lunes, 28 de agosto de 2023

Acuarela (Toquinho): el equilibrio entre predestinación y libre albedrío

La entrada de hoy se la dedico a mi amiga Carmen que acaba de iniciar una nueva etapa como profesora de Lengua y literatura en tierras toledanas. La idea de trabajar con sus alumnos el comentario de textos literarios a través de canciones, tal y como hacemos en este blog desde hace varios años, le ha parecido sensacional, así que en el post de hoy analizaremos un tema que le podría servir perfectamente para sus clases. 

La canción data de 1983. Fue compuesta por el cantautor brasileño Toquinho. El poema concibe la vida como un equilibrio entre predestinación y libre albedrío, aparte de defender el poder de la imaginación para satisfacer nuestros deseos y pasiones. Gracias a la mente, el hombre es capaz de crear cualquier cosa. 


En los mapas del cielo, el sol siempre es amarillo
y la lluvia o las nubes no pueden velar tanto brillo
ni los árboles nunca podrán ocultar el camino,
de la luz hacia el bosque profundo de nuestro destino.

Esa hierba tan verde, se ve como un manto lejano,
que no puede escapar, que se puede alcanzar, sólo con volar.

Siete mares he surcado, siete mares color azul,
yo soy nave, voy navegando, y mi vela eres tú...

Bajo el agua veo peces de colores,
van donde quieren, no los mandas tú...

Por el cielo, va cruzando, por el cielo color azul,
un avión que vuela alto, diez mil metros de altitud,
desde tierra lo saludan con las manos,
se va alejando, no se dónde va, no se dónde va...

Sobre un tramo de vía, cruzando un paisaje de ensueño,
en un tren que me lleva de nuevo a ser muy pequeño,
de una América a otra, tan sólo es cuestión de un segundo,
basta con desearlo y podrás recorrer todo el mundo...

Un muchacho que trepa, que trepa en lo alto de un muro,
si se siente seguro, verá su futuro con claridad...

Y el futuro, es una nave, que por el cielo volará,
a Saturno, después a Marte, nadie sabe dónde llegará,
si le ves venir, si te trae amores, no te los robes sin apurar.

Aprovecha, los mejores, que después no volverán.

La esperanza, jamás se pierde, los malos tiempos pasarán,
piensa que el futuro es una acuarela y tu vida un lienzo,
que colorear, que colorear...

En los mapas del cielo el sol siempre es amarillo
(tú lo pintarás)
y la lluvia o las nubes no pueden velar tanto brillo
(tú lo pintarás)
basta aún desearlo y podrá recorrer todo el mundo
(tú lo pintarás)

......................................................................................

Los primeros versos se centran en la fuerza del destino (también llamado fátum, hado o sino). Se trata de un poder sobrenatural capaz de llevar al hombre a un fin que no ha escogido, y no puede hacer nada por evitarlo. Según esta teoría, nuestros actos y eventos vitales están determinados por una energía, que en este poema está representado por la luz solar, tal como se expresa mediante el lenguaje cartográfico: en los mapas del cielo el sol siempre es amarillo y la lluvia o las nubes no pueden velar tanto brillo.

La luz representa todo aquello que estamos destinados a cumplir, y que nos pertenece sí o sí. Es lo que da sentido a nuestras vidas. Es la función que cada uno desempeña en este mundo. Ningún elemento puede interponerse entre la luz y nosotros. De hecho, todos los elementos atmosféricos opuestos a la luz (nubes, lluvia) no son capaces de opacarla ni de restar intensidad (no pueden velar tanto brillo). El sol sale victorioso. El destino es muy poderoso. 

La oración atributiva con el verbo existencial define la esencia del destino, que por naturaleza es preponderante: el sol siempre es amarillo. Además, el adverbio de frecuencia (siempre) da rotundidad y autoridad a la afirmación. Esto es así y no se puede cambiar. El destino va a estar ahí sí o sí.  

De hecho, el lenguaje cartográfico es convencional. Desde la tradición, en los mapas atmosféricos siempre se ha dibujado un sol amarillo para representar al astro rey. Nadie lo ha cuestionado ni lo ha puesto en duda. Es fruto de un acuerdo social que ha formado parte de la cultura. Ha sido impuesto por voluntad y capricho de alguien, aunque al tratarse de un icono, a diferencia del lenguaje puramente humano (Saussure), hay cierta motivación y componente lógico-racional entre la representación y su significado: el icono es esférico como el sol, es de color cálido como la luz del sol...

Lo que está claro es que nadie puede desafiar al destino. De ahí el poder de la luz, que en la imagen de los versos tres y cuatro sigue manteniéndose con brillo: ni los árboles nunca podrán ocultar el camino de la luz hacia el bosque profundo de nuestro destino.

De nuevo, asistimos a una batalla entre elementos naturales que desafían a la luz (árboles) y la propia luz. La vegetación no es capaz de tapar al sol, que en este caso se refuerza con la metáfora de la vida como vía o camino que tan bien expresó Jorge Manrique en sus Coplas (el camino de la luz...). El ser humano está "condenado" a recorrer ese camino que le lleva a cumplir su función en el mundo. 

El encabalgamiento abrupto enfatiza la virulencia con la que actúan los agentes externos que se oponen al destino (el camino/ de la luz) y aun así este se impone a todo lo demás. Es imposible vencer al fatum por mucho que lo ataquemos 

La función del hombre en el mundo se identifica con un elemento natural que genera misterio, miedo a lo desconocido, aventura, incomodidad, peligro: hacia el bosque profundo de nuestro destino...La incertidumbre de no saber qué nos vamos a encontrar (¿Qué me deparará el destino?) genera vértigo en nosotros. El adjetivo connota una sensación de grandeza e indefinición (profundo). Los bosques son lugares típicos de las novelas de aventura. La vida es una aventura y acechan todo tipo de desafíos. Está claro que en un bosque te van a pasar cosas. A todos nos van a pasar cosas a lo largo de nuestro periplo vital. El mundo no es seguro. En un bosque te pueden pasar tantas y tantas cosas. En la vida igual. 

No obstante, a pesar de la fuerza del destino, el ser humano también tiene control de su vida, puede tomar decisiones, puede salirse de ese camino impuesto por el hado gracias al poder de la imaginación. La mente nos permite alcanzar estados y situaciones que no serían posibles si nos dejáramos arrastrar por lo que nos impone la madre Fortuna. Si el destino es poderoso, la capacidad creativa del hombre también lo es, gracias a su cabecita y predisposición innata al pensamiento. 

El devenir de las cosas está regido por una fuerza ajena a nosotros, pero nosotros tenemos un arma muy poderosa: la imaginación. El hombre es el único animal capaz de hacer arte (pintura, escultura, música, literatura...). El arte supone crear un mundo independiente y separado de la realidad (ficción), con unas leyes y dinámicas adaptadas a la voluntad y gusto del creador. En definitiva, un mundo hecho a nuestra medida. En la vida real manda el destino, pero en el plano de la fantasía, nosotros somos los dueños y podemos moldearlo tal y como nos gustaría. El poder de la fabulación es enorme, ya que desafiamos al mismo hado y podemos vencerlo. 

Por lo tanto, se abre una vía para la esperanza. Es posible el libre albedrío, es posible alcanzar lo imposible, es posible conseguir lo que nos propongamos y sentirnos satisfechos y realizados, es posible llegar a lo inaccesible. El sino es fuerte, pero nuestra mente creadora más. 

¿Y cómo se expresa este pensamiento? Mediante el acercamiento de las entidades en el espacio: esa hierba tan verde se ve como un manto lejano, que no puede escapar, que se puede alcanzar solo con volar

La adjetivación cromática (hierba tan verde) y la comparación (se ve como un campo lejano) esbozan una pintura atractiva, agradable, placentera, sensorial. Lo bello se ve como inalcanzable. Todos creemos que es imposible fundirse con esa naturaleza paradisiaca, con ese mundo de luz y color. 

Sin embargo, la doble oración de relativa despierta al lector y le hace ver que cualquier cosa es posible con el poder de la mente: que no puede escapar, que se puede alcanza solo con volar. 

Fijaos en la antítesis entre los elementos de lejanía (manto lejano) y cercanía (no puede escapar, puede alcanzar). Está claro que ha una parte muy importante de predestinación, pero también otra que depende de nosotros. En el mundo creado por nuestra mente se desafían las leyes de la ciencia y la lógica (se puede volar...). 

La evasión en el arte, la fantasía y la imaginación es uno de los postulados de la estética modernista. Es un ejemplo de paraíso natural. No hace falta caer en paraísos artificiales decadentistas (droga, alcohol, sexo...). La mente es la mejor herramienta para crear. 

El estribillo bebe del romanticismo esproncediano. El yo poético se concibe como un ser dotado de libertad, que se lanza al mundo natural, muy en la línea de la Canción del Pirata: siete mares he surcado, siete mares, color azul. 

La expresión "siete mares", utilizada en la marinería tradicional, refleja la grandeza e inmensidad del mundo por el que la voz lírica se mueve. Muchos pueblos recurrían al numera cardinal para designar a las masas de agua más importantes del mundo y que abarcaban todo el globo terrestre. En la literatura medieval, esos siete mares eran el Mar Rojo, Caspio, Negro, Mediterráneo, Adriático, Mar de Arabia y Golfo Pérsico. Hoy habría que sustituirlo por los océanos (Índico, Pacífico, Atlántico...). Lo que está claro es que el protagonista se siente orgulloso de ser una persona que vaga de un lado a otro a través del mar, sin tener que rendir cuentas a nadie. 

De nuevo, hay una pincelada de color que dota de belleza y luz al mundo creado: siete mares, color azul. Esta canción es como una pintura, ya que los colores son los prototipos de los cuadros (hierba verde, mar azul, sol amarillo...). 

La metáfora del viajero-peregrino (yo soy nave) genera una sensación de control sobre uno mismo. Las naves son inventos que permiten el movimiento por el mar. Una parte del desplazamiento depende de la corriente marina y del viento pero otra depende del hombre (ya sea de la fuerza humana o mecánica). El yo adopta una actitud desafiante: el destino está ahí y es irremediable, pero nosotros también tenemos poder para que las cosas durante el trayecto vital sean de nuestro agrado. Hay una parte que depende de nosotros. 

La derivación (yo soy NAVE, voy NAVEGANDO) está al servicio de la concepción de la vida como periplo. En el mismo verso aparece el sustantivo (nave) y el verbo derivado en gerundio (navegando). La vida es un tránsito continuo. Siempre estamos caminando/volando/navegando. No sabemos qué nos depararé el destino en el próximo puerto/estación/pueblo. Mientras tanto, disfrutemos de ese viaje. Si nos lo proponemos, la existencia puede ser agradable por mucho hado que haya. 

El pronombre de segunda persona de la metáfora marina representa las motivaciones vitales (mi vela eres tú). Todos luchamos por algo. Da igual qué o quién se esconde detrás del elemento pronominal. Cada lector puede rellenar el espacio con el elemento que quiera (familia, amigos, hobbies, trabajo...). Lo que está claro es que todos nosotros nos movemos por algo. Hay cosas que nos empujan a vivir y a existir, y por supuesto, determinan nuestros movimientos. Cuando tomamos una decisión siempre tenemos en cuenta a nuestros seres queridos y no queremos que nuestras pasiones o intereses queden destruidos. Ese tú representa el amor en el sentido más puro. 

Por supuesto, la voz poética nos recuerda que siempre hay cosas que escapan de nuestro control y no podemos hacer nada por evitarlas, tal como se expresa en la siguiente estampa marina: bajo el agua veo peces de colores, van donde quieren no los mandas tú.

Nosotros no podemos decidir el movimiento de los peces. Es algo ajeno a nosotros. No somos dioses. Aunque tengamos capacidad de decisión sobre nosotros mismos, hay cosas que se nos escapan y no hay que agobiarse o frustrarse por eso. 

Regla de oro: no podemos interponernos en la voluntad de otras personas. Dejemos que ellas decidan. Que cada cual decida lo que crea conveniente. Respetemos el movimiento de esos peces. Nosotros mandamos sobre nosotros mismos, y no sobre el resto del mundo. Lo que hagan los demás, que nos traiga sin cuidado. 

De nuevo, asistimos a un paisaje natural (bajo el agua), preciosista (de colores) y sensorial (veo). Las frases cortas y concisas (van donde quieren, no los mandas tú) encierran sentencias firmes y ciertas. De hecho, el elemento que hace referencia a nuestro mundo íntimo y personal se pospone al final de la oración (tú). Esto significa que nosotros no somos el centro del mundo, el mundo no gira a nuestro alrededor. Las formas de tercera del plural dominan todo el periodo sintáctico (van, quieren, los, mandaS). El sujeto arrinconado al final (tú). 

Aquellos elementos que escapan de nuestro control se dibujan en un contexto espacial de lejanía (por el cielo va cruzando un avión que vuela alto...). Un hombre por si solo, y sin medios técnicos no puede acceder a la esfera celeste por donde vuela el aeroplano. 

La aposición explicativa con el numeral cardinal (diez mil metros de altitud) enfatiza la distancia entre el yo poético y los elementos que no están sometidos a su voluntad. El protagonista no tiene capacidad para dirigir el avión. Lo único que puede hacer es verlo, contemplarlo, observarlo: desde tierra lo saludan con las manos... Se ve pero no se toca. No podemos imponer el destino a los demás ni influir sobre ellos. Tan solo respetarlo y aceptarlo. El saludo simboliza la cortesía de aquel que acata el devenir de las cosas y se conforma con ver pasar la vida sabiendo que hay cosas que no dependen de nosotros. Serenidad. 

La estampa creada está plagada de detallismo. Esto significa que el mundo es bello y las cosas bellas están para contemplarse y admirarlas, no para poseerlas. El yo poético se recrea en el momento descrito. De ahí la tendencia a la expansión sintáctica. En una misma oración tenemos el circunstancial de lugar (por el cielo), dos aposiciones, una cromática (cielo color azul) y otra deíctica (diez mil metros de altitud); y una oración de relativo (que vuela alto). 

El estribillo acaba con unos versos en los que predomina un tono existencial: se va alejando, no sé a dónde va. A lo largo de nuestra vida nos cruzaremos con muchas personas y cosas que solo están de paso. Podemos coincidir en un punto concreto del periplo vital, aunque cada uno mantenga su camino, el cual, por naturaleza, resulta indefinido e inconcreto, ya que no sabemos qué nos va a deparar. La negación del verbo cognitivo crea incertidumbre: no sé...

Al inicio de la segunda estrofa, el yo poético se representa como un elemento nimio e insignificante ante la grandeza y magnificencia del mundo, un mundo que no pierde su sensualidad: sobre un tramo de vía cruzando un paisaje de ensueño en un tren que me lleva de nuevo a ser muy pequeño. 

De nuevo, asistimos a la metáfora machadiana y manriqueña de la vida como camino. En este caso la senda es ferroviaria, y el vehículo un tren. El espacio connota placer y bienestar (paisaje de ensueño). Al fin y al cabo la vida es bella. 

A pesar de representar al hombre como alguien indefenso y débil ante la fuerza del destino, la voz lírica reivindica el poder de la imaginación humana para desafiar sus leyes. Con nuestra mente podemos ser capaces de cualquier cosa por imposible que parezca, aunque no comulgue con los principios de la ciencia y la lógica: de una América a otra tan solo es cuestión de un segundo. Basta con desearlo y podrás recorrer todo el mundo 

La unidad de tiempo (un segundo) en relación a la distancia física (de una América a otra) posee un carácter hiperbólico, ya que el objetivo es ensalzar el alto valor de la imaginación humana. De una manera aparentemente fácil y sencilla (basta con desearlo) obtenemos unos resultados magnos (podrás recorrer todo el mundo). El pensamiento es una capacidad innata del ser humano. Todo el mundo tenemos un tesoro, que es el poder de usar la mente para moldear el mundo a nuestro antojo y convertir lo imposible en posible. Es un mecanismo de defensa para hacer frente a la predestinación.

La creatividad del hombre es tan poderosa que rompe las reglas de la física. Viajar de una punta a otra del continente americano nos puede llevar días. Con nuestra mente podemos reducirlo a un instante. De una forma barata y asequible hacemos MAGIA con nuestra mente. Podemos evadirnos de las miserias del mundo real y sentirnos felices. No existen barreas. En la dimensión de la imaginación no hay lógica ni razón. ¿Y qué es lo mejor de todo? Se trata de un poder universal: cualquiera puede hacerlo

Este poder nos da vitalidad, ilusión y energía para vivir. Estos valores se plasman en la imagen del niño: un muchacho que trepa en lo alto de un muro. En lugar de quedarse quieto y dejarse llevar por el poder del fatum, el chico se mueve, y además lo hace hacia arriba (trepa a lo alto), en dirección a la divinidad. Si nos lo proponemos, podemos ser dioses de nuestra propia vida. Podemos tomar decisiones, hay una parte que depende de nosotros, y por tanto, hay lugar para la esperanza y el ánimo. 

El ser humano podría dejarse llevar por la abulia, la desidia, la desgana, la apatía y el nihilismo (total, todo está ya marcado y haga lo que haga voy a terminar en el hoyo y no merece la pena moverse). Sin embargo nosotros también podemos hacer cosas para que el camino de la vida sea bonito. 

Aunque haya un poder ajeno que nos imponga el devenir (muerte), nosotros debemos ser conscientes de que tenemos otro poder igual o más poderoso, que es la capacidad de imaginar y crear, y hacer que el itinerario hacia ese destino irremediable sea feliz, próspero y placentero. Eso sí depende de nosotros. Ya que nos han regalado algo tan valioso como es la vida, nuestra obligación es disfrutarla. 

Adoptando esta actitud estoica, somos capaces de hacernos grandes ante el mundo y dar sentido a la existencia. Por eso, todo aquello que es incierto, oscuro e indeterminado se convierte en nítido y claro: si se siente seguro verá su futuro con claridad. El yo poético ha entendido por qué estamos aquí y cuál es nuestra labor. No hay que tenerle miedo al destino, ya que está en nuestras manos el tránsito hacia él y podemos hacer de la vida un camino agradable. 

Podemos ser capaces de cualquier cosa. De ahí la metáfora que rompe los principios espacio-temporales y las reglas de la ciencia y la lógica: y el futuro es una nave que por el cielo volará, a Saturno después a Marte nadie sabe dónde llegará. La estampa manriqueña adquiere una amplitud mayor, aparte de un tono futurista y casi de ciencia ficción. El pensamiento humano no tiene límites. 

El cielo es un espacio abierto. Esto significa que tenemos libertad para movernos y actuar sin importar las normas y cánones que impone la sociedad. Da igual el caos, da igual la falta de orden, de igual que el yo poético se salte la armonía del universo y primero visite el planeta más lejano (Saturno) y luego el más cercano (Marte). Somos dueños y señores de nuestra alma y podemos regirnos por nuestras propias normas mientas caminemos por la vida, aunque luego el cruel destino cumpla su función. 

Caminar por la vida implica encontrarse con cosas maravillosas que nos hacen sentirnos realizados y plenos. Mediante los subjuntivos negados y los imperativos, el yo poético nos invita a disfrutar de ellas: si le ves venir, si te trae amores, NO TE LO ROBES sin apurar. APROVECHA los mejores que después no volverá. Las oraciones condicionales (si le ves venir, si te trae amores...) conforman una especie de enseñanza o moraleja. El yo poético adopta el rol de padre o consejero hacia los receptores y convierte el final de la canción en un texto con mensaje. 

La belleza del mundo es placentera pero también efímera, tal como expresan esos futuros de indicativo a modo de sentencia: no volverán...Lamentablemente, la vida no es eterna. Eso no lo podemos evitar. Es el sino en su máxima expresión. Nadie puede esquivar la muerte. Por eso, hay que aprovechar al máximo las cosas buenas que nos vamos a encontrar (amores, amistades, pasiones, valores...). Todo eso tiene fecha de caducidad. Si no lo disfrutamos ahora, no lo vamos a disfrutar nunca. El influjo del Carpe Diem es más que evidente. Como decía Horacio, aprovecha el día y no lo malgastes

La vida no hay que concebirla como un camino de amargura y sufrimiento, tal como defendían las filosofías medievales. No podemos vivir obsesionados pensando en que nos vamos a morir. El poema casa con las corrientes de pensamiento renacentista. El resultado es una visión optimista de la vida, tal como se expresa mediante oraciones cortas de sujeto, verbo y complemento: la esperanza jamás se pierde. Los malos tiempos pasarán. El discurso es diáfano y conciso haciendo primar el fondo sobre la forma. En esta parte de la canción desaparecen las florituras cromáticas y los modernismos. 

Es compatible morirse y disfrutar del camino. Y en ese camino tarde o temprano encontraremos la felicidad. De nuevo, el futuro dicta sentencia: los malos tiempos pasarán. 

El tema termina con una metáfora pictórica que sintetiza el equilibrio entre la predestinación y el libre albedrío a la hora de concebir la vida humana: piensa que el futuro es una acuarela y tu vida un lienzo que colorear. Toda obra de arte es la suma de un soporte y una creación. En el caso de la escritura no nos podemos salir del papel. En el caso de la pintura no nos podemos salir del lienzo. En el caso de la arquitectura no nos podemos salir de la base. En el caso de la cocina no nos podemos salir del plato. En el caso de la danza no nos podemos salir del escenario. 

El soporte es el que es, viene impuesto, y no podemos hacer nada por romperlo o traspasarlo. La obra de arte, como decía Ortega y Gasset en Meditaciones sobre el marco, tiene un límite. Nosotros tenemos una limitación como seres humanos: no somos eternos. Nos vamos a morir. El destino es ese. 

Sin embargo, el artista posee la capacidad de dibujar/pintar/crear/escribir TODO lo que quiera dentro de ese soporte. Un pintor tiene libertad para diseñar lo que le dé la gana dentro de los límites del papel. Puede crear lo que salga de su imaginación, sin constricciones de ningún tipo. El ser humano también tiene el poder para confeccionar la vida a su medida, elegir qué elementos quiere que aparezcan en su cuadro, de qué color van a ser, en qué posición van a estar. Podemos hacer una vida a nuestra medida

Aunque la muerte (destino) está por ahí rondando, el hombre tiene libertad, sus decisiones influyen en el dibujo, debe luchar por satisfacer sus paciones y deseos y mirar por su futuro más inmediato, aunque al final del camino siempre se encuentro lo mismo. Siguiendo la metáfora del tema, no dejemos al papel en blanco. Hagamos nuestro dibujo y sintámonos orgullosos de él. 

Los futuros de indicativo en el tramo final de la canción realzan lo importante que somos a la hora de configurar el camino de la vida (tu lo pintarás...). Tenemos un papel trascendental en nuestro lienzo, aunque luego seamos "pequeñitos" ante el capricho y la crueldad del destino. 

Métricamente predominan los versos de arte mayor, que están al servicio del desarrollo filosófico de las ideas. En las estrofas observamos rimas consonantes entre los versos (amarillo-brillo, camino-destino, azul-altitud, ensueño-pequeño, segundo-mundo) que a medida que se acerca el estribillo se relajan hasta hacerse libre (lejano-volar, colores-tú, muro-claridad). 

Esto se debe a que al principio se busca crear una atmósfera sensorial y colorista. La musicalidad juega un papel importante en el proceso. Se trata de crear un clima agradable y atrayente de cara a reforzar el mensaje posterior. Por eso, en la segunda parte desaparecen los ecos modernistas y la rima, pues el tono es más sentencioso y la expresión más diáfana y limpia. 


domingo, 20 de agosto de 2023

Una estrella en mi jardín (Mari Trini): la metáfora del dolor que penetra en el alma humana

La cantautora murciana Mari Trini (1947-2009) fue definida por parte de la crítica musical como la Edith Piaf española. Hoy vamos a analizar una de sus canciones más conocidas, por no decir la más mítica. Data del año 1982. Nos habla del dolor como sentimiento que penetra en el alma humana, y hace al yo poético entender muchas cosas del mundo y de sí mismo, aunque no tenga un sentido claro del porqué de tanto sufrimiento. Unas estrofas susurradas contrastan con el desgarro de los estribillos que tan bien supo plasmar la cantante. El tema en cuestión es Una estrella en mi jardín



Llegó sin permiso
la estrella de antaño
la que antes era solo luz.

Cayó de repente
desde el azul del mundo
y el corazón se me encogió.

Ahora ya sé
dónde te escondes tú.
Ahora ya sé
en donde habitas tú,
pero no sé
el porqué has venido de nuevo
aquí, a mi jardín.

Por qué a mí, se me ha caído
una estrella en el jardín
Por qué a mí, se me ha caído
una estrella en el jardín
Ahora no sé qué hacer contigo
voy a agarrarte, voy a adorarte
y lanzarte a tu cielo.

Por qué a mí, se me ha caído
una estrella en el jardín
Por qué así te has descolgado
de tu otro mundo,
aquí, en mi jardín.

Ahora ya sé
dónde te escondes tú...
Ahora ya sé
en donde habitas tú,
pero no sé
el por qué has venido de nuevo
aquí, a mi jardín.

Por qué a mí, se me ha caído
una estrella en el jardín
por qué a mí, se me ha caído
una estrella en el jardín
Ahora no sé qué hacer contigo
voy a agarrarte, voy a adorarte
y lanzarte a tu cielo.

Por qué a mí, se me ha caído
una estrella en el jardín
Por qué así te has descolgado
de tu otro tiempo,
aquí, en mi jardín.

.........................................................................

El título de la canción constituye una metáfora sobre la cual gira todo el poema: Una estrella en mi jardín. Para entender de qué trata el texto, primero habría que encontrar el sentido figurado de estos dos elementos, la estrella y el jardín.

La estrella hace referencia al dolor, a la pena, al sufrimiento del ser humano. La aflicción, el mal, la pesadumbre, la tristeza son realidades inherentes y naturales del mundo, están siempre presentes, forman parte de él, nos rodean, (como las estrellas que están siempre en lo alto del cielo todos los días) y de vez en cuando, tarde o temprano, acaban cayendo y se adentran en nosotros, alterándonos la vida, en principio de una manera negativa.

El jardín se identifica con espacio íntimo y personal de cada uno, al alma humana, el terreno vital y esencial de la persona, nuestra parcela y ámbito de existencia. Muy en la línea de El principito. 

Por tanto, el título hace referencia al dolor que se mete en nuestras entrañas, y hace que nos sintamos mal y tristes.

La pesadumbre es una emoción que llega de una manera inesperada, sorpresiva, no planificada, no buscada, tal como se manifiesta en el paralelismo: Llegó sin permiso/Llegó de repente (verbo + complemento circunstancial de modo). La personificación del sentimiento (sin permiso) enfatiza el carácter caprichoso y arbitrario de la pena: aparece cuando menos lo esperas y ahonda en nuestro interior cosa mala, sin que puedas hacer nada por evitarlo.

La estrella es descrita con un complemento/sintagma preposicional (de antaño) y una oración de relativo (la que antes era solo luz).

La estrella queda asociada a un contexto de lejanía. La palabra antaño significa “tiempo pasado”. Entre el pasado y el presente existe una distancia. Nosotros vemos el dolor y la pena como un concepto genérico y abstracto. Mucha gente sufre, lo pasa mal, se siente horrible y creemos que a nosotros no nos va a pasar lo mismo. 

Vemos esa idea de dolor como algo que existe en el mundo, pero es ajeno a nosotros, está muy lejos (estrella de antaño). Nos creemos intocables: vemos la estrella brillando en el cielo, pero jamás pensamos que se nos va a caer. La pena sobrevuela por ahí a lo lejos y la vemos en el mundo, pero no en nosotros, hasta que un día nos cae en nuestro jardín.

No es lo mismo ver el dolor en otros que sentirlo en las propias entrañas. Antes de penetrar la pena en el alma del yo, la estrella era un elemento neutro, es decir, su presencia no molestaba ni agradaba (la que antes era solo luz…). Sabemos que está ahí en lo alto, pero no nos llama la atención ni afecta a nuestra vida. De ahí que esa estrella alejada cumpla su función dentro de los parámetros de la normalidad (la estrella, por naturaleza, da luz). 

Sin embargo, cuando la pena se introduce en el yo poético, la estrella cae de una manera directa y penetrante (desde el azul del mundo), y provoca un cataclismo en el alma, la cual se enfatiza con el recurso de la personificación (el corazón se me encogió). La pena y el dolor, en principio, son negativos para el alma, nos afectan, nos dejan trastocados, nos cambian la vida de arriba abajo. La estrella que antes era solo luz, ahora nos afecta.

Ante la experiencia dolorosa, el yo poético intenta explicar, buscar y encontrar el sentido de su sufrimiento personal…¿Por qué existe el dolor? (con lo nocivo que es) ¿Por qué narices hay que pasarlo tan mal? (cuando se estaría mejor no sufriendo) ¿Por qué Dios ha creado el dolor? (con lo bien que se viviría sin sentir la pena) ¿Por qué me ha tocado a mí sufrir? (en lugar de a otros) ¿Por qué yo? 

Es normal hacerse este tipo de preguntas cuando nos toca pasar por un trance doloroso. El yo poético de esta canción no es la excepción, tal como se refleja en la interrogativa directa del estribillo (¿Por qué a mí se me ha caído una estrella en el jardín? ¿Por qué así te has descolgado de tu otro mundo, aquí en mi jardín) y la interrogativa indirecta al final de la estrofa (no sé por qué has venido de nuevo aquí a mi jardín)

Estos interrogantes plasman dudas, inquietudes y dilemas del yo poético sobre la realidad dolorosa de SU alma, que le atormentan, y además, necesita hallar una respuesta racional y lógica que satisfaga su problemática vital. Se funde un tono de derrota, maldición, lamento y rabia que Mari Trini supo proyectar muy bien con su voz desgarrada. Algo tan malo como es la pena, no debería ni de existir, y cuando nos toca, llega la ofuscación y el darle vueltas a la cabeza, en plan…¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? ¿Por qué se me ha caído la estrella en el jardín? (con lo bien que estaba cuando la estrella/la pena estaba bien lejos…en el cielo)

Y para más inri, cuando el yo se cuestiona el sentido de su dolor verá que esas preguntas no tienen respuesta. La pena se concibe como un misterio inexplicable e irracional (igual que el amor, son sentimientos y trances universales que nos afectan, y sin embargo no sabemos por qué y para qué tenemos que soportarlos). No se le encuentra el sentido a tanto dolor. Solo vemos que existen e interfieren en nuestra vida de una manera intensa, pero no somos capaces de entenderlos ni de explicar el por qué del estado anímico.

Las marcas de primera persona enfatizan la desdicha del yo ante la propia pena, pero también ante la incapacidad de hallar una respuesta al sentido de la pena. La voz poética se lamenta de que le haya tocado sufrir a él, con el pronombre (a / se me ha caído), el posesivo (mi jardín) y la persona verbal (no sé [yo]).

Mediante la conjunción causal (por qué) la voz poética intenta hallar, sin éxito, una explicación racional y lógica que dé sentido al dolor.

El ser humano puede llegar a entender muchas cosas del dolor. A base de experiencias vitales, observación o estudio se convierte en un excelente teórico y conocedor del sufrimiento. Esto se ve en las estructuras en paralelismo: Ahora ya sé dónde te escondes tú/ahora ya sé en dónde habitas tú: locución adverbial (ahora ya) + verbo (sé) + oración subordinada sustantiva de complemento directo introducida por pronombre interrogativo (dónde te escondes tú/dónde habitas tú). 

Sintiendo el dolor en nuestras propias carnes es cuando conocemos mejor el dolor del universo y de la humanidad. Para conocer, hay que vivir. El adverbio de simultaneidad (ahora) marca el punto de inflexión: a partir de la experiencia dolorosa aprendemos muchas cosas que no conocíamos de la vida y del mundo. Todos estamos destinados a sufrir. El dolor no es algo individual que afecta a un solo ser. 

Sin embargo, lo que nunca entenderá el yo poético es el sentido de tanta pena: ¿Para qué hay que pasarlo mal en la vida? ¿Por qué tiene que existir el dolor? Esta idea se introduce en la oración adversativa: Ahora sé…Ahora sé…PERO NO SÉ por qué has venido de nuevo aquí a mi jardín. Gracias al dolor aprendemos muchas cosas de la existencia, aunque no le veamos un sentido.

La reacción del yo ante la pena resulta indecisa, indeterminada, indefinida. Ante el dolor no sabemos cómo actuar, tal como se refleja con la negación del verbo cognitivo: Ahora no sé qué hacer contigo. En los momentos trascendentales de la vida es normal no tener ni idea de cómo gestionar el contexto, y es normal que se abran diferentes vías u opciones de actuación, tal como se expresa con la perífrasis verbal de intención: Voy a agarrarte, voy a adorarte y lanzarte a tu cielo. La similicadencia (agarrarte, adorarte, lanzarte) marca la relación del yo con el dolor.

Ante el sufrimiento caben dos posturas:

1. Por un lado, darle la espalda, rechazarlo, negarlo, no aceptarlo. Mucha gente huye del dolor como si fuera la peste, quiere mantenerse lejos de él, desearía quitárselo de encima lo antes posible: “Lanzarte a tu cielo”. La imagen del yo queriendo devolver la estrella a la esfera celeste refleja la inquina y aversión que se le tiene al dolor como si fuera el peor de todos los males. 

Nadie quiere tener pena en el alma porque cree que no le va a reportar nada bueno. El dolor, caca. El dolor, fuera. El dolor, malo. No sirve para nada y ojalá no existiera. Esta sería la primera forma de reaccionar, desde la rabia y desde la cólera más visceral. De ahí que el yo quiera devolver con virulencia la estrella (lanzarte).

2. Por otro lado, aceptarlo de una manera serena y digna. Hay que asumir que el dolor forma parte de la existencia y debemos utilizarlo de una forma que nos resulte positivo. De ahí que el yo quiera tener una relación afectiva, incluso cariñosa con la pena: “Voy a agarrarte, voy a adorarte”. 

Se dirige y habla al dolor de tú a tú, como si fuera un amigo. Se trata de darle la vuelta a la situación y convertir algo nefasto, en positivo. No hay que tener miedo al dolor. Hay que mirarse cara a cara con él, armarse de valor, codearse con él sin ningún tipo de vergüenza. Aunque no sea bienvenido, ya que ha visitado nuestro jardín, recibámoslo de la mejor manera posible y vamos a utilizarlo para algo bueno. Tenemos que convivir con él, así que vamos a llevarlo de la mejor manera posible. 

El dolor nos brinda la oportunidad de hacer una reflexión de nuestra propia vida, de analizar las luces y las sombras, de hacer autocrítica, de mejorar, de corregir errores, de conocernos mejor, de saber qué es lo que queremos hacer con nuestra existencia. 

El dolor nos aporta muchas cosas, aunque parezca que no. Llegamos a empatizar más con la gente que lo pasa mal. Cuando vivimos nuestra primera experiencia dolorosa es cuando entendemos el sufrimiento de los demás, nos identificamos con el resto, somos mucho más generosos, valoramos más el amor y las cosas buenas. 

Una persona que no conoce el dolor se mostrará indiferente y conformista con la desgracia ajena (vemos que hay sufrimiento, pero como no nos afecta, nos da un poco igual). La pena nos hace conocer mucho mejor el funcionamiento del mundo, es una fuente de aprendizaje y de enriquecimiento personal y social.

La métrica del poema es irregular. Predomina el verso de arte menor, aunque hay algunos eneasílabos en la parte central del tema (la que antes era solo luz). No hay rimas.