miércoles, 31 de julio de 2024

Que no daría yo (Rocío Jurado): el pasado nunca vuelve

El tema que vamos a analizar hoy pone de manifiesto el valor de la existencia. La vida es el bien más preciado que tenemos y no somos conscientes de ello. Cada minuto que pasa estamos más cerca de la muerte (por muy duro y feo que suene). Por eso, el tiempo es oro, y hay que disfrutar al máximo de lo que tenemos ahora, en el presente, antes de que sea tarde, porque TODO tiene un final. El pasado nunca vuelve.

Solo al hacer balance y reflexión de todo lo que hemos perdido es cuando descubrimos lo valiosa que es la vida y lo felices que éramos sin darnos cuenta. Y ahí llegan los lloros y las lamentaciones: ¿Cuánto seríamos capaces de dar para recuperar ese pasado feliz y que ya se fue? Lamentablemente, no existe ninguna fórmula mágica ni objeto en el mundo que nos permita volver atrás en el tiempo, ser niños otra vez, y reencontrarnos con nuestros seres queridos ya fallecidos. Así nace la canción de hoy, interpretada por Rocío Jurado en el año 1990: Que no daría yo.



¿Qué no daría yo por empezar de nuevo?
A pasear por la arena de una playa blanca
¿Qué no daría yo por escuchar de nuevo?
Esta niña que llega tarde a casa
Y escuchar ese grito de mi madre
Pregonando mi nombre en la ventana
Mientras yo deshojaba primavera
Por la calle mayor y por la plaza
¿Qué no daría yo por escaparme?
A un cine de verano donde alguien
Me daba el primer beso de amor
¿Qué no daría yo por una tarde?
Sentada junto a él en ese parque
Mirando cómo se moría el sol
Y oyendo el suspiro del mar
¿Qué no daría yo por empezar de nuevo?
Para contar estrellas desde mi ventana
Vestirme de faralaes y pasear la feria
Hasta sentir el beso de la madrugada
Volar a los brazos de mi padre
Y descubrir el brillo en su mirada
Para luego alejarme lentamente
A un tabla'o a bailar por sevillanas
¿Qué no daría yo por escaparme?
A un cine de verano donde alguien
Me daba el primer beso de amor
¿Qué no daría yo por una tarde?
Sentada junto a él en ese parque
Mirando cómo se moría el sol
Y oyendo el suspiro del mar

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El título de la copla lo dice todo: seríamos capaces de dar cualquier cosa para que todo volviera a ser como antes, pero es imposible. No hay nada con más valor que la propia vida. Lo material se puede reemplazar y arreglar, pero la vida, el tiempo y los seres queridos no. Solo quedan los recuerdos (en este caso los del yo poético, que son el hilo conductor de esta composición flamenca). 

La estructura del poema es sencilla. El tema se basa en una sucesión de fórmulas desiderativas, en las que el yo expresa su deseo de hacer lo imposible, cualquier cosa, por recuperar el pasado (que no daría yo…), y después, enumeraciones de recuerdos y escenas del pasado que le gustaría volver a vivir otra vez, y como no puede ser de otra forma, están relacionadas con sus seres queridos, sus noviazgos, la belleza de su juventud, su pueblo, su casa, sus diversiones, y en general, todos sus buenos momentos.

La fórmula de la canción se podría resumir perfectamente de esta manera: “que no daría yo” + enumeración de recuerdos….Y no hay más. Fijaos con qué facilidad se puede hacer una copla que te ponga los pelos como escarpias. Sin necesidad de artificios o malabarismos formales. Con solo dos elementos se puede conseguir algo increíble.

El verbo incoativo (empezar) alude al comienzo de un proceso. El ciclo de la vida, a diferencia de otros procesos naturales o artificiales, es único, se vive solamente una vez. No se puede vivir varias veces. Una persona nace, se desarrolla y muere. El yo está pidiendo un imposible. No se puede volver a nacer, no se puede volver a ser niño, no se puede retroceder en el tiempo. 

Esa locución reiterativa (empezar DE NUEVO) no puede materializarse por mucho que el yo lo ansíe o esté dispuesto a dar. La vida es un proceso irrepetible, fugaz, lineal. Es un continuo temporal irreversible e imparable. Una vez empezamos a vivir, el reloj empieza a correr y no se puede parar ni volver atrás. Y si no nos gusta lo que vivimos tampoco podemos decir quiero volver a empezar y vivir de otra manera. Lo vivido ya es perdido.

La voz poética evoca lugares de su vida pasada: a pasear por la arena de esa playa blanca. El demostrativo marca la deixis mental: esa playa. El yo tiene en mente ese lugar tan maravilloso de su juventud. Aunque no esté presente, lo tiene en su cabeza, es un recuerdo imperdurable, que nunca va a desaparecer. Además, se tiende a idealizar, creando una especie de paraíso. La arena es blanca, es fina, de primera calidad, parece sacada de una estampa majestuosa. Además, lo blanco simboliza la pureza, la inocencia, de una época pasada cuando no estamos tan corrompidos

En los siguientes versos, la protagonista recuerda a la figura materna: Que no daría yo […] por escuchar de nuevo, y esa niña que llega tarde a casa, y escuchar ese grito de mi madre, pregonando mi nombre en la ventana

Resulta curioso que el yo poético ponga como momento idílico y feliz una escena que en su día seguro que no era tan placentera. La voz poética recuerda como su madre se enfadaba cada vez que ella volvía tarde a casa después de haber estado todo el día de amores y amoríos por el pueblo. Es decir, una bronca, una discusión, un momento tenso, la típica regañina que nuestra madre nos echa después de haber hecho algo malo (en este caso, no llegar a la hora que se le dice), se acaba convirtiendo en un recuerdo entrañable, bonito, deseable, idílico.

Evidentemente, al yo le encantaría volver a recibir una bronca de su madre, ya que eso significaría que su madre sigue viva. En el presente, al no estar, se convierte en nostalgia y tristeza por la pérdida, en plan cuánto me gustaría volver a ver a mi madre enfadada gritándome por llegar tarde. Seguro que ese momento ella lo odiaría cuando era niña (a nadie le gustan que le regañe jajjaja), y sin embargo, ahora, daría lo que fuera por volver a vivirlo. Cosas de la vida.

El polisíndeton crea una imagen que se sitúa en el plano de lo imaginativo, lo mental, lo onírico, en una lucha contra el olvido, el borrado. El paso del tiempo hace que los recuerdos pierdan un poco de consistencia, de exactitud respecto a lo vivido, aunque nunca lleguen a desaparecer del todo: y esa niña que llega tarde…y escuchar ese grito... Son escenas cotidianas y domésticas de su juventud que a pesar del paso del tiempo siguen ahí almacenadas en el cerebro, y todavía hoy se recuerdan algunos detalles.

Se trata de un pasado que está en la mente del yo y se intenta recordar con la mayor exactitud posible, dentro de un contexto de emoción y afectación anímica (lo perdido genera melancolía y morriña). Se recrean estampas, brochazos, pinceladas, fragmentos, instantáneas que fluyen de la mente según vienen: la madre refunfuñando por la tardanza y asomándose a la ventana y gritando el nombre de su hija para que volviera a casa a recogerse. Típico de esa época.

Mediante la metáfora de elementos naturales y vegetales (mientras yo deshojaba primavera por la calle mayor y por la plaza), la protagonista representa su juventud como una época de sensualidad, belleza, que es el mejor momento para enamorarse, tontear, estar con unos, con otros, pelar la pava, disfrutar del atractivo físico de otros. En definitiva, es la época de esplendor para el cuerpo, y cuando más se debe disfrutar de él. Juventud divino tesoro!!!!! La primavera es la estación del año más florida, más colorida, más bonita. La juventud es la primavera de la vida. La mejor etapa como seres humanos.

Cuando una persona es joven, lo normal es que todavía no haya entrado en contacto con el lado crudo y cruel de la vida. Entonces, es normal tener una visión ingenua, inocente, fresca. Aún no han llegado los problemas y la vida tiene un significado muchísimo más banal, loco y frívolo que cuando se es mayor. ¿Cuál es la principal preocupación de un joven? Pasarlo bien, salir por ahí hasta las tantas, ir de fiesta, ir a la feria, estar con amigos, con novios, trasnochar, besarte, hacer locuras, perder el tiempo en superficialidades…: vestirme de faralaes y pasear la feria para sentir el beso de madrugada. 

El término faralaes hace referencia a un vestido de volantes. Las referencias físicas y carnales a las muestras de amor (beso de madrugada) no se ven como un tabú o como un elemento indecoroso…todo lo contrario. Es la pureza de la juventud, la espontaneidad, la sinceridad, la naturalidad…

Y como todavía la vida no te ha dado la hostia, es normal creer en los sueños, en la magia, en las ilusiones, en los deseos: para contar estrellas desde mi ventana. Siguiendo patrones de la cultura popular, ya sabéis que existe la creencia de que se le pueden pedir deseos a las estrellas. ¿Cuántas veces lo hemos hecho cuando éramos niños y teníamos la convicción de que iban a cumplirse?

De todas formas, y esto ya al margen del análisis, no deberíamos perder jamás ese espíritu infantil, aunque la vida nos dé varapalos, golpes y nos provoque episodios amargos. Todos deberíamos llevar un niño dentro de nosotros. Nos haría la vida mucho más dulce. La ilusión nunca debe perderse. Hay que creer en nosotros!!!!!!!!!!

En la tercera estrofa, se recuerda la figura paterna: A volar a los brazos de mi padre y sentir ese brillo en la mirada. La metáfora (volar a) representa el entusiasmo, el amor a un ser que nos ha dado la vida. La luz simboliza la felicidad, la plenitud, la satisfacción espiritual. Cuando una persona se encuentra autorrealizada, se irradia por todos lados: en la mirada, en la forma de hablar, de vestirse, de caminar…

En esa época de juventud todavía no se han experimentado problemas reales vitales. Entonces, es normal estar feliz y encantado de la vida. Los problemas son de otra índole (mamá no me deja salir, mi novio me ha dicho esto, me ha salido un grano, mi amiga se ha cabreado conmigo, mi vecino no me quiere dejar su pelota), y cuando luego llegan los problemas de verdad, te ríes de la importancia que le diste a algo tan insignificante.

En este caso, el problemilla del yo pasado es que quería salir por ahí (como todos los jóvenes), experimentar y disfrutar del amor, y como es lógico, a los padres no les parecía correcto. En la época de la dictadura no estaba muy bien visto que la gente mostrara su amor en público. Era considerado algo escandaloso y polémico. Entonces, si dos novios querían verse y tener un poco de intimidad debían hacerlo casi a escondidas, en secreto, a hurtadillas, como si estuvieran cometiendo un delito: alejarme lentamente a un tablao a bailar por sevillanas, escaparme a un cine de verano, sentarme junto a él en ese parque, que me dieran el primer beso de amor…

El léxico connota miedo (alejarme, lentamente, escaparme….). La protagonista está quebrando normas morales y de buen gusto. Está desobedeciendo los protocolos de la época. No cumple con lo establecido o esperado de acorde a una buena educación. Por eso, esa sensación de estar haciendo algo prohibido. El tono transmite incomodidad, inquietud. A pesar de la pasión, hay un elemento perturbador (lo clandestino de estos encuentros)

Las relaciones prematrimoniales eran un tema tabú en este momento. La gente que hoy tiene setenta u ochenta años, al escuchar esta canción, seguro que se traslada también a su juventud, ya que esto era lo normal en los años cincuenta y sesenta. Los novios se iban a los parques y cines cercanos para poder estar solos y disimuladamente tener un poco de espacio e intimidad. 

Los tablaos y las juergas flamencas las cargaba el diablo y por eso, irse a bailar o cantar por ahí, era algo que no estaba bien visto. Y por supuesto, si hablamos de contacto físico directo, ya es el no va más: y que me dieran el primer beso…El yo no se corta en reconocer abiertamente haber incumplido con las normas. Total, el delito ya ha prescrito

En esta parte de la canción vemos a un yo poético experimentando nuevos estados, probando nuevas cosas, conociendo más matices de la vida, entrando en contacto con ella y aprendiendo cómo es el mundo. La inocencia y pureza de alguien que está dando sus primeros pinitos como ser humano independiente, enfrentándose a las reglas de la época. Es normal que el recuerdo del primer beso quede marcado y sellado para siempre en nuestra memoria.

Seguramente, la voz poética sufriría lo suyo haciendo esto, ya que no tiene que ser muy agradable mantener encuentros casi clandestinos, a expensas de que te pillen. Ojo, eso no quita que no disfrutara. Seguro que se lo pasó bien. 

Sin embargo, desde la distancia temporal, ahora que han pasado muchos años (y muchas cosas) se ve esto como un bonito recuerdo, en el que lo positivo (la pasión, la belleza, el goce) pesa más que lo negativo (la presión social, las trabas paternales, el tabú, lo prohibitivo…). 

Se idealiza el pasado. De hecho, las escenas se insertan en contextos preciosistas: Sentarme junto a él en ese parque viendo cómo se ponía el sol […] y oyendo el ruido del mar. El marco espacial es una especie de Locus Amoenus (el parque, la puesta de sol, las olas del mar…). La naturaleza crea un contexto de belleza, que representa la hermosura de esta época de esplendor y plenitud (la juventud). Éramos felices y no nos dábamos cuenta.

Predomina el verso de arte mayor. La primera estrofa es un cuarteto (ABAB). La segunda, la tercera y la cuarta un cuarteto imperfecto (-A-A). Y la quinta un sexto (AABAAB). La rima es asonante (blanca-casa, ventana-plaza-madrugada, tarde-sentarme)



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