El tema de esta tarde podría definirse como una mezcla de copla con cante lírico. Está dedicado a una de las ciudades más emblemáticas de Andalucía. Fue compuesto en el año 1990 por Manuel Alejandro y su hija Beatriz para la voz de Plácido Domingo en su espectáculo "Soñadores de España". Un año más tarde, Rocío Jurado haría una estremecedora versión de Sevilla
Torres,
con alas de oro
que sueñan distancias.
Calles,
con sombras de siglos
y nardos de plata.
Cantes
que arañan estrellas,
que arañan el alma.
Noches
reflejos de un río
que quiso ser mar,
que quiso ser mar.
Sevilla
verde claridad sonora,
verde tierra,
azul el aire
donde el agua adormecida
de una torre,
se enamora.
Sevilla,
verde claridad sonora,
de andaluzas soledades.
Fuego y nieve,
llanto y cante.
Sevilla,
Sevilla,
..........................................................
Si tuviéramos que analizar el poema desde una perspectiva literaria diríamos que su lenguaje recibe el influjo del modernismo exotista de los últimos años del siglo XIX y primeros del XX caracterizado por el preciosismo, el sensorialismo y el exceso de ornamentación, que tan bien cultivó Rubén Darío.
El objetivo principal de esta canción es homenajear, ensalzar, elogiar y piropear a la ciudad hispalense. Estamos ante una especie de himno, pero en lugar de estar dedicado a una persona, tiene como centro un lugar geográfico concreto: Sevilla, capital de Andalucía que celebra esta semana su día grande.
En los himnos es frecuente utilizar recursos literarios y lingüísticos ruidosos, rimbombantes, excesivos, sonoros, coloridos y efectistas con el fin de que el objeto ensalzado quede marcado en el poema bajo la premisa de cuanto más ruido hagamos, más pasión sentimos por alguien o algo. El lenguaje modernista motiva la creación de ambientes elevados y solemnes, que son perfectos para llevar a cabo las labores de ensalzamiento
De hecho, los primeros versos evocan uno de los tópicos más explotados de la lírica modernista: la torre de marfil: Torres con alas de oro. La torre simboliza un lugar idílico, de ensueño, un mundo de hadas, en el que el poeta busca refugiarse y evadirse de la cruda realidad. Ese mundo de ensueño se caracteriza por su belleza, sensualidad y hermosura, valores asociados a la ciudad de Sevilla.
El símbolo modernista de la torre está al servicio del elogio. Las torres doradas configuran un mundo paradisiaco y placentero en el que se circunscribe la urbe hispalense. La personificación (torres […] que sueñan distancias) dibujan un paisaje vivo y colorido, en el que todos los elementos parecen cobrar vida y movimiento. Sevilla es una ciudad viva y atractiva.
La descripción se tiñe de preciosismo a medida que avanza la canción, mediante la alusión a elementos florales y metálicos: Calles [...] con nardos de plata. En el Modernismo exotista es frecuente la alusión a elementos decorativos y valiosos (oro, plata, flores, joyas…).
La metáfora enfatiza el prestigio de Sevilla como ciudad histórica, la cual tiene un recorrido de muchos siglos en los que han pasado muchas cosas a nivel sociopolítico y cultural: calles con sombras de siglos. La historia de España como país se refleja en las propias calles de Sevilla. Hay vestigios, monumentos, edificios, tradiciones que recuerdan diferentes épocas históricas pasadas (los árabes, el siglo de Oro, el XIX…).
Las sombras representan el paso del tiempo, pero también como este va dejando una huella eterna en el entorno. La ciudad permanece imperdurable a pesar del devenir de los siglos. Todas las civilizaciones que han pasado por la península Ibérica dejan su marca en Sevilla: visigodos, romanos, musulmanes. El resultado final es un crisol cultural rico, diverso y variado.
Además, Sevilla es una ciudad con un gran legado cultural, especialmente musical. De ahí la alusión a los cantes andaluces (copla, flamenco, sevillanas), los cuales aparecen personificados con el objetivo de enfatizar su capacidad de emocionar: Cantes que arañan estrellas que arañan el alma. Al fin y al cabo, la función de la música y el cante es emocionar, conmover, plasmar sentimientos (sean alegres o tristes). Esos cantes ponen los pelos de punta al que escucha. De ahí la aparición de un verbo relacionado con el sentido del tacto (arañar). Arañar significa tocar la fibra sensible del espectador
Este pensamiento se inserta en estructuras anafóricas y paralelísticas: Sustantivo (cantes) + oración de relativo (que arañan estrellas/ que arañan el alma). El poder de los cantes es tan fuerte que emociona no solo a las personas humanas (el alma) sino también a elementos inertes e inanimados (estrellas). El fin de la hipérbole es elevar a la ciudad de Sevilla y darle la trascendencia que merece. Es un lugar que no te deja indiferente por su belleza, categoría y magia.
En el Modernismo son frecuentes los ambientes nocturnos y naturales, que crean un marco preciosista e idílico. Esto se percibe en la canción: Noches reflejos de un río que quiso ser mar. Evidentemente, el río al que se alude es el Guadalquivir, que como muy bien sabéis pasa por la ciudad de Sevilla, creando una estampa de gran belleza y fama.
El circumloquio da solemnidad al poema. Recordad que se trata de un himno. El yo poético endiosa la ciudad. Las frases largas configuran un discurso señorial y elevado. Se prefiere dar un rodeo y utilizar muchas palabras (reflejos de un río que quiso ser mar) en lugar de utilizar una sola palabra (reflejos del Guadalquivir). La segunda expresión es mucho más práctica y coloquial, pero pasa más desapercibida entre tanta alabanza. El poeta prefiere dar un rodeo, aunque tenga que recurrir a la presuposición de los oyentes. El receptor ha de saber que ese río al que se alude es el Guadalquivir. No obstante, con unos conocimientos geográficos mínimos, lo normal es que todo el mundo lo sepa.
Además, la personificación del circumloquio engrandece la estampa: de un río que quiso ser mar. El río aparece personificado, está dotado de voluntad. El río no se conforma con ser "un río del montón", sino que aspira "a ser algo más". Busca equipararse a un concepto mucho más grande y ambicioso (el mar). Estos de aires de grandeza forman parte de la naturaleza del himno. En los himnos es frecuente elevar el objeto ensalzado de forma que no sea un objeto común sino un objeto extraordinario, grande y especial, que destaque por encima del resto. Se busca siempre lo superlativo, colocar el elemento elogiado en una posición de superioridad. En definitiva, que sea lo más de lo más. Por eso el Guadalquivir se codea con el mar.
En el estribillo, el yo poético se dirige a la urbe con el vocativo: Sevilla, verde claridad sonora. El estilo modernista sigue presente en las sinestesias. El objetivo es crear un ambiente sugerente, mediante la asociación de sensaciones, que configuran un flujo sensorial único e indescriptible, aludiendo a colores (verde), tonalidades (claridad) y ruidos (sonora). Un sustantivo que denota luminosidad (claridad) es aderezado con adjetivos vinculados a otros sentidos como son el oído o la vista (verde y sonora). Esto configura una atmósfera emotiva, subjetiva, mágica y misteriosa, muy del gusto del preciosismo.
La adjetivación cromática da color a la estampa, como si el yo poético estuviera haciendo una pintura o retrato de la ciudad. Esta pintura se plasma en paralelismos: adjetivo de color + elemento natural (verde tierra/azul el aire). Se trata de un ambiente vivo, paradisíaco y activo. A pesar del escenario urbano, el retrato está aderezado con muchos elementos de la madre tierra (agua, aire...).
Las personificación de los componentes del paisaje dota de "alma" a toda la pintura: Donde el agua adormecida de una torre se enamora.
El yo poético busca matices que generen contrastes: por un lado, es un río tranquilo, sosegado, quieto. Esto está vinculado a la elegancia, el retiro, la armonía y el relax, que nos trasladan a un paraje idílico. Por otro lado, es un río agitado, con sentimiento, con voluntad, con chispa, que hace cosas típicas de los seres humanos (enamorarse, aunque sea de una torre). No es un elemento muerto ni aburrido.
Se trata de un paisaje humanizado, con alma. Además la estampa hace referencia a una de las imágenes más espectaculares de Sevilla: el Guadalquivir pasa al lado de la Torre del Oro, uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad, una de las mejores muestras del arte almohade del siglo XIII.
Estos contrastes de sensaciones y sentimientos se insertan en enumeraciones bimembres antitéticas: fuego y nieve, llanto y cante...Su función es reflejar la riqueza y diversidad de la ciudad. Hay de TODO. Al fin y al cabo, la realidad es un conglomerado muy diverso de emociones y circunstancias y Sevilla es un cachito de esa realidad con sus encantos y peculiaridades.
Métricamente, las estrofas constan de seis versos sin rima. El primero y el cuarto poseen dos sílabas mientras que el resto son hexasílabos.
En los estribillos tampoco hay rimas y la disposición silábica se irregulariza. No obstante, hay palabras que poseen asonancias muy próximas fonéticamente (torres-calles, distancias-plata, noches-cantes). Aunque técnicamente no hay rima, nuestro oído puede escuchar algo próximo a la rima, aparte de ritmo
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