viernes, 9 de febrero de 2024

Tómame o déjame (Mocedades): infidelidad, engaño y fingimiento. ¿Aclarar el sentimiento para evitar el sufrimiento?

Aprovechando que la duodécima edición de Operación Triunfo está a punto de terminar, ¿Qué os parece si analizamos la canción más escuchada de la temporada? La actuación fue protagonizada por Naiara en la gala 3 del concurso. El tema original pertenece a Mocedades. Data de 1974 y fue compuesto por Juan Carlos Calderón. Como no podía ser de otra forma, hoy comentamos la letra de Tómame o déjame.



Tómame o déjamePero no me pidas que te crea másCuando llegas tarde a casaNo tienes porque inventarPues tu ropa huele a leña de otro hogar
Tómame o déjameSi no estoy despierta, déjame soñarNo me beses en la frenteSabes que te oí llegarY tu beso sabe a culpabilidad
Tú me admiras porque callo y miro al cieloPorque no me ves llorarY te sientes cada día más pequeñoY esquivas mi mirada en tu mirar
Tómame o déjameNi te espío ni te quito libertadPero si dejas el nidoSi me vas a abandonarHázlo antes de que empiece a clarear
Tú me admiras porque callo y miro al cieloPorque no me ves llorarY te sientes cada día más pequeñoY esquivas mi mirada en tu mirar
Tómame o déjameY si vuelves trae contigo la verdadTrae erguida la miradaTrae contigo mi rivalSi es mejor que yo, podré entonces llorar

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Ya en el título observamos cómo el yo poético propone al amado una elección entre dos opciones a la hora de plantear la relación amorosa, mediante la conjunción disyuntiva: tómame O déjame. 

En esta dicotomía, no hay lugar para las medias tintas en el terreno amoroso. La protagonista propone a su pareja dos situaciones antiéticas sobre su situación sentimental (tomar/dejar). Se trata de dos estados extremistas/radicales/antagónicos: o me quieres todo y siempre, o no me quieres nada y nunca. La voz lírica pide implicación máxima al novio en la relación. Si esta no existe, prefiere dar por finalizado el idilio. 

La concepción amorosa de la protagonista es reduccionista o simplista. Solo hay dos opciones posibles con tu pareja: O se quiere, o no se quiere. Si estás con alguien, hay que entregarse cien por cien con esa persona. Si no, mejor que cada uno vaya por su lado. La respuesta al amor ha de ser total (sí quiero, no quiero). En la mentalidad de la protagonista no existe gradación (te quiero algo/mucho/poco....). O hay amor o no lo hay. 

El yo poético siente la necesidad de resolver la duda. El uso del imperativo (toma/deja) refleja el ansia por dar una solución al conflicto. Ella se dirige al amado y lo pone en la encrucijada de elegir. El fin de todo esto es aclarar su situación anímica y sentimental con la mayor rapidez posible para no sufrir. La similicadencia del pronombre reflexivo en primera persona (tómaME o déjaME) intensifica el carácter íntimo de la problemática. Es un tema que afecta a la protagonista. 

En la primera estrofa asistimos a una escena cotidiana de un matrimonio en crisis. El hombre es infiel a la mujer, y todas las noches regresa a casa después de pasar el día con su querida. A diario se repite el mismo ritual: él llega tarde, ella sospecha (ya que no es tonta e intuye que algo pasa), él se inventa una mentira para aparentar normalidad. En definitiva, se trata de una relación amorosa basada en el engaño y el teatro. No hay sinceridad. 

La protagonista habla en primera persona exigiendo al amado mediante la negación del subjuntivo que ponga fin a esa farsa (pero no me pidas que te crea más...). Ella está harta de vivir engañada. Ha dicho basta. Se ha cansado. Quiere aclarar las cosas cuanto antes y ponerle solución, sea para bien (tomar) o para mal (dejar). 

La oración subordinada temporal con presente habitual (cuando llegas tarde a casa...) marca una acción que se reitera una y otra vez, y de manera continuada, en la vida diaria de la pareja. Forma parte de la normalidad. Contribuye al "Infierno" de esta mujer. 

El verbo de creatividad (no tienes por qué INVENTAR...) posee connotaciones moralmente negativas, ya que el marido moldea artificialmente historias que no se corresponden con la realidad, y solo sirven para ocultar algo tan tremendo como es una infidelidad. Es decir, utiliza la mentira, la manipulación, la deformación y el enredo para crear un mundo a su gusto, que le permita a él llevar la doble vida y a ella no sentirse dolida. 

Un concepto polémico y doloroso (traicionar a tu pareja, serle infiel, ponerle los cuernos...) se expresa de manera eufemística con una metáfora (tu ropa huele a leña de otro hogar). ¿Habéis visto una manera más sutil, sensorial y poética de narrar unos cuernos que en Tómame o déjame? Yo no. Función estética del lenguaje lo llaman. 

La leña está vinculada al fuego, que es el calor, la pasión amorosa (recordad la poesía mística). El hogar simboliza el espacio íntimo de cada uno, ese lugar donde podemos ser nosotros mismos y expresar lo que somos y lo que queremos sin miedo a la sociedad. Es en nuestra casa donde nos comportamientos como realmente somos, sin tapujos, sin vergüenzas. Damos rienda suelta a nuestra esencialidad. 

El personaje masculino ha encontrado el amor definitivo y la plenitud en casa de la querida. Sus deseos son los que son (ese "otro hogar"). Su relación con la protagonista no es más que teatro y fingimiento. No le nutre, no le apasiona, no le satisface. Por miedo a hacer daño, lleva una doble vida.

Mediante el adverbio de negación, el yo poético insta al amado a plantearse el fin de la relación (NO tienes por qué inventar...). No tiene sentido estar con una persona a la que no quieres. Es absurdo hacer esfuerzos por sentir cosas que no sientes realmente. Al final, el hombre también se quema con esto, ya que no es plato de buen gusto inventar todos los días una mentira, buscar que la esposa se la crea y para más inri, coordinar dos relaciones. 

A la protagonista lo que más le fastidia no es la infidelidad, sino la mentira, el ardid, el hecho de que el marido "juegue" con ella y crea que no se entera. No soporta que la traten como una tonta o ignorante que no sabe de la misa la mitad. No es ninguna "pobrecilla". Si hay algo que detesta es la falsedad y la hipocresía. No es coherente que una persona te sea infiel (acto inmoral y ofensivo que destruye el amor) y luego muestre preocupación por ti y te dé besitos, tal como se expresa en las exhortaciones en modo subjuntivo (no me beses en la frente) y la condicional (si no estoy despierta, déjame soñar).

Como veis, la protagonista es tajante. Busca romper la armonía y la sensualidad de las escenas afectivas y entrañables (el contacto físico, el contacto verbal...). Los actos de amor hay que hacerlos si de verdad se sienten (sinceridad). No se hacen para aliviar remordimientos o atenuar problemas de moralidad. No es honesto ni decoroso estar con otra mujer, y luego andar con falsos elogios, besos y abracitos. 

Mediante la segunda persona de plural, la protagonista realza su valor cognitivo y su dignidad como ser humano: SabeS que te oí llegar.... Ella no es tonta. Sabe la verdad. No necesita excusas, carantoñas y mentiras que edulcoren y maquillen la realidad. Ya sea por intuición o racionalidad, conoce el contexto (el marido está con otra mujer). La sinestesia también contribuye a ensalzar las capacidades de la mujer y también rebaja moralmente al hombre (tu beso sabe a culpabilidad). Al final, ella queda como mujer lista, inteligente e intuitiva (superioridad), y él como un ser despreciable (inferioridad). 

En el estribillo, el tono introspectivo predomina sobre el narrativo. En lugar de contar escenas diarias, el yo poético describe emociones y pensamientos cotidianos de ambos personajes. Toda acción genera una reacción emocional. Tan importante son los hechos (lo que los amados hacen) como los sentimientos (lo que los amados sienten después de esos hechos). 

El amado piensa que lo está haciendo bien, ya que cree que la protagonista no se da cuenta. Su análisis se basa en percepciones superficiales erróneas: tú me admiras porque callo y miro al cielo porque no me ves llorar. Como el yo poético no manifiesta externamente su dolor, el esposo cree que no pasa nada. 

Durante esos versos, el léxico se vuelve sensorial: 

-Sentido del oído (porque callo...). La protagonista no dice nada. No comparte sus inquietudes con el marido, no le hace partícipe de su dolor. A raíz de este silencio, él llega a la conclusión de que ella no sabe nada. 

-Sentido de la vista (miro al cielo, no me ves llorar). La protagonista evita ver de frente la dura realidad, hace como que no pasa nada, aparta la vista del foco problemático. En definitiva, delante del amado se hace la tonta (que no es lo mismo que ser tonta). La pena la lleva por dentro. Evita escena llamativas y rimbombantes delante de su pareja, y este cree que se ha tragado las mentiras. 

Esta discreción/mesura/moderación/prudencia de la protagonista, se convierte en un arma arrojadiza. Su secretismo (no hacer ruido, que él no note que ella sufre, hacerse la tonta, que él no se dé cuenta de que ella lo sabe...) en lugar de hacerle la vida más fácil al marido, lo que hace es complicársela. Os explico por qué. El hombre, a pesar de sus actos, es una persona con consciencia, con sentido ético. Él mismo analiza su conducta y se da cuenta de que lo que no está bien. Los remordimientos le impiden disfrutar la plenitud. No es feliz del todo, ya que está actuando mal, engañando a una persona y haciéndole daño

El polisíndeton enfatiza la carga y el lastre moral que le supone vivir en esa mentira: y te sientes cada día más pequeño, y esquivas mi mirada en tu mirar

El precio es muy alto. Ha ganado un amor, pero ha perdido la dignidad, la clase, el señorío, el pundonor y la integridad como persona. No está orgulloso de su manera de actuar. 

El amado se sitúa en un escalón de inferioridad gracias a la sinestesia (te sientes [...] más pequeño) y la incapacidad de interactuar con la amada a un nivel de igualdad (esquivas mi mirada en tu mirar). La derivación (mirada-mirar) crea una sensación de desequilibrio, distancia, inestabilidad. El amado cree que no está a la altura moral de ella. Se avergüenza de su propia imagen. Cuando nos portamos mal con alguien somos incapaces de mirarle a la cara. Ese es su verdadero castigo. 

El receptor empatiza con la parte femenina, ya que esta adopta una actitud equilibrada y templada. En ningún momento la vemos desbordada o alterada por los celos. Habla con cabeza y corazón. No grita, no ataca, no insulta. Muchos personajes femeninos en la canción española se vuelven locas, pierden la compostura, se expresan desde la desmedida y el rencor. Si sospechan que sus amados le son infieles, se vuelven paranoicas, no dejan que entren y salgan o se relacionen con otras mujeres. Revisan la ropa en busca de pelos femeninos. Controlan los horarios y llaman para ver si su marido ha estado en X sitio y no le ha engañado. 

La protagonista de este tema no se incluye en ese grupo de mujeres histéricas, tal como se refleja en la oración coordinada negativa: ni te espío ni te quito libertad. 

La protagonista en ningún momento reprocha al amado su conducta ni le pide explicaciones. Lo único que exige es que aclare sus sentimientos y diga la verdad para poner fin al calvario, al sufrimiento. En esa relación no se dan los requisitos y condiciones necesarios para que haya plenitud. Por eso, la mujer le pide a su pareja hacer una reflexión, analizar la situación que están viviendo y poner una solución al conflicto

En coherencia con el título de la canción, solo hay dos soluciones posibles:

-Tómame: sigamos adelante, pero tienes que entregarte al 100% y solo conmigo

-Déjame: si no puedes entregarte al 100% conmigo, mejor que nos separemos. 

Mediante las oraciones condicionales, el yo poético plantea los dos supuestos/caminos/desenlaces: uno, que es negativo y desafortunado (si dejas el nido...); y otro, que es positivo y feliz (si vuelves...)

En caso de que el amado decida poner fin a la relación, el yo poético pide que sea rápido: hazlo antes de que empiece a clarear. El amanecer representa el final de la oscuridad, que es metáfora del sufrimiento. No se puede mantener esta situación tan dolorosa ni un minuto más. La noche es un fenómeno natural finito. Tiene una duración determinada y se acaba. Lo mismo que el amor. Con el amanecer llega la luz y la esperanza de algo mejor. 

A pesar de la entereza que muestra la protagonista a lo largo del texto, no es una experiencia agradable que una relación se acabe. El concepto de final se expresa con un circumloquio metafórico (si dejas el nido) y una cosificación (si me vas a abandonar). Estos dos recursos expresan afectación y perturbación de la amada. El hecho de reiterar doblemente la idea de terminación (nido y abandono) es síntoma de inquietud, preocupación e incertidumbre. Nos da la sensación de que el yo poético tiene un nudo en la garganta. Le cuesta asimilar ese final. Hay dolor acumulado. Esas dos oraciones condicionales crean un efecto retardador: quiere retrasar lo máximo posible el momento. 

En caso de que el amado decida seguir con la relación, el yo poético exige sinceridad, dignidad y una entrega total: y si vuelves trae contigo la verdad, trae erguida la mirada. 

La protagonista no quiere fingimientos, farsas o mentiras. El amor tiene que ser puro. Hay que sentirlo realmente. Debe ser verdadero. La realidad ha de construirse de forma coherente a los sentimientos. La personificación del concepto abstracto (trae contigo la verdad) da trascendencia a la importancia de ser claros y transparentes en nuestra manera de hacer y pensar, para no hacer daño a los demás. 

La reciprocidad visual entre los personajes (trae erguida la mirada...) implica la recuperación moral del amado. Si actúa desde la verdad y la honestidad, no hace falta llegar al extremo de crear una doble vida, y por ende, recurrir a la mentira y al engaño. La protagonista quiere vivir con una persona de valores y principios morales, que no se sienta avergonzado de sus actos (pundonor)

¿Cuál es el resultado? En este contexto, los amantes estarían en condiciones de quererse y ser felices. Por tanto, los dos se encuentran a un mismo nivel categórico. No hay uno mejor que otro. 

Los últimos versos reflejan la autoestima, fuerza y amor propio de la protagonista. No es la típica mujer sumisa y pobrecilla de la que compadecerse. No es una víctima. A pesar de ser cornuda, ella misma se siente orgullosa de lo que es. Puede ir con la cabeza bien alta. En ningún momento la vemos llorando, lamentándose o rebajándose. No se tira piedras contra su propio tejado. De hecho, se permite el lujo de compararse a la querida y en este duelo salir victoriosa: trae contigo a mi rival. Si es mejor que yo, entonces podré llorar.

Muchas mujeres que sufren una infidelidad se culpan y se denostan a sí mismas: la otra es más delgada, guapa, culta, joven e inteligente, yo no valgo la pena y es normal que me hayan dejado. La protagonista no se humilla de esta manera. Cree firmemente que la querida jamás tendrá la misma clase categoría y dignidad que la esposa. Ella vale mucho más como persona y como mujer. De ahí el comparativo de superioridad (mejor que yo). 

No le produce ningún tipo de miedo, dolor, rechazo o asco pensar en la querida o ponerse cara a cara con ella. De hecho le pide al amado que se la traiga para dejarla en evidencia en esta comparación. El yo poético demuestra que no hace falta enfangarse o rebajarse al mismo nivel que la otra para salir victoriosa. Que esta persona no tenga poder para parar, modificar o deprimir tu alma, convertirse en protagonista o sacar lo peor de ti, es el mejor ataque posible. 

La anáfora (trae la verdad/trae la mirada/trae a mi rival...) crea una sensación de fortaleza y seguridad. El yo poético no se viene abajo ante la adversidad, no se achanta por la situación, lucha por su honor de mujer. 

Métricamente, el poema alterna versos de arte mayor (tu me miras porque callo y miro al cielo) y menor (no me beses en la frente). Si eliminamos el encabezamiento del título, las estrofas poseen cuatro versos con rima asonante entre el primero y el tercero (más-inventar, soñar-llegar, verdad-rival) mientras que el segundo y el cuarto van por libre (casa-hogar, frente-culpabilidad, mirada-llorar). Solo en el estribillo se produce la rima de los impares (cielo-pequeño) e pares (llorar-mirar)


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