miércoles, 31 de julio de 2024

Que no daría yo (Rocío Jurado): el pasado nunca vuelve

El tema que vamos a analizar hoy pone de manifiesto el valor de la existencia. La vida es el bien más preciado que tenemos y no somos conscientes de ello. Cada minuto que pasa estamos más cerca de la muerte (por muy duro y feo que suene). Por eso, el tiempo es oro, y hay que disfrutar al máximo de lo que tenemos ahora, en el presente, antes de que sea tarde, porque TODO tiene un final. El pasado nunca vuelve.

Solo al hacer balance y reflexión de todo lo que hemos perdido es cuando descubrimos lo valiosa que es la vida y lo felices que éramos sin darnos cuenta. Y ahí llegan los lloros y las lamentaciones: ¿Cuánto seríamos capaces de dar para recuperar ese pasado feliz y que ya se fue? Lamentablemente, no existe ninguna fórmula mágica ni objeto en el mundo que nos permita volver atrás en el tiempo, ser niños otra vez, y reencontrarnos con nuestros seres queridos ya fallecidos. Así nace la canción de hoy, interpretada por Rocío Jurado en el año 1990: Que no daría yo.



¿Qué no daría yo por empezar de nuevo?
A pasear por la arena de una playa blanca
¿Qué no daría yo por escuchar de nuevo?
Esta niña que llega tarde a casa
Y escuchar ese grito de mi madre
Pregonando mi nombre en la ventana
Mientras yo deshojaba primavera
Por la calle mayor y por la plaza
¿Qué no daría yo por escaparme?
A un cine de verano donde alguien
Me daba el primer beso de amor
¿Qué no daría yo por una tarde?
Sentada junto a él en ese parque
Mirando cómo se moría el sol
Y oyendo el suspiro del mar
¿Qué no daría yo por empezar de nuevo?
Para contar estrellas desde mi ventana
Vestirme de faralaes y pasear la feria
Hasta sentir el beso de la madrugada
Volar a los brazos de mi padre
Y descubrir el brillo en su mirada
Para luego alejarme lentamente
A un tabla'o a bailar por sevillanas
¿Qué no daría yo por escaparme?
A un cine de verano donde alguien
Me daba el primer beso de amor
¿Qué no daría yo por una tarde?
Sentada junto a él en ese parque
Mirando cómo se moría el sol
Y oyendo el suspiro del mar

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El título de la copla lo dice todo: seríamos capaces de dar cualquier cosa para que todo volviera a ser como antes, pero es imposible. No hay nada con más valor que la propia vida. Lo material se puede reemplazar y arreglar, pero la vida, el tiempo y los seres queridos no. Solo quedan los recuerdos (en este caso los del yo poético, que son el hilo conductor de esta composición flamenca). 

La estructura del poema es sencilla. El tema se basa en una sucesión de fórmulas desiderativas, en las que el yo expresa su deseo de hacer lo imposible, cualquier cosa, por recuperar el pasado (que no daría yo…), y después, enumeraciones de recuerdos y escenas del pasado que le gustaría volver a vivir otra vez, y como no puede ser de otra forma, están relacionadas con sus seres queridos, sus noviazgos, la belleza de su juventud, su pueblo, su casa, sus diversiones, y en general, todos sus buenos momentos.

La fórmula de la canción se podría resumir perfectamente de esta manera: “que no daría yo” + enumeración de recuerdos….Y no hay más. Fijaos con qué facilidad se puede hacer una copla que te ponga los pelos como escarpias. Sin necesidad de artificios o malabarismos formales. Con solo dos elementos se puede conseguir algo increíble.

El verbo incoativo (empezar) alude al comienzo de un proceso. El ciclo de la vida, a diferencia de otros procesos naturales o artificiales, es único, se vive solamente una vez. No se puede vivir varias veces. Una persona nace, se desarrolla y muere. El yo está pidiendo un imposible. No se puede volver a nacer, no se puede volver a ser niño, no se puede retroceder en el tiempo. 

Esa locución reiterativa (empezar DE NUEVO) no puede materializarse por mucho que el yo lo ansíe o esté dispuesto a dar. La vida es un proceso irrepetible, fugaz, lineal. Es un continuo temporal irreversible e imparable. Una vez empezamos a vivir, el reloj empieza a correr y no se puede parar ni volver atrás. Y si no nos gusta lo que vivimos tampoco podemos decir quiero volver a empezar y vivir de otra manera. Lo vivido ya es perdido.

La voz poética evoca lugares de su vida pasada: a pasear por la arena de esa playa blanca. El demostrativo marca la deixis mental: esa playa. El yo tiene en mente ese lugar tan maravilloso de su juventud. Aunque no esté presente, lo tiene en su cabeza, es un recuerdo imperdurable, que nunca va a desaparecer. Además, se tiende a idealizar, creando una especie de paraíso. La arena es blanca, es fina, de primera calidad, parece sacada de una estampa majestuosa. Además, lo blanco simboliza la pureza, la inocencia, de una época pasada cuando no estamos tan corrompidos

En los siguientes versos, la protagonista recuerda a la figura materna: Que no daría yo […] por escuchar de nuevo, y esa niña que llega tarde a casa, y escuchar ese grito de mi madre, pregonando mi nombre en la ventana

Resulta curioso que el yo poético ponga como momento idílico y feliz una escena que en su día seguro que no era tan placentera. La voz poética recuerda como su madre se enfadaba cada vez que ella volvía tarde a casa después de haber estado todo el día de amores y amoríos por el pueblo. Es decir, una bronca, una discusión, un momento tenso, la típica regañina que nuestra madre nos echa después de haber hecho algo malo (en este caso, no llegar a la hora que se le dice), se acaba convirtiendo en un recuerdo entrañable, bonito, deseable, idílico.

Evidentemente, al yo le encantaría volver a recibir una bronca de su madre, ya que eso significaría que su madre sigue viva. En el presente, al no estar, se convierte en nostalgia y tristeza por la pérdida, en plan cuánto me gustaría volver a ver a mi madre enfadada gritándome por llegar tarde. Seguro que ese momento ella lo odiaría cuando era niña (a nadie le gustan que le regañe jajjaja), y sin embargo, ahora, daría lo que fuera por volver a vivirlo. Cosas de la vida.

El polisíndeton crea una imagen que se sitúa en el plano de lo imaginativo, lo mental, lo onírico, en una lucha contra el olvido, el borrado. El paso del tiempo hace que los recuerdos pierdan un poco de consistencia, de exactitud respecto a lo vivido, aunque nunca lleguen a desaparecer del todo: y esa niña que llega tarde…y escuchar ese grito... Son escenas cotidianas y domésticas de su juventud que a pesar del paso del tiempo siguen ahí almacenadas en el cerebro, y todavía hoy se recuerdan algunos detalles.

Se trata de un pasado que está en la mente del yo y se intenta recordar con la mayor exactitud posible, dentro de un contexto de emoción y afectación anímica (lo perdido genera melancolía y morriña). Se recrean estampas, brochazos, pinceladas, fragmentos, instantáneas que fluyen de la mente según vienen: la madre refunfuñando por la tardanza y asomándose a la ventana y gritando el nombre de su hija para que volviera a casa a recogerse. Típico de esa época.

Mediante la metáfora de elementos naturales y vegetales (mientras yo deshojaba primavera por la calle mayor y por la plaza), la protagonista representa su juventud como una época de sensualidad, belleza, que es el mejor momento para enamorarse, tontear, estar con unos, con otros, pelar la pava, disfrutar del atractivo físico de otros. En definitiva, es la época de esplendor para el cuerpo, y cuando más se debe disfrutar de él. Juventud divino tesoro!!!!! La primavera es la estación del año más florida, más colorida, más bonita. La juventud es la primavera de la vida. La mejor etapa como seres humanos.

Cuando una persona es joven, lo normal es que todavía no haya entrado en contacto con el lado crudo y cruel de la vida. Entonces, es normal tener una visión ingenua, inocente, fresca. Aún no han llegado los problemas y la vida tiene un significado muchísimo más banal, loco y frívolo que cuando se es mayor. ¿Cuál es la principal preocupación de un joven? Pasarlo bien, salir por ahí hasta las tantas, ir de fiesta, ir a la feria, estar con amigos, con novios, trasnochar, besarte, hacer locuras, perder el tiempo en superficialidades…: vestirme de faralaes y pasear la feria para sentir el beso de madrugada. 

El término faralaes hace referencia a un vestido de volantes. Las referencias físicas y carnales a las muestras de amor (beso de madrugada) no se ven como un tabú o como un elemento indecoroso…todo lo contrario. Es la pureza de la juventud, la espontaneidad, la sinceridad, la naturalidad…

Y como todavía la vida no te ha dado la hostia, es normal creer en los sueños, en la magia, en las ilusiones, en los deseos: para contar estrellas desde mi ventana. Siguiendo patrones de la cultura popular, ya sabéis que existe la creencia de que se le pueden pedir deseos a las estrellas. ¿Cuántas veces lo hemos hecho cuando éramos niños y teníamos la convicción de que iban a cumplirse?

De todas formas, y esto ya al margen del análisis, no deberíamos perder jamás ese espíritu infantil, aunque la vida nos dé varapalos, golpes y nos provoque episodios amargos. Todos deberíamos llevar un niño dentro de nosotros. Nos haría la vida mucho más dulce. La ilusión nunca debe perderse. Hay que creer en nosotros!!!!!!!!!!

En la tercera estrofa, se recuerda la figura paterna: A volar a los brazos de mi padre y sentir ese brillo en la mirada. La metáfora (volar a) representa el entusiasmo, el amor a un ser que nos ha dado la vida. La luz simboliza la felicidad, la plenitud, la satisfacción espiritual. Cuando una persona se encuentra autorrealizada, se irradia por todos lados: en la mirada, en la forma de hablar, de vestirse, de caminar…

En esa época de juventud todavía no se han experimentado problemas reales vitales. Entonces, es normal estar feliz y encantado de la vida. Los problemas son de otra índole (mamá no me deja salir, mi novio me ha dicho esto, me ha salido un grano, mi amiga se ha cabreado conmigo, mi vecino no me quiere dejar su pelota), y cuando luego llegan los problemas de verdad, te ríes de la importancia que le diste a algo tan insignificante.

En este caso, el problemilla del yo pasado es que quería salir por ahí (como todos los jóvenes), experimentar y disfrutar del amor, y como es lógico, a los padres no les parecía correcto. En la época de la dictadura no estaba muy bien visto que la gente mostrara su amor en público. Era considerado algo escandaloso y polémico. Entonces, si dos novios querían verse y tener un poco de intimidad debían hacerlo casi a escondidas, en secreto, a hurtadillas, como si estuvieran cometiendo un delito: alejarme lentamente a un tablao a bailar por sevillanas, escaparme a un cine de verano, sentarme junto a él en ese parque, que me dieran el primer beso de amor…

El léxico connota miedo (alejarme, lentamente, escaparme….). La protagonista está quebrando normas morales y de buen gusto. Está desobedeciendo los protocolos de la época. No cumple con lo establecido o esperado de acorde a una buena educación. Por eso, esa sensación de estar haciendo algo prohibido. El tono transmite incomodidad, inquietud. A pesar de la pasión, hay un elemento perturbador (lo clandestino de estos encuentros)

Las relaciones prematrimoniales eran un tema tabú en este momento. La gente que hoy tiene setenta u ochenta años, al escuchar esta canción, seguro que se traslada también a su juventud, ya que esto era lo normal en los años cincuenta y sesenta. Los novios se iban a los parques y cines cercanos para poder estar solos y disimuladamente tener un poco de espacio e intimidad. 

Los tablaos y las juergas flamencas las cargaba el diablo y por eso, irse a bailar o cantar por ahí, era algo que no estaba bien visto. Y por supuesto, si hablamos de contacto físico directo, ya es el no va más: y que me dieran el primer beso…El yo no se corta en reconocer abiertamente haber incumplido con las normas. Total, el delito ya ha prescrito

En esta parte de la canción vemos a un yo poético experimentando nuevos estados, probando nuevas cosas, conociendo más matices de la vida, entrando en contacto con ella y aprendiendo cómo es el mundo. La inocencia y pureza de alguien que está dando sus primeros pinitos como ser humano independiente, enfrentándose a las reglas de la época. Es normal que el recuerdo del primer beso quede marcado y sellado para siempre en nuestra memoria.

Seguramente, la voz poética sufriría lo suyo haciendo esto, ya que no tiene que ser muy agradable mantener encuentros casi clandestinos, a expensas de que te pillen. Ojo, eso no quita que no disfrutara. Seguro que se lo pasó bien. 

Sin embargo, desde la distancia temporal, ahora que han pasado muchos años (y muchas cosas) se ve esto como un bonito recuerdo, en el que lo positivo (la pasión, la belleza, el goce) pesa más que lo negativo (la presión social, las trabas paternales, el tabú, lo prohibitivo…). 

Se idealiza el pasado. De hecho, las escenas se insertan en contextos preciosistas: Sentarme junto a él en ese parque viendo cómo se ponía el sol […] y oyendo el ruido del mar. El marco espacial es una especie de Locus Amoenus (el parque, la puesta de sol, las olas del mar…). La naturaleza crea un contexto de belleza, que representa la hermosura de esta época de esplendor y plenitud (la juventud). Éramos felices y no nos dábamos cuenta.

Predomina el verso de arte mayor. La primera estrofa es un cuarteto (ABAB). La segunda, la tercera y la cuarta un cuarteto imperfecto (-A-A). Y la quinta un sexto (AABAAB). La rima es asonante (blanca-casa, ventana-plaza-madrugada, tarde-sentarme)



miércoles, 17 de julio de 2024

Ovejitas blancas (Gracia de Triana): escenas campestres teñidas de misticismo y sensualidad

La copla que analizamos esta tarde se circunscribe dentro de una tradición literaria arraigada: la canción de serranas. Una serranilla es una composición que se desarrolla en un ambiente rústico. El personaje principal es una mujer que vive en la sierra o en el campo y se dedica a las faenas agrícolas (agricultura, pastoreo, ganadería…).

En 1945 los maestros Perelló, Palma y Monreal crearon unas bulerías para la película Castañuela, que fueron interpretadas por una jovencísima Gracia de Triana. Se trata de Ovejitas blancas. Gracias a este tema y al largometraje, la artista sevillana se hizo popular y consiguió un hueco importante en el difícil mundo de la canción española. Pastora de Córdoba y Gracia Montes hicieron estupendas versiones de la composición 


Mis ovejas son blancas y con lunares,
con las que tengo negras, cuarenta pares,
y en el otoño, niña, y en el otoño,
cuando no tienen yerba comen madroño,
comen madroño.

Una cordera blanca que yo tenía,
que yo tenía,
con la flor de la jara se mantenía,
se mantenía.
Se mantenía, mare, se mantenía,
una cordera blanca que yo tenía,
que yo tenía.

Campanillas de cobre,
collar de cuero;
la va 
guiando un macho
negro lucero,

negro lucero, ay, ay,
la va guiando un macho
negro lucero,
negro lucero.

Tienen mis ovejitas vellón rizao,
y un cordero merino que le he comprao,
y si Dios 
quiere, niña, y si Dios quiere,
tendré veinte corderos par' mes que viene,
par' mes que viene.

Una cordera blanca que yo tenía,
que yo tenía,
con la flor de la jara se mantenía,
se mantenía.
Se mantenía, mare, se mantenía,
una cordera blanca que yo tenía,
que yo tenía.

Campanillas de cobre,
collar de cuero;
la va guiando un macho
negro lucero,


negro lucero, ay, ay,
la va guiando un macho
negro lucero,
negro lucero.

........................................................................................

En una serranilla de corte tradicional asistimos al encuentro amoroso entre un apuesto caballero y una mujer rústica, en medio de la Naturaleza. Pensad en las pastorelas de la lírica provenzal o las serranas del Marqués de Santillana: los dos jóvenes se enzarzan en un apasionante idilio amoroso en el corazón de la sierra. 

El Arcipreste de Hita, en El Libro de Buen Amor, optó por un enfoque más paródico y esperpéntico: las serranas, en lugar de ser doncellas agrestes bellas y jóvenes, eran mujeres corpulentas (gordas), de edad avanzada, poco agraciadas físicamente, y con modales toscos y groseros. Los pobres viajeros que se perdían en la sierra siempre se topaban con una de estas tipas. La mujer les ayudaba a encontrar el camino a cambio de algo (normalmente un encuentro sexual). A veces estas señoras llevaban a cabo tremendas atrocidades contra los viajeros varones: los degollaban vivos y guardaban sus huesos en su casa.

En esta canción nos quedamos con la parte rústica y agreste del personaje femenino. Se trata de una mujer que se dedica a las labores del campo (pastoreo de ovejas). Aquí no hay encuentros amorosos con caballeros, ni pasiones idílicas ni crímenes atroces. La protagonista solamente se limita a describir de manera amable una serie de estampas/cuadros de su vida cotidiana como pastora. En definitiva, cuenta anécdotas de su trabajo

Estamos ante una copla descriptivo-costumbrista. El objetivo no es contar una historia ni expresar unos sentimientos, sino recrear escenas realistas, aliñándolas con un lenguaje literario plagado de recursos musicales y rítmicos, y recurriendo a un ambiente bonito, contextualizado en medio de la Naturaleza (el campo, las ovejas, los árboles, los arbustos…).

La protagonista hace alusión al cromatismo de las ovejas mediante la oración copulativa: Mis ovejas son blancas y con lunares. Con el objetivo de facilitar la rima y dotar de ritmo a la copla, el yo poético se ve obligado a retorcer la estructura sintáctica, alcanzando unos límites que son poco usuales en la lengua estándar, y que recuerdan a la sintaxis de los poemas culteranos del Barroco: Mis ovejas son blancas y con lunares, con las que tengo negras, cuarenta pares

En estos versos encontramos dos oraciones principales, unidas por yuxtaposición: la oración atributiva antes comentada (mis ovejas son blancas…), y una oración con verbo elidido ([hacen] cuarenta pares). El verbo elidido se puede reconstruir y deducir gracias al contexto dramático. La protagonista está realizando una suma de ovejas negras con ovejas blancas. El verbo principal de la segunda yuxtapuesta indica el resultado de esa suma (hacen, dan, son). El contexto cuantitativo nos obliga a “colocar” un verbo de este tipo. En la canción popular española es frecuente encontrar pequeños acertijos y cuentas aritméticas (recordad el “dos y dos son cuatro” de la Muñeca vestida de azul).

En medio de estas dos oraciones yuxtapuestas tenemos una subordinada sustantivada (con las que tengo negras…) inmediatamente posterior a la coma de yuxtaposición. Esta oración sustantivada funciona como término de un complemento suplemento de la segunda oración yuxtapuesta: hacen cuarenta pares CON LAS QUE TENGO NEGRAS. 

Sin embargo, dentro de la sustantivada, el artículo tiene valor anafórico, ya que recupera un elemento que aparece en la primera yuxtapuesta: con LAS que tengo negras. “Las” hace referencia a “ovejas”, que aparecía en el verso anterior. Por lo tanto, esta oración sustantivada mantiene conexiones con las dos oraciones yuxtapuestas: complementa a la segunda oración, y uno de sus integrantes (las) recupera un sustantivo de la primera oración. 

La suma de la elipsis verbal, el artículo anafórico y la colocación de la sustantivada justo a continuación de la coma de yuxtaposición convierten el inicio de la copla en un ejercicio de orfebrería y precisión sintáctica en el que prima la suma de elementos. A la segunda yuxtapuesta se encadena una oración coordinada copulativa, en la que la que se representa a las ovejas pastando: Y en el otoño, niña, y en el otoño, cuando no tienen yerba comen madroño, comen madroño

Una estructura aparentemente sencilla y humilde (coordinación copulativa) se ve aderezada con una serie de elementos que dan apariencia de complejidad y que contribuyen a marcar el ritmo del poema: 

-Por un lado, las reiteraciones de periodos sintácticos completos: y en el otoño, y en el otoño, comen madroño comen madroño

-Por otro lado, la interrupción de la oración para añadir un vocativo (niña), y una oración de relativo explicativa (en otoño, cuando no tienen yerba).

El vocativo da un aire añejo a la composición, pues evoca a la cantiga de amigo gallega y a la jarcha mozárabe, ya que en estas composiciones la voz poética es femenina y se dirige a otra mujer (la madre, la hermana, una amiga...). 

La oración explicativa supone hacer una pausa para añadir un detalle o comentario secundario, que en este caso da una pincelada realista sobre el mundo agrario: cuando llega el mal tiempo las ovejas no pueden alimentarse de hierba (ya que con el frío deja de crecer y se marchita), y tienen que recurrir a los frutos del madroño, que es un arbusto típico de las regiones mediterráneas

El presente de indicativo (tienen, comen) se usa con un valor de habitualidad. La protagonista está describiendo una serie de acciones que se producen de manera cíclica en sintonía y correspondencia con el devenir de la Naturaleza y las estaciones del año (en otoño comen madroños, en verano hierba). La vida de la chica y de todo lo que le rodea están supeditados al transcurrir de los elementos naturales. En función de la época del año y del clima pasará una cosa u otra. 

En la segunda estrofa se produce un cambio en la focalización descriptiva. Se pasa de una perspectiva panorámica o general (la atención recae en todas las ovejas por igual, sin profundizar en ninguna) a un primer plano: la cámara (cámara lingüística…claro está) se centra en uno de los animales, una cordera blanca, y en el tipo de comida que come: Una cordera que yo tenía, que yo tenía, con la flor de la jara se mantenía, se mantenía, se mantenía, mare, se mantenía, una cordera blanca que yo tenía, que yo tenía. Las palabras están relacionadas con el campo semántico de la vegetación mediterránea (madroño, jara). 

La estructura sintáctica se alarga repitiendo los mismos elementos una y otra vez. Una oración simple y de corta extensión  (Una cordera blanca que yo tenía, con la flor de la jara se mantenía) abarca siete versos. 

El sujeto abre y cierra la estrofa (Una cordera blanca que yo tenía…[PREDICADO], una cordera blanca que yo tenía), creando una estructura capicúa armónica, apta para conseguir el ritmo y la musicalidad necesarios. Las reiteraciones dobles y triples de fragmentos sintácticos también contribuyen a realzar los efectos musicales (que yo tenía, que no tenía, se mantenía, se mantenía, se mantenía). 

La voz poética se recrea en los detalles sensoriales con el fin de trasladar al receptor a un ambiente idílico y bucólico. Esto se consigue mediante enumeraciones en estructuras paralelísticas de nombre + complemento (Campanillas de cobre, collar de cuero). Se recurre a un léxico concreto, relacionado con los atuendos ovinos (campana, collar) y los materiales metálicos (cobre) y textiles (cuero), que permiten plasmar sensaciones táctiles y visuales propias de un contexto pastoril.

Muchos pastores, con el objetivo de identificar y reconocer sus ovejas les ponen collares personalizados para que así puedan saber, a golpe de vista, cuál es. También es frecuente colocar en el cuello cencerros o campanas. Así, si un pastor pierde a su oveja puede guiarse por el ruido del cencerro para encontrarla y traerla de vuelta al rebaño. Muy práctico todo!!!!!!!!! Como veis, la copla refleja pautas cotidianas del ámbito ganadero.

En ocasiones, el realismo está teñido de un halo de sensualidad y picardía: La va guiando un macho….  Cuando van a pastar al campo, las ovejas aprovechan para correr y jugar entre ellas. Lo normal es que las ovejas macho y las ovejas hembra hagan encuentros. De ahí que la cordera de la protagonista vaya detrás del cordero macho. 

El verbo de seguimiento y aproximación (guiar) avoca al proceso místico. La cordera busca la unión con el cordero. Siempre va detrás de él. La separación física es escasa. El léxico astral (negro lucero) y la interjección (Ay, ay) incitan a esta lectura sugerente. Recordad la metáfora de la oscuridad y la luz en la mística. El alma, en la oscuridad, busca la luz para la unión con Dios. Lo mismo pasa con la cordera .

De todas formas, la palabra lucero también tiene una acepción biológica y zoológica. Un lucero es un lunar que tienen en la frente algunos cuadrúpedos. Las ovejas son cuadrúpedos (andan a cuatro patas), así que también podrían tener este lunar en la frente.

Las dos interpretaciones son compatibles. El realismo está teñido de sensualismo y sugestión. El yo poético representa una escena costumbrista y sensorial (las ovejas con sus cencerros/collares, comiendo jara y madroños, las hembras persiguiendo a los machos…). El lenguaje literario potencia la atmósfera de sensualidad. 

De nuevo, las repeticiones sintácticas marcan el ritmo (negro lucero, negro lucero, la va guiando un macho, la va guiando un macho). En ocasiones se recurre a estructuras de quiasmo de tipo ABBA. La va guiando (A), negro lucero (B), negro lucero (B), la va guiando (A)

En la última estrofa, los parámetros de rima y ritmo se consiguen con el hipérbaton: El verbo (tienen) se adelanta al sujeto (mis ovejitas) y el complemento directo (vellón rizado). Se denomina vellón al conjunto de lana esquilada de un carnero u oveja. El diminutivo (ovejitas) da un carácter afectivo al discurso. Tened en cuenta que el yo poético está describiendo de forma afectuosa las cosas bellas de su trabajo

Además de las ovejas, la voz lírica tiene un cordero merino: Y un cordero merino que le he comprado. Los corderos merinos se caracterizan por tener un tipo de lana rizada fina y suave.

El final de la copla recuerda al cuento de la lechera de Samaniego. Gracias a las ovejas, la protagonista obtiene beneficios materiales (lana, leche, carne…). El hecho de que esas ovejas se reproduzcan es una manera de perpetuar los beneficios en el tiempo.

La protagonista celebra que dentro de unos meses tendrá nuevos corderitos: Y si Dios quiere, niña, tendré veinte corderos para el mes que viene. 

Se da una imagen trascendental y todopoderosa de la divinidad muy del gusto de la literatura católica. Es el determinismo teológico. La voluntad de Dios es la que determina el devenir del mundo. Las leyes de la Naturaleza están regidas por Dios. La subordinada condicional (Si Dios quiere…) refleja la fuerza sobrenatural de la deidad, ya que gracias a Él se produce el nacimiento de los nuevos corderitos. El último tramo de la canción está al servicio del panteísmo. Dios representa la armonía y el orden. Si las cosas funcionan con ese orden y armonía, todo saldrá bien (el yo poético tendrá esos corderitos para su sustento).

Métricamente, las estrofas están formadas por versos largos (dodecasílabos: Una cordera blanca que yo tenía) y cortos (pentasílabos: Se mantenía) que riman entre sí con pareados (lunares-pares, otoño-madroño, tenía-mantenía, rizado-comprado, quiere-viene).

El estribillo (Campanillas…) está formado por una seguidilla, es decir, una estrofa de cuatro versos, dos de los cuales son pentasílabos (pares) y otros dos heptasílabos (impares) con rima asonante en los pares (cuero-lucero).