sábado, 30 de marzo de 2024

Ayer (Gloria Estefan): en busca de una segunda oportunidad

¿Qué tal un poquito de salsa para amenizar esto? Los ritmos latinos y cubanos son ideales para bailar, y más ahora que se acercan los meses de buen tiempo (aunque esta Semana Santa esté pasada por agua). Hoy vamos a analizar una canción de Gloria Estefan del año 1993, perteneciente al álbum Mi tierra, que tanto éxito tuvo. Se titula Ayer. 

El mensaje está cargado de buenrollismo: hay que disfrutar de la vida, que es corta, y gozar de los placeres que esta nos proporciona antes de que sea tarde. Ante los problemas amorosos no hay nada mejor que arrinconar el orgullo y aprender a perdonar para recuperar aquello que nos ilusiona, y ser felices


Ayer encontré la flor que  me diste Imagen del amor que me ofreciste

Aun guarda fiel el aroma, aquel tierno clavel Ayer encontré la flor que tú me diste

Aun guardo aquella carta que me escribiste De un rojo pasional tenia una marca

Tu firma junto al clavel me puso triste

Aun guardo aquella carta que me escribiste

 

Regresa por favor pues la vida es muy corta Salgamos de la duda y del rencor

Muy bien dice el cantor, lo pasado no importa De todo nuestro orgullo es lo peor

Renovemos la pasión pues la vida es muy corta Llenemos de calor el corazón

Aroma de perdón añora nuestro ser Perfume de ilusión de un nuevo amanecer Frescor de primavera por toda eternidad Aroma de perdón añora nuestro ser

 

Regresa por favor pues la vida es muy corta Salgamos de la duda y del rencor

Muy bien dice el cantor, lo pasado no importa De todo nuestro orgullo es lo peor

Renovemos la pasión pues la vida es muy corta Llenemos de calor el corazón

 

Ayer encontré la flor que  me diste Imagen del amor que me ofreciste

Aun guarda fiel el aroma, aquel tierno clavel Ayer encontré la flor que tú me diste

(Levántense y gocen que la vida es corta Alégrense por fin que lo demás no importa)

Oigan bien sin temor lo que enseña la vida señores No te busques otra herida con el mismo error Oigan bien

 

(Levántense y gocen que la vida es corta Alégrense por fin que lo demás no importa)

 

Tiren ya todas las penas y busquen la vida buena Con cariño y armonía como el agua y la arena Qué bueno

Animense, sacudanse Acérquense sin problema familia Ra-ca-ta-ca-ta, cun-cun-pra

Ya los cueros te llaman, te llaman

(Levántense y gocen que la vida es corta Alégrense por fin que lo demás no importa)

(Levántense y gocen que la vida es corta Alégrense por fin que lo demás no importa)

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¿Os acordáis del bolero Dos Gardenias para ti (Antonio Machín) que analizamos hace ya algún tiempo en este mismo blog? La flor en el tema de Gloria Estefan posee exactamente el mismo valor. 

-Por un lado, como elemento físico o material, que es un regalo que se le hace a la amada como forma de cortejo y conquista (regalar flores a la persona que quieres es un acto típico cortés). 

-Por otro lado, la flor como elemento simbólico o metafórico. La flor representa la propia relación de amor entre los amantes: Ayer encontré la flor que tú me distes, imagen del amor que me ofreciste. Esto es un mecanismo típico de la lírica clásica y renacentista: proyectar el amor sobre un elemento de la Naturaleza.

Los verbos de transferencia (diste, ofreciste) reflejan la concepción materialista y posesiva del sentimiento amoroso, el cual pertenece al alma humana y necesita materializarse sí o sí de una forma concreta, desde el punto A (amado) al punto B (amada). La flor no es más que un símbolo que permite representar la irradiación de la pasión de una persona a otra. Algo que es abstracto e inmaterial (amor), para ser entendido y comprendido, necesita convertirse en algo tangible, formal, concreto (la flor que pasa de una mano a otra).

El yo utiliza verbos en pretérito perfecto simple (diste, ofreciste). Por lo tanto, se supone que ese amor forma parte de un tiempo anterior, ya no está en el presente. Es un contexto de desamor, ruptura, separación. Aunque una relación pertenezca al pasado, nos podemos encontrar en el presente con elementos o realidades que nos evocan a ese vínculo afectivo anterior, y al contemplarlos o percibirlos, nos hacen recordar muchas cosas, que generan sensaciones, impresiones, sentimientos...En definitiva, no nos dejan indiferente. 

Nuestra alma se revuelve cuando vemos “cosas” que nos evocan a esa persona que tanto queríamos. La protagonista se topa con la flor que le dio el amado (encontré). Y eso le genera pensamientos, emociones, análisis, reflexiones…Esa persona todavía sigue siendo importante, aunque no estén juntos. Todavía queda algo de ese amor pasado

A pesar del paso del tiempo, la flor sigue conservando su olor, que es el elemento que la hace más atractiva y placentera: aún guarda el aroma aquel tierno clavel. Aplicado a la relación, la amada todavía sigue pensando en el amado y en todas las cosas positivas que le reportó.

Aunque hayan roto, lo recuerda con mucho cariño y evoca con nostálgica la felicidad que sintió con él. Los elementos virtuosos (el olor del clavel) no se pierden del todo. El amante, igual.

Con el objetivo de dar variedad al vocabulario y evitar la repetición de la misma palabra todo el rato, el autor recurre a las relaciones semánticas de inclusión. Por un lado, hay un término genérico, que indica el conjunto (flor). Y por otro lado, un término más concreto y específico que alude a la clase (clavel).

La voz poética conserva todos sus recuerdos físicos de la relación con el amado: Aun guardo aquella carta que me escribiste, de un rojo pasional tenía una marca. Tu firma junto al clavel me puso triste. Como podéis observar, el léxico está relacionado con elementos que connotan perduración y conservación (guardo, carta, marca, firma)

El adverbio de tiempo (aún) es una forma de marcar el vínculo con el amado en el plano del pensamiento, que perdura desde el pasado al presente actual. Aunque técnicamente ya no estén juntos y el tiempo ha corrido, ella jamás va a olvidarlo. No va a desaparecer de su mente. Cuando algo te marca tanto, te deja una huella tan grande que resulta imposible borrar. Es absurdo intentar olvidar épocas del pasado, y más, si has vivido momentos felices y pasionales.

El color rojo simboliza la pasión, la intensidad con la que se vivió ese amor. Esas cartas reflejan el sentimiento tan fuerte que se vivió entre los dos miembros de la pareja. Al recordar esos momentos de felicidad y bienestar, la voz poética languidece, decae anímicamente (tu firma junto al clavel me puso triste). Se da cuenta de que ahora no es feliz, de que le falta algo para sentirse realizado.

Cuando el yo contempla desde el presente los restos, los vestigios, los rastros, las marcas, las huellas de una época pasada feliz (las cartas, el clavel, la firma…) siente la necesidad de recuperar al amado. Se vuelve a ilusionar otra vez. De nuevo surge la magia, la chispa, el entusiasmo y las ganas de querer. Entiende cuál es el sentido de su vida. 

Al perder una cosa, es cuando te das cuenta de lo importante que era para ti, y la añoras. En el terreno amoroso pasa igual: hasta que esa persona tan especial no se va de tu vida, no valoras su trascendencia. real. Tenías la felicidad en tus narices y no eras consciente. Y solo cuando te das de bruces con los recuerdos del pasado, llegan los lloros y dices: pero qué plenitud tenía con esta persona, qué tonto soy y no merece la pena acabar así por una tontería…ay, el orgullo. Cuánto daño nos hace!!!!!!!! 

Está claro que al evocar a esa persona (en este caso, a través de la flor, la firma, la epístola…) todavía sientes un nudo en el estómago, ves que sigues sintiendo algo por ella y te llega la inspiración. Se puede rectificar y cambiar el rumbo de la historia

Por eso, en el estribillo, la voz del poema invita al amado a recuperar la relación, mediante el imperativo (regresa), y el ruego con fórmula de cortesía (por favor).

Se recurre al tópico del carpe diem: hay que aprovechar el tiempo, disfrutar de los placeres de la vida (entre ellos el amor), ya que esta es breve (regresa por favor, pues la vida es muy corta) y cuando nos queramos dar cuenta ya estaremos a punto de irnos al otro barrio. No merece la pena sufrir y pasarlo mal para cuatro días que vamos a vivir. Esto conecta con las teorías hedonistas de la lírica clásica y renacentista. El tiempo avanza, no se detiene (el tópico del tempus fugit) y no merece la pena perder el tiempo con historias para no dormir

Es una lástima que algo tan bonito se vaya a la M por una cuestión de ego. Muchas veces no somos conscientes de las tonterías que tenemos encima. La gente discute, riñe y se le va la boca por cuatro banalidades que tienen solución. De ahí que el yo poético haga una invitación en primera persona del plural a dejarse de pamplinas e idioteces que no merecen la pena: salgamos de la duda y el rencor. 

La duda (no estar seguro del amor) y el rencor (la necesidad de devolver las cosas malas que nos hacen) son elementos nocivos, tóxicos, no aportan nada, no sirven para nada, nos hacen perder el tiempo y nos alejan de la persona  que queremos. La gente gasta energía vital desconfiando del otro o buscando una ofensa en cualquier detalle nimio. En lugar de disfrutar y ser feliz con esa persona, la vida se consume en estas absurdeces: es que no me ha llamado por teléfono, es que no quiere venirse conmigo a tal sitio, es que saluda mucho a su amiga de la facultad, es que me ha dicho esto cuando yo quería oír lo otro….

Al final, todo esto son pamplinas que lo único que hacen es molestar, quitar espacio a lo importante, chupar las ganas de vivir. Lo que esta canción quiere decir es que debemos dejarnos de tonterías y gozar un poco más de lo que tenemos, que es mucho, en lugar de hacernos pajas mentales y comernos la cabeza por cosas que ni existen. Que luego cuando lo perdemos, andamos con quejas y lloriqueos.

Para dar fuerza a esta tesis (hay que disfrutar de la vida que son cuatro días) el yo poético recurre al argumento de autoridad: muy bien dice el cantor, lo pasado no importa. La valoración subjetiva (muy bien), y el sujeto creativo/transmisor de mensajes universales (cantor) realzan este pensamiento de que hay que centrarse más en el aquí y el ahora, y menos en el ayer. 

El pasado es algo que ya ocurrido…¿Para qué darle más vueltas? Lo hecho, hecho está. ¿Para qué gastar fuerzas en algo que ya pasó, que por mucho que digamos ya no va a poder ser de otra forma, en lugar de vivir lo que tenemos encima, que es mucho? Cada segundo que pasa es irrecuperable. Si gastamos el tiempo en discutir cosas absurdas que ya pasaron, no vamos a disfrutar del presente actual, que también se pierde a cada instante que pasa, y no somos conscientes.

El mensaje es claro: hay que dejarse de egos, prepotencias, soberbias, engreimientos, arrogancias, altiveces y vanidades. Todas estas cosas lo único que hacen es amargarnos la vida a nosotros y a todos nuestros seres queridos. Esto se expresa con el superlativo: de todo nuestro orgullo es LO PEOR. 

Aunque tengamos razón o creamos tenerla, y la otra parte no la tenga o creamos que no la tiene, no merece la pena poner en riesgo la felicidad. Todos nos podemos equivocar y cometer errores. Llevar la razón, al final, no sirve para nada. Y a veces, merece la pena rebajarse un poquito y ser humilde (como hace la protagonista de la canción pidiendo por favor al amado que vuelva) y por lo menos ser felices. No somos conscientes, pero el egocentrismo y el narcisismo nos hacen mucho daño.

El estribillo se cierra con el yo poético invitando al amado a recuperar lo perdido (renovemos la pasión pues la vida es muy corta). Desde esta perspectiva, vemos que es posible rectificar, cambiar las cosas, darle la vuelta a la vida, todo tiene solución, las segundas oportunidades merecen la pena ya que pueden ser el pasaporte para la plenitud. Todo tiene remedio menos la muerte. Es una lástima que el orgullo, las dudas, o el rencor acaben con algo tan puro y nos conviertan en unos infelices y asqueados. 

El amor se identifica con elementos que irradian calor y luz, en la línea del pensamiento místico (Cantar de los Cantares, San Juan…): llenamos de calor el corazón. El yo poético nos invita a vivir el amor, a apasionarnos de la vida y de las personas que merecen la pena. Tener sentimientos bonitos es un placer. Solo por eso merece la pena la existencia. 

En la segunda estrofa, la voz lírica alude a esa necesidad de rectificar y dar el primer paso por parte de ambos, mediante el posesivo de primera persona del plural: Aroma de perdón añora nuestro ser.

Las metáforas olorosas dan fuerza a la iniciativa: aroma de perdón, perfume de ilusión. Los amantes se ven invadidos por la necesidad de solucionar el problema, analizar su situación, aclarar las cosas, y empezar de cero. El olor se contagia, lo mismo que la voluntad de retomar la relación. Después de haber sentido la soledad, se han dado cuenta de que se necesitan. La imagen del orto (comienzo del día) representa el inicio de un ciclo, de una etapa, de un periodo (de un nuevo amanecer), con los ánimos renovados, las ilusiones puestas al máximo, como si no hubiera pasado nada. De ahí las imágenes sensuales, idealizadas y naturales (frescor de primavera), y también, hiperbolizadas (para la eternidad)

El yo poético adopta una postura extásica y triunfalista al final del tema para celebrar la reconciliación de la pareja. Se regodea en el placer, la alegría de vivir, la felicidad y la euforia, invitando al receptor a que disfrute de las cosas buenas de la vida. Comparte su vitalismo con la gente, involucrándola en todo momento mediante la segunda persona del plural de cortesía (levántense, goce, alégrense): levántense y gocen que la vida es corta, alégrense por fin que lo demás no importa. 

La existencia dura un suspiro. Cuando nos queramos dar cuenta seremos unos viejos. Por eso, hay que disfrutar como si no hubiera un mañana, dando prioridad a los elementos positivos sobre los negativos. Estos últimos quedan repudiados, rebajados y menospreciados. No tienen relevancia en el texto (lo demás no importa)

Además de hacernos bailar y pasar un rato divertido con una melodía tan salsera y tan latina, el autor quiere transmitir una enseñanza a través de la canción, que esta sea útil, interesante, y que la gente aprenda a gestionar su vida de una forma sana. Por lo tanto, el tema esconde una intención didáctica y comunicativa. 

El lector reflexiona sobre lo escuchado, capta un mensaje y lo aplica a su vida para mejorar como ser humano. El yo apela al receptor y reclama su atención mediante el imperativo (oigan bien lo que enseña la vida...). La propia existencia queda personificada: nos da lecciones, nos enseña cosas, y nosotros las asimilamos

En el siguiente verso queda materializada la moraleja: no te busques otra herida con el mismo error. Vemos claramente el influjo del empirismo. La experiencia es fuente de conocimiento. Equivocarse no es malo. Gracias a los errores aprendemos a no repetir nuestras malas conductas. Es posible rectificar y cambiar el curso de la vida. Esta segunda oportunidad que se dan los amados sirve para cambiar el chip de los personajes

La herida como metáfora de la adversidad es un clásico de la lírica. Cuando nos caemos, aprendemos a levantarnos, y a resurgir de nuestras cenizas, no repitiendo las cosas que se hicieron mal. Con esto se consigue cambiar el devenir existencial y convertir la amargura en plenitud

Mediante el verbo de hallazgo (busquen la vida buena) y el de despojo (tiren ya todas las penas) el yo anima a hacer una labor de discriminación entre lo positivo y lo negativo. Hay que quedarse con lo primero y desechar lo segundo. La vida es fugaz. No se puede perder en disquisiciones y perturbaciones mentales. Las penas y las miserias no deben afectarnos en exceso. Hay que aceptarlas con naturalidad, tal como defienden los estoicos. Esto se plasma en la comparación: con cariño y armonía como el agua y la arena.

La alegría de vivir de la voz lírica se plasma con exclamaciones (qué bueno), imperativos al disfrute (anímense, sacúdanse, acérquense sin problema), invocaciones al público (familia), el juego sonoro del significante (ra-ca-ta-ca-ta, cun-cun-para) y la personificación (los cueros te llaman).

Los tambores, bongos, timbales y demás instrumentos de percusión tienen una membrana de cuero que se golpea. Este verso onomatopéyico (ra-ca-ta-ca) hace referencia al ritmo creado con el golpe al cuero. El yo invita en una actitud cuasi epicúrea, a disfrutar de un placer tan instintivo como es la música.

Esta canción representa la fórmula horaciana del prodesse et deleitare. El tema es agradable, divertido, te mueves, pasas un buen rato, pero también, aprendes cosas, hay un mensaje, te hace reflexionar, ves plasmada una filosofía de vida y si quieres, puedes animarte a practicarla.

Predomina el verso de arte mayor (de nueve sílabas o más). En las estrofas los versos se agrupan en bloques de cuatro. Riman primero, segundo y cuarto, y el tercero queda libre: AA-A. El estribillo consta de un cuarteto (13A 11B 13A 11B) y dos versos sueltos. En la última sección se alternan pareados (corta-importa, buena-arena) con estrofas libres (señores-error-bien)


sábado, 16 de marzo de 2024

Tú no te has ido (Marifé de Triana): cuerpo muerto pero espíritu vivo

Al igual que Rocío Jurado, Marifé de Triana también lo pasó mal con la muerte de su madre y quiso reflejar este doloroso trance en la interpretación de una de sus coplas. La canción fue compuesta por el maestro Rafael Rabay en el año 1990 y se titula Tú no te has ido. 

La composición pertenece al penúltimo disco de la artista de Burguillos (Canta mi corazón), con temas a medio camino entre la copla y la balada. El intimismo de las estrofas y el desgarro de los estribillos marcan el carácter elegíaco del poema, el cual, además, sirvió para que Marifé homenajeara a la mujer que le dio la vida. La actriz de la copla solo puso una condición: que en la letra no apareciera la palabra "madre". Y así se hizo. 


Siento en el aire la huella profunda,
que tuve en la vida y un día perdí.
Sigue en mi mente, atada en mi alma,
envuelta en mis cosas, muy dentro de mí.
Rompió sus años siendo brújula en mi vida;
fue leña y fuego cuando el frío me vencía.
Era pañuelo de mis lágrimas caídas;
me regalaba cada día una fantasía.

Tú no te has ido, tú no te has ido,
aunque se oponga la vida y el tiempo,
tú sigues conmigo.
Tú no te has ido, tú no te has ido;
no hay libro que pueda explicarme
que yo te he perdido.

Era su mano la que me empujaba
a andar los caminos que quise vencer.
Vela ante el viento de noches amargas,
que ansiosa buscaba el amanecer.
Cuando el cansancio, la batalla me ganaba,
era mi estrella mi silencio y mi almohada.
La luna quieta, que de la noche colgaba,
y la impaciencia por que al fin me despertara.

Tú no te has ido, tú no te has ido,
aunque se oponga la vida y el tiempo,
tú sigues conmigo.
Tú no te has ido, tú no te has ido;
no hay libro que pueda explicarme
que yo te he perdido.
Tú no te has ido,
tú no, no te has ido.

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El poema presenta una visión de la vida y la muerte en la línea del pensamiento de Jorge Manrique. Ya os lo dije el día anterior: vivir no significa “estar presente en la vida terrenal”, sino “estar presente en el pensamiento de otros”. 

Todas las personas, por diferentes motivos (ya sea enfermedad, accidente, edad avanzada…) mueren en el plano físico-corporal. ¿Qué significa esto? Desaparecen de la faz de La Tierra, dejan de existir como entes concretos del mundo. La vida se acaba. Sin embargo, mientras estos seres estén en la memoria y el recuerdo de los que quedamos vivos, su espíritu nunca morirá del todo. Aunque el cuerpo desaparece, el alma permanece entre nosotros. Por eso, el yo poético se niega a aceptar la muerte en un sentido de totalidad: Tú no te has ido. De algún modo, la madre sigue vinculada al mundo terrenal aunque no esté

Mediante esta negación, la protagonista quiere dejar claro que su progenitora sigue viva en su memoria y pensamiento. Mientras la siga recordando y queriendo, nunca morirá. La muerte se produce cuando alguien deja de ser recordado por otras personas. Por tanto, la vida y la muerte son conceptos que dependen de la voluntad del ser humano. 

De esta forma, el ser humano tiene capacidad de controlar la existencia de otros gracias al pensamiento. La muerte no es un acto involuntario, sino voluntario. El poder del amor y de la mente del hombre son tan grandes que pueden vencer a las verdades y conceptos científicos más universales y evidentes, tal como refleja la personificación de elementos abstractos: Aunque se oponga la vida y el tiempo, tú sigues conmigo

Hay que distinguir dos dimensiones:

-El plano de la ciencia, la objetividad, lo material, lo racional, lo concreto: Es lo que pasa en la realidad, en la vida terrenal. Abarca lo que podemos ver/percibir/tocar: el cuerpo de la madre se ha ido (muerte). Tarde o temprano, todo el mundo tiene que dejar este mundo, y eso está comprobado científicamente y no se puede hacer nada por evitarlo. El cuerpo no es eterno. 

-El plano de la fe, la subjetividad, lo emocional, lo espiritual. Sucede en la mente y en el pensamiento de cada uno, de una manera íntima y personal: el cuerpo de la madre se ha ido, pero no el amor y los recuerdos hacia ella. Todo el mundo puede dejar huella en el mundo, tanto en los seres queridos como en la sociedad. Esta muerte sí puede evitarse si nos lo curramos un poquito en la manera de actuar y de comportarnos. 

En mayor o menor medida, todas las personas aportamos nuestro granito de arena al mundo, y aunque nos hayamos ido, la gente nos puede recordar gracias a nuestras obras. Pensad en grandes personajes de nuestra historia (Cervantes, Da Vinci, Cristóbal Colón…). Aunque hayan pasado siglos, todo el mundo los conoce gracias a su legado. En cierta medida, no han muerto. Esto mismo lo podemos aplicar a un ámbito familiar, doméstico e íntimo: nuestra madre nos ha dado todo su amor, ha luchado durante toda su vida para que seamos felices, se ha sacrificado. Aunque no esté, siempre la vamos a tener en nuestra mente. 

Al final, el sentimiento es más fuerte que la biología. Por mucho que pase el tiempo y llegue la muerte física, los recuerdos hacia la persona que quieres seguirán estando ahí. El óbito no es capaz de vencer al espíritu. Las raíces están bien sujetas a la tierra. El cariño es imborrable. De ahí, el tono virulento del yo poético. Su actitud nos recuerda a la de los románticos que desafiaban las leyes de la Naturaleza: los conceptos físicos no son tan poderosos como nosotros pensamos. 

La mente humana es tan poderosa que se enfrenta a las reglas lógicas. El nexo subordinado concesivo (aunque se oponga…) implica la presencia de un obstáculo, pero este no impide la consecución de la acción principal (tú sigues conmigo). Por eso, el estribillo resulta romántico y desgarrador.

Esta visión de la vida como presencia en el pensamiento de otros atenúa la crudeza de la propia muerte. Es un mecanismo de defensa de nuestra mente en busca de consuelo, serenidad y paz interior. Cuando un ser querido no está con nosotros, sentimos cierto bienestar al recordarlo, que nos da motivación y un chute de energía vital.

No obstante, esto no implica la desaparición absoluta del dolor por la muerte. Ver cómo un ser querido abandona la vida terrenal es un trance demoledor para el yo poético. La pena es tan grande que no hay manera de encontrar la palabra exacta para definirla. Se ve incapaz de decir cómo se siente. ¿Recordáis el proceso místico? Cuando estamos afectados (ya sea por placer como en la mística o dolor como en la elegía) resulta difícil explicar de manera precisa cómo nos encontramos

La pérdida de la madre es un hecho inefable para la voz lírica, tal como se refleja en la metonimia: No hay libro que pueda explicarme que yo te he perdido. Se hace alusión al continente (libro) por el contenido (palabras de ese libro). Es muy complicado materializar con palabras el dolor del yo

Las reiteraciones (Tú no te has ido, Tú no te has ido) dotan de intensidad a la composición y enfatizan la pena de la protagonista. Está claro que hay un hito vital (muerte maternal) que le perturba, le provoca tristeza y desgarro.

Durante las estrofas, la voz poética homenajea a la figura de la madre. La copla adquiere algunos rasgos del himno. Los himnos son composiciones que tienen como objetivo alabar a un personaje de especial relevancia social, en un tono de majestuosidad y grandiosidad. En este caso, no se trata de alguien famoso o conocido por la sociedad, sino de una persona anónima, de la calle, muy discreta, desconocida por el gran público, pero de gran importancia en la vida de la protagonista como es su madre. 

Para el yo poético, la figura de la progenitora es trascendental en su periplo existencial (aunque nadie la conozca y no sea alguien famosa). La protagonista "eleva a los altares" a un ser que forma parte de su realidad más íntima, como si fuera alguien relevante socialmente y que merece todos los honores

Una persona es importante para nosotros cuando nos marca, nos deja huella, nos impregna de su esencia, tanto en vida, como cuando no está. Es la metáfora del tatuaje que tantas veces hemos visto en el blog: siento en el aire una huella profunda….Cuando quieres a alguien, el amor sigue siendo el mismo, esté vivo o muerto: siento en el aire la huella profunda que tuve en la vida y un día perdí. Las antítesis (tuve/perdí, vida/perdí) marcan el tránsito de la vida a la muerte, pero a la vez engrandecen la vinculación, la cual permanece inmutable aunque la persona haya fallecido.

La unión madre-hija se representa con imágenes que implican enlace, contacto y fusión, que evocan la llamada vía unitiva de la poesía mística: sigue en mi mente, atada a mi alma, envuelta en mis cosas, muy dentro de mí. 

La imagen del Dios (madre) en el interior del alma humana (hija) recuerda al Animal de fondo de Juan Ramón Jiménez. La esencia de la progenitora está presente de una manera inherente en la descendencia. Da cohesión y sentido a la existencia de la hija (envuelta en mis cosas...). En todas nuestras vivencias, conflictos, problemas y vicisitudes cotidianas tenemos en mente a la mujer que nos dio la vida. 

Los hijos existen porque provienen de una madre que les ha parido. Muchos de los rasgos físicos y de carácter se heredan genéticamente, pasan de generación en generación. Así funciona la biología. En una hija percibimos rasgos que nos evocan a la madre. Las dos se encuentran vinculadas por una relación de dependencia absoluta. El nexo es el amor. Por eso, la madre no muere del todo, se resiste a despegarse de los pensamientos de la hija (sigue en mi mente, atada a mi alma).

El posesivo de primera persona (mi mente, mi alma, mis cosas) y el pronombre (dentro de mí), además de dotar de introspección e intimismo a la composición, reflejan el devenir de las leyes naturales en lo que respecta a la vida y la muerte. Lo normal es que una madre fallezca antes que su hija. Por tanto, una vez la progenitora abandone físicamente el mundo, es la heredera la que toma el protagonismo, la que sigue en el camino de la vida, la que tiene que defenderse por si sola. La madre no es más que una pieza secundaria o subordinada en esta unión. La hija coge el relevo y continúa el periplo vital recordando a su madre, pero aprendiendo a vivir sin su presencia física. Es hora de que los jóvenes cojan las riendas

En los himnos es frecuente encontrarse elogios y vítores hacia el personaje homenajeado. En este caso, las alabanzas se plasman con metáforas, las cuales reflejan lo importante que es una madre para una hija. Las madres, ayudan a sus hijos a orientarse en la vida para que elijan el camino mejor. La brújula y la vela simbolizan la guía: Rompió sus años siendo brújula en mi vida, Vela ante el viento. 

Las madres nos ayudan a tomar decisiones, nos aconsejan, nos invitan a analizar los conflictos, nos dan pautas vitales, nos ofrecen bienestar material (casa, comida, cama, dinero...). En definitiva, nos enseñan a vivir y nos sacan de situaciones difíciles. Esto se refleja mediante las metáforas antitéticas del calor y del hielo: fue leña y fuego cuando el frío me vencía. Cuando una hija, por diferentes circunstancias vitales lo pasa mal, ahí está la madre para ofrecer su apoyo

El amor materno-filial se expresa con la alegoría. En esta aparecen elementos que son dependientes y se necesitan mutuamente para ejercer utilidad: Era pañuelo de mis lágrimas caídas. El pañuelo (madre) se utiliza para secar las lágrimas (hija). Las madres ayudan a sus hijos en los momentos más duros, tanto de forma material como espiritual (nos dan ánimo, consuelo, aliento) para seguir viviendo.

A lo largo del poema se da una visión del amor maternal como elemento vitalizador y regenerador, muy en la línea de la poética renacentista. La madre se representa metafóricamente como una fuerza que nos motiva a seguir adelante, superando los obstáculos y adversidades que nos pone la vida: Era su mano la que me empujaba a andar los caminos que quise vencer. 

Gracias a una madre, estas dificultades se superan más fácilmente. Las marcas de tercera persona (SU mano) se integran en la estructura sintáctica con las de primera (ME empujaba, quisE vencer), con el fin de enfatizar la unión entre madre-hija, que genera la fuerza necesaria para resolver los problemas. 

Las adversidades y sentimientos negativos que nos trae la vida se expresan con adjetivos sensitivos que denotan malestar y sensación desagradable: noches AMARGAS. Las madres nos ayudan a poner fin a esos males, a dar solución a los problemas, a cerrar malas etapas de nuestra vida, tal como se expresa con la antítesis lumínica: Vela ante el viento NOCHES amargas que ansiosa buscaba el AMACER

La oscuridad representa los momentos más duros y difíciles del periplo vital. La luz representa el fin de esos malos momentos y la llegada de un periodo de paz espiritual, alegría y optimismo. Esto se ve reforzado por una descripción sobria pero expresiva: La luna quieta, que de la noche colgaba, y la impaciencia por que al fin me despertara. 

La imagen de la Luna serena y quieta en el cielo representa la impasibilidad e inmutabilidad del mundo ante las desgracias que nos ocurren. La gente pasa olímpicamente de nuestros males. La vida sigue y cada uno está pendiente de lo suyo (egoísmo). La única persona que se preocupa por nosotros y desea ansiosamente que se terminen las malas rachas y llegue la buena suerte es nuestra madre.

Otro mecanismo retórico que enfatiza la adversidad vital es la personificación de sentimientos nocivos y perturbadores, los cuales cobran protagonismo mediante la alegoría de la guerra: Cuando el cansancio la batalla me ganaba. Este verso está cargado de pesimismo ya que la vida se concibe como un desgaste debido a las continuas inclemencias y adversidades

El complemento directo (la batalla) se adelanta al verbo (me ganaba). Este hipérbaton da emotividad al poema y refleja un estado de lucha por la vida. En los momentos malos siempre está nuestra madre dispuesta a ayudarnos, tal como refleja la enumeración de metáforas: era mi estrella, mi silencio y mi almohada

Una madre quiere que su hijo sea feliz y se sienta realizado, es decir, llegue a cumplir sus aspiraciones, sueños, proyectos, deseos y metas vitales. La mujer que nos dio la vida busca nuestra plenitud: Me regalaba cada día una fantasía. 

El verbo regalar implica transferir o dar algo, que normalmente es positivo, a alguien, a quien tenemos aprecio. Las madres son felices viendo a sus hijos materializando sus pasiones. Si sus retoños son felices, ellas también lo son. Por eso contribuyen en todo lo que puedan para que seamos felices. 

Respecto a la métrica, las estrofas están formadas por la combinación de dos serventesios, es decir, cuatro versos de arte mayor que riman primero con tercero y segundo con cuarto: ABAB. La rima es asonante (perdí-mi, vida-caídas, vencía-fantasía, empujaba-amarga).

Los estribillos siguen este esquema: 10A 11- 6a 10A 9- 6a