jueves, 25 de agosto de 2022

Don Triquitraque: guajira de un vendedor ambulante con una estrambótica mercancía

El tema que os traigo hoy podría definirse como una mezcla de copla y guajira. Fue compuesto en el año 1950 por los maestros Retana y Legaza para la voz de Miguel de Molina, el cual la interpretó en su última visita a España en el año 57. Se trata de una canción de ida y vuelta, muy salerosa, de ritmo juguetón, que describe a un personaje muy curioso y divertido. Hoy vamos a analizar Don Triquitraque. Antoñita Moreno y Concha Piquer también hicieron sus propias versiones de este poema.

La copla cuenta la historia de Don Triquitaque, un mercader ambulante que se gana la vida vendiendo todo tipo de extraños artículos, de un lugar a otro del mundo. Sus peculiares y extravagantes mercancías, unido a su carisma y gracia a la hora de vender los productos, lo han convertido en un personaje famoso allá por los pueblos por donde pasa.



De La Habana ha venío

el barbián de mi tío
que Don Triquitraque el americano,
que 
toíto el mundo tié recorrío.
Traca que traca, traca que traca,
rejuntando parneses
con su comercio de jipi-japa.

Ay, que Don Triquitraque
ha 
traío canela y clavo,
azúcar cande y oro nativo,
los colmillitos de un elefante,
coquitos frescos y un moro vivo.

Ay, que Don Triquitraque
y una mona ramona con su monito
y una cotorra que viene hablando
y unas calenturitas
que el pobrecito la está 
parmando.

Ay, que Don Triquitraque,
traca que traca, traca que traca
rejuntando parneses
con su comercio de jipi-japa.

pa'mangui ha traío
el barbián de mi tío
un paragüitas que cuando llueve
a mí me pone 
calao perdío,
pa que me suene, pa que me suene,
pañolitos de seda
que más bonitos nadie los tiene.

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En los tres primeros versos el yo poético presenta e introduce al protagonista de la canción: “De La Habana ha venido el barbián de mi tío, don Triquitraque el americano, que toíto el mundo tiene recorrido”. Tened en cuenta que el receptor no sabe todavía quién es este Don Triquitraque que da título al tema. Y como se trata de alguien que parece ser muy conocido entre el pueblo llano, es importante formalizar la presentación.

La descripción incluye los siguientes datos:

1. Procedencia u origen geográfico: “De La Habana ha venido…”. El hipérbaton (se adelanta el circunstancial de lugar al verbo) enfatiza el componente exótico y foráneo de este tipo. Se trata de alguien que viene de un sitio muy lejano, y lo que procede de culturas lejanas en el espacio, suele sugerir misterio, magia, extrañeza, asombro.

Por el hecho de venir del otro lado del Atlántico (Cuba), ya resulta una persona llamativa que destaca entre la multitud. En una época en la que apenas había inmigración ver a un forastero era algo que resultaba bastante estrambótico.

2. Rasgo más destacado de su personalidad (descripción espiritual): “El barbián…”. “que toito el mundo tiene recorrido”. Un barbián es una persona gallarda, atrevida, desenvuelta, decidida. Eso de abandonar tu tierra de origen e irte por ahí dando bandazos de un sitio a otro, a países desconocidos y ganarte la vida vendiendo todo tipo de artilugios extraño no es nada fácil. Hay que valer y tenerlos bien puestos para hacer algo así.

Una persona dedicada a la venta debe comerse el mundo, tener don de gentes, saber hablar, echarle cierta jeta a la vida, llegar al comprador…. Si no eres valiente, es difícil sobrevivir a este oficio, el cual, además, te permite conocer todo tipo de gente y lugares. Podríamos decir que Don Triquitraque es un hombre de mundo, que ha viajado, y se ha formado en la calle. No necesita estudios ni nada.

3. Vínculo del protagonista con el yo poético: “El barbián de mi tío…”. El yo poético recuerda a un narrador omnisciente, ya que sabe todo a cerca del protagonista: cómo es, a qué se dedica, qué vende…Está claro que tiene una relación con él. En este caso, familiar.

4. Mote. Las personas que son famosas o conocidas en un determinado entorno, ámbito o lugar, no suelen ser aludidas o referidas con el nombre de pila, sino con un mote, es decir, con un nombre que hace referencia a alguna cualidad o característica peculiar que los distingue del resto: “Don Triquitraque, el americano”. En este caso, el mote se basa en el origen geográfico.

El estribillo es puro de derroche de significante y juego fónico. Basándose en la imagen acústica del nombre del protagonista (Triquitraque), el yo poético crea combinaciones de sonido que no significan nada: Traca que traca. El resultado es una expresión absurda, pero que suena agradable, casa con el ritmo, da cierto toque travieso y retozón al tema, y además, transmite connotaciones de reiteración: el protagonista no para de vender y vender y vender…vende que te vende. Esa es su vida.

Como vendedor, consigue sus objetivos, que es ganarse la vida, tal como se expresa a través del habla vulgar: “Rejuntando parneses con su comercio de Jipijapa”.

Parné se utiliza en contextos sociales de bajo nivel cultural y significa “dinero”. Pertenece a las variedades diastráticas de la lengua (nivel vulgar). El protagonista consigue juntar dinero con sus ventas.

Jipijapa hace referencia a una región de Ecuador. Por tanto, los productos que vende son productos exóticos, de procedencia lejana, que no es habitual encontrar en España. Al trabajar con mercancía autóctona hace que Don Triquitraque pueda sobresalir, despuntar o destacar sobre otros vendedores.

En el mundo del comercio la diferenciación y la originalidad son fundamentales si quieres hacerte notar de cara a tus competidores.  Y por lo que se ve, don Triquitraque solo hay uno, y bien conocido que es jajaja. Se ha hecho su huequecito y tiene su público fiel. Su inventario de mercancías no dejará indiferente a nadie, y llamativo sí que es.

En los versos siguientes el yo poético enumera algunos de sus curiosos artículos: “Ha traído canela y clavo, azúcar cande y oro nativo, los colmillos de un elefante, coquitos frescos y un moro vivo […] y una mona rabona con su monito y una cotorra que viene hablando”.

Cada vez que escucho esta copla no puede evitar acordarme de los gitanos de la novela de García Márquez “Cien años de soledad”, que acudían cada año a Macondo a vender todo tipo de cachivaches e inventos extraños que habían triunfado en otras partes del mundo. Pues a Don Triquitraque le pasa algo parecido. Va por los pueblos vendiendo sus existencias, que consiste en objetos muy famosos en otros continentes, y que en España resultan bastante excéntricos y chocantes.

Entre los artículos, caben destacar las especias (canela, clavo, azúcar cande), minerales (oro nativo), fruta (coquitos frescos), piezas que pueden usarse en orfebrería (colmillos de un elefante), y animales (un moro vivo, una mona rabona con su monito, una cotorra que viene hablando).

El azúcar cande es una variedad de azúcar cristalizada (azúcar perlado), dura, usada para decoración de postres. El diminutivo da un carácter afectivo y elogioso al producto (coquito…suena más rico al oído que coco). Hay partes y piezas de los animales que resultan muy valiosos y se utilizan para hacer joyas (por ejemplo, el colmillo de elefante).

Un moro es una variedad de caballo de color negro con algunas manchas blancas. Las cotorras son unas aves parecidas a los loros capaces de emitir sonidos humanos. La mona rabona es una variedad de primate, el macaco de Berbería o mono de Gibraltar.

Da la impresión de que Don Triquitraque es una especie de mago, capaz de traer cualquier cosa a su puesto de venta por muy rara y curiosa que resulte, para dejar boquiabiertos a los compradores, ya que su inventario es una caja de sorpresas donde puedes encontrar de todo, cualquier cosa que no te esperas, lo que no puedes imaginarte. Es lo que tiene viajar de un lado a otro. Su catálogo de compras es un mosaico, pastiche y fusión de todos los viajes que ha realizado por el mundo. Su mercado no es un mercado convencional y cotidiano. Es un reflejo de su vida.

La enumeración material de la mercancía está en polisíndeton, es decir, abusando de la conjunción copulativa: y azúcar […] y oro […] y un moro vivo […], y una mona […], y una cotorra […], y unas calenturitas […]. El nexo enfatiza el carácter abierto del catálogo, el cual se va renovando y no para de añadir nuevas cosas.

Su listado de productos parece el cuento de nunca acabar. No para de traer nuevas cosas al puesto, a cada cual más rara y estrafalaria. Cada producto sorprende más que el anterior, pudiendo encontrar cosas de todo tipo y procedencia.

El último elemento de la enumeración no es material, sino sensorial: “Y unas calenturitas que el pobrecito la está palmando”. Esto crea un contrapunto irónico y jocoso al poema. Toda la abundancia del género (en calidad y cantidad, tal como hemos visto) contrasta con la debilidad de su estado físico. Tener calentura significa tener fiebre, la temperatura del cuerpo aumenta.

Es la reacción física del organismo ante alguna enfermedad o virus. Estos últimos los asociamos a países subdesarrollados, lejanos y con una sanidad deplorable. Al viajar tanto, es normal que Don Triquitraque traiga cosas buenas (mercancías), pero también todo lo malo de esos lugares (bacterias, virus…).

La gente que trabaja de cara al público tiene que poner al mal tiempo buena cara y aunque por dentro se sienta mal, se encuentre enfermo, tenga un mal día o su salud se desquebraje, tiene que estar al pie del cañón, con el ánimo alto, sin que se note nada, irradiando entusiasmo y pasión. Si en la venta transmites estados anímicos bajos por problemas físicos o personales, eso la gente lo nota, y no vendes igual. Don Triquitraque no tiene el cuerpo para ganas de juerga con esa fiebre, pero como dice la canción, show must go on, como si no pasara nada.

Los problemas de salud son representados de forma hiperbólica, al borde de la exageración (“la está palmando”). El adjetivo de compasión da un toque afectivo al discurso: “El pobrecito”

En la segunda estrofa, el yo poético nos presenta el lado picaresco del oficio de vendedor: “Para mangui ha traído el barbián de mi tío”. La palabra mangui se utiliza en el habla coloquial y familiar-afectiva para decir que alguien es un ladronzuelo, un pillo, un mangante, un delincuente de baja categoría. Es la cara oscura de este mundillo.

Algunos vendedores son honrados y compran ellos el producto y luego lo venden a un precio mayor para obtener el beneficio. Otros, optan por robar directamente el producto, y luego venderlo, para así obtener un beneficio mayor. Si lo robas, no te gastas dinero en adquirirlo o hacer el pedido.

El mundo de la venta funciona así. Hay gente que es muy ratera. Cuando nosotros vemos el típico puesto de fruta en las calles, hay un porcentaje más o menos elevado de posibilidades de que esa fruta haya sido robada. Evidentemente, cada caso es un mundo, pero suele ser una práctica habitual. Y don Triquitraque no es la excepción. Seguramente haga alguna fullería, tal como se insinúa con el adjetivo “mangui”.

Otro de los aspectos oscuros de este mundillo es el hecho de tener que vender cosas que realmente no son tan buenas como parecen o no tienen la calidad esperada: “Y un paragüitas que cuando llueve a mí me pone calao perdido”. Esto es típico de los contextos publicitarios. El vendedor tiene que dar una imagen de eficacia, que lo que está vendiendo es algo de calidad, utilísimo, de lo mejor de lo mejor, lo más bonito, lo más barato, para que el cliente llegue a la convicción de que la adquisición merece la pena en su vida.

El propio yo poético reconoce que don Triquitraque se pone a vender paraguas que luego no cumplen su función. Esos paraguas en lugar de protegerle de la lluvia le mojan más. La publicidad es seducción y manipulación. Y los vendedores, a veces, tienen que echarle jeta y creerse que lo que venden es lo mejor que hay, aunque no lo sea.

Además, en el mundo del comercio, es importante enamorar a través de la vista, que el producto entre por los ojos, resulte bonito, atractivo, bello. De ahí que los pañuelos que vende Don Triquitraque sean puestos en grado comparativo, para sitiarlos en una posición de superioridad respecto a otros semejantes: Pañolitos de seda que más bonitos nadie los tiene.

En publicidad se busca estar por encima de la competencia. Los pañolitos del protagonista son los más bonitos que hay. Evidentemente, los objetos no solo son forma, sino también tienen una función, una utilidad: “Pa que me suene”. Los pañuelos sirven para secarse los mocos.

Métricamente, le medida de los versos pendula entre el heptasílabo y el dodecasílabo (de 7 a 12). La disposición estrófica es totalmente libre e irregular. En el plano de la rima, encontramos algún pareado a comienzo de estrofa (venío-tío, traío-tío). En el resto, hay alguna rima pero de versos no consecutivos (traca---japa, nativo---vivo)


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