La copla que os traigo hoy refleja el tema del desengaño amoroso. Su protagonista queda hechizada y cautivada por las palabritas y promesas de amor de su novio (te quiero mucho, te querré para siempre, te quiero más que a nadie, solo te quiero a ti...). Sin embargo, como ya hemos dicho muchas veces a lo largo de estos años, una cosa son los dichos, y otra bien diferente, los hechos. Las palabras se las lleva el viento.
Hay que diferenciar dos conceptos:
-Por un lado, el deseo: lo que nosotros creemos que puede ser (a partir de nuestras percepciones subjetivas que pueden fallarnos, pues la sinceridad verbal es algo que no se puede medir objetivamente)
-Por otro lado, la cruda realidad (lo que es y lo que acaba sucediendo, independientemente de nuestras aspiraciones y voluntades)
Si al final, todas esas promesas no se materializan, de nada sirve decir “te quiero” y otras muchas cosas bonitas. Lo único que hacemos es vender humo, hacer castillos en el aire. El amor se convierte en algo falso, engañoso, mentiroso: Las palabras pueden decir una cosa, y los actos otra diferente.
Yo puedo creer que en ese contexto hay amor, cuando en realidad no hay amor. Eso es lo que la pasa a la protagonista de estas bulerías que los maestros Rafael de León, Alejo Montoro y Juan Solano crearon en 1957 para Concha Piquer. Hoy analizamos Como a nadie te he querido. Pasión Vega, Isabel Pantoja o la extremeña Pilar Boyero han hecho excelentes versiones de este conocido tema.
Y tuvo que ser tu boca
Tuvieron que ser tus ojos
Y tuvo que ser tu boca
Mentirosa de quereres.
Mentirosa de quereres
Y fue tu marchosería
La que a mí me volvió loca
Lo mismo que a otras mujeres.
Tuvo que ser tu persona
Tuvo que ser aquel día
Cuando tu boca gachona
Me dijo que me quería.
Tantas cosas, tantas cosas
Me dijiste tantas cosas
Que a tu embrujo me rendí.
Engañosas, engañosas
Todas ellas engañosas
Pero yo me las creí
Los pulsos tuve paraos
Y hasta el corazón perdío
Cuando tus labios enamoraos
Dijeron casi cerraos
Como a nadie te he querío
Como a nadie te he querío
Como nadie te querrá.
De tu engaño y tu falsía
A mi no me importa nada
De tu engaño y tu falsía
Que todo fué una locura.
Que todo fué una locura
Y fuí más feliz que nadie
Soñando que me querías
Con fiebre de calentura.
Todo lo doy por bien hecho
Todo lo doy por perdío
Pero me sangra mi pecho
Pensando que me has querío.
Tantas cosas, tantas cosas
Me dijiste tantas cosas
Que a tu embrujo me rendí.
Engañosas, engañosas
Todas ellas engañosas
Pero yo me las creí
Los pulsos tuve paraos
Y hasta el corazón perdío
Cuando tus labios enamoraos
Dijeron casi cerraos
Como a nadie te he querío
Como a nadie te he querío
Como nadie te querrá.
Los pulsos tuve paraos
Y hasta el corazón perdío
Cuando tus labios enamoraos
Dijeron casi cerraos
Como a nadie te he querío
Como a nadie te he querío
Como nadie te querrá.
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En los primeros versos se detecta la influencia de la poesía de cancionero. El sentimiento amoroso se proyecta en diferentes partes del cuerpo humano, especialmente en los ojos y la boca. Esto se apoya en una teoría médica de la Edad Media: la sangre crea unos espíritus que salen por los ojos o por la boca, y producen el amor en la persona que tocan. De ahí que se lleve a cabo la asociación de los órganos corporales, con el sentimiento amoroso, aunque en este caso sea engañoso y falso
Todo esto se plasma en las estructuras en paralelismo: Tuvieron que ser tus ojos/tuvo que ser tu boca…. Como veis, estos versos siguen el esquema perífrasis verbal de tener + infinitivo (tuvieron que ser/tuvo que ser) + posesivo de segunda persona (tu/tus) + sustantivo que designa parte del cuerpo (ojos/boca)
A los órganos corporales (entes y conceptos inanimados) se la añaden cualidades que son propias de seres humanos: Tuvo que ser tu boca, MENTIROSA de quereres. Se produce la personificación de un elemento anatómico (boca), rasgo que nos evoca a la poesía satírica de cancionero, aunque en esta ocasión, dándole un enfoque serio y lírico. Detrás de esa “boca” hay una persona. Por lo tanto, se alude a una parte (boca) en lugar del todo (la persona). Estamos ante una sinécdoque.
El adjetivo “mentiroso” posee connotaciones negativas. Lo que nos quiere decir el autor con esto es que el amor no siempre es auténtico y verdadero, sino que a veces, lo que parece amor, no lo es, dando lugar a confusiones y equívocos. El amor no es algo que pueda detectarse y medirse objetivamente, de manera matemática y exacta (como si fuera un resfriado o una infección de orina, que existen medios e instrumentos concretos para tratarlos).
El amor es algo mucho más complejo y subjetivo. No existen unos métodos claros y racionales para tratarlo, medirlo y sistematizarlo. Donde nosotros creemos que hay amor, tal vez no existe. Hay “algo parecido al amor”, pero no es amor de verdad. Por tanto, se trata de un amor mentiroso, engañoso, falso, que intenta camuflarse y eclipsar al “amor de verdad”. Ese “amor de mentira” utiliza métodos y parámetros del “amor de verdad” para buscar algún objetivo concreto que nada tiene que ver con el verdadero amor.
Muchas veces, nosotros creemos una cosa (esta persona nos quiere mucho, daría la vida por nosotros, nos amará hasta el fin de los días), basándonos en percepciones e impresiones no tangibles (palabras, miradas, promesas...). No existe un mecanismo matemático y exacto para comprobar que esas palabras, esas miradas y esas promesas son sinceras. Es una cuestión de fe: nosotros creemos ciegamente desde el corazón que esa persona nos quiere “de verdad”, y que esos indicios son naturales
Sin embargo, cualquier persona puede decir cosas bonitas y prometer amor eterno, y no sentirlo realmente (se viola el principio de sinceridad verbal). Esto da lugar al desengaño y la mentira. Muchas veces, las cosas no son como parecen: interpretamos mal las señales, nos engañan, hay gente que frivoliza los sentimientos y no se los toma en serio…
Unas veces, el amor es sincero y verdadero, y otras veces no, ya que hay intereses de por medio, no se produce correspondencia, o simplemente hay gente que se queda con lo más superficial y banal de la relación con una persona. La “mala hierba” aparece entremezclada con la “buena hierba”, y por eso se producen confusiones y engaños.
La repetición de versos al final de una estrofa y al comienzo del siguiente, crea un efecto rítmico que recuerda al de las sevillanas: Tuvo que ser tu boca mentirosa de quereres/ Mentirosa de quereres y fue tu marchosería…. Esta distribución enfatiza la concepción engañosa del amor. A veces, decimos las cosas sin sentirlas de verdad y eso da lugar a decepciones y fracasos.
El yo poético recurre a un lenguaje neologístico: Fue tu marchosería la que a mí me volvió loca. Del sustantivo “marcha” se crea el adjetivo “marchoso” mediante la adición del sufijo –oso, que significa “tener o poseer marcha”. Una persona marchosa es una persona que tiene alegría, ganas de vivir, ganas de disfrutar de las cosas, es enérgica.
Del adjetivo “marchoso” se añade el sufijo –ería, creándose un nuevo sustantivo deadjetival: marchoso<marchosería. La marchosería es una condición o estado de las personas marchosas, de las personas que tienen vitalidad. Adoptar una actitud optimista recreándote en las cosas placenteras y bonitas del mundo, es un mecanismo para empatizar con la gente y enamorar. Ese carácter marchoso y alegre atrae a los demás y da color a la vida.
La acumulación de pronombres en primera persona acentúa el componente lírico: A mí me volvió loca. Recordad que detrás del yo poético hay una mujer que ha sufrido un desengaño y está manifestando unos sentimientos. De nuevo nos encontramos un tópico de la lírica cancioneril amorosa: la visión del amor como una enfermedad que causa trastornos, en este caso la locura: Fue tu marchosería la que a mí me volvió loca, lo mismo que a otras mujeres
El indefinido “otras” propone la existencia previa de varios elementos de la misma especie (en este caso, mujeres). Por tanto, este hombre ha estado coqueteando y picoteando de flor en flor, realizando el mismo procedimiento con todas las hembras: me las camelo con mi carácter alegre (marchosería), les digo cuatro cosas bonitas y políticamente correctas (te quiero mucho, te quiero más que a nadie) y a vivir la vida!!!!!!. ¿Lo entendéis?
Se configura el retrato de un hombre superficial y mujeriego, que no tiene en cuenta los verdaderos sentimientos de esas mujeres, especialmente la protagonista, que sí se ha enamorado
El hombre utiliza una serie de mecanismos o estrategias para ganarse el amor de las féminas: Cuando tu boca gachona me dijo que me quería.
La boca vuelve a emplearse con valor sinecdótico: se alude la parte (boca) en lugar del todo (persona). Evidentemente, detrás de esa boca hay un ser que es el que ejecuta el lenguaje, en este caso, empleando elogios y cosas que a todo el mundo le gusta oír (te quiero).
El adjetivo gachona se aplica coloquialmente a aquellas personas que tienen gracia, dulzura y atractivo. A las mujeres les gustan los hombres con sangre en las venas, que sean simpáticos, que dicen palabras bonitas, que son graciosos, que hablan de manera afectuosa. El chico adopta un carácter carismático y una psicología que encandila a las mujeres, para ganarse su atención. Las chicas se enamoran y caen rendidas a sus pies. Además, la boca es una parte del cuerpo muy sensual
¿Cuál es el problema? La figura masculina valora el amor de una forma ligera, frívola e intrascendente (está con unas y con otras, va de flor en flor, usa a las mujeres como objeto placentero...), mientras que la protagonista se enamora de verdad. Para ella es un momento trascendente, importante, majestuoso, glorioso, que queda marcado para siempre tal como se refleja en las estructuras en paralelismo con la perífrasis verbal, el determinante y el sustantivo sujeto: Tuvo que ser tu persona/ tuvo que ser aquel día
Para la voz lírica el momento que conoció a esa persona se convirtió en uno de los más importantes de su vida. No lo olvidará jamás. Para él, la relación es un mero juego o pasatiempo. Para ella, algo serio y trascendente. Este choque provoca el desengaño.
El muchacho es una persona que tiene mucha labia, poder de la oratoria, capacidad de manejar el arte de la palabra. Las personas que dominan los cauces de la retórica, son capaces de atraer a su público (víctima) hacia una determinada forma de pensar. Tienen poder de convicción. Lo dicen bonito para que la gente quede encandilada y piensen que lo dicho es algo verdadero e importante.
Pensad en los políticos y grandes oradores griegos, que utilizan discursos altisonantes y rimbombantes a la vez que apelan a sentimientos íntimos, para convencerte de que les votes, recurriendo a la lágrima fácil y la sensibilidad. La protagonista se cree los elogios y las buenas palabras del muchacho, tal como se refleja en la oración subordinada consecutiva intensificada con el cuantificador tanto: Tantas cosas, me dijiste tantas cosas que a tu embrujo me rendí
De nuevo se recurre a una visión medievalizada del amor como fuerza sobrenatural, mágica, misteriosa vinculada al mundo de las brujas y los magos. Mucha gente piensa que el amor es algo tan caprichoso, caótica y arbitrario que se escapa de los límites racionales. Pensad en obras como El Libro de Buen Amor y La Celestina en las que aparece la figura de la alcahueta, que se dedica a fabricas hechizos mezclando todo tipo de especias para que la relación de amor floreciera
De esta concepción medieval del amor, la palabra embrujar (que significa “hacer magia”) ha adquirido un significado metafórico: embrujar como “ejercer atracción o influencia sobre alguien”. En este caso, el carácter vitalista del chico, y su labia han hechizado a la protagonista, la cual queda encandilada y enamorada del chaval.
Las personas expertas en el arte de hablar suelen decir cosas que luego no llevan a la práctica. Lo dicen desde la convicción y la madurez con el fin de generar credibilidad. El auditorio piensa que se trata de una verdad. Realmente, el fin de la retórica es crear apariencia de verdad. Es más importante la forma (cómo decir las cosas) que el fondo (que el contenido de las palabras se de en el mundo real).
El hombre se pone a elogiar a la chica y le promete amor eterno. Sin embargo, esto es solo apariencia, fachada, un envoltorio sin nada dentro. Se trata de quedar bien externamente, sin importar lo que pase después, recurriendo a tópicos que todo el mundo quiere oír, pero sin verdad. Eso nos lleva al concepto de amor engañoso: Me dijiste tantas cosas […], engañosas, engañosas, todas ellas engañosas, pero yo me las creí
La reduplicación de la palabra engañosa a lo largo de la estrofa es un mecanismo que enfatiza la frivolidad del amado. Él dice cosas de mucha enjundia (te quiero, te amo...), pero sin sentirlas. Usa un discurso bien hecho, con mucho poder de atracción y esteticismo, pero sin solidez ni intención a la hora de llevarlo a cabo.
La coordinada adversativa intensifica la capacidad de engatusamiento: es imposible resistirse ante unas palabras bonitas: todas ellas [las palabras] [son] engañosas, pero yo me las creí. Si te dicen una mentira, pero la pintan tan bonita es fácil caer en la tentación
Tened en cuenta que este tipo de gente se caracteriza por el oportunismo. Él lo que busca es el “aquí te pillo, aquí te mato”, el placer momentáneo e inmediato. El fin justifica los medios. Al muchacho le dan igual las inquietudes, los sentimientos y el estado anímico de la chica. Solo busca el goce y el disfrute personal. Para él, no hay nada justo ni injusto. Todo es válido (aunque tenga que decir mentiras y falsos sentimientos). Y el poder de la palabra es terrible. Ya lo decía alguien: "con palabras se funda ciudades, se hacen puertos, se manda el ejército y se gobiernan estados”.
En el estribillo asistimos de nuevo a una visión del amor como fuerza que altera y causa trastornos en el cuerpo humano. En este caso, provoca efectos físicos y fisiológicos: Los pulsos tuve paraos y hasta el corazón perdío.
Esta "enfermedad" se debe a causas racionales: cuando estamos ante una persona que nos gusta, el corazón se acelera y nos ponemos nerviosos. El paralelismo remarca ese estado de alteración: sujeto que hace referencia a concepto anatómico (los pulsos/el corazón) + verbo de posesión (tuve) + complemento predicativo relacionado con los efectos del amor en el cuerpo humano (paraos/perdido).
La personificación de los labios da un toque de sensualidad y ternura a la escena: Cuando tus labios enamoraos dijeron casi cerrados.
A una entidad inanimada (labios) se le añaden cualidades propias de humanos (enamoraos, dijeron). Es una manera de resaltar estéticamente el momento álgido de la relación, que es cuando el amado le jura a la amada amor eterno, que son los versos que dan título a la copla: Como a nadie te he querido, como a nadie te querré
El amor se proyecta hacia el pasado (te he querido) y hacia el futuro (te querré), creando una sensación de eternidad, de que ese sentimiento va a ser siempre así y no va a cambiar nunca. Sin embargo, esas palabras celestiales no albergan el sentimiento necesario. El amado no cree en lo que dice. En términos del lingüista Grice, diríamos que se ha violado la "máxima de sinceridad".
Recordad que detrás de esos labios, hay una persona (amado). De nuevo, se alude a una parte (labios) por el todo (persona). Otra sinécdoque.
El yo poético no muestra rencor ni odio ante el desengaño. Lo enfoca desde la mesura, sin desbordarse emocionalmente ni mostrar excesos líricos. Quita importancia al asunto tal como refleja la estructura en anástrofe: De tu engaño y tu falsía a mí no me importa nada.
El complemento (de tu engaño y tu falsía...) se adelante al núcleo (nada). Esto pone en relieve la frase y acentúa la elegancia con la que se toma la voz lírica la mentira. En lugar de quejarse, llorar, insultar o lanzar injurias, la protagonista quita magnitud a la traición (a mí no me importa que me engañes). De hecho, Concha Piquer, la intérprete original de esta copla, cantaba este tema con una delicadeza y una sutileza impresionantes, sin gritos, ni excesos, ni ayes, ni gestos de odio o rencor. Para cantar bien este tema no hace falta darse tirones de pelo ni golpes en la espalda. La muchacha lo pasa mal (al fin y al cabo se trata de un desengaño) pero no hace falta sobreactuar
El yo poético zanja el tema súbitamente, buscando una justificación a la mala conducta del amante. En lugar de repudiarlo, lo que hace es buscar un argumento que medio justifique (aunque sea un poco) su actitud, de manera que el caso quede cerrado y aclarado, sin buscar culpables. Que todo fue una locura.
En lugar de recrearse en los aspectos morbosos (me ha engañado, es un traidor), el yo poético califica la situación de "locura". Todo el mundo alguna vez hemos hecho tonterías y cosas absurdas. Por lo tanto, esto solo ha sido una ida de olla del amante (de las muchas que tenemos) y no hay que hacer una bola más grande de esto.
La protagonista, en lugar de mirar el lado negativo (la traición, la mentira, el engaño), se queda con lo positivo, con las cosas bonitas, con el sentimiento de amor que ella ha tenido hacia él. Aunque no ha habido reciprocidad, ella ha vivido unos momentos maravillosos pensando que esa relación era sincera y le aportaba plenitud.
Este sentimiento se materializa en el superlativo absoluto: Fui más feliz que nadie soñando que me querías. Ya os he dicho que una cosa es el creer, y otra muy diferente el ser. Aunque el ser sea negativo (no ha habido amor correspondido), ella ha sido feliz creyendo que todo iba bien, aunque haya sido solo bajo la esfera de sus intuiciones, impresiones y percepciones subjetivas. La amada ha querido mucho a este chico y eso es lo importante: los sentimientos.
El amor es tan intenso y apasionado que provoca efectos fisiológicos a gran escala: Pensando que me querías con fiebre de calentura...De nuevo, la visión del amor como enfermedad
Además, el amor queda ligado a elementos que están relacionados con el calor (fiebre, calentura). Esto evoca al lenguaje de la mística. El fuego, el calor, la luz simbolizan el amor en estado puro.
El yo poético asume la triste realidad de forma estoica. Sus palabras son claras y contundentes, síntoma de que ha asimilado el engaño, tal como se refleja en las estructuras anafóricas y paralelísticas: Todo lo doy por bien hecho/ Todo lo doy por perdido.
Ante el desengaño, muchas personas se niegan a ver la realidad, dando rodeos o amparándose en falsas esperanzas. Asumir un mazazo vital es algo que cuesta mucho. En cambio, la protagonista reconoce el fracaso de una manera directa y clara, sin necesidad de encerrarse en oscuros laberintos retóricos.
Eso no quiere decir que la protagonista sea un muro de piedra. Muchos podéis pensar: “Esta mujer ni siente ni padece. La engaña el novio y está como si nada”. La chica sufre, lo pasa mal, pero no necesita hacer un melodrama. Se lo toma de una manera comedida.
Por supuesto, hay imágenes que denotan dolor, pues el engaño le provoca una herida emocional. Esta pena se manifiesta en imágenes de dolor físico, típicas de la poesía de cancionero: Pero me sangra mi pecho pensando que me has querido. Lo que pasa es que el yo poético no necesita tirarse de los pelos: ay que pena que no me quiere el novio, ay que pena que me ha engañado. El dolor lo vive de una manera íntima y silenciosa.
Métricamente, detectamos un predominio del verso octosilábico. La primera estrofa de cada parte está formada por cuatro versos de arte menor, donde el primero y el tercero riman con la misma palabra (boca-boca, falsía-falsía) mientras que el segundo y el cuarto quedan libres.
En la segunda estrofa rima el primero con el cuarto (quereres-mujeres, locura-calentura) mientras que el segundo y el tercero quedan libres. Es un esquema muy poco habitual en poesía. La tercera estrofa es una cuarteta, donde rima primero con tercero y segundo con cuarto (8a 8b 8a 8b).
El estribillo está formado por la combinación de una sextilla (8a 8a 8b 8a 8a 8b) y una septilla (8a 8b 8a 8a 8b 8b 8-).
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