viernes, 31 de enero de 2020

Especial "La rosa del azafrán": Moniquito


Nuestra tercera jornada rosazafranera (como me encantan estos neologismos!!!!!!!!!!) va a estar dedicada a una de las canciones más cómicas y divertidas de toda la zarzuela.

Después de algo lírico y grandilocuente como la Canción del sembrador, creo que nos vendría bien cambiar de registro e irnos hacia algo más lúdico, como es la canción de Moniquito. Dentro de la obra nos encontramos con una serie de personajes arquetípicos del teatro cómico y popular, con rasgos muy exagerados y caricaturescos que no aportan mucho a la trama, pero resultan efectivos, ya que se han creado para hacer reír y divertir al público entre dos escenas fuertes (algo parecido a lo que ocurría con los entremeses del teatro del siglo de Oro).

Suelen ser caracteres planos, que mantienen los mismos rasgos desde el comienzo hasta el final de la obra, sin evolucionarlos, sin buscar matices. Sólo están para provocar la carcajada en la gente. Uno de estos personajes es Moniquito, el encargado de llevar la ermita que hay en la hacienda manchega.


Coro:

Dos por dos son cuatro
Tres por dos son seis
Tres por cuatro doce
Dos por cinco diez
Ya me sé la tabla
De multiplicar
Y antes del invierno
Me podré casar

Moniquito:
Si me adviertes al pedirte
Que no ties ventana baja,
No es el hijo de mi madre
El que sube a tu ventana

Coro:
¡Aaay!
¡Ay, ay, ay, aay!

Moniquito:
Ya verás mujer, la que te espera
¡Aaay!
¡Ay, ay, ay, aay!
Cuando suba yo por la escalera.
Cuando llegue arrí-
Aunque tú no quie-
Si tú no está tu ma-
Voy a darte un be-

Coro:
Quiere darte un be-
Pero se equivo-
Porque está tu ma-
¡Y van a ser po-¡

[Moniquito sube la escalera]

Moniquito:
Aquí estoy porque he subío
Y no me bajó sin darte
Un abrazo de los fuertes
¡Y recuerdos pa tu madre!

[Moniquito baja la escalera]

Coro:
¡Aaay!
¡Ay, ay, ay, aay!

Moniquito:
Si al casarte no reculas…
¡aay!
¡Ay, ay, ay, aay!
…tengo una mujer y un par de mulas
Pero si me enga-
Con un archidú-
¡apañao me que-
Con un par de mú-!

Coro:
Con un par de mu-
Apañao se que-
Porque si una es co-
¡La otra es burricie-!

Dos por dos son cuatro
Tres por dos son seis
Tres por cuatro doce
Dos por cinco diez
Ya me sé la tabla
De multiplicar
Y antes del invierno
Me podré casar

..............................................................


Moniquito representa al típico personaje delgaducho, desgarbado y flojeras, pero a la vez descarado, deslenguado, y con más cara que espalda. Es un tipo bastante cansino, que no para de darle vueltas a los mismos temas y hacer uso de los mismos recursos una y otra vez para encandilar a las mozas, ya que él quiere urgentemente una novia con la que proseguir su vida. En la obra intentará seducir al personaje de Catalina (la criada de la finca, que vimos en el tema Aunque soy de la Mancha). Evidentemente, un tipo tan pesado y cargante, no es del gusto de la chica. No obstante, como Monoquito está continuamente erre que erre con lo mismo, no parará de perseguirla para intentar seducirla.

El fragmento se encuadra dentro del segundo cuadro del primer acto. Algunos mozos de la finca han decidido irse de juerga por la noche, recorriendo la plaza y principales calles del pueblo. Moniquito, que está siempre dispuesto a apuntarse a un bombardeo, se unirá a la fiesta. Como es lógico, todos los mozos se cogerán una buena cogorza, y Moniquito, en estado de embriaguez (totalmente borracho), se pondrá a cantar un pasacalles bajo la ventana de la casa de Catalina. Es la típica canción que se recita a las tantas de la madrugada, después de una buena juerga con borrachera. Moniquito, en medio de la canción, cogerá una escalera con la intención de subir a la casa de Catalina y poder besarla. Este tipo de enfoque patético, esperpéntico y jocoso supone una desautomatización y deformación de la típica escena seria y dramática del amante rondando a la dama bajo el balcón (como en Romeo y Julieta). El poema es una parodia grotesca de este momento dramático. Ahí radica el componente cómico del número.

La copla empieza con una octavilla en hexasílabos, sin apenas rima. En esta octavilla, el coro aparece recitando la tabla de multiplicar: dos por dos son cuatro, tres por dos son seis, tres por cuatro doce, dos por cinco diez

Este recurso era muy habitual en canciones infantiles de la época (recordad el Tengo una muñeca vestida de azul o Soy el farolero de la puerta del Sol que incluían versos matemáticos en su parte final). No obstante, en esta copla, no solo funciona como juego musical, sino también posee cierto trasfondo histórico. Recordemos que la zarzuela se desarrolla a mediados del siglo XIX. En esta época, lo normal en la gente joven era terminar casado a una edad temprana. El analfabetismo era muy elevado en aquel momento (sobre todo, en zonas rurales de La Mancha). Parecía que el único contacto con el mundo educativo consistía en aprender cuatro cosas para desenvolverse en la vida (leer, escribir, sumar, restar y multiplicar) y con eso era más que suficiente (había gente que ni eso). Una vez asimilaras estas lecciones básicas, ya no hacía falta aprender más. Muy poca gente estudiaba, pues los niños trabajaban desde muy pequeños para aportar a la economía familiar y apenas pisaban la escuela. Por eso en el poema se alude al hecho, de que una vez se ha aprendido la tabla de multiplicar, ya se ha cumplido con ese deber, ya se está educado, y por tanto, uno ya puede casarse y seguir con su vida: Ya me sé la tabla de multiplicar u antes del invierno me podrá casar. Fijaos cómo en un tema risible como este, se puede reflejar el crudo contexto sociocultural de la época.

La primera intervención de Moniquito en primera persona se materializa en una estrofa de 4 versos octosílabos, donde los pares riman en asonante y los impares quedan libres: si me adviertes al pedirte/ que no ties ventana baja/ No es el hijo de mi madre/ el que sube a tu ventana

Evidentemente, Moniquito tiene las intenciones de subir a la ventana para abrazar a Catalina, la cual no aparece ni habla en la copla, pero se supone que está (dentro de la casa). De todas formas, se puede deducir por el contenido del parlamento que la muchacha manchega no tiene especial predilección por Moniquito (el cual le pide a la chica que no ponga como excusa que tiene la ventana demasiado alta para evitar que suba…). Él quiere subir y lo va a hacer. Y nadie se lo va a impedir

La lítotes (no tiene ventana baja=tienes ventana alta) es una fórmula eufemística para evitar ser seco, descortés, duro o negativo en la respuesta al cortejo. Se supone que lo de la ventana es solo una excusa, un pretexto, que utiliza la amada para justificar la negativa al cortejo. En vez de rechazarlo de forma directa (no quiero nada), le pedirá que no se suba a la ventana, que está alta, y se puede caer de la escalera y hacerse daño. Es una manera elegante de decirle que no quiere nada con él. No está interesada. Y se ve que en este tipo de borracheras la escena de la ventana se ha repetido varias veces. No es la primera vez que pasa.

En los siguientes monólogos se puede observar una actitud muy coqueta y picarona de Monoquito, al cual no le importa mostrar sus verdaderas pretensiones a la dama. No se corta en airearlo delante de todos: aunque llegue arri(ba), aunque tu no quie(ras) si no está tu ma(dre), voy a darte un be(so)

El muchacho adopta un tono muy juguetón, muy retozón, muy travieso, rozando lo erótico, insinuando cosas subidas de tono que podrían pasar pero no las dice de forma explícita para no ser grosero, pero el lector se imagina lo que quiere decir: ya verás mujer la que te espera cuando suba yo por la escalera….cuando llegue arriba […] voy a darte un beso. El futuro (ya verás), la subordinada temporal (cuando llegue arriba) y la perífrasis de futuro próximo (voy a darte…) marcan el hecho como algo seguro, real, factible. Moniquito está dispuesto a besar a la chica. Sabe lo que quiere. Tiene las ideas claras

Este tipo de escena caracteriza perfectamente al protagonista como personaje plano, lineal y teatralizado: mezcla la brutalidad del hombre paleto, visceral, rural, y analfabeto (desde la exageración y la caricatura), y la deshumanización hacia la dama, como si fuera un objeto manipulable a sus necesidades e intereses, pudiendo hacer con ella lo que quiera (en contra de su voluntad).

Las intenciones parecen los preliminares de un juego erótico: el ladrón que entra a la casa a robar para al final terminar en la cama de la dama. La verdad es que Moniquito es una pieza de mucho cuidado. No obstante, solamente son intenciones, concepciones, pensamientos del chico que se pueden extraer a través del análisis literario de sus palabras. No conseguirá llevarlos a la realidad. No habrá escena amatoria. Solo cortejo sabiendo que no tiene ninguna posibilidad de conquista. Pura retórica sin culminación. Y eso se llama juego.

Esta actitud juguetona se traslada al ámbito del texto, de forma que en un momento de la copla, Moniquito formula frases, que deja sin terminar (la última palabra de cada verso la corta por la mitad, pronunciando la primera sílaba y dejando las última a imaginación del lector, como si fuera un enigma): Aunque llegue arri-, aunque tú no quie-, si no está tu ma-, voy a darte un be-.

Esto da mucha guasa a la canción (se invita al receptor a que complete las palabras…a entrar en el juego), además de dotar de realismo a la situación (todos están borrachos, la razón está en todos los lados menos donde tiene que estar, y en ese estado cuando hablamos, lo normal no es acabar las frases)

Es un mecanismo cómico, pero también enriquece la situación comunicativa, de esa noche de ronda y fiesta. Y en este tipo de contextos el amor se concibe como un juego, una diversión, un pasatiempo, un entretenimiento…como en la lírica provenzal.

Finalmente, el protagonista consigue subir a la ventana. Cumple lo que tenía en mente. Esto se marca mediante el adverbio deíctico de lugar: aquí estoy porque he subío. Observamos cierta actitud irónica, cuando Moniquito da recuerdos a la madre de la protagonista: Un abrazo de los fuertes ¡Y recuerdos pa tu madre!

Seguramente, a esta mujer (la madre de Catalina) no le haga gracia que su hija ande recibiendo cortejos amorosos por las ventanas, y más tratándose de alguien tan peculiar y cargante como Moniquito. Las relaciones prematrimoniales eran algo escandaloso en la época. Este tipo de escenas (armando escándalo a las tantas de la noche, insinuando ideas eróticas/sensuales…) eran un desprestigio para la familia. Por eso, mandar saludos a la madre de la chica, en un contexto como ese, dota de ironía y humor al tema.

Además, todos esos juegos casi eróticos (ya verás la que te espera cuando suba…) se han quedado en nada. Mucho ruido y pocas nueces. Agua de borrajas. Eso también crea un contraste muy humorístico. Al final, mucho piropo, mucho voy a hacer esto, voy a besarte, voy a abrazarte…y luego…nada de nada. Se va de ahí sin interactuar con la chica. De hecho, el encuentro en la ventana dura un instante, un suspiro…nada más llegar (aquí estoy porque he subido) se despide y se va (un abrazo de los grandes y recuerdos para tu madre). Comicidad pura.

El hecho de que la madre de Catalina esté en las cercanías, hace que Moniquito tenga que abortar la misión cortejo. Se supone que el amor es cosa de dos y los padres/hermanos/ amigos sobran según las reglas tradicionales amatorias: quiere darte un be-, pero se equivo-, porque está tu ma-, y van a ser po-. Tanta gente sobra en el terreno del querer jajajjaa. 

Ya en la segunda parte de la canción, podemos ver el descaro de Moniquito, el cual sabe de sobra que Catalina está pretendida por otro hombre y casi comprometida. A pesar de esto, él sigue insistiendo e intentando conquistarla, sin perder los ánimos. No obstante, dentro de esa actitud desvergonzada se pueden encontrar matices de hombre iluso, ya que a pesar de ser imposible el amor con la criada, él no se rinde ni quiere dar todo por zanjado, pues tiene esperanzas y cree que algún día podrán ser pareja, ya que ella se está equivocando en su decisión: Si al casarte no reculas…. Moniquito tiene más paciencia que el santo Job y a base de insistir una y otra vez y esperar el momento preciso, cree que todo llegará. Parece el típico personaje de las series de televisión que no para de seguir a la dama allá donde va, avasallando por todos lados, y no le importa hacer el ridículo, con tal de que le den algún mínimo de esperanza

Podríamos decir que el chaval se ha creado su propia realidad, vive en su mundo, en su coraza de inocencia e ingenuidad, donde las cosas funcionan a su manera: Pero si me enga(ñas)-, con un archidu(que)-, apaño me que(do)-, con un par de mu(las). Para Monoquito el rechazo amoroso no es algo dramático ni terrible. Si Catalina se casa con otro, pues el chico se queda contento con su campo, sus mulas y su casa. No pasa nada. No va a sufrir mal de amores ni depresiones. La vida es como un juego. Le dan calabazas y no le da la importancia que le dan otras personas. El chaval como si nada. A su bola. No mide la trascendencia de los acontecimientos vitales. Y el pobre se conforma con lo que tiene, aunque sea defectuoso o imperfecto: con un par de mu-, apañao se que-, porque si una es co-, ¡La otra es burricie-! Le da igual que una mula sea coja, y la otra ciega (el adjetivo burriciero es despectivo y se utiliza para designar a alguien que ve poco). Él es feliz con lo que tiene. 

Como podéis apreciar, este hombre tiene una forma de entender la vida muy inocente y peculiar. Su mundo parece un microcosmos, bien cerrado, con sus reglas y códigos propios, que chocan bastante con el de otras personas…pero él es feliz a su manera.

Una de sus creencias le lleva a equiparar a un mismo nivel de importancia las personas con los animales (en eso me recuerda al personaje de Azarías en los Santos Inocentes). La conjunción coordinada copulativa contribuye a nivelar y dar la misma trascendencia a una fémina y a una burra: tengo una mujer y un par de mulas. Evidentemente, en este caso el enfoque es cómico, a diferencia de la novela de Delibes que era más dramático

Tened en cuenta que es una persona que apenas ha viajado, nunca ha salido de esa finca manchega y no conoce mundo. Su universo es ese (los animales, el campo, la casa y para de contar). Por eso, tiene esa manera tan cerrada, limitada y peculiar de ver la vida.

Todo esto es un efecto buscado, potenciado y exagerado para dotar de comicidad a la copla y a la zarzuela. La exageración lleva a la risa y se crea la caricatura. No obstante, a pesar de lo cómico, jocoso y lúdico del tema, el comportamiento de Moniquito refleja implícitamente la realidad de un contexto histórico concreto (el mundo rural manchego del XIX). Entre tanta risa y juego, indirectamente hay un trasfondo que a mí siempre me gusta reseñar. El mundo agreste decimonónico estaba muy aislado e impedía a la gente conocer cosas, conocer gente, conocer lugares, tener nuevas experiencias. La gente se moría sin autorrealizarse, sin saber de la misa la media, sin entrar en contacto con otras culturas o mentalidades. Vivían encerrados entre cuatro paredes

Muchas veces la hipérbole y la caricatura acaban maquillando la realidad, como si fuera un juego frívolo que busca la comicidad. Sin embargo, los textos por muy humorísticos que sean y nos hagan reír, no es incompatible con el hecho de que nos puedan hacer reflexionar y entre sus entrañas podamos ver reflejadas formas de ver la vida y entender el mundo, cosmovisiones que han formado parte de una historia. Eso es la filología realmente (el conocimiento del mundo a partir de los textos). Y coplillas como estas pueden ser un buen ejemplo. La canción española no es un alarde de peinetas, gritos, agudos imposibles, batas de cola, lloros y toros. Es algo más que eso


martes, 28 de enero de 2020

Especial "La rosa del azafrán": La canción del sembrador


Por segundo día consecutivo, vamos a seguir analizando fragmentos pertenecientes a la bonita zarzuela La rosa del azafrán. En esta ocasión, os voy a traer uno de los números más representativos de la obra: la famosa Canción del sembrador, un tema mítico que ha sido versionado por artistas como Plácido Domingo. Se trata de una copla, con tintes de canto lírico, cercano a la ópera. El poema es cantado por el personaje de Juan Pedro (que ya vimos ayer), el cual está muy contento, ya que en la hacienda manchega donde trabaja están a punto de comenzar los trabajos de la siembra, y él es un apasionado en el cultivo de la tierra.



Cuando siembro voy cantando
Porque pienso que al cantar
Con el trigo voy sembrando
Mis amores al azar

 No hay empresa más gallarda
Que el afán del sembrador
¡Por sembrar en tierra parda
Soy a gusto labrador!

Pisan mis abarcas la llanura
Raya el firmamento mi montera
Porque el sembrador se le figura
Que es el creador de la panera

Y al grano arrojo
Con tanto brío
Que me parece
Que el mundo es mío…

Sembrador
Que has puesto en la besana
Tu amor:
La espiga de mañana
Será tu recompensa
Mejor

Dale el viento
El trigo y el acento
De tu primer lamento
De amor
Y aguarda el porvenir,
Sembrador

No hay empresa más gallarda
Que el afán del sembrador.
Por sembrar en tierra tarda
¡Quién no fuera labrador!

Vuela la simiente de mi puño
Cae sobre la tierra removida
Siente la caricia del terruño
Y abre sus entrañas a la vida

Y al sol de mayo
Que es un tesoro
Millares brillan
De lanzas de oro
¡Ah!

Sembrador
Que has puesto en la besana
Tu amor:
La espiga de mañana
Será tu recompensa
Mejor

Dale al viento
El trigo y el acento
De tu primer lamento
De amor
¡Y aguarda el porvenir,
Sembrador!

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Llama la atención que una tarea tan agotadora, ardua y difícil, como es la faena en el campo (y más, en el siglo XIX cuando no había tanta mecanización ni avances técnicos como hoy, y el campesino se pasaba desde que amanecía hasta que anochecía trabajando duramente) en lugar de verse como algo duro, triste y deprimente, se conciba como una tarea bonita y pasional.

Para el protagonista, el campo es su vida, y consigue culminar sus motivaciones y autorrealizaciones trabajando ahí. En ese sentido, mediante esta copla, se crea una visión optimista del trabajo agrícola, ya que en lugar de recrearse en los aspectos más sórdidos y miserables (el sudor, el cansancio, el estar todo el día al sol, tirado en el suelo, cansado, sufriendo las inclemencias del tiempo) se representan los aspectos más positivos y esperanzados (la belleza de estar en contacto con la naturaleza y ser testigo del ciclo vital).

Métricamente, las estrofas son cuartetas mientras que los estribillos están formados por sextillas. Entre las estrofas y los estribillos, hay una pequeña transición formada por una estrofa de 4 versos pentasílabos.

La copla empieza en primera persona. Las palabras salen de la boca del personaje de Juan Pedro.

En la primera cuarteta se establece un bonito y emotivo paralelismo trimembre en el que se equiparan a un mismo nivel el amor, el cante y el cultivo de la tierra: cuando siembro voy cantando, porque pienso que al cantar con el trigo voy sembrando mis amores al azar

El protagonista se considera un sembrador, un cantante y un amador a la vez: el amor es como el trigo: hay que plantarlo, mimarlo y cuidarlo poco a poco para que vaya madurando y acabe germinando para dar lugar a una extensa cosecha (en términos sentimentales, una relación amorosa). Y una bonita forma de ir sembrando esos amores, es mediante el cante, el cual es una herramienta para emocionar y conmover a una moza.

Como veis, el amor se ve enriquecido con una metáfora natural/agrícola y otra musical, fusionando las tres cosas (amos, campo y cante) en un todo. De hecho, las palabras se agrupan en campos semánticos vinculados a la música (cantando, cantar), lo agrícola (siembro, trigo, sembrando) y lo lírico (amores).

En la segunda cuarteta el protagonista se enorgullece de su oficio y lo dignifica, dándole incluso un toque épico: no hay empresa más gallarda que el afán del sembrador ¡Por sembrar en tierra parda soy a gusto labrador!

Fijaos en el léxico utilizado: empresa (que nos evoca a la poesía épica, las grandes hazañas de los héroes), gallarda (que hace referencia a lo valiente y lo noble, que son cualidades de los grandes héroes de la caballería) afán (que es la perseverancia, la constancia, el esfuerzo, el deseo de alcanzar algo…valores fundamentales de cualquier protagonista de un cantar de gesta o romance)

El campesino se presenta como una figura trascendente y heroica. Tened en cuenta que el oficio del sembrador no es fácil, ya que dependes continuamente del capricho de la naturaleza y el tiempo climatológico: la lluvia, el granizo, el exceso de calor o frío, y diversas condiciones atmosféricas adversas que pueden dar al traste todo el esfuerzo realizado. Ser sembrador no te garantiza un colchón vital. Si la cosecha falla, te caes con todo el equipo y no vas a poder ganarte la vida. Esta segunda cuarteta se repetirá en la segunda estrofa (sin modificación). Y nos demuestra que un campesino puede estar al nivel de un caballero o un héroe, por todo lo que lucha y sufre para conseguir lo que quiere

Mediante la exclamación retórica, el yo muestra su pasión y entusiasmo por el mundo agrícola: ¡Por sembrar en tierra parda soy a gusto labrador! Para él, trabajar en el campo es un placer. Por eso se siente feliz. En la zona de la Mancha son típicos los suelos pardos calizos, ideales para el cultivo de la vid y el olivo. De ahí, lo de tierra parda. No la confundáis con la tierra parda silícea de la España húmeda (Galicia, Asturias…).

La tercera cuarteta posee un enfoque más descriptivo y costumbrista. El protagonista va explicando, en tiempo real (como si estuviera haciéndolo a la vez que habla), algunos pormenores de su trabajo, mediante la enumeración: pisan mis abarcas la llanura, raya el firmamento mi montera.

Como veis, se recurre al uso del paralelismo en hipérbaton: verbo (pisan, raya) + sujeto (mis abarcas/el firmamento) + complemento directo (la llanura/mi montera), con el objetivo de enfatizar estas estampas cotidianas.

El léxico hace referencia a indumentarias y vestimentas campestres: la abarca, que es un calzado rústico de cuero, esparto o goma, que cubre la planta y los dedos del pie, con un reborde alrededor, y que se ata con cuerdas o correas al tobillo; y la montera, que es una especie de gorro tipo torero, que en este caso se usará para proteger la cabeza del sol.

El sembrador disfruta de su trabajo y piensa que su labor es muy importante en la sociedad, ya que sin el trigo, la gente no podría comer. Gracias a él, el mundo se sustenta: porque al sembrador se le figura que es el creador de la panera. La panera posee un valor metonímico. Se alude al continente (panera, recipiente para colocar el pan) por el contenido (pan, al alimento que da vida y sustento a la gente)

Este tono costumbrista perdurará en la última cuarteta de la segunda estrofa. Aquí el autor describirá el procedimiento de la siembra

1)      Coge la semilla, la cual queda personificada en la canción: vuela la simiente de mi puño
2)      Deja caer la semilla sobre la tierra (la cual ha sido removida previamente): cae sobre la tierra removida
3)      Una vez la semilla y la tierra entren en contacto (hecho que se refleja con la personificación de la tierra: siente la caricia del terruño), sólo queda esperar a que la naturaleza actúe, gracias a la acción del sol y el agua. Con el paso del tiempo, nacerá una nueva planta, hecho que se plasmará en la metáfora “abre sus entrañas a la vida”. El yo es testigo del funcionamiento de la Naturaleza y el ciclo de la vida. Y eso le hace amar su oficio.

El léxico de esta sección de la canción tiene que ver con los tecnicismos de la siembra (simiente, terruño…).

En los versos de transición al estribillo empezamos a detectar un tono cada vez más exaltado y jubiloso: y al grano arrojo con tanto brío que me parece que el mundo es mío. Vemos al protagonista en un estado que roza lo místico, irradiando gran pasión y sentimiento hacia la tierra y su oficio. Este tono gozoso, que culminará en el éxtasis, se plasma muy bien con la metáfora posesiva de la realidad: me parece que el mundo es mío. ¿No os recuerda a la famosa escena de la película de Titanic donde el protagonista dice “soy el rey del mundo”? Pues ese tipo de espíritu vitalista y de alegría de vivir detectamos en el sembrador.

En la estrofa de transición al segundo estribillo ese espíritu extasiado seguirá presente. De hecho, elementos que supuestamente deberían ser malos y nocivos para el trabajador (el Sol de Mayo, el cual hace sudar a los campesinos en unas fechas cercanas al solsticio de verano, y más en La Mancha), son tratados como si fueran algo positivo, valioso y beneficioso: Y al sol de mayo, que es un tesoro, millares brillan de lanzas de oro. Aquí encontramos uno de los hipérbatos más violentos del tema. El yo está tan afectado por la emotividad de la escena que le cuesta articula la sintaxis (millares de lanzas de oro brillan). El trigo se representa metafóricamente con el oro. El color dorado del cereal es igual que el metal áureo…y por eso está dotado de tanto valor. El trigo es la joya de La Mancha jajajjajaa. Y el yo poético está orgulloso de cultivar algo así.

En los estribillos se produce un cambio en la voz poética. La primera persona de las estrofas desaparece, y pasamos a un yo externo en tercera persona, que canta y elogia a la figura del campesino (a la cual se dirige mediante el vocativo sembrador): sembrador que has puesto en la besana tu amor. La espiga de mañana será tu recompensa mejor. El poema se acerca al himno y al panegírico, ensalzando y honorificando al trabajador agrícola. Por cierto, la besana es la labor de hacer surcos con el arado. El campesino pone toda su pasión, amor, cariño, ganas, dedicación, corazón en hacer esta tarea.

Este narrador nos recuerda a los coros de las obras de teatro clásico griego, ya que es como una caja de resonancia, cuya labor es enfatizar, complementar, reflexionar, destacar, subrayar, resaltar algunas de las ideas más importantes que se han dicho a lo largo del poema. En este caso, se hace hincapié en la dureza de las tareas agrarias. Aquí la música adquiere tonos épicos, con unos agudos imposibles que tienden a alargarse (muy influido por la ópera).

La conclusión del estribillo tiene mucho que ver con el famoso refrán “cada uno recoge lo que siembra”: para conseguir algo bueno (recompensa), primero hay que hacer algo bueno (trabajo).  Todo esfuerzo tiene su premio y es bonito después de haberte dejado el alma y la piel en el campo durante tantas horas ver cómo llegan los frutos. El resultado de nuestras acciones es simple y únicamente esfuerzo de nosotros. La vida es como un eco. Lo que hacemos, ya sea para bien o para mal, la vida nos lo acaba devolviendo. Lo que viene a ser el karma. Y alguien como el campesino que ha puesto tanto empeño y amor al trabajo solo puede recibir cosas buenas.

El yo poético, en los últimos versos, anima al sembrador (mediante el imperativo) a seguir manteniendo esa actitud vitalista y apasionada durante el resto de su vida, ya que es la única manera de ser feliz y que le vaya bien: dale al viento, el trigo y el acento de tu primer lamento de amor. Y aguarda el porvenir sembrador

lunes, 27 de enero de 2020

Especial "La rosa del azafrán": Aunque soy de La Mancha


Hasta ahora, hemos visto la copla como texto autónomo e independiente. Cada poema recoge una historia que funciona por sí misma, con su principio y su final, sin necesidad de tener que encajarla dentro de otra obra mayor. Sin embargo, la canción española también funciona como texto engarzado dentro de un conjunto, de forma que ese tema, uniéndose a otras coplas va construyendo una historia de mayor extensión (parecido a las escenas de una obra teatral). Podríamos decir que cada letra va nutriendo la historia principal y es dependiente de esta. Se concibe como un fragmento o trocito de trama. Como consecuencia, para poder entender una canción en su totalidad y de una manera eficaz, es necesario remontarse a la historia principal en la que se encuadra

Por eso, en géneros como la zarzuela es habitual que el argumento se configure a partir de la sucesión de varias representaciones musicales (algunas de ellas, coplas) que nos van contando poco a poco (junto a otras escenas habladas/declamadas) una historia.

Estos días los vamos a dedicar a seleccionar y analizar algunos fragmentos copleros pertenecientes a una conocida zarzuela: La rosa del azafrán. Los lectores manchegos me imagino que os gustará la elección, ya que esta obra representa muy bien el mundo rural y campesino de La Mancha de mediados del siglo XIX. Aunque yo también soy de La Mancha, no he elegido esta copla por eso, sino porque, realmente, La rosa del azafrán es una adaptación libre de una de mis comedias favoritas de Lope de Vega: El perro del Hortelano.

El compositor Jacinto Guerrero se encargó de diseñar la música. Federico Romero Sarachaga y Guillermo Fernández-Shaw Iturralde elaboraron las letras. La obra se estrenó en el año 1930 en el Teatro Calderón de Madrid (por lo que se compondría a lo largo de los años 20). La acción se desarrolla en una hacienda (una finca) en la zona de la Mancha. La base de la trama bebe claramente del teatro del siglo de oro: los enredos amorosos entre los diferentes personajes que viven en la finca (campesinos y señores). Surgirán relaciones sentimentales entre personas de diferente estrato social.

Hoy vamos a analizar la copla que sirve de prólogo y abertura a la zarzuela. Se titula Aunque soy de la Mancha. Se trata de la típica estampa festiva y alegre, que sirve de presentación de la obra. Todos los personajes (criados, gañanes, pastores) se encuentran reunidos en la hacienda celebrando la onomástica del señor (ya que ese día es el santo de su amo). Como en todas las fiestas, se ponen a comer y beber, mientras bailan al son de una seguidilla (que es la métrica de la canción que os traigo hoy). Una seguidilla está formada por la combinación de versos heptasílabos y pentasílabos.

Normalmente, cuando suceden este tipo de fiestas y eventos, los mozos aprovechan para interactuar y darse un bailecito con la moza que les gusta. Este es el caso de Juan Pedro (un campesino que acaba de llegar hace poco a la hacienda) y Catalina (una criada). A lo largo de la copla, los veremos muy coquetos y acaramelados. La proyección del sentimiento se entremezclará con la teoría y reflexión amorosa, junto a algunos elementos patrióticos a la región manchega.


Catalina:

Aunque soy de la Mancha
No mancho a nadie;
Más de cuatro quisieran
Tener mi sangre.
Y al estribillo
Y al estribillo
Que no hay chocolatera
Sin molinillo

Coro:
Aunque soy de la Mancha
No mancho a nadie;
Más de cuatro quisieran
Tener mi sangre.
Y al estribillo
Y al estribillo
Que no hay chocolatera
Sin molinillo

Juan Pedro:
Aunque soy forastero
Rondo en la villa
No me digas, morena,
Que es culpa mía.
¡Qué culpa tengo
De que me hayan herío
Tus ojos negros!

No le digas a nadie
Que nos queremos
Porque todos se vuelven
Chismes y cuentos.
Tú no lo dices,
Tú no lo dices
Y el que quiera saberlo
Que lo adivine

Catalina:
De qué me vale, amigo
Que yo lo calle,
Si tú lo vas diciendo
Por toas partes.
Y aunque callaras
Y aunque callaras
Te lo conocerían
En la mirada

Coro:
Desde Manzanaritos
La Solana
Hay una legüecita
De tierra llana.
No hay una yegua
No hay una yegua
Que en menos de dos horas
Se ande esa legua.

........................................................


La canción se divide en varias partes:

La copla empieza con un monólogo de Catalina, que se ha convertido en todo un himno popular manchego. Este primer discurso está cargado de pinceladas de exaltación a la patria manchega, mediante la metáfora del torrente sanguíneo como símbolo del origen y las raíces de uno (más de cuatro quisieran tener mi sangre). Encontramos los típicos juegos de palabras por el parecido fonético que hay entre los significantes (la comarca geográfica de La Mancha y el verbo manchar: aunque soy de la Mancha no mancho a nadie

La imagen artesanal/doméstica/costumbrista de la chocolatera y el molinillo (extraída de la cultura popular de la época) sirve para marcar una relación de dependencia, de reciprocidad mutua entre el lugar y el carácter de sus habitantes: y al estribillo y al estribillo que no hay chocolatera sin molinillo: La Mancha no es La Mancha sin los manchegos, igual que la chocolatera no tendría sentido sin un molinillo. Los dos conceptos van de la mano. Se necesitan. La tierra define el carácter de sus habitantes, y estos el del sitio donde viven. Es como el huevo y la gallina.

A continuación, pasamos al monólogo del personaje masculino (Juan Pedro). Aunque métricamente sigue siendo una seguidilla, musicalmente, el tono se hace más recogido e intimista, acercándose más a la balada. El protagonista se presenta como un forastero (alguien que viene de fuera y acaba de entrar hace poco a trabajar a la finca, y ya es uno más del grupo que se ha integrado eficazmente): Aunque soy forastero rondo en la villa

En este soliloquio se refleja el enamoramiento de Juan Pedro hacia Catalina. Él se dirige a ella mediante un vocativo bastante coplero que hace referencia a sus cualidades físicas (morena). Ya os lo comenté hace unos días. Existe un prototipo ideal o canon de belleza femenina. Si la mujer petrarquista era rubia, de ojos claros, cuello alargado, tez blanca y mejillas sonrosadas, en la canción española, la perfección estética siempre se asocia al color marrón/oscuro de la piel, los ojos y el pelo. Este tipo de fémina es capaz de enamorar, hechizar y atraer la atención de los hombres gracias a estos rasgos tan llamativos y cautivadores.

Hay elementos que conectan con la poesía cancioneril del siglo XV. En la intervención de Juan Pedro se refleja un enfoque clásico del sentimiento amoroso. En este caso, del amor como enfermedad. Y como todo trastorno provoca dolor, alteraciones, efectos: de que me hayan herío tus ojos negros…Por tanto, hay una causa o un culpable que origina el mal de amores. Así entramos en el típico debate entre misóginos y no misóginos que dio tanto que hablar en los tratados teóricos amorosos medievales. ¿El culpable es él por enamorarse? (postura no misógina) ¿O es ella por desprender belleza por todos los lados, que atrae cosa mala a los hombres? (postura misógina). En esta canción se ven los dos puntos de vista:

Por un lado, la postura que teóricamente defendería Catalina (el culpable de enamorarse es él por caer en la tentación). Y digo teóricamente, porque las palabras de Catalina no se reflejan de manera explícita y directa en el texto (recordad que es un monólogo), sino en estilo indirecto, poniendo las palabras de ella desde el pensamiento y la perspectiva mental de él: no me digas, morena, que es culpa mía. Él se imagina, se cree, que ella culpabiliza exclusivamente a él del enamoramiento. Lo piensa, pero eso no quiere decir que sea así (es solo una reflexión de él, que luego podrá ser verdad o no). Catalina no habla en este monólogo, y por tanto, no lo podemos saber.

Por otro lado, Juan Pedro se está decantando por la segunda postura (la culpable es Catalina), intentando responsabilizar a ella (a sus ojos negros) de haber caído en el hechizo del amor (el cual, como sabéis, se concibe como algo contradictorio, ya que por un lado genera alegrías y placeres espirituales, pero, por otro lado, dilemas y dolores de cabeza). Con el lamento de la oración exclamativa, Juan Pedro quiere quitarse la culpa del enamoramiento, ya que en el fondo el amor es caprichoso, fortuito, incontrolable, inevitable. ¡Qué culpa tengo de que me hayan herío tus ojos negros!

Leyendo este versito parece que Juan Pedro va en plan “esto no va conmigo y yo no tengo la culpa de nada. La culpable es ella por GUAPA, ya que su belleza me ha atraído y ante eso no se puede hacer nada”. No obstante, solamente se trata de una reflexión del protagonista, con matices de lamento (no hay agresividad ni maldiciones hacia la dama).

Sin embargo, también podemos sacar una doble interpretación/lectura de todo esto. El hecho de desligarse de toda culpa, permite concebir el amor como algo irracional, ilógico, involuntario, que no se puede explicar con palabras y escapa a todo tipo de reglas o principios (no hay ni culpables ni víctimas). Cuando manda el corazón, no hay nada que hacer. Por tanto, hay rasgos medievalizantes y cancioneriles (el amor como enfermedad, hay un culpable en el enamoramiento, él cae en la tentación, ella con su belleza atrae al amado) pero luego, si lo miramos desde esa perspectiva, también vemos una postura mucho más moderna a la hora de explicar las causas o agentes del sentimiento

La tercera parte consiste en un diálogo entre Catalina y Juan Pedro. Este intercambio de palabras también contiene algunos elementos que nos evocan al amor cortés de la lírica medieval. Una de las normas primordiales de toda relación amorosa consistía en la discreción: para que la relación salga bien, los amantes deben expresar su amor de una manera serena, discreta, privada, íntima, sin exageraciones, ni pregonando a los cuatro vientos que estaban enamorados. Era de muy mala educación que un hombre o una mujer fueran contando a los amigos o a la familia, las intimidades que tenías con tu pareja. Esto hacía que la gente se volviera cotilla y lo fueran difundiendo por ahí. De hecho, uno de los personajes de la lírica cortés provenzal es el chismoso (el lavzegier), que se dedicaba a pregonar una relación para que los demás se enteraran. Y como en la lírica provenzal, muchas relaciones eran prohibidas, de mujeres casadas con hombres solteros, el chismoso se lo acababa contando al marido de la dama

A este tipo de gente chismosa y cotilla hace referencia Juan Pedro, el cual aconseja a Catalina mantener oculta y en secreto la relación: no le digas a nadie que nos queremos porque todos se vuelven chismes y cuentos […]. Tú no lo dices y el que quiera saberlo que lo adivine. Sin embargo, por lo que parece decir Catalina, el que más se dedica a pregonarlo es él: de que me vale, que yo me calle, si tú lo vas diciendo por todas partes

En este diálogo, además, se puede ver otro tópico cancioneril de la lírica amorosa: la persona hechizada bajo el embrujo del amor. Cuando una persona está enamorada, según algunos estudiosos del tema, se nota en el lenguaje corporal y la actitud ante los demás: la mirada, la manera de gesticular, de hablar, de moverse, el hecho de estar siempre de buen humor, el cambio de carácter (para bien). Aunque el amor es algo abstracto e inmaterial (no se puede tocar, no huele, no tiene forma), sí puede tener algunas proyecciones y plasmaciones concretas que pueden ser detectadas por los órganos sensoriales de los demás, y son síntomas claros de que ¡¡¡aquí hay tomate!!!

A este tipo de efectos perceptibles amorosos hace referencia la canción: aunque callaras, te lo conocerían en la mirada. A pesar de mantener esa discreción, al final, la gente te lo acaba notando y acaba descubriendo la relación como si de un juego o una adivinanza se tratara. Si te ven de tan buen humor, con ciertas miradas pícaras a la persona que quieres…enseguida se nota que el amor ha llamado a tu puerta

La copla acaba con el mismo tono y carácter con que comenzó. Los últimos versos son de carácter patriótico y vuelven a exaltar la región de La Mancha, pero esta vez a través de sus paisajes. Si habéis estado alguna vez por esa zona, sabréis que la estampa típica manchega suele ser el requetemañido paisaje llano, extenso, y de secano. En el poema se describe una zona de llanura entre dos pueblos de la provincia de Ciudad Real: La Solana y Manzanares: desde Manzanaritos a La Solana hay una legüecita de tierra llana

El uso de diminutivos (Manzanaritos, legüecita) le da a la copla un carácter afectivo y cercano. Esta canción refleja claramente el contexto económico del siglo XIX: estamos en una época sin carreteras, sin autovías, sin coches, sin autobuses. Para ir de un pueblo a otro (a pesar de estar cerca, en la misma comarca) había que usar una yegua o un caballo (transporte animal). En la canción se dice que recorrer la distancia entre La Solana y Manzanares podía llevarte cerca de 2 horas: no hay una yagua que en menos de dos horas se ande esa legua. El arcaísmo legua alude a una antigua unidad de medida que se refería a la distancia que hacía una persona a pie. Una legua equivalía más o menos entre 4 y 7 kilómetros. Actualmente, gracias al desarrollo de los medios de transporte, en 5-10 minutos recorres esa distancia.

En cuanto a la lengua y estilo del tema, poco podemos reseñar, ya que es una copla muy espontánea y natural, sin artificios. Es lenguaje conversacional. Las reiteraciones de versos (y al estribillo, tú no lo dices, no hay yegua, aunque callaras) permite marcar mejor el ritmo de la seguidilla y dar mayor musicalidad y un aire más castizo y pegadizo


sábado, 25 de enero de 2020

La puerta de Alcalá (Ana Belén): la historia de Madrid a través de su monumento más famoso


La canción que vamos a analizar hoy es todo un clásico de Ana Belén y Víctor Manuel. El tema fue compuesto en el año 1988 y está dedicado a uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad de Madrid: la puerta de Alcalá. ¿Queréis que lo recordemos?

La Puerta de Alcalá es una de las cinco antiguas puertas reales que daban acceso a la capital de España. Fue construida en el siglo XVIII (estilo neoclásico), entre los años 1769 y 1778 por el arquitecto Francesco Sabatini y los escultores Francisco Gutiérrez Arribas y Roberto Michel. El monarca Carlos III fue el impulsor de este proyecto. El monumento se encuentra en el centro de la rotonda de Plaza de la Independencia, junto a las puertas del Retiro y la fuente de Cibeles, en el cruce de las calles Serrano, Alcalá, Alfonso XII y Salustiano Olózaga. En la antigüedad la puerta servía de acceso para los viajeros que venían de la carretera de Aragón. Hoy en día la función de entrada a la ciudad ha desaparecido y ha quedado como un vestigio monumental ornamental.


Acompaño a mi sombra por la avenida,
mis pasos se pierden entre tanta gente,
busco una puerta, una salida
donde convivan pasado y presente…
De pronto me paro, alguien me observa,
levanto la vista y me encuentro con ella
y ahí está, ahí está, ahí está, ahi esta
viendo pasar el tiempo la Puerta de Alcalá.


Una mañana fría llegó Carlos III con aire insigne
se quitó el sombrero muy lentamente
bajó de su caballo con voz profunda
le dijo a su lacayo: ahí está la Puerta de Alcalá
ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo
la Puerta de Alcalá

Lanceros con casaca, monarcas de otras tierras,
fanfarrones que llegan inventando la guerra,
milicias que resisten bajo el “no pasarán”
y el sueño eterno como viene se va
ahí está, ahí está la puerta de Alcala ahi esta ahi esta
viendo pasar el tiempo
la Puerta de Alcalá.
Todos los tiranos se abrazan como hermanos,
exhibiendo a las gentes sus calvas indecentes,
manadas de mangantes, doscientos estudiantes
inician la revuelta son los años sesenta
ahí está, ahí está la puerta de Alcala
ahi esta, ahi esta viendo pasar el tiempo
la Puerta de Alcalá
Un travestí perdido, un guardia pendenciero,
pelos colorados, chinchetas en los cueros,
rockeros insurgentes, modernos complacientes,
poetas y colgados, aires de libertad ahi esta la puerta de Alcala
ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo
la Puerta de Alcalá
La miro de frente y me pierdo en sus ojos,
sus arcos me vigilan, su sombra me acompaña,
no intento esconderme, nadie la engaña,
toda la vida pasa por su mirada
La Puerta de Alcala
Miralá, míralá, miralá, míralá,
la Puerta de Alcalá
Miralá, míralá, miralá, míralá,
la Puerta de Alcalá.
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La introducción del tema sigue los patrones de una descripción impresionista. El yo poético se inserta en el paisaje urbano de Madrid como si fuera un ciudadano más, para describir y explicar su encuentro con la famosa puerta mientras va caminando hacia ella.

Se trata de una descripción que no busca la totalidad, sino captar trozos, pinceladas, fragmentos, estampas en donde fusiona lo sensorial y lo subjetivo-imaginativo: Acompaño a mi sombra por la venida, mis pasos se pierden entre tanta gente…. Es una descripción lenta. El autor se recrea en los momentos previos al encuentro, con detallismo (caminando por la calle, con la gente alrededor). Busca captar la belleza y la emoción del instante.

Este tipo de descripción bebe de la novela novecentista de Gabriel Miró (El obispo leproso) o la novela impresionista de Azorín (La voluntad). Cada movimiento o detalle es descrito de forma minuciosa en enumeraciones breves pero contundentes, apoyándose de marcadores temporales o enfatizadores: “De pronto me paro, alguien me observa, levanto la vista y me encuentro con ella”. Esa entidad con la que se encuentra es la majestuosa puerta de Alcalá, la cual queda personificada, es decir, se le atribuyen acciones propias de seres humanos (alguien me observa). La puerta está en una posición privilegiada en la ciudad y es testigo de todo lo que pasa. El deíctico de lugar señala al monumento y lo ubica: “Ahí está ahí está…”. Le da protagonismo y realce como si fuera un cuadro impresionista.

Y aquí es donde entra el valor simbólico de la puerta de Alcalá en este tema. El monumento simboliza la imperturbabilidad ante el paso del tiempo. Los años pasan, las generaciones se suceden, van ocurriendo hechos históricos importantísimos…y la puerta sigue en pie presidiendo el centro de Madrid como si nada pasara. Nosotros somos mortales. Y en cambio la puerta permanece allí. Es inmortal ante el paso del tiempo.

La antítesis “Donde convivan pasado y presente” y la personificación “viendo pasar el tiempo” explican muy bien esto. Desde el siglo XVIII hasta nuestros días la puerta ha sido testigo de muchas de las cosas que han pasado en la ciudad de Madrid. La gente que vivió en el Madrid de Carlos III no es la misma que la que vivió el Madrid de la movida de los 80. La puerta es el único elemento en “vivir” ambos periodos. Si nos ponemos a pensar, los grandes monumentos históricos que conservamos hoy (iglesias, catedrales, murallas) estaban también en pie en momentos trascendentales de nuestra historia, y eso es motivo para estar orgullosos. Al menos, a través de estos monumentos podemos vivir la historia de un país o de una ciudad.

Por eso, cada estrofa de la canción va a estar dedicada a describir una etapa concreta de la historia de Madrid. ¿Y cuál es el elemento común en todas esas escenas tan distantes en el tiempo? Pues la mismísima puerta de Alcalá.

-La primera escena se ambienta en el Madrid del XVIII. Aparece uno de los monarcas ilustrados más importantes que ha tenido este país, y el que para muchos fue el mejor alcalde de la ciudad: Carlos III (impulsor de la creación de la puerta de Alcalá): “Una mañana fría llegó Carlos III…”. En este parte de la canción se acumula léxico que connota estatus, señorío, poder, fama, sobresaliencia (“aire insigne”, “sombrero”, su lacayo”, “caballo”). Todo esto es símbolo de la solidez de la monarquía durante el siglo XVIII. De nuevo se opta por una descripción basada en detalles, instantes, momentos que marcan las coordenadas temporales (“una mañana fría”) y modales (aire insigne, se quitó el sombrero, le dijo a su lacayo, bajó se su caballo, con voz profunda…). El núcleo es el monarca, y todo lo demás, son aderezos que caracterizan al rey y lo insertan en su contexto.

-La segunda escena se ambienta en el Madrid de la Guerra Civil. Se enumeran elementos propios de los años 30: los soldados milicianos que impidieron la entrada a Madrid del ejército nacional con el lema “No pasarán” (“Milicias que resisten bajo el no pasarán”) , el sueño de la República que acabó roto tras la llegada de Franco (tal como se refleja en la antítesis “el sueño eterno como viene se va”), los soldados de caballería que usaban lanzas (“lanceros con casaca”), la presencia de soldados de Alemania, Italia, Marruecos que participaron en el conflicto (“monarcas de otras tierras…”), el golpe de estado del 36 (“fanfarrones que llegan inventando la guerra”).

-La tercera escena se ambienta en el Madrid de los años 60. Es la época de la dictadura Franquista. Y Franco utilizaba las plazas más importantes de Madrid para organizar actos multitudinarios de loa y exaltación al régimen, en el que se hacía uso de los típicos saludos y símbolos fascistas: “Todos los tiranos se abrazan como hermanos exhibiendo a las gentes sus calvas indecentes”. En este caso, la calva tiene valor metonímico. Lo que el dictador exhibe son las ideas/pensamientos que hay dentro de esa calva (su ideología). El continente por el contenido. Aunque también añade el toquecito de matiz e ironía. El Franco de los años 60, ya en la vejez, tenía muy poco pelo jajajjaa. El yo poético no puede evitar mojarse, ideológicamente hablando, y poner un adjetivo valorativo a las ideas de la dictadura (“calvas indecentes”). Cuando salió esta canción Franco ya había muerto y se podía plasmar ideas políticas en las canciones sin ningún tipo de miedo.

Y otra de las escenas típicas del tardofranquismo son las manifestaciones de estudiantes. Las universidades eran uno de los focos de oposición más importantes para el régimen franquista, y en esta década era habitual que los grises tuvieran que intervenir para disolver las protestas: “doscientos estudiantes inician la revuelta…”.

-Y la cuarta y última escena se ambienta en el Madrid de la movida, en los años 80. El ambiente de liberación y desenfado se plasma muy bien con la metáfora “aires de libertad” que resume perfectamente la estrofa. La ciudad huele a libertad, a democracia, a modernidad, la gente puede expresar lo que quiera, vestirse como le dé la gana, identificare con todo tipo de rarezas y extravagancias sin sentirse incómodo.

Y aquí se enumeran una serie de personajes que se pusieron de moda en los ochenta: poetas bohemios, travestis, rockeros, jóvenes con el pelo pintado, policías peleones. Es la época de las tribus urbanas, los movimientos contraculturales, las tendencias alternativas y la actitud rebelde de los jóvenes. En la diversidad y la heterogeneidad está el gusto: “un travesti perdido, guardias pendencieros, pelos colorados, chinchetas en los curos, rockeros insurgentes, modernos complacientes, poetas y colgados”.

La canción finaliza volviendo al momento presente, cuando el yo poético se encuentra frente a la puerta de Alcalá contemplándola: “Miro de frente, me pierdo en sus ojos”. La belleza del monumento es tan grande que tiene el poder de hechizar, de cautivar, de apasionar, de encandilar, de sorprender, de no dejar indiferente. De ahí esa metáfora casi hiperbólica (“me pierdo en sus ojos”). De hecho, la contemplación del monumento por parte del yo poético le ha llevado a retrotraerse en el tiempo y hacer un ejercicio de evolución y reflexión histórica.  Mirando la puerta de Alcalá estás viendo la historia de Madrid como si fuera una película. De ahí la metáfora “Toda la vida pasa por su mirada”.

La personificación engrandece a la puerta, la humaniza, le da vida, la convierte en una entidad 
trascendental: “sus arcos me vigilan, su sombra me acompaña”. Las estructuras paralelísticas marcan ese instante: sujeto referido a la puerta (sus arcos/su sombra), complemento directo referido al yo poético (me/me) y verbo (vigilan/acompaña). La puerta de Alcalá es un símbolo de la ciudad, que se ha mantenido impertérrito a pesar de los años, y eso la ha convertido en una entidad superior: “no intento esconderme, nadie la engaña”. La puerta lo ve todo. No se le escapa nada. Es el centro de la capital.  Y ha sobrevivido a todos nosotros.

Predomina el verso de arte mayor (superior a 8 sílabas). La rima es libre, aunque detectamos leves asonancias entre versos consecutivos: tierras-guerra, indecentes-estudiantes, pendenciero-cueros, acompaña-engaña.

jueves, 23 de enero de 2020

Con las bombas que tiran: la copla que se ríe de los soldados de Napoleón

Después de un drama tan intenso y desgraciado como Elvira la Cantaora, cambiamos de tercio y nos vamos con una copla que fusiona dos elementos muy importantes: por un lado, la historia decimonónica española; por otro lado, una actitud irónica. El resultado de esta unión tan extravagante llegó en el año 1952, en forma de pasacalles. Su título es Con las bombas que tiran. Lolita Sevilla y Juanita Reina hicieron versiones de este peculiar tema.


Cañones de artillería,
aunque pongan los franceses,
cañones de artillería,
no me quitarán el gusto
de cantar por alegrías.

Con las bombas que tiran, los fanfarrones,
se hacen las gaditanas, tirabuzones.
Que las hembras cabales, en esta tierra,
cuando nacen ya vienen, pidiendo guerra.
¡Guerra! ¡Guerra!
Y se ríen alegres, de los mostachos,
y de los morriones, de los gabachos.
Y hasta saben hacerse tirabuzones,
con las bombas que tiran los fanfarrones.

Son de piedra y no se notan,
las murallitas de Cádiz,
son de piedra y no se notan,
para que allí los franceses,
se rompan la cabezota.

Con las bombas que tiran, los fanfarrones,
se hacen las gaditanas, tirabuzones.
Que las hembras cabales, en esta tierra,
cuando nacen ya vienen, pidiendo guerra.
¡Guerra! ¡Guerra!
Y se ríen alegres, de los mostachos,
y de los morriones, de los gabachos.
Y hasta saben hacerse tirabuzones,
con las bombas que tiran los fanfarrones.

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Como ya hemos dicho, este poema posee cierto trasfondo histórico ya que se ambienta a principios del siglo XIX. Para contextualizar un poco, vamos con una pequeña clase de historia. Entre los años 1808 y 1812, España fue invadida por el ejército francés de Napoleón. Este hecho desencadenó la Guerra de la Independencia. La superioridad de los soldados gálicos fue bastante importante, de forma que muchas ciudades y pueblos españoles fueron cayendo como chinches en manos enemigas, a pesar del espíritu de lucha encarnizada que mostró el pueblo castellano.

Sin embargo, hubo una serie de puntos de resistencia que aguantaron bastante bien a los ataques del país vecino y tuvieron el privilegio de no ser conquistados. Uno de estos lugares (junto a Bailén, Zaragoza o Gerona) fue la ciudad de Cádiz (sede de la famosa Constitución de La Pepa en 1812). Esta urbe se ganó el título de muy noble, muy leal y muy heroica. Durante los años del conflicto bélico, la capital fue bombardeada de forma continua por la artillería enemiga, desde el mar (por la escuadra de navíos del almirante Rosilly) y desde tierra (por los cañones de Mariscal Soult).

¿Os gustaría saber qué hacían los gaditanos con el plomo de las granadas que tiraban los franceses? Tal como dice la letra de la copla, los restos de la metralla que caían en las calles eran utilizados por las mujeres de Cádiz como bigudíes (pinzas) para rizarse el pelo: Con las bombas que tiran los fanfarrones se hacen las gaditanas tirabuzones

La copla está hecha desde la óptica de sátira y la ironía, ya que el objetivo es burlarse y ridiculizar la figura de los soldados franceses que entraron a España durante la Guerra de la Independencia. El yo poético adopta una actitud frívola y trivial ante los ataques franceses, con el objetivo de reírse de ellos y quitar trascendencia a su superioridad militar.

El tono resulta juguetón, lúdico, retozón, travieso. Ante el ataque del enemigo no hay que llorar, sufrir o lamentarse, sino reírse, divertirse. Si el yo se sintiera afectado, dolido o resentido, se estaría glorificando al rival, se le estaría colocando en una posición de ganador. Los franceses hubieran conseguido lo que querían desde el principio: ver a los españoles humillados, derrotados, sin honor. En cambio, al restar solemnidad y dramatismo a los hechos, se está desprestigiando de forma indirecta a la figura del enemigo, y su superioridad no resulta tan notoria (o al menos se crea esa impresión).

La forma de tomarse las cosas es clave en esta copla. Reaccionar desde el odio, el rencor o la violencia contra los franceses hubiera sido una forma de seguir dando vida y carrete al enemigo. Con eso demostramos que el rival es fuerte, ya que ha conseguido desestabilizarnos, sacar lo peor de nosotros, y si tanto nos afecta y tanta importancia le damos a lo que han hecho, es porque han salido victoriosos. En cambio, enfocando la canción desde el humor, la burla, la chanza, la deshumanización, la falta de afectación, demostramos al enemigo que no puede hacernos daño y sus ataques son inútiles, no tienen el efecto que buscan…no son tan fuertes. La sátira es la mejor forma de desprestigiar, de banalizar, de hacer a alguien débil e insignificante, que es lo que se pretende hacer con los franceses.

En un lenguaje más actual (y un poco ordinario) diríamos “franceses, seguid atacando, que a nosotros vuestras bombas de M….nos la bufa/nos la pela/nos trae sin cuidado/nos la repampinfla”. Evidentemente, la copla no es tan ordinaria (eso lo he dicho yo para que me entendáis), pero sí mantiene esa actitud chulesca de paso de todo, me da igual todo, que hagan lo que les dé la gana que a mí plin, con el objetivo de situar al español en una posición de superioridad respecto al francés. Es una copla muy partidista y subjetiva que está claramente posicionada a favor de uno de los bandos (España)

Las dos estrofas son de versos octosílabos.

En la primera, se observa esa actitud de pasotismo y frivolidad que antes veíamos. La personificación de las armas del enemigo crea un distanciamiento con la crudeza de la realidad: cañones de artillería, aunque pongan los franceses no me quitarán el gusto de cantar por alegrías. Un hecho serio y grave (un bombardeo) es tratado con cierta gracia y comicidad, lo cual crea el contraste irónico que cohesiona todo el poema.

La fuerza del bando español se muestra aparentando normalidad: por muchas bombas que tire el enemigo, eso no va a impedir que la alegría y el vitalismo, rasgos esenciales e inherentes de los gaditanos, sigan estando presentes. La metralla caerá, pero los vecinos seguirán con sus costumbres de siempre. En este caso, el baile por alegrías tan típico de la provincia. Ninguna guerra va a acabar con la juerga y el cachondeo.

Los franceses no van a alterar la rutina de los españoles, no van a romper ese contexto de júbilo, euforia y optimismo. El mundo va a seguir su curso como si nada pasara. Los franceses no tienen el poder de influir o transformar los rasgos identificativos de Cádiz.

En la segunda estrofa, se hace alusión a las murallas de Cádiz, las cuales están hechas de un material resistente y defienden muy bien la ciudad: Son de piedra y no se notan las murallitas de Cádiz. La ciudad permanece inmutable, inalterable e impasible a los ataques del francés. La resistencia es alta.

El uso del diminutivo (murallitas) da a la copla un carácter afectivo, el cual enfatiza el tono juguetón que antes comentábamos. El despectivo (cabezota) permite caricaturizar y muñequizar a los franceses, mediante una imagen coloquial y deshumanizada, que roza lo escabroso y lo gore (romperse la cabeza).

El estribillo está formado por la combinación de varios pareados, es decir, versos que riman entre sí: fanfarrones-tirabuzones, tierra-guerra, mostachos-gabachos

En esta parte de la canción se da la vuelta a la situación, convirtiendo lo nocivo, lo perjudicial y lo negativo (la metralla enemiga) en algo positivo o incluso beneficioso (los tirabuzones para rizar el pelo que se crean a partir de los restos del armamento).

Se crea un contrapunto muy interesante, ya que la forma de atacar a los franceses se plantea desde la esfera de la intelectualidad, lo retórico, lo psicológico y lo irónico. En ningún momento vemos a los españoles utilizando armas, empleando la fuerza bruta o recurriendo a la violencia. Sin embargo, sí encontramos un aire exaltado en el discurso haciendo llamamientos a la lucha con exclamaciones retóricas (¡Guerra, Guerra!) y destacando el carácter innato de dureza y fortaleza de la mujer gaditana: las hembras cabales en esta tierra, cuando nacen ya vienen pidiendo la guerra. El adjetivo elogioso (cabal) es una forma de ensalzar lo propio, lo autóctono, que es motivo de orgullo.

Resulta muy curioso crear este contexto de fuerza, intensidad, grandilocuencia (en plan, esto es la guerra), y luego usar un método de ataque contrario (la risa y la ironía).

Al final del estribillo asistimos a la creación de una caricatura del bando enemigo: y se ríen alegres, de los mostachos, y de los morriones, de los gabachos.

El término gabacho es un adjetivo despectivo que se usa para referirse a los ciudadanos de origen francés. Posee connotaciones críticas y de menosprecio

La descripción física trae consigo la aparición del bigote (mostachos) y un casco de armadura que en lo alto lleva un plumaje de adorno (morriones).

Como veis, se confecciona un retrato que roza la muñequización. Parecen monigotes, peleles…todo muy exagerado y deformado para provocar la carcajada, la risa y la mofa.

Algunos recursos retóricos están al servicio de la ironía.

-Por un lado, la tendencia al hipérbaton. Cuando el sujeto tiene que ver con lo francés, se pospone a última posición sintáctica: que tiran los fanfarrones. En primera posición está el verbo (tiran) y luego el sujeto (los fanfarrones). Con esto se quiere transmitir la idea de que lo francés es un elemento poco importante, poco relevante, que merece ser llevado al final de la oración, en un rinconcito apartado, marginado…

-Por otro lado, la hipérbole: que las hembras cabales, en esta tierra, cuando nacen ya vienen, pidiendo guerra. Esta imagen rompe con las leyes de la lógica y la biología. No creo que un recién nacido tenga la capacidad de odiar lo francés de una manera natural. Se aplica el innatismo a algo que se desarrolla por influjo social, ambiental, familiar, educacional…

-El uso del polisíndeton permite al autor recrearse en la acumulación satírica: y se ríen alegres de los mostachos, y de los morriones, de los gabachos y hasta saben hacerse tirabuzones…


martes, 21 de enero de 2020

Elvira la cantaora: pena, dolor y sufrimiento a causa del desamor


Hoy os traigo un clásico del repertorio coplero como es Elvira la cantaora, un pasodoble compuesto en el año 1961 para Marifé de Triana. El poema cuenta la típica historia de desamor, protagonizada por una cantante que se gana la vida actuando en locales y tablados flamencos. Un buen día, el hombre del que estaba enamorada la protagonista la abandona. Por tanto, la canción será usada como instrumento de desahogo para expresar los lamentos y penas de la mujer ante el fin de la relación.


Elvira la cantaora es el alma del tablao,

Los ojos como las moras, el color aceitunao,
Zarcillos de plata fina, peinecillos de coral,
Y en los nudos una espina hasta el puño atravesá.
Y por eso cuando canta una rosa ensangrentá
Se le sube a la garganta.

Dejarme por Dios, dejarme,
Dejarme llorar pa dentro,
Que no quiero ni enterarme
De lo sola que me encuentro
Sin un porqué me ha olvidao
El hombre de mis delirios,
Y yo en vida me he enterrao
Y me he puesto cuatro cirios,
Dejarme con mis pesares
Que está viniendo la aurora,
Y quiere llorar a mares
Su llanto por soleares, soleares
Elvira la cantaora.

Elvira se está quedando macilenta y amarilla,
Su pena, de cuando en cuando, le hace son por seguirillas
No piensa tomar venganza ni ser triste resigná,
Si he perdido la esperanza que más puedo perder ya,
Compañero, mira y mira, son dos ríos hechos sal,
Los ojitos de mi Elvira.

Dejarme por Dios, dejarme,
Dejarme llorar pa dentro,
Que no quiero ni enterarme
De lo sola que me encuentro
Sin un por qué me ha olvidao
El hombre de mis delirios,
Y yo en vida me he enterrao
Y me he puesto cuatro cirios,
Dejarme con mis pesares
Que está viniendo la aurora,
Y quiere llorar a mares
Su llanto por soleares, soleares
Elvira la cantaora.

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La copla posee una estructura bipartita, ya que combina partes descriptivas (estrofas) con un narrador en tercera persona, y partes líricas (estribillo) en las que la protagonista habla en primera persona. De todas formas, tampoco hace falta ser tan matemático y milimetrado, ya que descripción y lirismo, muchas veces, aparecen fusionados: la descripción de la estrofa recurre a un lenguaje lírico que connota y evoca sentimientos, y los sentimientos que expresa la protagonista en primera persona en el estribillo, están describiendo un estado anímico. Aunque pueda predominar una cosa sobre la otra, dependiendo del momento de la composición, realmente ninguna de las dos desaparece. Lo lírico y lo descriptivo van de la mano, dando lugar a una copla impresionista. Por eso, la frontera entre estrofas y estribillos tampoco resulta tan estricta. Es más bien una frontera formal (cambio de persona, de voz, de punto de vista) que de contenido.

Las estrofas están formadas por 6 versos de 16 sílabas. Cada verso posee una cesura en el centro, el cual divide al verso en dos hemistiquios de 8 sílabas: Elvira la cantaora////es el alma del tablao. El primer verso rima con el segundo (tablao-aceitunao), el tercero con el cuarto y quinto (coral, atravesá, ensangrentá), y el sexto queda libre (garganta). Este último verso es de 8 sílabas, así que no tiene cesura.

En la primera estrofa se realiza un retrato de la protagonista. El retrato se concibe como una combinación de prosopografía (descripción física) y etopeya (descripción espiritual-psicológica): Elvira la cantaora es el alma del tablao, los ojos como las moras, el color aceitunao, zarcillos de plata fina, peinecillos de coral (parte corporal), y en los nudos una espina hasta el puño atravesá. Y por eso cuando canta una rosa ensangrentá se le sube a la garganta (descripción del alma)

Entre los rasgos físicos se describen sus ojos y los diferentes adornos en la cara (los zarcillos, que son unos pendientes de plata en forma de aro, y unos peines a modo de ornamento en el pelo). El mecanismo principal de esta descripción es una metáfora comparativa, que alude a elementos del mundo vegetal (ojos como las moras, el color aceitunao). Las moras son una fruta de color violeta oscuro y las aceitunas son el fruto del olivo, de color verde.

La pena que tiene la protagonista es tan grande e intensa que los ojos están hinchados, morados, de tanto llorar (la descripción sirve de proyección y simbolismo de la situación anímica…fusionando en un todo lo físico con lo espiritual).

La mujer con ojos verdes es uno de los prototipos de belleza en el mundo de la copla. Si la donna angelicata del siglo de oro (la mujer petrarquista) debía cumplir unos rasgos físicos concretos (pelo rubio, ojos claros, tez blanca…), en el contexto de la canción española, hay también un canon o ideal de belleza femenina, y los ojos de color verde constituyen una de esas cualidades.

La parte más espiritual de la descripción radica en la alusión a la profesión y afición de la protagonista al cante (cantaora), y a la calidad de su trabajo, tal como se puede ver en la metáfora de corte espiritualista: el alma del tablao. El estado anímico se configura con nuevas metáforas naturales: y en los nudos una espina hasta el puño atravesá. Y por eso cuando canta una rosa ensangrentá, se le sube a la garganta.

Las imágenes de la espina y la rosa ensangrentada atravesando la garganta, enfatizan el dolor que tiene Elvira, un dolor que no la deja vivir con serenidad. 

La segunda estrofa mantiene el tono instrospectivo de la primera. La protagonista se presenta como una mujer degradada, afectada, demacrada, en un estado crítico, al borde del colapso físico y emocional: Elvira se está quedando macilenta y amarilla. Los adjetivos (macilenta, amarilla) tienen connotaciones decadentes, depresivas. Cuando una persona sufre se muestra débil, flacucha, sin color en la cara, pálida…

Su profesión y su cante le van a servir de vía de evasión y desahogo. Toda esa pena que tiene y siente le va a permitir potenciar sus actuaciones en el tablado, y darles más verdad y sinceridad emocional. El dolor se transforma en arte: Su pena, de cuando en cuando, le hace son por seguirillas. El sentimiento lo canaliza a través del cante (la seguirilla es una composición flamenca)

A pesar de ser objeto de un desengaño amoroso, la protagonista mantiene una actitud serena ante el amado. No le guarda rencor ni odio, y tampoco quiere dejarse llevar por la desmesura emocional de la pena: No pienso tomar venganza ni ser triste resigná. El influjo estoico es evidente

No obstante, esto solo se queda en el plano de la teoría, de la idea, del pensamiento…no se aplica en la vida. Es solo un mecanismo de defensa para crear una fachada aparente de dignidad. Cuando sufrimos un revés de este tipo (un desengaño amoroso), tendemos a hacernos los fuertes, a mostrarnos duros y firmes ante el mundo (y así demostrar que tenemos honor). Queremos demostrar a la gente que no nos afecta, que aquí no ha pasado nada y no nos vamos a derrumbar por mal de amores. Pero la realidad es muy diferente…nos hacemos los gallitos y los chulitos para mostrar fortaleza y en la práctica estamos hechos un M…Pues más o menos eso le pasará a Elvira.

Por mucho que diga que no quiere ser “la triste resigná”, al final, el pesimismo y la desesperanza harán acto de presencia en el estado anímico. A Elvira se le derrumba el mundo. Pierde las ilusiones y las ganas de vivir quedando sumida en un estado cercano al nihilismo: Si he perdido la esperanza que más puedo perder más. Soledad en estado puro, dramatismo elevado al máximo. No quería ser la triste resigná pero lo es. Estamos ante el típico desengaño amoroso, en el que parece que sólo existe una persona a la que querer, y no habrá ningún otro ser que sea mejor y lo pueda suplir o reemplazar 

La metáfora de los ojos como ríos de sal (el fluir de un río se identifica con el flujo de las lágrimas de los ojos, que además son de sabor salado), cierra la segunda estrofa, de forma que esta termina exactamente igual a como empezó la primera: Elvira con los ojos llorosos, recreándose en su propio dolor. El poema posee una estructura circular: los ojos como las moras (al comienzo)….son dos ríos hechos sal los ojitos de mi Elvira (al final).

El vocativo (compañero), el imperativo reduplicado (mira y mira), el diminutivo (ojitos) y el posesivo con antropónimo (mi Elvira) da un carácter afectivo y victimista al discurso, para que todos nos compadezcamos de la protagonista.

Los estribillos poseen versos de 8 sílabas y están formados por la combinación de dos cuartetas (8a 8b 8a 8b) y una quintilla (8a 8b 8a 8a 8b).

La protagonista aparece clamando contra el mundo (típico del drama romántico del duque de Rivas o José Zorrilla), pidiendo en un tono desesperado que la dejen recrearse y regocijarse en su propio dolor. A pesar del tono altisonante de los versos, detectamos cierta espontaneidad lingüística, al hacer un imperativo utilizando el infinitivo, lo cual se considera un vulgarismo (Dejarme, por Dios, dejarme). Además, estos imperativos están en anáfora para dar intensidad (Dejarme por Dios…/Dejarme llorar pa dentro). El hecho de dirigirse a la divinidad nos evoca al amante del romanticismo más exaltado

Vemos a una protagonista hundida, incapaz de asumir o aceptar la realidad (no quiero ni enterarme de la solo que me encuentro). El miedo a la soledad es un clásico dentro de la lírica de la decepción amorosa. Desaparecer de la mente del otro es uno de los temores por excelencia: Sin un porqué me ha olvidado el hombre de mis delirios. La soledad mental puede llegar a ser más dura y dolorosa que la física. Además, el discurso posee un tono que coquetea con las teorías deterministas (sin un por qué,.). Da la impresión de que hay una fuerza incontrolable, fortuita, caprichosa y cruel que es responsable de todos los cataclismos que te suceden en la vida. El fatum romántico…

Se recurre al viejo tópico barroco de la muerte en vida para aumentar el dramatismo (y en vida me he enterrado y me he puesto cuatro cirios). Poner velas es un símbolo del cristianismo que se hace en honor de los que ya no están, para no olvidarlos. La relación de Elvira con ese hombre ha muerto, está acabada. Y ella, como persona, también (no tiene ni ilusiones ni esperanzas). Por eso pone los cirios, como símbolo de que el amor y la vida han terminado para ella.

El tono dramático se mantiene hasta el final, con imperativos impersonales pidiendo que la dejen tranquilamente vivir la pena (dejarme con mis pesares). No se dirige a nadie en concreto. Solo quiere expresar lo que siente. Además, la pena queda prolongada, se proyecta en el tiempo (que está viniendo la aurora). Se ha pasado toda la noche llorando hasta el amanecer. La aurora son los primeros rayos de luz. Es el tópico de la noche larga y amarga.

La hipérbole, junto a la proyección del dolor en el cante, también contribuyen a realzar la pena (quiere llorar a mares su llanto por soleares). La soleá es otra composición del mundo flamenco.

En estos cuatro últimos cuatro versos del estribillo se vuelve al narrador en tercera persona, el cual complementa el parlamento de la protagonista y cierra la historia, tal como se empezó.

Hay que tener en cuenta una cosa. En esta copla solo vemos el problema, el asunto, desde la perspectiva femenina. No conocemos el punto de vista de la otra parte (del hombre que la abandona). Por eso, la situación está subjetivizada, y la protagonista acaba presentando el tema como si fuera una injusticia y todo estuviera en su contra (sin un porqué me ha olvidado el hombre de mis delirios...). El hipérbaton ayuda a enfatizar esto: el complemento modal (sin un porqué), se antepone al verbo (me ha olvidado) y este al sujeto (el hombre de mis delirios)

No podemos hablar de manipulación o mentira de la historia contada, pero sí de desconocimiento o falta de datos (visión parcial), ya que estamos viendo la situación desde el lado de la protagonista, y es normal que cuando una cosa se cuenta desde un punto de vista, se está plasmando una versión de los hechos, que luego, puede o no coincidir con hechos reales y objetivos al contraponerlos a la otra parte. Cuando una persona da una visión de los hechos, suele tomar cierto partidismo, favoreciendo sus intereses. De todas formas, aquí estamos para analizar lo que hay (literariamente hablando) y no tanto para hacer suposiciones (aunque pueda ser divertido hacerlas).

En cuanto al lenguaje, ya hemos ido anotando los principales recursos retóricos. Además de los vulgarismos en el imperativo, encontramos rasgos dialectales y coloquiales como la relajación de la –d intervolcálica, que es un clásico del dialecto andaluz (aceitunao, enterrao, olvidao) o la apócope de sílabas finales (atravesá, resigná,  ensangrentá)