Hasta ahora, hemos visto la copla como texto autónomo e
independiente. Cada poema recoge una historia que funciona por sí misma, con su
principio y su final, sin necesidad de tener que encajarla dentro de otra obra
mayor. Sin embargo, la canción española también funciona como texto engarzado
dentro de un conjunto, de forma que ese tema, uniéndose a otras coplas va
construyendo una historia de mayor extensión (parecido a las escenas de una obra
teatral). Podríamos decir que cada letra va nutriendo la historia principal y
es dependiente de esta. Se concibe como un fragmento o trocito de trama. Como
consecuencia, para poder entender una canción en su totalidad y de una manera eficaz,
es necesario remontarse a la historia principal en la que se encuadra
Por eso, en géneros como la zarzuela es habitual que el argumento
se configure a partir de la sucesión de varias representaciones musicales (algunas
de ellas, coplas) que nos van contando poco a poco (junto a otras escenas
habladas/declamadas) una historia.
Estos días los vamos a dedicar a seleccionar y analizar algunos
fragmentos copleros pertenecientes a una conocida zarzuela: La rosa del azafrán.
Los lectores manchegos me imagino que os gustará la elección, ya que esta obra representa
muy bien el mundo rural y campesino de La Mancha de mediados del siglo XIX. Aunque yo también
soy de La Mancha ,
no he elegido esta copla por eso, sino porque, realmente, La rosa del azafrán es
una adaptación libre de una de mis comedias favoritas de Lope de Vega: El perro
del Hortelano.
El compositor Jacinto Guerrero se encargó de diseñar la música.
Federico Romero Sarachaga y Guillermo Fernández-Shaw Iturralde elaboraron las
letras. La obra se estrenó en el año 1930 en el Teatro Calderón de Madrid (por lo
que se compondría a lo largo de los años 20). La acción se desarrolla en una
hacienda (una finca) en la zona de la Mancha. La base de la trama bebe claramente del teatro
del siglo de oro: los enredos amorosos entre los diferentes personajes que
viven en la finca (campesinos y señores). Surgirán relaciones sentimentales
entre personas de diferente estrato social.
Hoy vamos a analizar la copla que sirve de prólogo y
abertura a la zarzuela. Se titula Aunque soy de la Mancha. Se trata de la
típica estampa festiva y alegre, que sirve de presentación de la obra. Todos
los personajes (criados, gañanes, pastores) se encuentran reunidos en la
hacienda celebrando la onomástica del señor (ya que ese día es el santo de su
amo). Como en todas las fiestas, se ponen a comer y beber, mientras bailan al
son de una seguidilla (que es la métrica de la canción que os traigo hoy). Una
seguidilla está formada por la combinación de versos heptasílabos y pentasílabos.
Normalmente, cuando suceden este tipo de fiestas y eventos,
los mozos aprovechan para interactuar y darse un bailecito con la moza que les
gusta. Este es el caso de Juan Pedro (un campesino que acaba de llegar hace
poco a la hacienda) y Catalina (una criada). A lo largo de la copla, los veremos
muy coquetos y acaramelados. La proyección del sentimiento se entremezclará con
la teoría y reflexión amorosa, junto a algunos elementos patrióticos a la
región manchega.
Catalina:
Aunque soy de la Mancha
No mancho a nadie;
Más de cuatro quisieran
Tener mi sangre.
Y al estribillo
Y al estribillo
Que no hay chocolatera
Sin molinillo
Coro:
Aunque soy de la Mancha
No mancho a nadie;
Más de cuatro quisieran
Tener mi sangre.
Y al estribillo
Y al estribillo
Que no hay chocolatera
Sin molinillo
Juan Pedro:
Aunque soy forastero
Rondo en la villa
No me digas, morena,
Que es culpa mía.
¡Qué culpa tengo
De que me hayan herío
Tus ojos negros!
No le digas a nadie
Que nos queremos
Porque todos se vuelven
Chismes y cuentos.
Tú no lo dices,
Tú no lo dices
Y el que quiera saberlo
Que lo adivine
Catalina:
De qué me vale, amigo
Que yo lo calle,
Si tú lo vas diciendo
Por toas partes.
Y aunque callaras
Y aunque callaras
Te lo conocerían
En la mirada
Coro:
Desde Manzanaritos
A La Solana
Hay una legüecita
De tierra llana.
No hay una yegua
No hay una yegua
Que en menos de dos horas
Se ande esa legua.
La canción se divide en varias partes:
La copla empieza con un monólogo de Catalina, que se ha
convertido en todo un himno popular manchego. Este primer discurso está cargado
de pinceladas de exaltación a la patria manchega, mediante la metáfora del torrente
sanguíneo como símbolo del origen y las raíces de uno (más de cuatro quisieran
tener mi sangre). Encontramos los típicos juegos de palabras por el parecido fonético
que hay entre los significantes (la comarca geográfica de La Mancha y el verbo manchar:
aunque soy de la Mancha no mancho a nadie
La imagen artesanal/doméstica/costumbrista de la chocolatera
y el molinillo (extraída de la cultura popular de la época) sirve para marcar
una relación de dependencia, de reciprocidad mutua entre el lugar y el carácter
de sus habitantes: y al estribillo y al estribillo que no hay chocolatera sin
molinillo: La Mancha
no es La Mancha
sin los manchegos, igual que la chocolatera no tendría sentido sin un molinillo.
Los dos conceptos van de la mano. Se necesitan. La tierra define el carácter de
sus habitantes, y estos el del sitio donde viven. Es como el huevo y la
gallina.
A continuación, pasamos al monólogo del personaje masculino
(Juan Pedro). Aunque métricamente sigue siendo una seguidilla, musicalmente, el
tono se hace más recogido e intimista, acercándose más a la balada. El protagonista
se presenta como un forastero (alguien que viene de fuera y acaba de entrar hace
poco a trabajar a la finca, y ya es uno más del grupo que se ha integrado eficazmente):
Aunque soy forastero rondo en la villa
En este soliloquio se refleja el enamoramiento de Juan Pedro
hacia Catalina. Él se dirige a ella mediante un vocativo bastante coplero que
hace referencia a sus cualidades físicas (morena). Ya os lo comenté hace unos
días. Existe un prototipo ideal o canon de belleza femenina. Si la mujer petrarquista
era rubia, de ojos claros, cuello alargado, tez blanca y mejillas sonrosadas,
en la canción española, la perfección estética siempre se asocia al color
marrón/oscuro de la piel, los ojos y el pelo. Este tipo de fémina es capaz de
enamorar, hechizar y atraer la atención de los hombres gracias a estos rasgos
tan llamativos y cautivadores.
Hay elementos que conectan con la poesía cancioneril del siglo
XV. En la intervención de Juan Pedro se refleja un enfoque clásico del sentimiento
amoroso. En este caso, del amor como enfermedad. Y como todo trastorno provoca dolor,
alteraciones, efectos: de que me hayan herío tus ojos negros…Por tanto, hay una
causa o un culpable que origina el mal de amores. Así entramos en el típico debate
entre misóginos y no misóginos que dio tanto que hablar en los tratados
teóricos amorosos medievales. ¿El culpable es él por enamorarse? (postura no
misógina) ¿O es ella por desprender belleza por todos los lados, que atrae cosa
mala a los hombres? (postura misógina). En esta canción se ven los dos puntos
de vista:
Por un lado, la postura que teóricamente defendería Catalina
(el culpable de enamorarse es él por caer en la tentación). Y digo teóricamente,
porque las palabras de Catalina no se reflejan de manera explícita y directa en
el texto (recordad que es un monólogo), sino en estilo indirecto, poniendo las
palabras de ella desde el pensamiento y la perspectiva mental de él: no me
digas, morena, que es culpa mía. Él se imagina, se cree, que ella culpabiliza exclusivamente
a él del enamoramiento. Lo piensa, pero eso no quiere decir que sea así (es solo
una reflexión de él, que luego podrá ser verdad o no). Catalina no habla en este
monólogo, y por tanto, no lo podemos saber.
Por otro lado, Juan Pedro se está decantando por la segunda
postura (la culpable es Catalina), intentando responsabilizar a ella (a sus
ojos negros) de haber caído en el hechizo del amor (el cual, como sabéis, se concibe
como algo contradictorio, ya que por un lado genera alegrías y placeres
espirituales, pero, por otro lado, dilemas y dolores de cabeza). Con el lamento
de la oración exclamativa, Juan Pedro quiere quitarse la culpa del enamoramiento,
ya que en el fondo el amor es caprichoso, fortuito, incontrolable, inevitable. ¡Qué
culpa tengo de que me hayan herío tus ojos negros!
Leyendo este versito parece que Juan Pedro va en plan “esto
no va conmigo y yo no tengo la culpa de nada. La culpable es ella por GUAPA, ya
que su belleza me ha atraído y ante eso no se puede hacer nada”. No obstante,
solamente se trata de una reflexión del protagonista, con matices de lamento
(no hay agresividad ni maldiciones hacia la dama).
Sin embargo, también podemos sacar una doble
interpretación/lectura de todo esto. El hecho de desligarse de toda culpa,
permite concebir el amor como algo irracional, ilógico, involuntario, que no se
puede explicar con palabras y escapa a todo tipo de reglas o principios (no hay
ni culpables ni víctimas). Cuando manda el corazón, no hay nada que hacer. Por
tanto, hay rasgos medievalizantes y cancioneriles (el amor como enfermedad, hay
un culpable en el enamoramiento, él cae en la tentación, ella con su belleza
atrae al amado) pero luego, si lo miramos desde esa perspectiva, también vemos
una postura mucho más moderna a la hora de explicar las causas o agentes del
sentimiento
La tercera parte consiste en un diálogo entre Catalina y
Juan Pedro. Este intercambio de palabras también contiene algunos elementos que
nos evocan al amor cortés de la lírica medieval. Una de las normas primordiales
de toda relación amorosa consistía en la discreción: para que la relación salga
bien, los amantes deben expresar su amor de una manera serena, discreta, privada,
íntima, sin exageraciones, ni pregonando a los cuatro vientos que estaban
enamorados. Era de muy mala educación que un hombre o una mujer fueran contando
a los amigos o a la familia, las intimidades que tenías con tu pareja. Esto
hacía que la gente se volviera cotilla y lo fueran difundiendo por ahí. De
hecho, uno de los personajes de la lírica cortés provenzal es el chismoso (el
lavzegier), que se dedicaba a pregonar una relación para que los demás se
enteraran. Y como en la lírica provenzal, muchas relaciones eran prohibidas, de
mujeres casadas con hombres solteros, el chismoso se lo acababa contando al
marido de la dama
A este tipo de gente chismosa y cotilla hace referencia Juan
Pedro, el cual aconseja a Catalina mantener oculta y en secreto la relación: no
le digas a nadie que nos queremos porque todos se vuelven chismes y cuentos […].
Tú no lo dices y el que quiera saberlo que lo adivine. Sin embargo, por lo que
parece decir Catalina, el que más se dedica a pregonarlo es él: de que me vale,
que yo me calle, si tú lo vas diciendo por todas partes
En este diálogo, además, se puede ver otro tópico cancioneril
de la lírica amorosa: la persona hechizada bajo el embrujo del amor. Cuando una
persona está enamorada, según algunos estudiosos del tema, se nota en el lenguaje
corporal y la actitud ante los demás: la mirada, la manera de gesticular, de
hablar, de moverse, el hecho de estar siempre de buen humor, el cambio de carácter
(para bien). Aunque el amor es algo abstracto e inmaterial (no se puede tocar,
no huele, no tiene forma), sí puede tener algunas proyecciones y plasmaciones
concretas que pueden ser detectadas por los órganos sensoriales de los demás, y
son síntomas claros de que ¡¡¡aquí hay tomate!!!
A este tipo de efectos perceptibles amorosos hace referencia
la canción: aunque callaras, te lo conocerían en la mirada. A pesar de mantener
esa discreción, al final, la gente te lo acaba notando y acaba descubriendo la
relación como si de un juego o una adivinanza se tratara. Si te ven de tan buen
humor, con ciertas miradas pícaras a la persona que quieres…enseguida se nota
que el amor ha llamado a tu puerta
La copla acaba con el mismo tono y carácter con que comenzó.
Los últimos versos son de carácter patriótico y vuelven a exaltar la región de La Mancha , pero esta vez a través
de sus paisajes. Si habéis estado alguna vez por esa zona, sabréis que la
estampa típica manchega suele ser el requetemañido paisaje llano, extenso, y de
secano. En el poema se describe una zona de llanura entre dos pueblos de la
provincia de Ciudad Real: La
Solana y Manzanares: desde Manzanaritos a La Solana hay una
legüecita de tierra llana
El uso de diminutivos (Manzanaritos, legüecita) le da a la
copla un carácter afectivo y cercano. Esta canción refleja claramente el contexto
económico del siglo XIX: estamos en una época sin carreteras, sin autovías, sin
coches, sin autobuses. Para ir de un pueblo a otro (a pesar de estar cerca, en
la misma comarca) había que usar una yegua o un caballo (transporte animal). En
la canción se dice que recorrer la distancia entre La Solana y Manzanares podía
llevarte cerca de 2 horas: no hay una yagua que en menos de dos horas se ande esa
legua. El arcaísmo legua alude a una antigua unidad de medida que se refería a
la distancia que hacía una persona a pie. Una legua equivalía más o menos entre
4 y 7 kilómetros .
Actualmente, gracias al desarrollo de los medios de transporte, en 5-10 minutos
recorres esa distancia.
En cuanto a la lengua y estilo del tema, poco podemos
reseñar, ya que es una copla muy espontánea y natural, sin artificios. Es
lenguaje conversacional. Las reiteraciones de versos (y al estribillo, tú no lo
dices, no hay yegua, aunque callaras) permite marcar mejor el ritmo de la seguidilla
y dar mayor musicalidad y un aire más castizo y pegadizo
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