jueves, 24 de marzo de 2022

Soy una feria: el gran himno de Gracia Montes que nos invita a mirar la vida con alegría

La canción que vamos a analizar hoy es considerada, para muchos, el gran himno de Gracia Montes. Se trata de una rumba flamenca compuesta en el año 1974 por Rafael de León y el maestro Juan Solano.

Su contenido es toda una declaración de intenciones, un emblema existencial, un lema y una filosofía de vida, que deberíamos aplicar y tener en cuenta en más de una ocasión si queremos plantearnos ser felices. Hoy vamos a recordar Soy una feria.



En un duelo de amargos desconsuelos

estamos enfrentados vida mía
tus armas son las dudas y los celos
las mías la franqueza y la alegría

Me estas constantemente avasallando
no cantes, no te rías ponte seria
y siempre terminamos tarifando


Pues yo quieras o no soy una feria
soy una feria,soy una feria,soy una feria

Si quieres de verdad que yo te quiera
alégrame la vida compañero
déjate de penas y miserias
olvídate de negros sin sabores
y viste tu bandera de colores

(estribillo)(bis)

Si quieres que te diga que yo te quiero
alegrame la vida compañero
dejate de penas y miserias
olvidate de negros sin sabores
y viste tu bandera de colores

(estribillo)(bis)

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El título, es una metáfora en sí misma (“Soy una feria”). Una feria es un lugar donde prima la alegría, la fiesta, la diversión, el cachondeo, el ruido, la algarabía, el color, el placer sensorial, el disfrute, el deleite, la felicidad. Todo el mundo hemos estado alguna vez en una feria. Ya sabemos lo que hay: luces, música, comida, diversiones, amigos….

Se trata de un contexto placentero en el que el ser humano lo pasa bien, se encuentra a gusto y se olvida de los problemas. Una feria se asocia a momentos agradables. Tiene connotaciones positivas. Nunca negativas (a no ser que tengáis algún trauma por algo concreto que os pasara alguna vez en una feria jajaj).

El yo poético se identifica con una feria en el sentido de que quiere ver la vida de una forma festiva, alegre, optimista, divertida, alejándose de las miserias y las penas que el mundo nos genera en el día a día.

Evidentemente, se trata de una postura subjetiva y personal. Algunos podréis estar de acuerdo y decir, pues me parece fenomenal que la protagonista se tome la existencia así, ya que si te dejas llevar por los males y las lacras del mundo, entonces no hay quien viva y nos pasaríamos llorando y amargados media vida. Seguramente, otros no estéis de acuerdo con este lema y diréis, pues vaya frivolidad/inmadurez/irresponsabilidad ir así por el mundo, de forma tan despreocupada y no tomarse en serio las cosas que puedan venirte.

Habrá gente que aplauda este eslogan vital, y otros que pongan el grito en el cielo. Eso es lo bonito de las corrientes de pensamiento, que son formas individuales y particulares de concebir la realidad. Cada uno tiene su mentalidad y lo que es bueno para unos, para otros no lo es tanto.

El yo poético femenino (amada) se dirige a un personaje masculino (tú, amado), el cual está presente implícitamente en el acto comunicativo, pero nunca toma la palabra. No vemos a hablar al hombre en ningún momento.

Ya os he dicho en alguna entrada anterior que esto era típico de la jarcha mozárabe. Hay un diálogo esbozado (no total): se supone que en el acto comunicativo hay un receptor (el hombre), pero no suelta palabra, aunque sí está presente al lado del yo poético. Esto se debe a que el objetivo del poema es la exposición y exaltación de la filosofía de vida que sigue el yo poético y no tanto la interacción y relación con el amado.

El yo poético se materializa en el texto mediante las marcas en primera persona del singular: “SOY una feria”. El verbo copulativo SER expresa una cualidad inherente y esencial. En este caso, el carácter natural de la protagonista es ser un derroche de alegría, vitalismo, optimismo, buen humor. Por naturaleza es así. Además del verbo, el yo se materializa también en el posesivo (las MÍAS) y el pronombre (ME estás…, YO quieras o no)

La figura masculina (segunda persona) se plasma en el poema con el vocativo (compañero), el posesivo (tus armas), la segunda persona verbal (estás avasallando, si quieres), el pronombre (te quiera) y el imperativo (déjate de penas y miserias)

La interacción hombre-mujer se materializa en la primera persona del plural (estamos enfrentados, terminamos tarifando).

Esto es importante porque cada personaje representa un sistema vital diferente. Y las dos filosofías se contraponen drásticamente. Cada uno tiene una forma distinta de mirar el mundo. Ella, como os he dicho, desde el optimismo y el vitalismo (todo alegría, fiesta, color, placer, feria, cachondeo…). Él, desde el pesimismo y la seriedad (todo pena, miseria, tristeza, dolor…)

El hecho de que cada uno se tome la vida de una forma hace que surja el enfrentamiento, la polémica, la discusión, el choque…y cuando dos personas son tan distintas es fácil que esas batallitas acaben en disgustos, reproches y aflicciones por ambas partes: En un duelo de amargos desconsuelos. El duelo implica una confrontación de pensamientos y corrientes ideológicas. El desconsuelo implica dolor, pena, decaimiento del estado anímico.

La incompatibilidad de mentalidades lleva a la incompatibilidad amorosa y personal: “Estamos enfrentados vida mía”. Al final, ya sabéis cómo acaban este tipo de situaciones: cada cual se cree que lleva la razón, critica la postura contraria y se aferra a la suya como si no hubiera otra cosa…y como guinda del pastel, lo llevamos al terreno de lo íntimo y lo personal, y ya tenemos a Periquito hecho fraile jajjaja

El paralelismo marca las diferencias entre estas filosofías de vida: Tus armas son las dudas y los celos, las mías la franqueza y la alegría: sujeto (tus armas/las mías) + verbo copulativo (son) + atributo nominal bimembrado (dudas y celos/ franqueza y alegría).

El léxico de él posee connotaciones negativas (dudas=inseguridad, celos=envidia). El de ella, positivas (franqueza=sinceridad, alegría=vitalidad). Estos elementos tienen valor antitético ya que se oponen frontalmente. Y está claro que el resultado es una bomba de relojería…

El yo poético reprocha al amado que siempre esté intentando imponerle su manera de ver la vida: “Me estás constantemente avasallando: no cantes, no te rías, ponte seria”. Este es el peligro de la diversidad ideológica, que la línea que separa la imposición de la invitación es muy tenue y a veces se sobrepasa. Y en muchas ocasiones, en el intento de querer llevar la razón, llevas a la otra persona a tu terreno.

Esos imperativos (no cantes, no te ríes, ponte seria) representan aquellas cosas que el amado no soporta de la amada. La alegría y la risa son herramientas de interacción con la vida, reacciones de nuestra alma, que normalmente salen de forma espontánea. El tú está intentando forzar al yo para que esa filosofía y esa manera de tomarse las cosas no aflore. Está conteniendo y reprimiendo sentimientos que son totalmente naturales.

Está claro que esto no puede llevar a buen fin, tal como se expresa con lenguaje coloquial: “Siempre terminamos tarifando”. Tarifar significa reñir, enemistarse

La oración disyuntiva, en este contexto, no deja lugar a la opción (quieras o no, soy una feria). Ella tiene esta forma de ver la vida, es así por naturaleza, su carácter es ese y no lo puede remediar. Su “feria” existe en su alma de una manera inherente, innata, esencial, natural. Su yo es así y no lo van a cambiar.

El amado no tiene el poder para moldear la personalidad de la amada. Ella será una feria le guste o no le guste al muchacho. Ese carácter viene incluido en el pack. Él debería decidir si quiere a una persona así en su vida, pero ella no va a transformarse en alguien que no es. De ahí las reduplicaciones que enfatizan la fidelidad a sus principios de manera firme, férrea e insistente: Soy una feria, soy una feria, soy una feria. Nadie la va a sacar de esa postura. Fiel a sus códigos desde el principio hasta el final de la canción.

El yo poético busca la compatibilidad con el amado en el plano ideológico y espiritual. Para que el amor triunfe es necesario que las dos partes se compenetren en la manera de concebir la vida. La culminación del amor va supeditada al empaste en la cosmovisión. De ahí la oración subordinada condicional: “Si quieres de verdad que yo te quiera…”.

Para que haya amor se tienen que cumplir varios requisitos, los cuales se plasman en la apódasis de la condicional: “Si quieres que yo te quiera…1) Alégrame la vida compañero. 2) Déjate de penas y miserias 3) Olvídate de negros sin sabores 4) Viste tu bandera de colores”

El imperativo (alegra, deja, olvida, viste) materializa las exigencias que pone el yo poético al amado para aceptar la relación amorosa. Es como una especie de contrato para firmar. Las condiciones para que haya amor son estas, las cuales resumen y sintetizan los pilares básicos de esta filosofía de vida vitalista.

Realmente, la amada está haciendo lo mismo que hacía el amado en la primera estrofa: llevarlo hasta su terreno, presionar para que acepte, obligarle a actuar de una determinada manera, aceptar unas ideas que no son las suyas…en definitiva, le está diciendo implícitamente que se transforme, sea otro, se convierta en alguien diferente. Si no, no quiere su amor. El amor va ligado a la compatibilidad de pensamiento y de carácter.

La similicadencia (déjate, olvídate) también contribuye a dar intensidad y fuerza a las condiciones del contrato amoroso.

Un concepto abstracto (vida) es personificado (alegrar), con el objetivo de realzar la actitud de regocijo, goce, satisfacción, placer, alborozo, júbilo del yo poético para afrontar el camino de la existencia.

La bimembración (penas y miserias) representa los elementos tóxicos del mundo, de los que hay que alejarse para alcanzar la felicidad.

El color negro representa el luto, la tristeza, el duelo, la pena, la aflicción. Cuando alguien muere, la gente suele vestir de negro. El yo no puede concebir una visión dolorosa de la vida. Esto se contrapone antitéticamente a la metáfora (“bandera de colores”), que se identifica con la alegría, la belleza, lo placentero. Hay que disfrutar de las cosas positivas de la vida, en lugar de recrearse en lo malo.

El complemento del adjetivo (negros sin sabores) indica la importancia del componente sensorial en el deleite vital. Para disfrutar de la vida, hay que ver, escuchar, oler, tocar. Por eso, todo lo que queda fuera de los sentidos (sin sabores) es rechazado.

Como veis, esta filosofía de vida entronca con muchas posturas intelectuales clásicas y renacentistas: el epicureísmo (defensa de la satisfacción del placer) y el carpe diem (aprovechar la vida disfrutando al máximo)

Hasta la métrica nos recuerda al Renacimiento con el uso del endecasílabo en las estrofas.

-La primera estrofa está formada por 4 versos de arte mayor que riman primero con tercero y segundo con cuarto: 11A 11B 11A 11B. Son serventesios

-La segunda estrofa es un terceto, donde rima primero con tercero y el segundo queda libre: 11A 11-11A

-El estribillo va por libre, y además, son solo dos versos y se repite todo el rato “soy una feria”

-La tercera estrofa es de 5 versos pero no forma quinteto, ya que hay pareado final (sabores-colores) y un verso libre (miserias). 


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