miércoles, 19 de mayo de 2021

El laurel: el juego del galanteo

Hoy vamos a analizar una simpática tonadilla que en el año 1941 el poeta Rafael De León y el maestro Quiroga crearon para voces como Concha Piquer y Estrellita Castro. Se titula El laurel, y cuenta una divertida historia de galanteo y jugueteo amoroso, sin llevarlo al plano de la trascendencia



Estando la niña, niña,

debajo de los laureles,
pasó a caballo un buen mozo
con capa de raso verde.
¿Me quieres decir muchacha
por dónde se va a Graná?,
que ando buscando una novia
y no la puedo encontrar.
Tiene los ojos azules,
igual que el cielo andaluz
y en la boca un jazminero
igual que el que tienes tú.
La niña se ríe, ríe
y luego que se rió
debajo de los laureles
esta copla le cantó:

Aquella torre es la Vela,
y aquel monte, el Albaicín,
y aquella cinta de plata
es el agua del Gení.
Tres hojas, mare,
tiene el laurel.
Dos en la rama
y una en el pie,
y una en el pie,
que las daba el aire,
y olé y olé.

Estando la niña, niña,
debajo de los olivos,
pasó un torero de Ronda
con traje color Corinto.
¿Me quieres decir, muchacha,
en dónde encuentro un queré?
Que hace tiempo que lo busco
y no puedo dar con él.
Vengo de Sierra Morena,
de Huelva y Benamejí,
y cara como la tuya,
serrana, yo no la vi.
La niña se ríe, ríe
y luego que se rió
debajo de los olivos
esta copla le cantó:

Aquella torre es la Vela,
y aquel monte, el Albaicín,
y aquel que viene es mi amante
que sólo vive por mí.
Tres hojas, mare,
tiene el laurel.
Dos en la rama
y una en el pie,
y una en el pie,
que las daba el aire,
y olé y olé.

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La protagonista de la copla es una joven que, estando parada debajo de un árbol, en medio de un camino, en el campo, se cruza con varios hombres y estos la piropean, le tiran los tejos y se insinúan a base de indirectas y juegos. 

Ella, utilizando el mismo lenguaje lúdico y jocoso, les dice que no. Ese es más o menos el marco argumental, que bebe (y mucho) de la lírica del amor cortés. En la Edad Media el cortejo amoroso se concebía como una especie de juego, entretenimiento y diversión frívola. Y el entorno natural (el caballo, el laurel, el campo, el camino) nos recuerda a un género provenzal muy conocido: la pastorella. En este caso, no hay pastoras ni trovadores, pero sí un galanteo en un entorno campestre, con una función recreativa.

En la época en que se escribió esta copla (años 40 del siglo XX), lo normal es que los ríos, campos, caminos y en general, el entorno natural que rodeaba los pueblos, se convirtiera en escenario de juegos y tonteos amorosos. 

Los jóvenes, con la excusa de dar un paseo se alejaban de la zona poblada, y allí, apartados de la gente, de las familias y del ruido, disponían de más libertad para pasarlo bien, hablar con el sexo contrario, ligotear, o simplemente, tontear un poquito o decirle cuatro piropos a la chica guapa del pueblo. Era la forma de divertirse de esta época y de disfrutar del amor. 

Desde la lírica popular medieval, ir al río o al campo solía ser símbolo de encuentro con el amado. Pues aquí paso algo parecido. El laurel se convierte en escenario de los galanteos de varios jóvenes a la protagonista

Las reduplicaciones dotan a la copla de un tono juguetón, musical y frívolo. Al fin y al cabo, ya os he dicho que el cortejo amoroso era casi un juego: “Estando la niña niña…” “La niña se ríe se ríe” “y una en el pie, y una en el pie”. Esas repeticiones dan un toque vacilón y travieso al poema.

La copla consta de dos estrofas, las cuales son paralelísticas, ya que en cada una de ellas asistimos al encuentro de la dama con un amado. En cada estrofa, un chico distinto, pero la estructura es la misma:

1.     Descripción del ambiente y la situación. La protagonista se encuentra en un entorno natural: “Estando la niña niña, debajo de los laureles/de los olivos”. Los elementos vegetales y arbóreos (el olivo y al laurel) dan sensualidad al tema. Una dama bella se encuentra en un marco paisajístico bello y sensual, lleno de color, olor.

2   Llegada del amado a la escena. Es la parte narrativa de la letra: “Pasó a caballo un buen mozo con capa de raso verde/pasó un torero de Ronda con traje color Corinto”.

   Cada amado es introducido por una prosopografía (descripción física), realzando sus atuendos más llamativos, que suelen despertar en la mujer cierto atractivo. 

     Ir a caballo es síntoma de poder y clase. El raso es un ligamento que permite hacer tejidos de seda, que resulta muy pastoso, liso y fino y agradable al tacto. El color corinto es un especie de rojo oscuro (el rojo, que simboliza la pasión). 

    Como veis, los detalles no son causales. Son complementos que resultan agradables y vistosos para el género femenino

3.    Diálogo trivial/anodino/casual, que es solo un pretexto para el galanteo. Parece que el amado pasaba de casualidad por ahí y utiliza la excusa de que se ha perdido en su viaje y debe preguntar a la primera persona que encuentra (la dama) por dónde está el camino hacia su destino. 

      Realmente, esa es la coartada para hablar con ella y así rondarla: ¿Me puede decir muchacha, por donde se va a Graná? La interrogación es solo un pretexto para empezar un acto comunicativo que lleva una segunda intención (rondar a la mujer). 

    El amado se dirige a la protagonista con el vocativo (muchacha) y el uso del imperativo (¿me puede decir…?) es una forma de crear una máscara de cortesía y encanto. 

      Mientras que el primer amante monta esta parafernalia para hablar con ella, el segundo va directamente al grano: “¿Me quieres decir muchacha en donde encuentro un querer, que hace tiempo que lo busco y no puedo dar con él? El torero la trata de forma mucho más cercana y familiar, y la tutea.

4.       Cortejo. En el caso del mozo a caballo, el galanteo empieza después de la excusa de que se ha perdido: “Ando buscando novia y no la puedo encontrar…”. 

    Como veis, deja claras sus intenciones de cortejo con la perífrasis durativa andar + gerundio. La perífrasis de capacidad (poder + infinitivo) es una manera de dejar claro que todavía no hay conseguido culminar su deseo, y que con su habilidad espera lograrlo. 

      El cortejo se plantea como si fuera un juego ingenioso. ¿Y cómo es este juego? El amado describe a su dama ideal mediante la comparación (“Tiene los ojos azules igual que el cielo andaluz”), y la metáfora del olor (“En la boca un jazminero igual que el que tienes tú”). 

     Y los rasgos de esa dama ideal coincide con los rasgos de la protagonista para que esta se dé por aludida, y entre en el juego de dejarse amar. Como veis, dentro del juego hay piropos y elogios. Se compara el color de los ojos con una entidad superior y magna (el cielo) y se resalta el olor agradable de la dama (los jazmines son flores que huelen bien). 

En el caso del torero, el tono del cortejo es menos juguetón, más directo, y más formal: “Cara como la tuya yo no la vi”. Por ejemplo, el amado se presenta (“Vengo de Sierra Morena, de Huelva y Benamejí”) y recurre al superlativo implícito para piropear a la chica (no he visto una cara [tan guapa] como la tuya). Mucho menos ingenioso que el mozo a caballo. Se limita a resaltar la originalidad y peculiaridad de la dama para que esta caiga rendida a sus pies.

5.  Reacción de la dama ante el cortejo. Abarca los últimos versos de las estrofas y los estribillos. La protagonista rechazará a ambos amados. 

     Ante el cortejo, la amada adoptará una postura frívola, vana, con el objetivo de quitar trascendencia e importancia a la figura de los amados: “La niña se ríe ríe, y luego que se rió”. 

      Estos hombres no van a ocupar un papel relevante en su vida. No quiere nada con ellos. El polípton (el verbo reír aparece en presente “ríe” y en perfecto “rió”) contribuye aún más a intensificar esa actitud de intrascendentalidad.

El estribillo se plantea a modo de canción puesta en boca de la protagonista, la cual responderá al cortejo con una negativa (no quiere nada con ellos) pero lo dirá de una manera sutil, divertida, ingeniosa (con una coplilla cantada). 

Es decir, ella va a utilizar el mismo juego de los amados, pero para darles calabazas y decirles que nanai. Si ellos juegan a cortejar, ella juega a rechazar el cortejo. En lugar de decirles que no de una forma convencional o formal lo hará de una forma graciosa, como de chanza.

En el caso del mozo a caballo, os recuerdo, que este usó la excusa de perderse en el camino para hablar con la chica: ¿Por dónde se va a Granada? 

Realmente lo que menos le interesaba a este hombre era saber el camino a la ciudad nazarí. Lo que él quería era pasar un rato agradable con la moza. 

Por eso, la protagonista le dará un buen zasca y le responderá a la parte menos interesante del mensaje (le dirá por dónde se va Granada), olvidándose de la parte deseada para el amado (el cortejo y el piropo): “Aquella torre es la Vela, y aquel monte el Albaicín, y aquella cinta de plata, es el agua del Genil”. Le dirá por dónde se va Granada y de lo otro ni media palabra jajajaja.

Se hace alusión a monumentos importantes de la ciudad (el barrio del Albaicín, famoso por sus cuevas, y la torre la Vela). El río Genil (afluente del Guadalquivir, que atraviesa la ciudad) es descrito de forma metafórica para realzar sus aguas transparentes y claras (“aquella cinta de plata”). 

Las estructuras en paralelismo dan fuerza a esa reacción tan ingeniosa ante el cortejo, respondiendo a lo menos sustancioso: demostrativo (aquella, aquel, aquella) + sustantivo sujeto (torre, monte, cinta) + verbo ser (tercera persona “es”, elíptico en el segundo miembro) + atributo (la Vela, el Albaicín, el agua del Genil)

En el caso del torero, la protagonista rechazará su cortejo, señalando a su novio: “Y aquel que viene es mi amante, que solo vive para mí”. Por tanto, si la muchacha tiene pareja, eso quiere decir que no quiere cuentas con el torero. 

El novio es descrito de forma circumlóquica (aquel que viene…). La hipérbole (solo vive para mí) es una manera de enfatizar el amor que siente por ella. En este caso, se trata de una forma más directa y lacónica de decir que no. No quiero nada porque tengo novio, y además, está ahí jajajja

La protagonista se jacta de haber rechazado a los amados, se regodea de haberles dicho que no. Por una parte, es un subidón para su autoestima ya que hay gente que se interesa por ella. Es normal que esté contenta, juguetona, divertida. Y a modo de gracieta y para celebrar ese momento tan jovial, incorpora una canción popular al final del estribillo: “Tres hojas mare tiene el laurel, dos en la rama y una en el pie, que las daba el aire, ole y ole”. 

Cuando estamos contentos y alegres tendemos a cantar y a tararear cancioncillas tradicionales, como forma de vanagloriarnos de las vicisitudes triviales del día a día. En estos versillos encontramos rasgos de la poesía tradicional y popular: el vocativo a la figura materna (mare), el verso de arte menor (tres hojas), la inspiración en imágenes cotidianas (el laurel), los refuerzos expresivos (ole)

Los versos del poema son siempre octosílabos (salvo la cancioncilla popular al final del estribillo). Las estrofas son coplas: 4 versos octosílabos en los que rima segundo con cuarto y primero y tercero quedan libres: 8- 8a 8- 8a.

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