viernes, 25 de octubre de 2024

Aquella Carmen (Isabel Pantoja): elegía a la muerte de la mítica bailaora Carmen Amaya

La trayectoria artística de la cantante sevillana Isabel Pantoja podría resumirse en dos grandes periodos:

-Un primer ciclo, que abarca desde sus primeros éxitos en los años sesenta hasta 1983. En esta época, la tonadillera cultivó el género de la copla en su sentido más clásico, gracias a las composiciones del maestro Solano y el poeta Rafael de León. 

Aunque la canción andaluza atravesaba un momento delicado (ya os he hablado de la decadencia de la copla en el tardofranquismo en pro del pop-rock), estos años nos dejaron temas muy conocidos como El señorito, Garlochí, Ay Torremolinos o Ahora me ha tocado a mí

-Una segunda etapa, que abarca desde 1983, hasta la actualidad, en la que cultiva la copla en su sentido más moderno, una copla evolucionada hacia los cauces rítmicos y literarios de la balada y la canción romántica. 

Esta "copla nueva” resultó más vendible y atractiva para el gran público, ya que aúna la intensidad y la calidad literaria de los temas clásicos, con ritmos más modernos, y un contexto dramático actualizado a los nuevos tiempos. De ahí, que temas como Marinero de luces o Se me enamora el alma cosecharan enormes éxitos.

No obstante, durante esta etapa de modernidad, Isabel nunca se olvidó de versionar en sus conciertos y giras los grandes clásicos de los cuarenta y cincuenta (Trece de Mayo, Amante de abril y mayo, Como a nadie te he querido, Te he de querer mientras viva, Ojos verdes…). 

La canción que comentamos hoy podría definirse como el último gran tema del periodo coplero de la Pantoja. Data de 1981. Solo faltan dos años para que se produzca el giro hacia la balada. La canción se concibe como un gran homenaje a la célebre bailaora y cantaora de flamenco Carmen Amaya, que había fallecido en 1963. Su temprana muerte a los 45 años, debido a una enfermedad renal, conmocionó al país, especialmente al mundo del flamenco. 

Hoy analizamos Aquella Carmen, una copla de carácter elegíaco, donde el poeta llora y se lamenta por el fallecimiento de la afamada artista catalana.



Cuando Carmen
Cuando Carmen quedo quieta, a las claritas del alba
Y se hizo mármol su cuerpo, moreno de pura raza.
Barcelona,
Barcelona dando gritos, mando doblar sus campanas
Y se quedo sin aliento el Compás de la sardana.
Y en aquel momento mismo…se apagó el son de la zambra

Carmen gitana nacida de un sarmiento y de un coral.
Carmen era tu bata extendida, la cola de un pavo real.
Cuando pasaste la raya y tu llama se apago
Ya no canto la zumaya, ni la guitarra tembló,
Carmen, carmen, carmen…carmen!
Se murió Carmen Amaya, y España entera lloro.

En Sevilla, En Sevilla los espejos, con su cristal de agua verde,
En los tablaos comentaban: Por que esa Carmen no vuelve?
La Malena, La Malena hablaba sola La Nina rompió sus peines
Y Juana la Macarrona encendió un velón de aceite.
La Giralda esta sin brazos y la Alhambra, sin cipreses.

Carmen! Gitana moruna de alfajores y de hollín.
Carmen! Era tu bata, una luna de nardo de Albaicín.
Cuando pasaste la raya y tu llama se apago
Ya no canto la Zumaya, ni la guitarra tembló.
Carmen, Carmen, Carmen… Carmen!
Se murió Carmen Amaya, y España entera lloro.

Del Somorrostro a la playa, ya su estrella se apago
Se derrumbo su muralla, como la de Jericó…
Carmen, Carmen, Carmen…Carmen!
Se murió Carmen Amaya, y el mundo entero lloro.

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Para describir el acto de muerte, el poeta recurre imágenes que transmiten sensación de quietud, falta de movimiento y estatismo (Cuando Carmen quedó quieta...) así como elementos inertes y abióticos que denotan frialdad (Se hizo mármol su cuerpo...).

La falta de vida, (cadáver) implica que la sangre deje de correr por el cuerpo y no alimente al resto de órganos. Por tanto, la persona muerta deja de moverse, deja de pensar, deja de ser, deja de existir (se queda quieta, ya no es nadie, su cerebro se ha desconectado...). La temperatura corporal baja. De ahí la alusión a elementos metálicos (mármol). Los cadáveres son fríos (como la textura del metal). 

Muchos autores del 27 como Lorca, Cernuda o Alberti convirtieron los metales en símbolos fúnebres: la frialdad del metal VS la frialdad del cadáver. De hecho, el mármol se utiliza como material principal de muchas lápidas y monumentos mortuorios. 

Para reflejar la agonía y la angustia del momento final se recrea un tópico arraigado en la literatura mortuoria: que el óbito se produzca justo antes del amanecer: A las claritas del alba. Muchas muertes literarias y míticas culminan después de una larga noche de sufrimiento. Con la llegada del Sol, los dolores terminan y la persona descansa en paz. 

El amanecer representa el fin de las largas penas de la noche y la llegada de la paz y la tranquilidad espiritual del día. Dejar de vivir implica también dejar de padecer (y más, tratándose de una enfermedad como ocurrió con Carmen Amaya). Por eso, las muertes al amanecer tienen una lectura simbólica. El nuevo día implica una nueva concepción de las cosas: fin del dolor, fin del sufrimiento. Por eso, el diminutivo (claritas) da un carácter afectivo y dulce a este momento tan delicado

Las expresiones “quedar quieta” y “se hizo mármol se cuerpo” constituyen eufemismos de la palabra "muerte", la cual posee connotaciones negativas desde un punto de vista social y cultural. A mucha gente le cuesta escuchar y pronunciar este vocablo. Se nos pone los pelos de punta solo de pensarlo. Es muy duro asimilar la idea de desaparecer de la vida del otro para siempre. 

El poeta evita la palabra maldita (muerte). Recurre al circumloquio para aludir al momento mismo del fallecimiento (quedó quieta, se hizo mármol...). Cuando una idea nos perturba, la expresamos dando un rodeo (perífrasis) aunque eso implique aumentar el número de palabras del discurso y no ser directo. En este caso se han necesitado dos versos completos y una veintena de vocablos para comunicar la muerte de Carmen Amaya. A la voz poética le duele anunciar esta noticia. Con el fin de amortiguar el daño al espectador, se maquilla el lenguaje con metáforas y símbolos (mármol=cadáver) dando esteticismo a un contexto que es feo y macabro. 

La muerte de la cantaora ha conmocionado a Barcelona, ciudad natal de la protagonista: Barcelona, dando gritos, mandó doblar sus campanas

En estos versos, Barcelona aparece personificada y metonimificada

-Hay personificación porque a una ciudad (entidad inanimada) se le atribuyen cualidades propias de seres humanos (dar gritos, ordenar tocar campanas).

-Hay metonimia, ya que se alude a la urbe, en lugar de a los habitantes de esa urbe. Los que gritan y los que tocan campanas no es la ciudad como entidad física, sino la gente que vive en esa ciudad, sus vecinos, sus residentes

El grito representa el dolor, la queja y el lamento por la muerte de alguien. La reacción habitual después de conocer una trágica noticia es el lloro (lo que hace la ciudad de Barcelona en este poema). 

Esta imagen recuerda a las plañideras de la antigua Grecia, que eran mujeres que acudían a los entierros a dar gritos, llorar y chillar. El sonido de las campanas es un elemento sensorial fúnebre (cuando muere alguien, lo normal es que en su ceremonia suenen las campanas de la iglesia).

Además, en la copla se alude a un elemento de la cultura folclórica y popular catalana como es la sardana: Y se quedó sin aliento el compás de la sardana

La sardana es una danza típica de Cataluña, en la que un grupo de personas bailan formando un círculo. Una elegía no solo es un poema de lamento, sino también homenaje a la persona fallecida. Una manera de homenajear a Carmen Amaya es exaltar aquellos elementos que están relacionados con los intereses, gustos, aficiones, hitos culturales y sociales de la bailaora. Si Carmen Amaya era catalana, una manera bonita de elevarla a los altares es citar elementos de la cultura catalana (sardana).

Otro ejemplo: Carmen Amaya era gitana. Una forma de "endiosarla" es hacer referencias a la etnia calé. De ahí la presencia de aposiciones explicativas, que hacen alusión al cuerpo moreno de las personas de esa raza: Y se hizo mármol su cuerpo, MORENO DE PURA RAZA. Los gitanos tienen la piel morena

Un tercer ejemplo: Carmen Amaya cantaba flamenco. ¿Qué mejor manera de homenajearla que hacer alusión a diferentes danzas andaluzas: Se apagó el son de la zambra. La zambra es un baile gitano de Granada y Almería, semejante a la danza del vientre. Debido a su sensualidad, fue prohibido durante la dictadura de Franco. Se bailaba en ceremonias nupciales, sin zapatos, con castañuelas, blusa anudada bajo el busto y falda larga. Carmen era una maestra en bailar zambras. De ahí la alusión a este baile

La danza de la sardana aparece personificada: Y se quedó sin aliento el compás de la sardana. Se trata de un mecanismo de hiperbolización del dolor: se ha llorado tanto, se ha expresado tanta pena y tanto sufrimiento que ya no queda nada dentro. Los catalanes se han vaciado en cuerpo y alma. Han gastado toda su energía en llorar por el duelo. Es una forma de magnificar el dolor por la muerte de la cantaora. 

Los elementos musicales "sufren" por la pérdida de Carmen Amaya y se ven afectados: Se quedó sin aliento el compás de la sardana, Se apagó el son de la zambra. Carmen era una de las grandes bailando zambra. Dio prestigio y calidad al género. Por eso, con su muerte, la zambra perdió “chispa”, dijo adiós a una de sus representantes más importantes. 

Estamos ante un tópico de los contextos fúnebres y culturales: cada vez que muere un deportista, actor o escritor, el mundo del deporte, el cine o las letras está de luto, ya que hemos perdido a alguien que es importante y prestigioso en estos ámbitos. De esta forma, la elegía recibe elementos del panegírico. La pérdida de Amaya (En aquel momento mismo...) marca un antes y un después en la historia de España e incluso de la humanidad. 

La copla "endiosa" a Carmen porque es la que se ha ido. Esto no quiere decir que sea la única que baila bien las zambras. Los textos elegíacos crean la falsa sensación de que la persona fallecida es la mejor de su ámbito y no hay nadie que la supere. Siempre se van los mejores. No obstante, el género está lleno de dignos representantes (por ejemplo, La Chunga, Pilar López Júlvez). Lo que pasa es que este poema está para despedir a la Amaya con todos los honores y en el ceremonial de despedida va incluido la elevación por encima de todos los demás de su misma clase. Es la esencia de la elegía. 

El tono solemne y elevado del poema se consigue gracias a la presencia de periodos sintácticos largos. Los seis primeros versos constituyen una sola oración con un montón de complementos y subordinadas: Cuando Carmen quedó quieta a las claritas del alba y se hizo mármol su cuerpo, moreno de pura raza, Barcelona dando gritos mandó doblar sus campanas y se quedó sin aliento el compás de la sardana

Si hacemos el análisis sintáctico observamos que en la oración hay dos verbos principales, unidos por coordinación copulativa: Barcelona […] MANDÓ….y el compás de la sardana SE QUEDÓ sin aliento

El resto de elementos son subordinados: A la primera copulativa se le unen dos subordinadas de tiempo unidas por coordinación (Cuando Carmen quedó quieta…y [cuando] se hizo mármol su cuerpo) y una oración subordinada modal (dando gritos…). La segunda copulativa no tiene elementos subordinados. 

A una estructura sencilla (dos oraciones copulativas) se le añaden un montón de complementos, que alargan la oración hasta seis versos y obligan al receptor a hacer un ejercicio de memoria para procesar toda la información. Cuando terminas el sexto verso es difícil acordarse de lo que se dijo en el primero de forma que el oyente tendrá dificultades para recordar si no está concentrado. 

Esto da solemnidad y recogimiento al acto dramático ya que obliga al cantante a ir despacio, para que el receptor pueda procesar toda la estructura sintáctica. Una canción como esta requiere delicadeza. No se puede cantar con agresividad y rapidez. 

La sintaxis también contribuye a reflejar un estado de dolor. La inestabilidad emocional del yo poético se ve en la cantidad de repeticiones sintagmáticas: empieza el sintagma y cuando está a la mitad vuelve a empezar, repitiendo todo, para terminarlo de manera ortodoxa: Cuando Carmen….Cuando Carmen quedó quieta…. Barcelona…Barcelona, dando gritos…. Es como si la voz lírica tuviera un nudo en la garganta y le costara hablar. Se crea, en definitiva, un estado de afectación.

En el estribillo el yo poético se dirige a la protagonista mediante vocativos y elogios que sitúan a la bailaora en la esfera de lo divino, a la vez que vertebra la anáfora para realizar el homenaje: Carmen, gitana nacida de un sarmiento y de un coral/ Carmen era tu bata extendida la cola de un pavo real

En estos versos, encontramos rasgos que evocan a la literatura épica y heroica de corte clásico. En las epopeyas se habla de los orígenes y genealogía de caballeros y nobles que realizan gestas heroicas. Los héroes poseen un origen extraordinario, sea divino o natural, ligado a historias míticas y sobrenaturales. Los padres de estos héroes no son unos padres cualquiera: son dioses de fuerzas sobrehumanas o seres de linaje famoso. Esto es lo que la pasa a Carmen Amaya, de la que se dice que es hija de dos elementos naturales de gran belleza y exquisitez: un sarmiento y un coral. 

El sarmiento es la rama de la vid, de donde brotan las hojas y los racimos. Los corales son seres coloniales marinos, con unas peculiaridades físicas y estéticas que no dejan indiferente a nadie. El hecho de atribuir un origen natural a Carmen Amaya es una manera de equipararla a una heroína o a una diosa. Solo los dioses tienen esos orígenes tan poco convencionales 

La longitud y belleza de la bata de cola se representa con la metáfora de la cola del pavo: Carmen, era un bata extendida la cola de un pavo real. Normalmente, la gente poderosa y elevada suele llevar trajes largos y ostentosos. Los trajes largos representan poder, belleza, solemnidad (pensad en las novias). 

Al final del estribillo, el yo poético a utiliza rodeos eufemísticos para dirigirse al momento de la muerte, pero esta vez utilizando un lenguaje típicamente místico: Cuando pasaste la raya y tu llama se apagó, ya no cantó la zumaya ni la guitarra tembló

En los autores místicos, el fuego y la luz son elementos que simbolizan el amor divino, pero también la vida. El apagado del fuego supone el fin de la vida, y la llegada de la oscuridad (muerte). Es el fin de nuestro recurrido en el mundo terrenal. 

La concepción y dualidad vida-muerte se plasma con la metáfora de la raya. La muerte es un logro irreversible. Una vez se abandona la vida y llega la muerte (se pasa de la raya), alcanzamos el punto de no retorno. Ya no puedes volver a la vida. La vida es un proceso que solo se da una vez en cada persona: naces, te desarrollas y muertes. No hay marcha atrás. Solo se vive una vez (como dirían las Azúcar Moreno). Carmen Amaya ha abandonado la esfera de la vida, para asentarse definitivamente en la esfera de la muerte. Ha cruzado la raya que separa ambos estadios. 

La muerte de Carmen Amaya causa perturbación y conmoción a las diferentes realidades del mundo: Ya no cantó la zumaya, ni la guitarra tembló. La zumaya es un ave parecida a la garza, de plumaje gris, con un pico largo y grueso y un penacho de tres plumas blancas en la cabeza. Suele vivir en ríos y lagos y se caracteriza por emitir graznidos. La muerte de la cantaora, conmociona tanto a estas aves, que dejan de cantar. Lo mismo pasa con la guitarra: la pena es tan grande que deja de sonar. 

Se le atribuyen cualidades humanas (apenarse, verse afectados por la muerte de alguien) a entidades que no son seres humanos. Esto queda remarcado con la estructura cruzada (quiasmo): verbo (cantó) + sujeto (la zumaya)/ sujeto (la guitarra) + verbo (tembló)

El yo poético también se une al llanto colectivo causado por la muerte de Carmen, tal como manifiestan las continuas e insistentes apelaciones a la bailaora separadas por pausas breves (comas). La entonación exclamativa da intensidad a la escena y transmite sensación de angustia, lloro y conmoción: ¡Carmen, Carmen, Carmen, Carmen!

Hasta el final de la primera parte, el yo poético no pronuncia la palabra maldita: Se MURIÓ Carmen Amaya, y España entera lloró. Hasta ahora, solo han sido rodeos (se hizo mármol su cuerpo, tu llama se apagó, cruzaste la raya, tu cuerpo se quedó quieto). El hecho de pronunciar la palabra tabú crea un final contundente, rotundo y crudo, ya que se desvela la verdadera realidad, sin artificios. 

De nuevo, una entidad geográfica (España) está personificada, metonimizada e hiperbolizada. Los que llevan a cabo la acción de llorar son los españoles (y no la piel de toro). Se hace alusión al país por los habitantes de ese país (metonimia). A una idea abstracta (España) se le atribuye una cualidad humana (llorar). De ahí la personificación. Y por supuesto, el adjetivo cuantitativo (España ENTERA) da un toque hiperbólico al poema.

Es evidente que la muerte de Carmen Amaya conmocionó a mucha gente y provocó pena y dolor. Era una mujer relativamente joven, además de una de las artistas más conocidas del momento. Sin embargo no creemos que el 100% de españoles derramaran lágrimas, pararan sus vidas y se vieran afectados. No todo el mundo admiraría a la bailaora catalana. En el mundo del arte no se aspira a satisfacer a un pleno de población. A la gente que no le gustara el flamenco seguramente la noticia no la sentirían tanto. 

Pensemos que las muertes que más afectan son la de los seres queridos. Muchos españoles lo sentirían, empatizarían (como seres humanos que somos nos identificamos con el contexto y no es agradable ver cómo alguien enferma y muere). Sin embargo, tampoco trastocaría sus vidas, ya que no tenían relación diaria e íntima con Carmen. El afecto no pasa de una relación fan-artista.  

Estas hipérboles son típicas de elegías y panegíricos: todo el mundo quiere al fallecido, el fallecido es un Dios, es muy bueno, era muy buena persona, qué pena más grande. El hecho de que todo el mundo llore, sin excepción, forma parte de la esencia de la elegía.

El dolor por la muerte de Carmen no solo se vivió en su lugar de nacimiento (Barcelona), sino también en Andalucía que fue donde trabajó y bailó. En la ciudad de Sevilla, su fallecimiento causó muchísima conmoción, tal como refleja la metáfora: En Sevilla, los espejos, con su cristal de agua verde. El color brillante de los espejos está relacionado con el color brillante de los ojos llorosos cuando brotan las lágrimas: todo el mundo llora la ausencia de Carmen.

La interrogación retórica refleja la angustia existencial de la gente, la cual no para de hacerse preguntas que no tienen respuesta ante el fenómeno de la muerte: En los tablaos comentaban…¿Por qué esa Carmen no vuelve? 

El concepto de muerte está envuelto en una halo de misterio. Genera inquietudes en el ser humano, que intenta dar una visión racional a la problemática de por qué existe la muerte y por qué la vida tiene una duración limitada. La concepción se plantea desde el absurdo y lo ilógico. ¿Por qué tenemos que morir? ¿No estaría bien que existiera una vida sin muerte? Las interrogaciones retóricas representan ese fluir de disquisiciones mentales típicas de la literatura elegiaca 

El fallecimiento de Carmen Amaya también causa conmoción a sus compañeras de profesión. De ahí que el poema haga alusión a cantaoras famosas de la época como Magdalena Seda Loreto (La Malena), Pastora Pavón (la niña de los Peines) o Juana Vargas (La Macarrona). Todas ellas lloran la muerte de la protagonista: La Malena hablaba sola, La Niña rompió sus peines y Juana La Macarrona encendió un velón de aceite

La imagen de la Niña (Pastora Pavón) rompiendo los peines evoca a las plañideras de la Grecia Clásica: el dolor por la muerte de alguien es tan grande que tienes que desahogarte de una manera física (en este caso, destrozando algo). Este gesto contrasta con el de Juana la Macarrona, cuyo dolor se proyecta en un ambiente de silencio, recogimiento e intimismo (encender una vela y rezar). El hecho de que la Malena hable sola es una manera de reflejar la capacidad que tiene la muerte de “trastornar” a los vivos.

El dolor también repercute en los monumentos de Andalucía, que son descritos de forma degradada, en señal de luto: La Giralda está sin brazos y la Alhambra sin cipreses. 

Con la muerte de la bailaora catalana se han perdido muchas cosas vinculadas a ella. La ausencia de los brazos supone la carencia de algo vital, importante e irremplazable. El mundo pierde un poquito de su esencia. Si a la Giralda, le quitamos los brazos de su crucero, el edificio cambiaría totalmente. Quedaría desolado y deforme. Le han quitado su sello de identidad. Con el fallecimiento de Carmen el mundo ha perdido un elemento imprescindible y se nota la ausencia. 

La falta de vegetación en la Alhambra es una imagen efectiva para reflejar la tristeza, la falta de vida, la sensación de vacío que queda tras la muerte de alguien. Es un paisaje triste, desolado. No hay ganas de poner color al entorno. No hay alegría, no hay sensualidad. Todo está apagado.

El paralelismo remarca la sensación mortuoria: Sujeto (La Giralda) + verbo (está) + atributo (sin brazos)/ Sujeto (La Alhambra) + verbo elidido ([está]) + atributo (sin cipreses).

En el segundo estribillo encontramos vocativos y vítores por parte del yo poético a la homenajeada, que se distribuyen en anáforas: Carmen, gitana moruna de alfajores y de hollín/ Carmen, era tu bata una luna de nardo de Albaicín

Las metáforas resaltan la piel morena de la bailaora. Se recurre a elementos de color negro y marrón. El alfajor es un dulce navideño típico de Andalucía, hecho con pasta de almendras, nueces y miel, similar al mazapán. El hollín es un tipo de polvo craso y negro, que el humo deposita en la superficie de los cuerpos a los que alcanza. Tanto el hollín como los alfajores son de color oscuro, como la piel calé. 

De nuevo, la bata de cola es engrandecida con una metáfora sensual: era tu bata una luna de nardo de Albaicín. El nardo es una flor de aspecto alargado, como el vestido de Carmen Amaya. El Albaicín es un barrio de Granada famoso por sus cuevas en las que se hacen espectáculos de flamenco. La imagen astral (luna) representa la grandeza de la flor, y por ende, la grandeza de la bata de cola y de Carmen

En los últimos versos la acción vuelve a Barcelona. Mediante los complementos circunstanciales de lugar, el yo poético nos muestra cómo la noticia de la muerte (y el dolor consiguiente) se extiende por los por los diferentes distritos de la ciudad condal: Del Somorrostro a la playa, ya su estrella se apagó. 

El Somorrostro fue un barrio de barracas, situado en los actuales distritos de San Martín y Ciutat Vella. Era un barrio de chabolistas, gitanos y pescadores, en el que se cultivó el flamenco. Ahí nació Carmen

De nuevo, se recurre al lenguaje de la mística. La estrella es un elemento que da luz, la cual simboliza la vida. El apagado de la estrella representa el fin de la vida. Las estrellas son elementos visibles desde muchos puntos de la Tierra. Por tanto, la fama de Carmen Amaya era muy amplia: muchísima gente la conocía. 

La muralla derribada funciona como metáfora de la muerte de alguien a quien consideramos intocable y poderosa: Se derrumbó su muralla como la de Jericó. El yo poético añade a la canción pinceladas de cultura popular, haciendo una referencia a la conocida ciudad bíblica Palestina, famosa por sus murallas al lado del río Jordán. Lo que en su día fue una majestuosa ciudad (con sus murallas, sus torres), hoy son restos arqueológicos, ruinas.

Carmen era una cantaora famosa e importante. Todo el mundo la quería. Se convirtió en una figura de renombre en el mundo del flamenco. Ganó mucho dinero. Hizo muchas giras. Cosechó un enorme éxito en España y parte del extranjero. La gente anónima a nivel de calle endiosa a los personajes famosos. Creemos que son inmortales y están tocados con una varita mágica. Parece que son eternos y siempre les pasan cosas buenas (están protegidas por una muralla como la de Jericó).

Sin embargo, la muerte no hace distinciones. Carmen Amaya fue conocida, famosa, admirada, querida. Estaba siempre en la cumbre. Sin embargo, como todo hijo de vecino, ha muerto. Por muy arriba que estuviera, una enfermedad renal se la llevó por delante. No por ser famosa vas a librarte de la muerte. 

Ya lo dijo Jorge Manrique en las Coplas a la muerte de su padre: existen clases sociales pero si hay algo igualatorio es la muerte: ricos, pobres, negros, blancos, gitanos, payos, españoles, extranjeros, hombres, mujeres…todos, tarde o temprano, vamos a morir. Aquí no existen torres de marfil ni privilegios. Por muy poderoso que seas, por muy fuerte que sea la muralla, esta terminará derrumbándose.

Se detecta una gradación entre el final de la primera parte y los últimos versos de la estrofa de cierre: Se murió Carmen Amaya, y España entera llora (primera parte) / Se murió Carmen Amaya y el mundo entero llora (parte final). 

En la primera estrofa el dolor se aplica a un conjunto más o menos acotado (país de España). Al término de la canción, el dolor se extiende a la totalidad de la realidad (mundo entero). La fama de la bailaora catalana es universal. 

De nuevo, el adjetivo cuantitativo (entero) crea una hipérbole, con el objetivo de homenajear en grado máximo a la protagonista 

Casi todos los versos son de arte mayor. Están formados por 16 sílabas divididos en dos hemistiquios de 8 sílabas, separados por una cesura (Cuando carmen quedó quieta/// a las claritas del alba). Se producen ligeras asonancias entre versos de una misma estrofa (alba-raza-campana-sardana-zambra, coral-real, apagó-tembló-lloró, verde-vuelve-peine-cipreses-aceite, hollín-Albaicín).

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