jueves, 30 de septiembre de 2021

Niña colombina: una historia de desamor en tierras onubenses

Después de una tragedia tan intensa y truculenta como la de El maletilla, hoy toca una copla dulce e intimista, pero no por ello menos triste y melancólica. Cuenta la historia de una joven que sufre un desengaño amoroso, tras prendarse de un marinero

La voz aterciopelada y sosegada de Gracia Montes junto a su sensibilidad y forma de interpretar tan serena y comedida, fueron claves para que esta Niña Colombina se convirtiera en una de las habaneras más bellas del repertorio, allá por el año 1979.



Con una rosa en la boca

Bajaba desde el Conquero

Y en una esquina sin luna

Se la encontró un marinero

 

La rosa fue deshojada

Por un beso que le dio

Y ahora va desconsolada

La niña sola llora de amor

 

Rosa del Conquero

No lo esperes más

Que tu marinero

Nunca volverá

 

Es una ruina

Este mal querer

Rosa del Conquero

Niña colombina

No llores por él

 

El viento dijo esta copla

Desde la ría al Conquero

La niña se vuelve loca

Sin ver a su marinero.

 

El corazón en pedazos

Y la mirada en el mar

Con una rosa en los brazos

La niña sola llorando va

 

Rosa del Conquero

No lo esperes más

Que tu marinero

Nunca volverá.

 

Es una ruina

Este mal querer

Rosa del Conquero

Niña colombina

No llores por el

................................................................

Una de las virtudes de este poema es que el protagonismo no lo tienen los hechos (la no correspondencia del marinero y la joven) sino los sentimientos, la situación anímica, el estado emocional de la protagonista, fruto de ese desengaño

Se trata de una copla antimorbosa, ya que huye de los detalles más triviales y banales de la relación, para centrarse únicamente en el contexto espiritual de la chiquilla (la pena y el desasosiego después del rechazo).

Aunque en el poema se genera implícitamente una situación de no flechazo (el marinero no está por la labor de empezar una relación seria y deja a la muchacha compuesta y sin novio), no se indagan en las circunstancias que provocan el desamor.

Otras composiciones buscan el morbo (la alusión a terceras personas, cuernos, escenas de despecho, repudio, rencor, maldiciones de la mujer al amante…). En cambio, este tema deja de lado los posibles motivos y causas de la no correspondencia para centrarse en el componente humano que es la situación anímica y psicológica de la mujer.

Además, la proyección de emociones se hace sin estridencias ni dramatismos. La chica está triste (algo normal, ya que el amado no le corresponde). Sin embargo, para mostrar esa aflicción no hace falta exagerar, ahondar e intensificar el conflicto (en plan, pobre niña que se encuentra tan sola, desamparada y desgraciada). Se puede expresar el dolor que uno tiene dar tanto ruido.   

El hecho de que en la canción no hable la protagonista en primera persona, sino que toda la historia la conozcamos a través de un narrador externo, contribuye a dar una visión más comedida y elegante de la realidad (y no por ello, exenta de sentimientos).

Aunque este narrador en tercera persona sea un testigo que no forma parte de la historia, sí se implica emocionalmente, y a veces, penetra en el interior de la chica, de forma que hay frases dichas por el narrador, que podría decir perfectamente la protagonista.

La frontera entre narrador-protagonista resulta muy tenue. Se trata de un narrador lírico, subjetivo, que se pelea con la historia y la tiñe de elementos emocionales, dramáticos, sentimentales pero sin excesos.

Lo fácil ante una copla de desengaño amoroso como esta es ponerla en boca de la mujer para que derroche y vomite todo lo que tenga dentro, sin filtro, optando por un estilo barroquizante y excesivo. En cambio, aquí, la presencia de un narrador que media entre la acción y el receptor da ese toque de elegancia y renacimiento que dota de brillantez a la composición

El comienzo del tema resulta sensualista y colorista. Recuerda a un poema modernista. La acción se inserta en un marco natural idílico y paradisiaco, de base real, como es la Atalaya del Conquero, un paisaje de Huelva, famoso por sus puestas de sol y preciosas vistas. Se trata de una zona montañosa con mucha vegetación, desde la que se divisa el mar y todos los pueblos de la comarca.

Esta ambientación preciosista también se proyecta en la descripción y presentación de la protagonista: Con una rosa en la boca, bajaba desde el Conquero.

El adelantamiento del complemento circunstancial de instrumento y del complemento circunstancial de lugar al verbo (hipérbatos “con una rosa en la boca bajaba…” y “en una esquina sin luna se la encontró…”) permite al narrador recrearse en este ambiente casi pastoril, configurando una escena entrañable/placentera de la que cuesta despegarse

Al fin y al cabo, esta primera estrofa es la única parte feliz de la canción, pues en ella se narra el encuentro entre los amados: En una esquina sin luna se la encontró un marinero. Es el único momento en que vemos a la chica gozosa, antes de su desdicha.

La metáfora lumínica (esquina sin luna) hace referencia a la discreción, al silencio, al secretismo que encierran las relaciones no matrimoniales. Los amantes necesitan verse en sitios tranquilos, fuera de los ojos de la gente, para no ser juzgados. De ahí la alusión a la oscuridad (sin luna). En los años 70 la mentalidad puritana estaba a la orden del día

En la segunda estrofa se produce un contraste, ya que la protagonista pasa del estado de dicha al de infelicidad y desdicha. Además, este cambio se produce de manera súbita y brusca: en un verso está contenta disfrutando del marinero, y al siguiente está llorando

A partir de aquí se rompe el idilio y la canción se convierte en drama: La rosa fue desojada por un beso que le dio, y ahora va desconsolada. La niña sola llora de amor

La imagen de la rosa desojada, desde el punto de vista de la protagonista, representa la virulencia, la intensidad, la fuerza del sentimiento amoroso. La rapidez e inmediatez con la que se produce el enamoramiento nos recuerda a la vieja poesía de cancionero, en la que un contacto sensorial implicaba caer bajo los efectos de Cupido.

En Niña Colombina no se implica tanto al sentido de la vista, sino el del tacto (un beso, el cual aporta un matiz sensual y físico).

Lo que está claro es que ella se ha encariñado perdidamente del marinero y daría lo que fuera por pasar el resto de su vida con él.

La rosa desojada, además, puede funcionar como metáfora del desvirgamiento. La flor representa la pureza, la inocencia, la ingenuidad, la naturaleza en su máxima candidez. Tal vez este encuentro acabara en un escarceo amoroso y la chica perdiera la virginidad. De ahí que la flor se quede sin pétalos. El paso de niña a mujer es uno de los momentos míticos e inolvidables en la vida de una persona (todo el mundo recuerda cómo, dónde, cuándo y con quién se acostó la primera vez)

Desde el punto de vista del marinero, la imagen de la rosa desojada tiene un matiz físico y sexual. El marinero solo se deja llevar por lo superficial (la chica es bella, guapa, joven, tiene buen cuerpo...), pero no quiere ir más allá, ni formalizar una relación

La rosa metaforiza la juventud y belleza de la chica. En la poesía amorosa es típico identificar a la amada con una flor, ya que las flores son elementos naturales bonitos y hermosos, que brillan en primavera. La juventud es la primavera de la vida, el momento en que el cuerpo de una persona está en su máxima plenitud.

Mientras que para el chico, el encuentro solo ha sido un aquí te pillo, aquí te mato (amor carnal), para la chica ha sido un momento trascendental y culminante en su vida que no olvidará jamás (amor espiritual). Esta diferencia provoca la no correspondencia (él no quiere ir más allá y ella sí), y por tanto, el desengaño.

Los complementos predicativos enfatizan el estado de tristeza de la chica, ya sean en su orden sintáctico natural (y ahora va desconsolada) o en hipérbaton (la niña, sola, llora de amor).

En el estribillo, el narrador se dirige e invoca a la protagonista mediante metáforas en vocativo (Rosa del Conquero) e imperativos (no lo esperes más).

Ya dijimos que el narrador, aunque no forme parte de la historia, se implica de forma subjetiva en la misma llegando a interactuar con la chica. Su función consiste en dejar las cosas claras a la mujer, ser sincero, desvelar cuál es la cruda realidad, para que la asuma: No lo esperes más, que tu marinero nunca volverá

Leyendo esto, nos da la impresión de que el narrador resulta demasiado tosco, directo, frío e incluso dañino en sus palabras. El adverbio de frecuencia y el futuro de indicativo (nunca volverá) cierran la puerta a la esperanza. No hay posibilidad de que el marinero vuelva con la chica. La historia está acaba. No hay marcha atrás.

Sin embargo, el narrador, implícitamente, hace el papel de maestro de la vida, de amigo, de adoctrinador para la protagonista. Muchas veces los amigos nos dicen cosas que no queremos oír, pero lo hacen por nuestro bien, para que asumamos la adversidad lo antes posible y evolucionemos en la vida. Sería absurdo dar falsas esperanzas, a algo que es imposible.

Aunque parezca que el narrador está en el interior de una coraza, y en una posición de superioridad moral (es muy fácil hablar/aconsejar desde la distancia, cuando no has pasado por lo mismo), no es una entidad apática. Todo lo contrario.

El hecho de que el narrador interactúe con la chica hace que el espectador le coja cariño (empatía) y se genere un contexto dramático grave, pero sin dramatismos excesivos. El relator desvela la realidad a la chica tal cual es, sin tapujos, ni titubeos, ni ambigüedades

El narrador penetra en el pensamiento de la protagonista y se implica tanto, que hay metáforas que no sabemos si las expresa la chica o él (Es una ruina este malquerer). Se trata de un estilo indirecto libre, que recuerda al del monólogo interior de la novela contemporánea

La ruina, que es un concepto económico, físico y material (falta de recursos, de dinero) se aplica a un estado sentimental y psicológico. Esta transfiguración semántica permite ahondar en la tristeza de la chica. La protagonista, en términos anímicos y espirituales, está en un estado ruinoso. Su pobreza no se debe a falta de dinero, sino a falta de amor

A pesar de su aparente frialdad, podemos ver al narrador dando ánimos y consolando a la chica: Rosa del Conquero, niña colombina, no llores por él. El relator sacar a relucir su lado más humanizado y empático.

En la segunda parte del tema, el sensualismo y colorismo del escenario se han perdido. La tristeza de la protagonista afecta a la Naturaleza que le rodea. Esta se solidariza con su estado anímico, uniéndose a su pena y dolor. Por ejemplo, al inicio de la segunda estrofa se dice que el viento se encarga de difundir la aflicción de la muchacha por la comarca: El viento dijo esta copla desde la ría al Conquero

La personificación de los elementos naturales no está al servicio de crear una atmósfera idílica, sino todo lo contrario: generar un ambiente gris, melancólico, incoloro, que es el que corresponde a la decadencia espiritual de la chica

Se recurre a un motivo temático de la poesía medieval de cancionero: el amor como enfermedad, el cual puede llegar a ocasionar trastornos y locuras en el ser humano

En la Edad Media se escribían tratados teóricos sobre los efectos que producían el enamoramiento y el mal de amores, así como sus remedios y soluciones. En Niña Colombina, la protagonista alcanza un estado de enajenación mental: La niña se vuelve loca sin ver a su marinero. El desengaño amoroso ha provocado una alteración de sus facultades (enfermedad).

El uso del posesivo (su/tu marinero) implica una relación de vinculación y dependencia, que es propia de una concepción tradicionalista del amor, el cual se define como algo material y físico. Es como una pertenencia o posesión, sin la cual no se puede vivir.

Detectamos un par de imágenes que connotan soledad y desencanto:

La primera de ellas es “el corazón en pedazos”. La rotura simboliza la no unión, la falta de correspondencia, la separación física y espiritual de los amantes. Esto provoca dolor y pena. El corazón se ha roto jejjee.

La segunda estampa es la de los ojos de la niña anclados hacia el mar. Su amante es marinero. Por tanto, mirar al mar es una forma de establecer un vínculo con él.

En ningún momento la protagonista habla. Se crea un ambiente de silencio absoluto, donde el narrador se limita a describir los movimientos y gestos de la niña (en este caso, la mirada).

Esta estampa genera un flujo dramático por sí mismo, sin necesidad de recurrir a la explosión emocional en primera persona: Y la mirada hacia el mar, con una rosa en la mano, la niña sola llorando va. No hace falta rasgarse las vestiduras para expresar el dolor de la protagonista

Como veis, mirar el mar es una forma de esbozar y recordar el amante (que simboliza el idílico pasado). En este caso, la rosa ha perdido su valor sensual y físico y ha adquirido un significado más melancólico y nostálgico.

Métricamente el poema está compuesto de versos cortos (arte menor). Cada estrofa está formada por la unión de dos cuartetas de versos octosílabos (8a 8b 8a 8b).

En el estribillo los versos son de 6 sílabas (hexasílabos) y forman una cuarteta (6a 6b 6a 6b) y una “cuasi-quintilla” (digo casi porque no es una quintilla del todo, ya que en las quintillas no deben quedar versos sueltos y aquí si hay un verso suelto, terminado en “Conquero”): 6a 6b 6- 6a 6b.


lunes, 20 de septiembre de 2021

El maletilla: una copla trágica en la que el ruedo se tiñe de sangre

Un porcentaje importante del repertorio de la copla toma como fuente de inspiración el mundo taurino. De ahí que haya multitud de canciones que tengan como protagonista a toreros, desarrollen la acción principal en el ruedo o describan el ambiente de la corrida. Otras veces, verterán elogios o exaltaciones a figuras relacionadas con la tauromaquia.

Normalmente, estos temas poseen un léxico técnico-especializado referente a la materia taurina (capote, picador, presidente, burladero, verónica…).

Hoy vamos a analizar una muestra de ese cancionero torero, con un romancillo por tientos compuesto por Ochaita, Valerio y Solano en el año 1958 para las voces de Juanito Valderrama o Gracia de Triana (entre otros). La copla de hoy es El maletilla

Ya sabéis que el mundo de los toros ha generado muchísima controversia y debate en la sociedad española. Lo que para unos es un arte y un símbolo de nuestra cultura, para otros es una aberración y una vergüenza, al hacer espectáculo con la agonía y muerte de unos animales.

Lo mejor que podemos hacer es quedarnos con la parte literaria de la canción (que es una maravilla) y dejar de lado los asuntos polémicos. El hecho de que se recurra al mundo del toreo no debería constituir ningún obstáculo para dejarnos llevar por el flujo lírico de la composición.

Por ejemplo, en la historia de la literatura española, una de las elegías más bellas jamás creadas está dedicada a la muerte de un torero (el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Federico García Lorca). Y eso no impide su calidad.

En la copla pasa exactamente lo mismo: muchas canciones recurren a lo taurino, pero literariamente emocionan y están muy bien hechas. Y es con lo que hay que quedarse.




Arríen la bandera de la plaza,

apaguen ese sol que arriba arde,

que yo no quiero ver qué es lo que pasa

si sale el tercer toro de la tarde.

Quisiera no mirarlo y ya le veo,

oculto entre la gente al chavalillo

que sueña con la gloria del toreo

y ciego va a saltar,

va a saltar hasta el anillo.

 

Por Dios, señor presidente,

por Dios, por Dios no saque el pañuelo,

que aunque el chiquillo es valiente

pué haber, pué haber un día de duelo.

Se lo están pidiendo a usía

cuando el miedo las agobia

dos mujeres aflijías,

una madre y una novia,

ay, que cuchillo de duelo,

por Dios señor presidente,

por Dios. por Dios no saque el pañuelo.

 

Sonó el clarín y el toro está en la arena

y al ruedo se ha tirao el maletílla,

que empieza temerario la faena

citándolo en un pase de rodillas.

La plaza es un fanal de azul y oro

y un grito lo rajó como un cuchillo

y al ver entre los cuernos de aquel toro

vencío por la muerte, por la muerte al chavalillo.

 

Por qué señor presidente,

por qué, por qué sacó usté el pañuelo,

la sangre de aquel valiente sembró,

sembró un clavel en el suelo.

Y están viendo su agonía

cuando el miedo las agobia

dos mujeres doloridas,

una madre y una novia,

ay, que cuchillo de hielo,

por qué, señor presidente,

por qué sacó usted el pañuelo.

...............................................................................

El maletilla es una canción que se circunscribe dentro del género trágico, pues su desenlace es triste y lacrimógeno. Asistimos en directo a la muerte de un aprendiz de torero, el cual es embestido por el animal en medio de la corrida.

Los maletillas eran mozos más o menos jóvenes, que estaban formándose y aprendiendo a torear, pero todavía no habían adquirido el prestigio, la fama y la técnica de los grandes toreros de la época. Con el objetivo de poner a prueba sus habilidades, llamar la atención de la gente y comenzar a hacerse famosos, se lanzaban como espontáneos al ruedo, en medio de la corrida.

Estos personajes siempre aguardaban en las gradas entre el público asistente, y cuando veían la oportunidad, saltaban a la arena y mostraban sus dotes como toreros (aunque solo fuera durante unos segundos).

Si lo hacían bien y la gente les aplaudía, los maletillas ascendían en la escala del toreo. Muchos matadores que hoy son conocidos e importantes empezaron como simples maletillas, y al final, se consagraron y se convirtieron en figuras emblemáticas del gremio

La primera parte de la canción (estrofa+estribillo) se desarrolla en el momento anterior a la salida del toro. El poeta-narrador adopta una postura omnisciente, es decir, de absoluto y total conocimiento de lo que va a pasar.

Él sabe de antemano que el final de la historia va a ser trágico y el lector-receptor va a asistir irremediablemente a una escena horrible, angustiosa, sangrienta, truculenta.

En los primeros versos se crea un clima muy incómodo, como si estuviéramos a punto de contemplar algo desagradable, que sería mejor no ver: Arríen la bandera de la plaza, apaguen ese sol que arriba arde que yo no quiere ver qué es lo que pasa si sale el tercer toro de la tarde

La voz lírico-narrativa se dirige tanto al público de la plaza como a los posibles lectores-oyentes de la canción, gracias a las marcas de tercera persona del plural (Arríen, apaguen) que forman estructuras de paralelismo (verbo+complemento directo+complemento del nombre: arríen-apaguen, la bandera-ese sol, de la plaza/que arriba arde).

La imagen del Sol apagado está relacionada con la oscuridad, la ceguera, la noche. Cuando algo es horrible y angustioso, para no sufrir, lo mejor sería no verlo. Por eso, pide a la gente que “apague el sol”, para no ver lo que está a punto de pasar.

Un elemento natural, que no depende de la voluntad de la gente (Sol), es tratado como si fuera un objeto artificial, que sí depende del capricho del ser humano. La cosificación de lo natural crea un ambiente mortecino, que anticipa algo trágico. Es una especie de mal agüero.

La voz poética se implica en la historia, convirtiéndose a la vez en testigo (como si fuera parte del graderío) y a la vez en transmisor (narrador, que se anticipa y sabe lo que va a pasar).

Esto se consigue gracias a las marcas de primera persona, tanto verbales como pronominales: que YO no quierO ver, QuisierA no mirarlo y ya le veO.

Se crea una sensación de angustia e inestabilidad, ya que el narrador sabe que va a pasar algo malo y no puede hacer nada por evitarlo. Al no ser un personaje, no puede influir en la acción. Solo es un transmisor (cuenta una historia que no depende de él). Lo único que puede hacer es contemplar cómo se van sucediendo los acontecimientos a lo largo de la copla, esperando el desenlace funesto.

Al final de la primera estrofa asistimos a la presentación del protagonista, mediante oraciones de participio (oculto entre la gente al chavalillo), oraciones de relativo (que sueña con la gloria del toreo) y oraciones simples con adjetivos (ciego va a saltar).

En los textos trágicos, la aparición del protagonista se convierte en una parte solemne. Da la impresión de que esta persona es alguien un poquito más especial que las demás (está por encima del resto). De toda la multitud que hay en la plaza, el foco narrativo se acerca al protagonista, como si fuera el zoom de una cámara. De esta manera, se resalta la figura del héroe trágico.

El uso de diminutivos (chavalillo), crea una sensación de afectividad y acentúa más la tragedia. El hecho de que una persona joven (casi un niño) con toda la vida por delante muera, resulta más dramático y contundente que si fallece una persona mayor. Es contra natura que una persona de 20-30 deje de existir.  

De hecho, el narrador se recrea en las ilusiones, sueños, aspiraciones y deseos del chico (ser torero). Todo esto “engorda” la tragedia, ya que el héroe no comete actos inmorales o erráticos. Simplemente hace lo que le gusta (torear). Se está autorrealizando. Busca alcanzar su plenitud a través del trabajo. Y eso no es malo. Lo que pasa es que le va a llevar al desastre.

Las anadiplosis (ciego va a saltar/ va a saltar hasta el anillo) junto al hipérbaton (el predicativo “ciego” se adelanta al verbo “saltar”) crean una sensación de inestabilidad, de dramatismo, ya que al narrador le cuesta ser fluido en la sintaxis, como si él, (que ya que sabe lo que va a pasar) se viera muy afectado y tocado emocionalmente. Es difícil contar algo tan duro y horrible.

El anillo es una forma metafórica de designar al ruedo, a la arena (que tiene forma redonda). Por eso se dice que el maletilla está a punto de saltar al anillo.

En el estribillo, la voz poética se dirige al presidente mediante súplicas dramáticas (Por Dios, señor presidente, no saque el pañuelo).

Para los que no lo sepáis, el presidente es la persona encargada de dirigir la corrida de toros y tomar decisiones importantes. Mediante un sistema de pañuelos de colores da las instrucciones básicas: pañuelo blanco cuando sale el toro, pañuelo verde cuando hay que devolver el toro a los corrales, amarillo cuando se concede indulto al toro, azul cuando se concede la vuelta al ruedo…

El presidente es tratado como una autoridad, como a una persona a la que se debe respeto. De ahí que la voz poética se dirija a él en una ocasión como usía (su señoría).

Como el narrador sabe que va a pasar algo malo, le suplica desesperadamente que no saque el pañuelo que autorice la salida del toro. Si no saca el pañuelo, no hay animal, y por tanto, no habría muerte en esta canción.  

La voz lírica se recrea en estos momentos previos a la salida, parando el tiempo, con el objetivo de seguir engordando el drama.

El lenguaje recuerda al de los poemas más exaltados del Romanticismo, gracias a la acumulación y repetición desmesurada de palabras (Por Dios señor presidente, por Dios, por Dios no saque el pañuelo). En dos versos aparecen tres “Por Dios”.

El narrador está muy perturbado, porque se da cuenta de que la tragedia está cada vez más cerca. De ahí ese tono de desesperación, con anáforas (los dos primeros versos del estribillo empiezan por “Por Dios”) imperativos (no saque) y frases entrecortadas (aunque el chiquillo es valiente, pué haber…pué haber un día de duelo).  

A la voz poética le cuesta articular los sonidos, le cuesta hablar, le cuesta terminar las palabras y las frases (“pué” en lugar de “puede”). La apócope (pérdida de elementos finales de la palabra) está al servicio del dramatismo.

El narrador advierte al presidente de lo que puede pasar. En las grandes tragedias hay siempre oráculos que vaticinan y hacen advertencias. Lo que pasa es que el narrador no es un personaje, y por tanto, no puede influir en el desarrollo de la historia. Estas súplicas solo existen en la imaginación del narrador, no en la acción. Por eso no son efectivas. El narrador sabe todo pero no puede hacer nada por evitar la cogida.

Estos miedos y advertencias del narrador representan los sentimientos de los familiares de los toreros. Tened en cuenta que madres/novias/hermanas lo pasan mal viendo a un ser querido torear, ya que con cada toro, se están jugando la vida y están expuestos a que les pase algo malo.

Por eso, los familiares son los sufridores de los festejos taurinos. Esto se ve en el primer estribillo: cuando el miedo las agobia dos mujeres afligidas: una madre y una novia

La segunda parte de la canción (estrofa+estribillo) corresponde al momento de salida del toro. La descripción del protocolo de la corrida es realista y dinámico: Sonó el clarín y en toro está en la arena.

El sujeto (el clarín) se pospone al verbo (sonó), dando un toque de solemnidad y rotundidad a la situación y provocando efectos sensoriales (el clarín es un ruido típico de la fiesta nacional). El narrador quiere trasladar el ambiente típico al receptor, sin ningún tipo de adorno retórico.

El polisíndeton realza la acumulación de escenas, como si estuviéramos asistiendo a una pequeña película, detallando todos y cada uno de los pasos del protagonista: Sonó el clarín Y está el toro en la arena. Y al ruedo se ha tirado el maletilla.

El sujeto se sigue posponiendo al final de la frase (el maletilla), anteponiendo el circunstancial de lugar (al ruedo) y el verbo (se ha tirado), con el objetivo de enfatizar la escena y recrearse lentamente en ella. El hipérbaton retarda el ritmo de un texto y le da cierta intriga.  

La espectacularidad del momento creado (el posible “morbo trágico”) se fusiona con el realismo y costumbrismo del ambiente, ya que la voz poética hace alusión a faenas y técnicas del toreo: que empieza temerario la faena, citándolo en un pase de rodillas.

El complemento predicativo antepuesto al verbo (temerario) realza ciertas actitudes e impresiones subjetivas que van ligadas al mundo taurino (para mucha gente, los toreros son valientes por enfrentarse al peligro del toro). Y eso causa admiración, fascinación, respeto…

El costumbrismo se tiñe de elementos literarios gracias a las metáforas (la plaza es un fanal de azul y oro). Un fanal es una especie de farol o lámpara que se pone a los faros y los barcos como señal nocturna. Esto significa que la plaza está encendida, el ambiente es masificado (hay gritos, voces, murmullos, alboroto, aplausos, vítores). Es el ruido y atmósfera típica de los espectáculos en los que acude mucha gente y se lo pasan bien. La corrida está en su máximo esplendor y se nota que hay jolgorio y jaleo.

Al final de la segunda estrofa asistimos al trance patético, es decir, al momento más truculento de la historia: el toro embiste al maletilla y lo mata. Se resuelve en tan solo tres versos.

La escena conmociona al público presente en las gradas. Ya hemos dicho que la plaza es un fanal (un farol). La secuencia de la cogida conlleva la rotura y el desquebrajamiento de ese objeto. En otras palabras: la estampa provoca tanto horror, angustia y miedo en el público que el faro se rompe, no aguanta la presión de lo sobrecogedor del momento

Esto se representa con imágenes y comparaciones violentas: La plaza es un fanal […] y un grito lo rajó como un cuchillo al ver entre los cuernos de aquel toro, vencido por la muerte al chavalillo

Como veis, la copla representa de una manera explícita la imagen del chico fallecido. En otras tragedias, los momentos crueles y feos, quedan fuera del texto, ya que para muchos autores resulta poco decoroso manifestar explícitamente elementos sórdidos y desagradables (sangre, cadáveres, accidentes…).

Pensemos en otras canciones trágicas ya analizadas como María la Portuguesa o Lola Puñales. En ellas, el trance patético (asesinato) se pasa por alto. No se detalla. Sabemos que pasa, pero no asistimos al momento en directo.

En cambio, en El maletilla se representa en un primer plano el elemento morboso (la cogida del toro y la imagen del muchacho muerto). Son formas diferentes de concebir la tragedia. Estamos ante una tragedia más explícita, ruidosa, altisonante y efectista.

Las repeticiones (vencido por la muerte, por la muerte al chavalillo) marcan la tensión y conmoción del momento. Cuando estamos tocados emocionalmente nos cuesta hablar, articular palabras, ligar la sintaxis. Las palabras no fluyen. Es tan doloroso lo que se ha visto en el ruedo que cuesta digerirlo y transmitirlo.

Se trata de un efecto buscado por el propio autor. De hecho, podéis ver que la estructura sintáctica resulta engorrosa, con muchos complementos no necesarios en medio (entre los cuernos de aquel toro), repeticiones (por la muerte, por la muerte) y alteraciones de orden (“al ver vencido por la muerte al chavalillo” en lugar de “al ver al chavalillo vencido por la muerte” que es más natural). El dramatismo es máximo.

En el segundo estribillo asistimos a las lamentaciones post-mortem. El narrador se dirige al presidente otra vez (Por Dios, señor presidente) y le reprocha haber sacado el pañuelo (¿Por qué sacó usted el pañuelo?). Si no hubiera sacado el pañuelo, el toro no habría salido, y por tanto, no hubiera habido tragedia.

A pesar del momento adverso, el narrador usa la marca de cortesía en el tratamiento (Usted).

Percibimos un contraste con respecto al primer estribillo. En la primera parte la voz poética hacía una advertencia (no saque el pañuelo porque puede pasar X cosa). Ahora vemos una especie de reproche-lamento (por haber sacado el pañuelo ha pasado lo que ya advertía antes).

No obstante, repito lo de antes: el narrador no es un personaje, y por tanto, no interviene en la historia. Se dirige al presidente como forma de dar dramatismo (parecido a lo que hacía un juglar en la épica medieval), pero su contenido no tendrá repercusión en la acción. No puede parar la muerte del matetilla.

Un recurso habitual en este tipo de poesía trágica es convertir lo truculento, lo feo y lo desagradable (la sangre del chaval corneado por el toro) en una metáfora estética: La sangre de aquel valiente sembró un clavel en el suelo. El clavel y la sangre comparten un rasgo común: el color rojo.

El objetivo es homenajear, vitorear, elogiar la figura del torero. De todas formas, eso de mezclar lo sórdido con lo bonito, crea un efecto bastante grotesco y rocambolesco.  

Si en el primer estribillo se hacía alusión al miedo de los familiares (se pasa mal viendo a una persona que quieres jugueteando con la muerte), ahora se ve representado el dolor, la angustia y el miedo por perder a un ser querido: Y están viendo su agonía cuando el miedo las agobia dos mujeres doloridas: una madre y una novia.

El dolor se dramatiza con una metáfora de tono exclamativo e interjeccionado: Ay, qué cuchillo de hielo. La tragedia no solo es terrible para el que la sufre, sino también para el que la contempla. El espectador se identifica con la víctima y sufre al ponerse en su lugar (empatía)

En cuanto a la métrica, hay que decir, que tanta repetición provoca pequeños desajustes en el cómputo silábico de los versos. No obstante, si eliminamos esas reiteraciones, el esquema es sencillo.

-Las estrofas están formadas por versos endecasílabos, que se agrupan en dos serventesios: 11A 11B 11A 11B

-Los estribillos están formados por versos octosílabos, que forman dos cuartetas: 8a 8b 8a 8b.

Hay un verso que queda despegado de los demás, que es el último (“Ay, qué cuchillo de hielo”). No obstante, rima con el segundo y el cuarto (hielo-pañuelo-duelo).