martes, 10 de marzo de 2020

Cocidito madrileño: homenaje a uno de los platos más contundentes de nuestra gastronomía


Después de un tema tan intenso como Encrucijada, creo que nos vendría bien relajarnos un poco y disfrutar de algo rico y suculento como puede ser un buen plato de cocidito madrileño

Este popular pasodoble del año 1949 ha sido versionado por voces tan conocidas como la de Pepe Blanco o Manolo Escobar. Se trata de una canción que sirve de homenaje, piropo y exaltación a uno de los platos más conocidos de la gastronomía española. Ya os he dicho alguna vez que la copla es un género que se utilizó para exaltar lo propio, lo autóctono, lo local, lo castizo, lo pintoresco, lo folclórico, sobre todo aquellos elementos de la cultura tradicional y popular. Costumbrismo en estado puro


No me hable usté de los banquetes que hubo en Roma,

ni del menú del hotel Plaza en New York,
ni del faisán, ni los foiegrases de paloma,
ni me hable usté de la langosta al thermidor.
Porque es que a mí, sin discusión, me quita el sueño
y es mi alimento y mi placer
la gracia y sal que al cocidito madrileño
le echa el amor de una mujer.

Cocidito madrileño
repicando en la buhardilla,
que me huele a hierbabuena
y a verbena en las Vistillas.
Cocidito madrileño
del ayer y del mañana,
pesadumbre y alegría
de la madre y de la hermana.
A mirarte con ternura
yo aprendí desde pequeño
porque tú eres gloria pura,
porque tú eres gloria pura,

Dígame usté dónde hay un cuadro con más gracia
con el color que da la luz del mes de abril,
cuando son dos y están debajo de una tapia
y entre los dos un cocidito de albañil.
Cuando el querer de una mujer le dice al dueño
de su hermosura y su pasión:
Toma, mi bien, tu cocidito madrileño
que dentro va mi corazón.

Cocidito madrileño
repicando en la buhardilla,
que me huele a hierbabuena
y a verbena en las Vistillas.
Cocidito madrileño
del ayer y del mañana,
pesadumbre y alegría
de la madre y de la hermana.
A mirarte con ternura
yo aprendí desde pequeño
porque tú eres gloria pura,
porque tú eres gloria pura,
cocidito madrileño.

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Este poema se vertebra a partir de un extenso parlamento que articular la voz poética protagonista, la cual se dirige con el vocativo (no me hable usted, dígame usted, ni me hable usted…) a un destinatario indefinido, irreconocible, impreciso, e incluso genérico.

Detrás de ese “usted” no sabemos quién se encuentra ni cómo es esa persona (si es un hombre, una mujer, si tiene X edad, si es de X país…). Solo sabemos que el yo poético se dirige a alguien, el cual no se manifiesta ni entra a formar parte del mundo poético. Es algo parecido a lo que sucede en el Lazarillo de Tormes. A lo largo de la novela hay muchas referencias a un tal Vuestra Merced y nosotros no sabemos de quién se trata (ni falta que hace).

Por tanto, el vocativo se puede considerar aquí un rasgo de índole formal (sirve para dar espontaneidad, marcar el tono conversacional de la copla) y no tanto conceptual (su existencia e identificación con la realidad es indiferente, no trasciende al contenido de la canción). Simplemente se trata de un recurso novelesco-epistolar que configura un estilo

En la primera estrofa se hace uso de dos recursos de especial importancia:

-Por un lado, la anáfora, ya que los versos empiezan por la conjunción copulativa negativa ni (ni del menú…/ni del faisán…/ni me hable….)

-Por otro lado, la enumeración: no me hable usted del banquete que hubo en Roma […] ni del menú del hotel Plaza […] ni del faisán, ni los foiegrases […] ni la langosta…).

¿Y por qué son importantes estos dos procesos expresivos tan reiterativos? Muy fácil: nos van a servir como instrumento o herramienta para llevar a cabo la exaltación de la comida castellana. Hay formas y formas de homenajear algo. Un recurso efectivo para realzar lo propio consiste en lanzar pullitas contra lo extranjero, estableciendo una comparición en la que se ponga por encima la comida española, (en este caso, el cocido madrileño) en detrimento de lo foráneo.

La gastronomía hispánica está representada por una cocina popular, tradicional, rural, propia de nuestros abuelos (comida de puchero, de cuchara…): platos no tan finos y elegantes, pero sí muy sabrosos, ricos y contundentes. Por el contrario, la gastronomía extranjera queda asociada a platos muy finolis, de alta cocina de vanguardia, vinculados a la clase adinerada y a menús de bocado en los que parece que siempre te quedas con hambre ya que llama la atención el pequeño tamaño de las raciones. Hay alusiones a delicias francesas como el foiegras, el faisán, la langosta al Termidor, y restaurantes de Nueva York o Roma

Se refleja el tópico de que no hay nada mejor que la comida española, y donde se ponga un buen cocido madrileño que se quite todo lo demás jajajjajaa

La cantidad de extranjerismos que encontramos en esta primera parte de la copla (New York, foiegrases, thermidor…) se pronuncian con fonética española (propia de gente que no ha estudiado idiomas) de tal forma que el propio cantante a la hora de interpretar el tema, suele poner pinceladas de humor y burla, que sirven para reírse de lo extranjero, ridiculizarlo y quitarle trascendencia. En cierta medida, el comienzo del poema es casi una caricatura, que refleja el estereotipo de alta cocina francesa

Criticar lo de fuera y caricaturizarlo es un método efectivo para exaltar lo propio. Una vez llegamos a la segunda mitad de la primera estrofa, desaparecen las pullitas y la copla centra su foco en el cocido, el cual va a ser alabado y homenajeado (ya sin decir que es mejor o peor que la comida de Francia).

El yo poético muestra una actitud apasionada hacia el cocido, interactuando con él, con el objetivo de magnificarlo y elevarlo. Predominan las marcas de primera persona ya sean pronominales (a mí, me quita el sueño) o de posesivo (mi alimento, mi placer). La bimembración (mi alimento y mi placer, la gracia y la sal…) contribuyen a matizar ese éxtasis de la voz lírica por el cocido madrileño, de forma que el plato queda vitoreado y elogiado, además de descrito de una forma profunda.

El hipérbaton (alteración del orden sintáctico) permite adelantar a primera posición oracional los complementos verbales que tienen que ver con el cocido, posponiendo el sujeto (el agente que realiza la acción sobre ese cocido) al final de la frase. Es más importante el objeto que el sujeto: la gracia y sal que al cocido madrileño le echa el amor de una mujer. El protagonista de la canción es el plato de comida.

Algunos sintagmas dan rotundidad a lo que se dice, remarcando con fuerza el discurso de elogio: a mí, SIN DISCUSIÓN, me quita el sueño y es mi alimento

El estribillo refleja experiencias sensitivas con la comida, trasladando al texto los olores, sonidos y sabores típicos de los que está impregnado el cocido, con el objetivo de que al receptor se le haga la boca agua pensando en sus ingredientes. De ahí la alusión al sonido de la olla mientras la sopa hierve (repicando en la buhardilla) y a las especias que sirven para condimentarlo (que me huele a hierbabuena y a verbena de Vistillas).

Esto me recuerda a la poesía sensorial/paisajística de Garcilaso de la Vega, el Rococó dieciochesco o el Modernismo exotista. Se crea una atmósfera especial para que el receptor se funda con ella y se traslade al ambiente creado (que si el cielo azul, que si las flores, que si los árboles verdes, que si el sol cálido…)

En esta copla, en lugar de evocar paisajes paradisíacos y bucólicos, se representan sensaciones y objetos idealizados con el objetivo de acercar un plato de cocido al receptor y este evoque con cierta sonrisa sonidos y sabores que le son familiares (todo el mundo alguna vez hemos comido cocido en casa hecho por nuestra madre o abuela). Es algo cercano al bodegón literario. Tened en cuenta que a la gente le gusta identificar en los textos poéticos experiencias, objetos, circunstancias o conceptos de su vida cotidiana y cercana. De esta manera, el oyente se muestra más receptivo con la canción. Por eso, esta copla también recurre a elementos típicos de la poesía realista decimonónica. Es una mezcla de idealismo y realismo/costumbrismo muy interesante. 

El cocido es descrito con pares antitéticos (del ayer y del mañana, pesadumbre y alegría, de la madre y de la hermana). Esto da un carácter mítico y atemporal al plato, el cual forma parte inherente de nuestras vidas, en las alegrías y en las penas, en la infancia y en la vejez, con todo tipo de personas.

Una comida puede evocarnos a experiencias, momentos concretos de nuestra vida, gracias a asociaciones sensoriales y mentales. Además, el hecho de que esta receta sea mítica para todos y típica de España y de todas las épocas de la historia, hace que se convierta también en TRADICIONAL.

El cocido es un plato que existe desde tiempos remotísimos. Por eso, es presentado como algo valioso que necesita mimo, delicadeza, sensibilidad a la hora de catarlo. No solo hay que disfrutar del plato saboreándolo, sino también oliéndolo, recreándose en los sentidos: a mirarte con ternura, yo aprendí desde pequeño porque eres gloria pura.

Fijaos cómo para describir el cocido se recurre a un léxico típico del lenguaje sagrado (gloria pura). En este verso en hipérbaton se crea una imagen muy solemne y elitista del plato: no todo el mundo está capacitado para disfrutar de un buen cocido. Comer cocido no es tan fácil como parece, pues hay que aprender a catarlo (mirarlo, olerlo, degustarlo poco a poco y no a lo loco).

Aunque esta copla parece un simple homenaje intrascendente a un plato, empiezas a ver cositas y te das cuenta de que algo tan sencillo puede encerrar mucho contenido. Menos es más.

La segunda estrofa sigue la tendencia sensitiva del estribillo, ya que el objetivo es crear una pintura o estampa que tenga como protagonista al cocido. De hecho, el léxico está plagado de elementos que hacen referencia a la luz, al color, a la posición y distribución de los elementos en el espacio: dígame usté dónde hay un cuadro con más gracia con el color que da la luz del mes de abril, cuando son dos y están debajo de una tapia y entre los dos un cocidito de albañil.

El comienzo de la segunda estrofa parece extraído de la descripción e interpretación de una pintura de museo. En ese cuadro el plato llega a cobrar más protagonismo que los elementos humanos. El cocido se sitúa en posición central dentro del marco (a un lado hay una persona humana, al otro lado, otra persona humana y en el centro la comida). Cuando una persona se pone a observar una pintura, el ojo tiende a enfocar siempre al centro del cuadro. Por tanto, en el centro del cuadro suele estar el protagonista, el elemento fundamental que cohesiona el significado de la obra pictórica (en este caso, el cocido) y le da trascendencia.  

La función del cocido es hacer de elemento de cohesión, enlace y unión entre las dos personas que están en ese cuadro. Sin el plato, el vínculo entre estos dos seres humanos no sería posible: cuando el querer de una mujer le dice al dueño de su hermosura y su pasión: Toma, mi bien, tu cocidito madrileño que dentro va mi corazón

Los últimos versos recogen la típica estampa amorosa idealizada, empalagosa e incluso noña que nos recuerda al amor cortés, incorporando un pequeño diálogo en estilo directo en el que la voz poética es femenina. Sin embargo, yo no quiero que os quedéis con eso, sino con la función del cocido en el cuadro, la importancia que tiene en la ejecución de esta relación amorosa.

Tened en cuenta que en el amor hay muchos métodos para conquistar a la persona que quieres. Uno de esos métodos puede ser tus habilidades culinarias, atraer a la persona que te gusta a través del estómago. Cuando vas a ejecutar cualquier tipo de tarea (sea cocina como es este caso, o sea cualquier otra cosa) lo más importante no es la técnica, sino el sentimiento, el corazón, la intención, las ganas.

Ya he dicho que detrás de un objeto artístico, que es ficción (ya sea un plato de comida, una pintura, un poema, una foto, una escultura…) suele esconderse una intención, una circunstancia, una voluntad, un contexto, un mensaje, que crea una red de vinculaciones con el mundo real. Por eso, un plato de cocido nos puede evocar fotografías de nuestra propia vida, experiencias, conceptos mentales mediante asociaciones humanizadas.

Detrás este final tan dulzón y aparentemente banal (venga, cariño, abre la boquita que te doy un poco de mi supercocido que hecho con tanto amor), encontramos muchas ideas que encierran pensamientos y reflexiones artísticas y vitales.

Métricamente, se hace uso del arte menor (verso octosílabo) en el estribillo con algunas rimas asonantes esporádicas. En la estrofa predomina un metro largo en arte mayor, con versos de 13 sílabas (algo poco habitual en poesía). Mira que como filólogo me ha tocado analizar composiciones, pero creo que es la primera vez que he visto un poema con tantos versos tridecasílabos. Este tipo de metros tan raros suelen ser vestigios del Modernismo y del Romanticismo, de poetas marginales que querían explotar todas las posibilidades métricas, incluso las más inusitadas.

A pesar del carácter costumbrista, localista y casticista del poema, hay poca tendencia a lo dialectal. Vemos relajación pronunciada de la consonante final (usté). El diminutivo –ito (cocidito) es propio del habla madrileña y castellana.


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