jueves, 30 de mayo de 2024

A la fuente (Sal Marina): la dicha de sentir el amor

La canción que vamos a analizar hoy son unas sevillanas que el grupo gaditano Sal Marina popularizó en 1985 en su disco Las sevillanas de Sal Marina. Se titula A la fuente, aunque también se la conoce como Tengo en mi casa un arriate. Se trata de un tema sensual y coqueto donde el yo poético irradia la pasión amorosa hacia la persona que quiere, y se siente afortunado por tenerla a su lado



Que me da flores to el tiempo, que tengo en mi casa un arriate

Tengo en mi casa un arriate
Que me da flores to el tiempo
Tengo en mi casa un arriate
Que me da flores to el tiempo
Que tengo en mi casa un arriate

Tengo en mi casa un arriate
Que por si acaso pasaras
Tenga yo flores pa darte
Que por si acaso pasaras
Que tenga yo flores pa darte

Tenga yo flores pa darte
Que yo me voy contigo a la fuente
Que pa que tú me laves el pañuelo
Agüita que tú me la dieras
Agüita que yo me la bebo


Reyes y príncipes tienen, que le sobran los dineros

Que le sobran los dineros
Reyes y príncipes tienen
Que le sobran los dineros
Reyes y príncipes tienen
Y que le sobran los dineros

Que le sobran los dineros
Yo soy más rico que "naide"
Tengo a la prenda que quiero
Yo soy más rico que "naide"
Que tengo a la prenda que quiero

Tengo a la prenda que quiero
Que yo me voy contigo a la fuente
Que pa que tú me laves el pañuelo
Agüita que tú me la dieras
Agüita que yo me la bebo


Me tiene esta flamenquita, que con el sentío perdío

Con el sentío perdío
Me tiene esta flamenquita
Con el sentío perdío
Me tiene esta flamenquita
Que con el sentío perdío

Que con el sentío perdío
Que no sé lo me hago
Que no sé lo que me digo
Que no sé lo me hago
Y que no sé lo que me digo

Que no sé lo que me digo
Que yo me voy contigo a la fuente
Que pa que tú me laves el pañuelo
Agüita que tú me la dieras
Agüita que yo me la bebo


Crisoles de los plateros, que van a fundir los metales

Van a fundir los metales
Crisoles de los plateros
Van a fundir los metales
Crisoles de los plateros
Que van a fundir los metales

Van a fundir los metales
Este querer tuyo y mío
No me lo pretenda "naide"
Este querer tuyo y mío
Que no me lo pretenda "naide"

Que no lo pretenda "naide"
Que yo me voy contigo a la fuente
Que pa que tú me laves el pañuelo
Agüita que tú me la dieras
Agüita que yo me la bebo


..................................................................

El poema bebe de la lírica tradicional castellana. En las canciones amorosas medievales de corte popular, había elementos naturales que estaban cargados de simbología y connotaciones pasionales, casi eróticas. Por ejemplo, era habitual que detrás del ruiseñor se encontrara la figura del amado; o que la amada fuera identificada con una tórtola. Por tanto, el amor de esas aves era una metáfora con la que representar el afecto de la pareja. También era habitual que el amado invitara a la amada a dar un paseo al río o al prado, que en realidad era el pretexto y la excusa para vivir una escena de amor en el campo

Lo de ir a lavar la ropa al río es todo un clásico: el  río era el lugar predilecto para citarse con el amado y tener encuentros con él.

En el estribillo de la sevillana ocurre algo parecido. El yo se ofrece (o mejor dicho, se autoinvita) a acompañar a la amada a un lugar mágico, encantador, que nada tiene que envidiar a la madre Naturaleza: que yo me voy contigo a la fuente que pa que me laves el pañuelo. 

Evidentemente, lo de lavar el pañuelo es solo una excusa para otra cosa más trascendental. Hay mucha sensualidad y picardía con este ofrecimiento. Es una forma sutil de decir “quiero ir contigo a amarte”. En los textos literarios la fuente siempre ha estado cargada de simbolismo: el fluir del agua, el ruido que hace con el surtidor, el color cristalino…Es generadora de belleza visual y sonora. Modernismo en estado puro. Para Antonio Machado, por ejemplo, la fuente es símbolo de la ilusión y el anhelo: el deseo de amar a alguien

La anáfora (que yo me voy…/que pa que tú…) enfatiza las ganas, la impaciencia, las prisas, el deseo del amado por culminar y fraguar su amor

El amor se representa como elemento purificador del espíritu. Aporta vitalidad, satisfacción, existencia grata. Es un bien imprescindible y necesario para la vida, tal como se refleja en la metáfora: Agüita que tú me la dieras, agüita que yo me la bebo. El agua es un elemento fundamental para la vida. Sin agua no estaríamos vivos. El amor, como el agua, es primordial para llevar una vida plena y óptima. Sin amor, no hay vida. De manera natural, la gente busca establecer vínculos afectivos con otras personas.

El paralelismo nos dibuja a un amado ansioso, desesperado, voraz, ávido, con muchas ganas de satisfacer el deseo: Sustantivo tematizado en diminutivo (agüita) + conjunción (que) + sujeto (tú/yo) + complemento indirecto (me) + complemento directo (la) + verbo (dieras/bebo).

Viendo esta escena, y con todos los respetos del mundo, se crea la sensación de que el amado es un pobre pidiendo limosna (de amores), que busca amor, necesita amor y quiere amor de manera urgente y prioritaria. Sin amor no puede vivir. Todo el amor que le den, por poco que sea, es bien recibido. El diminutivo (agüita) crea un efecto compadecedor y victimista hacia la figura masculina para ablandar el corazón del receptor. Al fin y al cabo, todos necesitamos amor, estamos sedientos de cariño. 

La primera sevillana empieza en un tono realista-costumbrista, creando una estampa cotidiana y doméstica: tengo mi casa un arriate que me da flores todo el tiempo. Para los que no lo sepáis, un arriate es una franja de tierra, generalmente alargada y estrecha, situada junto a la pared de un jardín o patio, que se usa para cultivar flores o plantas, a modo de decoración. 

La hipérbole (todo el tiempo) sensualiza el lugar, lo embellece. La pasión del yo se irradia a su entorno cercano. Por eso el arriate da tantas flores: porque el yo está muy enamorado y da color al paisaje. 

Esta escena realista desemboca en el cortejo: que por si acaso pasaras tenga yo flores para darte. El yo poético utiliza el elemento natural (las flores del arriate) al servicio del amor a la dama. Incluso en un estado de duda (el adverbio acaso indica que el hablante no está seguro de que la chica vaya a aparecer) el amado está tan ilusionado por la moza que tiene preparado todo por si se produjera el encuentro. No le falta ni un detalle. Un previsor. 

En la segunda sevillana, el yo poético se considera un privilegiado por disfrutar del amor de la chica. Está feliz y encantado de la vida. No puede pedir más. De ahí la comparación con el escalón más alto de la sociedad: reyes y príncipes tienen que le sobran los dineros, yo soy más rico que nadie que tengo la prenda que quiero. 

El yo se siente afortunado, rico y dichoso. Si hay gente que es feliz en la esfera del materialismo (por tener dinero, vivir bien, con lujos, a todo tren, tirando la casa por la ventana, los mejores restaurantes,  propiedades por doquier, coches…), la voz poética se siente feliz en el plano del espiritualismo (alcanza la plenitud y se siente pletórico amando a esta persona). No necesita riquezas, ni caprichos ni una vida de alto standing. La felicidad consiste en amar, no en tener. 

El verbo tener funciona como intransitivo (no lleva complemento directo). Esto sucede cuando significa “marchar bien”, “poseer fortunas”. Para aquellos que prefieran una existencia basada en lo tangible y lo físico este sería su ideal. No es el caso del protagonista masculino. 

La pluralización de un concepto genérico indefinido (los dineros), y el indefinido vulgar con metátesis (naide), da al texto un halo de espontaneidad y naturalidad. Se nota que esa idea de equiparar la plenitud del corazón (alma) con la material (cuerpo), le ha salido del corazón, lo piensa de verdad, es sincero. Resulta creíble. No lo dice por decir. De verdad él se considera un rico por estar enamorado

Los términos que designan a miembros de clase alta (reyes y príncipes), connotan lujo, poder y elitismo. En definitiva, la culminación de las aspiraciones vitales (prosperidad). El yo poético, en cierta medida, también ha satisfecho sus deseos, pero en el plano del alma. Ha llegado a lo más alto en la esfera de lo sentimental/espiritual, al igual que un rey ha llegado a lo más alto en la esfera de lo social/material. Se trata del concepto de ascenso: ascenso material (en el caso del rico y el poderoso) y ascenso espiritual (en el caso de la voz poética de esta sevillana)

El comparativo de superioridad magnifica e intensifica la cualidad de afortunado y privilegiado por tener al lado a la persona que quiere (yo soy más rico que nadie...). La metáfora de posesión también contribuye a resaltar el logro de alcanzar sus máximas aspiraciones (tengo a la prenda que quiero). La cosificación de la amada (amada=prenda) es una muestra del llamado materialismo espiritualista. 

En la tercera sevillana, podemos ver los efectos del amor en el protagonista: me tiene esa flamenquita con el sentío perdido, que no sé lo que me digo, que no sé lo que me hago. 

Cuando alguien está enamorado pierde la noción de la realidad, del espacio y del tiempo. Está como atontado/aturdido/en una nube (en la inopia). Se pasa el tiempo en su mundo interior pensando en ese ser al que tanto quiere y que ha pasado a ocupar el centro de su vida.

Parece que todo lo demás no importa. El mundo que te rodea es como si desapareciera. No interactúas igual que antes. No percibes las cosas igual. La gente de tu alrededor nota cambios y te dice, "este se ha enamorado" jajajja

Ya lo decían los teóricos de la poesía de cancionero del XV: el amor anula los sentidos. Una persona enamorada está desubicada del mundo, pierde el interés por todo (salvo en la persona que quiere), está tan ensimismado en su realidad interna que no es consciente de la realidad externa. Esto se ve en el paralelismo: adverbio negativo (no) + verbo cognitivo (sé) + oración subordinada de complemento directo (lo que hago/lo que digo). La pasión te sobrepasa de tal forma que te cambia la vida tal y como la conocías, te alteran las sensaciones y percepciones del mundo. De ahí la expresión perder el sentido.

El diminutivo posee un carácter afectivo, elogioso y cariñoso para referirse a la amada (flamenquita)

La última sevillana acaricia el tono de la mística, ya que el amor se asocia a elementos que dan calor, como en el Cantar de los Cantares: Crisoles de los plateros que van a fundir los metales. 

Un crisol es un recipiente hecho de un material resistente al fuego que sirve para fundir el metal en su interior. También se llama así a la cavidad del horno donde se pone y recoge el metal para su fundición. Un platero es una persona que tiene como oficio labrar la plata. Este contexto de altas temperaturas solo puede tener una interpretación: El calor de la fundición del metal equivale al calor de la pasión amorosa

El yo poético considera que ha culminado sus aspiraciones vitales al conquistar a esta persona. Esto se plasma con el demostrativo de cercanía que señala de forma contundente la unión (mediante conjunción copulativa) de la figura femenina (segunda persona) y masculina (primera persona): este querer tuyo y mío. 

En el lenguaje de la mística, es la tercera etapa, la fase unitiva. Los dos amantes se fusionan en un solo ente. Y por supuesto, la unidad es inquebrantable, irrompible, inseparable: No me lo pretenda naide. El yo poético ha alcanzado su felicidad, su autorrealización y nadie lo va a separar de su amada.

Los versos de las sevillanas son octosílabos, y forman coplas: el segundo rima con el cuarto, y el primero y el tercero quedan libres (8- 8a 8- 8a). En los estribillos la rima queda fulminada, y el cómputo silábico se irregulariza.


No hay comentarios:

Publicar un comentario