martes, 3 de diciembre de 2019

Yo no quiero comer contigo: cuando la felicidad se antepone al dinero

Si en la copla del día anterior veíamos cómo la diferencia de edad podía suponer un serio problema en el contexto social del momento (la gente no aceptaba que una mujer joven se enamorara de un hombre mayor), ahora vamos con otra barrera importante, como es la económico-social. Y la canción elegida son unos tientos del año 1944 que popularizaron voces como Juanita Reina o Gracia Montes: Yo no quiero comer contigo.



Tu come ricos manjare,
arró con leche y canela;
yo con mi la probe mi mare
suspiros en la casuela.
Los tuyo tienen un poso
y un monte de toros bravo;
los míos los codos rotos
y el hambre colgao de un clavo.
Más con tóo eso
me siento felí
y prefiero comé pan y queso
que mirarte a ti.

Yo no quiero,
yo no quiero comé contigo
que ni gallina, ni pavo reale;
que prefiero,
que prefiero comé haba verde,
que con la probe, que de mi mare.
Tu coche con tu corona,
Serrano, yo he despresiao;
tengo que llegá a Roma
por mis pasitos contaos.
Ay que no quiero comé contigo,
que ni gallina, ni pavo reale
que prefiero comé haba verde
¡ay, ay, ay!,
que con la probe, que de mi mare.

Tu mare gasta sombrero
y los domingos mantilla;
la mía, de enero a enero,
la enagua de la camilla.
Tu pare fuma un habano
y echa más humo que un mixto
y el probesillo mi hermano
fuma hoja de carlisto.
Más con tóo eso
me siento felí
y prefiero comé pan y queso
que mirarte a ti.

Yo no quiero,
yo no quiero comé contigo
que ni gallina, ni pavo reale;
que prefiero,
que prefiero comé haba verde,
que con la probe, que de mi mare.
Tu coche con tu corona,
Serrano, yo he despresiao;
tengo que llegá a Roma
por mis pasitos contaos.
Ay que no quiero comé contigo,
que ni gallina, ni pavo reale
que prefiero comé haba verde
¡ay, ay, ay!,
que con la probe, que de mi mare.

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El tema nos presenta a una pareja bastante descompensada en el terreno monetario: ella, la típica muchacha de origen humilde, que tiene que pasar bastantes estrecheces y apuros económicos, llevando una vida sencilla y sin grandes lujos (más bien diríamos que rozando la pobreza). Él, perteneciente a una familia adinerada, con propiedades, que se puede permitir todo tipo de lujos en la mesa y en la casa. Sin embargo, a pesar de la situación tan privilegiada del hombre, la mujer no se deja camelar ni se siente atraída por ese ambiente de lujo y ostentación. Ella es feliz con un tipo de vida modesta (e incluso pobre). De ahí el título de la copla (“Yo no quiero comer contigo”). La muchacha (que adopta la voz, enfoque y perspectiva de la copla) no se deja seducir por los manjares y alimentos caros que come el muchacho, ni tan siquiera se siente afectada por no probar la carne  (que en los años 40 era un lujo reservado solamente para las clases más adineradas). Ella es feliz con una vida austera y sobria, siempre al lado de la familia.

El mecanismo de cohesión de esta copla se basa en la sucesión de imágenes y escenas de carácter antitético, que permiten contrastar las dos clases sociales: 

-Se contraponen diferentes tipos de comida: los alimentos destinados a la gente más humilde (pan, queso, habas) y los alimentos que comían las clases más ricas (gallina, pavo, ricos manjares, arroz con leche y canela...). Estamos ante una copla costumbrista con pequeños toques de bodegón que hacía la boca agua a la gente cuando la cantaba en plena Posguerra.

-Se contraponen diferentes tipos de posesiones: mientras que las familias pobres no tenían absolutamente nada (de ahí las metáforas relativas a la situación de hambre y miseria: “suspiros en la cazuela”, “el hambre colgao de un clavo”), las familias adineradas disponían de terrenos en el campo, fincas con toros, pozos e incluso coches para poder viajar y desplazarse, y todo tipo de joyas y elementos ornamentativos ("corona").

-Se contraponen diferentes costumbres de la época como la vestimenta (las clases adineradas podían permitirse comprar sombreros, mantillas, tal como se refleja en la copla, mientras que las clases pobres tenían que aprovechar los trapos viejos para hacer, por ejemplo, “enaguas”. un tipo de ropa interior femenina). Incluso el tipo de tabaco que fuman es diferente: la familia del hombre puede fumar tabaco del bueno (de "habano", que son los típicos puros) mientras que la familia de ella solo puede fumar tabaco de "carlisto", que es de peor calidad.

Más diferencias: la familia de él no necesita trabajar para vivir, ya que tiene de todo, mientras que la familia de ella tiene que currárselo, trabajando duramente para poder comer. Todo esto se refleja muy bien con la hipérbole: "los codos rotos". La familia de ella se lo tiene que currar mucho y esforzarse hasta la extenuación, hasta que el cuerpo se resienta. 

El marco de la copla constituye un reflejo muy crudo de la realidad de la época. Había gente que lo pasaba muy mal en el tema económico hasta el punto de no tener nada que llevarse a la boca. Yo recuerdo escuchar a mi abuela historias de la Posguerra donde se llegaban a comer las cáscaras de las naranjas, a hacer tortillas sin huevo, a comer algarrobas día sí y día también, y la poco comida que había se racionaba en las cartillas.  

Al personaje femenino este mundo elitista no le atrae lo más mínimo, tal como se manifiesta en el empleo de verbos relacionados con la voluntad y los intereses personales: "Mas con todo esto, me SIENTO feliz y PREFIERO comer pan y queso que mirarte a ti", "yo no QUIERO comer contigo, [...] PREFIERO comer haba verde con la pobre de mi madre", "Tu coche con tu corona yo he DESPRECIADO". La protagonista prefiere conseguir las cosas a base de trabajo, esfuerzo, sacrificio personal, poquito a poco, como una hormiguita, tal como se refleja en esta escena, que transmite mucha dureza y crudeza, y crea compasión en el lector: "Tengo que llegar a Roma con mis pasitos contados". El camino es metáfora de la lucha diaria, del esfuerzo, de conseguir lo que quieres a base de méritos y trabajo. 

Lo más fácil sería casarse con el hombre rico, para poder solventar sus problemas económicos y salir de la pobreza. Sin embargo, ella no quiere un amor basado en la conveniencia (el interés), sino un amor puro, de verdad, basado en el sentimiento. Si se casara con el hombre dejaría de tener escasez, pero no sería feliz. Ella no quiere al hombre. Prefiere seguir viviendo de una forma humilde, pero feliz. Es un camino duro ("con mis pasitos contados") pero la satisfacción es mayor ya que te estás dejando llevar por lo que quiere tu corazón.

En cuanto a la lengua, se aprecia una tendencia a un habla relajada y algo descuidada, típica de las clases populares de la época, de gente que no ha tenido la posibilidad de formarse ni ir al colegio (algo normal en la época): por ejemplo, desaparecen las consonantes implosivas, del final de sílaba: Arró(z), manjare(s), felí(z), comé(r). Hay metátesis (probe en lugar de pobre). Hay seseo (poso por pozo, despresiado por despreciado), faltas de concordancia de género o número (ricos manjare, toros bravo, el hambre colgado), la pérdida de la d intervocálica (colgao, toó), presencias de e paragógicas (pavo reale), estructuras sintácticas incorrectas (con mi la pobre mi madre). Esta lengua vulgar es reflejo del analfabetismo de esos años,

Gracias a las anáforas de los estribillos (todos los versos empiezan por “que” o “yo”) se dota de mucho ritmo y musicalidad a esta copla, a la vez que la protagonista se posiciona y manifiesta abiertamente sus pensamientos (no va a aceptar al amante, sus ideas son esas y no va a cambiarlas). Los paralelismos permiten contrastar mejor la situación de ambas familias, y así distribuir las diferentes imágenes (los tuyos…los míos. Tu mare…la mía. Tu hermano...el mío). Así se crean dos mundos totalmente distintos y herméticos: el de la amada (pueblo llano) y en del amado (la clase acomodada). 

En las estrofas predomina el verso de arte menor octosílabo, formando cuartetas: 8a 8b 8a 8b. En el estribillo el metro se irregulariza y encontramos rima libre, junto a versos de arte mayor decasílabos (que prefiero comer haba verde), y alguno trisílabo o tetrasílabo (no no quiero) que rompen el ritmo de las estrofas. 


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