martes, 2 de marzo de 2021

Te lo juro yo: no te das cuenta de lo que tienes hasta el mismo día en que lo pierdes

La canción que os traigo hoy es uno de los temas más socorridos y recurrentes en los conciertos y certámenes de copla. Casi todo el mundo que se inicia en este mundillo la ha cantado alguna vez.  Fue compuesta alrededor de 1940 por el poeta Rafael de León (letra) y el maestro Quiroga (melodía) para la voz de Estrellita Castro. Años después llegarían las versiones más exitosas, que son las de Miguel de Molina, Lola Flores, Rocío Jurado, Miguel Poveda e Isabel Pantoja. Esta tarde analizaremos Te lo juro yo.




Yo no me di cuenta de que te tenía

hasta el mismo día en que te perdí.

Y vi claramente lo que te quería

cuando ya no había remedio pa mí.

 

Llévame por calles de hiel y amargura,

ponme ligaduras y hasta escúpeme;

échame en los ojos un puñao de arena;

mátame de pena, pero quiéreme.

 

Mira que te llevo dentro

de mi corazón,

por la salucita de la madre mía

te lo juro yo.

 

Mira que pa mí en el mundo

no hay na má que tú

y que mis sacáis, si digo mentira,

se queden sin luz.

 

¡Por ti contaría la arena del mar!

¡Por ti yo sería de capaz de matar!

Y que si te miento me castigue Dios,

eso con las manos sobre el evangelio

te lo juro yo.

 

Ya no eres el mismo que yo conocía

el que no veía na más que por mí.

Que ahora vas con una distinta ca día

y en medio yo muero de celos por ti.

 

Claro que la culpa de que esto pasara

no la tuvo nadie, nadie más que yo.

Yo que me reía de que esto acabara

y luego he llorado porque se acabó.

 

Mira que te llevo dentro

de mi corazón,

por la salucita de la madre mía

te lo juro yo.

 

Mira que pa mí en el mundo

no hay na má que tú

y que mis sacáis, si digo mentira,

se queden sin luz.

 

¡Por ti contaría la arena del mar!

¡Por ti yo sería de capaz de matar!

Y que si te miento me castigue Dios,

eso con las manos sobre el evangelio

te lo juro yo.

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El fin de la relación amorosa, el valorar lo que tenías una vez lo has perdido (con sus consiguientes lamentaciones), la necesidad de amar y ser amado, la expresión del sentimiento con hechos y palabras (en forma de juramentos, promesas, imágenes truculentas…), la búsqueda de un culpable causante del desamor, o los celos provocados al ver a tu pareja con otra persona son algunos de los núcleos temáticos de esta copla.

El yo poético ha mantenido una relación amorosa fallida con un hombre. Cuando un amorío termina, llegan los lamentos, las reflexiones, las inquietudes, los reproches, las autocríticas, que tienen como pretensión entender el porqué de esa ruptura. Por eso, la voz lírica analiza el querer desde una perspectiva madura y objetiva, que le va a servir para desnudarse emocionalmente y sincerar sus sentimientos.

Un tópico muy explotado en el contexto del final de una relación consiste en valorar y dar importancia a aquello que acabas de perder y no sabes lo feliz que te hacía. Muchas veces, el ser humano no se da cuenta de las cosas buenas que está viviendo, y solo cuando las pierde toma consciencia de lo importante que eran en su vida. Entonces, surgen los lamentos por haber dejado atrás aquello que amaba, y el anhelo por recuperar lo perdido

Mientras tenemos al lado a una persona, no nos damos cuenta de lo fundamental que es en nuestra existencia. La infravaloramos. Cuando deja de formar parte de nuestra vida, la añoramos, lloramos, deseamos volver atrás, llegamos a la conclusión de que hemos cometido un error dejando escapar a alguien tan importante.

Las oraciones subordinadas temporales marcan ese punto de inflexión, cuando el yo poético se da cuenta de que su amado era alguien muy importante, y quizá, no lo ha valorado lo suficiente: Yo no me di cuenta de que te tenía, hasta el mismo día en que te perdí, Y vi claramente lo que te quería, [u]cuando ya no había remedio para mí

La acumulación de marcas de primera persona enfatiza el carácter introspectivo del tema, ya que estamos ante una copla en la que el yo poético descarga todas las emociones que lleva dentro.

Estas huellas consisten en formas pronominales (YO no ME di cuenta, remedio para MÍ) y verbales (di, tenía, perdí, vi, quería). Cuando en un poema se apelotonan tantos marcadores de primera persona en un corto espacio, es porque la voz lírica está dando rienda suelta a sus pensamientos, sentimientos, que dan lugar a un flujo de consciencia.

El hecho de que la protagonista se dé cuenta de lo importante que era su pareja, crea una necesidad de amar y ser amada. Esa dependencia se marca con imágenes intensas, viscerales y truculentas, que recuerdan al “Dime que me quieres” de Concha Piquer. En los siguientes párrafos las analizaremos. La mujer, ahora que ha perdido al novio, toma consciencia de lo vital que era en su devenir, y quiere rectificar.

Mediante la similicadencia, es decir, la repetición de palabras con el mismo accidente gramatical (en este caso, imperativo pronominal de primera persona: Llévame, ponme, escúpeme, échame, mátame…), la protagonista hace súplicas al amante para que vuelva. No le importa colocarse en una posición de inferioridad respecto al novio. Le daría igual ser humillada, vejada o masacrada físicamente con tal de volver con él:

1. Llévame por las calles de miel y amargura. A la mujer no le importa autocosificarse, y convertirse en un objeto sometido al capricho del hombre. Todo lo que él decida o diga (sea bueno [miel] o malo [amargura]) va a misa. Ella se considera una especie de esclava/creyente, y eleva al novio a la categoría de amo/Dios. Por eso, está dispuesta a cumplir con todo lo que él disponga.  

La miel y la amargura son metáforas sensitivas, ya que relacionan la subjetividad del gusto humano con el tipo de experiencias vitales. Lo dulce se asocia con lo positivo (el sabor de un caramelo o un terrón de azúcar genera sensaciones agradables y placenteras en la boca), mientras que lo amargo es lo negativo (los alimentos agrios como el limón o el vinagre causan en la lengua un efecto muy incómodo).

2. Ponme ligaduras y escúpeme.  La protagonista se convierte en una mártir humillada y sufridora. Esta estampa recuerda a la imagen de Jesús atado en la cruz y escupido por sus enemigos (tal como se describe en los Evangelios). Resulta curioso recurrir a una imagen cuasi religiosa en un contexto profano como este. Lo que está claro es que al yo poético le da igual rebajarse, le da igual el honor, le da igual su integridad física y psicológica. Se ha dado cuenta del error y quiere rectificar, aunque sea a costa de su dignidad.

3. Échame en los ojos un puñado de arena. Esta imagen es igual de violenta que las anteriores, aunque está dulcificada por el cuantificador coloquial “un puñado de”.

Los ojos son un elemento imprescindible para la existencia humana. Permiten la aprehensión de la realidad. Sin globos oculares, una persona no sería persona y no podría disfrutar y percibir la vida igual. La imagen que se crea es terrible (ceguera). Un ser que no ve genera en el resto de personas sensaciones muy angustiosas. A la chica no le importa atentar contra ese sentido tan importante (vista), con tal de volver a la situación anterior

4. Mátame de pena pero quiéreme. La fuerza de la hipérbole (matar de pena) contrasta con la sencillez y el simplismo de la acción verbal (quiéreme). La protagonista sería capaz de TODO por volver al pasado. La coordinada adversativa (pero…) intensifica la urgencia de recibir ese amor.

Al igual que en el “Dime que me quieres”, la mujer da mucho (esas cuatro imágenes tan truculentas y terribles) a cambio de algo aparentemente sencillo (quiéreme). La altisonancia en las formas de proceder de ella, no se corresponden con el intimismo que le pide a él.

De todas formas, aunque ella el “quiéreme” lo vende como si fuera algo sencillo, yo creo que de sencillo tiene poco. El amor no es ni lógico, ni matemático, ni funciona con reglas. Es algo tan caótico, caprichoso e impredecible que resulta difícil de definir. Por tanto, por mucha humillación y por mucho mátame, pégame, haz conmigo lo que quieras, si él no quiere volver está claro que no va a haber reconciliación.

Para que se fragüe una relación es necesario que el sentimiento sea mutuo y recíproco, y si una de las partes no siente lo que tiene que sentir, no sirve de nada rasgarse las vestiduras. Aunque el “quiéreme” suene bonito e intimista, no es fácil llevarlo a cabo. No se puede obligar a la gente a sentir y querer a otra persona.

En el estribillo, la protagonista hace una declaración de amor al hombre (Mira que te llevo dentro de mi corazón), a modo de confesión. Ella quiere demostrar que sigue enamorada de él a pesar de la mala experiencia que han vivido, y es capaz de cualquier cosa con tal de arreglar la relación.

Cuando se hace un juramento, la gente recurre a elementos valiosos o trascendentes de la vida (la familia, la salud, lo religioso…). Esto es lo que hace la mujer: Por la salusita de la madre mía, te lo juro yo.

El hipérbaton (se adelanta el suplemento a primera posición oracional y se pospone el sujeto) es reflejo de la inestabilidad y perturbación emocional del yo poético (lo está pasando mal y quiere remediarlo todo).

El diminutivo y el seseo (salud<salusita) dan un aire espontáneo y natural a la expresión del yo. Lo dialectal y lo sociolectal no hay que verlo como algo antipoético. Todo lo contrario: un elemento del lenguaje coloquial y cotidiano (el diminutivo ITA, el imperativo MIRA con función apelativa, la síncopa del participio ADO<AO) puede llegar a emocionar igual o más que un elemento del lenguaje poético (una metáfora, una imagen, una personificación).

El hecho de usar un lenguaje conversacional (el que una persona normal, del pueblo, sin mucha formación cultural, utilizaría en los años 40) da sinceridad emocional al proceso dramático.

En el estribillo se recurre a algunos tópicos herederos de la lírica medieval provenzal, como el hecho de considerar al amante el centro del mundo. Cuando estás enamorado, da igual todo lo demás. Es el amor ciego: Mira que pa mí en el mundo no hay na más que tú. Una persona enamorada no ve más allá de sus narices. Se centra en el amado.

La apócope (para<pa, nada<na), permite al espectador acercarse más al personaje y a identificarse con él (por la forma de hablar típica de alguien del pueblo, de origen humilde, como el oyente estándar de un espectáculo de copla). Mucha gente de la calle habla así. Y por tanto, le gusta contemplar en las letras formas de expresar cotidianas y coloquiales. No olvidemos que la copla es poesía popular (como el romancero) y una manera de enganchar al público es empleando sus mismas formas de hablar.

Por eso, también se recurre a palabras del lenguaje calé (lenguaje gitano): Y que mis sacáis si digo mentiras, se queden sin luz. “Sacáis” significa “ojos”.

Como veis, la protagonista, para hacer un juramento, es capaz de poner en riesgo su propia vista (el sentido vital por excelencia). La luz es metáfora de lo visible (de lo que se puede percibir con los ojos). Ella jura una y otra vez que sigue enamorada del chico, y es capaz de quedarse ciega si miente: yo te sigo queriendo, y si es mentira, que mis ojos no puedan ver más jejejjee.

Otro tópico provenzal consiste en jurar cosas imposibles por amor. Son cosas que todos sabemos que no son factibles para llevarse a cabo en el mundo real, pero cuando estamos enamorados, las decimos, como una forma de demostrar que nuestro sentimiento es verdadero. Estos juramentos imposibles se proyectan con estructuras exclamativas en paralelismo: ¡Por ti, yo sería capaz de matar!, “¡Por ti, contaría la arena del mar!

El hecho de matar por amor es una imagen truculenta y violenta, que recuerda al teatro del honor de Lope o Calderón, o al drama romántico más exaltado de las primeras décadas del XIX (Zorrilla, Espronceda…)

La imagen de contar la arena del mar es más suave, pero también resulta expresiva, ya que es símbolo de lo inviable, de lo utópico, de lo irrealizable (es imposible contar los granos de arena de una playa). Todo el mundo, cuando estamos enamorados decimos tonterías, prometemos cosas inasequibles, somos capaces de realizar acciones inútiles, absurdas, improductivas…¿Qué sentido tiene poner números a un concepto no contable (arena)? Lo hacemos para parecer guais delante de la amada y demostrar que por su amor somos capaces de hacer cualquier cosa.

Y por supuesto, cuando alguien hace un juramento es típico evocar elementos religiosos (a Dios, la Virgen, los santos, los Evangelios…). Lo sagrado se caracteriza por su alto valor e importancia (sobre todo, en una sociedad de mentalidad puritana como la de los años 40), así que es una manera de dar fuerza y autoridad a nuestras palabras es jurar por elementos sagrados, como hace la chica: Y que si te miento, me castigue Dios, Eso con las manos, sobre el Evangelio, te lo juro yo.

Como veis, se recurre a una imagen medievalizadora de Dios, un Dios que castiga, que juzga, que impone penas terribles. De todas formas, esta costumbre de jurar por Dios y por la Virgen queda todavía en nuestro lenguaje actual. Aunque una persona no sea devota ni religiosa, seguro que más de una vez ha dicho cosas como “Te lo juro por Dios”. El lenguaje de esta copla todavía sigue vigente hoy en día.

En la segunda estrofa la protagonista adopta una actitud menos truculenta y más distante respecto a la situación dramática, aportando nuevos matices al marco lírico-narrativo.

En primer lugar, la mujer reconoce que ha habido un cambio, una transformación, una metamorfosis en la psicología del amado: Ya no eres el mismo que yo conocía. El adverbio de tiempo (ya) permite actualizar la visión de los hechos, de forma que ella intenta convencerse de que la manera de actuar de este hombre no le va a aportar nada bueno, y por tanto, la decisión de dejarlo fue la correcta.

En vez de actuar de forma pasional y violenta ante el desencanto, el yo poético prefiere analizar y reflexionar la situación de una forma objetiva, mesurada y templada.

Un mecanismo de defensa habitual en un contexto de final de relación es reconocer que ha habido un giro (real o imaginario) en la conducta del amado, que lleva el desencanto, con el objetivo de buscar consuelo, en plan “ya no eres del mismo del que me he enamorado, y por tanto, no merece la pena seguir contigo”. Es una forma de utilizar la lógica y el raciocinio dentro de ese contexto de amargura, y así llegar a una situación de cierta serenidad (o falsa serenidad jejjeje).

Teniendo en cuento el estribillo, está claro que la protagonista sigue enamorada del chico, así que esta parte de la copla hay que interpretarla como un mecanismo de defensa: ella sigue enamorada, pero busca razones para no estarlo y convencerse a ella misma, aunque no sirva para nada, ya que sabe que es imposible desenamorarse

Cuando una persona está calada hasta los huesos de otra, entran en juego uno de los peores sentimientos: los celos. Por lo que se ve, el yo poético siente rabia al ver a su ex con otras mujeres: Que ahora vas con una distinta ca día.

Para que existan celos, debe existir amor. Una persona está celosa porque está enamorada de otra. Si no estuviera enamorada no habría celos (ya que le daría igual con quién estuviera esa otra persona). Los celos aparecen proyectados en la hipérbole: Y en medio yo muero de celos por ti. Por tanto, ella sigue enamorada, y lo de la metamorfosis es solo un mecanismo de defensa para autoconvencerse (inútilmente) de que ese hombre no es para ella.

La protagonista ve los celos como un castigo divino, por haber cometido una serie de errores o fallos en la manera de concebir la relación con este chico. Hay un intento de buscar un responsable, un culpable, un agente causante de todo esto. La chica hace autocrítica, y analiza en qué medida ella ha podido contribuir al fracaso: Claro que la culpa de que esto pasara no la tuvo nadie, nadie más que yo. Su conclusión es rotunda y contundente.

“Claro” funciona como un marcador textual de refuerzo, que da autoridad a las palabras, síntoma de que la cabeza y la razón se han impuesto sobre la locura y el descontrol. Cuando la gente está desbordada, tiende a culpar al prójimo de todo lo que pasa. En cambio, la protagonista, razona y ve las cosas con objetividad y autocrítica. Para desvelar su análisis de la realidad, la mujer no solo dice quién fue el culpable, sino también quién no es el culpable para su teoría clara: La culpa de esto no la tuvo nadie, nadie más que yo.

La predicación de algo mediante su negación se conoce como lítotes (la culpa no la tuvo nadie). La geminación de nadie ayuda al yo a enfatizar su autoinculpación. Si se hubiera tomado la relación de otra manera, nada de esto habría pasado. La penitencia es ver a su amado feliz con otras mujeres.

La copla termina de la misma manera en que empezó. La voz poética, ahora que ha perdido a su amado, se arrepiente profundamente de no haberlo valorado. El ser humano no sabe disfrutar de las cosas mientras las tiene. Solo se lamenta cuando las ha perdido: Yo que me reía de que esto acabara, y luego he llorado porque se acabó.

La risa simboliza la intrascendencia, el hecho de no valorar la importancia que algo tiene en nuestras vidas (ese ha sido su error). Las lágrimas simbolizan la triste y cruda realidad (por no saber valorar lo que tienes, ahora sufres unas consecuencias, que es vivir sin la persona que quieres).  

El poliptoton (el verbo acabar aparece en imperfecto de subjuntivo acabara y en perfecto de indicativo acabó) establece el contraste entre lo superficial (no demostrar valor a alguien) y lo profundo (la realidad, que es quedarte solo). La antítesis reír-llorar también ayuda a marcar esto.

La protagonista reconoce no haber estado a la altura, ya que no ha sabido valorar lo suficiente a su amado. Por tanto, ella ha sido la culpable y merece lo que le está pasando. Los celos son el castigo

Como veis, es una copla bastante intensa sin necesidad de recrearse en el morbo o profundizar en detalles de la ruptura. De hecho, en el poema no se dejan claros los motivos de la separación. Lo importante son los sentimientos que se generan y la actitud de la protagonista, la cual reconoce errores (no valorar lo que tenía). Eso es mucho más poético que el marujeo de saber por qué no salió bien la relación.

Mucha gente banaliza, juega, frivoliza con las personas que forman parte de su vida (como las tienen, se permiten el lujo de hacerles daño, de provocarles sufrimiento, de llevarles al límite), pero luego cuando las pierden llegan los lloros, los lamentos y los arrepentimientos.

Por tanto, la copla tiene una moraleja: hay que luchar por lo que uno quiere, disfrutar de las cosas, y a la vez cuidarlas, ya que luego es muy triste saber que las has perdido. La protagonista ha acabado admitiendo sus fallos. Esos errores son lo que han provocado su desgracia y ya es demasiado tarde para solucionarlo (por mucho “te juro”, “daría mi vida por ti” o por mucho que intente buscar falsos consuelos).

Métricamente, las estrofas están formadas por serventesios de versos dodecasílabos, es decir, 4 versos de arte mayor. El primero rima con el tercero y el segundo con el cuarto (12A 12B 12A 12B). En la primera estrofa, hay una irregularidad, ya que amargura no rima con arena: 12- 12A 12- 12A

En el estribillo detectamos una mayor irregularidad, ya que hay versos hexasílabos (te lo juro yo), octosílabos (mira que te lleve dentro) y dodecasílabos (Eso con las manos sobre el Evangelio). Los versos pares riman en asonante (corazón-yo, tú-luz). El resto son libres. Dentro del estribillo hay un pareado (Por ti contaría la arena del mar/Por ti, yo sería capaz de matar).

 


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