Después de varias canciones ligeras y divertidas, es hora de hacer un cambio de registro e irnos con un tema mucho más truculento y dramático. Esto es lo bueno que tiene la copla: tan pronto estamos vendiendo sardinas por las rías bilbaínas como narrando la detención y encarcelamiento del personaje que protagoniza el poema de hoy. Se trata de unos jondos-tientos que Manolo Caracol popularizó en el año 1961 en su espectáculo Torres de España. Hoy vamos a analizar Romance de Juan de Osuna
A mí me duele, cómo me duele
El alma me está doliendo, señores, de tanto llorar
Ni flor como la amapola
Ni cariño como el mío
Que me sentencian a muerte
Por tenerlo repartío
Y a las dos de la mañana
Me vinieron a llamar
Tres pares de ojitos negros
Y me tuve que entregar
La manita en el Evangelio
La pongo, que yo me muera
Que yo no he matado a nadie
De noche en la carretera
Los tormentos de mis negras duquelas
No se los mando ni a mis enemigos
Yo sufría con clavito y canela
Me despertaron pa darme castigo
Mi lunita clara
Eres mi sangre y mi vida
Por lo mucho que yo te quería
Te vas sin volver la cara
Por lo mucho que yo te quería
Te vas sin volver la cara
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El argumento de esta copla está influido por la literatura folletinesca y el romance de ciego, corrientes en las que el amor, el despecho, el ajuste de cuentas y el castigo se unen para configurar una historia de gran atrocidad y tremendismo. Podríamos decir que la crónica de sucesos se acaba mezclando con los asuntos del corazón, aspecto que nos recordará a María la Portuguesa o Lola Puñales (coplas ya analizadas), pues habrá una venganza de por medio. La creación de una mentira (bulo) servirá para encarcelar injustamente y desgraciar al protagonista de la copla.
Juan de Osuna es un muchacho que nos recuerda a los protagonistas de los dramas románticos de Zorrilla o el Duque de Rivas. Representa el donjuanismo en su máximo esplendor (personaje creado por Tirso de Molina). Es un tipo varonil, dandi, caradura, vividor, que no para de conquistar el corazón de diferentes mujeres.
Gracias a su atractivo físico, su don de gentes, su carisma y sus habilidades sociales ha conseguido crear un enorme imperio de amantes, de tal forma que el hombre tiene que tomar las riendas de diferentes vidas a la vez, para complacer a cada una de las mujeres.
Un buen día, una de esas amantes descubre la vida múltiple del protagonista (se da cuenta de que Juanito tiene más novias). Harta de las infidelidades del muchacho y envuelta en un halo de odio y despecho, la mujer decide denunciarlo a la policía, acusándolo de asesinato. Por tanto, Osuna es perseguido, detenido y finalmente encarcelado por las fuerzas de orden público (a pesar de no haber matado a nadie).
Como veis, de manera indirecta, este poema refleja los abusos cometidos dentro del sistema judicial español. Inventándote un bulo fácil (sin pruebas, sin testigos, movida exclusivamente por motivos personales…), la mujer ha conseguido que el protagonista quede encarcelado sin haber quebrantado ninguna ley.
Aunque parezca surrealista, a lo largo de la historia de España,
mucha gente ha utilizado los mecanismos judiciales como forma de venganza personal
contra sus enemigos. Por ejemplo, en tiempos de la Santa Inquisición si un vecino
te caía mal, la mejor manera de acabar con él era inventarte un bulo, y denunciarlo
al santo tribunal por algo que jamás había hecho (por ejemplo, relacionarlo con
la brujería o la práctica del judaísmo). Al momento, el pobre desafortunado era
detenido y castigado a pesar de no tener pruebas sólidas de eso que se le culpaba.
En
No hace falta remontarse a los tiempos de Maricastaña para ver este comportamiento en la gente. Actualmente, es relativamente fácil utilizar la vía judicial a partir de falsos testimonios para saciar una venganza personal. Pensemos, por ejemplo, en la mujer que se inventa que su marido le ha pegado (siendo mentira). Como veis, hay cosas que nunca cambian, y esta copla es reflejo de ello.
Uno de los principales rasgos del romance es su carácter fragmentario. Por eso, en el poema no se va a narrar la historia completa del personaje (desde la formación de ese imperio de amantes hasta su encarcelamiento), sino que se va a seleccionar un momento representativo, el más dramático, emotivo e intenso: la escena de su detención. Todo lo demás hay que presuponerlo (se supone que pasó, aunque el texto no profundice en ello). Tened en cuenta, que un romance se caracteriza por su brevedad. Por eso, hay que quedarse con la escena más relevante e intensa y arrinconar las demás.
Por eso, el comienzo del poema resulta súbito (lo que los filólogos llamamos, in medias res). No se exponen los antecedentes de la acción. Sin apenas introducción se nos sitúa bruscamente en mitad del hecho narrado (el protagonista perseguido por la justicia, a punto de ser detenido). Basta el primer verso para meternos de lleno en la atmósfera del poema y dinamizar la acción.
Resulta también significativo que el romance se trunque (se acabe) en el momento de mayor intensidad, cuando el protagonista se encuentra clamando hacia sí mismo, dolido por la injusticia cometida. La historia podría continuar (la vida en la cárcel, la reacción del personaje femenino, el posible remordimiento…). Sin embargo, la acción termina en el momento culminante (el protagonista encarcelado y dolido).
Lo que pasa después no importa. Todo queda a imaginación y sugestión del lector. La historia completa hay que conocerla para entender bien el romance en su contexto (ya que el romance es un trozo de esa historia), pero literariamente, la escena funciona por sí misma, autónomamente, con sus mecanismos retóricos y conceptuales, sin necesidad de establecer vínculos con los antecedentes y las consecuencias
En los dos primeros versos, el protagonista adopta una actitud de lamento, dirigiéndose a los espectadores mediante el vocativo (Señores), con el objetivo de buscar compasión.
En un espacio más o menos pequeño se concentran muchas palabras que denotan sufrimiento, dolor y pena: A mí me duele, cómo me duele, el alma me está doliendo, señores, de tanto llorar.
La intensidad dramática se consigue mediante la repetición léxica (duele-duele), el políptoton (presente “duele” y gerundio “doliendo”), la cuantificación del verbo (tanto llorar) y la acumulación de marcas de primera persona (a mí, me).
Las palabras elegidas crean una perturbación y una inestabilidad emocional en el yo poético, que engancha al receptor. Tened en cuenta que al espectador le encanta lo morboso. Por tanto, si ven a una persona clamando y llorando de esa forma, el receptor siente curiosidad por ver qué le pasa, y se interesa por la historia del romance.
El comienzo súbito (desde el primer verso hay dolor y pena) genera el morbo necesario para captar al auditorio. En general, el romance es un tipo de literatura que siempre ha gustado a la masa popular por el tipo de historia que cuenta.
El protagonista piensa que él no está cometiendo ningún delito, ya que lo único que está haciendo es querer a varias personas a la vez (tenerlo [el corazón] repartido).
La concepción tradicional del amor (la más arraigada ideológicamente) radica en su carácter binario, es decir, el sentimiento solo puede darse entre dos personas, de manera recíproca y unilateral. En una sociedad conservadora, el multiamor o poliamor (el hecho de querer a varias personas a la vez) no está bien visto y no se puede justificar.
Por eso, el protagonista piensa que esa concepción de amor tan adelantada y moderna para su época (se puede querer a muchas mujeres a la vez) es la que le ha provocado su desgracia (cárcel). Esto lo refleja muy bien con la anáfora y el paralelismo: Ni flor como la amapola/ ni cariño como el mío, que me sentencian a muerte.
La personificación de la flor y del sentimiento abstracto (el cariño) da fuerza a esta idea, pues la sociedad no está adelantada para entender el amor desde esa posición. Esa falta de empatía es la que le llevará al desastre.
En la segunda estrofa el protagonista nos cuenta cómo fue detenido por la policía. Este hecho resulta trascendental en la vida de Juan de Osuna, ya que supone un antes y un después en su biografía. Cuando un evento marca de una manera tan fuerte a alguien, se tiende a recordar todos los detalles que circunscriben a dicho acto (hasta las cosas más insignificantes). Así, el muchacho recuerda la hora exacta de la detención, ya que es un momento histórico: A las 2 de la mañana me vinieron a llamar. El hecho de situar la acción en un momento del día tan antisocial (la noche, la madrugada), genera mayor dramatismo. Parece la escena de una película.
La detención se recrea con el mecanismo de la sinécdoque. La sinécdoque consiste en nombrar una realidad, pero en lugar de hacer referencia al concepto completo, se hace referencia a una de sus partes. Así, en este poema, para designar a los policías (que sería el todo), se alude a una parte de ellos (ojos): Me vinieron a llamar tres pares de ojitos negros y me tuve que entregar. Detrás de esos ojos, hay policías jejjeje
Como veis, hay una tendencia a pronominalizar los verbos en primera persona (me tuve, me vinieron). Es una forma de focalizar la acción sobre el héroe.
Las perífrasis verbales marcan la intención de cada uno de los personajes.
-La perífrasis tener que, además de expresar obligación (al protagonista no le queda más remedio que irse con la policía, sí o sí, ya que es una orden expresada por una instancia superior), también refleja la deshumanización, la pérdida de voluntad: ser detenido trae como consecuencia la pérdida de libertad: dejas de ser persona, te conviertes en una carga u objeto sometido a los patrones de la justicia
-La perífrasis venir a, además de expresar aproximación (los policías se acercan para detener al protagonista), también refleja la frialdad del proceso judicial: las autoridades se limitan a aplicar las leyes y llevar a cabo unas actuaciones y decisiones de una forma mecanicista, rígida, matemática, sin tener en cuenta los sentimientos de la persona, las circunstancias o las peculiaridades de cada persona.
A Juan de Osuna lo están deteniendo sin pruebas, solo porque alguien le ha acusado de una manera arbitraria y caprichosa, como forma de venganza personal.
La justicia se concibe como un código objetivo y homogéneo, pero se aplica sobre una realidad que es tan peculiar, tan cambiante, tan heterogénea, tan llena de matices, tan rica, tan variada, tan perspectivista, que es imposible que todo salga perfecto (resulta imposible sistematizar y normativizar algo tan complejo y difícil como es el mundo).
Por eso, es normal que en un contexto judicial se cometan fallos y errores (como sucede en esta copla). Hay gente mala que no usa la justicia como debe (y se inventa falsos testimonios). La justicia parece que no tiene en cuenta el mal uso que la gente pueda hacer de esta. De ahí esa frialdad que os comentaba en el primer párrafo.
El protagonista jura una y otra vez que él no ha hecho nada ni ha matado a nadie (que es de lo que se le acusa). Un cliché bastante común en el mundo de la copla a la hora de hacer un juramento o promesa es poner la mano en el Evangelio. El Evangelio contiene la palabra de Dios, y todo lo relativo a Dios es sagrado. Lo sagrado se caracteriza por su alto valor y por su importancia. De ahí que sea costumbre jurar por Dios, los Santos, la Biblia o a cualquier tipo de elemento ligado a la religión, e incluso jurar por tu propia vida: La manita en el Evangelio la pongo, que yo me muera, que yo no he matado a nadie de noche en la carretera.
Hacer juramentos apostando cosas de valor es algo que hacemos continuamente (lo juro por mi padre, por mi vida, por Dios…). El protagonista no va a ser la excepción. El diminutivo (manita) crea un sentimiento de efecto, para intentar conmover a la policía.
El hipérbaton (La manita en el Evangelio la pongo) es un reflejo de la perturbación anímica del protagonista, ya que lo está pasando realmente mal. En momentos límite las estructuras sintácticas no se ordenan de forma armónica. Es normal que se anteponga el complemento directo (la manita) y el circunstancial (en el Evangelio), y se posponga el verbo (pongo), como una manera de dar dramatismo y realzar el caos, en un contexto de desesperación lírica.
El yo poético busca empatizar con el receptor para intentar trasladarle todo ese malestar y perturbación, derivados de la situación tan injusta que está viviendo, pero a la vez manteniendo la cordura. Para eso, utiliza la táctica de no desear las desgracias, penas, dolores y tristezas por las que está pasando a su peor enemigo: Los tormentos de mis negras duquelas no se los mando ni a mis enemigos. Esto humaniza y engrandece al héroe trágico, convirtiéndolo en un ser que dentro de la desesperación intenta buscar racionalidad, contención, estoicismo, elegancia. La palabra “duquela” pertenece al lenguaje caló (el habla de los gitanos) y significa pena, preocupación o dolor
En cierta medida, parece que estamos asistiendo a la creación de un mártir en este poema. El objetivo es generar una especie de catarsis (como en la tragedia griega): que el espectador sienta temor y compasión al ver cómo una persona aparentemente normal (semejante a nosotros) es víctima de un proceso tan injusto. El oyente de esta copla sufre y se conmueve viendo cómo una persona inocente (que no ha matado a nadie) sufre unas consecuencias y unos castigos que no le corresponden. El receptor se identifica con el protagonista (esto mismo que le ha pasado Juan de Osuna podría pasarnos a cualquiera de nosotros y eso genera unos sentimientos de miedo).
Esto permite replantearnos muchas cosas: el personaje habrá sido muy golfo, queriendo a muchas mujeres a la vez, picoteando de flor en flor, siendo infiel, pero…¿Merece este castigo? Evidentemente, el protagonista tiene sus defectos y sus vicios (como todo hijo de vecino), pero el castigo recibido es totalmente desproporcionado, ya que se le está acusando de asesinato (y por tanto, atentando contra su honor y su imagen pública, además de privarle de la libertad). Esa desproporción es la que crea la catarsis.
Por todo esto, el protagonista nos recuerda a un héroe trágico griego (a un Edipo, por ejemplo), ya que se sitúa en un punto muy equilibrado entre la virtud y el vicio. El hombre no ha sido bueno del todo, ya que ha provocado estragos en esas mujeres, pero tampoco merece ese destino, ya que no ha hecho nada que se salga de la ley.
Querer a varias personas a la vez puede resultar una filosofía demasiado transgresora para determinados sectores sociales (provoca escándalo, polémica, prejuicios…), pero al fin y al cabo no es un delito ni una falta de moral. Se pueden generar sentimientos de amor sinceros y verdaderos hacia varios individuos a la vez (y eso no es malo). A lo mejor el protagonista, en ocasiones, ha jugado con fuego (dejándose llevar por la vena de lo carnal, lo superficial, y el aquí te pillo aquí me mato sin medir bien los daños que puede causar).
Sin embargo, podría darse el caso de que una persona se enamorara de verdad de varias personas, y esa posibilidad, ya genera una actitud de compasión y temor en el receptor de la copla. Pobrecillo…lo único que ha hecho ha sido querer a varias mujeres. La idea de que un inocente sea castigado crea compasión en el receptor. A partir de este caso concreto (el de Juan de Osuna) el receptor puede replantearse ciertas cosas de cómo funciona el mundo, y eso crea un flujo lírico.
Al final, una cosa que parecía buena, bonita, agradable, positiva (amor) se ha convertido en una pesadilla, en un sufrimiento, en algo feo, desagradable y terrible (cárcel): Yo sufría con clavito y canela. Me despertaron para darme el castigo.
Las especias simbolizan lo sabroso de la vida, las cosas ricas, agradables, placenteras (el amor). Sin embargo, la aparición del verbo sufrir anula todos los efectos positivos de las denotaciones léxicas, y la experiencia se convierte en traumática.
Al final, el protagonista se convierte en un muñeco al que se le puede hacer todo lo que se quiera. Parece que ha perdido la voluntad de ser, y solamente se limita a sufrir los castigos que se le asignen, sin ningún tipo de resistencia, queja o protesta.
En la última parte de la canción el yo poético se dirige a la
mujer que es causante de todos esos males (aquella que le denunció a la policía
y le acusó de asesinato), mediante metáforas: Mi lunita clara, eres mi sangre y
mi vida.
Ya sabéis que un procedimiento muy común en la literatura y en la copla es identificar a una persona con un astro, ya que los astros son elementos inaccesibles, y todo lo que resulta inaccesible es valioso.
A pesar de la mala jugada que la mujer le ha hecho, Juan de Osuna todavía la sigue elogiando, como si no tuviera rencor.
También es común identificar a la persona que quieres con la sangre. La sangre es un elemento imprescindible para que nuestro cuerpo funcione. Sin sangre circulando por las venas, no hay vida. Sin amor y sin mujeres…¿Qué sería del protagonista?
Los dos últimos versos son los más dramáticos, ya que representan la penitencia del protagonista: además de ir a la cárcel, la relación sentimental con esta mujer termina para siempre. La imagen de la dama dándole la espalda representa el desdén, el odio, el rechazo, el fin del amor, la no correspondencia, la falta de empatía: Por lo mucho que yo te quería, te vas sin volver la cara.
Ese desdén y ese despecho son los que han llevado a que la mujer lo denuncia y acuse de asesinato. Para el protagonista esto es muy duro, ya que él está enamorado de verdad de la mujer. Dentro de sus códigos y concepciones vitales, Juan de Osuna no entiende la reacción de la dama, ya que él ha dado todo por ella. Lo que pasa es que ella no logra entender que él puede amar a varias personas a la vez. Ella lo ve como una traición e infidelidad, y por eso, reacciona con tanto despecho.
Métricamente, la canción está formada por las siguientes estrofas:
-En primer lugar, un dístico (dos versos de arte mayor sin rima): 10- 17-
-En segundo lugar, tres coplas, es decir, tres estrofas de cuatro versos octosílabos en los que rima el segundo con el cuarto, mientras que el primero y el tercero quedan libres: 8- 8a 8- 8a
-Después, tenemos un serventesio: estrofa de cuatro versos de arte mayor (en este caso, endecasílabos) en los que riman primero con tercero y segundo con cuarto: 11A 11B 11A 11B
-Y por último, tenemos una especie de redondilla imperfecta. En la redondilla los versos son de arte menor y riman primero con cuarto y segundo con tercero (abba). En este caso, el tercer verso es de arte mayor. Por eso os digo que la redondilla no es perfecta del todo: 6a 8b 10B 8a
Llama la atención que en el título de la canción se indique que estamos ante un romance, y luego, la forma métrica de la composición no sea la de un romance. Si hubiera sido un romance, todos los versos serían octosílabos, manteniendo la misma rima asonante en los versos pares. Aquí, la variedad métrica es mucho mayor.
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