jueves, 6 de febrero de 2020

Puertecita de mi casa: cuando dejas pasar al amor al hogar de tu corazón

Hoy os traigo una copla por bulerías que popularizó Juanita Reina allá por el año 1951 dentro de su espectáculo La niña valiente. A pesar de su tono ligero y melodía juguetona, su letra y contenido resulta muy interesante. Se titula Puertecita de mi casa. En el año 1994 Pastora Soler hizo una versión más modernizada de esta pieza de Quintero, León y Quiroga.


Puertecita de mi casa,
umbrales de mi alegría,
ni yo vivo sin tu sombra,
ni tu vives sin la mía.

Puertecita de mi casa,
testigo de mi niñez,
en el filo de la noche
me di de cara con él.

Te llevo, serrana, con gran devoción,
En el relicario de mi corazón.

Ay, con el ay que te miro.
Ay, con el ay te miré.
Ay, que te di mis suspiros.
Ay, que también mi querer.

Ay con el ay, puertecita,
puerta de Mayo y Abril.
Deja de entrar a esta mocita
que está cansaíta de ir y venir.

Puertecita de mi casa,
dónde están tus clavellinas,
la palma con el romero
y el nido de golondrinas.

Puertecita de mi casa,
testigo de mi querer,
en el filo de la luna
sus palabras escuché:

Te llevo serrana, con gran devoción,
en el relicario de mi corazón.

Ay, con el ay que te miro.
Ay, con el ay te miré.
Ay, que te di mis suspiros.
Ay, que también mi querer.

Ay con el ay, puertecita,
puerta de Mayo y Abril.
Deja de entrá a esta mocita
que está cansaíta de ir y venir...
¡Ay, ay, ay!

Deja de entrar a esta mocita
que esta cansadita de ir y venir.
Deja de entrá a esta mocita
que está cansaíta de ir y venir.

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Desde la poesía de cancionero estamos a costumbrados a ver el amor metaforizado de diferentes maneras: el amor como cárcel (una vez te enamoras es imposible salir), el amor como enfermedad (que lleva a la locura o a la muerte), el amor como religión (el amado es un Dios). Hay tantas metáforas y tan variadas en los textos que el tema daría para una tesis doctoral jajajajjaa

En esta copla el amor también va a ser representado a través de una metáfora que va dar cohesión al poema. El sentimiento amoroso va a ser identificado con una puerta (la “puertecita de mi casa”), la cual los conduce a la plenitud, a la felicidad, a configurar una vida satisfecha. Dentro de esa puerta está la casa, que es metáfora del hogar, de lo íntimo, de la esencia personal, de nuestro mundo, de nuestra propia vida. Todos queremos pasar por esa puerta que nos conduce a una vida feliz. Más o menos esa es la idea que recoge el poema. A pesar de lo alegre que es la música y de lo afectivo del diminutivo (puertecita), no os dejéis engañar. El contenido es bastante profundo.

El yo poético se dirige con un vocativo o apóstrofe a la puerta, la cual cobra protagonismo como idea teórico-abstracta y metafórica a lo largo de todo el texto: “Puertecita de mi casa, umbrales de mi alegría”, “Puertecita de mi casa, testigo de mi niñez”, “Puertecita de mi casa, donde están las clavellinas”, “Puertecita, deja de entrar a esta mocita”. La voz poética dialoga retóricamente con una idea abstracta (amor), simbolizada en un objeto concreto (puerta)

El autor se permite “jugar” con el término puerta. Aunque se use en sentido metafórico, encontramos referencias a su sentido literal o materialista: “umbrales de mi alegría”. El umbral es el tecnicismo que sirve para designar a la parte inferior de una puerta. Se fusiona lo denotativo (umbrales) y lo figurado (de mi alegría). Se crea una imagen literaria de puerta que nos conduce a un estado positivo de alegría (la felicidad del enamorado).

Algo parecido sucede en la segunda estrofa donde la puerta nos conduce a una serie de elementos naturales, idílicos, estéticos: “puertecita de mi casa, donde están tus clavellinas, la palma con el romero y el nido de golondrinas”. Estos elementos campestres connotan positivismo. Lo que hay detrás de la puerta es bonito, agradable, paradisiaco, colorido, aromático, vivo.

La puerta se convierte en un elemento imprescindible para la vida tal como se manifiesta con esta estructura anafórica paralelística y quiasmática: “Ni yo vivo sin tu sombra/ ni tú vives sin la mía”: coordinada copulativa negativa que marca la anáfora (ni/ni) + sujeto (yo/tú), +verbo (vivo/vives) + complemento modal (sin tu sombra/ sin la mía). Todo el mundo tiene la necesidad de amar, y el amor adquiere sentido cuando se mete de lleno en los sentimientos de la gente. La relación individuo-amor es inherente y natural. La casa sin puerta no tiene sentido. Y la puerta sin la casa tampoco. El amor necesita a las personas para propagarse, y las personas necesitan amor para desarrollarse. El verbo vivir aparece en dos personas verbales diferentes (vivo/vives) para enfocar las dos partes de esa relación. Se trata de un políptoton.

La puerta queda personificada para realzar la idea de que el amor, como concepto abstracto, forma parte inherente del mundo y de la vida, y nos acompaña desde el principio hasta el final de nuestros días: “Puertecita de mi casa, testigo de mi niñez” (la niñez supone el comienzo del proceso vital). El mundo está lleno de elementos sobre los que poder dar y recibir el amor. La puerta siempre estará presente, siempre podremos sentir. Otra cosa diferente es que se abra y podamos entrar (el amor sea correspondido y triunfe), pero la puerta siempre está ahí para experimentar ese sentimiento ante el mundo, el cual nos acompañará siempre.

Antes de los estribillos, el componente abstracto y metafórico se difumina para dar paso a un elemento más concreto y materializable en el mundo. El yo poético femenino, que hasta ahora se ha mantenido en el plano de lo simbólico, introduce a una segunda persona (masculina): “en el filo de la noche me di de cara con él” (en el segundo cuerpo, cambia el sustantivo noche por luna…en ambos casos crean un contorno romántico-modernista). Ahora sabemos que hay una persona sobre la que verter el amor y que toda la metáfora de la puerta tiene su sentido.

Al inicio del estribillo se introduce la voz poética masculina, la cual corteja, piropea, galantea a la mujer. Se dirige a ella con el vocativo (Te llevo, serrana, con gran devoción), y la describe con una metáfora extraída del lenguaje sacro: “Te llevo […] en el relicario de mi corazón”. Un relicario, para los que no lo sepáis, es un estuche o caja para guardar medallas de santos y exponerlas con veneración a los fieles. Para el hombre, la dama es alguien importante que merece ser venerada o tratada como una diosa. Es una declaración de amor en toda regla.

En la segunda parte del estribillo asistimos a la reacción de la mujer, la cual parece estar encantada. Su correspondencia se refleja muy bien mediante la interjección en anáfora que marca el suspiro (Ay, con el ay que te miro/Ay con ay te miré). La interjección y el suspiro son una forma de expresar placer pero sin encontrar la palabra adecuada. El yo poético femenino recurre a un lenguaje típico de la poesía popular, muy musical, muy jocoso, muy juguetón. Se percibe en el ambiente que hay sintonía entre los amantes. Él ha hecho un juego de galanteo y ella ha seguido ese juego usando un lenguaje muy juguetón, que por muy musical que resulte también resulta explícito: “Ay que te di mis suspiros, ay que también mi querer”. Esta era la forma típica de conquistar del amor cortés. Así, a modo de juego. Y entre juego y juego, va surgiendo la chispa.

Al final del estribillo la voz femenina vuelve a dirigirse a la puerta. De nuevo, esta queda asociada con elementos que connotan alegría, color, sensualidad, con la metáfora “Puerta de mayo y abril”. Mayo y abril son los meses primaverales por excelencia, cuando crecen las flores. Se crea el contexto perfecto para el amor. Ya sabéis que la primavera la sangre altera. No es casualidad que el autor de la copla haya elegido esos meses. En la copla suele gustar eso de utilizar abril y mayo.

En los últimos versos volvemos al lenguaje figurado y simbólico: “Deja entrar a esta mocita que esta cansaita de ir y venir”. La antítesis ir y venir es una forma de enfatizar la inestabilidad, el caos, el movimiento anímico propio de alguien que tontea, experimenta, prueba, conoce gente, pero ninguna de ellas le ha satisfecho plenamente, no ha culminado el amor o ha fracasado. Con este hombre ha sentido algo especial y cree que es el momento de abrir la puerta y acceder a un hogar que suponga la satisfacción, la plenitud, la felicidad. Es hora de abrir la puertecita de su casa siguiendo el juego de la copla. El diminituvo (cansaita) da un matiz afectivo a su discurso. Lo que quiere es estabilizarse, sentar la cabeza, estar con la persona que quiere para siempre. Esa final casi de súplica o apiadamiento simboliza el deseo de culminar sus sentimientos y alcanzar esa plenitud. Ya es hora de abrir la puerta en vez de rondarla tanto jajajjajaa.

Métricamente, las estrofas son coplas con el esquema 8- 8a 8- 8a (verso octosílabo, rima de segundo verso con cuarto, y primero y tercero libres). Las palabras de la voz masculina forman un pareado (te llevo con gran devoción/en el relicario de mi corazón). El estribillo consta de cuartetas (8a 8b 8a 8b): verso de 8 sílabas, primero con tercero y segundo con cuarto.



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