El tema que vamos a analizar hoy es una mezcla de pop con música folclórica mexicana. Fue compuesto en el año 2015 por Leonel García y Natalia Lafourcade. Esta última puso la voz. Pertenece al sexto álbum de la artista chilanga. La canción se titula Hasta la raíz, y fue todo un éxito en Latinoamérica
Sigo cruzando ríos
Andando selvas
Amando el sol
Cada día sigo sacando espinas
De lo profundo del corazón
En la noche sigo encendiendo sueños
Para limpiar con el humo sagrado cada recuerdo
Cuando escriba tu nombre
En la arena blanca con fondo azul
Cuando mire el cielo en la forma cruel de una nube gris
Aparezcas tú
Una tarde suba una alta loma
Mire el pasado
Sabrás que no te he olvidado
Yo te llevo dentro, hasta la raíz
Y por más que crezca, vas a estar aquí
Aunque yo me oculte tras la montaña
Y encuentre un campo lleno de caña
No habrá manera, mi rayo de luna
Que tú te vayas
Pienso que cada instante sobrevivido al caminar
Y cada segundo de incertidumbre
Cada momento de no saber
Son la clave exacta de este tejido
Que ando cargando bajo la piel
Así te protejo
Aquí…
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El poema habla de ese amor que nunca se olvida y perdura
toda la vida, a pesar de que la persona amada no se encuentre físicamente con
nosotros y se ha ido. El motivo de la ausencia es indiferente. Da igual que sea
ruptura, fallecimiento o circunstancias personales. Lo importante es que el
sentimiento permanece ahí por mucho que pasen los años, nos hagamos mayores o nos
alejemos geográficamente del ser amado.
Los primeros versos nos evocan al poema épico y la novela
idealista (sobre todo, la bizantina, la morisca y la de caballería, en las que
predomina un espíritu aventurero). La voz lírica se halla inmersa en diferentes
trances y hazañas, propias de un héroe que viaja por el mundo, tal como se
expresa en la enumeración: sigo cruzando ríos, andando selvas, amando al sol.
Sin embargo, este peregrinaje no es físico, sino espiritual.
Es el periplo de la vida. La existencia humana conlleva un proceso, el cual
tiene un principio, un desarrollo y un final; y se divide en etapas o ciclos.
El hombre sigue un camino, un recorrido, un trayecto, una expedición, una
travesía (usad el sinónimo que queráis, siempre y cuando se interprete en
sentido metafórico)
Todos trazamos nuestra propia senda. Cada uno la suya, igual
que el yo poético de la canción. El camino está lleno de experiencias,
vivencias, situaciones, sucesos... Nos van a pasar muchas cosas, ya que estamos
sumidos en una continua búsqueda, como la protagonista del tema. Todos queremos
ser felices, cumplir nuestras pasiones, deseos, sueños, aspiraciones. En
definitiva, buscamos autorrealizarnos como seres humanos, y eso nos obliga a
interactuar con el mundo, y por ende, nos ocurran cosas.
Las estructuras en paralelismo dan intensidad y épica a este
proceso vital: gerundio (cruzando, andando, amando) + complemento directo que
alude a un elemento de la Naturaleza (ríos, selvas, el sol). La existencia es
como una aventura llena de lances, eventos y percances, que provocan emociones
fuertes en nosotros. Somos como los personajes de una novela. A veces estamos
arriba, y otras abajo.
El verbo seguir (sigo cruzando…) implica continuidad. Aunque
en este viaje ocurran hechos trascendentales que nos marcan para siempre (en el
caso de esta composición, la persona amada se aleja de la protagonista), la
vida no se para, el mundo no deja de girar, hay que reanudar el camino. De ahí
que el yo poético realice estas gestas a pesar del final de la relación. Aunque
el amado se haya ido, ella prosigue con su vida (nuevos lugares, nuevas gentes,
nuevas historias y situaciones…). Se ha acabado un capítulo, episodio, apartado
(como queráis llamarlo) de la novela, pero el libro tiene más contenidos
jejeje.
Los elementos vinculados a la tierra (río, selva, sol)
metaforizan la belleza de la existencia humana, y a la vez, su espíritu
salvaje. Nosotros vemos un bosque frondoso, una corriente de agua o la luz
solar y nos quedamos embobados con su majestuosidad, su encanto, su hermosura,
su atractivo. Es bonito de ver. Lo más cercano a la perfección.
Pero también, nos da miedo, respeto, temor: la selva es
peligrosa (hay fieras, barrancos, nos podemos perder en ella…); la corriente de
agua es brava (nos arrastra, nos ahogamos…); el sol, puede ser cruel (gracias a
su lejanía da vida al planeta, pero si nos acercáramos a él, las temperaturas
de 1000 grados nos matarían).
Los elementos telúricos (sol, río, selva) representan la
pureza de la vida humana, tanto en los momentos placenteros, como en los
dolorosos. Como dice Luz Casal en su famoso tema Besaré el suelo, cuanto más
bella es la vida, más feroces sus zarpazos. La existencia en su máximo
esplendor, sin artificios ni maquillajes. De ahí la presencia de una Naturaleza
virgen.
Unas veces reiremos, lo pasaremos bien, tocaremos el cielo,
nos extasiaremos de felicidad. Otras, lloraremos, estaremos jodidos, nos
querremos morir. Una de cal y otra de arena (como diría la cantante Merche). En
ambos casos, hay que seguir adelante en nuestro periplo vital y seguir
buscando, como hace la voz lírica. La vida es una lucha continúa (citando a Pío
Baroja)
El conflicto, el dolor y la pena marcan al yo poético en su
camino. Esto se expresa con la metáfora clásica del elemento punzante: cada día
sigo sacando espinas de lo profundo del corazón. La espina de Antonio Machado
(o el clavo de Rosalía de Castro) representa la aflicción que producen los
desencantos vitales. Los objetos que tienen punta hacen daño, provocan
sufrimiento (al alma humana). La vida te da palos. En este poema, se ha ido la
persona amada.
El circunstancial de frecuencia (cada día) y la perífrasis
progresiva (sigo sacando) circunscriben la angustia al ámbito de lo permanente.
Todos convivimos con ese sentimiento de tristeza, fruto de los desengaños que
nos da la vida. La pesadumbre es una constante del ser humano. Es un componente
inherente de la existencia. Las experiencias malas están ahí siempre, y tarde o
temprano vamos a pasar por una.
No obstante, la protagonista evita caer en el pesimismo y la
depresión más absoluta: en la noche sigo encendiendo sueños para limpiar con
humo sagrado cada recuerdo
La noche, al igual que la espina, funciona como metáfora de
la amargura y el pesar del alma. Es el momento del día en que no alumbra la luz
del sol, y la vida en el mundo exterior deja de fluir (la gente se retira para
descansar). Por tanto, fruto de esas decepciones, el corazón humano se vuelve
oscuro, solitario y muerto.
Sin embargo, la voz lírica, en lugar de abandonarse a sí
misma y zozobrar anímicamente, decide combatir al desencanto con el poder y la
fuerza de su mente. De ahí la imagen iluminativa (encender sueños).
En otras canciones (sobre todo en copla) vemos a mujeres
regodeándose en la miseria emocional y la pena, con un dramatismo exacerbado
ante la ausencia del amado. Aquí, el yo poético se enfrenta a la decepción
evocando los grandes momentos vividos con esa persona. Es una forma de
encontrar consuelo, atenuar el daño, y también, prolongar el sentimiento
amoroso, y que este perdure a pesar de que físicamente no esté el ser querido.
El recuerdo de lo vivido nos da fuerza y motivación para
seguir caminando en la vida. El sueño funciona como principio iluminador,
creador, enérgico, estimulador, que purifica la memoria: para limpiar con humo
sagrado cada recuerdo
Nuestras vivencias (en este caso, positivas) quedan
almacenadas en la consciencia. Es un tesoro muy grande que llevamos dentro de
nosotros. Las podemos utilizar en nuestro beneficio, para levantarnos cuando estemos
mal. Por eso, hay que conservarlas, cuidarlas, mimarlas…De ahí la metáfora de
la purga (limpiar con humo). Igual que ordenamos y sacamos brillo a nuestras casas,
también debemos hacerlo con nuestros recuerdos. Nos pueden ayudar e impulsarnos
en los momentos de decadencia.
Si la persona amada se aleja (como le sucede a la
protagonista), no hay que caer en el desconsuelo. Recordar las grandes
vivencias nos da la energía para continuar en la vida, ya que es una forma de
percibir el amor. El hecho de que alguien no esté físicamente con nosotros no
quiere decir que se acabe el sentimiento. La pasión perdura en nuestra mente, y
nos aporta la misma plenitud.
Por eso, la voz lírica no se desvincula de su amado. Lo
tiene presente en todo momento. Lo lleva dentro de sí: cuando escribe tu nombre
en la arena blanca con fondo azul, cuando mire el cielo en la forma cruel de
una nube gris, aparezcas tú
Cualquier elemento o estampa del mundo tangible sirve de
inspiración para evocar a ese ser tan maravilloso, tal como se expresa en el
paralelismo: conjunción subordinada temporal (cuando/cuando) + verbo
(escriba/mire) + complemento directo (tu nombre/el cielo) + complemento circunstancial
(en la arena blanca con fondo azul/ en la forma de una nube gris).
¿Qué significa esto? La persona amada está en todas partes,
es omnipresente, como si fuera un Dios. Cuando quieres a alguien con ese grado
de máxima intensidad la llegas a considerar una especie de divinidad, a la que
adorar y venerar.
Las formas verbales de primera persona (escriba, mire)
comparten espacio estrófico con las marcas de segunda persona, ya sean en forma
de posesivo (tu nombre), verbo (aparezcas) o pronombre personal (tú). A pesar
de la separación física de los amantes, la conexión en el sentimiento no se ha
roto. Siguen vinculados, unidos, fusionados, atados, asociados, ligados desde
un punto de vista afectivo. Ella lo sigue queriendo a pesar de no estar.
En este segmento de la canción, la adjetivación resulta
colorista, viva, modernista (arena blanca, fondo azul, forma cruel, nube gris).
Esto se debe a que la pasión es intensa, fuerte, verdadera, tan pura y esencial
como la Madre Naturaleza.
El yo poético se para a contemplar el camino recorrido con
el objetivo de recordar los buenos momentos con esa persona, y reconfortarse:
una tarde suba una alta loma, mire el pasado, sabrás que no te he olvidado. Hace
un ejercicio de autoanálisis e introspección.
El yo poético muestra al paisaje (las lomas, la tarde) lo
que habita en las profundidades de su alma. Al echar una mirada hacia el fondo,
subyace la memoria feliz, la memoria alegre de un efecto, una otredad que
construye una memoria inquebrantable. La voz lírica se desnuda ante la
Naturaleza (emocionalmente). El entorno y la protagonista se funden, crean una
alianza inquebrantable con el objetivo de indagar en lo más hondo del corazón
humano.
La chica se dirige explícitamente a su amado: sabrás que no
te he olvidado. Hay un sujeto elíptico y una forma verbal en primera persona
([yo] no te he olvidado] dirigidas a otro sujeto omitido y otro verbo en
segunda persona ([tú] sabrás).
Evidentemente, no hay contestación. El interlocutor no
responde, ya que no está con ella. No obstante, la protagonista se siente
tranquila, serena, confortable y en paz consigo misma al hablar con y hacerle
saber que no lo ha olvidado, y todo lo vivido con él forma parte de su
consciencia. Lo lleva guardado como si fuera un tesoro. En lo más extraño, en
lo más inverosímil y en lo cotidiano emerge su recuerdo y la consciencia de su
memoria.
Ella toma palabra como si él lo estuviera escuchando (aunque
realmente no esté presente) para comunicarle que su amor hacia él sigue siendo
igual de puro y sincero que siempre. El hecho de expresar tus emociones,
sensaciones y sentimientos te fortalece, te libera de tensiones, te vivifica.
Tragarse las cosas no es bueno para el alma. Por eso la chica habla con él.
En el estribillo, la raíz funciona como metáfora de la
profundidad del sentimiento amoroso. La pasión es tan grande, que él forma
parte de ella: yo te llevo dentro hasta la raíz. Esto está influido por el
lenguaje de la mística, y más concretamente por su fase final, la llamada vía
unitiva: dos almas se encuentran y se funden en un solo ente, ya que el amor
entre los dos es PERFECTO, SUBLIME, INTRÍNSECO, INHERENTE. La pasión es
incondicional, forma parte de ellos de una manera natural. Se quieren porque
sí.
El amado no es solo una memoria apacible. También es
consustancial, abarcante. Está anclado, atado, unido, soldado a la
protagonista, como la raíz del árbol a la tierra nutricia. No se pueden
separar. Forman una unidad irrompible e indestructible (aunque él ya no esté).
En la poesía mística es normal asistir a representaciones de
inclusión entre las almas, en las que un miembro se representa como una parte o
elemento integrado en el otro: yo te llevo dentro.
Por mucho que la biología y el devenir vital sigan su curso,
el amor permanece inalterable: y por más que crezca, vas a estar aquí. Aunque
pasen los años y el árbol se haga grande, el yo poético mantendrá ese fervor y
esa idolatría hacia el amado. La pasión perdura toda la vida,
independientemente de que estén o no juntos. Como veis, el amor es tan grande
que desafía las leyes de la Naturaleza.
Cuando quieres a alguien tanto es imposible ocultar el
sentimiento. No puedes esconderlo por mucho que quieras. La subordinada
concesiva indica que por muchas trabas y obstáculos que haya en el camino, si
hay amor, el vínculo con esa persona es perpetuo: aunque yo me oculte tras la
montaña y encuentre un campo lleno de caña, no habrá manera, mi rayo de luna
que tú te vayas. Te unes a esa persona para toda la vida (sentimentalmente).
Las formas del relieve (montaña, campo) son una metáfora de
las dificultades externas para la consecución del amor. Ya hemos dicho que la
Naturaleza, a veces, es cruel, y las cosas no salen como uno quiere. Las
circunstancias pueden entorpecer, estorbar, complicar, pero al final, si dos
personas están destinadas a quererse, por muchos escollos que haya en el
camino, la fusión entre los amantes es inevitable. Es imposible huir del
sentimiento verdadero. Al corazón no lo engañas.
La protagonista se dirige al amado con un vocativo afectivo
(mi rayo de luna). El posesivo expresa una relación de pertenencia. Este amor,
este sentimiento (que no persona) es suyo y solo suyo (del yo poético). Es
propio, personal. Y da sentido a su vida. Sin ese vínculo, ella no es nadie.
La imagen del rayo lunar está influida por la mística. Un
alma solitaria se encuentra infeliz, amargada, triste. Ve que su vida no tiene
sentido. Necesita a otra alma. La oscuridad, la noche y el vacío son metáforas
típicas para representar ese estado de angustia y “aislamiento”.
Cuando esta alma descarriada se percata de la existencia de
otra alma, entra en deseos de unirse a ella. Ve que la existencia empieza a
cobrar significado. La luz es la metáfora típica para representar este momento.
Su fulgor nos guía hacia esta otra alma.
Por eso el amado se asocia con el rayo lunar. Es un halo de
iluminación en medio de la oscuridad. Gracias a él, la vida del yo poético adquiere
sentido. Si está triste, el hecho de pensar en él le alegra el día. Si se
encuentra sola, evoca sus recuerdos y ya se siente llena de amor. Lo que da luz
a la existencia no es la persona, sino el sentimiento hacia ese ser. La entidad
amada se puede ir, pero el vínculo es tan grande que resulta imborrable y marca
de por vida.
La segunda estrofa es una reafirmación del estribillo. La
integración entre los amados es impecable, óptima, completa. Esto se expresa
con un par de metáforas extraídas del mundo textil y dérmico: este tejido que
ando cargando bajo la piel
El yo poético no concibe al amado como un vestido (capa
externa), sino como un cacho de su piel (capa interna). Lo sitúa en el plano de
lo profundo, en vez de lo superficial. La perífrasis progresiva (ando cargando)
proyecta el vínculo hacia la eternidad. A esta persona la va a llevar SIEMPRE
en su corazón.
Esta unidad con el otro da protección, amparo, abrigo,
seguridad, energía para seguir viviendo (cruzar esos ríos y selvas de la
primera estrofa). Cada experiencia vivida teje una red de certidumbres en medio
del caos, del desasosiego y de la duda que genera el propio proceso vital:
pienso que cada instante sobrevivido al caminar, cada segundo de incertidumbre,
cada momento de no saber, son la clave de este tejido que ando cargando bajo la
piel.
En las circunstancias más desafiantes y desfavorables la
fusión entre las dos almas permanece vigente. Muchas veces, no sabemos qué
hacer con nuestra vida, tenemos miedo, dudamos de nuestros actos, nuestras
inquietudes no son resueltas, nos sentimos mal y queremos llorar. Con una
persona tan importante en nuestro corazón, la cuesta arriba se hace más llevadera.
El paralelismo acentúa los segmentos más conflicticos y
problemáticos de la vida: indefinido (cada/cada/cada) + sustantivo de carácter
temporal (instante/segundo/momento) +complemento (sobrevivido al caminar/de
incertidumbre/de no saber). Todas las personas pasamos por periodos críticos en
nuestro periplo existencial, que ponen nos ponen a prueba como seres humanos, y
gracias al amor, los solventamos con eficacia.
La predicación modal del último verso resume/sintetiza el
contenido de toda la estrofa: así te protejo. Se trata de un final inductivo:
de las afirmaciones particulares e individuales se extrae una conclusión
general.
Métricamente, el poema es irregular. Alterna caóticamente
versos de arte mayor (una tarde suba una alta loma) y menor (aparezcas tú). La
rima va por libre, excepto leves asonancias al final de algunos versos
(sol/corazón, sueños/recuerdo, pasado/olvidado, raíz/aquí, saber/piel,
montaña/caña)
muchas gracias por tan valioso razonamiento
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