No sé si os he comentado en alguna ocasión que en esto de la
copla la calidad de una letra no siempre se corresponde con la calidad de una interpretación.
Al igual que en el teatro o en el cine hay que separar dos conceptos fundamentales:
una cosa es el texto o guion (que es obra de un autor, letrista o poeta), y otra
cosa diferente es la actuación, el producto escénico (llevado a cabo por unos actores
que interpretan los textos y se ven apoyados por un personal que ayuda a
contextualizar la actuación: vestuario, efectos sonoros, decorados, maquillaje,
planteamientos coreográficos…).
En ocasiones, letras muy buenas se han visto eclipsadas por
enfoques dramáticos poco adecuados o pertinentes al registro creado, mientras
que otras veces, poemas no tan brillantes literariamente han conseguido
realzarse gracias a una buena puesta en escena e interpretación por parte del actor.
La canción que os traigo hoy pertenece a ese primer grupo. Data
del año 1981. La encontramos en uno de los últimos discos de Marifé de Triana.
Se titula Encrucijada. Fue compuesta por los maestros Bazán y Rabay.
En la encrucijada de un viejo querer,
estoy amarrada, muriendo de sed.
En la encrucijada de otro nuevo amor,
estoy deseada y digo que no.
Quien tiene derecho, no me importa nada
y el que está en acecho me tiene ganada.
De noche en silencio me entrego a morir
pensando en el otro deseo vivir.
Que me pasa dice
que te vuelves loca
y por no decirle que pienso en el otro
me muerdo la boca.
El pobre se alegra, de verme feliz
y el otro se piensa
que porque me acosa me hace sufrir.
Y en la encrucijada de este doble amor
los dos se equivocan
porque la engañada sigo siendo yo
Al que está mirando
debo de decirle
que le estoy amando
pero, pero es imposible
y al que ya no amo
le confesare que aunque este en sus manos
no vivo para el
Que me pasa dice
que te vuelves loca
y por no decirle que pienso en el otro
me muerdo la boca.
El pobre se alegra, de verme feliz
y el otro se piensa
que porque me acosa me hace sufrir.
Y en la encrucijada de este doble amor
los dos se equivocan
porque la engañada sigo siendo yo.
Que me pasa dice
pero, pero es que estas ciego
no ves que por otro me muero, me muero
déjame en silencio,
no preguntes nada
ya no tengo fuerzas
pá seguir callada
Que me pasa dice
que me vuelvo loca
y por no decirte que pienso en el otro
me muerdo la boca
Que me pasa dice
Que me pasa dice
Que me pasa dice
Que me pasa
Para muchos aficionados al género, entonar esta canción es
como la prueba del algodón del mundo de la copla. Si cantas bien la Encrucijada,
eres un coplero/a de los de sangre y raza, ya que es un tema tan difícil y exigente
vocalmente, que si afinas bien, cualquier otro tema resulta pan comido. Si la cantas
mal, parece que jamás podrás llegar a ser alguien importante en este mundillo,
y lo mejor es que te dedicaras a otra cosa.
Es asombroso el mito que se ha creado en torno a esta pieza.
La gente se ha llegado a creer realmente que esta canción es como el zapatito
de cristal de la Cenicienta: solo unos pocos elegidos, una minoría muy selecta,
con el don divino de la voz prodigiosa, pueden cantarla, mientras que el resto
mejor que ni se moleste
Yo creo que con tanta leyenda y habladuría popular, al final
ha pasado una cosa terrible: la letra (que es muy poética y literaria) ha acabado
siendo eclipsada por otros elementos ajenos a lo literario y lo artístico, de forma
que cantar la Encrucijada
se ha convertido en dos cosas:
-En un ejercicio de técnica vocal: demostrar que cantas muy
bien sin importar el sentimiento: que sabes alargar notas, que afinas muy bien,
que pasas de los graves a los agudos sin despeinarte…
-En puro esperpento teatral: crear espectáculos muy aparatosos,
en los que llevas la voz al límite, gesticulando de manera exagerada, poniendo
unas expresiones faciales sacadas de la niña del Exorcista. Tanto desgarro acaba
convirtiendo este tema en una parodia, como las que hacían Martes y Trece
cuando imitaban a las folclóricas.
Todo esto acaba quitando importancia a lo más importante de
la copla (el contenido, el carácter literario del tema).
¿Qué explicación tiene todo esto? Cuando Marifé cantaba este
tema en los 80 y los 90 por televisión, era una mujer de entre 50 y 60 años.
Con esas edades, tus facultades vocales no son tan brillantes como cuando tienes
20-30 años. ¿Qué es lo que pasa? Que para intentar suplir esos problemillas
vocales, buscas reforzar otros aspectos, entre ellos la interpretación y el ornato
(afectar la voz, engolarla, poner adornos sin venir a cuento, gesticular y exagerar
la expresión facial…). Por eso, la
Marifé de los 90 era una mujer que tendía a lo barroco, a lo
histriónico, a lo pomposo (se tiraba de los pelos en el escenario, las peinetas
rodaban por el suelo, proyectaba unos gestos y unas caras antinaturales, gritaba
en exceso...).
Como en esta época de vejez la voz no es tan brillante como
en la juventud, Marifé tendía a aumentar la intensidad dramática, dando lugar a
canciones con letras muy poéticas, pero con interpretaciones poco creíbles e incluso
paródicas. Muchos cantantes, que tienden a seguir la huella de Marifé, exageran
la Encrucijada
todavía más de lo que exageraba Marifé (creyendo que lo están haciendo bien).
El resultado no es copla, sino algo cercano al expresionismo y la deformación.
Por eso, la Encrucijada
como poema me encanta, pero como interpretación no me gusta (siento ser así de
claro). A pesar de la trascendencia que se le da a esta pieza, yo creo que Marifé
hace interpretaciones mucho mejores y más naturales.
Y normalmente, las cantantes nóveles creen que por el camino
de la intensidad y la exageración lo están haciendo bien (cuando es todo lo
contrario). Ellas se piensan que por hacerlo como lo hacía Marifé, es lo correcto.
Sin embargo, la clave para que este tema resulte creíble el camino ha de ser el
contrario: hay que irse al intimismo, al recogimiento, a la condensación, al relajamiento,
a despojarse de adornos, vicios y florituras para hacerlo creíble y natural. Lo
efectista (el grito, el chillido) no siempre es lo mejor.
Yo ya he dicho alguna vez que la culpa de que la copla sea
un género muerto no es de las letras (las cuales son pura poesía), sino de las
interpretaciones y enfoques dramáticos
Ver a una señora desgañitándose, al borde del exorcismo, dando
gritos no es agradable ni para la vista ni para el oído (y por eso a mucha
gente joven no le gusta este género e incluso le parece una locura). Toda copla
para que luzca necesita de un poeta que haga la letra y de un buen actor que la
interprete. Y eso no es tan fácil.
Dejando de lado estas cuestiones sobre teoría estética y reflexión
artística, vamos a pasar al análisis de la Encrucijada , que como
texto literario es una maravilla. El título
del tema es una metáfora de la situación dramática de la protagonista, la cual se
encuentra en un dilema amoroso-sentimental.
En el plano físico, cuando una persona se encuentra en medio
de un cruce de caminos, se ve obligada a tomar una decisión, ya que si quiere
seguir su ruta deberá decantarse por una senda o por otra, que llevan direcciones
diferentes. A veces, el hecho de elegir no es tarea fácil, ya que cada vía tiene
su encanto, aportándonos cosas que el resto de senderos no tiene, de tal forma
que nos vemos impulsados por energías opuestas, hasta vernos confundidos, desorientados,
sin saber qué hacer con nuestra vida, pues elegir un camino conlleva a rechazar
el otro.
Esto mismo, pero en un plano más metafísico y trascendental
le ocurrirá al yo poético femenino de esta copla, el cual mantiene relaciones con
dos hombres diferentes, y se ve obligada a tomar una decisión y decantarse por
uno de ellos. La canción resulta bastante introspectiva ya que indaga en el interior
de la mente de la protagonista, reflejando sus conflictos internos a la hora de
tomar la decisión. Y como suele ocurrir en la toma de elecciones, la muchacha
tendrá que desnudarse emocionalmente, a modo de monólogo interior, mediante la
reflexión y el análisis, siendo sincera y valorando los dos caminos posibles de
esta encrucijada sentimental.
El poeta es como si estuviera en el interior de la mente de
la chica y por eso, se reflejan contradicciones, desorientaciones, inquietudes,
conflictos internos, miedos, confesiones, y dudas (como le ocurriría a cualquier
persona que tenga que tomar una decisión en su vida). Se entreteje una red de
estados anímicos en los que no es fácil tener que elegir. Esta copla proyecta
un flujo de consciencia de cierta envergadura
En el inicio del tema se establece una antítesis entre los
dos caminos posibles de esta encrucijada, es decir, se crea un contraste entre
los dos hombres con los que se relaciona la protagonista.
-Por un lado, el hombre con el que ha estado viviendo durante
casi toda su vida y que conoce desde hace muchísimo tiempo (viejo querer). Refleja
el típico amor que se desgasta debido a la monotonía, el cansancio y el paso del
tiempo. Un tópico amoroso muy del gusto barroco es el del amor roto: los primeros
años son muy bonitos, pero si se abusa del sentimiento, al final de tanto estirar
ese amor se acaba rompiendo y pierdes la ilusión. Esto se refleja muy bien con imágenes
violentas y truculentas que transmiten inestabilidad e incomodidad emocional: el
hecho de aludir a la metáfora de las ataduras (estoy amarrada) y al sufrimiento
físico hiperbolizado (muriendo de sed) crea una imagen sufridora de la mujer,
la cual ha perdido esa ilusión del principio y necesita cambiar de aires, ya
que se encuentra aburrida y cansada de querer siempre a la misma persona
-Por otro lado, el hombre al que conoce desde hace relativamente
poco (nuevo amor), que supone para la protagonista recuperar ilusiones, revitalizar
su espíritu más vitalista y así poder sentirse deseada y mucho más joven. Es una
visión renacentista del amor, ya que se ve como un sentimiento regenerador, que
aporta vitalismo, bienestar, energía, plenitud. Una persona que se deje llevar
por sus instintos básicos (ser feliz) no puede negarse a este tipo de amor. De ahí,
que haya pinceladas epicúreas dentro de esta copla.
Sea como sea, este inicio resulta muy abrupto, ya que sin
necesidad de preámbulos se nos muestra a un yo perturbado, angustiado, desgarrado,
muy tocado emocionalmente, que recuerda muchísimo al primer romanticismo. El
paralelismo ayuda a proyectar las inquietudes de la protagonista y a manifestar
su perturbación mental: en la encrucijada de un viejo querer, estoy amarrada,
muriendo de sed. En la encrucijada de otro nuevo amor, estoy deseada y digo que
no. El léxico elegido resulta paradójico y antitético (viejo amor/nuevo amor, a
morir/ vivir, estoy amarrada/estoy deseada) lo cual contribuye a configurar la
dicotomía entre los dos amores.
Para ella, lo más importante es dejarse llevar por el corazón
y menos por la razón. Concibe el amor no como algo material, racional y jurídico
que hay que dejar por escrito (quien tiene derecho no me importa nada), sino como
un sentimiento abstracto, inmaterial, espontáneo, que te empuja a estar con la persona
con la que de verdad te sientas feliz y pleno. No por conocer más tiempo a alguien
(o estar casado con él/ella) significa que has de quererla más. El amor no es algo
que responda a leyes inmutables y fijas, sino que surge cuando menos lo esperas
y hay que actuar de acuerdo a esos sentimientos (por encima de conceptos jurídicos
o matrimoniales).
Por eso, la protagonista, a pesar de estar casada con uno de
los hombres, realmente quiere al otro. El hecho de casarse o no casarse no influye
para nada en la emoción. El paralelismo ayuda a establecer este contraste: quien
tiene derecho, no me importa nada y el que está en acecho me tiene ganada.
Este poema es un rechazo a las convenciones, formalidades y
rituales en esto del querer, ya que sin necesidad de participar en estos eventos
puedes amar de verdad a una persona. El tópico de la muerte en vida se aplica cuando
la protagonista está con el marido (de noche en silencio me entrego a morir) mientras
que cuando piensa en el amante, la protagonista irradia ganas y energía de vivir
(pensando en el otro, deseo vivir). Está claro que la plenitud se consigue con el
amante y no con el marido.
Conocer a este nuevo amor le hace sentirse a la mujer una persona
nueva, ilusionada, aunque también se le desmoronan todos sus esquemas vitales previos,
dando lugar a un dilema que recorre la consciencia de la protagonista. ¿Qué hacer
en estos casos? ¿Seguir con el marido y olvidar al amante? ¿O dejarlo todo e irse
con el amante?
Estar en el centro de la encrucijada es un sufrimiento para la
chica, la cual se victimiza a sí misma, ya que es un drama muy duro estar con
una persona a la que no quieres, y encima tener que callarte y contenerte: por
no decirle que pienso en el otro me muerdo la boca
Como veis, se recurre a imágenes desgarradoras y enérgicas,
que describen el día a día que tiene que sufrir esta muchacha. El flujo de
conciencia se recrea con la difuminación y dilución de fronteras entre el estilo
directo e indirecto, entre la primera persona y la segunda: Qué me pasa dice, que
te vuelves loca
La victimización de la protagonista se ve ayudada por el monólogo
interior, dándose una visión negra y pesimista de lo que supone estar en la encrucijada,
con estructuras paralelísticas:
-Por un lado, ella tiene remordimientos, ya que sabe que
está engañando a su marido, el cual sí está enamorado de su mujer. Esto es un duro
trago para ella, ya que es muy difícil decirle a tu esposo, que tanto te quiere,
un “ya no te quiero”. De hecho, el epíteto ayuda a caracterizar al marido como un
buenazo, como alguien ingenuo, ajeno a todo lo que pasa y que no se ha dado cuenta
de nada: el pobre se alegra de verme feliz
El marido adquiere el rol de ciego: cree que todo marcha bien
y la relación es perfecta, cuando en realidad es todo lo contrario (su mujer no
es feliz y parece que no ha hecho nada por darse cuenta o evitarlo). Se ha creado
una situación de incomunicación, de falta de sinceridad, fruto de ese desgaste
que comenté antes.
-Por otro lado, este tipo de relaciones adúlteras (mujeres
casadas con hombres que no son su marido) no son fáciles. Estamos en un contexto
social conservador, en el que los triángulos amorosos, infidelidades y amores secretos
eran un desprestigio social grande para todas las partes (una por fresca, otro
por cornudo y otro por meterse en medio de una relación). Lo correcto y lo moral
era mantener relaciones con la persona con la que te habías casado. Todo lo
demás sobraba, atentaba contra el honor.
El amante se siente culpable y tendrá también remordimientos
por cortejar y amar a una mujer casada: el otro se piensa que porque me acosa
me hace sufrir. Al amante le cuesta dar un paso hacia delante porque cree que
mostrando su amor hacia ella también la está haciendo daño (desestabilizando y
rompiendo el matrimonio), además de complicarle más la encrucijada.
La similicadencia (me acosa, me hace) refleja un amor sincero,
ya que el amante hace un esfuerzo de contención para no hacer daño a la protagonista. Por eso la relación adúltera tampoco es idílica
ni prospera. Para ella también es un palo gordo rebajar a alguien a quien tanto
quiere a la categoría despectiva de amante (le hace sentirse poco importante, como
el segundo plato, el tercero en discordia), además de poder destrozarle la vida.
Las trabas morales siguen siendo muy fuertes, creándose un conflicto vital (una
encrucijada) terrible.
Estas dos circunstancias acaban victimizando a la protagonista,
ya que haga lo que haga, va a salir escaldada. Por eso, llega un momento de la
copla en que ella se olvida de lo demás, de lo que le rodea (del amante y del
marido) y centra el conflicto vital en ella. De ahí el contraste entre la unidad
(la engañada sigo siendo YO) y la dualidad (DOBLE amor”, los DOS se equivocan).
El pronombre y los numerales ayudan a centralizar el problema y subjetivizarlo.
El final de la copla (cuando la protagonista resuelve la
encrucijada) resulta contundente y trágico, ya que haga lo que haga, nunca será
feliz. Resulta imposible compatibilizar la felicidad (lo que quieres, lo que deseas)
con la moralidad (lo que te exigen, lo que la sociedad te impone).
Como veis, la
Encrucijada recoge un conflicto entre realidad y deseo, lo
cual lleva a la frustración de la protagonista, a la falta de armonía y serenidad,
pues el objeto de anhelo es inaccesible. Por tanto, la única solución para la mujer
es el olvido, para que el deseo deje de atormentarla, ya que mantener relaciones
estando casada queda ligado a lo pecaminoso, lo demoniaco y lo amoral. Hay un
muro (llámese sociedad o como queráis) que le impide a la chica alcanzar la felicidad.
El deseo es la necesidad de creer, vivir, amar. Esta copla me recuerda
muchísimo al Cernuda de Donde habite el olvido.
Esta situación de desesperanza se manifiesta con el paralelismo:
Al que está mirando debo de decirle que le estoy amando pero, pero es imposible.
Y al que ya no amo, le confesare que aunque este en sus manos no vivo para el.
Al final, ni uno ni otro. Sin felicidad ni plenitud.
Los últimos versos son recitados (y no cantados). Aquí la protagonista
acaba explotando y mostrando toda su rabia e indignación por no poder derribar
ese muro: ya no tengo fuerzas para seguida callada. Toda esta explosión se verá
intensificada con imperativos al marido (déjame en silencio, no preguntes nada),
y reiteraciones (que me pasa dice).
Se acumulan en poco espacio muchas oraciones simples, muy cortas,
pero en gran cantidad, una a continuación de la otra. Es como si una bomba explotara,
de forma que el yo poético expulsa todo lo que tiene dentro, a modo de catarsis
que le va a servir de desahogo, después de ir acumulando tanta frustración durante
tanto tiempo. Es como si el subconsciente de la protagonista hablara y tomara
el control de la copla (por encima de la razón), recuperando expresiones
lingüísticas ya dichas (que me vueles loca, me muerdo la boca), pero ahora proyectándolas
sin control, desordenadamente, de manera caótica. Es un procedimiento que me recuerda
al surrealismo, pero aquí con sentido y coherencia.
Como habéis visto, al principio de la copla la protagonista
tenía una concepción del amor bastante liberal, con las ideas claras (ella es feliz
con el amante, no es nada malo enamorarse estando casada…) pero al final, la
práctica (la cruda realidad) prevalece sobre la teoría y la acaba anulando. Es muy
fácil hablar de ideales y deseos, pero luego está la sociedad, con sus trabas, que
te impide cumplirlos, de forma que no es tan fácil como parece.
Sintácticamente, hay una tendencia al uso de la subordinada
adjetiva sustantivada para referirse a los dos hombres, dando rodeos o circumloquios
(al que está mirando…, al que ya no amo…, quien tiene derecho…, el que está en
acecho…)
Métricamente se combinan versos hexasílabos con dodecasílabos.
La estrofa inicial está formada por pareados (en la encrucijada de un viejo querer/
estoy amarrada, muriendo de sed). En los estribillos la rima se relaja. A pesar
del flujo de consciencia, la copla no se presta a coloquialismos. Vemos alguna
elisión fonética (pa seguir callada) de poca importancia.
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