jueves, 4 de noviembre de 2021

María se bebe las calles (Pasión Vega): una canción que habla de la violencia de género

Muchas personas consideran que la copla hoy en día es un género muerto. Según esta corriente de pensamiento, en la actualidad no se hacen letras, ni se componen melodías, ni se montan espectáculos. Azabache (1992) fue el último gran evento coplero. A raíz de ahí, la canción andaluza fue cuesta abajo y sin frenos.

Los defensores de esta idea definen la copla como una tendencia musical-literaria que nació en los años 30, se desarrolló durante los 40 y 50, empezó a mostrar síntomas de agotamiento en los 60, enfermó en los 70 y los 80, y finalmente murió en los 90, tras un ligero repunte en la época de Carlos Cano (lustro 1987-1992).

Para ciertos estudiosos, la canción andaluza no genera materiales nuevos hoy en día. Lo único que se hace es revivir y recordar grandes joyas del repertorio de épocas pasadas, gracias a conciertos, certámenes o programas de televisión (tipo Se llama copla o A tu vera).

Por tanto, hay cantantes de copla (muchos de ellos, jóvenes, con talento y amantes del género) pero no se elaboran nuevas canciones. Tan solo se versionan, sin superar a los originales, los grandes éxitos de Marifé, Concha Piquer o Juanita Reina

En contraposición a esta corriente, tenemos una serie de autores que se niegan a ver la copla como un género muerto. Para ellos, la tonadilla es una tendencia musical viva, productiva y activa hoy día. Actualmente se siguen componiendo e interpretando nuevas canciones. Lo que pasa es que no se trata de una copla clásica (como la de los años 40 y 50), sino una copla evolucionada, innovadora, adaptada a los nuevos tiempos.

Usan la etiqueta de Copla nueva para designar a los intérpretes de este género puesto al día. Es una copla fusión, a medio camino entre la balada y la canción melódica, en la que conviven los giros tradicionales de la canción andaluza, con matices de otros estilos menos usuales como el jazz, el soul o el pop

Dentro de la tonadilla nueva situamos a Diana Navarro, Pastora Soler o Pasión Vega. Aunque no son copleras al uso, beben de la tradición, pues se han criado con los temas de Marifé, Concha Piquer, Rocío Jurado o Isabel Pantoja. Rescatan sus recursos vocale y dramáticos (clasicismo), pero dándoles giros innovadores (vanguardia)

Hoy analizamos una canción de Pasión Vega, que data del año 2003. Habla de una de las realidades más tristes y lamentables de la sociedad actual, como es el maltrato a la mujer. Se trata de un tema candente y efervescente en los medios de comunicación. Casi todas las semanas, en periódicos, televisión y radio tenemos que lamentar el asesinato de una señora a manos de su esposo.

La violencia de género inspiró el tema de esta tarde: María se bebe las calles


María pensó que el amor
Era un mandamiento de dos
Y esperando el primer beso
Se hace vieja ante el espejo
Y limpia su llanto
Maquilla sus heridas
Y se le va la vida
Recuerda la primera vez
Que él le juró que fue sin querer
Y en los hijos que vivieron
Prisioneros de su miedo
María soñaba con ser la princesa
De los cabellos de oro
Y la boca de fresa
María se fue una mañana
María sin decir nada
María ya no tiene miedo
María empieza de nuevo
María yo te necesito
María escapó de su grito
Se bebe las calles María
Ella nunca dice que no
Es la esclava de su señor
Ella siempre lo perdona
A sus pies sobre la lona
Su patria es su casa
Su mundo la cocina
Y se le viene encima
Un día dejó el corazón
Abandonado en su colchón
Solo piensa en ver su cuerpo
¡ay! del quinto mandamiento
María no tiene color en la sangre
María se apaga y no lo sabe nadie
María se fue una mañana
María sin decir nada
María ya no tiene miedo
María empieza de nuevo
María yo te necesito
María escapó de sus gritos
Se bebe las calles María
María se fue una mañana
María sin decir nada
María ya no tiene miedo
María empieza de nuevo
María yo te necesito
María escapó de sus gritos
Se bebe las calles María
María pensó que el amor
Era un mandamiento de dos

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El título constituye una metáfora de la situación de la protagonista, la cual, ante las palizas, agresiones y maltratos a los que se ve sometida por parte de su marido día sí y día también, decide abandonar el hogar.

La calle representa la liberación, la seguridad y la sanación personal: el hecho de estar fuera de casa y vagar con gusto por la ciudad (beberse las calles) supone alejarse de ese hombre maltratador, y por tanto, vivir en paz, sin sufrimiento, sin miedo a recibir daños físicos o psicológicos y por ende, recuperar la dignidad.

La canción posee una función ejemplificadora, doctrinal y didáctica: todas las mujeres maltratadas deben hacer lo mismo que María: ser valiente, echarle huevos a la vida y decir “hasta aquí hemos llegado”. Muchas señoras maltratadas, por miedo, se callan, aguantan carros y carretas, y sufren palizas diarias (hasta que terminan en el hospital o en el cementerio)

La protagonista, un buen día, decide dar un paso adelante y toma la decisión de escapar de esa situación de peligro, alejarse de lo que resulta dañino, angustioso y nocivo. María constituye un espejo y un modelo para todas las mujeres maltratadas: hay que darse cuenta de la situación y hacer algo (denunciar, huir, defenderse…LO QUE SEA). No se puede estar callado

La clave está en darse cuenta de que te encuentras en un pozo sin fondo, y hay que hacer algo por salir de él, como ha hecho María. Ella representa la valentía y el coraje de la mujer maltratada, que toma las riendas en el asunto, da un golpe en la mesa y pone fin a su situación desde la voluntad y el amor propio.  

En la primera estrofa se describe la situación anímica y psicológica de la protagonista durante el periodo del maltrato.

Normalmente, una mujer jamás piensa que va a ser maltratada. Cuando una persona se casa, todo el mundo presupone una vida de felicidad, de grandes proyectos, de alegría, de ilusión: estás al lado de la persona que quieres, esta te va a dar amor y cariño, vais a estar juntos toda la vida…

Lo teórico, lo lógico y lo matemático es pensar que si te casas con una persona, es porque vas a ser feliz con ella (sería absurdo dar el sí quiero a alguien con quien no vas a estar a gusto). Es una cuestión de sentido común. El pensamiento natural e instintivo del ser humano es que el matrimonio le ve a aportar cosas positivas y beneficiosas a su existencia. Todos decidimos y actuamos para alcanzar situaciones y contextos mejores, no para empeorarlos.

Las cosas se hacen para alcanzar una situación de satisfacción y prosperar en el proceso vital. Sin embargo, una cosa es la teoría (lo que se supone que debería ser) y otra cosa bien diferente la práctica (la realidad, lo que acaba siendo). Muchas veces se produce un choque entre nuestras concepciones mentales con el mundo real, dando lugar a la decepción, el desengaño y el desencanto.

Eso es lo que le pasa a María. Teóricamente, el amor se define como una relación recíproca y binaria: él quiere a ella y ella quiere a él. Esto se materializa en la metáfora (mandamiento de dos).

La referencia a un elemento de la cultura católica (mandamiento) da trascendencia y valor a esta concepción del sentimiento amoroso. Un mandamiento es una obligación, un imperativo, una orden, impuesta por una entidad superior (en este caso, Dios). Al vincularse con un concepto sagrado, el amor ha de ser mutuo y bilateral. Si no se cumplen estas dos condiciones, la relación no funciona, sería un caos. No habría amor.

Y como este mandamiento no se cumple en la relación de María con su pareja (ella sí quiere a él, pero él no quiere a ella), la relación está condenada al fracaso.

María empieza la relación con la creencia sólida de que el amor es recíproco, pero luego se dará cuenta de que no siempre es así: María pensó que el amor era un mandamiento de dos.

El verbo pensar está vinculado con las convicciones, ideologías, y sistemas de creencias del ser humano. En este caso, la presunción de María (él me quiere) choca con la cruda realidad (el marido no la quiere).

Desde el primer momento se detecta una falta de empatía entre ella y la pareja. El amor, aunque es un sentimiento espiritual, también se manifiesta con signos físicos (besos, abrazos, caricias…). En este caso, se crea un ambiente carente de afecto, que se enfatiza con la hipérbole: esperando el primer beso se hizo vieja ante el espejo,

Esta falta de cariño provoca tristeza y dolor en la protagonista. La voz lírica analiza con profundidad el estado anímico de María, indagando en detalles corporales, gestuales, físicos o emocionales que configuran un mosaico de amargura y pena. La conclusión que obtiene de este análisis es que la protagonista no se encuentra bien. Necesita ayuda.

Detrás de cada acto superficial y cotidiano encontramos un signo, una evidencia de que la protagonista está atravesando una crisis personal de extrema gravedad, que le hace mermar su salud física y mental.

El yo poético penetra en el entramado espiritual del personaje, para que todos nos demos cuenta de su problema, a través metáforas:

-Limpia su llanto (María llorando y secándose las lágrimas)

-Maquilla sus heridas (María conteniéndose y aguantando el chaparrón para que nadie se dé cuenta de lo que está pasando)

-Se le va la vida (María perdiendo energía vital ante esa falta de amor)

El hecho de no expresar lo que sientes, de tener un problema y no contarlo y de tragarte la pena, unido a las carencias afectivas y la falta de compenetración con la persona que quieres, hace que la protagonista entre en un estado crónico de angustia, de depresión, de anulación. Es una persona enferma (espiritualmente), una mujer maltratada física y psicológicamente.

El polisíndeton repercute en la acumulación de desdichas emocionales que van dañando anímicamente a María a medida que avanza el poema (y esperando el primer beso…, y limpia su llanto…, y se le va la vida…).

En la segunda estrofa el problema va in crescendo: ya no solo se trata de un ambiente carente de afectividad, sino que hay algo más grave: María es maltratada por su marido.

La palabra maltrato es un lexema tabú. Genera miedos, pudores y vergüenzas en ciertos contextos sociales. Para suavizar la dureza de este vocablo, el yo poético recurre a una expresión eufemística, con el objetivo de hacer hincapié en la situación de maltrato, pero de una manera fina, discreta, dando un rodeo, a partir del cual el receptor presupone que el marido saca la mano a pasear con asiduidad: Recuerda la primera vez que él le juró que fue sin querer.

Aunque se omite el término pegar, todo el mundo sabe que María está siendo maltratada por su pareja. Esta escena resulta realista y verosímil: cuando un hombre pega a la mujer, el primero intenta justificarse o quitar importancia al hecho (no quería hacerlo, lo siento, no era mi intención…). La esposa confía en el maltratador (el cual intenta dar pena) y lo perdona. Pasado un tiempo la estampa se repite y la mujer entra en un círculo tóxico que no puede detener.

Si exista una primera vez, significa que ha habido más veces, y por tanto, María ha recibido más de una paliza.

El hecho de que se elida el léxico tabú (pegar, maltrato…) y se recurra al eufemismo (la primera vez que él le juró que fue sin querer) no impiden la claridad y concisión del mensaje de la canción. La voz lírica es muy directa a la hora de describir una situación dramática dura (María es apalizada por su marido). No se anda con maquillajes. Dice las cosas tal cual son.

El sujeto en tercera persona del singular marca explícitamente al autor de los hechos, al culpable de la desgracia de María: ÉL le juró…

El yo poético es rotundo a la hora de señalar al marido como el causante de todos los males de la protagonista. La voz del poema libera a María de toda culpa. Las mujeres no han hecho nada malo. Los que han actuado mal son los maltratadores. El sujeto enfático (él) apunta al responsable de esto, que es el esposo.

Tened en cuenta que hay señoras maltratadas que no son conscientes de estar sufriendo esta lacra social. Piensan que ellas han hecho algo malo, son incursoras del problema, merecen lo que les pasa, y se callan.

Las continuas paliza y episodios de maltrato dan lugar a un ambiente enrarecido y angustioso, que no solo afecta a la estructura conyugal, sino a la familiar. Para los hijos del matrimonio es un drama ver cómo su padre pega a su madre. Aunque la escena no se describe (sería muy duro hacerlo) sí se alude levemente a la figura de los niños para que el receptor piense que hay terceras personas que también se ven afectadas, que son los críos y no tienen culpa de nada.

La metáfora del horror que encarcela y anula a la persona es una manera de representar esa angustia: Y en los hijos que vinieron, prisioneros de su miedo. En esa casa, todo el mundo vive atemorizado. No se puede hacer una existencia normal. Todo gira en torno a las palizas. Esos niños ni comen bien, ni duermen, ni se divierten, ni estudian. En definitiva: no se desarrollan como seres humanos sanos.

Para un niño, ser espectador de esto, tiene que ser un calvario. Sin necesidad de entrar en detalles morbosos, la canción transmite mucha crudeza. El yo poético da pinceladas sueltas para hacer reflexionar a la gente, aunque luego estos brochazos no se desarrollan pormenorizadamente (ni falta que hace).

Al final de la segunda estrofa, el yo poético penetra en los pensamientos de la protagonista, y más concretamente en sus deseos, aspiraciones, y sueños. Ante una situación angustiosa como esta, María desea salir de ahí, escapar, no ver más a su marido. A ella le gustaría sentirse querida, respetada, arropada. Esto es, recibir un trato digno como ser humano: María soñaba con ser la princesa de los cabellos de oro y la boca de fresa

La metáfora de la princesa, la donna angelicata del Siglo de Oro (la mujer bella, olorosa, de pelo rubio, labios rojos, …) hay que tratarla desde la óptica de la hipérbole y la ironía

Ella quiere sentirse princesa, pero no en un sentido elevado (persona noble, poderosa, rica…), sino en términos de dignidad (como ser humano, tiene un valor, no quiere ser humillada ni degradada, merece un respeto).

Sentirse princesa es, simplemente, ser tratada de una manera correcta, no recibir palizas, ser una más, alguien normal y corriente en el seno de la sociedad. Lo que ocurre es que, al estar en una situación tan desgraciada (el maltrato), su deseo (no ser maltratada, que es lo normal) se convierte en un imposible, al alcance de muy pocos. De ahí la imagen de la princesa. Alcanzar la normalidad parece un objetivo tan difícil, como llegar a la realeza. De ahí, el sentido hiperbólico e irónico.

La protagonista anhela una situación de normalidad. Lo usual, lo común, lo lógico y el sentido común (no ser maltratado) se convierte en algo valioso e importante, y a la vez inasequible.

En situaciones desfavorables, las cosas normales y corrientes son oro puro y por eso se consideran trascendentales. Si estás enfermo deseas curarte, si eres maltratada deseas no serlo.

La tercera estrofa habla de uno de los condicionantes que contribuyen a engordar el problema del maltrato, y es una concepción tradicionalista de la familia y de la relación de género.

Hay personas que consideran que el varón está en una posición jerárquica superior respecto a la hembra, y por tanto, el rol y el papel de una esposa es la de servir a su marido. Debe ceder a sus caprichos, cumplir con sus órdenes, satisfacer sus deseos, que la casa esté limpia, la comida preparada, haya ropa todas las mañanas…

Esto se expresa con la metáfora de la sierva y el amo: Ella nunca dice que no. Es la esclava de su señor.

María piensa que ella es alguien inferior, y su marido, un ser superior. Por tanto, su función social es la de tener contento al hombre, aunque sea a costa de su propia dignidad como madre y mujer.

Una ideología tan conservadora como esta favorece situaciones de maltrato. En casos extremos, una señora puede llegar a ver normal que su marido le pegue.

La violencia ha penetrado intensamente en la vida de María, hasta formar parte de su cotidianidad. Sus días es son un bucle, una sucesión continua de palizas y perdones

Después de una agresión, el marido se arrepiente, ella le da una oportunidad, y otra vez vuelta a empezar: Ella siempre lo perdona a sus pies sobre la lona.

Evidentemente, se trata de un arrepentimiento no sincero. Los maltratadores vuelven a las andadas. El adverbio de frecuencia (SIEMPRE lo perdona) indica que esto es el pan de cada día en la relación entre María y su pareja. Es la pescadilla que se muerde la cola

¿Cuáles son las consecuencias? La protagonista acaba perdiendo su autonomía, su capacidad de realizarse por sí misma, su identidad, sus proyectos vitales, sus anhelos. Está completamente anulada por el marido. No la deja desarrollarse como ser humano.

María se ha cosificado, ha dejado de ser persona para convertirse en un objeto inerte, sin sentimientos. Se ha aislado, ha perdido contacto con el mundo. Está retenida en una especie de microcosmos, de cárcel, de coraza. Nadie más puede entrar. Su vida se reduce a unos pocos elementos (la casa, la cocina, los niños…). Se encuentra sola.

Esto se expresa mediante metáforas con elipsis: Su patria es su casa, su mundo (es) la cocina.

María vive exclusivamente para/por el marido y el hogar, descuidando su identidad personal (vida social, aficiones, inquietudes, amor propio…)

Es una persona anulada: no desea, no quiere, no es, no piensa…Solo vive para recibir palizas y complacer a su marido. Es el calvario de la mujer maltratada que calla la situación y no la denuncia.

En la cuarta estrofa asistimos a la culminación del proceso de anulación, mediante la separación del cuerpo y del alma.  La protagonista es solo “un cacho de cuerpo”, ya que su espíritu, su esencia, su psicología, su identidad y su personalidad han sido destruidos por culpa de esta tormentosa relación  

La escisión se representa mediante la cosificación (conceptos abstractos son tratados como si fueran objetos): Un día dejó el corazón abandonado en su colchón.

María se ha abandonado a sí misma. No tiene ilusión por vivir. Ha alcanzado un estado de nihilismo, casi de muerte espiritual. Lo único que siente son percepciones físicas (el dolor de las heridas), ya que es una carcasa sin alma: Solo piensa en ver su cuerpo

El yo poético se compadece del estado agónico que sufre María mediante interjecciones: Ay del quinto mandamiento. Es como si la voz lírica estuviera dentro de la protagonista y sintiera lo mismo que ella.

El poema juega con una presuposición cultural: el receptor debe saber que el quinto mandamiento es el del No matarás. Si no conocemos los 10 preceptos de la ley de Dios, nos costará interpretar esta parte de la canción.

El no matarás del quinto mandamiento se interpreta desde diferentes perspectivas:

-Como consecuencia de tantas palizas, un día su marido la va a matar.

-María lo está pasando tan mal que se le pasan muchas cosas por la cabeza. Tal vez no merezca la pena vivir así, y ella misma abandone este mundo.

Lo que está claro es que la protagonista ha perdido la alegría, las ganas de vivir. No tiene motivos para seguir luchando. Esto se expresa con dos metáforas: María no tiene color en la sangre, María se apaga y no lo sabe nadie. Lo incoloro y lo oscuro se refieren a la falta de energía vital. No tiene ilusión por nada. No hay luz, no hay color. La vida es un desencanto.

Hay que tener en cuenta que María se bebe las calles es una canción. Y como toda obra artística, contiene un mensaje que se difunde a la sociedad.

Ante una realidad tan cruda y grave como es la violencia de género, no se puede transmitir una visión tan pesimista. Muchas mujeres están pasando por un problema similar al de María y se hundirían con un final trágico (María muerta en vida). Sería feo y políticamente incorrecto que un poema sobre maltrato, que lo va a escuchar mucha gente en la voz de una intérprete famosa, no deje lugar a la esperanza.

Los efectos que una canción así tendría en la sociedad serían terribles, ya que el oyente vería el maltrato como un hecho irreparable, al que no se puede hacer frente, y lo único que queda es esperar a la muerte.

El mensaje tiene que ser optimista. Se necesita dar un giro a la historia. El desenlace debe ser feliz, para que el receptor se dé cuenta de que el maltrato doméstico es una lacra social que tiene solución. Las mujeres pueden salir de este calvario.   

En el estribillo asistimos al punto de inflexión de los hechos. Un día, María, se da cuenta de que tiene un problema, no puede seguir así, y necesita hacer algo para salir de esta situación. Por fin, coge las riendas de su vida, da el primer paso, y en un gesto de amor hacia sí misma toma una decisión: huir de la persona que tanto daño le ha hecho.

Se trata de un alejamiento físico-espacial y espiritual: María se fue una mañana, María sin decir nada.

La protagonista es una mujer valiente, que se ha percatado de la situación. Ella misma, que es inteligente, se da cuenta de que vivir junto a este hombre no tiene sentido. Había tocado fondo: palizas, miedo, sin proyecto vital, sin identidad personal…Hay mujeres que no se dan cuenta del problema

María ha tomado la decisión correcta, que es salir de esa casa. Apartarse del maltratador supone el fin de la angustia y el dolor: María ya no tiene miedo. Si algo te causa daño, lo que hay que hacer es distanciarse, para no pasarlo mal

Ahora, la muchacha empieza una nueva etapa en su vida en la que llevar a cabo sus proyectos, deseos, aspiraciones, pasiones, con gente que de verdad merezca la pena: María empieza de nuevo. Tiene una oportunidad para ser feliz, autorrealizarse, alcanzar su plenitud.

El estribillo recoge un mensaje de ánimo a todas las mujeres maltratadas: se puede salir del problema. No deben permanecer calladas. Hay que moverse, como ha hecho María: huyendo, denunciando, pidiendo ayuda (lo que sea). No hay que dejarse maltratar.

Evidentemente, hacer esto no es fácil. Todo el mundo habla, teoriza, aconseja, anima, lo pone fácil, pero la realidad es mucho más cruda. Vivir con maltratador las 24 horas del día te anula como ser, y resulta difícil salir de ese bucle.

En medio del estribillo se alude a un arquetipo de maltratador, que es el manipulador o chantajeador emocional. Su objetivo es hacer que la mujer se sienta culpable, o se compadezca de él, y por tanto, le perdone y le dé otra oportunidad. Es típico que el hombre se ponga a llorar, pidiendo clemencia, elogiando a la mujer, con frases del tipo si te vas me mato, sin ti mi vida no tiene sentido…

El marido de la protagonista intenta manipular sus sentimientos para que esta no se vaya de su lado: María, yo te necesito

Muchas mujeres maltratadas acaban creyéndose las palabras de su maltratador y le dan una nueva oportunidad, volviéndose a iniciar el ciclo de agresiones y humillaciones. La manipulación es una forma de maltrato psicológico, ya que juegas con los sentimientos de una persona, y le haces daño al crearle sensación de culpabilidad o compadecimiento

No obstante, María no cae en el juego del marido y a pesar de las insistencias, la protagonista decide huir sin ningún tipo de compasión: María escapó de sus gritos

El personaje de María es homenajeado con la anáfora (María se fue…/María sin decir…/María ya no tiene…/María empieza…/María yo te…/María escapó…)

Al fin y al cabo, María es un modelo para el resto de mujeres maltratadas. Por eso, su nombre aparece en cada una de las frases del estribillo, para que todas aquellas que sufren el mismo calvario, se den cuenta del problema y hagan lo mismo. María es un espejo en el que mirarse.

El hecho de usar enunciados cortos y precisos, separados por puntos, genera escenas y/o estampas que se van sucediendo ordenadamente y constituyen la historia de cualquier mujer maltratada que poco a poco va saliendo del bache: alejamiento, regeneración de la autoestima, configuración de la identidad y no cesión al chantaje y la manipulación.

Evidentemente, es un proceso largo y duro. Reparar los daños psicológicos requiere tiempo y ayuda de especialistas. El problema no se supera de un día para otro.

Este efecto de lentitud y progresión se consigue mediante la acumulación de muchos enunciados, pero muy cortos (María se fue, María sin decir, María ya no tiene, María empieza).

El trayecto es complicado, pero merece la pena, ya que significa salir del pozo.

Métricamente, la canción es muy irregular. Hay versos eneasílabos (María pensó que el amor), octosílabos (y esperando el primer beso), hexasílabos (y limpia su llanto), heptasílabos (maquillas sus heridas), decasílabos (que él le juró que fue sin querer), dodecasílabos (María soñaba con ser la princesa).

Casi todos riman entre sí formando pareados en asonante (amor-dos, beso-espejo, heridas-vida, vez-querer) y en consonante (princesa-fresa, necesito-grito, perdona-lona).

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