Damos un salto atrás en el tiempo hasta el año 1980. El compositor jerezano Manuel Alejandro escribió una de las canciones más tristes y emotivas del repertorio de Rocío Jurado. Tras la muerte de su madre, la chipionera se veía incapaz de cantar este tema en directo, ya que los sentimientos de pena y nostalgia por la pérdida de su progenitora estaban a flor de piel. Hoy analizamos Algo se me fue contigo
Algo se me fue contigoMadreAlgo se me fue prendidoMadreEn las alas de tu almaMadreO en tu último suspiroMadreEsa eterna madrugadaMadreAlgo se me fue contigoMadre.
Algo se me fue contigoMadreAlgo siento que me faltaMadreLas raíces de mi vidaMadreEn tu vientre se quedaronMadreEn la tierra que tú abonasMadreAlgo mío te acompañaMadre.Algo se me fue contigoMadreLas raíces de mi vida y de mi sangre.Algo se me fue contigoMadreLas raíces de mi vida y de mi sangreMadre
Algo se me fue contigoMadreAlgo siento que me faltaMadreLas raíces de mi vidaMadreEn tu vientre se quedaronMadreEn la tierra que tu abonasMadreAlgo mío te acompañaMadreAlgo se me fue contigoMadreLas raíces de mi vida y de mi sangre.Algo se me fue contigoMadreLas raices de mi vida y de mi sangre.MadreMadre
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Este poema hay que interpretarlo desde la óptica de la elegía. ¿Recordáis lo que es una elegía? Una elegía es un tipo de composición poética que se escribe a raíz de la muerte de un ser querido. A lo largo de la historia de la literatura se han escrito muchísimas elegías: las Coplas de Jorge Manrique, el Llanto por el torero Ignacio Sánchez Mejías de Lorca, la Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández o la Elegía por la muerte de un perro de Unamuno son solo algunos ejemplos.
Hace unos años, en este mismo blog analizamos una canción de este tipo: Ay, mi perro de la Niña de Antequera…
En Algo se me fue contigo, el yo poético expresa tristeza, dolor y pena por la muerte de su madre. Este tipo de “coplas baladizadas” son bastante efectistas y agradecidas para interpretar de cara al gran público, ya que la gente se identifica inmediatamente con la gravedad de la situación dramática (pérdida de la figura maternal), y es fácil conmover y emocionar en un contexto realista a la vez que inevitable, por el que muchísima gente ha pasado o va a tener que pasar.
La catarsis se crea de una manera natural y espontánea en el propio texto. Los recursos vocales y escénicos del cantante contribuyen también pero no influyen tanto. Una composición de este tipo hay que cantarla desde la perspectiva del intimismo y el recogimiento. No hace falta gritar, ni adornar la voz, ni teatralizar, ni gestualizar, ni usar artificios escénicos. El texto y la melodía ya son lo suficientemente poderosos y solemnes. El único requisito es dejarse llevar y sentir. Los posibles aliños no importan tanto, aunque en el caso de Rocío Jurado eran también geniales.
Lo que está claro es que el receptor suele empatizar con el yo poético más fácilmente en este tipo de coplas elegíacas. Nos ponemos en su lugar, y la posibilidad de que a nosotros nos pase lo mismo, nos hace soltar la lágrima, ya que todos tenemos una madre a la que queremos mucho y surge el miedo a perderla y quedarnos solos.
Como veis, este poema juega con sentimientos y vinculaciones personales que son universales, auténticas, naturales e inherentes de la condición humana.
Ahora vamos a conocer cuáles son las claves literarias y dramáticas que permiten orientar correctamente el análisis de este poema
-En primer lugar, nos encontramos un yo poético roto, dolorido, triste, apenado, perturbado por la muerte de su progenitora. Esta perturbación se manifiesta mediante recursos de repetición, ya sea la anáfora (Algo se me fue contigo/ Algo se me fue prendido/ Algo siento que me falta) o la recurrencia (reduplicación) del vocativo al final de cada verso: Algo se me fue contigo…madre, algo siento que me falta…madre, en la tierra que tú abonas…madre, esa eterna madrugada…madre, algo mío te acompaña…madre, las raíces de mi vida…madre.
Es evidente que el yo poético lo está pasando mal. La muerte de la madre ha constituido un episodio tan traumático y tan terrible en su vida que ocupa todo el centro de atención en la composición. Se trata de un asunto trascendental en la existencia de todos los seres humanos.
Anímicamente, la protagonista no tiene fuerzas para dirigir sus pensamientos hacia otra cosa que no sea la madre. Cuando hay algo que nos preocupa (ya sea material o espiritual, como es el caso, ya que la falta de la presencia materna produce dolor) se puede acabar convirtiendo en desesperación y obsesión.
Las repeticiones de palabras (madre, algo) son fruto de esa perturbación anímica. Esto evoca al primer Romanticismo, al Romanticismo más exaltado de finales del XVIII y primeras décadas del siglo XIX, donde el yo poético se recrea todo el rato en el dolor hasta alcanzar un tono de desesperación y altisonancia.
El hecho de repetir tanto el vocativo (madre) puede ser una manera también de homenajearla y darle la despedida que se merece.
-En segundo lugar, el receptor es testigo de un proceso místico a la inversa. Me explico: normalmente, la mística implica pasar de un estado de soledad del alma (vía de la oscuridad) a un estado de fusión con la otredad (vía unitiva). En esta ocasión, el alma vive el camino opuesto, pasando de la unión con la madre a la soledad más absoluta, hecho que causa desolación anímica.
Por una serie de circunstancias incontrolables e ineludibles (la muerte es algo que forma parte de la vida y el ser humano no puede hacer nada por evitarla), el yo poético ha tenido que separarse de su madre de una manera abrupta, impuesta y obligatoria
Cuando la pérdida se produce en contra de la voluntad del individuo resulta mucho más dolorosa. Al yo poético le han arrebatado algo que amaba y que es importante y trascendental en su vida. La falta de su madre le va a marcar para siempre, le va a dejar huella, como si fuera un tatuaje. De ahí la presencia de verbos que implican separación, desunión, pérdida, lejanía entre dos almas: se me FUE, que me FALTA, fue PRENDIDO. La separación provoca desencanto, dolor, sentimiento de vacío y angustia existencial, muy del gusto Barroco.
También encontramos palabras con connotaciones fúnebres que hacen referencia al final de la vida (último suspiro) o al momento de la agonía, cuando se está entre la vida y la muerte (eterna madrugada)
Los momentos anteriores al óbito suelen ser los más duros: ves a tu ser querido sufrir, y por tanto, quieres que descanse en paz lo antes posible; pero por otro lado, no quieres perderlo. Por eso, durante la agonía, el tiempo parece que se para, dando la sensación de que todo se hace más lento.
Otras imágenes hacen referencia al fenómeno de la ascensión del alma (las alas de tu alma), siguiendo las líneas del pensamiento teológico-católico: tras la muerte, se produce la separación del cuerpo y del alma. El alma asciende al cielo para unirse a Dios.
La muerte de la madre implica el final de una etapa o ciclo en la vida del yo poético. A partir de ahora, la protagonista tiene que aprender a vivir sin su madre.
Cuando estudiábamos Historia Universal en el colegio, siempre tendíamos a dividirla en varias etapas (Prehistoria, Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna, Edad Contemporánea). Había una serie de hechos trascendentales e importantísimos que marcaban la transición entre una etapa y otra (la Revolución Francesa, el descubrimiento de América, la caída del Imperio Romano de Occidente…). Esto lo podríamos aplicar a un nivel personal: todos nosotros tenemos nuestra historia particular y hay cosas que nos marcan. Esa “eterna madrugada” supone para el yo poético el final de una etapa (felicidad con su madre) y el comienzo de la otra (dolor por la pérdida).
-En tercer lugar, la experiencia de la pérdida de la madre es tan traumática para la voz lírica que resulta difícil explicar con palabras cómo se siente. Es lo mismo que pasa en la unión mística pero al revés. En la fusión mística, el placer, la felicidad y el éxtasis por la vinculación con Dios son tan grandes que resulta complejo materializarlo en vocablos. Aquí sucede lo contrario: el dolor, la pena y el horror son tan grandes que resulta complicado concretarlo con expresiones léxicas.
De ahí la aparición del pronombre indefinido (ALGO se me fue, ALGO siento que me falta). El yo poético se ve incapaz de explicar lo que siente debido al vacío que tiene en ese momento. Se trata de un sentimiento inefable.
-En cuarto lugar, destacamos la presencia de marcas que hacen referencia a las dos partes de la relación materno-filial: por un lado, el yo poético (hija), que se materializa con los pronombres personales (se ME fue, ME falta), los verbos en primera persona (siento, falta) y el posesivo (algo MÍO, las raíces de MI vida y de MI sangre); por otro lado, la progenitora, que se materializa en el vocativo (madre), el pronombre personal (CONTIGO, TÚ abonas, TE acompaña), los verbos en segunda persona (abonaS) y el posesivo (TU alma, TU último suspiro, TU vientre). Estas marcas cohesionan la composición, ya que son los dos personajes principales.
-En quinto lugar, el amor entre la madre y la hija se refleja mediante una alegoría extraída del mundo vegetal y agrario: Las raíces de mi vida […] en tu vientre se quedaron […]. En la tierra que tú abonas, […], algo mío te acompaña
El hecho de tener hijos, crear descendencia (aspecto que se manifiesta en las metáforas del abono de la tierra y del árbol que echa raíces) es una manera de dejar huella en el mundo, de prolongar tu existencia mediante el recuerdo de tus seres queridos. Aunque la madre haya muerto terrenalmente, la hija siempre la tendrá en la memoria y la seguirá queriendo. El amor no se termina. Esta concepción de la muerte en vida sigue la línea manriqueña: mientras estés en la memoria de alguien nunca habrás muerto. Abonar la tierra (tener hijos, echar raíces) es una manera de no pasar al olvido. La presencia de la hija, implica no solo que existe la hija, sino también la madre (aunque sea en el recuerdo). Es una manera de buscar el consuelo en una situación de desesperación.
El amor entre la madre y la hija nunca se apagará. De hecho, los elementos de la alegoría aparecen fusionados, manteniendo una relación de dependencia, de tal forma que no puede existir uno sin el otro: el abono (hija) existe porque antes existe la tierra (madre), las raíces nuevas (hija) existen porque antes ha habido un árbol que ha crecido (vientre). La reciprocidad y la compenetración son absolutas.
-Y por último comentamos la métrica. Si obviamos los vocativos finales (madre), vemos que todos los versos son octosílabos. Se producen varias rimas asonantes a lo largo de la composición:
-Rima en –ío (contigo, prendido,
suspiro)
-Rima en –aa (alma, madrugada,
falta, acompaña)
-Versos libres, que no riman
(sangre, abonas, quedaron, vida).
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