lunes, 23 de diciembre de 2019

Los cuatro muleros: canción popular que Federico García Lorca rescató del olvido


Después de una copla tan intensa y dramática como Mañana sale, cambiamos de registro y nos vamos con un tema mucho más ligero e intrascendente. La canción que os traigo hoy procede de un poema tradicional y popular del siglo XIX. Varias décadas después, Federico García Lorca (autor de la Generación del 27), que era todo un apasionado de la literatura oral y el folclore, decidió depurar el texto original, haciendo ajustes en la letra y creando una melodía a piano. En total, recuperó 12 composiciones del cancionero tradicional de los siglos XVIII y XIX y les puso música. En 1931 sacó un disco con estas coplillas, las cuales fueron cantadas por Encarnación López la Argentinita. Ella puso la voz, el zapateado y las castañuelas. Él, el piano y el texto original “actualizado”. Entre estas coplas, se encontraba la que os traigo hoy: Los cuatro muleros


De los cuatro muleros,

De los cuatro muleros
De los cuatro muleros
Mamita mía, que van al agua,
Que van al agua

el de la mula torda,
el de la mula torda
el de la mula torda
Mamita mía, me roba el alma
me roba el alma.

De los cuatro muleros,
De los cuatro muleros
De los cuatro muleros
Mamita mía, que van al río
que van al río,

el de la mula torda,
el de la mula torda
el de la mula torda
Mamita mía, es mi marío
es mi marío.

A qué buscas la lumbre
A qué buscas la lumbre
A qué buscas la lumbre
Mamita mía, la calle arriba
la calle arriba

si de tu cara sale
si de tu cara sale
si de tu cara sale
Mamita mía, la brasa viva
la brasa viva.

si de tu cara sale
Mamita mía, la brasa viva
la brasa viva

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Este tema, tanto por su forma como por su contenido, nos recuerda a la lírica tradicional castellana, de carácter popular que se cantaba antes del XV y se transmitía oralmente de generación en generación. Junto al romancero (también del XIV-XV) fue una de las manifestaciones poéticas más escuchadas y recitadas por la gente humilde.

Estas composiciones eran muy del gusto de Lorca, ya que eran cancioncillas breves, con mucha musicalidad, muy pegadizas, ideal para ser cantadas, sin mucha trascendencia en el contenido, ya que se limitaban a describir pequeños cuadros o estampas relacionadas con escenas de la vida cotidiana (en este caso, sobre las labores del campo, ya que servían para amenizar un poco las duras jornadas de faena agrícola).

Se trata de una canción casi anecdótica, con poco desarrollo narrativo. Es una copla puesta en boca de mujer (como las jarchas), la cual se limita a observar y ser testigo de una escena banal, realista y rural: aparecen cuatro muleros (personas encargadas de conducir las mulas) que van al río, y uno de ellos es del que está locamente enamorada nuestra protagonista: De los cuatro muleros que van al río/al agua, el de la mula torda me roba el alma/es mi marido. Los complementos van marcando los focos de fijación de la mujer: primero se centra en las personas (de los cuatro muleros) y luego en el entorno (que van al río), y después en el amado de una manera detallada (el de la mula torda…).  Este mozo se distingue de los demás en que va encima de una acémila torda, es decir, de pelaje blanco y negro

El amor es concebido como posesión tal como se manifiesta en la metáfora: Me roba el alma. Amar a una persona significa que esta pasa a formar parte de tu vida, se convierte en una parte fundamental de ti. De ahí el robo, que implica que un alma que no es de nadie pasa a formar parte de otra persona. La chica solo tiene ojos y vida para este muchacho, el cual en la segunda estrofa se convierte oficialmente en esposo: “Es mi marido”.

La imagen del amante que irradia calor y fuego posee connotaciones de picardía e incluso erotismo, que enlaza con la tradición del amor cortés y la literatura mística (la pasión se representa como una llama de fuego): A qué buscas la lumbre […], la calle arriba […] si de tu cara sale […], la brasa viva. En cierta medida, esta visión tan idílica y pastoril recuerda a la canción de la esposa y del esposo del Cantar de los Cantares.

En una canción de los años 30 resultaba muy feo explicitar ciertos contenidos de carácter íntimo y físico-sentimental. Vivíamos en una época llena de tabúes, y los moralistas ponían el grito en el cielo al escuchar en una canción que supuestamente era para todos los públicos, contenidos relacionados con lo carnal, lo erótico, el contacto corporal o la pasión visceral.

Por tanto, muchos autores crearon una especie de lenguaje paralelo donde diferentes elementos sugieren ciertas ideas ocultas (de forma totalmente caprichosa o arbitraria, pero que entre líneas esconden ciertos contenidos que serían impudorosos de expresar de forma literal).  

El autor hace uso de este lenguaje simbolista de forma que explícitamente no resulta feo, e implícitamente los lectores más avispados entienden la “otra lectura”. Con esto no quiero decir, que cada vez que aparezca fuego en una copla, signifique que tenga que haber erotismo de por medio. Sin embargo, en ciertos contextos, el autor “juega” con esta posibilidad, y es cuestión del receptor imaginar ciertas cosas y dar matices a su lectura. La sugerencia, la impresión subjetiva y la connotación se convierten en mecanismos fundamentales para alcanzar este sentido oculto.

En los cuatro muleros el lenguaje simbolista (sobre todo en la última estrofa) se aplica bastante bien, y le da a la canción un toque picante y sensual. Pero en otras coplas no tiene por qué. En los poemas del propio Lorca era habitual encontrarse con símbolos: la Luna asociada a la muerte, el caballo representa la vida…

Como habéis podido comprobar, se trata de una copla de poca ornamentación, muy espontánea, con oraciones breves, escasa adjetivación y metro corto (arte menor). Hay que reconocer que es un poema muy reiterativo (aunque eso es lo que le da musicalidad y ritmo pegadizo). Realmente, si eliminamos todas las repeticiones, se nos quedan tres frases. Un rasgo que nos evoca a las jarchas, es la presencia de vocativos dirigidos a la madre (mamita mía), ya que era muy típico de estas composiciones, que la dama hablara de sus aventuras y desventuras sentimentales a la madre o la hermana.



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