lunes, 15 de enero de 2024

Su Primera Comunión: el orgullo de un padre cuya hija recibe el sacramento de la Eucaristía

Hoy analizamos uno de los temas más entrañables del repertorio del cantaor jinense Juanito Valderrama que además de intérprete fue autor de la letra. En el año 1953, el conocido artista hizo un viaje a Gandía como invitado a la Primera Comunión de la hija de un matrimonio amigo de toda la vida. 

Estando alojado en un hotel del municipio valenciano a la espera de la ceremonia, a Juan se le ocurrió la idea de escribir una copla que hablara del orgullo que sienten los padres cuando ven a sus hijos participar por primera vez en el sacramento de la Eucaristía. 

Según cuentan, Valderrama no tenía en ese momento ningún papel en blanco para hacer sus anotaciones de composición poética. Cogió una novela del oeste que estaba leyendo y aprovechó los huecos en blanco entre las páginas para escribir el poema. Al final, esta pequeña improvisación que se hizo a modo de juego/pasatiempo, se convirtió en una de sus canciones más exitosas: Su Primera Comunión. Serrapi y Escolies se encargaron de la parte musical. 




Como una blanca azucena,

Lo mismito que un jazmín
Mi niña va hacía la iglesia
A la iglesia de San Luis

Ha cumplido siete años,
Y va a recibir a Dios
Mi niña toma rezando
Su primera comunión

En el quicio de la puerta
Estamos su mare y yo
Con lágrimas en los ojos
Y risa en el corazón

Un coro de serafines
Hay en el altar mayor
Que está mi niña tomando
Su primera comunión

De rodillas es tan bonita
Y tiene tanto salero
Que le da el agua bendita
Un angelito del cielo

Mi niña ya está en mi casa
Llena de gracia de Dios
Como la mira su mare
Y como la miro yo

Cariño de mi cariño,
Alegría de su amor
La nieve y el blanco armiño
Copiaron de tu candor

Para un padre y una madre
No hay alegría mayor
Que ver hacer a sus hijos
La primera comunión

De rodillas es tan bonita
Y tiene tanto salero
Que le da el agua bendita
Un angelito del cielo

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La voz poética se identifica con el padre de la niña que hace la Primera Comunión. Durante el siglo XX, el estreno en el sacramento de la Eucaristía se consolidó como una ceremonia relevante en la vida del católico. Para la familia era un orgullo que el niño comulgara por primera vez. Ese día se convertía en trascendental, importante e inolvidable. Todo el mundo recuerda anécdotas del día de su Primera Comunión, se conservan fotografías, y en general, se da una visión amable e idealizada de este evento. 

El foco del poema, es decir, el centro de atención, recae sobre la hija, que es la protagonista del evento. Todos los ojos (los del padre, los de la familia, los del lector) están dirigidos hacia la niña, la cual va a pasar por uno de los trances más importantes de su vida cristiana. La Primera Comunión supone recibir el cuerpo y la sangre de Jesucristo.

Leyendo el texto, nos da la sensación de que el yo poético lleva una cámara de video y va enfocando y grabando todos los detalles de la ceremonia. El progenitor se convierte en testigo y transmisor de los hechos, describiéndonos la escena en directo, a la vez que pasa. Observa e irradia desde la emotividad. 

En la primera estrofa, la voz lírica presenta a la protagonista absoluta de este día: la niña. Describe su indumentaria (vestimenta), en la cual aparecen elementos que tienen que ver con el color blanco, ya sea en forma de comparación (como una blanca azucena) o metáfora (lo mismito que un jazmín). El blanco simboliza la pureza y pulcritud del alma. Para la unión mística con Dios (comunión) es necesario pasar por dos trances, que tienen que ver con la limpieza del alma.

a)      El Bautismo: supone borrar la mancha del Pecado Original

b)    La Penitencia: supone confesar todos los pecados cometidos a lo largo de la vida y que estos sean perdonados.

Por lo tanto, cuando un niño hace su Primera Comunión, siempre lo hace limpio, libre de Pecados. De ahí que los niños suelan ponerse trajes blancos.

Como la Primera Comunión es en un hecho trascendental en la vida del niño cristiano, la familia tiende a recrear todos y cada uno de los detalles que forman parte del proceso. Por eso, el padre presenta a su hija de camino al templo: Ni niña va hacia la iglesia. 

La anadiplosis permite al yo poético ralentizar el paso del tiempo para dar solemnidad a la estampa. Mi niña va hacia la iglesia/a la iglesia de San Luís. Se congela la escena, pero sin renunciar al movimiento. Los testigos gozan y disfrutando de un evento que es amable, bonito, placentero, pleno y feliz. El verbo de desplazamiento (va) crea una sensación de viveza, que el narrador no quiere terminar. 

La historia es verosímil, su contenido tiene apariencia de verdad, resulta creíble para el público. Aunque esta niña no tenga nombre y apellidos concretos, y no se le pueda asignar un referente real y conocido, todas las familias con un niño que haya hecho la Primera Comunión, pueden sentirse identificadas con el tema, creando un halo de emotividad. 

El objetivo es crear una atmósfera realista, con la que todo el mundo empatice. Por eso no nos extraña que se cite una iglesia cuyo nombre está presente en muchos pueblos y ciudades de España: San Luís. Muchas basílicas llevan por denominación un santo. Aunque el autor no pretende ambientar la canción en un lugar concreto, el receptor siente que se trata de un templo como el que hay en cualquier barrio de España. 

El posesivo (mi niña) enfatiza el afecto que un padre siente por su hijo. Padre e hija forman una barrera de amor inquebrantable e irrompible. Para un progenitor, su hijo es lo más importante. El vínculo que forman es inherente y natural. 

En la segunda estrofa, el yo poético completa la descripción física de la niña: Ha cumplido siete años. Antiguamente, las Primeras Comuniones se celebraban cuando los hijos eran más pequeños. En este caso, a los siete años. Actualmente suelen celebrarse en torno a los nueve años.

La perífrasis verbal ingresiva (ir + infinitivo) marca el evento de la comunión como cercano, inminente, está a punto de comenzar. Va a pasar sí o sí. Forma parte de la obligación del cristiano: Y va a recibir a Dios. 

El padre tiene ganas de ver a su hija comulgar. Se trata de un momento esperado y ansiado, que supone un punto de inflexión en la vida como cristiano. Cuando algo es positivo para nuestros seres queridos, todos deseamos que ocurra.

De nuevo el yo poético se recrea en los detalles. Para la imagen y describe el momento de forma limpia, clara, nítida, diáfana, sin necesidad de adornos o excesos retóricos: Mi niña toma rezando su primera comunión. 

El gerundio expresa simultaneidad escénica. El padre narra el evento a la vez que sucede, en directo, a modo de retransmisión. Cuenta lo que ve colocando a su hija en el centro de la estampa, sin necesidad de aliños u ornamentos. A esta fotografía no le hace falta más. Genera emotividad sin elementos de tipo subjetivo o personal. 

En todo momento, se respeta el ritual de la Primera Comunión. Después de llevarse la Hostia Sagrada a la boca, los niños suelen arrodillarse para rezar de forma íntima y silenciosa. Todo esto queda registrado en el poema.

Para los padres este momento resulta muy emotivo. Por eso asistimos a un cambio en el foco narrativo. Durante unos segundos el yo poético se convierte en personaje. Dirige la cámara hacía sí mismo y a su entorno físico más cercano, para que el receptor vea cómo se sienten los progenitores y lo emocionados que están: En el quicio de la puerta estamos su madre y yo

Por unos instantes, la voz lírica deja de enfocar a la niña para realzar la presencia de los padres. A pesar de no ser protagonistas, los padres son también una parte importante del evento, ya que están viviendo un cúmulo de intensas emociones al ver en directo a su hija hacer la Primera Comunión. Merecen un poquito de atención. Para los más allegados es también un orgullo. 

El cambio de enfoque se produce de forma rápida y súbita, gracias al hipérbaton: el circunstancial de lugar (en el quicio de la puerta) y el verbo (estamos), se adelantan al sujeto (su madre y yo). 

En esta sección del poema el léxico hace referencia a emociones y sentimientos personales, así como a diferentes partes del cuerpo en las que se manifiestan. Esto se expresa mediante el paralelismo: Con lágrimas en los ojos/y risas en el corazón (complemento circunstancial de instrumento + complemento circunstancial de lugar). 

A veces, estos sentimientos resultan antitéticos (lágrimas/ risas). En situaciones cargadas de emoción, la frontera entre el llanto y la alegría es difusa. Se genera una fluctuación de sensaciones llena de matices, pero que configuran verdad y espontaneidad anímica.  Por un lado, una Comunión es un evento festivo, alegre, placentero (hay una cosa muy importante que celebrar y aplaudir: RISA EN EL CORAZÓN), pero a la vez es tan trascendente para la vida que emociona, sella, conmociona: LÁGRIMAS EN LOS OJOS. 

Recordad la teoría mística: la unión del alma con Dios genera un estado de éxtasis, plenitud. Cuando una cosa resulta tan sustancial, sobre todo en el seno de la vida como católico, se produce un cúmulo de emociones indescriptibles, en las que resulta difícil precisar los matices

La niña aparece representada junto a elementos sacros, extraídos de la teología e iconografía cristiana: Un coro de SERAFINES hay en el altar mayor, que le da el agua bendita un ANGELITO del cielo.

La mezcla de elementos terrenales con celestiales realzan el acercamiento místico, dan majestuosidad a la unión entre el alma y la divinidad. Esta fusión se expresa alegóricamente con imágenes sagradas que proceden de los textos bíblicos. Los ángeles y los serafines son espíritus celestiales, que están junto a Dios. 

El yo poético representa a su niña como si estuviera dentro de la Mandorla Mística de los Pantocrátor del arte bizantino o románico. Ella está en el centro de la “almendra” y aparece rodeada de todos estos seres celestiales. Es una manera de representar la vía unitiva. 

La Primera Comunión es un acto que se inserta en el contexto una celebración eucarística o litúrgica en una Iglesia o templo. Por eso, a lo largo del poema, encontramos palabras relacionadas con el mundo de la misa: iglesia, rezando, quicio (elemento de una puerta, en este caso de la puerta de la iglesia), altar mayor (elemento arquitectónico de las iglesias), agua bendita (se refiere, a la mezcla de agua y vino que representa la sangre de Cristo en el acto eucarístico).

En el estribillo, el padre contempla a su hija en pleno proceso místico, a la vez que la elogia y vitorea: De rodillas es tan bonita y tiene tanto salero. Esto refleja el fervor, la pasión y el afecto familiar. Todos los progenitores expresan amor por sus hijos. Es lo natural. 

La intensidad del sentimiento lleva a la hipérbole sacrílega, tal como se observa en la subordinada consecutiva: De rodillas es tan bonita y tiene tanto salero, que le da el agua bendita un angelillo del cielo. El padre está tan orgulloso, que representa a la niña como protagonista de una pintura celestial. 

El diminutivo da un carácter afectivo al discurso (angelito). La felicidad del padre hace que el evento se magnifique y como narrador manifieste su afectación sobre las palabras

En la segunda parte del tema, la ceremonia ha terminado y la niña regresa al hogar. El hecho místico ha culminado, de tal forma que la divinidad se representa como una parte esencial del ser: Mi niña ya está en mi casa llena de gracia de Dios. Éste aparece dentro de la hija, imagen que entronca con el "Animal de fondo" de Juan Ramón Jiménez.

La unión mística genera tanto placer que es imposible describir lo que se siente con palabras. En lugar de utilizar vocablos, el yo poético hace alusión al lenguaje corporal: Como la MIRA su madre, y como la MIRO yo. La mirada se convierte en una caja de resonancia potente, capaz de comunicar emociones verdaderas sin utilizar significantes. La emoción, el orgullo, el placer, la plenitud se palpa en la mirada de los progenitores. 

Desdoblar a los padres en dos versos diferentes (mirada de la madre-mirada del padre) es una manera de intensificar el orgullo: tanto el padre como la madre son igual de importantes en el seno familiar. Los dos dan sentido a la vida de la niña y los dos la quieren por igual. Esto se ve reforzado por el poliptoton: el verbo mirar aparece en tercera persona del presente (mira) y en primera persona del presente (miro). El padre y la madre están igual de felices, sin distinción.

En esta parte de la canción, encontramos un léxico afectuoso/elogioso/jubiloso, cargado de emociones positivas y placenteras, que forman estructuras en paralelismo: cariño de mi cariño, alegría de su amor (sustantivo abstracto + complemento de nombre [preposición+posesivo+sustantivo abstracto]) .

De nuevo, se hace alusión a elementos de la Naturaleza de color blanco (nieve, armiño...). El adjetivo epíteto connota blancura (BLANCO armiño), que está relacionada con la pureza y perfección del alma. El yo poético pone a su hija por encima de todo lo demás (incluso de la propia Naturaleza). En su escala de prioridades, para un padre su hijo es lo primero

La niña aparece representada como un ser superior: la blancura, la pureza, la perfección y la candidez son cualidades inherentes. El único "blanco auténtico" es el de la hija. El resto de elementos blancos del mundo adoptan su blancura copiando/emulando/tomando prestado la blancura de su niña. La blancura original y verdadera es la de su hija, tal como se expresa en la personificación: La nieve y el blanco armiño copiaron de tu candor. Elementos inanimados (nieve, armiño) realizan acciones propias de seres humanos (copiar). 

¿Cuál es el resultado? Una estampa cargada de ternura, con un poquito de "vanidad de padre" en la que el elemento humano vinculante (hija) queda por encima de todos los demás elementos que lo rodean (Naturaleza). Para un padre lo más importante siempre será su hija, por muy bonitos que sean los demás elementos del mundo. Su hija es la entidad más perfecta del mundo. Todo lo demás es menos perfecto

Al final de la segunda estrofa, el padre justifica su estado de alegría y felicidad, así como los diferentes elogios vertidos a lo largo del poema. Para ello, emplea el grado superlativo: Para un padre y una madre no hay ALEGRÍA MAYOR que ver hacer a sus hijos la primera comunión. 

El sustantivo abstracto (alegría) va acompañado de un adjetivo con connotaciones cuantitativas. El fin último es intensificar lo máximo posible las emociones que se generan al ser padre de un niño que hace la primera comunión. En lugar de hacer la afirmación con estructura atributiva (la mayor alegría es….), el autor prefiere retorcer la expresión, empleando una estructura negativa (no hay alegría mayor) a la que se le adhiere una subordinada comparativa (que ver hacer a sus hijos la primera Comunión). 

Es una manera de matizar la gran trascendencia que tiene la Primera Comunión en la vida personal. A lo largo de nuestro periplo existencial pasamos por muchos trances (graduaciones, bodas, entierros...). El sacramento de la eucaristía es, a juicio del yo poético, el más importante hasta tal punto de colocarlo por encima del resto. 

Evidentemente, se trata de una visión subjetiva, hecha desde la perspectiva de un yo poético concreto que acaba de ver a su hija comulgando. Algunos estaréis de acuerdo y otros no. Recordad que la lírica implica una perspectiva de pensamiento. Eso no quiere decir que sea la correcta o la única. A lo mejor para vosotros, el hito más importante de vuestra vida es el matrimonio y no la comunión. 

De las nueve estrofas que tiene la canción, encontramos cinco coplas (estrofas 1, 3, 4, 6, 8) y cuatro cuartetas (estrofas 2, 5, 7 y 9).

-Las coplas están formadas por cuatro versos octosílabos (arte menor) en los que riman el segundo y el cuarto, mientras que el primero y el tercero quedan libres: 8- 8a 8- 8a.

-Las cuartetas están formadas por cuatro versos octosilábicos (arte menor), en los que riman el segundo con el cuarto, y el primero con el tercero: 8a 8b 8a 8b



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