Hoy os traigo un clásico del repertorio coplero como es Elvira
la cantaora, un pasodoble compuesto en el año 1961 para Marifé de Triana. El
poema cuenta la típica historia de desamor, protagonizada por una cantante que
se gana la vida actuando en locales y tablados flamencos. Un buen día, el
hombre del que estaba enamorada la protagonista la abandona. Por tanto, la canción
será usada como instrumento de desahogo para expresar los lamentos y penas de la
mujer ante el fin de la relación.
Elvira la cantaora es el alma del tablao,
Los ojos como las moras, el color aceitunao,
Zarcillos de plata fina, peinecillos de coral,
Y en los nudos una espina hasta el puño atravesá.
Y por eso cuando canta una rosa ensangrentá
Se le sube a la garganta.
Dejarme por Dios, dejarme,
Dejarme llorar pa dentro,
Que no quiero ni enterarme
De lo sola que me encuentro
Sin un porqué me ha olvidao
El hombre de mis delirios,
Y yo en vida me he enterrao
Y me he puesto cuatro cirios,
Dejarme con mis pesares
Que está viniendo la aurora,
Y quiere llorar a mares
Su llanto por soleares, soleares
Elvira la cantaora.
Elvira se está quedando macilenta y amarilla,
Su pena, de cuando en cuando, le hace son por seguirillas
No piensa tomar venganza ni ser triste resigná,
Si he perdido la esperanza que más puedo perder ya,
Compañero, mira y mira, son dos ríos hechos sal,
Los ojitos de mi Elvira.
Dejarme por Dios, dejarme,
Dejarme llorar pa dentro,
Que no quiero ni enterarme
De lo sola que me encuentro
Sin un por qué me ha olvidao
El hombre de mis delirios,
Y yo en vida me he enterrao
Y me he puesto cuatro cirios,
Dejarme con mis pesares
Que está viniendo la aurora,
Y quiere llorar a mares
Su llanto por soleares, soleares
Elvira la cantaora.
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La copla posee una estructura bipartita, ya que combina partes
descriptivas (estrofas) con un narrador en tercera persona, y partes líricas
(estribillo) en las que la protagonista habla en primera persona. De todas
formas, tampoco hace falta ser tan matemático y milimetrado, ya que descripción
y lirismo, muchas veces, aparecen fusionados: la descripción de la estrofa recurre
a un lenguaje lírico que connota y evoca sentimientos, y los sentimientos que
expresa la protagonista en primera persona en el estribillo, están describiendo
un estado anímico. Aunque pueda predominar una cosa sobre la otra, dependiendo
del momento de la composición, realmente ninguna de las dos desaparece. Lo
lírico y lo descriptivo van de la mano, dando lugar a una copla impresionista.
Por eso, la frontera entre estrofas y estribillos tampoco resulta tan estricta.
Es más bien una frontera formal (cambio de persona, de voz, de punto de vista)
que de contenido.
Las estrofas están formadas por 6 versos de 16 sílabas. Cada
verso posee una cesura en el centro, el cual divide al verso en dos
hemistiquios de 8 sílabas: Elvira la cantaora////es el alma del tablao. El
primer verso rima con el segundo (tablao-aceitunao), el tercero con el cuarto y
quinto (coral, atravesá, ensangrentá), y el sexto queda libre (garganta). Este
último verso es de 8 sílabas, así que no tiene cesura.
En la primera estrofa se realiza un retrato de la protagonista.
El retrato se concibe como una combinación de prosopografía (descripción
física) y etopeya (descripción espiritual-psicológica): Elvira la cantaora es
el alma del tablao, los ojos como las moras, el color aceitunao, zarcillos de plata
fina, peinecillos de coral (parte corporal), y en los nudos una espina hasta el
puño atravesá. Y por eso cuando canta una rosa ensangrentá se le sube a la
garganta (descripción del alma)
Entre los rasgos físicos se describen sus ojos y los diferentes
adornos en la cara (los zarcillos, que son unos pendientes de plata en forma de
aro, y unos peines a modo de ornamento en el pelo). El mecanismo principal de esta
descripción es una metáfora comparativa, que alude a elementos del mundo
vegetal (ojos como las moras, el color aceitunao). Las moras son una fruta de
color violeta oscuro y las aceitunas son el fruto del olivo, de color verde.
La pena que tiene la protagonista es tan grande e intensa
que los ojos están hinchados, morados, de tanto llorar (la descripción sirve de
proyección y simbolismo de la situación anímica…fusionando en un todo lo físico
con lo espiritual).
La mujer con ojos verdes es uno de los prototipos de belleza
en el mundo de la copla. Si la donna angelicata del siglo de oro (la mujer petrarquista)
debía cumplir unos rasgos físicos concretos (pelo rubio, ojos claros, tez
blanca…), en el contexto de la canción española, hay también un canon o ideal
de belleza femenina, y los ojos de color verde constituyen una de esas
cualidades.
La parte más espiritual de la descripción radica en la
alusión a la profesión y afición de la protagonista al cante (cantaora), y a la
calidad de su trabajo, tal como se puede ver en la metáfora de corte
espiritualista: el alma del tablao. El estado anímico se configura con nuevas
metáforas naturales: y en los nudos una espina hasta el puño atravesá. Y por eso
cuando canta una rosa ensangrentá, se le sube a la garganta.
Las imágenes de la espina y la rosa ensangrentada
atravesando la garganta, enfatizan el dolor que tiene Elvira, un dolor que no
la deja vivir con serenidad.
La segunda estrofa mantiene el tono instrospectivo de la
primera. La protagonista se presenta como una mujer degradada, afectada, demacrada,
en un estado crítico, al borde del colapso físico y emocional: Elvira se está quedando
macilenta y amarilla. Los adjetivos (macilenta, amarilla) tienen connotaciones
decadentes, depresivas. Cuando una persona sufre se muestra débil, flacucha, sin
color en la cara, pálida…
Su profesión y su cante le van a servir de vía de evasión y
desahogo. Toda esa pena que tiene y siente le va a permitir potenciar sus
actuaciones en el tablado, y darles más verdad y sinceridad emocional. El dolor
se transforma en arte: Su pena, de cuando en cuando, le hace son por seguirillas.
El sentimiento lo canaliza a través del cante (la seguirilla es una composición
flamenca)
A pesar de ser objeto de un desengaño amoroso, la protagonista
mantiene una actitud serena ante el amado. No le guarda rencor ni odio, y tampoco
quiere dejarse llevar por la desmesura emocional de la pena: No pienso tomar
venganza ni ser triste resigná. El influjo estoico es evidente
No obstante, esto solo se queda en el plano de la teoría, de
la idea, del pensamiento…no se aplica en la vida. Es solo un mecanismo de
defensa para crear una fachada aparente de dignidad. Cuando sufrimos un revés
de este tipo (un desengaño amoroso), tendemos a hacernos los fuertes, a
mostrarnos duros y firmes ante el mundo (y así demostrar que tenemos honor). Queremos
demostrar a la gente que no nos afecta, que aquí no ha pasado nada y no nos
vamos a derrumbar por mal de amores. Pero la realidad es muy diferente…nos
hacemos los gallitos y los chulitos para mostrar fortaleza y en la práctica
estamos hechos un M…Pues más o menos eso le pasará a Elvira.
Por mucho que diga que no quiere ser “la triste resigná”, al
final, el pesimismo y la desesperanza harán acto de presencia en el estado
anímico. A Elvira se le derrumba el mundo. Pierde las ilusiones y las ganas de vivir
quedando sumida en un estado cercano al nihilismo: Si he perdido la esperanza
que más puedo perder más. Soledad en estado puro, dramatismo elevado al máximo.
No quería ser la triste resigná pero lo es. Estamos ante el típico desengaño
amoroso, en el que parece que sólo existe una persona a la que querer, y no
habrá ningún otro ser que sea mejor y lo pueda suplir o reemplazar
La metáfora de los ojos como ríos de sal (el fluir de un río
se identifica con el flujo de las lágrimas de los ojos, que además son de sabor
salado), cierra la segunda estrofa, de forma que esta termina exactamente igual
a como empezó la primera: Elvira con los ojos llorosos, recreándose en su
propio dolor. El poema posee una estructura circular: los ojos como las moras (al
comienzo)….son dos ríos hechos sal los ojitos de mi Elvira (al final).
El vocativo (compañero), el imperativo reduplicado (mira y
mira), el diminutivo (ojitos) y el posesivo con antropónimo (mi Elvira) da un
carácter afectivo y victimista al discurso, para que todos nos compadezcamos de
la protagonista.
Los estribillos poseen versos de 8 sílabas y están formados
por la combinación de dos cuartetas (8a 8b 8a 8b) y una quintilla (8a 8b 8a 8a
8b).
La protagonista aparece clamando contra el mundo (típico del
drama romántico del duque de Rivas o José Zorrilla), pidiendo en un tono desesperado
que la dejen recrearse y regocijarse en su propio dolor. A pesar del tono altisonante
de los versos, detectamos cierta espontaneidad lingüística, al hacer un
imperativo utilizando el infinitivo, lo cual se considera un vulgarismo
(Dejarme, por Dios, dejarme). Además, estos imperativos están en anáfora para
dar intensidad (Dejarme por Dios…/Dejarme llorar pa dentro). El hecho de dirigirse
a la divinidad nos evoca al amante del romanticismo más exaltado
Vemos a una protagonista hundida, incapaz de asumir o
aceptar la realidad (no quiero ni enterarme de la solo que me encuentro). El miedo
a la soledad es un clásico dentro de la lírica de la decepción amorosa.
Desaparecer de la mente del otro es uno de los temores por excelencia: Sin un
porqué me ha olvidado el hombre de mis delirios. La soledad mental puede llegar
a ser más dura y dolorosa que la física. Además, el discurso posee un tono que
coquetea con las teorías deterministas (sin un por qué,.). Da la impresión de que
hay una fuerza incontrolable, fortuita, caprichosa y cruel que es responsable
de todos los cataclismos que te suceden en la vida. El fatum romántico…
Se recurre al viejo tópico barroco de la muerte en vida para
aumentar el dramatismo (y en vida me he enterrado y me he puesto cuatro cirios).
Poner velas es un símbolo del cristianismo que se hace en honor de los que ya
no están, para no olvidarlos. La relación de Elvira con ese hombre ha muerto,
está acabada. Y ella, como persona, también (no tiene ni ilusiones ni
esperanzas). Por eso pone los cirios, como símbolo de que el amor y la vida han
terminado para ella.
El tono dramático se mantiene hasta el final, con imperativos
impersonales pidiendo que la dejen tranquilamente vivir la pena (dejarme con
mis pesares). No se dirige a nadie en concreto. Solo quiere expresar lo que
siente. Además, la pena queda prolongada, se proyecta en el tiempo (que está
viniendo la aurora). Se ha pasado toda la noche llorando hasta el amanecer. La
aurora son los primeros rayos de luz. Es el tópico de la noche larga y amarga.
La hipérbole, junto a la proyección del dolor en el cante,
también contribuyen a realzar la pena (quiere llorar a mares su llanto por
soleares). La soleá es otra composición del mundo flamenco.
En estos cuatro últimos cuatro versos del estribillo se vuelve
al narrador en tercera persona, el cual complementa el parlamento de la
protagonista y cierra la historia, tal como se empezó.
Hay que tener en cuenta una cosa. En esta copla solo vemos
el problema, el asunto, desde la perspectiva femenina. No conocemos el punto de
vista de la otra parte (del hombre que la abandona). Por eso, la situación está
subjetivizada, y la protagonista acaba presentando el tema como si fuera una
injusticia y todo estuviera en su contra (sin un porqué me ha olvidado el hombre
de mis delirios...). El hipérbaton ayuda a enfatizar esto: el complemento modal
(sin un porqué), se antepone al verbo (me ha olvidado) y este al sujeto (el
hombre de mis delirios)
No podemos hablar de manipulación o mentira de la historia contada,
pero sí de desconocimiento o falta de datos (visión parcial), ya que estamos
viendo la situación desde el lado de la protagonista, y es normal que cuando
una cosa se cuenta desde un punto de vista, se está plasmando una versión de
los hechos, que luego, puede o no coincidir con hechos reales y objetivos al
contraponerlos a la otra parte. Cuando una persona da una visión de los hechos,
suele tomar cierto partidismo, favoreciendo sus intereses. De todas formas,
aquí estamos para analizar lo que hay (literariamente hablando) y no tanto para
hacer suposiciones (aunque pueda ser divertido hacerlas).
En cuanto al lenguaje, ya hemos ido anotando los principales
recursos retóricos. Además de los vulgarismos en el imperativo, encontramos
rasgos dialectales y coloquiales como la relajación de la –d intervolcálica, que
es un clásico del dialecto andaluz (aceitunao, enterrao, olvidao) o la apócope
de sílabas finales (atravesá, resigná, ensangrentá)
Por que no dice usted nunca el nombre de los autores de la canción ?
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