viernes, 13 de noviembre de 2020

La vaca lechera (canción popular): un canto a la abundancia en tiempos de hambre

A lo largo de estos meses hemos visto cómo la copla es un género que está en continua conexión con el contexto histórico y cultural de una época (Posguerra Española). Hace unas semanas lo comprobamos en la canción Adiós a España, que reflejaba muy bien la cuestión de las migraciones

Tened en cuenta que la década de los 40 fueron años muy duros para nuestros abuelos. La miseria y el hambre cohesionaban la vida diaria de muchísimas personas. La copla se convirtió en un instrumento de evasión, para olvidar las penas y la crudeza del día a día. Con las letras de las canciones, la gente podía soñar, tener ilusiones y ver cumplidos sus deseos de vivir en mundo de prosperidad, abundancia y bienestar (aunque solamente fuera durante los segundos que durara el poema).

Por eso, en este contexto surgieron coplillas como la que os traigo hoy, en la que tener una vaca que diera leche era todo un lujo para la época. Hoy vamos a analizar La vaca lechera

Se convirtió en la canción más famosa del año 1946. A día de hoy, descontextualizado de su época, puede resultar un tema anodino, intrascendental e incluso absurdo. Muchos pensaréis que me he vuelto loco o he perdido el norte por dedicar una entrada a esta cancioncilla, que para muchos no es más que un poema infantil para amenizar a los niños en el patio, o un tema que se canta para hacer el tonto, a modo de chorrada, en esas noches de juerga y diversión, cuando el alcohol se ha subido a la cabeza.

Sin embargo, en los años 40 era un claro ejemplo de coplilla testimonial, en la que se reflejaban los sueños, las ilusiones y las aspiraciones de mucha gente que se conformaba con algo tan básico como tener alimento al alcance de la mano


Enlace al video: https://www.youtube.com/watch?v=yDGjpOmRW4U

Tengo una vaca lechera

No es una vaca cualquiera

Me da leche merengada

¡Hay que vaca tan salada!

Tolón, tolón

 

Un cencerro le he comprado

Y a mi vaca le ha gustado

Se pasea por el prado

Mata moscas con el rabo

Tolón, tolón

 

Qué felices viviremos

Cuando vuelvas a mi lado

Con sus quesos, con tus besos

Los tres juntos ¡qué ilusión!

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El yo poético se recrea y regodea de manera gozosa en el hecho de tener una vaca, como si fuera algo valioso y extraordinario, que los demás no poseen. Al fin y al cabo, solo una minoría social disfrutaba del privilegio de disponer en su propia casa de un animal que le diera sustento.

Tened en cuenta que en estos años de escasez la gente no tenía libertad para comprar lo que quisiera. Existía el racionamiento, en forma de cartillas, las cuales indicaban la cantidad de alimento que debía consumir cada persona.

Teóricamente, no se podía recibir más comida de la que se indicaba en la cartilla. Sin embargo, en la práctica, surgió una especie de mercado negro, donde se ponía a la venta (a un precio bastante desorbitado y mucho más alto del habitual) todo tipo de alimento, para que la gente (que tuviera dinero) pudiera adquirir más productos sin limitaciones. Esta práctica se denomina estraperlo, y duró hasta el año 1953 que fue cuando quitaron el racionamiento.

Por tanto, la gente que tuviera una vaca lechera no solo podía disponer de leche durante todo el año (que era un bien muy escaso que se aparecía a cuentagotas en la cartilla), sino también podía venderla a un precio alto, y así sacarse sus dinerillos.

Ahora que conocéis este contexto histórico, me imagino que entenderéis mejor el sentido de La vaca lechera

El yo poético adopta una actitud de júbilo, alegría, festividad, celebrando su buena suerte y transmitiéndola de una manera abierta al receptor, presentándose como alguien afortunado, en una situación de superioridad respecto a los demás, por encima de la media.

 El hecho de reduplicar varias veces la palabra vaca a lo largo del tema ayuda a enfatizar ese componente de buenaventura: Tengo una vaca lechera, no es una vaca cualquiera.

Como veis, el poeta no se conforma solo con celebrar su buena suerte, sino también compararse con los demás, regodearse en su privilegio, transmitiendo cierta altanería, fanfarronería, arrogancia y engreimiento. Este elitismo era frecuente en la época: mientras que la mayoría de la gente estaba muriéndose de hambre (literalmente) y comiéndose las pieles de las naranjas, solo unos pocos (gente de buena familia) podía permitirse el lujo de vivir bien y comer ciertos alimentos (entre ellos la leche).

La realidad se representa de una manera distorsionada, hasta el punto de llegar al disparate, a la falsedad, a lo ilógico, a lo irracional, a lo surrealista con el objetivo de enfatizar más esa situación de privilegio del yo poético y así el farde sea mayor: Me da leche merengada.

Evidentemente, desde un punto de vista científico, las vacas no dan leche merengada (es una trola como una catedral de grande). Sin embargo, nosotros lo leemos y nos da un “asco” tremendo el yo poético. Un puto fanfarrón jejjeje. Para la gente que nada en la abundancia como la voz de esta copla, la vida es alegre, bonita, maravillosa, no hay problemas, todo es color de rosa, jolgorio, fiesta, banalidad. A mí me recuerda un poco el protagonista, a la del cuento de la Lechera.

No sé si el autor de la letra (Fernando García Morcillo) tendría en cuenta este paralelismo, de asociar la leche al bienestar, a la riqueza, al poder económico. Realmente, la gente se conformaba con muy poco en una época de hambre.

La vaca queda personificada ya que se le adhieren rasgos humanos, de manera coloquial y exclamativa: !Ay, qué vaca tan salada!. La onomatopeya tolón, tolón recrea el sonido de las campanas (cencerros) que suelen colgarse del cuello de las vacas, y es una forma realista de contribuir a esa sensación de goce, de cómo el yo poético se recrea en el momento que está viviendo (incluidos los sonidos que le rodean).

Debido a la acumulación de personificaciones, podríamos decir que la vaca se ha acabado humanizando y vivificando en el texto literario, hasta el punto de estar dotada de voluntad, de decisión: Un cencerro le he comprado y a mi vaca le ha gustado.

La anteposición del complemento directo (un cencerro, a mi vaca) a primera posición oracional contribuye a dar un matiz de materialismo a la canción, remarcando la importancia de lo accesorio, del detalle, de la puesta en escena. Al fin y al cabo, esta minoría elitista, al no pasar hambre, se permite el lujo de tener otras preocupaciones más anodinas y banales (comprar un cencerro a la vaca).

Resulta curioso cómo de vez en cuando en la descripción de la vaca se alterna la humanización con la animalización, ya que en algunas partes deja de personificarse para convertirse en un animal más realista: Se pasea por el prado, mata moscas con el rabo. 

El asíndeton de este verso permite eternizar la estampa literaria, ya que al yo poético le interesa presentar ese contexto de fortuna como algo duradero y extenso en el tiempo. Eliminando la conjunción copulativa se cotidianiza la acción de la vaca (como si fuera algo que se va repitiendo indefinidamente). La buena suerte es eterna jejjee.

En la última parte de la canción se crea una atmósfera idílica, en la que todo es alegría, felicidad, fraternidad: ¡Qué felices viviremos cuando vuelas a mi lado! En estos versos se recrea un tipo de amor un poco “empalagoso”, muy en la línea de la poesía del Cantar de los Cantares, en la que la relación se representa de manera bucólica, paradisiaca e idílica. Todo es positivo. Y la exclamación ayuda a ello.

De todas formas, en el yo poético detectamos cierta hipocresía y falsedad, ya que realmente muestra tantos afectos y elogios a la vaca, no porque la quiera de verdad, sino por los beneficios materiales que conlleva (la leche).

El paralelismo contribuye a enfatizar esa dualidad entre espiritualismo y materialismo: Con tus besos, con tus quesos. Mientras esa vaca genera unos beneficios, está claro que el yo poético la va a querer. Por eso, el animal cobrará transcendencia e importancia, hasta el punto de considerarlo un miembro más de la familia, al nivel de una persona: Los tres juntos. ¡Qué ilusión!

Métricamente estamos ante una canción de versos octosílabos. Las dos primeras estrofas están formadas por pareados (versos que riman entre sí). Cada estrofa, dos pareados. Se alterna la rima consonante (lechera-cualquiera) y la asonante (prado-rabo). En la última estrofa solamente riman en asonante el primer y el tercer verso, y los demás quedan libres.

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