miércoles, 17 de julio de 2024

Ovejitas blancas (Gracia de Triana): escenas campestres teñidas de misticismo y sensualidad

La copla que analizamos esta tarde se circunscribe dentro de una tradición literaria arraigada: la canción de serranas. Una serranilla es una composición que se desarrolla en un ambiente rústico. El personaje principal es una mujer que vive en la sierra o en el campo y se dedica a las faenas agrícolas (agricultura, pastoreo, ganadería…).

En 1945 los maestros Perelló, Palma y Monreal crearon unas bulerías para la película Castañuela, que fueron interpretadas por una jovencísima Gracia de Triana. Se trata de Ovejitas blancas. Gracias a este tema y al largometraje, la artista sevillana se hizo popular y consiguió un hueco importante en el difícil mundo de la canción española. Pastora de Córdoba y Gracia Montes hicieron estupendas versiones de la composición 


Mis ovejas son blancas y con lunares,
con las que tengo negras, cuarenta pares,
y en el otoño, niña, y en el otoño,
cuando no tienen yerba comen madroño,
comen madroño.

Una cordera blanca que yo tenía,
que yo tenía,
con la flor de la jara se mantenía,
se mantenía.
Se mantenía, mare, se mantenía,
una cordera blanca que yo tenía,
que yo tenía.

Campanillas de cobre,
collar de cuero;
la va 
guiando un macho
negro lucero,

negro lucero, ay, ay,
la va guiando un macho
negro lucero,
negro lucero.

Tienen mis ovejitas vellón rizao,
y un cordero merino que le he comprao,
y si Dios 
quiere, niña, y si Dios quiere,
tendré veinte corderos par' mes que viene,
par' mes que viene.

Una cordera blanca que yo tenía,
que yo tenía,
con la flor de la jara se mantenía,
se mantenía.
Se mantenía, mare, se mantenía,
una cordera blanca que yo tenía,
que yo tenía.

Campanillas de cobre,
collar de cuero;
la va guiando un macho
negro lucero,


negro lucero, ay, ay,
la va guiando un macho
negro lucero,
negro lucero.

........................................................................................

En una serranilla de corte tradicional asistimos al encuentro amoroso entre un apuesto caballero y una mujer rústica, en medio de la Naturaleza. Pensad en las pastorelas de la lírica provenzal o las serranas del Marqués de Santillana: los dos jóvenes se enzarzan en un apasionante idilio amoroso en el corazón de la sierra. 

El Arcipreste de Hita, en El Libro de Buen Amor, optó por un enfoque más paródico y esperpéntico: las serranas, en lugar de ser doncellas agrestes bellas y jóvenes, eran mujeres corpulentas (gordas), de edad avanzada, poco agraciadas físicamente, y con modales toscos y groseros. Los pobres viajeros que se perdían en la sierra siempre se topaban con una de estas tipas. La mujer les ayudaba a encontrar el camino a cambio de algo (normalmente un encuentro sexual). A veces estas señoras llevaban a cabo tremendas atrocidades contra los viajeros varones: los degollaban vivos y guardaban sus huesos en su casa.

En esta canción nos quedamos con la parte rústica y agreste del personaje femenino. Se trata de una mujer que se dedica a las labores del campo (pastoreo de ovejas). Aquí no hay encuentros amorosos con caballeros, ni pasiones idílicas ni crímenes atroces. La protagonista solamente se limita a describir de manera amable una serie de estampas/cuadros de su vida cotidiana como pastora. En definitiva, cuenta anécdotas de su trabajo

Estamos ante una copla descriptivo-costumbrista. El objetivo no es contar una historia ni expresar unos sentimientos, sino recrear escenas realistas, aliñándolas con un lenguaje literario plagado de recursos musicales y rítmicos, y recurriendo a un ambiente bonito, contextualizado en medio de la Naturaleza (el campo, las ovejas, los árboles, los arbustos…).

La protagonista hace alusión al cromatismo de las ovejas mediante la oración copulativa: Mis ovejas son blancas y con lunares. Con el objetivo de facilitar la rima y dotar de ritmo a la copla, el yo poético se ve obligado a retorcer la estructura sintáctica, alcanzando unos límites que son poco usuales en la lengua estándar, y que recuerdan a la sintaxis de los poemas culteranos del Barroco: Mis ovejas son blancas y con lunares, con las que tengo negras, cuarenta pares

En estos versos encontramos dos oraciones principales, unidas por yuxtaposición: la oración atributiva antes comentada (mis ovejas son blancas…), y una oración con verbo elidido ([hacen] cuarenta pares). El verbo elidido se puede reconstruir y deducir gracias al contexto dramático. La protagonista está realizando una suma de ovejas negras con ovejas blancas. El verbo principal de la segunda yuxtapuesta indica el resultado de esa suma (hacen, dan, son). El contexto cuantitativo nos obliga a “colocar” un verbo de este tipo. En la canción popular española es frecuente encontrar pequeños acertijos y cuentas aritméticas (recordad el “dos y dos son cuatro” de la Muñeca vestida de azul).

En medio de estas dos oraciones yuxtapuestas tenemos una subordinada sustantivada (con las que tengo negras…) inmediatamente posterior a la coma de yuxtaposición. Esta oración sustantivada funciona como término de un complemento suplemento de la segunda oración yuxtapuesta: hacen cuarenta pares CON LAS QUE TENGO NEGRAS. 

Sin embargo, dentro de la sustantivada, el artículo tiene valor anafórico, ya que recupera un elemento que aparece en la primera yuxtapuesta: con LAS que tengo negras. “Las” hace referencia a “ovejas”, que aparecía en el verso anterior. Por lo tanto, esta oración sustantivada mantiene conexiones con las dos oraciones yuxtapuestas: complementa a la segunda oración, y uno de sus integrantes (las) recupera un sustantivo de la primera oración. 

La suma de la elipsis verbal, el artículo anafórico y la colocación de la sustantivada justo a continuación de la coma de yuxtaposición convierten el inicio de la copla en un ejercicio de orfebrería y precisión sintáctica en el que prima la suma de elementos. A la segunda yuxtapuesta se encadena una oración coordinada copulativa, en la que la que se representa a las ovejas pastando: Y en el otoño, niña, y en el otoño, cuando no tienen yerba comen madroño, comen madroño

Una estructura aparentemente sencilla y humilde (coordinación copulativa) se ve aderezada con una serie de elementos que dan apariencia de complejidad y que contribuyen a marcar el ritmo del poema: 

-Por un lado, las reiteraciones de periodos sintácticos completos: y en el otoño, y en el otoño, comen madroño comen madroño

-Por otro lado, la interrupción de la oración para añadir un vocativo (niña), y una oración de relativo explicativa (en otoño, cuando no tienen yerba).

El vocativo da un aire añejo a la composición, pues evoca a la cantiga de amigo gallega y a la jarcha mozárabe, ya que en estas composiciones la voz poética es femenina y se dirige a otra mujer (la madre, la hermana, una amiga...). 

La oración explicativa supone hacer una pausa para añadir un detalle o comentario secundario, que en este caso da una pincelada realista sobre el mundo agrario: cuando llega el mal tiempo las ovejas no pueden alimentarse de hierba (ya que con el frío deja de crecer y se marchita), y tienen que recurrir a los frutos del madroño, que es un arbusto típico de las regiones mediterráneas

El presente de indicativo (tienen, comen) se usa con un valor de habitualidad. La protagonista está describiendo una serie de acciones que se producen de manera cíclica en sintonía y correspondencia con el devenir de la Naturaleza y las estaciones del año (en otoño comen madroños, en verano hierba). La vida de la chica y de todo lo que le rodea están supeditados al transcurrir de los elementos naturales. En función de la época del año y del clima pasará una cosa u otra. 

En la segunda estrofa se produce un cambio en la focalización descriptiva. Se pasa de una perspectiva panorámica o general (la atención recae en todas las ovejas por igual, sin profundizar en ninguna) a un primer plano: la cámara (cámara lingüística…claro está) se centra en uno de los animales, una cordera blanca, y en el tipo de comida que come: Una cordera que yo tenía, que yo tenía, con la flor de la jara se mantenía, se mantenía, se mantenía, mare, se mantenía, una cordera blanca que yo tenía, que yo tenía. Las palabras están relacionadas con el campo semántico de la vegetación mediterránea (madroño, jara). 

La estructura sintáctica se alarga repitiendo los mismos elementos una y otra vez. Una oración simple y de corta extensión  (Una cordera blanca que yo tenía, con la flor de la jara se mantenía) abarca siete versos. 

El sujeto abre y cierra la estrofa (Una cordera blanca que yo tenía…[PREDICADO], una cordera blanca que yo tenía), creando una estructura capicúa armónica, apta para conseguir el ritmo y la musicalidad necesarios. Las reiteraciones dobles y triples de fragmentos sintácticos también contribuyen a realzar los efectos musicales (que yo tenía, que no tenía, se mantenía, se mantenía, se mantenía). 

La voz poética se recrea en los detalles sensoriales con el fin de trasladar al receptor a un ambiente idílico y bucólico. Esto se consigue mediante enumeraciones en estructuras paralelísticas de nombre + complemento (Campanillas de cobre, collar de cuero). Se recurre a un léxico concreto, relacionado con los atuendos ovinos (campana, collar) y los materiales metálicos (cobre) y textiles (cuero), que permiten plasmar sensaciones táctiles y visuales propias de un contexto pastoril.

Muchos pastores, con el objetivo de identificar y reconocer sus ovejas les ponen collares personalizados para que así puedan saber, a golpe de vista, cuál es. También es frecuente colocar en el cuello cencerros o campanas. Así, si un pastor pierde a su oveja puede guiarse por el ruido del cencerro para encontrarla y traerla de vuelta al rebaño. Muy práctico todo!!!!!!!!! Como veis, la copla refleja pautas cotidianas del ámbito ganadero.

En ocasiones, el realismo está teñido de un halo de sensualidad y picardía: La va guiando un macho….  Cuando van a pastar al campo, las ovejas aprovechan para correr y jugar entre ellas. Lo normal es que las ovejas macho y las ovejas hembra hagan encuentros. De ahí que la cordera de la protagonista vaya detrás del cordero macho. 

El verbo de seguimiento y aproximación (guiar) avoca al proceso místico. La cordera busca la unión con el cordero. Siempre va detrás de él. La separación física es escasa. El léxico astral (negro lucero) y la interjección (Ay, ay) incitan a esta lectura sugerente. Recordad la metáfora de la oscuridad y la luz en la mística. El alma, en la oscuridad, busca la luz para la unión con Dios. Lo mismo pasa con la cordera .

De todas formas, la palabra lucero también tiene una acepción biológica y zoológica. Un lucero es un lunar que tienen en la frente algunos cuadrúpedos. Las ovejas son cuadrúpedos (andan a cuatro patas), así que también podrían tener este lunar en la frente.

Las dos interpretaciones son compatibles. El realismo está teñido de sensualismo y sugestión. El yo poético representa una escena costumbrista y sensorial (las ovejas con sus cencerros/collares, comiendo jara y madroños, las hembras persiguiendo a los machos…). El lenguaje literario potencia la atmósfera de sensualidad. 

De nuevo, las repeticiones sintácticas marcan el ritmo (negro lucero, negro lucero, la va guiando un macho, la va guiando un macho). En ocasiones se recurre a estructuras de quiasmo de tipo ABBA. La va guiando (A), negro lucero (B), negro lucero (B), la va guiando (A)

En la última estrofa, los parámetros de rima y ritmo se consiguen con el hipérbaton: El verbo (tienen) se adelanta al sujeto (mis ovejitas) y el complemento directo (vellón rizado). Se denomina vellón al conjunto de lana esquilada de un carnero u oveja. El diminutivo (ovejitas) da un carácter afectivo al discurso. Tened en cuenta que el yo poético está describiendo de forma afectuosa las cosas bellas de su trabajo

Además de las ovejas, la voz lírica tiene un cordero merino: Y un cordero merino que le he comprado. Los corderos merinos se caracterizan por tener un tipo de lana rizada fina y suave.

El final de la copla recuerda al cuento de la lechera de Samaniego. Gracias a las ovejas, la protagonista obtiene beneficios materiales (lana, leche, carne…). El hecho de que esas ovejas se reproduzcan es una manera de perpetuar los beneficios en el tiempo.

La protagonista celebra que dentro de unos meses tendrá nuevos corderitos: Y si Dios quiere, niña, tendré veinte corderos para el mes que viene. 

Se da una imagen trascendental y todopoderosa de la divinidad muy del gusto de la literatura católica. Es el determinismo teológico. La voluntad de Dios es la que determina el devenir del mundo. Las leyes de la Naturaleza están regidas por Dios. La subordinada condicional (Si Dios quiere…) refleja la fuerza sobrenatural de la deidad, ya que gracias a Él se produce el nacimiento de los nuevos corderitos. El último tramo de la canción está al servicio del panteísmo. Dios representa la armonía y el orden. Si las cosas funcionan con ese orden y armonía, todo saldrá bien (el yo poético tendrá esos corderitos para su sustento).

Métricamente, las estrofas están formadas por versos largos (dodecasílabos: Una cordera blanca que yo tenía) y cortos (pentasílabos: Se mantenía) que riman entre sí con pareados (lunares-pares, otoño-madroño, tenía-mantenía, rizado-comprado, quiere-viene).

El estribillo (Campanillas…) está formado por una seguidilla, es decir, una estrofa de cuatro versos, dos de los cuales son pentasílabos (pares) y otros dos heptasílabos (impares) con rima asonante en los pares (cuero-lucero).



No hay comentarios:

Publicar un comentario