viernes, 17 de enero de 2020

De siete a nueve: encuentros amorosos prohibidos en una habitación de hotel


Hoy damos el salto hacia el género de las sevillanas. En este caso, os traigo un tema de Lubricán del año 2016 (para que veáis que en este blog también vamos a analizar canciones recientes y no solo del año de la polca). Se titula De siete a nueve y nos cuenta la historia de dos amantes que se reúnen a escondidas en un hotel para mantener relaciones eróticas al margen de sus familias. La canción nos describe los tórridos encuentros entre la pareja plasmando las impresiones y sentimientos de los protagonistas.


Cuando nadie nos veía
Nos veíamos tu y yo
Entre sombras a escondidas
Para amarnos sin amor
Para amarnos sin amor
Sin romances ni poesía
En un juego de pasión
Nuestros cuerpo se batían
Empapados de sudor


Con un beso en la mejilla
Nos decíamos adiós
Y con tres palabras frías
Nos marchábamos los dos
Nos marchábamos los dos
Tras aquella despedida
Que ridícula actuación
Tu volvías a tu vida y a la mía
Volvía yo

Ocultándonos del mundo
Pa no darle que pensar
Aparcaba cada uno
En diferente lugar
En diferente lugar
Nunca nadie nos vio juntos
Ni saliendo ni al entrar
Lo nuestro era mio y tuyo
Tuyo y mio nada mas

Y entre lo eterno y lo breve
Se fundía tu piel y mi piel
Todos los martes y jueves
En aquella habitación de hotel
De siete a nueve

............................................................


Una de las cosas que más nos puede llamar la atención de este tema es su estructura que no encaja con los cánones tradicionales de una sevillana. Normalmente, una sevillana consta de 4 estrofas y un estribillo. En este caso, nos encontramos solo tres cuerpos (y el estribillo). 

La voz poética corresponde a uno de los miembros de la pareja. No sabemos si el femenino o el masculino. Eso es irrelevante. Lo importante son los sentimientos e impresiones.

El título de la sevillana hace referencia a la hora en que los amados suelen quedar en la habitación del hotel. En el estribillo se dice que se reúnen “todos los martes y jueves en aquella habitación de hotel de siete a nueve”. Cuando una experiencia resulta gratificante y placentera, el ser humano tiende a recordar todos los detalles temporales y espaciales del contexto. Las citas quedan muy bien encuadradas en el calendario y el entorno.

Además, en el estribillo, se intenta plasmar la consumación del acto mediante una serie de imágenes propias de la literatura erótica: “Se fundían tu piel y mi piel”. La unión de los dos cuerpos queda bien marcada con el posesivo (mi piel/tu piel) y el verbo de ensamblaje con valor metafórico (fundir). En esa habitación se está gestando, moldeando, formando una relación amorosa-sexual (más de lo segundo que de lo primero como ahora veremos). La fundición connota un contexto que requiere de altas temperaturas (pensad en la fundición de los metales). La pasión amorosa relacionada con elementos caloríficos es propio de la literatura mística...y en este caso hace referencia a la fase unitiva (fusión entre amado y amada). 

Mediante la antítesis paradójica el yo poético muestra sus percepciones e impresiones respecto al encuentro erótico: “Entre lo eterno y lo breve se fundía mi piel…”. Como veis, el acto amoroso queda descrito con dos adjetivos aparentemente contradictorios. Objetivamente no puede ser largo y corto a la vez.  O es breve o es eterno, pero los dos de forma simultánea no pueden darse. Sin embargo, cuando hablamos de sentimientos, la razón y la lógica no funcionan y entra en juego el plano de la percepción subjetiva. Y un momento placentero se te puede hacer corto (es tan bonito que no dura ni un suspiro...lo bueno se acaba pronto jajajjaaa), pero también te recreas tanto en el detalle, lo gozas al máximo, aprovechas cada instante, que dos horas se te pueden hacer dos días. Parece que nunca se acaba. Estás tan ensimismado que se convierte en una experiencia interminable. Como tú lo quieras ver. La percepción del tiempo es subjetiva y en contextos de afectación genera confusión y anula los sentidos. Esto es típico de la lírica cancioneril. El amor genera contradicciones y te hace perder la noción del sentido común. Por eso, el encuentro es eterno y es breve a la vez. 

En las estrofas el yo poético describirá los pormenores y detalles de estas citas.

La reiteración del verbo de percepción en la estructura temporal (cuando nadie nos VEÍA, nos VEÍAMOS tú y yo) indica que la relación entre la pareja es una relación secreta, a escondidas, a espaldas de la gente.  

La imagen de la penumbra (entre sombras a escondidas) permite enfatizar ese secretismo y silencismo a la hora de mantener esta relación. Como veis se produce el contraste entre el pronombre indefinido genérico (nadie) y el pronombre personal concreto (tú y yo), y la estructura transitiva (nos veía) con la recíproca (nos veíamos). El encuentro entre los amantes (dualidad) se produce cuando están alejados de la esfera de la totalidad (la gente).

Sin embargo, enseguida nos daremos cuenta de que esta relación es solo carnal, física, erótica, corporal…queda feo decirlo pero es así: solo sexo. No hay romanticismo, no hay sentimiento. Es simplemente placer sexual, goce físico: para amarnos sin amor. Amar y amor pertenecen a la misma familia léxica y crea un pequeño juego fónico con efecto enfatizador (además de estético). Es pura superficialidad. 

La enumeración contiene aquellos elementos de los que carece la relación y por tanto nos lleva al terreno de lo erótico en lugar del romántico: Sin romances, ni poesía en un juego de pasión.  Las metáforas que cierran la primera sevillana confirman esta teoría: Nuestros cuerpos se batían empapados de sudor. Como veis, el yo poético se recrea en detalles subiditos de tono aludiendo a los fluidos corporales (sudor) y al contacto físico aunque sea metafórico (nuestros cuerpos se batían)

La segunda sevillana se centra en el momento de la despedida de la cita, la cual connota sensaciones de indiferencia e inexpresividad: Con un beso en la mejilla nos decíamos adiós y con tres palabras frías nos marchábamos los dos. Al fin y al cabo no hay amor de verdad. Es solo atracción física. Esta despedida queda enmarcada en un paralelismo que realza el momento: complemento circunstancial de modo (con un beso en la mejilla/con tres palabras frías) + verbo pronominal (nos decíamos/nos marchábamos) + complemento/sujeto (adiós/los dos). Para la gramática generativa el sujeto está al mismo nivel que el resto de complementos regidos, así que el paralelismo puede ser válido. En la despedida no hay pasión. Incluso se frivoliza, se banaliza, se rebaja el valor, se le quita importancia tal como se manifiesta con la exclamación retórica: Qué ridícula actuación

Una vez se produce la consumación, la fusión de los amantes acaba y cada uno de los miembros de la pareja vuelve a su vida, como si no hubiera pasado nada: Tú volvías a tu vida y a la mía volvía yo. El polípton (volvías/volvía) marca muy bien esta separación y distanciamiento entre la pareja.

El encuentro queda frivolizado como si fuera un mero juego, diversión, evasión o ficción (es solo un “juego de pasión” como muy bien dice esta metáfora). No hay verdad. Es algo efímero y temporal. Una vez ha acabado el encuentro en el hotel no hay motivo para seguir juntos y hasta el próximo día si te he visto no me acuerdo.

La tercera sevillana vuelve a centrarse en el carácter secreto y prohibido de la relación: ocultándonos del mundo para no darle que pensar. Evidentemente el mundo tiene valor de sinécdoque. Se nombra al todo (el mundo) por una parte (la gente del entorno). Los que pueden descubrir el pastel son la gente que está vinculada a ellos (amigos, compañeros de trabajo, vecinos, familiares…). Cuando suceden encuentros prohibidos de este tipo puede ocurrir que alguien cercano te acabe viendo y la pifies. Si te ve un desconocido entrando a un hotel tampoco es tan grave, pero si te ve alguien conocido, imaginad la que se puede liar jajajjaja

No obstante, al final de la tercera sevillana el yo poético habla del cuidado que ponen para hacer estos encuentros tomando todo tipo de precauciones y cautelas para no ser vistos: aparcaba cada uno en diferente lugar, nunca nadie nos vio juntos ni saliendo ni al entrar. Es decir, la pareja dejaba los coches en aparcamientos diferentes no vaya a ser que alguien los descubra. En estos versos se produce una aliteración del sonido nasal. Se acumulan muchas enes, lo cual suena bastante efectista (nunca, nadie, nos, ni, salieNdo…) y a la vez marca el carácter incómodo de hacer algo en secreto. La antítesis entrar/salir enfatiza la dificultad cotidiana que supone hacer encuentros prohibidos de este tipo para no ser vistos. Te pueden ver accediendo al hotel, pero también en la salida. Y hay que tener mucho ojo en estas cosas. 

Por consiguiente, estos encuentros solo forman parte de la realidad de estos dos amantes. Nadie más lo sabe. Es el único nexo de unión que tienen (además de la atracción física): lo nuestro era mío y tuyo, tuyo y mío nada más. La estructura cruzada en quiasmo (mío y tuyo/tuyo y mío) remarca este carácter dual de los encuentros. Solo ellos dos (y nadie más) disfrutan y conocen esta experiencia. Es un secreto que comparten.

Predomina la rima asonante (amor/pasión, dos/actuación, mundo/uno). El verso es octosílabo. Cada sevillana consta de 2 cuartetas (8a 8b 8a 8b). El estribillo es una quintilla (8a 8b 8a 8b 8a)



No hay comentarios:

Publicar un comentario