcajada del gran público y evadirle de sus vicisitudes cotidianas Estas canciones funcionaban bien como pasacalles, ya que marcaban la transición entre dos poemas de intensidad dramática


Mi casa tié tantos cuartos
Que es lo mismo que un cuartel
Y se forma cada bronca
Que es la Torre de Babel.

Está la portera barriendo y cantando,
Chillando er der bajo que es tonto perdío
Er perro der quinto too er día ladrando
Y er der entresuelo oyendo un partío.

Er der sexto toca er bombo
Y er loro del principal
Se lía a llamar borracho
A un guardia munisipal.

¡Ay, mare vaya una casa”
Esto si que es er disloque
Y ya dise too el que pasa
Que es la de Tócame Roque

Si sabe arguno de ustedes
De un piso para arquilá
Aunque sea er manicomio
Sin verlo quisiero me voy a mudá

Por si todo fuera poco
Ayer tarde se arregló
Porque arquiló la asotea
Un equipo de furbó.

Allí hay japoneses y hay checoeslovacos
Y se habla en polaco se chilla en inglé
En ruso hay insurtos, chillios y tacos
Y pegan guantasos en vasco fransé.

Y ar laito de mi cuarto
Pa acabarlo de arreglá
Se ha mudao una pareja
Que se acaba de casar…

¡Ay, mare vaya una casa”
Esto si que es er disloque
Y ya dise too el que pasa
Que es la de Tócame Roque

Si sabe arguno de ustedes
De un piso para arquilá
Aunque sea er manicomio
Sin verlo quisiero me voy a mudá

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Estamos una copla de tinte descriptivo. El objetivo no es contar una historia ni expresar sentimientos, sino representar y dibujar diferentes escenas extraídas de un contexto aparentemente real y cotidiano. En la canción se esboza una pintura de una serie de personajillos que habitan en una comunidad de vecinos.

¿Cuál es la finalidad? Presentar el edificio como un lugar caótico, ruidoso e incómodo para vivir. La totalidad (el bloque de casas) se configura mediante la unión de las partes (descripción individual de los diferentes vecinos).

El receptor se ve obligado a unir todas las escenas para llegar a la conclusión de que esa vivienda es un auténtico caos. El texto posee una estructura inductiva o sintetizante: se presentan una serie de casos particulares/individuales/concretos (una portera que chilla, un perro que ladra de forma estridente, un hombre que escucha la radio con el volumen a todo gas, otro tocando el bombo…), con el fin de configurar una imagen disparatada y surrealista del todo (el edificio).

El mecanismo literario para la construcción de este tema es la enumeración, es decir, la acumulación o suma de estampas de la vida diaria hiperbolizadas. El uso de la exageración se convierte en abuso. La sobresaturación de elementos llevados al extremo desvirtúa y deforma la atmósfera realista, y convierte el edificio en una especie de casa de muñecas, teatro o caricatura.

El hecho de apilar tantas escenas en un corto espacio de tiempo genera un efecto hipérbole que anula el principio de verosimilitud: es difícil creer que existe un edificio en el que pasen tantas cosas a la vez. Nos da la impresión de que el bloque de viviendas está habitado por gente rara, inusual, anormal e incluso loca.

Todas las escenas son realistas (perros que ladran, gente que escucha la radio, toca un instrumento, discute…). Lo que no es normal es que todos estos eventos se den a la vez, en un mismo espacio y tiempo. Puede ser verosímil encontrarte en un bloque de pisos alguna de las escenas que se describen en el poema. Lo que no es concebible es que se den simultáneamente. El hecho de acumular muchas escenas realistas y verosímiles no garantiza que el resultado final sea un cuadro realista y verosímil. Es todo lo contrario.

En las escenas sueltas no encontramos nada fuera de la normalidad. La anormalidad se produce tras la unión de esas escenas en un todo (el edificio). Eso crea una especie de esperpento valleclanesco, que potencia el efecto cómico de la canción.

Todas las situaciones descritas tienen algo en común y es el hecho de transmitir contextos sensoriales incómodos, ruidosos, insoportables, escandalosos (ladrido del perro, radio a todo volumen, chillidos de la portera, ruido del bombo, loro cantando, celebración de un partido de fútbol, insultos, peleas…).

El ensamblaje de estas viñetas crea un contexto de surrealismo cómico. No es normal que todas estas cosas sucedan en un mismo edificio. La casa se convierte en la protagonista de la copla. Se trata de una vivienda muy especial, demasiado peculiar. El abuso y sobresaturación de realismo nos lleva a una exaltación de lo raro, lo extravagante, lo estrambótico, lo anormal. El resultado es un bloque de pisos genuino y original

Así es como funcionan las series de televisión tipo Aquí no hay quien viva. Parte de su éxito se debe a este peculiar mecanismo de trabajar la realidad para convertirla en algo surrealista y absurdo en el conjunto. 

En la primera estrofa, el yo poético hace alusión al caos que reina en el ambiente de la escalera. Esto se expresa mediante comparaciones, las cuales se insertan en oraciones subordinadas consecutivas: Mi casa tiene tantos cuartos que es lo mismo que un cuartel, Y se forma cada bronca, que es la Torre de Babel. 

La casa se equipara con un cuartel, ya que un cuartel es un lugar agitado, ruidoso, nada tranquilo lleno de gente que entra y sale, con muchas habitaciones. En definitiva, un lugar lleno de vida

Además, se recurre al mito bíblico de la Torre de Babel. Si habéis leído el Génesis, en uno de los episodios se cuenta cómo los hombres (descendientes de Noé, el del diluvio universal) querían hacer una construcción tan alta que llegara al cielo. Todo el mundo quería vivir en esa torre. La población se concentró en torno a Babel provocando el enfado de Dios, el cual quería que los hombres se dispersaran y poblaran toda la Tierra (y no solo la edificación vertical). En la casa de esta copla, pasa lo mismo que en la torre: todo el mundo vive en ella. En un espacio pequeño, hay concentrada mucha gente. La cantidad se traduce en caos, ruido, agitación...

A continuación pasamos a la enumeración de escenas en las que el realismo se mezcla con el estridentismo. Las cosas que se cuentan son verosímiles. Lo extraño es que suceden a la vez

1. El personaje de la portera. La bimembración permite indagar en los diferentes aspectos realistas y estridentes de la conducta del personaje: Está la portera barriendo y cantando. De esta forma, el costumbrismo (la portera pasando la escoba) y el componente rimbombante (la mujer cantando) son perfectamente compatibles. 

Tened en cuenta que todas las cosas que hacen los personajes son reales, pero también pueden llegar a ser desquiciantes. El hecho de que la perífrasis verbal quede rota y fragmentada por el sujeto (ESTÁ la portera BARRIENDO Y CANTANDO…) da fuerza y rotundidad a la escena, amén de romper la armonía y tranquilidad. Cuando las reglas sintácticas se alteran es para querer destacar algo

2. Un vecino chillando. Los adverbios de lugar sitúan a los diferentes personajes dentro del edificio (el de abajo...), como si se tratara de una secuencia teatral o cinematográfica. El yo poético recurre a tacos y palabras malsonantes para describir a los caracteres dando un toque de naturalidad y coloquialidad a la expresión, dentro de la oración de relativo: el de abajo que es tonto perdido 

Cuando algo nos molesta, normalmente recurrimos al insulto y nos ponemos bordes. El hipérbaton da rotundidad al segmento, adelantando el verbo (chillando) al sujeto (el de abajo)

3. El perro ladrando. El numeral ordinal inserta al personaje en el espacio (El perro, del quinto). La descripción del can queda hiperbolizada: todo el día ladrando. Evidentemente, es imposible que un perro se pase 24 horas del día ladrando (tendrá que comer, dormir, descansar...) El animal ladra mucho, pero resulta exagerado circunscribir esta acción  a “todo el día”  El gerundio dota de progresión y continuidad a la escena, eternizando y prolongando el componente molesto (los ladridos)

4. Un vecino escuchando un partido. En esta ocasión, el sustantivo (entresuelo) posee matices locativos, ya que designa al vecino por la zona del edificio en la que habita. El gerundio prolonga la acción, la cual puede resultar molesta (oyendo un partido). Normalmente, en esta época los partidos se retransmitían por la radio (la gente no tenía televisión). Y el transistor es fuente de ruido

5. Un vecino tocando un instrumento. Los aparatos musicales suelen ser un foco de molestia y quejas. Además, se elige un utensilio de timbre fuerte y rotundo: El del sexto toca el bombo.  El presente de indicativo posee un valor de habitualidad (el vecino tiene como rutina diaria tocar el bombo). El ordinal (sexto) sitúa al personaje en el espacio (cada vecino tiene su vivienda, como pasa en La que se avecina o Aquí no hay quien viva)

6. El loro. Los pájaros son animales que connotan y sugieren ruido (por el cante  que emiten, sobre todo cuando es tempranero). Los loros son criaturas que pueden llegar a imitar y repetir sonidos del habla humana (gracias a un órgano llamado siringe). 

Esto se refleja en la copla mediante el humor fácil, con el fin de buscar la risa directa en el espectador, de una forma rápida y superficial, algo ruda: Y el loro del principal se lía a llamar borracho a un guardia municipal. Las escenas políticamente incorrectas (insultos, alusión a la embriaguez) son mecanismos que buscan la carcajada 

7. Un equipo de fútbol. Según nos cuenta la voz poética, un equipo completo de balonpie invadió la azotea para celebrar un pequeño evento allí: porque alquiló la azotea un equipo de fútbol. El sustantivo colectivo (equipo) implica la unión o conjunto de varios elementos individuales (en este caso, jugadores, entrenadores...). Se recurre a parámetros cuantitativos (muchos jugadores, mucha gente dentro) para crear sensación de caos. 

En esta ocasión, el discurso de la voz poética está teñido de ironía: Y por si esto fuera poco, ayer tarde se arregló, porque alquiló…”. Se usa la ironía cuando se expresa lo contrario de lo que se quiere decir. Evidentemente, con el equipo de fútbol no se ha arreglado la situación, sino todo lo contrario: la cosa va a peor. Es un mecanismo para generar burla. El hipérbaton enfatiza la escena: el verbo (alquiló) se antepone al sujeto (un equipo), el cual queda relegado a la parte final de la oración. Las circunstancias han querido que un edificio que ya está pegado de gente, se llene aún más.

La expresión del yo poético está plagada de elipsis con el fin de dar agilidad y espontaneidad al texto. A veces, no hace falta poner la palabra “vecino” porque se sobreentiende. Sería muy molesto, tener que repetir el vocablo “vecino” cada vez que aparezca un nuevo personaje. Por eso, se prefiere omitir el sustantivo, ya que el contexto nos lo dice todo: “el [vecino] del bajo”, “el [vecino] del entresuelo”, “el [vecino] del sexto”...

Los adjetivos gentilicios configuran un contexto de heterogeneidad y diversidad: Allí hay japoneses y hay checoslovacos. A mayor variedad cultural, mayores posibilidades de choque, confrontación, conflicto y polémica entre los vecinos.

El hecho de aludir a diferentes idiomas del mundo refuerza la riqueza cultural del edificio. Esto se manifiesta mediante estructuras en paralelismo (se impersonal+ verbo de lengua+ complemento suplemento): Se habla en polaco y se chilla en inglés

La enumeración de elementos que sugieren inestabilidad, choque, confrontación, pelea, mala relación social y falta de educación engordan el caos: En ruso hay insultos, chillidos y tacos, y pegan guantazos en vasco francés. No obstante, el contexto cómico del tema suaviza y dulcifica el tono de dureza

El discurso irónico sigue presente, con algunos diminutivos que dan un carácter afectivo a la copla: Y al laito de mi cuarto para acabarlo de arreglar se ha mudado una pareja que se acaba de casar. En la mayoría de los casos, las parejas de recién casados son jóvenes, de personalidad poco discreta y estilo de vida ruidoso. 

Como estamos en un contexto cómico, la voz poética disfruta contándonos los líos cotidianos de esta escalera. En ningún momento hay quejas ni disconformidades. La voz poética se recrea y se divierte describiéndonos la vida del edificio

Haciendo la unión de escenas, el realismo se acaba perdiendo y llegamos a una situación de surrealismo, absurdo y esperpento. Pasan tantas cosas que por muy reales que sean, resulta difícil creérselas y convertirlas en referente real. Una cosa puede pasar, pero tantas a la vez no. Por tanto, el edificio se convierte en una casa de locos y chalados. En definitiva, una caricatura.

A la gente le gusta reírse de todo aquello que se sale de la normalidad. El público disfruta al contemplar eventos que pueden ser posibles en un mundo real, pero casi nunca (o raramente) se dan

La comedia consiste en presentar realidades que se salen del sentido común. Se presentan situaciones que podrían darse en un mundo real, pero por vergüenza y miedo al ridículo no las hacemos

Aquí no hay elementos fantásticos o sobrenaturales. Todo procede de un mundo cotidiano y conocido. Lo llamativo de este poema es que tantas escenas posibles pero extravagantes se acaben dando a la vez en un bloque de viviendas real. 

Es imposible encontrarse en la vida real una casa en la que ocurran tantas cosas. La posibilidad de poder encontrarla, aunque sea en la literatura, genera fascinación, interés, curiosidad, diversión y risa. 

En el estribillo, la voz poética se dirige a los espectadores, recreándose en el caos y la locura de este edificio, gracias a las interjecciones y exclamaciones: Ay, madre, vaya casa. Esto sí que es el disloque, y ya dice todo el que pasa que es la casa de Tócame Roque

Se recurre a un elemento del refranero y la cultura popular española, como es La casa de Tócame Roque. Se dice que una vivienda es la casa de Tócame Roque cuando reina el caos, el desorden, las riñas, los alborotos, la algarabía, vive mucha gente, que hace lo que le da la gana, entra y sale cuando quiere, no tiene horarios.

Esta casa existió en la vida real, en la ciudad de Madrid, en el último tramo de la calle Barquillo, en el barrio de Justicia. Era una corrala habitada por setenta familias de clase pobre, que siempre se estaban peleando y tirando los trastos a la cabeza. Era un edificio marginal. Muchos cabezas de familia se negaban a pagar los alquileres de las viviendas.

El yo lírico busca ganarse la atención, complicidad y simpatía de los receptores, con el fin de hacerles partícipes del contexto creado. Mediante la oración subordinada condicional y el pronombre de cortesía, se dirige a los espectadores: Si sabe alguno de ustedes, de un piso para alquilar, aunque sea el manicomio, sin verlo […] me voy a mudar.

Una vez nos ha contado con todo lujo de detalles cómo es la casa, la voz poética se permite hacer un comentario jocoso-humorístico, con el objetivo de dar una visión completamente degradada y deformada del edificio, poniéndolo al nivel de elementos que sugieren crudeza y mal rollo (como es un sanatorio): aunque sea el manicomio sin verlo siquiera me voy a mudar

A pesar de ser una casa de locos, el yo lírico expresa el deseo de vivir allí. En un edificio como este no te vas a aburrir. Siempre te van a pasar cosas, no vas a caer en el tedio y la monotonía. No vas a sentir la indiferencia. Los lugares demasiado tranquilo acaban hastiando a las personas con inquietudes vitales y ganas de comerse el mundo.

Métricamente, las estrofas están formadas por los siguientes elementos:

-Una copla inicial. Consta de cuatro versos octosílabos en los que rima el segundo con el cuarto (Babel-cuartel, arregló-futbó). El primero y el tercero quedan libres (cuartos-bronca)

-Un serventesio: cuatro versos de arte mayor (dodecasílabos) con rima entre segundo y cuarto (perdido-partido, inglés-francés) y primero con tercero (ladrando-cantando, checoslovacos-tacos)

-Una copla de cierre, similar a la primera