domingo, 16 de junio de 2024

Amante de abril y mayo: cuando la desaprobación social por diferencia de edad no impide el triunfo del amor

En Te he de querer mientras viva asistimos al tópico amoroso de la mujer jovencita y lozana que se enamora de un hombre mayor. Con la canción de hoy, invertimos los papeles: la protagonista es una señora de mediana edad que queda prendada de un apuesto chaval jovencito, veinte años menor que ella

Esta tarde analizamos Amante de abril y mayo, un pasodoble de Quintero, León y Quiroga que popularizó Concha Piquer en el año 1957 para su espectáculo Puente de coplas. Rocío Jurado, Manolo Escobar o Isabel Pantoja hicieron estupendas versiones de este clásico.



 Andaba por los cuarenta,

La rosa de Peñaflor,
Señora de escudo y renta,
Hermosa y sin un amó.
Y de pronto un día cambío de peinao, cambió de peinao,
Y la vió todo er pueblo salí al zaguán,
A decirle adioses a un niño tostao, a un niño tostao,
Que partió galope sobre su alazán.

Amante de abril y mayo,
Moreno de mi pasión,
Te llevo como a caballo
Sentao en mi corazón.
Me están doliendo los centros
De tanto quererte a ti
Me corre venas adentro.
Tu amor de mayo y abril.
Desde los pies a la boca,
Que aprendan todos de mí, ¡ay. ay. ay de mí!
A querer como las locas.

Hablaron más de la cuenta
Las niñas de Peñaflor:
- que si ella tiene cuarenta
y que el solo veintidós-,
Pero contra el viento de la comidilla, de la comidilla,
Y a pesar del tango de lo de la edad,
La vieron casada salí de mantilla, salí de mantilla,
Con aquel mocito de la catedral.

Amante de abril y mayo,
Moreno de mi pasión,
Te llevo como a caballo
Sentao en mi corazón.
Me están doliendo los centros
De tanto quererte a ti
Me corre venas adentro.
Tu amor de mayo y abril.
Desde los pies a la boca,
Que aprendan todos de mí, ¡ay. ay. ay de mí!
A querer como las locas.

......................................................................

La diferencia de edad no es un obstáculo para la consecución de la relación amorosa. Los sentimientos son tan grandes y auténticos, que a la protagonista le da igual el tema de los años y el contexto social de la época. Lo que piense la vecindad, lo que diga la gente, le da igual.

Ya hemos hablado muchas veces de cómo la sociedad tiende a ver con malos ojos este tipo de vínculos tan descompensados desde un punto de vista físico: ¿Es natural que una mujer tan mayor se enamore de alguien tan joven?

Lo normal y estipulado en la sociedad de los cincuenta es casarse con otra persona que sea de tu misma generación. El paisanaje tiende a criticar y juzgar a los amantes, a veces de manera burlesca y cruel, en aquellos casos en los que la diferencia de edad es tan pronunciada. 

La protagonista, en lugar de achicarse ante las críticas y burlas, opta por irradiar abiertamente su amor y sentirse orgullosa de su amado. Estar enamorado no es un desprestigio ni una vergüenza ni un delito (a pesar de la diferencia de años). Es algo bonito y hermoso, que merece la pena vivir. La que se equivoca no es ella, sino la gente del pueblo y del barrio, que en lugar de respetar y reconocer las cosas bellas del mundo se dedica a poner trabas a la vida de los demás. 

Por eso, la mujer considera su actitud vital modélica y ejemplar: hay que disfrutar de las cosas que nos gustan, sin importar lo que digan y piensen los demás.

 Dos voces poéticas se alternan a lo largo del tema:

-En las estrofas habla un narrador omnisciente en tercera persona. El relato se alterna con la descripción

-En los estribillos, habla la protagonista en primera persona. Predomina el tono lírico.

En la primera estrofa se presenta al personaje principal, que es la muchacha madura. Para hacer alusión a la edad, el narrador recurre a un verbo de movimiento o desplazamiento: ANDABA por los cuarenta la rosa de Peñaflor. Esto conecta con la metáfora de la vida como senda, que explotaron algunos poetas como Jorge Manrique o Antonio Machado. El verbo andar implica desplazarse por un determinado momento del proceso vital o existencial. En este caso, la mujer se está moviendo, de forma aproximada, por un periodo de madurez. Está en el ecuador de su vida. 

En Amante de abril y mayo el tema de la edad es relevante. Se trata del rasgo que marca el desequilibrio entre los dos miembros de la pareja. Uno de ellos es más joven (hombre) y otro más mayor (mujer). La diferencia de años es lo más peculiar y característico de esta relación asimétrica. La sociedad aplica criterios físicos y superficiales en lugar de psicológicos y profundos para marcar a las personas. Por eso el primer rasgo que se describe de la protagonista es la edad, produciéndose un hipérbaton: el predicado (andaba por los cuarenta) se antepone al sujeto (la rosa de Peñaflor).

Este sujeto es representado en el poema mediante una metáfora sensual. La chica queda identificada con una flor: La rosa de Peñaflor. 

En los textos literarios, sobre todo renacentistas, la flor implica belleza, goce espiritual, alegría de vivir, color, pasión y esplendor vital. Normalmente, la imagen de la flor se aplica a muchachas que están en la primavera de la vida, es decir, a chicas jóvenes y lozanas, que acaban de estrenarse en la juventud o viven los primeros años de la etapa adulta (quince-veinte años). 

En este caso, se adhiere sobre una mujer que no es joven (cuarenta años). Hoy en día, una persona de esa edad es relativamente joven, pero en los años cincuenta, cuando la gente moría antes, tener cuarenta años significaba entrar en una edad complicada. A pesar de que la protagonista es una señora madura, se le describe con una metáfora típica del Carpe Diem (rosa de Peñaflor). Esto tiene su significado: aunque la muchacha no es joven, físicamente se encuentra bastante bien (hay señoras que para la edad que tienen, se conservan que da gusto, como el buen vino), y sobre todo, tiene un espíritu vitalista y juvenil. En lugar de llorar y lamentarse por el paso del tiempo y la cercanía de la vejez, opta por enamorarse y disfrutar del amor. 

La descripción de la muchacha se resuelve mediante complementos, que se van engarzando a modo de enumeración para darnos información sobre la protagonista:

-Sintagma preposicional, que hace referencia a la procedencia geográfica: …de Peñaflor. Peñaflor es un pueblo perteneciente a la provincia de Sevilla.

-Aposición, que hace referencia a su elevada condición social: señora de escudo y renta. La muchacha pertenece a una familia adinerada, prestigiosa e importante. La renta denota riqueza y poder económico. El escudo, prestigio, honor y privilegios. Solo las familias nobles poseen escudos con emblemas

-Adjetivo, que hace referencia a su belleza y agradable aspecto físico: hermosa...

-Complemento circunstancial de modo, que hace referencia a la situación sentimental: sin un amor. Al principio de la copla, la muchacha está soltera y todavía no ha encontrado a su media naranja.

La aposición y el adjetivo crean un contraste respecto al complemento circunstancial. A pesar de que la mujer tiene cualidades positivas (es rica y guapa), no alcanza una situación de fortuna o felicidad (no ha encontrado el amor). Esto hace que el espectador adopte una actitud de empatía hacia la muchacha: es una lástima que una persona que tenga todos los requisitos para ser feliz (condición social, condición estética), no consiga serlo. Resulta inexplicable que alguien con dinero, con prestigio y con belleza no encuentre un novio. El espectador siente penilla de la chica y se pone de su lado.

Presentar a la muchacha en una situación de no plenitud (no es feliz, porque no ha encontrado pareja), constituye un poder retórico importante. Me explico: el espectador empatiza siempre con la parte débil  (en este caso, la señora mayor que no ha encontrado el amor, a pesar de poseer virtudes como la belleza, el dinero o el prestigio social). Cuando luego llega la polémica (la protagonista conoce al chico joven) es más fácil que el público entienda a la muchacha y se ponga de su lado, que la ponga parir: Aunque la diferencia de edad sea el rasgo identificador de los novios, habrá más partidarios que detractores en las gradas, y la gente aplauda su felicidad. 

El narrador busca crear en el receptor una percepción positiva de la protagonista, a pesar de que esta haya ejecutado un acto de desprestigio social (enamorarse de un jovencito siendo ella mayor). 

El espectador en lugar de criticar o mirar con malos ojos la diferencia de edad, celebrará que la chica ha pasado de una situación triste a una alegre y feliz. Al inicio de la copla ella está sin un amor. Al final, la vemos radiante por casarse con el chaval. El público asiste a la transformación, al cambio de fortuna, al paso de la amargura a la dicha. Por eso, es más fácil comprender a la protagonista, a pesar del delito social cometido. Presentar a la muchacha como soltera ayuda a que la percepción de ella no sea tan dura por parte del público.

Al final de la primera estrofa se produce el cambio de la suerte. La loción adverbial marca súbitamente el giro de los acontecimientos: Y DE PRONTO un día cambió de peinado.. La rapidez con la que ocurre representa el capricho del devenir mundano. La vida te da sorpresas y de un segundo a otro pasas de un estado a otro. En este caso, la mudanza ha producido un contexto de mejora o bienestar existencial. 

La protagonista se ha enamorado del chaval. Aunque el amor es algo abstracto e inmaterial, puede tener repercusiones materiales concretas, ya que nuestro cuerpo es una caja de resonancia perfecta, con un poder comunicativo tremendo. El lenguaje corporal nos delata: por la manera de caminar, de hablar, de mirar, de vestir y de hacer las cosas podemos detectar que alguien anda loquito perdido. A pesar de ser un concepto intangible, el amor nos transforma y esto se materializa de una manera impredecible. En esta caso, la chica se ha cambiado el peinado. Cuando nos gusta alguien, solemos cuidar más la imagen: la ropa, el pelo, el maquillaje, el perfume, el rímel...

Esto no solo repercute en el aspecto físico, sino también en los actos cotidianos y la rutina diaria. En la copla se nos cuenta cómo la muchacha salía todos los días al zaguán a despedir a su novio: Y la vio todo el pueblo salir al zaguán, a decirle adioses a un niño tostado. 

Para los que no lo sepáis, el zaguán es una especie de vestíbulo o hall, un espacio dentro de la casa que se sitúa justo al lado de la puerta de la calle. Es el lugar donde se recibe o se despide a las visitas. Todos los días, la muchacha sale al zaguán a despedir al novio, y los vecinos se ponen a cotillear mientras los ven.

Para aludir a los testigos de esta escena de despedida se emplea la sinécdoque: Y la vio todo el pueblo... Se hace alusión al todo por una parte. Es evidente, que resulta imposible que todos los habitantes de Peñaflor se pongan enfrente de la puerta de la vivienda a ver qué ocurre. Lo normal y esperable es que cotilleen solo unas cuantas personas (vecinos más cercanos, algún curioso que pase por la calle…). Para dar un toque de hipérbole se dice que la totalidad del pueblo la ve despedirse, cuando realmente es una parte del pueblo

La hipérbole da un toque caricaturesco a la escena: a la gente le encanta gastar su tiempo contemplando la vida íntima de los demás (con quién sale, qué hace, a dónde va, a qué hora…) en vez de centrarse en sus propios conflictos. Una forma de hacer frente a sus frustraciones y vacíos existenciales es juzgar y cuestionar los asuntos ajenos. Los vecinos se olvidan de sus problemas contándoles al de al lado lo que esta mujer hace todos los días en el zaguán. 

Además de la sinécdoque, encontramos algo de metonimia: el que cotillea no es el pueblo, sino los habitantes de ese pueblo

El novio de la protagonista aparece representado con una metáfora, que remarca el color moreno de su piel: A decirle adioses a un niño tostado. 

Al muchacho le encanta montar a caballo. En estos versos encontramos un léxico ecuestre: Que partió a galope sobre su alazán. Se denomina alazán a un tipo de caballo que tiene el pelo de color carena. El galope es la forma más rápida que tiene un caballo de desplazarse (paso, trote y galope).

Al inicio de la segunda estrofa el narrador recurre al estilo directo para recrear la opinión general que los vecinos tienen de la pareja. El verbo dicendi (verbo de lengua, en este caso hablar) marca el paso del estilo indirecto al directo: Hablaron más de la cuenta las niñas de Peñaflor: Qué si ella tiene cuarenta y el solo veintidós. 

El estado de la cuestión habla por sí solo. La valoración social de los amantes es negativa. Las palabras de la vecindad tienen un matiz crítico importante. La gente desaprueba la relación, ya que no se ve con buenos ojos que una mujer tan mayor se case con un chico tan joven que podría ser su hijo. Estamos en una sociedad de mentalidad cerrada y conservadora. En los años cincuenta resulta incomprensible que dos personas de edades tan diferentes se enamoren. Es un desprestigio social. De ahí las críticas, burlas e infamias. 

El noviazgo se ha convertido en un tema de candente actualidad en el barrio. Ocupa la primera página del diario de chismorreos del pueblo. Los amantes son el centro de atención por parte de las marujas. El complemento circunstancial de cantidad enfatiza e intensifica el fluir de los cotilleos de una forma espontánea y coloquial: Hablaron más de la cuenta…. Es evidente que la gente ha estado dándole a la lengua, hablando horas y horas del tema de moda de Peñaflor: la mujer cuarentona que se acuesta con un veinteañero. Cuando un tema está de moda, la gente se puede pasar días hablando de lo mismo.

El hipérbaton da fuerza a la actitud entrometida de la gente. El predicado (hablaron más de la cuenta) se antepone al sujeto (las niñas de Peñaflor).

En las palabras de los vecinos detectamos el uso de la elipsis. ¿Cuál es el objetivo? reflejar un estilo conversacional y natural, típico del habla coloquial: que si ella tiene cuarenta [años] y él solo [tiene] veintidós [años]. 

Las elipsis agilizan el discurso. Hay elementos que se presuponen (bien por contexto, o bien porque han aparecido antes en el discurso) y no hace falta repetirlos. En este caso se suprime la palabra años. Estos dos versos hablan de la edad de los amantes. Cuando los vecinos señalan a la chica, ya aparece el verbo tener (tener X edad), por tanto, no hace falta volver a repetirlo a la hora de hablar de la edad de él. 

Las dos estructuras son casi paralelísticas: que si ella tiene cuarenta y que él solo veintidós: marcador conversacional [que si/ que si] + sujeto [él/ella] + verbo [tiene] + complemento directo en numeral (cuarenta/veintidós). La gente ve antinatural e incompatible esta relación por la diferencia en el numeral. Por eso las dos estructuras se contraponen.

A pesar de los cotilleos, críticas y desaprobaciones, la pareja opta por hacer oídos sordos. Se deja llevar por el instinto más elemental: el amor, el cariño, la pasión. Si los sentimientos de afecto son auténticos y verdaderos, da igual lo que diga o piense la gente. Lo importante es que los dos personajes se quieran para lograr la felicidad. Sería absurdo no actuar de manera coherente a los sentimientos solo por quedar bien delante de la sociedad. Por muy feo/indecoroso/criticable que resulte casarse con un chaval joven, la protagonista mira por su felicidad. Las cosas no deben hacerse para agradar a otros sino para agradar a uno mismo. 

En esta época la presión social era muy fuerte y podía llegar a influir en la consecución de las pasiones, tal como se refleja en la metáfora atmosférica: Pero contra el viento de la comidilla…. 

El viento representa la fuerza que tenía la masa popular, ya que con sus palabras podía impedir ciertos hechos y conductas. A veces el entorno llegaba a ser tan duro, hostil y opresor que muchos jóvenes dejaban de hacer aquello que les gustaba solo para no ser señalados. El prestigio, la corrección y la convención se ponían por encima de la pasión y el deseo personal. El objetivo era pasar desapercibido, no destacar, no llamar la atención.

A la pareja le da exactamente igual que la gente hable, diga, piense, critique o comente. No les importa ser el centro de atención. Ellos lo que buscan es la autorrealización (aunque los vecinos suelten sapos y culebras por la boca ).  

Esto se refleja en las oraciones concesivas. La existencia de obstáculos y trabas en las subordinadas (pero contra el viento de la comidilla, y a pesar del tango de lo de la edad), no impide la consecución y el triunfo de la acción de la oración principal (la vieron casada salir de mantilla con aquel mocito de la catedral). 

A pesar del entorno, la protagonista termina en una situación de plenitud, formando un matrimonio con la persona que quiere, tal como expresa el complemento predicativo: La vieron CASADA

El espectador asiste al triunfo del amor y la derrota de la presión social. Ha podido más lo primero que lo segundo. El narrador se recrea en los detalles relativos a la ceremonia, con el objetivo de enfatizar el vencimiento del corazón. Se centra en la ropa de la novia (salir de mantilla), en su compañía (con aquel mocito), y en el escenario de la boda (de la catedral). Se regodea de la dicha. 

En los complementos circunstanciales detectamos pinceladas extásicas y burlescas. La protagonista está viviendo su día grande, está gozando de una situación de felicidad y placer. Con su indiferencia hacia el entorno social, la muchacha ha alcanzado la plenitud y la satisfacción espiritual. 

Ante el enemigo (sociedad, entorno) la señora queda en una situación de superioridad. La gente no la está viendo sufrir. No hay humillación. La muchacha se representa feliz, disfrutando de su gran día. A muchos les gustaría verla llorando por las esquinas y lamentándose. En cambio, se muestra radiante y pletórica. Ella es la triunfadora. Todo triunfo conlleva una celebración, la cual se refleja en las estampas jubilosas del narrador (la mantilla, la catedral, el mocito). La historia tiene un final feliz. Los amargados e infelices son otros  

En el estribillo la protagonista habla en primera persona. Se dirige al novio con vocativos metaforizados: amante de abril y mayo, moreno de mi pasión

Como ya hemos dicho, el chavalillo es de piel morena. En la poesía de la copla, el prototipo de belleza masculina se asocia al color tostado de la piel. Los chicos guapos suelen ser los morenos. Se trata de cumplir un canon establecido. ¿Recordáis la lírica italianizante del XVI? En la poesía renacentista hay un modelo ideal de la mujer, que representa la perfección física. Es la Donna Angelicata de Petrarca: mujer de pelo rubio, ojos azules, labios rosados. Al igual que existen prototipos de belleza femenina, también existen prototipos masculinos. En este caso, la piel morena.

Abril y mayo son los meses primaverales. La primavera representa la estación florida y colorida del año cuando la Naturaleza está en su máximo esplendor y belleza. La protagonista atraviesa una fructífera etapa vital. Se ha enamorado. Vive una segunda juventud. Lo único que hace es disfrutar de los placeres de la vida y de las cosas más bonitas que le ofrece el mundo (en este caso, el amor con un chico joven y guapo). La muchacha no es joven, pero su espíritu nada tiene que envidiar al de una chica joven. Quiere comerse el mundo. Adopta una actitud epicureista.

La protagonista describe su estado anímico empleando imágenes ecuestres que representan la unión mística entre los amantes: Te llevo como a caballo sentado en mi corazón. Los jinetes van unidos a sus caballos, lo mismo que la amada a su novio.

En algunos versos, aparecen recursos hiperbólicos de la poesía medieval cancioneril. El amor es tan grande e intenso que provoca daño físico en el amante: Me están doliendo los centros de tanto quererte a ti. La oración subordinada consecutiva adopta un enfoque cuantitativo. El amor es tan auténtico que no deja indiferente a la persona que lo sufre

La pasión se convierte en energía vitalizadora, en elemento purificador del espíritu, en fuerza esencial para la existencia, siguiendo los cauces de la lírica garcilasiana. Se recurre a la metáfora del amor como fluido de sangre: me corre venas adentro tu amor de mayo y abril, desde los pies a la boca. Una persona está viva cuando la sangre fluye por sus canales circulatorios. En este caso, la sangre se identifica con el sentimiento amoroso. Sin amor, la vida sería imposible. La vida de la muchacha tiene sentido porque ama a este chico. Sin amor, no hay vida. Los complementos circunstanciales (desde los pies a la boca) intensifican el sentimiento y lo dotan de plenitud.

Como dijimos al principio del análisis, la protagonista no se avergüenza de querer a un chico que tiene veinte años menos. Ella no está haciendo nada malo ni indecoroso. Solo se deja llevar por el corazón. Ella considera que su comportamiento es ejemplar y modélico. Todo el mundo debería hacer lo mismo para ser feliz: dejarse llevar por sus verdaderos sentimientos y pasiones y no preocuparse de lo que piensen los demás. Como queramos agradar a los demás a costa de nuestra felicidad y deseos, al final seremos unos amargados y frustrados. Lo que ella hace es lo que todo el mundo debería hacer. Por eso, la canción termina con una afirmación rotunda y sentenciosa, que encierra un consejo vital importante: Que aprendan todos de mí, a querer como las locas

Amar a alguien es algo maravilloso, sublime, hermoso. Es una lástima no poder vivir eso por culpa de convenciones sociales absurdas. ¿Qué más da que el chavaql tenga veinte años menos, si hay amor? 

La copla termina con la alusión a un tópico procedente de la poesía cancioneril: el amor como trastorno que causa locura (a querer como las locas...). Ya hemos comentado que muchos intelectuales de la Edad Media estudiaron de manera científica y rigurosa los efectos del amor, llegando a afirmar que el amor es un tipo de enfermedad que altera la personalidad del hombre. La protagonista dice que querer con locura, estar enfermos de amor, es lo mejor que nos puede pasar. En lugar de criticar, juzgar y valorar conductas ajenas y perder el tiempo mirando lo que hacen los demás, deberíamos preocuparnos de nuestra propia felicidad. Seguramente, mucha de la gente que critica lo hace porque nunca ha sido feliz y busca consuelo viendo cómo los demás tampoco son felices.

Cada estrofa está formada por la combinación de una cuarteta octosilábica (8a 8b 8a 8b) y un serventesio dodecasílabo (12A 12B 12A 12B). En ambos casos, el primer verso rima con el tercero y el segundo con el cuarto.

Los estribillos están formados por dos cuartetas (8a 8b 8a 8b) y una tercerilla, donde rima el primer verso con el tercero en asonante y el segundo queda libre (8a 8- 8a).



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