viernes, 28 de octubre de 2022

Coplas del chapinero: la historia de amor entre un aprendiz de zapatero y una monja

Las letras de las coplas no solo sirven para conocer personajes históricos (como ocurrió el mes pasado con la duquesa de Alba). También recrean costumbres, tradiciones y realidades de nuestro pasado más reciente.

A lo largo de estos años hemos comentado canciones que hacen alusión a profesiones ya extintas: serenos, sardineras, bandoleros, corregidores, pregoneros…

Desde hoy podemos añadir un nuevo elemento a la lista de trabajos copleros. El tema fue compuesto en el año 1956, por Ochaíta, Valerio y Solano, para el espectáculo Coplas al viento de la artista loreña Gracia Montes. Estas bulerías cuentan una bonita historia de amor ambientada en Granada entre un aprendiz a chapinero y una joven novicia. Hoy vamos a analizar las Coplas del chapinero


Ni de noche, ni de día,
la vío la gente salir,
era una monjita presa,
entre arrayán y jazmín.
Enfrente de su ventana,
un chapinero aprendiz,
mientras machacaba suelas,
al aire cantaba así.

Te tengo que regalar,
unos chapines de almendra,
para que puedas estrenarlos
la noche que me comprendas,
noche de luna, verde ciprés,
el chapinero, siempre a tus pies,
va triturando mi corazón,
con la puntita, con el tacón.

El día de Corpus Christi
para ir a misa mayor,
chapines de terciopelo,
la encerradita estrenó.
Y cuando estaba en la iglesia
rezando con devoción,
el pícaro chapinero,
esta copla le cantó.

Te tengo que regalar
chapines de chocolate,
para aquella noche bendita,
en que conmigo te escapes,
noche de espera canta el reloj,
nadie lo sabe, sólo tú y yo
pisa menudo con tu chapines,
que no se entere ni el Albaicín.

El veinticuatro de junio,
que es la noche de San Juan,
el trébol de los amores,
Granada ha visto cortar.
Abrió la niña el postigo,
dormía la vecindad,
la luna le iba poniendo,
chapines de flor de azahar.

Te tengo que regalar,
unos chapines de estaño,
para aquella noche negrita,
que te coma el desengaño,
noche de olvido, verdes arrayanes,
la agua oculta llora en Granada.
Qué poco dura ¡válgame Dios!,
la media suela de la ilusión.

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Un chapinero es la persona que se dedica a fabricar chapines. Y vosotros os preguntaréis…¿Y qué diablos es un chapín?

Un chapín era un tipo de calzado que usaban antiguamente las mujeres, en forma de chancla, con suela de corcho y forrado de cordobán (piel de cabra). Como este tipo de zapato ya no se usa, el oficio de chapinero ha pasado a la historia. Como denominación general, existe el término zapatero, que es la persona que se dedica a trabajar el calzado.

El chapinero de este poema se enamora de una mocita religiosa, la cual ha tomado ya el hábito, pero no ha profesado todavía.

La canción se divide en dos partes:

-Las estrofas, en las que un narrador omnisciente en tercera persona presenta a los personajes y cuenta la historia de amor entre los dos jóvenes: cómo se conocen, cómo él pretende a ella y cómo ella se escapa con él.

-Los estribillos, en los que el chapinero habla en primera persona, anticipándose siempre al futuro, a lo que va a ocurrir. El contenido del estribillo va siempre un poquito por delante del contenido de la estrofa siguiente, ya que el muchacho se dedica a hacer planes, proyectos, previsiones (algunas positivas, y otras negativas de lo que va a pasar).

Pensad que esta copla está influida por el procedimiento amoroso de la literatura cancioneril. Hay una serie de etapas que se van atravesando durante el idilio (primer encuentro, cortejo, él se escapa con ella…). En el estribillo, el protagonista va anticipando la etapa siguiente de ese proceso (aunque todavía los hechos no se hayan dado en las estrofas).

En la primera estrofa hallamos el planteamiento narrativo y la presentación de los amantes

Por un lado, la joven religiosa. Mediante el recurso de la antítesis, el narrador enfatiza la vida de clausura que lleva la muchacha, de una forma continua e ininterrumpida: Ni de NOCHE ni de DÍA, la vio la gente salir.

Tened en cuenta que el hecho de dedicarte a la vida monacal (en este caso, ser monja) implica renunciar a tener contacto con el mundo exterior. Las monjas suelen salir muy poco a la calle, pues la mayor parte del día permanecen dentro del convento. De ahí que se recurra a la metáfora de la cárcel, para aludir a esa falta de libertad: Era una monjita presa entre arrayán y jazmín.

Las monjas, por amor a Dios, renuncian a ciertas cosas que también son valiosas (la libre circulación, la satisfacción de placeres inmediatos…). Se trata de una decisión voluntaria y premeditada. Por eso, la cárcel, no se concibe como una prisión oscura, fría o terrorífica, sino como un lugar colorista, plagado de elementos bellos y sensuales: el arrayán, que es un tipo de planta arbustiva, de flores olorosas, ramas flexibles; y el jazmín, que es una flor que se utiliza para elaborar perfumes, ya que su olor es muy agradable.

En este sentido, la prisión no es un estadio terrible y desdichado, sino placentero y amoroso. El diminutivo (monjita) da un carácter afectivo al tema y quita dramatismo a la parte más dura de la vida de clausura (estar encerrada).

Por otro lado, se presenta al joven aprendiz de chapinero, en plena faena laboral, mientras realiza sus labores cotidianas: Enfrente de su ventana, un chapinero aprendiz, mientras machaba suelas, al aire cantaba así.

Como veis, la contemplación juega un papel muy importante en el proceso amoroso. El muchacho se enamora de la muchacha mirándola, observándola, percibiéndola con la vista en un contexto cotidiano. En el amor cortés, es típico que los enamoramientos se produzcan a partir de escenas domésticas (él trabajando en los zapatos, y ella dentro del convento). Estas pinceladas costumbristas y realistas dan al poema un toque interesante.

En la presentación del personaje se incluye un merónimo. Se denomina merónimo a aquel elemento léxico-semántico que alude a la parte de una entidad. El merónimo en este caso es la suela, que es una parte del zapato (elemento fundamental en la vida diaria del chapinero). El merónimo es la parte (suela), mientras que el holónimo sería el todo (zapato)

El hecho de que el chapinero cante mientras lleva a cabo su trabajo da un toque de vitalismo a la composición. El muchacho disfruta y se divierte con su profesión. No lo ve como una tarea ardua y aburrida. Le gusta ejercer su faena. Cuando estás contento y feliz, es más fácil darse cuenta de las cosas bellas de la vida. Por eso, su canción sirve de cortejo a la dama. En el estribillo piropea a la amada haciendo lo que más le gusta (trabajar los chapines)

El chapinero engatusa a la muchacha con regalos u obsequios. Gratificar a la dama con bienes materiales es un mecanismo habitual de la lírica cortés. ¿El objetivo? Atraer a la chica, captar su atención, que quede hechizada con tu encanto: Te tengo que regalar unos chapines de almendra, para que puedas estrenarlos la noche que me comprendas.

El regalo es solo un pretexto, una excusa para intentar ir más allá en busca de una relación oficial seria. El hecho de obsequiarla con un objeto cuya fabricación requiere tiempo, esfuerzo y talento realza el sentimiento de verdad hacia la chica. No se trata de algo comprado o recogido fácilmente del entorno (lo típico, unas flores), sino de un elemento que ha sido elaborado con las propias manos.

Además, el material del que están hechos esos chapines está cargado de simbolismo. La almendra es el fruto del almendro, árbol cuyas flores son blancas. El blanco está relacionado con la pureza, la limpieza, la sinceridad…El chapinero se ha enamorado de verdad de la muchacha y no hay segundas intenciones.

El chapinero, en su discurso, intenta convertir el futuro (que por naturaleza, suele ser incierto o hipotético) en algo seguro y firme (que va a pasar sí o sí). Ya os he dicho que cada estribillo supone un anticipo de lo que va a pasar en la siguiente estrofa, pues cada estribillo constituye una predicción por parte del chapinero de lo que va a pasar después, como haciendo una previsión de las diferentes etapas del proceso amoroso.

El muchacho utiliza el presente de subjuntivo para dar certeza a sus predicciones: para que puedas estrenarlos, la noche que me comprendas. Él está 100% seguro de que se va a producir una correspondencia y de que habrá un flechazo entre él y la monja. De ahí, la ilusión por la chica

De hecho, las predicciones están cargadas de elementos naturales y sensuales, que dibujan el futuro como una realidad bonita e idílica: noche de Luna, verde ciprés

Además, el muchacho se recrea en la fase del cortejo, tan típica de la literatura del amor cortés. El hombre se presenta como un sirviente de la amada. La mujer es elevada a un nivel de superioridad, y el amado se subordina a ella y está dispuesto a darlo todo por ella: El chapinero, siempre a tus pies. El adverbio de frecuencia (siempre) da fuerza a la estampa creada de amada como diosa.

El hecho de que el protagonista sea chapinero (haga un determinado tipo de calzado) permite al autor hacer pequeños juegos léxicos con el tema de los pies y los zapatos: siempre a tus pies, va triturando mi corazón, con la puntita, con el tacón.

Los elementos relacionados con el campo semántico del calzado son extrapolados a un contexto lírico-amoroso. El chapinero intenta enamorar a la muchacha, busca remover sus sentimientos, en busca de la correspondencia. De ahí la metáfora del triturado. Para ganarse a la mujer no se puede transmitir indiferencia: hay que activar las emociones de la chica, cautivarla, que se muera por nuestros huesos…

En la segunda estrofa, la relación sigue avanzando, sin descuidar los elementos más costumbristas, como la alusión a una de las jornadas más importantes del calendario: El día del Corpus Christi para ir a misa mayor…Esto enriquece el ambiente y la atmósfera espacial y temporal de la composición.

El material de los chapines está cargado de simbología: Chapines de terciopelo, la encerradita estrenó. El terciopelo es una tela de seda tupida, que posee una textura muy suave y agradable cuando la tocamos. La dulzura del terciopelo representa la dulzura de la dama, la cual muestra signos de correspondencia hacia él.

El hipérbaton (el hecho de anteponer el complemento directo [chapines de terciopelo], al sujeto [la encerradita] y al verbo [estrenó]) enfatiza este simbolismo. El elemento que transmite armonía lírica y sensación de bienestar (terciopelo) ocupa la primera posición oracional. Se nota que hay química entre los amantes. El chapín se convierte en un ente simbólico, capaz de configurar su propio lenguaje.

Los elementos sensuales se insertan dentro de escenas cotidianas y costumbristas: Y cuando estaba en la iglesia, rezando con devoción, el pícaro chapinero esta copla le cantó.

Los adjetivos (pícaro), los complementos modales (con devoción) y la subordinada temporal (y cuando estaba en la iglesia…) ralentizan el ritmo de la historia, haciéndola más lenta y estática, pero también permite al narrador recrearse en ella y alargar todo lo posible la estampa armónica. La morosidad narrativa a veces es una virtud. Si el cuadro que se crea es placentero y agradable, no molestan estos detalles (siempre y cuando no se alcance el grado de empalagoso). Se crea un contexto vitalista muy interesante.

En el segundo estribillo, el chapinero continúa con el cortejo de obsequios y elogios: Te tengo que regalar chapines de chocolate. El simbolismo sigue siendo importante. Estamos viviendo el momento más dulce y esplendoroso del poema, que es cuando la relación amorosa está en su mejor momento (la dulzura del chocolate se identifica con la parte más suculenta y afable del idilio).

Las estructuras sintácticas utilizadas son las mismas del primer estribillo (paralelismo), cambiando el material de los chapines: te tengo que regalar, chapines de almendra/de chocolate

En este segundo estribillo el chapinero vuelve a anticiparse a la siguiente etapa del proceso amoroso. La correspondencia se ha producido. El siguiente paso es el rapto, que ella abandone el convento para irse con él: para aquella noche bendita en que conmigo te escapes.

De nuevo, el presente de subjuntivo se utiliza no con valor hipotético o de probabilidad, sino para transmitir certeza/seguridad: el rapto se va a producir sí o sí. El futuro vuelve a concebirse como inevitable e inapelable.

Un adjetivo de índole religioso (bendito) se aplica en un contexto de amor profano (la amante que deja todo para irse con el amado), lo cual crea un contrafactum

La personificación del tiempo (noche de espera, canta el reloj…) da transcendencia a ese momento tan importante para el chapinero, que espera con tanta ansia desde hace tiempo: que la dama sea valiente, luche por lo que ama, deje su vida anterior de monja y se escape con él.

En estos versos hace acto de presencia otro de los elementos más importantes del amor cortés: el secreto, la discreción. Está mal visto que un amado pregone e irradie detalles íntimos de su relación. El amor hay que vivirlo de manera silenciosa, de puertas hacia dentro. No hay necesidad de transmitírselo al mundo, a la gente o al vecino de al lado.

Al final, la relación afectiva importa solo a las dos personas implicadas, afirmación que se manifiesta con los pronombres indefinidos y personales, insertos en dos oraciones yuxtapuestas con elipsis del verbo en la segunda oración: NADIE lo sabe, solo [lo sabe] TÚ y YÓ.

Se pretende que la relación amorosa no sea ruidosa, no llame la atención de nadie y no se convierta en tema/objeto de comentario social.

Esto se manifiesta en el imperativo (pisa menudo con tus chapines) y la personificación de uno de los monumentos más conocidos del patrimonio histórico de Granada: Que no se entere ni el Albaicín.

El amado se comporta de una forma virtuosa y ejemplar. Es discreto. No pretende armar un escándalo. Al fin y al cabo ella es monja y eso generaría desprestigio y deshonor, ya que está mal visto incitar a una persona a abandonar su servicio a Dios. La gente le daría a la lengua.

Como ya se ha visto, cada estribillo supone un anticipo de lo que va a pasar en la estrofa siguiente. En la última parte del tema, se produce la huida: la muchacha se escapa del convento para irse con el chapinero.

El rapto se contextualiza en una fecha concreta del calendario, para dar esos toques costumbristas que nos han acompañado desde el inicio de la canción: El 24 de Junio, que es la noche de San Juan.

La oración de relativo tiene una función didáctica y explicativa, por si hay alguien que no sabe que el 24 de junio es el día de San Juan, la noche más corta del año, famosa por sus hogueras.

El trébol se convierte en una metáfora del triunfo amoroso, ya que la muchacha ha dado ese paso tan importante: El trébol de los amores, Granada ha visto cortar.

En este verso encontramos una metonimia: se alude al nombre de la ciudad (Granada) para designar a los granadinos, a las personas que viven en esa ciudad, y conocen esta historia. Es una manera de personificar, vivificar y homenajear la urbe andaluza. La historia del chapinero circuló entre los habitantes del municipio nazarí. Es una narración popular.

La ruptura sintáctica es notable, ya que en medio del complemento directo [el trébol de los amores] y el verbo [cortar], se meten otros constituyentes [Granada ha visto]. ¿Cuál es el efecto? Mantener vivo este momento tan trascendental de la historia (el rapto) el mayor tiempo posible. Tened en cuenta que esta separación entre constituyentes obliga al receptor a hacer un esfuerzo mental, no olvidando la primera información para después completarla al final del periodo sintáctico.

A continuación se cuenta cómo la muchacha escapa del convento, mediante una serie de oraciones yuxtapuestas, muy escuetas, pero claras y contundentes, sin necesidad de dar morbo o folletín a la historia: Abrió la niña el postigo, dormía la vecindad.

Como veis, los verbos se anteponen a los sujetos, gracias al hipérbaton (abrió la niña el postigo, dormía la vecindad). Es una manera de dar trascendencia a la acción. En esta parte del poema predomina la narración sobre la descripción. De ahí, la acumulación de verbos en pretérito (abrió, dormía…)

Los detalles de sensualidad y vitalismo siguen presentes: La Luna le iba poniendo chapines de flor de azahar. La personificación astral y la blancura del azahar se convierten en símbolos que dan fuerza y plasticidad a la escena

Como ya os he dicho, cada estribillo anticipa lo que va a pasar en la estrofa siguiente. Esto genera una situación bastante extraña/curiosa. Esta ha sido la última estrofa de la canción. Sin embargo, todavía queda un estribillo. En este estribillo el narrador hace una predicción de futuro que genera sensaciones poco halagüeñas sobre el idilio amoroso: te tengo que regalar unos chapines de estaño para aquella noche negrita que te coma el desengaño

¿Qué es lo que ocurre? No hay una cuarta estrofa en la que esos malos augurios se materialicen. El receptor sabe que cada estribillo es un vaticinio de lo que va a ocurrir después. En este caso, el proyecto vital se pinta desde la perspectiva del infortunio. La copla acaba aquí, con los dos amantes felices y contentos, pero todos sabemos que si continuara en una cuarta estrofa, el devenir de la relación daría un giro (para mal).

De esta forma, el desenlace de la historia no es malo, pero sí nos deja con un sabor agridulce, como de mal rollo. Tiene pinta de que el idilio se va a torcer.

Si nos regimos por la lógica y la dinámica objetiva del poema, la relación no va a terminar bien. En cada nueva estrofa ha ocurrido exactamente lo que se ha anticipado en el estribillo anterior. Por tanto, si en el tercer estribillo se cuenta algo malo, lo normal es que en una hipotética cuarta estrofa, pasara todo lo malo que narra el tercer estribillo.

Tened en cuenta que a lo largo de la canción se está planteando un proceso amatorio. Para muchos estudiosos, la última etapa del amor es el fin del mismo. Debido al paso del tiempo, la relación se desgasta, los defectos se magnifican, surgen los conflictos y choques entre los amantes. Esto desemboca en sentimientos de desengaño y frustración. El amor no es eterno, y esa persona ya no te aporta lo que antes te aportaba.

Como en los anteriores estribillos, hay un cortejo con obsequios a la dama. En este caso, el presente podría concebirse como una especie de regalo envenenado: Te tengo que regalar unos chapines de estaño para aquella noche negrita que te coma el desengaño.

El chapinero da por hecho que la relación va a terminarse y que llegará el dolor y la decepción

Si en los estribillos anteriores el subjuntivo transmitía sensación de certeza en sentido positivo (todo va a ir bien, habrá correspondencia), ahora será en sentido negativo (las cosas no van a salir bien, habrá dolor, pena, frustración…).

El simbolismo vuelve a estar presente en el material del calzado. Ahora, los chapines son de metal (estaño). El metal simboliza la frialdad, la distancia, la falta de pasión, el fin de la vida (amorosa). La adjetivación transmite pesimismo, con imágenes funestas, que transmiten malas sensaciones: noche negrita. La oscuridad, la falta de luz (recordad la mística) simboliza la ausencia de amor.

El chapinero está seguro de que la relación se va romper, de que el amor, por naturaleza, no es eterno. Es la última etapa del proceso afectivo. Esto genera rabia, ira y enfado. De ahí ese tono cercano a la maldición: que te coma el desengaño. Se trata de una expresión coloquial, con algo de hipérbole. Parece que él está lanzando injurias a ella. Personificar el sentimiento de desilusión dota de intensidad y dramatismo al poema.

Aunque se recurre a imágenes y elementos del mundo natural, se trata de un paisaje degradado, echado a perder, mustio, sin color, oscuro: Noche de olvido, verde arrayanes, el agua oculta llora en Granada.

Se hace alusión a las aguas estancadas sucias y podridas, frente al agua de los ríos y de los mares que siempre es limpia. La personificación del agua (el agua […] llora en Granada) representa la pena, la tristeza y el dolor por el fin del amor.

Ante eso, solo queda la resignación, actitud típica del estoicismo renacentista. Hay que asumir la cruda realidad, con serenidad, tal como se expresa en la exclamación retórica y el vocativo a la divinidad: Qué poco dura, válgame Dios, la media suela de la ilusión.

Se trata de una expresión coloquial pero contundente, en la que no falta esa pincelada de ironía recurriendo al lenguaje del calzado (media suela) pero insertándolo en un contexto dramático (media suela de la ilusión).

El final resulta barroco, ya que se produce una situación de desengaño. Cuando empieza el proceso amoroso, siempre nos creamos ilusiones, expectativas, proyectos, hacemos planes, todo va a ser alegría, felicidad…Sin embargo, el amor no es eterno, y acaba llegando a su fin, provocando frustración y desengaño.

De todas formas, esto es solo una visión de futuro (pesimista, pero una visión al fin y al cabo). La parte narrativa (el presente) termina con la pareja unida (ella escapándose con él). Nunca sabemos qué pasará después. El hecho de truncar la historia ahí crea un final abierto, en el que cada uno puede hacer la interpretación que quiera. Lo que pasa es que, si en todos los estribillos se anticipa lo que va a pasar (y finalmente acaba pasando), está claro que ese tercer estribillo no augura nada bueno, y crea un mal sabor de boca. No obstante, eso es solo una proyección mental de futuro. En el presente la pareja acaba unida, y con eso deberían quedarse los amantes de los finales felices.

Métricamente, las estrofas están formadas por la unión de dos coplas, es decir, cuatro versos octosílabos que riman el segundo con el cuarto, mientras que el primero y el tercero quedan libres (8- 8a 8- 8a).

El primer estribillo está formado por la unión de una copla, y dos pareados, es decir, dos versos que riman entre sí (ciprés-pies, corazón-tacón).

El segundo estribillo consta de la unión de una copla, un pareado (reloj-yo) y dos versos libres.

El tercer estribillo está formado por una copla, dos versos libres y un pareado (Dios-ilusión).



miércoles, 19 de octubre de 2022

Dos gardenias (Antonio Machín): las etapas del amor a ritmo de bolero

La canción que vamos a analizar hoy es un bonito bolero que vio la luz en el año 1945. Fue escrito por la compositora y pianista cubana Isolina Carrillo. En Hispanoamérica tuvo éxito en las voces de Daniel Santos y Omara Portuondo. En España, fue Antonio Machín el que lo iconizó. Se titula Dos gardenias


Dos gardenias para ti
Con ellas quiero decir
Te quiero, te adoro, mi vida
Ponle toda tu atención
Que serán tu corazón y el mio

Dos gardenias para ti
Que tendrán todo el calor de un beso
De esos besos que te di
Y que jamas te encontrarán
En el calor de otro querer

A tu lado vivirán y te hablarán
Como cuando estás conmigo
Y hasta creerán
Que te dirán te quiero.

Pero si un atardecer
Las gardenias de mi amor se mueren
Es porque han adivinado
Que tu amor me ha atraicionado
Porque existe otro querer

A tu lado vivirán y se hablarán
Como cuando estás conmigo
Y hasta creerán
Que te dirán te quiero.

Pero si un atardecer
Las gardenias de mi amor se mueren
Es porque han adivinado
Que tu amor me ha atraicionado
Porque existe otro querer

Es porque han adivinado
Que tu amor me ha atraicionado
Porque existe otro querer

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Para los más despistados, una gardenia es una planta de la familia de las rubiáceas, que tiene su origen en China. Posee hojas perennes, de color verde claro, lisas y brillantes. Las flores son parecidas a las rosas, pero de color blanco, ideales para decoración de una casa. Posee un aroma muy intenso y agradable, capaz de perfumar una habitación durante varios días. En la cultura popular, simboliza la gracia femenina, la sutileza y el mérito artístico.

El uso de la gardenia en este poema tiene dos enfoques diferentes:

-Por un lado, la gardenia como elemento físico o material, que es el regalo que el amado hace la amada dentro del proceso del cortejo amoroso: “Dos gardenias para ti”. Regalar flores a la dama es una táctica habitual desde los tiempos del amor cortés, como forma de conquista y gesto de cariño.

-Por otro lado, la gardenia como elemento simbólico o metafórico. En este caso, la flor representa la propia relación de amor entre los amantes. Esto nos remite a la lírica clásica y renacentista, donde el yo poético proyecta sus emociones y sentimientos sobre elementos del paisaje natural. Es lo que pasaba, por ejemplo, en Garcilaso de la Vega. Cuando el amado estaba en la etapa de esplendor con la amada, la Naturaleza era majestuosa y paradisíaca (sol, fuentes, árboles, ríos, hierba…). Cuando el amado estaba en una etapa de desengaño y decepción (no correspondencia, muerte de la amada), la Naturaleza perdía su brillantez (hojas secas, flores marchitas…).

Pues algo así pasará con las gardenias en este bolero. En función del devenir del proceso amoroso, el aspecto y forma de las flores será uno u otro. Las plantas son un trasunto del amor entre la pareja. La flor adquiere una dimensión comunicativa. Evoluciona junto al amor de la pareja, de forma paralela y simultánea, adaptándose a los acontecimientos. La propia flor nos ayuda a hallar los diferentes estadios y fases por los que atraviesa el yo poético con la amada. La voz poética usa las gardenias para transmitir un mensaje o idea, se apoya en ellas, las dota de lenguaje propio: “Con ellas te quiero decir…”

En el tercer verso el protagonista se declara ante la dama, se convierte oficialmente en amado: “Te quiero, te adoro, mi vida”. Es el inicio de la relación. Utiliza un vocativo de pertenencia o posesión (mi vida). En el amor cortés, la mujer se concibe como un objeto del hombre. Las estructuras en paralelismo (te quiero, te adoro) es una forma sencilla y elegante de mostrar los sentimientos, sin necesidad de amaneramientos ni afectaciones en el lenguaje.

Mediante el imperativo, el hombre le pide a la mujer que conciba las gardenias no como regalo físico de cortejo o agasaje, sino como objeto simbólico y esencial del propio amor: “Ponle toda tu atención…”. El indefinido (toda) es una forma de dar trascendencia al objeto. Se trata de algo importantísimo para ellos. Es la que marcará simbólicamente la relación. Esto se ve muy bien en la metáfora: “Qué serán tu corazón y el mío”. La gardenia es trasunto del propio amor. El posesivo bimembrado marca la unión entre el amado y amada: tu corazón y el mío

En la segunda estrofa llegamos a la etapa pasional de la relación. En los grandes cancioneros se conoce como periodo de esplendor o de máximo apogeo. Los amados están en una nube. No hay más vida que ellos jajajaja. La pasión amorosa se representa de forma metafórica con elementos que dan calor, por influjo de la mística: “Dos gardenias para ti, que tendrán todo el calor de un beso”. 

La anadiplosis crea un momento de sensualidad. El yo poético se recrea en el placer físico que supone el contacto con la amada. En la mística es la etapa de unión o fusión. “Calor de un beso/de esos besos que te di”. El amor se vive a través de los sentidos (el beso implica al tacto bucal).

La pasión quedará magnificada y elevada a un nivel máximo. Esto es típico de la fase de esplendor: creerse que no hay otro amor como ese, que es el más auténtico, el más pasional, que los demás amores jamás superarán ese nivel. Cuando estás en la cresta de la ola te ves poderoso, te ves al nivel de un dios. Piensas que nada ni nadie va a romper ese amor y que la relación es invencible e inquebrantable. Se ve inconcebible el fin de la pasión. El adverbio de frecuencia junto al futuro de indicativo, enfatizan la seguridad férrea del yo poético ante el amor: “De esos besos […] que jamás te encontrarán en el calor de otro querer”. Es en esta fase donde los amados creen que el amor va a ser eterno y es imposible que fracase.

Ese estado de perfección idílica entre los amados se reflejará en la descripción de la gardenia, gracias a la personificación: “A tu lado vivirán, y te hablarán cunado estás conmigo, y hasta creerán que te dirán te quiero”. La planta funciona como testigo de la relación amorosa, que alcanza su punto climático. Se sincroniza al proceso vital del amor (el amor y las gardenias nacen, crecen, se desarrollan…a la vez, simultáneamente). Las gardenias contribuyen al lenguaje del amor. Con su aspecto (olor, color…) comunican ese estado de felicidad, placer y pasión por el que están pasando los personajes. Las flores están al servicio del idealismo sentimental.

En la última estrofa del poema asistimos también a la última etapa del proceso amoroso, que es su final. El amor puede acabarse. La relación se rompe. Los amantes se separan, dejan de sentir la pasión: “Pero si un atardecer las gardenias de mi amor se mueren…”. La puesta de sol funciona como metáfora del final. El atardecer marca el fin del día. El día acaba igual que acaba el amor. Por eso se elige ese momento concreto y no otro.

Evidentemente, ese final del amor tendrá su repercusión en la descripción de las gardenias. Ahora, las gardenias están marchitas: “Las gardenias de mi amor se mueren”. También es una parte del proceso vital. La flor, como el amor, nace, crece, se desarrolla y muere. Ya tenemos el ciclo completo. Si en la estrofa anterior celebraban la pasión, ahora las gardenias han perdido su belleza.

Desde la poética petrarquista el fin del amor se podía deber a varias causas: muerte de la amada, falta de correspondencia, surgimiento de otro amor más pasional…En este caso, el yo poético vincula el fin del amor con la existencia de otro querer. Y lo hace con la personificación de las gardenias: “Las gardenias […] han adivinado que tu amor me ha traicionado porque existe otro querer”. En este caso, se introduce un contexto de infidelidad. La mujer se ha enamorado de otro hombre. Y ante este hecho, la gardenia, manteniendo su coherencia con el estado del amor, no le queda más remedio que dejarse morir.

Como veis, se trata de un poema que sigue el proceso clásico amoroso del cancionero de Petrarca (declaración, esplendor y fin), proyectando todos los estados en la Naturaleza (en este caso, las gardenias).

Métricamente, el bolero combina a partes iguales versos de arte mayor (que serán tu corazón y el mío), y arte menor (con ellas quiero decir). Las rimas son totalmente libres.