El tema que analizamos hoy fue obra del compositor mexicano José Alfredo Jiménez (1963). Se trata de una canción que pendula entre la balada, el bolero y la ranchera, dependiendo de la versión que escuchemos. Artistas de la talla de Luis Miguel, Rocío Dúrcal, Juan Gabriel, Javier Solís o Susana Zabaleta se atrevieron a interpretar La media vuelta.
El poema presenta la historia de una ruptura amorosa, pero en lugar de enfocarlo desde la óptica del rencor o la depresión, lo hace desde la aceptación del fin de la relación, pero con la seguridad de que el amado regresará y la relación resucitará cual ave fénix
Te vas porque yo quiero que te vayas A la hora que yo quiera te detengo Yo sé que mi cariño te hace falta Porque quieras o no
Yo soy tu dueño
Yo quiero que te vayas por el mundo Y quiero que conozcas mucha gente Yo quiero que te besen otros labios Para que me compares
Hoy, como siempre
Si encuentras un amor que te comprenda Y sientas que te quiere más que nadie Entonces yo daré la media vuelta
Y me iré con el sol Cuando muera la tarde
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El yo poético presenta una actitud altiva, arrogante, soberbia, prepotente, en el sentido de que su visión personal y subjetiva de la realidad es elevada a la categoría de verdad. Para él, el mundo solo puede funcionar de una forma. Se encuentra en posesión de la razón y no hay nada ni nadie que pueda hacerle cambiar.
Se obceca en una postura (aunque el amado se haya ido, este no encontrará a nadie que le quiera más que ella y acabará regresando a sus brazos), y es incapaz de asimilar otra realidad diferente. No hay quien la saque de ahí. Para la protagonista, el amor con esta persona está destinado a ser sí o sí, con una seguridad absoluta, y por muchas trabas, obstáculos y rupturas que haya, están destinados el uno al otro.
Al inicio del poema, la mujer invoca a su antigua pareja, la cual no está presente en el texto, no puede escuchar sus palabras. Por tanto, se trata de un diálogo vacío: se dirige a alguien que ocupa un espacio en su escala de valores, pero no está presente físicamente. Esa persona le ha dejado un hueco tan importante en su corazón que habla con ella como si estuviera in situ: Te vas porque yo quiero que te vayas, a la hora que yo quiera te detengo
Como podéis observar, vemos a un yo poético dominante, controlador. Es el que maneja la situación. Las cosas salen tal y como proyecta desde su mente, coherente a sus deseos. Tiene lo que se llama libre albedrío, es decir, actúa con total libertad, toma decisiones desde su voluntad y estas generan unas consecuencias o efectos en el mundo cercano, que son los esperables a lo planificado. Es como un dios, que tiene el poder de manejar como quiera el contexto y las circunstancias, controlando en todo momento las diferentes variables, de acorde a sus gustos e intereses. Lo que él quiere se hace sin contemplaciones.
La subordinada causal (porque yo quiero), y la subordinada temporal (a la hora que yo quiera), marcadas con el verbo desiderativo y de voluntad (quiero), enfatizan ese dominio total de la situación: si la relación se ha roto es porque el yo lo ha consentido, y si la relación no se rompe es porque él así lo ha querido. El yo poético está en el centro del poema. Lo que suceda será siempre desencadenado por la voz protagonista. Egocentrismo y egolatría en estado puro.
Fijaos con qué seguridad el yo afirma sus teorías y visiones del mundo, siempre con el verbo de certeza absoluta (yo sé), y el presente con valor durativo e intemporal (que mi cariño te hace falta…). Incluso las coordinadas disyuntivas, desde un punto de vista semántico, no dan pie a la opción o a la posibilidad (porque QUIERAS O NO, yo soy tu dueña). Solo se puede plantear una forma de ver la realidad para el yo poético. Además, alude al amante en sentido posesivo (tu dueño). La persona se concibe como un elemento material que le pertenece.
En cierto modo, lo que la voz poética da a entender es que pudo haber evitado la ruptura y el distanciamiento. Sin embargo, tiene pensado otro "plan" para redireccionar la relación con su ex.
El yo se ve con el poder de decidir sobre las vidas de los demás, de construir proyectos vitales a otros, de influir en lo ajeno. Anula al amado, como si fuera un trasto al que llevar y traer de un lado a otro, a su capricho y antojo. La superioridad y el dominio del yo respecto al amado es más que evidente
Todo esto se reafirma en la segunda estrofa, en la que el yo expone el ideario o proyecto de vida que tiene pensado para su pareja. Y lo hará con estructuras en paralelismo y anáfora: Yo quiero que te vayas por el mundo/yo quiero que conozcas a mucha gente/yo quiero que te besen otros labios: pronombre sujeto (yo) + verbo de voluntad (quiero) + oración subordinada sustantiva de complemento directo (que te vayas por el mundo, que conozcas mucha gente, que te besen otros labios).
La estrategia es sencilla: que el amado entre en contacto con el mundo exterior, interactúe con lo foráneo, con la realidad más lejana, con aquello que todavía no ha vivido, y después haga una comparación entre lo nuevo y lo viejo, y finalmente, decida quedarse con lo de siempre, con el amor de toda la vida, con lo primero que vivió, con lo que ya llevaba dentro.
¿Cuál es la intencionalidad? Que el chico haga un análisis y llegue a la conclusión de que fue un error romper con la protagonista. Alejarse de ella en busca de otra persona que no la quiera con la misma pasión, es perder el tiempo.
En otras palabras: para valorar lo que tienes dentro, hay salir fuera, y así te das cuenta de que es mucho mejor lo primero que lo segundo. Evidentemente, es un enfoque totalmente subjetivo, personal y partidista. Algunos estaréis de acuerdo, y otros no. No tiene que ser una verdad absoluta. Es la verdad que el yo poético quiere imponer. Parte de la premisa (errónea) de que la nueva realidad es peor que la vieja, y que eso te hace añorar, lamentarte y volver a desear lo perdido. Por eso cree ciegamente en la resurrección de la relación.
El léxico del estribillo hace referencia a elementos relacionados con la alteridad, lo genérico, lo colectivo, la otredad: el mundo, mucha gente, otros labios…Todos estos conceptos se oponen a la realidad interna del yo. La voz poética quiere que el amado abandone la esfera de su individualidad y experimente con la esfera de la otredad, y así al hacer balance salga vencedor en este duelo de novedad-tradición el yo poético: para que me compares, hoy como siempre.
Los adverbios de tiempo (hoy, siempre) eternizan las ideas y pensamientos del yo, para darles una validez y una universidad que objetivamente nunca tendrían.
La protagonista tiene la osadía de compararse a cualquier otro elemento del mundo, y encima, salir triunfante y victoriosa. Dentro de la escala amorosa, el yo tiene que estar en el eslabón más alto. Está en una posición de superioridad respecto al resto
La voz del poema piensa que el amado no podrá permanecer mucho tiempo sin su cariño y volverá a su lado. Se encontrará con otras personas, con otros amados, pero no será un amor tan verdadero ni tan auténtico como el primero. Es el tópico del “como yo te he querido nadie más te querrá”. No encontrará a nadie mejor que él.
Fijaos hasta qué punto llega el orgullo del yo poético que no está dispuesto a dar el primer paso hacia la reconciliación. Deja el proceso en manos única y exclusivamente de su amado. Que sea él el que razone/haga balance/analice/decida/se arrepienta/pida perdón. La voz protagonista no va a mover un dedo, y además siente una seguridad absoluta de que acabarán volviendo
Menos mal que al final de la canción, encontramos un atisbo de humildad, ya que el yo poético da pie a la posibilidad de que el amado encuentre a otra persona, que no sea ella, que realmente le quiera y le haga feliz. La subordinada condicional plasma esta opción, que aunque sea remota, podría darse: Si encuentras un amor que te comprenda, y sientas que te quiera más que a nadie…
Si esta extraña y difícil situación llegara a materializarse, la protagonista estaría dispuesta a ceder y renunciar a la reconciliación: Entonces yo daré la nadie vuelta.
Dar la media vuelta es una expresión eufemística, que hace referencia a marcharse, retirarse, dejar de pensar en el amado. Como la idea de renunciar, equivocarse en el pensamiento, atenta contra el honor del yo, utiliza una expresión más neutral, incluso elegante (la media vuelta), que da título a la canción. Hasta en los momentos de más modestia no puede evitar sacar su lado orgulloso. No puede decir “me he equivocado”, sino “doy la media vuelta”. Atenta menos contra su dignidad jajjajajaa.
Esta idea la acompaña con una metáfora extraída del ciclo natural: Y me iré con el sol cuando muera la tarde. El yo está dispuesto a desaparecer de la vida del amado igual que el sol cuando se va del cielo al anochecer. La voz del poema usa un lenguaje poético para maquillar el daño a su imagen.
Al menos se abre a la posibilidad de que exista alguien mejor que ella (viendo le egolatría que desprende, es interesante encontrarnos con este matiz de autocrítica) En el remoto caso de que el amado encontrara a alguien superior, el yo estaría dispuesto a cerrar las puertas de forma definitiva.
El tema consta de tres estrofas de cinco versos, los tres primeros de arte mayor y los dos últimos de arte menor. La rima varía de una estrofa a otra, produciéndose estos esquemas: Estrofa 1 (ABA-b). Estrofa 2 (-A--a). Estrofa 3 (ABA-b)
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