Después de deleitarnos y disfrutar del sabrosísimo cocido
madrileño, cambiamos de registro y nos vamos con una copla de desamor de Gracia
Montes. Se trata de una zambra-bolero que fue compuesta alrededor de 1958-1960
y se titula A otra cosa, compañero
Por mi mare te lo pío,
vamos a no hablar de aquello.
Cuando se seca una rosa,
ya no sirve, jardinero.
Cuando se agota una fuente,
no valen labios sedientos.
Cuando una estrella se apaga,
no hay soplo que avive el fuego.
Por mi mare te lo pío,
vamos a no hablar de aquello.
Yo fui rosa y la cortaste
para antojo de tus dedos.
Yo fui fuente, y la secaste
sorbo a sorbo, beso a beso.
Yo fui estrella,
y la apagaste con ceniza de tu cuerpo.
Manantial, estrella y rosa,
jazmín, racimo, jilguero
Yo fui lo que tú quisiste
conforme pasaba el tiempo.
El pájaro echó a volar;
el jazmín se puso seco;
el racimo no dio fruto;
¡a otra cosa, compañero!
Por mi mare te lo pío,
vamos a no hablar de aquello
............................................................................................
El tema de la canción es todo un clásico en esto de la canción
española: cuando el amor se termina, no hay nada que hacer para recuperarlo y lo
mejor es dejar de echar leña al asunto para no hacerse daño mutuamente. Todo esto
se manifiesta en los imperativos y súplicas del personaje femenino al masculino
a lo largo de la canción: Por mi mare te lo pío, vamos a no hablar de aquello.
El uso de la primera persona del plural da un carácter lapidario
y rotundo al poema, ya que la el yo poético (la mujer), se incluye dentro de ese
imperativo: lo mejor para no hacerse daño es que ambos dejen de meter el dedo
en la herida. Esto convierte a la muchacha en la voz de la experiencia, la
madurez y la racionalidad. Ha vivido tanto en esta vida, que tiene la capacidad
de dar consejos, de decir lo que hay que hacer y qué es lo mejor en estos casos.
El fin del amor en la primera estrofa se representa mediante
con metáforas clásicas basadas en la degradación y destrucción de elementos de la Naturaleza.
1. La planta que se marchita: cuando se seca una rosa ya no
sirve, jardinero. El hombre queda identificado con el jardinero y la mujer con
la planta. Es el tópico del amor que hay que regar todos los días para que evolucione
y prospere: si no lo riegas y no lo cuidas, se acabará desgastando.
En este caso, la relación sentimental entre él y ella no funciona
a un mismo nivel de interacción. Toda la responsabilidad y el peso recae en la
parte masculina (el jardinero que riega, el que vierte agua sobre las rosas). Ella
solo se limita a ser receptora de los actos comunicativos del amante
Con esto se configura una visión subjetiva de la relación. Nos
da la impresión de que ella se ha quitado parte de la responsabilidad en el desamor,
y que él es el culpable de que esto no funcione.
Al fin y al cabo, esta copla refleja el prototipo de relación
del amor cortés provenzal: él lleva la iniciativa y la voz cantante, y ella se
limita a recibir el cortejo.
2. El surtidor que deja de emitir agua: cuando se agota una fuente
no valen labios sedientos. La relación amorosa se concibe como el fluir del
agua. En este caso, la fuente ha dejado de funcionar y el chorro de correr. Es
una manera metafórica de decir que esto se ha terminado. Y cuando una relación acaba,
se quitan las ganas de satisfacer las necesidades amorosas (la sed) con esa persona.
3. La estrella que deja de emitir luz: cuando una estrella
deja de lucir no hay soplo que avive el fuego. El amor se identifica con el
brillo de la estrella y con la llama amorosa (recurso típico de la poesía
mística de San Juan de la Cruz ).
En este caso se da una visión desesperanzada y nihilista, ya que una vez se termina
el amor con esa persona (la estrella se apaga), ya no hay forma de recuperarlo
y de que la relación vuelva a brillar (de ahí que se diga que no hay soplo que vuelva
a encender la llama).
Se concibe el amor como si fuera un ser humano que nace, crece,
se alimenta y muere. Sólo puede ocurrir una vez con una persona, de forma que cuando
se extingue ya no puede volver a resucitar. Es una visión naturalista del sentimiento:
singularidad y especificidad de la relación amorosa: cada historia de amor es
única y peculiar, con sus cosas buenas y malas, y no se parece en nada a otras
relaciones, como le pasa a los seres humanos
En la segunda estrofa, el yo poético analiza las posibles causas
del fin de esa relación amorosa, y también se vuelve a hacer con metáforas de la Naturaleza en paralelismo:
1. La rosa que es cortada: Yo fui la rosa y la cortaste para
antojo de tus dedos. En este caso, la mujer queda cosificada al capricho del
hombre. Es una manera de decir “tú has hecho conmigo lo que has querido”. Es la
imagen de la dama que queda subordinada al hombre y el hecho de estar unido a él
le impide autorrealizarse y poder cumplir con sus pasiones. Tened en cuenta que
estamos en una época donde la mujer no tenía los mismos derechos que ahora (no podía
salir del país o sacar dinero del banco sin el permiso del marido). Por eso, una
relación amorosa podía acabar aprisionando a la amada, la cual no era nadie sin
su marido.
-El manantial que se seca: Yo fui fuente y la secaste, sorbo
a sorbo, beso a beso. Es el tópico del amor que se acaba rompiendo de tanto utilizarlo.
Cuando una cosa se explota, se exprime mucho, al final, acabas sacando su jugo,
hasta secarse. Se da una imagen del sentimiento que se desgasta con el paso del
tiempo y se hace monótono y aburrido
Los primeros momentos en una relación son muy bonitos y no
se ven los defectos de la pareja. El hecho, de apasionarse y extasiarse tanto los
primeros días, hace que luego la energía inicial disminuya y se vaya perdiendo
la ilusión (ya que todo lo extraordinario con el paso del tiempo se hace normal,
y lo habitual acaba aburriendo de repetirse tantas veces). Las expresiones reiterativas
“sorbo a sorbo”, “beso a beso” configuran una visión mecanizada y monótona del
amor.
3. El fuego que se apaga con ceniza: Yo fui estrella a la
que apagaste con ceniza de tu cuerpo. El uso de la segunda persona del singular
(apagaste) y el posesivo de segunda persona (tu cuerpo) señalan como culpable del
fin de la relación al hombre. La estrella no se ha apagado sola de manera
natural, sino que ha habido algo artificial que lo ha provocado.
Seguramente se haya dado una mezcla de todo lo que hemos visto:
el hombre aprisiona a la mujer y no la deja ser ella, y luego tampoco hace nada
para ilusionarla y recuperar la pasión de los primeros momentos. Se crea una actitud
fría y pasiva del esposo (desde los ojos de ella), y focaliza la responsabilidad
del fin de la relación en él.
De hecho, ella ha dejado de ser ella para adaptarse a lo que
quería él: Yo fui lo que quisiste conforme pasaba el tiempo. Yo creo que ahí está
la clave del tema: el hombre ha acabado anulando a la mujer, la ha rebajado a
nivel de objeto, la ha manipulado y la convertido en lo que él quería. Se ha
producido una metamorfosis en la dama. La chica, por complacer al amante, ha perdido
su voluntad, su identidad, su capacidad de decidir, opinar, ser, y al final
convertirse en una rama del árbol del marido. La relación amorosa ha atado a la
mujer, y si no puede cumplir sus deseos, pasiones e instintos, está claro que
no es feliz, por muy unida que esté a la persona que quiere.
El amor debe contribuir a la plenitud vital del individuo, y
nunca a anularla. Es (y debe ser) compatible con la autorrealización de cada uno:
todo ser humano debe ser como es, expresar lo que siente, hacer lo que quiere con
su vida, cumplir sus deseos, y una relación amorosa no debe subordinarte a nada.
Si no lo planteas así, al final llega el desamor, el desencanto (como le ha
pasado a la protagonista de la copla) y el fin de la relación. Esto vuelve a ejemplificarse
con metáforas destructivas de la
Naturaleza : el pájaro echó a volar, el jazmín se puso seco,
el racimo no dio fruto; ¡A otra cosa compañero!
Como podéis apreciar, esta composición se concibe como una sucesión
de metáforas en paralelismo para explicar la misma idea.
Encontramos algunas enumeraciones en asíndeton (Manantial,
estrella y rosa, jazmín, racimo, jilguero) que sirven para asentar las bases de
las diferentes metáforas, con las que se identificará la protagonista.
La exclamación del título da un carácter espontáneo y coloquial
a la expresión, quitando importancia a lo traumático de la separación (¡A otra cosa
compañero!). Ya os he dicho, que el yo poético enfatiza la importancia de olvidar
y dejar de hurgar en la herida para no hacer daño. La naturalidad expresiva ayuda
a eso.
Encontramos algunas relajaciones fonéticas (pi[d]o) y síncopas
(ma[d]re) incrustadas en medio de un texto muy poético, muy literario, muy
diáfano, y en general, muy cuidado y planificado (ya que casi todo el poema es
una metáfora).
Los versos son octosílabos, agrupados en tres coplillas (estrofas
de 4 versos con rima asonante en los pares) y una sextilla.
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