lunes, 28 de agosto de 2023

Acuarela (Toquinho): el equilibrio entre predestinación y libre albedrío

La entrada de hoy se la dedico a mi amiga Carmen que acaba de iniciar una nueva etapa como profesora de Lengua y literatura en tierras toledanas. La idea de trabajar con sus alumnos el comentario de textos literarios a través de canciones, tal y como hacemos en este blog desde hace varios años, le ha parecido sensacional, así que en el post de hoy analizaremos un tema que le podría servir perfectamente para sus clases. 

La canción data de 1983. Fue compuesta por el cantautor brasileño Toquinho. El poema concibe la vida como un equilibrio entre predestinación y libre albedrío, aparte de defender el poder de la imaginación para satisfacer nuestros deseos y pasiones. Gracias a la mente, el hombre es capaz de crear cualquier cosa. 


En los mapas del cielo, el sol siempre es amarillo
y la lluvia o las nubes no pueden velar tanto brillo
ni los árboles nunca podrán ocultar el camino,
de la luz hacia el bosque profundo de nuestro destino.

Esa hierba tan verde, se ve como un manto lejano,
que no puede escapar, que se puede alcanzar, sólo con volar.

Siete mares he surcado, siete mares color azul,
yo soy nave, voy navegando, y mi vela eres tú...

Bajo el agua veo peces de colores,
van donde quieren, no los mandas tú...

Por el cielo, va cruzando, por el cielo color azul,
un avión que vuela alto, diez mil metros de altitud,
desde tierra lo saludan con las manos,
se va alejando, no se dónde va, no se dónde va...

Sobre un tramo de vía, cruzando un paisaje de ensueño,
en un tren que me lleva de nuevo a ser muy pequeño,
de una América a otra, tan sólo es cuestión de un segundo,
basta con desearlo y podrás recorrer todo el mundo...

Un muchacho que trepa, que trepa en lo alto de un muro,
si se siente seguro, verá su futuro con claridad...

Y el futuro, es una nave, que por el cielo volará,
a Saturno, después a Marte, nadie sabe dónde llegará,
si le ves venir, si te trae amores, no te los robes sin apurar.

Aprovecha, los mejores, que después no volverán.

La esperanza, jamás se pierde, los malos tiempos pasarán,
piensa que el futuro es una acuarela y tu vida un lienzo,
que colorear, que colorear...

En los mapas del cielo el sol siempre es amarillo
(tú lo pintarás)
y la lluvia o las nubes no pueden velar tanto brillo
(tú lo pintarás)
basta aún desearlo y podrá recorrer todo el mundo
(tú lo pintarás)

......................................................................................

Los primeros versos se centran en la fuerza del destino (también llamado fátum, hado o sino). Se trata de un poder sobrenatural capaz de llevar al hombre a un fin que no ha escogido, y no puede hacer nada por evitarlo. Según esta teoría, nuestros actos y eventos vitales están determinados por una energía, que en este poema está representado por la luz solar, tal como se expresa mediante el lenguaje cartográfico: en los mapas del cielo el sol siempre es amarillo y la lluvia o las nubes no pueden velar tanto brillo.

La luz representa todo aquello que estamos destinados a cumplir, y que nos pertenece sí o sí. Es lo que da sentido a nuestras vidas. Es la función que cada uno desempeña en este mundo. Ningún elemento puede interponerse entre la luz y nosotros. De hecho, todos los elementos atmosféricos opuestos a la luz (nubes, lluvia) no son capaces de opacarla ni de restar intensidad (no pueden velar tanto brillo). El sol sale victorioso. El destino es muy poderoso. 

La oración atributiva con el verbo existencial define la esencia del destino, que por naturaleza es preponderante: el sol siempre es amarillo. Además, el adverbio de frecuencia (siempre) da rotundidad y autoridad a la afirmación. Esto es así y no se puede cambiar. El destino va a estar ahí sí o sí.  

De hecho, el lenguaje cartográfico es convencional. Desde la tradición, en los mapas atmosféricos siempre se ha dibujado un sol amarillo para representar al astro rey. Nadie lo ha cuestionado ni lo ha puesto en duda. Es fruto de un acuerdo social que ha formado parte de la cultura. Ha sido impuesto por voluntad y capricho de alguien, aunque al tratarse de un icono, a diferencia del lenguaje puramente humano (Saussure), hay cierta motivación y componente lógico-racional entre la representación y su significado: el icono es esférico como el sol, es de color cálido como la luz del sol...

Lo que está claro es que nadie puede desafiar al destino. De ahí el poder de la luz, que en la imagen de los versos tres y cuatro sigue manteniéndose con brillo: ni los árboles nunca podrán ocultar el camino de la luz hacia el bosque profundo de nuestro destino.

De nuevo, asistimos a una batalla entre elementos naturales que desafían a la luz (árboles) y la propia luz. La vegetación no es capaz de tapar al sol, que en este caso se refuerza con la metáfora de la vida como vía o camino que tan bien expresó Jorge Manrique en sus Coplas (el camino de la luz...). El ser humano está "condenado" a recorrer ese camino que le lleva a cumplir su función en el mundo. 

El encabalgamiento abrupto enfatiza la virulencia con la que actúan los agentes externos que se oponen al destino (el camino/ de la luz) y aun así este se impone a todo lo demás. Es imposible vencer al fatum por mucho que lo ataquemos 

La función del hombre en el mundo se identifica con un elemento natural que genera misterio, miedo a lo desconocido, aventura, incomodidad, peligro: hacia el bosque profundo de nuestro destino...La incertidumbre de no saber qué nos vamos a encontrar (¿Qué me deparará el destino?) genera vértigo en nosotros. El adjetivo connota una sensación de grandeza e indefinición (profundo). Los bosques son lugares típicos de las novelas de aventura. La vida es una aventura y acechan todo tipo de desafíos. Está claro que en un bosque te van a pasar cosas. A todos nos van a pasar cosas a lo largo de nuestro periplo vital. El mundo no es seguro. En un bosque te pueden pasar tantas y tantas cosas. En la vida igual. 

No obstante, a pesar de la fuerza del destino, el ser humano también tiene control de su vida, puede tomar decisiones, puede salirse de ese camino impuesto por el hado gracias al poder de la imaginación. La mente nos permite alcanzar estados y situaciones que no serían posibles si nos dejáramos arrastrar por lo que nos impone la madre Fortuna. Si el destino es poderoso, la capacidad creativa del hombre también lo es, gracias a su cabecita y predisposición innata al pensamiento. 

El devenir de las cosas está regido por una fuerza ajena a nosotros, pero nosotros tenemos un arma muy poderosa: la imaginación. El hombre es el único animal capaz de hacer arte (pintura, escultura, música, literatura...). El arte supone crear un mundo independiente y separado de la realidad (ficción), con unas leyes y dinámicas adaptadas a la voluntad y gusto del creador. En definitiva, un mundo hecho a nuestra medida. En la vida real manda el destino, pero en el plano de la fantasía, nosotros somos los dueños y podemos moldearlo tal y como nos gustaría. El poder de la fabulación es enorme, ya que desafiamos al mismo hado y podemos vencerlo. 

Por lo tanto, se abre una vía para la esperanza. Es posible el libre albedrío, es posible alcanzar lo imposible, es posible conseguir lo que nos propongamos y sentirnos satisfechos y realizados, es posible llegar a lo inaccesible. El sino es fuerte, pero nuestra mente creadora más. 

¿Y cómo se expresa este pensamiento? Mediante el acercamiento de las entidades en el espacio: esa hierba tan verde se ve como un manto lejano, que no puede escapar, que se puede alcanzar solo con volar

La adjetivación cromática (hierba tan verde) y la comparación (se ve como un campo lejano) esbozan una pintura atractiva, agradable, placentera, sensorial. Lo bello se ve como inalcanzable. Todos creemos que es imposible fundirse con esa naturaleza paradisiaca, con ese mundo de luz y color. 

Sin embargo, la doble oración de relativa despierta al lector y le hace ver que cualquier cosa es posible con el poder de la mente: que no puede escapar, que se puede alcanza solo con volar. 

Fijaos en la antítesis entre los elementos de lejanía (manto lejano) y cercanía (no puede escapar, puede alcanzar). Está claro que ha una parte muy importante de predestinación, pero también otra que depende de nosotros. En el mundo creado por nuestra mente se desafían las leyes de la ciencia y la lógica (se puede volar...). 

La evasión en el arte, la fantasía y la imaginación es uno de los postulados de la estética modernista. Es un ejemplo de paraíso natural. No hace falta caer en paraísos artificiales decadentistas (droga, alcohol, sexo...). La mente es la mejor herramienta para crear. 

El estribillo bebe del romanticismo esproncediano. El yo poético se concibe como un ser dotado de libertad, que se lanza al mundo natural, muy en la línea de la Canción del Pirata: siete mares he surcado, siete mares, color azul. 

La expresión "siete mares", utilizada en la marinería tradicional, refleja la grandeza e inmensidad del mundo por el que la voz lírica se mueve. Muchos pueblos recurrían al numera cardinal para designar a las masas de agua más importantes del mundo y que abarcaban todo el globo terrestre. En la literatura medieval, esos siete mares eran el Mar Rojo, Caspio, Negro, Mediterráneo, Adriático, Mar de Arabia y Golfo Pérsico. Hoy habría que sustituirlo por los océanos (Índico, Pacífico, Atlántico...). Lo que está claro es que el protagonista se siente orgulloso de ser una persona que vaga de un lado a otro a través del mar, sin tener que rendir cuentas a nadie. 

De nuevo, hay una pincelada de color que dota de belleza y luz al mundo creado: siete mares, color azul. Esta canción es como una pintura, ya que los colores son los prototipos de los cuadros (hierba verde, mar azul, sol amarillo...). 

La metáfora del viajero-peregrino (yo soy nave) genera una sensación de control sobre uno mismo. Las naves son inventos que permiten el movimiento por el mar. Una parte del desplazamiento depende de la corriente marina y del viento pero otra depende del hombre (ya sea de la fuerza humana o mecánica). El yo adopta una actitud desafiante: el destino está ahí y es irremediable, pero nosotros también tenemos poder para que las cosas durante el trayecto vital sean de nuestro agrado. Hay una parte que depende de nosotros. 

La derivación (yo soy NAVE, voy NAVEGANDO) está al servicio de la concepción de la vida como periplo. En el mismo verso aparece el sustantivo (nave) y el verbo derivado en gerundio (navegando). La vida es un tránsito continuo. Siempre estamos caminando/volando/navegando. No sabemos qué nos depararé el destino en el próximo puerto/estación/pueblo. Mientras tanto, disfrutemos de ese viaje. Si nos lo proponemos, la existencia puede ser agradable por mucho hado que haya. 

El pronombre de segunda persona de la metáfora marina representa las motivaciones vitales (mi vela eres tú). Todos luchamos por algo. Da igual qué o quién se esconde detrás del elemento pronominal. Cada lector puede rellenar el espacio con el elemento que quiera (familia, amigos, hobbies, trabajo...). Lo que está claro es que todos nosotros nos movemos por algo. Hay cosas que nos empujan a vivir y a existir, y por supuesto, determinan nuestros movimientos. Cuando tomamos una decisión siempre tenemos en cuenta a nuestros seres queridos y no queremos que nuestras pasiones o intereses queden destruidos. Ese tú representa el amor en el sentido más puro. 

Por supuesto, la voz poética nos recuerda que siempre hay cosas que escapan de nuestro control y no podemos hacer nada por evitarlas, tal como se expresa en la siguiente estampa marina: bajo el agua veo peces de colores, van donde quieren no los mandas tú.

Nosotros no podemos decidir el movimiento de los peces. Es algo ajeno a nosotros. No somos dioses. Aunque tengamos capacidad de decisión sobre nosotros mismos, hay cosas que se nos escapan y no hay que agobiarse o frustrarse por eso. 

Regla de oro: no podemos interponernos en la voluntad de otras personas. Dejemos que ellas decidan. Que cada cual decida lo que crea conveniente. Respetemos el movimiento de esos peces. Nosotros mandamos sobre nosotros mismos, y no sobre el resto del mundo. Lo que hagan los demás, que nos traiga sin cuidado. 

De nuevo, asistimos a un paisaje natural (bajo el agua), preciosista (de colores) y sensorial (veo). Las frases cortas y concisas (van donde quieren, no los mandas tú) encierran sentencias firmes y ciertas. De hecho, el elemento que hace referencia a nuestro mundo íntimo y personal se pospone al final de la oración (tú). Esto significa que nosotros no somos el centro del mundo, el mundo no gira a nuestro alrededor. Las formas de tercera del plural dominan todo el periodo sintáctico (van, quieren, los, mandaS). El sujeto arrinconado al final (tú). 

Aquellos elementos que escapan de nuestro control se dibujan en un contexto espacial de lejanía (por el cielo va cruzando un avión que vuela alto...). Un hombre por si solo, y sin medios técnicos no puede acceder a la esfera celeste por donde vuela el aeroplano. 

La aposición explicativa con el numeral cardinal (diez mil metros de altitud) enfatiza la distancia entre el yo poético y los elementos que no están sometidos a su voluntad. El protagonista no tiene capacidad para dirigir el avión. Lo único que puede hacer es verlo, contemplarlo, observarlo: desde tierra lo saludan con las manos... Se ve pero no se toca. No podemos imponer el destino a los demás ni influir sobre ellos. Tan solo respetarlo y aceptarlo. El saludo simboliza la cortesía de aquel que acata el devenir de las cosas y se conforma con ver pasar la vida sabiendo que hay cosas que no dependen de nosotros. Serenidad. 

La estampa creada está plagada de detallismo. Esto significa que el mundo es bello y las cosas bellas están para contemplarse y admirarlas, no para poseerlas. El yo poético se recrea en el momento descrito. De ahí la tendencia a la expansión sintáctica. En una misma oración tenemos el circunstancial de lugar (por el cielo), dos aposiciones, una cromática (cielo color azul) y otra deíctica (diez mil metros de altitud); y una oración de relativo (que vuela alto). 

El estribillo acaba con unos versos en los que predomina un tono existencial: se va alejando, no sé a dónde va. A lo largo de nuestra vida nos cruzaremos con muchas personas y cosas que solo están de paso. Podemos coincidir en un punto concreto del periplo vital, aunque cada uno mantenga su camino, el cual, por naturaleza, resulta indefinido e inconcreto, ya que no sabemos qué nos va a deparar. La negación del verbo cognitivo crea incertidumbre: no sé...

Al inicio de la segunda estrofa, el yo poético se representa como un elemento nimio e insignificante ante la grandeza y magnificencia del mundo, un mundo que no pierde su sensualidad: sobre un tramo de vía cruzando un paisaje de ensueño en un tren que me lleva de nuevo a ser muy pequeño. 

De nuevo, asistimos a la metáfora machadiana y manriqueña de la vida como camino. En este caso la senda es ferroviaria, y el vehículo un tren. El espacio connota placer y bienestar (paisaje de ensueño). Al fin y al cabo la vida es bella. 

A pesar de representar al hombre como alguien indefenso y débil ante la fuerza del destino, la voz lírica reivindica el poder de la imaginación humana para desafiar sus leyes. Con nuestra mente podemos ser capaces de cualquier cosa por imposible que parezca, aunque no comulgue con los principios de la ciencia y la lógica: de una América a otra tan solo es cuestión de un segundo. Basta con desearlo y podrás recorrer todo el mundo 

La unidad de tiempo (un segundo) en relación a la distancia física (de una América a otra) posee un carácter hiperbólico, ya que el objetivo es ensalzar el alto valor de la imaginación humana. De una manera aparentemente fácil y sencilla (basta con desearlo) obtenemos unos resultados magnos (podrás recorrer todo el mundo). El pensamiento es una capacidad innata del ser humano. Todo el mundo tenemos un tesoro, que es el poder de usar la mente para moldear el mundo a nuestro antojo y convertir lo imposible en posible. Es un mecanismo de defensa para hacer frente a la predestinación.

La creatividad del hombre es tan poderosa que rompe las reglas de la física. Viajar de una punta a otra del continente americano nos puede llevar días. Con nuestra mente podemos reducirlo a un instante. De una forma barata y asequible hacemos MAGIA con nuestra mente. Podemos evadirnos de las miserias del mundo real y sentirnos felices. No existen barreas. En la dimensión de la imaginación no hay lógica ni razón. ¿Y qué es lo mejor de todo? Se trata de un poder universal: cualquiera puede hacerlo

Este poder nos da vitalidad, ilusión y energía para vivir. Estos valores se plasman en la imagen del niño: un muchacho que trepa en lo alto de un muro. En lugar de quedarse quieto y dejarse llevar por el poder del fatum, el chico se mueve, y además lo hace hacia arriba (trepa a lo alto), en dirección a la divinidad. Si nos lo proponemos, podemos ser dioses de nuestra propia vida. Podemos tomar decisiones, hay una parte que depende de nosotros, y por tanto, hay lugar para la esperanza y el ánimo. 

El ser humano podría dejarse llevar por la abulia, la desidia, la desgana, la apatía y el nihilismo (total, todo está ya marcado y haga lo que haga voy a terminar en el hoyo y no merece la pena moverse). Sin embargo nosotros también podemos hacer cosas para que el camino de la vida sea bonito. 

Aunque haya un poder ajeno que nos imponga el devenir (muerte), nosotros debemos ser conscientes de que tenemos otro poder igual o más poderoso, que es la capacidad de imaginar y crear, y hacer que el itinerario hacia ese destino irremediable sea feliz, próspero y placentero. Eso sí depende de nosotros. Ya que nos han regalado algo tan valioso como es la vida, nuestra obligación es disfrutarla. 

Adoptando esta actitud estoica, somos capaces de hacernos grandes ante el mundo y dar sentido a la existencia. Por eso, todo aquello que es incierto, oscuro e indeterminado se convierte en nítido y claro: si se siente seguro verá su futuro con claridad. El yo poético ha entendido por qué estamos aquí y cuál es nuestra labor. No hay que tenerle miedo al destino, ya que está en nuestras manos el tránsito hacia él y podemos hacer de la vida un camino agradable. 

Podemos ser capaces de cualquier cosa. De ahí la metáfora que rompe los principios espacio-temporales y las reglas de la ciencia y la lógica: y el futuro es una nave que por el cielo volará, a Saturno después a Marte nadie sabe dónde llegará. La estampa manriqueña adquiere una amplitud mayor, aparte de un tono futurista y casi de ciencia ficción. El pensamiento humano no tiene límites. 

El cielo es un espacio abierto. Esto significa que tenemos libertad para movernos y actuar sin importar las normas y cánones que impone la sociedad. Da igual el caos, da igual la falta de orden, de igual que el yo poético se salte la armonía del universo y primero visite el planeta más lejano (Saturno) y luego el más cercano (Marte). Somos dueños y señores de nuestra alma y podemos regirnos por nuestras propias normas mientas caminemos por la vida, aunque luego el cruel destino cumpla su función. 

Caminar por la vida implica encontrarse con cosas maravillosas que nos hacen sentirnos realizados y plenos. Mediante los subjuntivos negados y los imperativos, el yo poético nos invita a disfrutar de ellas: si le ves venir, si te trae amores, NO TE LO ROBES sin apurar. APROVECHA los mejores que después no volverá. Las oraciones condicionales (si le ves venir, si te trae amores...) conforman una especie de enseñanza o moraleja. El yo poético adopta el rol de padre o consejero hacia los receptores y convierte el final de la canción en un texto con mensaje. 

La belleza del mundo es placentera pero también efímera, tal como expresan esos futuros de indicativo a modo de sentencia: no volverán...Lamentablemente, la vida no es eterna. Eso no lo podemos evitar. Es el sino en su máxima expresión. Nadie puede esquivar la muerte. Por eso, hay que aprovechar al máximo las cosas buenas que nos vamos a encontrar (amores, amistades, pasiones, valores...). Todo eso tiene fecha de caducidad. Si no lo disfrutamos ahora, no lo vamos a disfrutar nunca. El influjo del Carpe Diem es más que evidente. Como decía Horacio, aprovecha el día y no lo malgastes

La vida no hay que concebirla como un camino de amargura y sufrimiento, tal como defendían las filosofías medievales. No podemos vivir obsesionados pensando en que nos vamos a morir. El poema casa con las corrientes de pensamiento renacentista. El resultado es una visión optimista de la vida, tal como se expresa mediante oraciones cortas de sujeto, verbo y complemento: la esperanza jamás se pierde. Los malos tiempos pasarán. El discurso es diáfano y conciso haciendo primar el fondo sobre la forma. En esta parte de la canción desaparecen las florituras cromáticas y los modernismos. 

Es compatible morirse y disfrutar del camino. Y en ese camino tarde o temprano encontraremos la felicidad. De nuevo, el futuro dicta sentencia: los malos tiempos pasarán. 

El tema termina con una metáfora pictórica que sintetiza el equilibrio entre la predestinación y el libre albedrío a la hora de concebir la vida humana: piensa que el futuro es una acuarela y tu vida un lienzo que colorear. Toda obra de arte es la suma de un soporte y una creación. En el caso de la escritura no nos podemos salir del papel. En el caso de la pintura no nos podemos salir del lienzo. En el caso de la arquitectura no nos podemos salir de la base. En el caso de la cocina no nos podemos salir del plato. En el caso de la danza no nos podemos salir del escenario. 

El soporte es el que es, viene impuesto, y no podemos hacer nada por romperlo o traspasarlo. La obra de arte, como decía Ortega y Gasset en Meditaciones sobre el marco, tiene un límite. Nosotros tenemos una limitación como seres humanos: no somos eternos. Nos vamos a morir. El destino es ese. 

Sin embargo, el artista posee la capacidad de dibujar/pintar/crear/escribir TODO lo que quiera dentro de ese soporte. Un pintor tiene libertad para diseñar lo que le dé la gana dentro de los límites del papel. Puede crear lo que salga de su imaginación, sin constricciones de ningún tipo. El ser humano también tiene el poder para confeccionar la vida a su medida, elegir qué elementos quiere que aparezcan en su cuadro, de qué color van a ser, en qué posición van a estar. Podemos hacer una vida a nuestra medida

Aunque la muerte (destino) está por ahí rondando, el hombre tiene libertad, sus decisiones influyen en el dibujo, debe luchar por satisfacer sus paciones y deseos y mirar por su futuro más inmediato, aunque al final del camino siempre se encuentro lo mismo. Siguiendo la metáfora del tema, no dejemos al papel en blanco. Hagamos nuestro dibujo y sintámonos orgullosos de él. 

Los futuros de indicativo en el tramo final de la canción realzan lo importante que somos a la hora de configurar el camino de la vida (tu lo pintarás...). Tenemos un papel trascendental en nuestro lienzo, aunque luego seamos "pequeñitos" ante el capricho y la crueldad del destino. 

Métricamente predominan los versos de arte mayor, que están al servicio del desarrollo filosófico de las ideas. En las estrofas observamos rimas consonantes entre los versos (amarillo-brillo, camino-destino, azul-altitud, ensueño-pequeño, segundo-mundo) que a medida que se acerca el estribillo se relajan hasta hacerse libre (lejano-volar, colores-tú, muro-claridad). 

Esto se debe a que al principio se busca crear una atmósfera sensorial y colorista. La musicalidad juega un papel importante en el proceso. Se trata de crear un clima agradable y atrayente de cara a reforzar el mensaje posterior. Por eso, en la segunda parte desaparecen los ecos modernistas y la rima, pues el tono es más sentencioso y la expresión más diáfana y limpia. 


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