La canción que os traigo esta tarde saciará el hambre de los más golosos de la casa, ya que es un homenaje al mundo de la repostería y los postres tradicionales. Muchos de los dulces que comemos hoy en día (leche frita, torrijas, pasteles, pestiños…) tienen un origen monacal, ya que eran platos elaborados por monjas de clausura desde tiempos muy antiguos. Desde luego, las religiosas como reposteras nos han regalado muchos bocados celestiales que alegran nuestras meriendas. Por eso, escuchando esta copla de Carlos Cano del año 1987 titulada Alacena de las monjas, acabaréis engordando unos kilitos y todas vuestras pretensiones de dietas y regímenes se irán al garete, ya es muy fácil caer en la tentación ante unos postres tan deliciosos.
En el convento de las esclavas de Santa Rita
Andan las monjas dale que dale por la cocina
Con las sartenes y las perolas en los fogones
Y las tinajas llenas de tortas de chicharrones.
El torno rueda, rueda que rueda "Ave María"
Y la tornera: "Pues sin pecado fue concebida"
"¿Que quieres niño?" "¿Tiene usted dulce de calabaza?"
"Recién salidos, da gloria verlos como la escarcha".
A freír ya los pestiños
Hermanas, que es Navidad
Vamos a cantarle al Niño
Con cariño y humildad
Alacena de las monjas
Que te dan gloria bendita
Pastelillos de toronja y dulce de leche frita
Se dice que fue la virgen que en sueños se apareció
A la madre superiora y esta receta le dio:
Medio kilo azúcar blanca
Agüita del avellano
Y al perol la calabaza
Tres Salves, y un Padrenuestro y la gracia de tus manos,
Tres Salves, y un Padrenuestro y la gracia de tus manos
En el convento de las esclavas
¡Jesús que pena!
Hay una monja con bulanicos en la cabeza
Que por ser mala la Virgen pura como castigo
Le ha retirado el don del almíbar a sus pastelillos
Los niños juegan en Plaza Nueva a la rueda-rueda
Igual que rueda la cabecita de la tornera
Que por un dulce de calabaza,
Dice la copla
Que por un dulce de calabaza
Se volvió loca.
Queda la hermana tornera
Vestida de Satanás
Y fue a robar la receta del dulce de Navidad.
Alacena de las monjas
Que te dan gloria bendita
Pastelillos de toronja y dulce de leche frita
Se dice que fue la virgen que en sueños se apareció
A la madre superiora y esta receta le dio:
Medio kilo azúcar blanca
Agüita del avellano
Y al perol la calabaza
Tres Salves, y un Padrenuestro y la gracia de tus manos,
Tres Salves, y un Padrenuestro y la gracia de tus manos
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La copla posee un fuerte carácter costumbrista (sobre todo al principio), ya que es como un bodegón de comida donde se repasan algunos de los postres típicos de los conventos como las tortas de chicharrones, los pestiños, los dulces de calabaza, la leche frita o los pastelillos de toronja.
Para crear esta canción, el autor se inspiró en un restaurante real de la ciudad de Granada que se llama La alacena de las monjas. El lugar donde ahora está este mesón (en pleno centro de la capital), hace varios siglos, había sido sede de una sinagoga, unos baños árabes, y finalmente, el almacén del convento de monjas de las esclavas de Santa Rita en el siglo XVI. De hecho, el restaurante tiene en el sótano un comedor abovedado, que era donde las hermanas antiguamente guardaban los ingredientes para hacer estos postres tan deliciosos de los que habla el poema
Las monjas, con el objetivo de ganarse un dinerillo extra y matar el aburrimiento invernal y la monotonía de la vida de clausura, se ponían a cocinar estos postres, para después venderlos a la gente de la calle, las cuales se acercaban al monasterio para comprarlos. Las monjas no podían salir a la calle, pero sí podían vender los dulces a los vecinos a través de unos armazones giratorios especiales (tornos) que comunicaban el interior del monasterio con el exterior. Las monjas colocaban los dulces en este torno, lo giraban para que el contenido (los postres) pudiera llegar hasta el exterior, donde estaba el cliente, el cual cogía los dulces y depositaba el dinero sobre el torno. La monja giraba el torno otra vez para que le llegara el dinero a ella (dentro del monasterio). El dinero obtenido bien lo destinaban a obras de beneficencia y caridad para los pobres, o también servía para realizar alguna reparación o reforma en el monasterio.
La primera estrofa es descriptiva. El receptor asiste a la faena diaria de las monjas en la cocina. La cotidianidad se marca con expresiones coloquiales y reiterativas como “dale que dale”, “rueda que rueda” (que marcan el carácter mecánico y milimétrico de las tareas de repostería) y el uso del presente de indicativo (andan, rueda...) como si una cámara estuviera fotografiando en primera persona a las monjas, en tiempo real, mientras trabajan elaborando sus dulces.
Hay una tendencia a la enumeración de elementos del menaje de cocina de la época: sartenes, perolas (que son unos recipientes de metal de forma semiesférica con dos asas que servían para cocinar alimentos) o las tinajas (que son unas vasijas muy grandes de barro). También se alude al torno que ya os he comentado. En esta parte de la copla se recurre, en un tono juguetón y frívolo, a expresiones sagradas propias del ámbito de la confesión, que es lo que se decía cuando un feligrés iba a confesarse al párroco. Pero aquí en un tono más lúdico, descontextualizado del uso habitual, dando a la copla un carácter más irónico y humorístico: El torno rueda que rueda, Ave María; Y la tornera Pues sin pecado fue concebida. Se denomina contrafactum al uso de una expresión religiosa, en un contexto profano.
Los clientes favoritos de las monjas eran los niños, los cuales disfrutaban con los dulces que ellas elaboraban artesanalmente. Muchas veces se encontraban jugando en la calle y a la hora de la merienda las madres les daban alguna moneda para que se pasaran por el monasterio y compraran alguna golosina. En la copla se recoge un pequeño diálogo con uno de estos niños, que marca la cotidianidad y la vida diaria de las monjas: ¿Qué quieres, niño?, ¿Tiene usted dulce de calabaza? Recién salidos, da gloria verlos como la escarcha”.
Como veis, para describir y calificar el sabor delicioso de los dulces, se recurre a palabras propias del lenguaje sagrado (Gloria) pero también mediante comparaciones más profanas (escarcha).
El calendario y las fiestas religiosas (Navidad ) marcan el devenir de la vida diaria del convento y las monjas, tal como se refleja al final de la primera estrofa: Hermanas, que es Navidad. Vamos a cantarle al Niño, con cariño y humildad. Lo normal es que mientras cocinen, las religiosas amenicen sus quehaceres con el cante.
En el estribillo se habla del origen más remoto de estos postres. Evidentemente, sabiendo que estamos en un contexto religioso y piadoso, se les va a dar una procedencia sagrada a estos dulces, que parece sacada de una historia bíblica. Según cuenta la leyenda, a la Madre Superiora , se le apareció la Virgen en sueños para confesarle la receta divina. Así, para hacer bien estos postres no solo hacen falta unos recursos materiales (azúcar, agua de avellano, calabaza), sino también es necesario encomendarse a Dios, a la virgen y a los santos, es decir, tener fe: Tres Salves y un Padrenuestro. Y por supuesto, es necesario talento, técnica, habilidad, arte (la gracia de tus manos). Si fallan alguna de estas tres cosas, la receta no saldrá bien.
Como veis, se trata de una visión que mezcla materialismo y espiritualismo, en la que se establece una posición elitista: solamente unos pocos (los que tengan fe, los que crean en Dios, los que tengan el don) pueden estar capacitados para realizar estos postres tan deliciosos. Los demás, podrán hacerlo, pero nunca serán igual de buenos
En la segunda estrofa, la copla va perdiendo el tono costumbrista de la primera, y se acerca al plano de lo espiritualista y lo propagandístico. La repostería se concibe no solo como una habilidad que se aprende y se perfecciona con el paso del tiempo, sino también como algo innato, como un don, el cual depende de la fe y la moral. Si no crees en Dios y actúas con maldad, no podrás desarrollar jamás una habilidad repostera perfecta. De hecho, en esta estrofa se habla de dos monjas que han sido pecadoras, y por consiguiente, han perdido el don de hacer postres.
-De la primera de estas monjas se dice que tuvo una mala conducta y por eso perdió la capacidad de hacer el almíbar (un jarabe dulce de agua y azúcar en el que se bañaba la fruta como el melocotón). Esta mujer aparece caracterizada con bulanicos en la cabeza. Los bulanicos son las flores del cardo borriquero, que en muchas pinturas y poemas son símbolo del pecado y de la locura. Esto da el toque irónico a la descripción.
-De la otra monja pecaminosa se dice que intentó robar la receta de un dulce navideño, y por eso, la virgen le castigó haciéndole perder el don de hacer pasteles. La hermana es descrita metafóricamente
como "vestida de Satanás". Por tanto, aparece asociada al Diablo.
El humor se proyecta mediante un juego de palabras basado en la polisemia (doble significado) del término "rueda":
-Por un lado la rueda, como juego tradicional infantil (el juego de la rueda, típico de los corros de los niños: los niños juegan en Plaza Nueva a la rueda-rueda)
-Por otro lado, “rueda” del verbo rodar, inserto en el coloquialismo "rodar cabezas". Esta expresión, la utilizamos cuando alguien desacata una orden o comete un fraude, de forma que se ve obligado a abandonar un puesto o posición importante (en esta caso, la monja, con este robo, abandona el buen camino y pierde el don de hacer pasteles): Igual que rueda la cabecita de la tornera que por un dulce de calabaza, dice la copla [...] se volvió loca.
De esta manera, en el poema se crea la imagen de una Virgen que juzga y castiga al pecador, totalmente contraria a la virgen medievalista de los Milagros de nuestra Señora de Berceo, que perdonaba y daba una segunda oportunidad de Salvación a los que cometían deslices
Métricamente predomina el verso largo. Toda la primera estrofa está formada por pareados (Rita-cocina, fogones-chicharrones). En la segunda, estos se reducen, aunque todavía quedan algunos (castigo-pastelillos). El estribillo va por libre.
de esta letra bien se puede hacer una pelicula
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