sábado, 16 de marzo de 2024

Tú no te has ido (Marifé de Triana): cuerpo muerto pero espíritu vivo

Al igual que Rocío Jurado, Marifé de Triana también lo pasó mal con la muerte de su madre y quiso reflejar este doloroso trance en la interpretación de una de sus coplas. La canción fue compuesta por el maestro Rafael Rabay en el año 1990 y se titula Tú no te has ido. 

La composición pertenece al penúltimo disco de la artista de Burguillos (Canta mi corazón), con temas a medio camino entre la copla y la balada. El intimismo de las estrofas y el desgarro de los estribillos marcan el carácter elegíaco del poema, el cual, además, sirvió para que Marifé homenajeara a la mujer que le dio la vida. La actriz de la copla solo puso una condición: que en la letra no apareciera la palabra "madre". Y así se hizo. 


Siento en el aire la huella profunda,
que tuve en la vida y un día perdí.
Sigue en mi mente, atada en mi alma,
envuelta en mis cosas, muy dentro de mí.
Rompió sus años siendo brújula en mi vida;
fue leña y fuego cuando el frío me vencía.
Era pañuelo de mis lágrimas caídas;
me regalaba cada día una fantasía.

Tú no te has ido, tú no te has ido,
aunque se oponga la vida y el tiempo,
tú sigues conmigo.
Tú no te has ido, tú no te has ido;
no hay libro que pueda explicarme
que yo te he perdido.

Era su mano la que me empujaba
a andar los caminos que quise vencer.
Vela ante el viento de noches amargas,
que ansiosa buscaba el amanecer.
Cuando el cansancio, la batalla me ganaba,
era mi estrella mi silencio y mi almohada.
La luna quieta, que de la noche colgaba,
y la impaciencia por que al fin me despertara.

Tú no te has ido, tú no te has ido,
aunque se oponga la vida y el tiempo,
tú sigues conmigo.
Tú no te has ido, tú no te has ido;
no hay libro que pueda explicarme
que yo te he perdido.
Tú no te has ido,
tú no, no te has ido.

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El poema presenta una visión de la vida y la muerte en la línea del pensamiento de Jorge Manrique. Ya os lo dije el día anterior: vivir no significa “estar presente en la vida terrenal”, sino “estar presente en el pensamiento de otros”. 

Todas las personas, por diferentes motivos (ya sea enfermedad, accidente, edad avanzada…) mueren en el plano físico-corporal. ¿Qué significa esto? Desaparecen de la faz de La Tierra, dejan de existir como entes concretos del mundo. La vida se acaba. Sin embargo, mientras estos seres estén en la memoria y el recuerdo de los que quedamos vivos, su espíritu nunca morirá del todo. Aunque el cuerpo desaparece, el alma permanece entre nosotros. Por eso, el yo poético se niega a aceptar la muerte en un sentido de totalidad: Tú no te has ido. De algún modo, la madre sigue vinculada al mundo terrenal aunque no esté

Mediante esta negación, la protagonista quiere dejar claro que su progenitora sigue viva en su memoria y pensamiento. Mientras la siga recordando y queriendo, nunca morirá. La muerte se produce cuando alguien deja de ser recordado por otras personas. Por tanto, la vida y la muerte son conceptos que dependen de la voluntad del ser humano. 

De esta forma, el ser humano tiene capacidad de controlar la existencia de otros gracias al pensamiento. La muerte no es un acto involuntario, sino voluntario. El poder del amor y de la mente del hombre son tan grandes que pueden vencer a las verdades y conceptos científicos más universales y evidentes, tal como refleja la personificación de elementos abstractos: Aunque se oponga la vida y el tiempo, tú sigues conmigo

Hay que distinguir dos dimensiones:

-El plano de la ciencia, la objetividad, lo material, lo racional, lo concreto: Es lo que pasa en la realidad, en la vida terrenal. Abarca lo que podemos ver/percibir/tocar: el cuerpo de la madre se ha ido (muerte). Tarde o temprano, todo el mundo tiene que dejar este mundo, y eso está comprobado científicamente y no se puede hacer nada por evitarlo. El cuerpo no es eterno. 

-El plano de la fe, la subjetividad, lo emocional, lo espiritual. Sucede en la mente y en el pensamiento de cada uno, de una manera íntima y personal: el cuerpo de la madre se ha ido, pero no el amor y los recuerdos hacia ella. Todo el mundo puede dejar huella en el mundo, tanto en los seres queridos como en la sociedad. Esta muerte sí puede evitarse si nos lo curramos un poquito en la manera de actuar y de comportarnos. 

En mayor o menor medida, todas las personas aportamos nuestro granito de arena al mundo, y aunque nos hayamos ido, la gente nos puede recordar gracias a nuestras obras. Pensad en grandes personajes de nuestra historia (Cervantes, Da Vinci, Cristóbal Colón…). Aunque hayan pasado siglos, todo el mundo los conoce gracias a su legado. En cierta medida, no han muerto. Esto mismo lo podemos aplicar a un ámbito familiar, doméstico e íntimo: nuestra madre nos ha dado todo su amor, ha luchado durante toda su vida para que seamos felices, se ha sacrificado. Aunque no esté, siempre la vamos a tener en nuestra mente. 

Al final, el sentimiento es más fuerte que la biología. Por mucho que pase el tiempo y llegue la muerte física, los recuerdos hacia la persona que quieres seguirán estando ahí. El óbito no es capaz de vencer al espíritu. Las raíces están bien sujetas a la tierra. El cariño es imborrable. De ahí, el tono virulento del yo poético. Su actitud nos recuerda a la de los románticos que desafiaban las leyes de la Naturaleza: los conceptos físicos no son tan poderosos como nosotros pensamos. 

La mente humana es tan poderosa que se enfrenta a las reglas lógicas. El nexo subordinado concesivo (aunque se oponga…) implica la presencia de un obstáculo, pero este no impide la consecución de la acción principal (tú sigues conmigo). Por eso, el estribillo resulta romántico y desgarrador.

Esta visión de la vida como presencia en el pensamiento de otros atenúa la crudeza de la propia muerte. Es un mecanismo de defensa de nuestra mente en busca de consuelo, serenidad y paz interior. Cuando un ser querido no está con nosotros, sentimos cierto bienestar al recordarlo, que nos da motivación y un chute de energía vital.

No obstante, esto no implica la desaparición absoluta del dolor por la muerte. Ver cómo un ser querido abandona la vida terrenal es un trance demoledor para el yo poético. La pena es tan grande que no hay manera de encontrar la palabra exacta para definirla. Se ve incapaz de decir cómo se siente. ¿Recordáis el proceso místico? Cuando estamos afectados (ya sea por placer como en la mística o dolor como en la elegía) resulta difícil explicar de manera precisa cómo nos encontramos

La pérdida de la madre es un hecho inefable para la voz lírica, tal como se refleja en la metonimia: No hay libro que pueda explicarme que yo te he perdido. Se hace alusión al continente (libro) por el contenido (palabras de ese libro). Es muy complicado materializar con palabras el dolor del yo

Las reiteraciones (Tú no te has ido, Tú no te has ido) dotan de intensidad a la composición y enfatizan la pena de la protagonista. Está claro que hay un hito vital (muerte maternal) que le perturba, le provoca tristeza y desgarro.

Durante las estrofas, la voz poética homenajea a la figura de la madre. La copla adquiere algunos rasgos del himno. Los himnos son composiciones que tienen como objetivo alabar a un personaje de especial relevancia social, en un tono de majestuosidad y grandiosidad. En este caso, no se trata de alguien famoso o conocido por la sociedad, sino de una persona anónima, de la calle, muy discreta, desconocida por el gran público, pero de gran importancia en la vida de la protagonista como es su madre. 

Para el yo poético, la figura de la progenitora es trascendental en su periplo existencial (aunque nadie la conozca y no sea alguien famosa). La protagonista "eleva a los altares" a un ser que forma parte de su realidad más íntima, como si fuera alguien relevante socialmente y que merece todos los honores

Una persona es importante para nosotros cuando nos marca, nos deja huella, nos impregna de su esencia, tanto en vida, como cuando no está. Es la metáfora del tatuaje que tantas veces hemos visto en el blog: siento en el aire una huella profunda….Cuando quieres a alguien, el amor sigue siendo el mismo, esté vivo o muerto: siento en el aire la huella profunda que tuve en la vida y un día perdí. Las antítesis (tuve/perdí, vida/perdí) marcan el tránsito de la vida a la muerte, pero a la vez engrandecen la vinculación, la cual permanece inmutable aunque la persona haya fallecido.

La unión madre-hija se representa con imágenes que implican enlace, contacto y fusión, que evocan la llamada vía unitiva de la poesía mística: sigue en mi mente, atada a mi alma, envuelta en mis cosas, muy dentro de mí. 

La imagen del Dios (madre) en el interior del alma humana (hija) recuerda al Animal de fondo de Juan Ramón Jiménez. La esencia de la progenitora está presente de una manera inherente en la descendencia. Da cohesión y sentido a la existencia de la hija (envuelta en mis cosas...). En todas nuestras vivencias, conflictos, problemas y vicisitudes cotidianas tenemos en mente a la mujer que nos dio la vida. 

Los hijos existen porque provienen de una madre que les ha parido. Muchos de los rasgos físicos y de carácter se heredan genéticamente, pasan de generación en generación. Así funciona la biología. En una hija percibimos rasgos que nos evocan a la madre. Las dos se encuentran vinculadas por una relación de dependencia absoluta. El nexo es el amor. Por eso, la madre no muere del todo, se resiste a despegarse de los pensamientos de la hija (sigue en mi mente, atada a mi alma).

El posesivo de primera persona (mi mente, mi alma, mis cosas) y el pronombre (dentro de mí), además de dotar de introspección e intimismo a la composición, reflejan el devenir de las leyes naturales en lo que respecta a la vida y la muerte. Lo normal es que una madre fallezca antes que su hija. Por tanto, una vez la progenitora abandone físicamente el mundo, es la heredera la que toma el protagonismo, la que sigue en el camino de la vida, la que tiene que defenderse por si sola. La madre no es más que una pieza secundaria o subordinada en esta unión. La hija coge el relevo y continúa el periplo vital recordando a su madre, pero aprendiendo a vivir sin su presencia física. Es hora de que los jóvenes cojan las riendas

En los himnos es frecuente encontrarse elogios y vítores hacia el personaje homenajeado. En este caso, las alabanzas se plasman con metáforas, las cuales reflejan lo importante que es una madre para una hija. Las madres, ayudan a sus hijos a orientarse en la vida para que elijan el camino mejor. La brújula y la vela simbolizan la guía: Rompió sus años siendo brújula en mi vida, Vela ante el viento. 

Las madres nos ayudan a tomar decisiones, nos aconsejan, nos invitan a analizar los conflictos, nos dan pautas vitales, nos ofrecen bienestar material (casa, comida, cama, dinero...). En definitiva, nos enseñan a vivir y nos sacan de situaciones difíciles. Esto se refleja mediante las metáforas antitéticas del calor y del hielo: fue leña y fuego cuando el frío me vencía. Cuando una hija, por diferentes circunstancias vitales lo pasa mal, ahí está la madre para ofrecer su apoyo

El amor materno-filial se expresa con la alegoría. En esta aparecen elementos que son dependientes y se necesitan mutuamente para ejercer utilidad: Era pañuelo de mis lágrimas caídas. El pañuelo (madre) se utiliza para secar las lágrimas (hija). Las madres ayudan a sus hijos en los momentos más duros, tanto de forma material como espiritual (nos dan ánimo, consuelo, aliento) para seguir viviendo.

A lo largo del poema se da una visión del amor maternal como elemento vitalizador y regenerador, muy en la línea de la poética renacentista. La madre se representa metafóricamente como una fuerza que nos motiva a seguir adelante, superando los obstáculos y adversidades que nos pone la vida: Era su mano la que me empujaba a andar los caminos que quise vencer. 

Gracias a una madre, estas dificultades se superan más fácilmente. Las marcas de tercera persona (SU mano) se integran en la estructura sintáctica con las de primera (ME empujaba, quisE vencer), con el fin de enfatizar la unión entre madre-hija, que genera la fuerza necesaria para resolver los problemas. 

Las adversidades y sentimientos negativos que nos trae la vida se expresan con adjetivos sensitivos que denotan malestar y sensación desagradable: noches AMARGAS. Las madres nos ayudan a poner fin a esos males, a dar solución a los problemas, a cerrar malas etapas de nuestra vida, tal como se expresa con la antítesis lumínica: Vela ante el viento NOCHES amargas que ansiosa buscaba el AMACER

La oscuridad representa los momentos más duros y difíciles del periplo vital. La luz representa el fin de esos malos momentos y la llegada de un periodo de paz espiritual, alegría y optimismo. Esto se ve reforzado por una descripción sobria pero expresiva: La luna quieta, que de la noche colgaba, y la impaciencia por que al fin me despertara. 

La imagen de la Luna serena y quieta en el cielo representa la impasibilidad e inmutabilidad del mundo ante las desgracias que nos ocurren. La gente pasa olímpicamente de nuestros males. La vida sigue y cada uno está pendiente de lo suyo (egoísmo). La única persona que se preocupa por nosotros y desea ansiosamente que se terminen las malas rachas y llegue la buena suerte es nuestra madre.

Otro mecanismo retórico que enfatiza la adversidad vital es la personificación de sentimientos nocivos y perturbadores, los cuales cobran protagonismo mediante la alegoría de la guerra: Cuando el cansancio la batalla me ganaba. Este verso está cargado de pesimismo ya que la vida se concibe como un desgaste debido a las continuas inclemencias y adversidades

El complemento directo (la batalla) se adelanta al verbo (me ganaba). Este hipérbaton da emotividad al poema y refleja un estado de lucha por la vida. En los momentos malos siempre está nuestra madre dispuesta a ayudarnos, tal como refleja la enumeración de metáforas: era mi estrella, mi silencio y mi almohada

Una madre quiere que su hijo sea feliz y se sienta realizado, es decir, llegue a cumplir sus aspiraciones, sueños, proyectos, deseos y metas vitales. La mujer que nos dio la vida busca nuestra plenitud: Me regalaba cada día una fantasía. 

El verbo regalar implica transferir o dar algo, que normalmente es positivo, a alguien, a quien tenemos aprecio. Las madres son felices viendo a sus hijos materializando sus pasiones. Si sus retoños son felices, ellas también lo son. Por eso contribuyen en todo lo que puedan para que seamos felices. 

Respecto a la métrica, las estrofas están formadas por la combinación de dos serventesios, es decir, cuatro versos de arte mayor que riman primero con tercero y segundo con cuarto: ABAB. La rima es asonante (perdí-mi, vida-caídas, vencía-fantasía, empujaba-amarga).

Los estribillos siguen este esquema: 10A 11- 6a 10A 9- 6a


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