lunes, 10 de agosto de 2020

Y nos dieron las diez (Joaquín Sabina): una noche de pasión que nunca volvió a repetirse


Hoy vamos a analizar un clásico de Joaquín Sabina: Y nos dieron las diez. El tema fue compuesto en el año 1992 para su disco Física y Química. Posee ritmo de vals de forma que se convierte en una canción apta para el baile. Ha habido muchas versiones a lo largo de los años: María Jiménez le dio un enfoque flamenco, Rocío Dúrcal (a dueto con Sabina) a ritmo de ranchera. Tamara, Bertín Osborne o Caco Senante también se atrevieron a interpretarla.

La historia externa del tema resulta muy curiosa. Joaquín Sabina escribió en una servilleta los primeros versos y se los entregó a su amigo Enrique Urquijo. Por una serie de malentendidos cada uno continuó la canción por su cuenta, manteniendo la misma melodía, de forma que de esta canción surgieron dos: Y nos dieron las diez (la continuación de Sabina) y Ojos de gata (la continuación de Urquijo), partiendo ambos de los dos primeros versos que hizo Sabina en la servilleta. Podríamos decir que son dos temas hermanos con muchos elementos en común (comparten parte de la letra y la música)


Fue en un pueblo con mar, una noche después de un concierto
Tú reinabas detrás de la barra del único bar que vimos abierto
Cántame una canción al oído y te pongo un cubata
Con una condición, que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata

Loco por conocer los secretos de tu dormitorio
Esa noche canté al piano del amanecer todo mi repertorio

Los clientes del bar, uno a uno se fueron marchando
Tú saliste a cerrar, yo me dije "Cuidado, chaval, te estás enamorando"
Luego todo pasó, de repente, tu dedo en mi espalda
Dibujo un corazón y mi mano le correspondió debajo de tu falda
Caminito al hostal nos besamos en cada farola
Era un pueblo con mar yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola

Y nos dieron las diez y las once
Las doce y la una, y las dos y las tres
Y desnudos al anochecer nos encontró la luna
Nos dijimos adiós, ojalá que volvamos a vernos

El verano acabó, el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno
Y a tu pueblo el azar, otra vez el verano siguiente
Me llevó, y al final del concierto me puse a buscar tu cara entre la gente
Y no halle quien de ti me dijera ni media palabra
Parecía como si me quisiera gastar el destino una broma macabra
No había nadie detrás de la barra del otro verano

Y en lugar de tu bar me encontré una sucursal del banco hispano americano
Tu memoria vengué a pedradas contra los cristales
"Sé que no lo soñé" protestaba mientras me esposaban los municipales
En mi declaración alegué que llevaba tres copas
Y empecé esta canción en el cuarto donde aquella vez te quitaba la ropa

Y nos dieron las diez y las once
Las doce y la una y las dos y las tres
Y desnudos al anochecer nos encontró la luna
Y nos dieron las diez y las once
Las doce y la una y las dos y las tres
Y desnudos al anochecer nos encontró la luna

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Estamos ante una canción de estructura narrativa, es decir, nos cuenta una historia con su principio, su desarrollo y su final. Aunque la acción predomina en el poema, también nos encontraremos de forma salpicada y dispersa elementos pertenecientes a otras tipologías textuales (partes líricas, descripciones, diálogos…) que matizan y enriquecen la letra.

El texto cuenta la historia de un cantante, que estando en un pueblo costero dando un concierto, conoce a una preciosa mujer con la que pasa una apasionante e inolvidable noche de amor. Cuando al año siguiente regresa al mismo bar donde la conoció, no consigue hallar rastro de ella, como si se la hubiera tragado la tierra. La rabia y el enfado se apoderarán del protagonista por no poder volver a disfrutar de aquella misteriosa mujer. Esto le traerá, de forma indirecta como luego veremos, un pequeño problema con las fuerzas de orden público.

En toda historia hace falta un narrador. En este caso es el propio protagonista que cuenta su estancia en aquel pueblo ese verano a modo de anécdota o segmento de biografía. Habla en primera persona (narrador homodiegético). Por tanto, la focalización es interna. Es un narrador subjetivo, ya que además de contar sus hechos va a transmitir sus emociones, sentimientos, opiniones, puntos de vista, reacciones…

Por supuesto, también hace falta un espacio y un tiempo.

-El espacio o lugar de los hechos es la localidad costera. Se trata de un sitio ficcional aunque podría estar inspirado en cualquier pueblo de playa español. Es un entorno urbano, y combina exteriores (la calle) e interiores (el bar, el hostal). El entorno es móvil. Los personajes, aunque están en el mismo pueblo, se mueven por diferentes subespacios dentro del municipio

-En cuanto al tiempo podemos comentar algunas cosas:

a) Tiempo atmosférico o climatológico. Hay alusiones a las estaciones del año. La historia se desarrolla en dos veranos

b) Tiempo histórico. Se supone que es una época cercana al momento actual de salir la canción. Alrededor de los años 90.

c) Tiempo interno. La historia comienza un verano (cuando conoce a la chica y vive su noche de pasión). Pasa el otoño, el invierno, la primavera. La historia acaba al verano siguiente cuando vuelve al pueblo y no consigue localizarla.

El orden de la historia es cronológico o lineal, se ordena de una forma lógica: planteamiento (el cantante conoce a la chica en un bar), nudo (noche de pasión), desenlace (vuelve al pueblo al año siguiente y no la localiza).

El tiempo se acelera en la transición entre los dos veranos (en tan solo dos versos pasa el año entero): “El verano acabó, el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno/y a tu pueblo el azar, otra vez el verano siguiente me llevó”. El ritmo en esta parte de la canción es dinámico. En cambio, se desacelera durante los dos veranos, para que el narrador pueda narrar de forma amplia y detallada todo lo que le ocurre en el pueblo (el primer verano conoce y se acuesta con la chica, y el segundo verano no la encuentra). El ritmo es más dinámico.

A veces el narrador frena el avance la historia para introducir un diálogo (cántame una canción al oído y te pongo un cubata/con una condición que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata). En otras ocasiones, el tiempo se pone en “pausa” para que la mente y el pensamiento del protagonista fluya y reflexione sobre lo que está viviendo a medida que suceden las cosas (me dije “cuidado chaval te estás enamorando”, “sé que no soñé”). También se hacen parones descriptivos en relación a la acción (“parecía como si me quisiera gastar el destino una broma macabra”) o a la psicología del protagonista (“loco por conocer los secretos de tu dormitorio”).

En cada uno de los dos veranos asistimos a varias escenas que dan cohesión a la historia (acción).

-Escena 1: Llega al bar, conoce a la chica en la barra, habla con ella, la ronea, la piropea, se hacen comentarios jocosos, insinuaciones…

-Escena 2. Los clientes abandonan el bar. El protagonista se queda con la chica dentro del bar después de cerrar. Enamoramiento. Toqueteos y roces físicos.

-Escena 3. La pareja va por la calle a un hostal. Se besan

-Escena 4. Estribillo. Se describe la noche de pasión de una manera poética y elegante (nada de detalles rocambolescos ni feos).

-Escena 5. Pasa un año

-Escena 6. El protagonista se pone a buscar entre la gente a la muchacha. Pregunta por ella. No aparece.

-Escena 7. Regresa al bar donde se conocieron. Ya no existe el bar. En su lugar hay una sucursal bancaria. El protagonista reacciona con enfado y rabia. Tira una piedra contra los cristales del banco. Es arrestado por la policía.

-Escena 8. Declaración policía. Alega estado de embriaguez.

-Escena 9. Vuelve al hostal. Recuerda lo que vivió el verano anterior con la chica en esa misma habitación. Empieza a componer la canción.

El motivo inicial de toda la historia es el concierto en ese pueblo costero. Eso desencadena todo lo demás. Si no hay concierto, ni hubiera conocido a la chica, ni hubiera vivido esa noche de pasión ni se hubiera enrabietado después.

Y por supuesto, en todo texto narrativo debe haber personajes.

-El protagonista. Sabemos que es cantante. Se enamora. Se frustra cuando no consigue lo que quiere. Tiene un espíritu analítico. Es pasional.

-La mujer. Sabemos que trabaja de camarera en un bar. Se enamora. Y desaparece sin dejar rastro.

-Y por supuesto, hay personajes secundarios: los clientes del bar, la policía, la gente del pueblo a la que pregunta por el paradero de la chica

El pretérito perfecto simple va marcando los momentos narrativos “fue en ese pueblo con mar”, “canté al piano del amanecer”, “los clientes […] se fueron marchando”, “nos besamos en cada farola”, “me puse a buscar tu cara entre la gente”, “me encontré una sucursal”, “alegué que llevaba tres copas”, “tu memoria vengué a pedradas”.

El imperfecto marca los momentos más descriptivos y valorativos (“reinabas detrás de la barra”, “era un pueblo con mar”, “parecía como si el destino…”). Y el presente en los diálogos (“cántame una canción”, “te estás enamorando”).

El narrador tiende al detallismo y a la representación precisa del entorno. Esto se debe a que la historia de amor que ha vivido con esta chica se ha convertido en un episodio trascendental para su vida. Le ha marcado tanto su noche de pasión amorosa con esta chica que recuerda absolutamente todos los detalles: Recuerda con exactitud todo lo que pasó durante esa noche: las circunstancias del contexto (“después de un concierto”), cómo era el pueblo (“único bar que vimos abierto”), la conversación exacta y literal con la dama (“cántame una canción…”), cómo el contexto se ponía a huevo para lanzarse ya que se quedaron solos (“los clientes del bar uno a uno se fueron marchando”), la forma de tocarse (“tu dedo en mi espalda dibujó un corazón y mi mano […] dentro de tu falda”), el camino al hostal (“nos besamos en cada farola”)

El protagonista concibe a la mujer como una entidad superior, trascendental, sublime. Utiliza la metáfora del estrato social elevado para referirse al momento que la vio la primera vez detrás de la barra cuando entró al bar: “Tú reinabas detrás…”. La amada ocupa una posición privilegiada no solo en el bar, sino también en la escala personal del protagonista. De ahí que se use el verbo “reinar”. La dama se identifica con una diosa, una reina, un ser especial, mecanismo típico del amor cortés. Esta mujer es importante para el protagonista.

En la conversación con la chica, hay elementos sensoriales que crean un ambiente de sensualidad e insinuación: “Cántame una canción al oído”. Esto implica cercanía, intimismo (cántame solo a mí, para cantar al oído hace falta acercarse y pegarse mucho los cuerpos…). Está claro que ambos buscan algo más que una simple conversación. Los elementos sensitivos sugieren segundas intenciones. Hay mucho coqueteo y mucho juego de conquista.

Además, el protagonista le responde con una metáfora bastante sensual: “Con una condición que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata”. El hombre no solo entra en ese juego de cortejo, sino que además, lo potencia, riza el rizo, lo lleva a más (“con una condición....”, es decir, te canto al oído y a cambio tú…). El balcón es una metáfora del espacio personal (ábreme tu balcón para ti jajajja) y los ojos de gata una sinécdoque de la propia dama. En lugar de aludir al todo de la amada describe una parte de ella, la parte más llamativa, más poderosa, más sensual, la que más le enamora (los ojos). La belleza de sus ojos es cautivadora. El amado quiere acceder dentro del espacio íntimo de la amada: “loco por conocer los secretos de tu dormitorio”

Ante el amor y la pasión, la música funciona como hilo conductor, motivador y forma parte del juego pasional: “Esa noche canté al piano del amanecer todo mi repertorio”. “Cántame una canción”. Al fin y al cabo, él es cantante y la música juega un papel importante en su vida. De ahí que aparezcan palabras de la misma familia léxica (cantar, canción) y palabras del campo semántico de la música (concierto, piano, canción, repertorio).

Se va creando el clima perfecto para que el proceso siga su curso y del galanteo y el juego se pase al contacto físico. La descripción del ambiente va aclimatando y preparando a los receptores para el momento importante que todo el mundo espera: “Los clientes, uno a uno, se fueron marchando”. Para dar un paso más, se tienen que quedar solos. No van a besarse y a tocarse delante de la gente. Están en un espacio público jajjaja. Esas descripciones ralentizan el ritmo y crean intriga, retardando el ansiado momento.

Cuando se quedan solos, se dan las circunstancias propicias para dar un paso más. Y en ese momento tan importante es cuando el protagonista reflexiona y se da cuenta de lo que puede pasar: “me dije cuidado chaval te estás enamorando”. Antes de ocurrir lo esperado, el yo se para a analizar y a medir la trascendencia de lo que está ocurriendo.

Y a partir de ahí llega el contacto físico con la amada, de una manera súbita y rápida, sin rodeos: “De repente, tu dedo en mi espalda dibujó un corazón y mi mano le correspondió debajo de tu falda”. La personificación de las partes del cuerpo (el dedo que dibuja un corazón y la mano que responde al cuerpo) es una forma sensual y casi erótica de enfatizar la reciprocidad entre los amantes. El lenguaje corporal es perfecto. Los cuerpos están en sintonía. Se comunican bien. Se entienden. Hay amor.

La pasión va in crescendo, incluso en un momento de transición, como es el camino al hotel: “Caminito al hostal nos besamos en cada farola”. El diminutivo (“caminito”) da un toque afectivo al discurso. Incluso en un momento de plena pasión, el protagonista busca justificar y analizar lo que pasa, mediante estructuras paralelísticas: “Yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola”.

En el estribillo, se describe de una forma sutil y elegante la noche de pasión. El polisíndeton de las horas del reloj marca el fluir lento de la noche: “Y nos dieron las diez, y las once, las doce, la una y las dos y las tres”. Es una noche tan pasional y tan especial que parece no acabar nunca. En el amor la percepción del tiempo cambia. Y una noche de pasión puede hacerse eterna exprimiendo cada hora al máximo jajajaja. No quiere que se acabe.

La personificación de la Luna es una forma, delicada y fina de describir el acto erótico: “Y desnudos al anochecer nos encontró la luna”. La Luna es testigo de la sensualidad, del amor entre la pareja. El detalle del cuerpo sin ropa junto al componente poético del astro crea una de las imágenes más pasionales que se pueden ver en una canción.

El estribillo acaba con la despedida de los amantes (“Nos dijimos adiós”), y un deseo por parte de ambos de volver a verse (“Ojalá volvamos a vernos”). Sin embargo, este reencuentro no se producirá tal como veremos en la segunda parte del tema. La escena de pasión acaba de forma súbita y truncada dando algo de frialdad después de ese momento tan mágico vivido, lo cual crea una sensación de mal augurio, que se confirmará en la siguiente estrofa.

Aquí se produce el salto grande en el tiempo de forma tautológica: “El verano acabó, el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno”. Y llegamos al verano siguiente, hecho que se marcará con un hipérbaton bastante violento y abrupto: y a tu pueblo, el azar, otra vez el verano siguiente me llevó (el sujeto “azar” se separa de su verbo “me llevó” y en medio queda el circunstancial de tiempo “otras veces el verano siguiente”). El desorden sintáctico crea una situación de inestabilidad, de incomodidad, que es lo que le va a tocar vivir ahora al protagonista. No va a vivir una escena agradable, ya que no conseguirá encontrarse con la chica (“me puse a buscar tu cara entre la gente y no hallé quien de ti me dijera ni media palabra”). De nuevo la cara tiene valor de sinécdoque, se alude a una parte sensual (cara), por el todo (amada).

Y aquí encontramos un elemento de índole clásico y romántico, que es el sino, el destino, el fatum, la predestinación, que queda personificada en el poema: “Parecía como si el destino me quisiera jugar una broma macabra”. Cuando sucede un acontecimiento negativo o perjudicial, mucha gente cree que es una fuerza externa y caprichosa la que ha querido eso y no se puede hacer nada por evitarlo. Estamos destinados a ser unos desgraciados. Eso le pasa al hombre. Cree que esto es cosa del destino, de esa fuerza maligna que quiere jodernos un poco la vida jajajaja.

Y el toque de humor lo encontramos cuando el protagonista va al bar donde trabajaba la chica y se encuentra que este ha cerrado y hay en su lugar una entidad bancaria: “Y en lugar de tu bar me encontré una sucursal del banco hispano americano”. En lugar de encontrarse un elemento humano, espiritual y sentimental se encuentra con todo lo contrario: algo material y deshumanizado (el capitalismo jajaja).

El protagonista reacciona con ira y enfado: “Tu memoria vengué a pedradas contra los cristales”. Esto le ocasiona un pequeño infortunio con la policía (“mientras me esposaban los municipales”). Y a la vez, se muestra incrédulo y sorprendido, ya que no esperaba que el desenlace fuera a ser así. Cuando ocurre un revés de este tipo el ser humano busca analizar las cosas desde el contexto de la lógica, la realidad, la razón, el sentido común, alejándose del plano de la fantasía y la imaginación para defender con fuerza SU verdad: “Sé que no lo soñé”. Esa noche de pasión fue real como la vida misma.

En los últimos versos se cierra la historia. Por un lado, cómo resolvió el entuerto con la policía (en mi declaración alegué que llevaba tres copas). Se hace uso de la metonimia, se alude al continente (copa) en vez del contenido (alcohol). Y en segundo lugar, busca convertir su experiencia e historia vivida en una canción (y empecé esta canción). La propia experiencia se convierte en motivo de creación artística y da sentido a la obra de arte, en este caso la canción. Es un final metaliterario.

Por último, aprovechando que está en la famosa habitación del hotel, recuerda la noche de pasión que vivió con aquella chica hace exactamente un año (segundo estribillo). Este segundo estribillo funciona como esbozo nostálgico.

Predomina el verso de arte mayor, verso largo, ideal para contar historias de forma precisa. En las estrofas se producen pareados de versos consecutivos (concierto-abierto, marchando-enamorando, siguiente-gente, cristales-municipales). Los estribillos van por libre y el verso tiende a ser más corto para condensar el estilo poético, estético y sensual



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