No hay duda de que las canciones de Manuel Alejandro marcaron (y mucho) la trayectoria artística de Rocío Jurado.
En una época en la que la copla estaba zozobrando en el
panorama musical español, la chipionera supo adaptarse a la canción moderna,
aunando el ritmo y el tono de la balada sentimental de finales de los 70 y
principios de los 80 con la fuerza y el dramatismo de la copla más añeja.
Esa fusión dio lugar a canciones tan chulas como la que
vamos a analizar hoy. Pertenece a su disco Señora, del año 1979 y se titula Ese
hombre.
Ese hombre que tú ves ahí
que parece tan galante
tan atento y arrogante
lo conozco como a mi
Ese hombre que tú vas ahí
que aparenta ser divino
tan afable y efusivo
solo sabe hacer sufrir
Es un gran necio,
un estúpido engreído,
egoísta y caprichoso,
un payaso vanidoso,
inconsciente y presumido,
falso, enano, rencoroso,
que no tiene corazón
Lleno de celos
sin razones ni motivos
como el viento impetuoso,
pocas veces cariñoso,
inseguro de si mismo,
soportable como amigo,
insufrible como amor
Ese hombre que tú ves ahí
que parece tan amable,
dadivoso y agradable
lo conozco como a mi
Ese hombre que tú ves ahí
que parece tan seguro
de pisar bien por el mundo
solo sabe hacer sufrir
Es un gran necio,
un estúpido engreído,
egoísta y caprichoso,
un payaso vanidoso,
inconsciente y presumido,
falso, enano, rencoroso,
que no tiene corazón
Lleno de celos
sin razones ni motivos
como el viento impetuoso,
pocas veces cariñoso,
inseguro de si mismo,
soportable como amigo,
insufrible como amor
..................................................................
El poema recoge uno de los temas barrocos por excelencia: la
dicotomía entre apariencia y realidad. Una cosa es lo que parece, y otra muy
diferente, lo que es realmente. Y esto da lugar a confusiones, mentiras,
desengaños y decepciones cuando comprobamos que lo que se percibe de una manera
superficial, no tiene nada que ver con lo que nos encontramos al hacer un análisis
más profundo de la realidad.
La verdad, a veces, está escondida bajo un velo o envoltorio
de gracia y encanto. Detrás de una máscara de virtudes y donaire nos podemos
llevar la desagradable sorpresa de darnos de bruces con la mayor sarta que
hayamos visto de defectos, males y lacras.
Eso le pasa a la protagonista de esta canción, la cual no
para de criticar, despellejar, reprender, reprobar y clamar contra un hombre,
cuya apariencia es la de un amante perfecto, de película, de los que ya no
quedan, con un sinfín de virtudes, pero una vez te metes de lleno en sus
entrañas, es el ser más repugnante y despreciable con el que te puedes
encontrar, lleno de defectos que te llevan por la calle de la Amargura día sí y
día también.
Analizando la descripción que hace el yo poético del
muchacho está claro que es una persona muy tóxica a la que no hay que pedirle
ni la hora.
Realmente la estructura de la canción es de lo más sencillo
que hemos visto desde que empezamos el blog. A pesar de la cantidad de letra,
de la cantidad de defectos que se citan y de la cantidad de falsas virtudes que
se enumeran, el esqueleto sintáctico es muy básico. El yo poético lo engorda a
base de añadir muchos elementos, pero el esquema es siempre el mismo:
1. Sujeto con complemento oracional relativo: Ese
hombre que tú ves ahí. Introduce las dos estrofas del tema
2.
Verbo 1: Parece. Es la lista de virtudes que
aparenta el muchacho (galán, atento, divino, afable, efusivo, amable, dadivoso,
agradable, seguro). Se trata de una descripción superficial, falsa, ilusoria,
no real. El amante por fuera parece una cosa
3.
Verbo 2: Es. Es la lista de defectos que posee
de forma inherente (necio, estúpido, engreído, egoísta, caprichoso, payaso,
vanidoso, inconsciente, presumido, falso, enano, rencoroso, sin corazón,
celoso, poco cariñoso, inseguro…). Se trata de una descripción profunda,
verdadera, real, interna. El amante por dentro es otra cosa diferente a la que
parecía.
4.
Predicación de consecuencia: Solo sabe hacer
sufrir. El resultado de la interacción con este señor es la infelicidad, la
amargura, la toxicidad, el sufrimiento.
El hecho de que un tema tenga tanta letra no quiere decir
que sea complejo. Esta canción es larga, pero muy sencilla. Se podría resumir
con esta fórmula matemática:
SUJETO + APARIENCIA + REALIDAD = SUFRIMIENTO
Ya está. Fijaos que cosita tan sencilla, accesible y
entendible para todos. Por eso este tipo de canciones triunfaron tanto en el
gran público.
Mediante el demostrativo (ese hombre), el adverbio de lugar
(ahí) y el verbo perceptivo en segunda persona (ves), el yo poético enmarca la
figura masculina en el entorno y lo convierte en diana y objetivo de todas las
críticas, análisis y juicios de valor.
Aunque este señor nunca toma la palabra durante la canción,
está implícito en el acto comunicativo. Es como si el yo poético lo estuviera
contemplando en las inmediaciones o a una distancia más o menos cercana, lo
cual le sirve de motivación para soltar todas las “lindezas” del estribillo.
Presentar al objeto descriptivo dentro de las coordenadas
del habla es una manera de enfatizar la credibilidad y dar intensidad al
contexto. El yo poético busca desahogarse y soltar toda la rabia y furia que
lleva dentro después de haber sufrido tanto a su lado.
Durante las estrofas se utilizan verbos que expresan
apariencia (PARECE tan galante, APARENTA ser divino…). Los adjetivos utilizados
tienen connotaciones positivas (galante, atento, afable, efusivo, amable,
dadivoso, agradable, seguro…).
Externamente, la figura del amante es la de un ser perfecto
y celestial. Todo son virtudes y elogios. Un caballero bien vestido, educado,
cortés, detallista, amigable, bondadoso, generoso, simpático…En definitiva, el
amante cortés ideal de la lírica provenzal. Tan perfecto que parece irreal. Y
si no existiera habría que inventarlo. Sin embargo, esto es solo fachada, apariencia.
La realidad es bien diferente.
La figura masculina, en el plano de la apariencia, es endiosada
y elevada hasta cuotas inimaginables. Se usan adjetivos relacionados con la
deidad (divino), el amor cortés (galante), la alta autoestima (seguro de pisar
bien por el mundo), la imagen social y personal (arrogante), el vitalismo
(efusivo), el compromiso social (dadivoso) o la empatía (atento, afable,
amable, agradable).
Encima, se usan los cuantificadores para llevar la virtud al
grado más elevado posible (tan galante, tan atento). La conjunción copulativa
(y) contribuya a sumar, a añadir, a acumular todas esas virtudes, creando un
retrato cercano a la perfección (atento y arrogante, afable y efusivo…)
Si solo nos quedáramos con las estrofas estaríamos ante el
amante más perfecto de la historia de la literatura y la música. Muchos diréis:
es imposible que exista alguien así: ¿Dónde está el truco? El truco está en que
esas virtudes son solo una fachada, apariencia, envoltorio, artificio,
pompa…que se quedan en nada cuando conoces cómo es por dentro este ser
Las virtudes son artificiales, fingidas, planificadas, se
usan como mecanismo para engatusar, atraer, enamorar, cautivar. Después, una
vez has atraído a la mujer a tu terreno, es cuando sacas tu verdadero carácter
lleno de defectos que amargan la vida a quien está al lado: “Solo sabe hacer
sufrir”.
La finalidad y el sentido de la vida para este hombre es
hacer infeliz a la gente. Y el yo poético ha calado al hombre, sabe qué tipo de
persona es y qué es lo que busca: “Lo conozco como a mí”.
En el estribillo es cuando el yo poético enumera todos y
cada uno de los defectos de este hombre, desenmascarándolo, sacando a relucir
todo lo que tiene oculto, y así el receptor vea que tras esa fachada de
buenismo, hay mucha maldad y toxicidad
El verbo ser (es un gran necio…) se contrapone al verbo
parecer que había en las estrofas (parece tan galante…). Funcionan como una
antítesis entre la apariencia (parece) y la realidad (es).
Ambos son verbos copulativos, aunque tienen significados diferentes.
La forma verbal ser expresa cualidades inherentes de una realidad (en este
caso, el hombre). El yo poético lo describe en su máxima esencia y esplendor,
que es la maldad. Es la verdad verdadera (valga la redundancia), frente al
verbo parecer que marca una verdad provisional, temporal, que solo tiene valor
hasta que conoces al hombre.
La figura masculina, en el plano de la esencia, es criticada,
rebajada, vapuleada y denostada hasta cuotas inimaginables. Se usan adjetivos
relacionados con la falta de inteligencia (necio), el ego (engreído, vanidoso,
egoísta), el narcisismo (presumido), los defectos físicos (enano), el mal amor
(lleno de celos, insufrible), la no empatía (pocas veces cariñoso, que no tiene
corazón, rencoroso), el impulso (caprichoso, impetuoso), la carencia de
principios morales (falso, inconsciente), la baja autoestima (inseguro).
Para enfatizar los defectos en grado máximo el yo poético
recurre a adjetivos con valor cuantificativo (gran necio), adjetivos que
matizan y completan a otros adjetivos (estúpido engreído, payaso vanidoso),
bimembraciones acumulativas (egoísta y caprichoso, inconsciente y presumido),
enumeraciones en asíndeton (falso, enano, rencoroso, que no tiene corazón), adjetivos
de capacidad (lleno de celos), comparaciones (como el viento impetuoso),
sintagmas de frecuencia (pocas veces cariñoso) y paralelismos (soportable como
amigo, insufrible como amor: nombre derivativo + partícula comparativa +
sustantivo de relación interpersonal).
La expresión “no tener corazón” tiene valor metonímico ya
que alude a lo concreto (corazón), por lo abstracto (sentimiento). Una persona
sin corazón es una persona sin emociones.
Los últimos versos funcionan como conclusión o moraleja
deductiva del poema. Con personas así lo mejor que podemos hacer es mantener
las distancias y gestionar bien los contextos.
Como relación personal circunstancial, habrá que aguantarlo
en muchas ocasiones, aunque no nos guste (“soportable como amigo”) pero como
persona para vivir a diario e integrar en tu vida y en tu círculo más íntimo y
personal es un suicidio y una forma de joderse la vida (“insufrible como
amor”).
El mensaje de la canción está claro: con personas así ni
agua. Lo mejor es alejarse. No son buenos compañeros en el viaje del amor
jajajja
Métricamente, encontramos versos de diferente medida. La
mayoría son de arte menor octosílabos (tan afable y efusivo), pero habrá
algunos de 5 (es un gran necio) y 10 (ese hombre que tú ves ahí).
Las estrofas riman de forma abrazada: primer verso con
cuarto (ahí, mí) y segundo con tercero (galante, arrogante): Abba.
El primer y último verso del estribillo no riman con ningún otro (necio, corazón), y el resto forman una quintilla: abbab
El mayor éxito de Manuel Alejandro es la letra y la música de Yo soy aquel, interpretada por Raphael (1966), que ha quedado en el imaginario colectivo de muchos españoles.
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