jueves, 26 de octubre de 2023

Ay qué risa: bodegón de comida a ritmo de tanguillo

Con la copla que os traigo hoy a más de uno se le hará la boca agua, debido a la cantidad de alimentos y comidas que se aluden a lo largo del poema. Lo que viene siendo un bodegón literario. Se trata de un divertido tanguillo compuesto en 1946 por Quintero, León y Quiroga para la voz de Imperio Argentina. Se titula Ay qué risa.



No soy de Hungría, ni soy de Holanda,
soy la gitana de cuchipanda.
Yo soy la niña de unos barones,
que en Cádiz tienen sus posesiones,
y cuatro tiendas de ultramarinos,
¡Ay, qué meriendas! ¡Ay, qué tocinos!
que en el almuerzo, con la pringá
no nos podemos remenear.
Por eso siempre, de madrugada
se queda el forro de la alacena
que es una pena, porque en el forro
no queda nada.

¡Ay, que risa! señora marquesa,
con el camafeo, que risa me da,
con el tentempié, de la cuchará.
En la taza de la mayonesa,
metiendo los dedos con urbaniá,
y a la rebañé de la poleá.
Yo me suelo tomar los fuagrases,
y los entremeses, y las bullebases
a la marsellese de la papillón.
Y me siento después en los sofases,
como los marqueses, y bebo coñases
y estiro los pieses en la cheseslón.

A mi me gustan los maniquises
y los encajes de chantillises
para mí los rasos y los tisuses
y los cafeses con muchas luces.
Dale que dale ya que abanica
ya va por sales a la botica.
Nada de potajes ni de purés,
las veinticuatro tomando té. 
Mas no es extraño que adormilada
yo me levante y hasta que apenque
con dos arenques, y me los zampe
de madrugada. 

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El yo poético adopta una actitud de regodeo, deleite y regocijo ante la abundancia. Estamos en los años cuarenta del siglo XX. La Posguerra española fue dura. Gran parte de la población sufrió desnutrición, frío y enfermedades. La falta de comida marcó a esta generación. Lo poco que había se racionaba mediante un sistema de cartillas o se vendía a precio desorbitado (ilegalmente) en el mercado negro (estraperlo). Aumentó la mendicidad, la delincuencia y la prostitución. Mucha gente emigró a otros países para ganarse la vida. Está claro que estos años fueron bastante difíciles para una mayoría social.

Podríamos decir que la voz poética va a contracorriente del contexto histórico, es uno de los pocos afortunados que ha tenido el privilegio de pasar esta época sin saber lo que es la carencia y la escasez. Al contrario que otros, no se ha visto afectado por el hambre o la miseria que sí tuvieron que sentir en sus carnes las clases más humildes y populares. 

Está claro que el yo lírico vive en una situación holgada y acomodada. Por eso se puede permitir el lujo de estar alegre, irradiar felicidad, frivolizar e incluso mostrar conductas de derroche, ostentación y excesos. Realmente, la protagonista de la canción se convierte en seguidora de la filosofía epicúrea. Se entrega al placer de la comida y el lujo. Hedonismo puro y duro. Incluso en algunos momentos da la impresión de que está participando en una bacanal grecorromana, comiendo hasta reventar y no poder más. La hipérbole y el absurdo son la tónica dominante en esta canción

En los primeros versos, el yo poético se presenta ante el público. Y lo hace, como si fuera un juego, en un tono cercano al de la adivinanza, con estructuras en paralelismo: “No soy de Hungría ni soy de Holanda”: elemento negativo (no/ni) + verbo de procedencia/origen (soy) + atributo (De Hungría/De Holanda).

Tened en cuenta que detrás del poeta se esconde una persona con pocas preocupaciones y problemas en la vida. Ha tenido la suerte de nacer en un contexto acomodado. La vida la tiene resuelta (no pasa hambre, sus padres regentan negocios que les dan para vivir holgadamente...). De ahí ese espíritu banal y superficial. Al hacerse a la vida fácil y cómoda, no tiene consciencia social ni compromiso con las dificultades de los demás. Por eso, la canción se concibe como un entretenimiento frívolo. 

Podríamos decir que sus únicas aspiraciones en la vida consisten en hartarse a comer y matar el rato con capricho. No tiene nada más importante que hacer, o al menos, es la imagen da en esta copla. De ahí ese tono tan jocoso a la hora de presentarse con el público, como queriendo jugar con el receptor. La vida para este tipo de personas es un juego.

Por eso, enfoca su introducción de manera negativa, describiendo lo que no es (No soy de Hungría ni soy de Holanda), y postergando lo que sí es (soy la gitana de cuchipanda). Está jugando con el receptor, haciéndose la interesante. El término cuchipanda pertenece al habla coloquial y significa reunión de varias personas para divertirse comiendo y bebiendo, normalmente sin moderación.

El tercer verso hace alusión a su situación social acomodada: “Soy la niña de unos barones que en Cádiz tienen sus posesiones y cuatro tiendas de ultramarinos”. El materialismo domina estos primeros versos. Hay verbos relacionados con la posesión (tener) y sustantivos que indican propiedad (posesiones). 

La gente rica suele tener negocios, propiedades, riqueza…El término barón connota estatus elevado, categoría social alta, poder adquisitivo. Es gente que marcha bien, ya que pertenece a la nobleza (en un escalón inferior al de vizconde). Se han enriquecido y ascendido socialmente a partir de las actividades económicas o la banca. En los años 40, tener una tienda de ultramarinos no era moco de pavo. Sabiendo que en esta época la gente pasaba mucha hambre y esta familia dispone de aquello de lo que carece la mayoría de la población (la comida), los convierte en unos afortunados.

Mediante la exclamación retórica, el yo se recrea en el placer que supone vivir en un contexto de abundancia: “Ay qué meriendas, Ay qué tocinos”. La interjección (Ay) remarca la actitud gozosa y placentera ante los bienes comestibles, muy apreciados en estos años de miseria (meriendas, tocino). 

La merienda hace referencia a una de las comidas del día, situada entre el almuerzo y la cena (a eso de la media tarde). Si en los años 40 la gente se las veía negras para comer una vez al día, la merienda era considerado un lujo en esa época. Era cosa de ricos. Lo mismo que la carne. Ahora la gente come carne casi a diario. Pero en esta época, se comía un par de veces al mes (si acaso). Se reservaba para situaciones extraordinarias o excepcionales y haciendo un sacrificio económico grande para poder consumirla. Por eso el yo poético se extasía ante el tocino como si fuera el mayor tesoro del mundo. En esos años muy poca gente lo comía. Y ahora, varias décadas después, son los médicos los que nos tienen que decir que moderemos su consumo 

En los cuatro primeros versos se reduplica hasta cuatro veces el verbo ser (no soy de Hungría, ni soy de Holanda, soy la gitana, soy la niña…). La protagonista se describe a sí misma y se presenta ante el receptor como alguien importante, de clase acomodada. El yoísmo es síntoma de egolatría. 

Las imágenes rozan la hipérbole, es decir, la exageración, lo cual facilita la sátira: “En el almuerzo con la pringá no nos podemos remenear”. Se supone que esta gente come tanto que cuando se levantan de la mesa no se pueden ni mover. Es la sensación de pesantez que tenemos cuando estamos saciados de más. En la Posguerra eso de decir estoy lleno y comer hasta reventar era algo poco habitual. La pringá hace referencia a los ingredientes cárnicos del cocido, desmenuzados (chorizo, morcilla, jamón, falda de ternera, magro de pollo…). Es muy común tomarlos mojando trozos de pan (como si fuera paté) o hacer croquetas con ellos.

El tono sarcástico va in crescendo a medida que avanza la primera estrofa, de tal forma que el yo poético da un enfoque dramático-trascendental a una imagen que es totalmente banal y frívola: Por eso siempre de madrugada se queda el forro de la alacena, que es una pena porque en el forro no queda nada. Hacer un drama de algo que no lo es (oh que pena más grande que se ha acabado la comida) es un mecanismo sencillo para generar comicidad y humor. Una imagen cotidiana y doméstica de la época (una alacena) cobra tal protagonismo que acaba provocando risa en el espectador. El yo se recrea en el detalle nimio para divertir. Eleva lo pequeño, lo inerte, lo insustancial, lo neutral hasta convertirlo en un elemento que no deja indiferente a nadie y provoca reacciones en el que escucha.

No obstante, yo me meto en la piel de alguno de aquellos oyentes que escucharon la canción en el año 46, y sabiendo el hambre que pasarían durante aquellos años, no creo que les hiciera mucha gracia encontrarse una copla en la que además de hacer un listado interminable de comidas que no pueden ni catar, ven que el yo poético intenta hacer reír con la imagen de una alacena que se ha quedado vacía por todos los atracones que se dan esa esa casa. Unos tanto y otros tan poco jajjajajaa. Las preocupaciones de los ricos: ¡hemos comido tanto que la alacena está vacía! Tiene que joder un poco ser pobre en los cuarenta y encontrarte una canción como esta.

Se denomina alacena al hueco de la pared que hay en algunas cocinas que sirve para guardar la comida, aunque también se llama así al armario que sirve para almacenar los alimentos. Y para cubrir los manjares se utiliza un forro, que es una tapa o cubierta que sirve para proteger la comida de la humedad, el polvo y el calor. En esa casa se come tanto que por las noches la alacena está vacía y solo quedan los forros que no tienen nada que cubrir (porque la comida se la han comido ellos).

En la segunda estrofa, la voz poética sigue expresando sus gustos y preferencias mediante el verbo de opinión, aunque esta vez deja de de lado el tema culinario y se centra en el mundo de la moda y la costura: “A mí me gustan los maniqueses y los encajes de chantillises, para mí los rasos y los tisuses”. Cuando una persona está bien alimentada y nutrida, no tiene problemas económicos y sus necesidades básicas están satisfechas, es entonces cuando pueden pensar en el ocio, las diversiones, los juegos, los pasatiempos, los hobbies y la cultura. Las clases acomodadas de aquellos años mataban el aburrimiento cosiendo, bordando, haciendo punto, ganchillo, diseñando ropas…

Por eso encontramos palabras relacionadas con el campo semántico del vestido. Un maniquí es una figura con forma humana que sirve para exhibir prendas de vestir. El chantilly es un tejido de seda que está elaborado con la técnica del bolillo. Posee formas hexagonales que están rematadas con motivos vegetales (hojas, flores, guirnaldas). Es como el encaje de bolillos de Almagro. Tiene su origen en el siglo XVII en la ciudad francesa de Chantilly, famosa por su castillo. La duquesa de Longueville quedó fascinada con la calidad del tejido, y a partir de ahí se difundió por la aristocracia parisina y llegaría al resto del mundo.

El raso es un tipo de tela lustrosa, con más cuerpo que el tafetán, pero menos que el terciopelo. Se suele usar para vestidos de novia, ropa de cama o zapatillas. Posee un aspecto brillante y suave.

El tisú es una tela de seda entretejida con hilos de oro o plata y se utiliza para ropas de gala y ceremonia.

Las clases acomodadas se pueden permitir todo tipo de lujos y caprichitos como la costumbre de tomar café después de las comidas: A mí me gustan […] los caféses con muchas luces. La luz es una metáfora de la espuma. También se hace referencia a la costumbre de tomar té a media tarde, aunque esto último era de importación europea: “Nada de potajes ni de purés, las veinticuatro tomando té”.

El polisíndeton permite al yo poético alargar la enumeración de antojos y fastuosidades, recreándose en el goce que ese supone: los maniquises y los encajes…y los tisuses, y los cafeses…

Los excesos en el comer y beber nos llevan a una situación hiperbólica e histriónica: Dale que dale ya se abanica, ya va por sales a la botica. Cuando ingieres mucho alimento, el cuerpo entra el calor. De ahí que el yo necesite un poco de aire fresco (abanico), por los sudores que le ocasiona tanta comida. Y también, es normal que haya ardores, dolores de estómago, sensación de pesadez. De ahí que se aludan a las sales de frutas que sirven para rebajar los niveles de empacho después de darte un atracón. Ya lo dice el refrán: de grandes cenas están las sepulturas llenas 

Las expresiones reiterativas (dale que dale) y la oración distributiva (ya se abanica, ya va por sales) convierten este tipo de banquetes en algo habitual y normal para esta familia. Cada comida parece una bacanal romana, con todos ahí medio malos después de hincharse como si no hubiera un mañana.

En los festines grecorromanos era considerado de buena educación comer y después vomitar. Sin llegar a esos extremos, a la voz poética de esta copla le pasa un poco lo mismo. No le importa tener que tomar sales después de pegarse esas comilonas. Como nadan en la abundancia, disfrutan haciendo esto. Si no revientan parece que no se quedan a gusto. Quieren demostrar que marchan bien económicamente dándose estos banquetes diarios. En definitiva: APARIENCIA. Se lo pueden permitir y es la forma de enseñar al mundo lo bien y lo felices que se encuentran. 

Al final de la segunda estrofa, se crea una situación que roza lo enfermizo, hasta el punto de que la protagonista se levanta a media noche para comer: Mas no es extraño que adormilada, yo me levante, y hasta que apenque dos arenques, y me los zampe de madrugada”. Evidentemente, esa desmesura está al servicio de la risa y la comicidad. La exageración de situaciones se lleva al borde de la caricatura, la deformación y la sátira. Hasta en las horas que supuestamente hay que estar durmiendo, esta familia solo piensa en comer. La expresión coloquial (zampar) posee connotaciones de ansia, rapidez, no moderación.

Mediante la lítote el yo poético intenta formular con cierta normalidad un hecho que roza el absurdo y la falta de sentido común, minimizando y quitando importancia a lo extravagante (no es extraño=es normal). En esta familia, no están muy bien de la cabeza jajajajaja. 

Fijaos en el léxico: el verbo apencar significa apechugar, cargar con una obligación. Para esta gente levantarse en medio de la noche a comer es como un ritual, una norma, forma parte de la rutina diaria. Si no lo haces, parece que te falta algo, aunque tengas que desafiar las leyes de la naturaleza (a pesar de que el cuerpo te pide sueño y ganas de dormir, se tienen que levantar a picar algo). El absurdo se usa como recurso para provocar la risa en el espectador, que buena falta le hacia al pueblo en esos años de miseria. 

En el estribillo el yo poético adopta una actitud juguetona, traviesa, retozona. Concibe la vida como un juego frívolo e intrascendente. Se toma todo de forma poco seria. Esto se plasma mediante la exclamación retórica: “Ay qué risa”. La falta de preocupaciones te hace tomarte la vida a cachondeo. Además, se dirige mediante el vocativo a una persona de elevada condición social, igual que ella: “Señora marquesa”.

La voz poética convierte cualquier elemento nimio y anodino en un instrumento de diversión y buen rollo: Con el camafeo que risa me da, con el tentempié de la cuchará, en la taza de la mayonesa metiendo los dedos con urbaniá, y a la rebañé de la poleá. De cualquier cosa o detalle de su vida cotidiana puede sacar algo gracioso de lo que reírse y pasarlo pipa, por muy tonto que sea. Reírse de todo y ante todo. Esta es una filosofía de vida.

Un camafeo es una joya o adorno de forma ovalada consistente en una piedra preciosa, en la que hay labrada en relieve una figura. Evidentemente, un camafeo es un bien de lujo. Se usa para decorar las casas de los ricos. Si no hay dinero ni siquiera para comer, pues un ornamento de este tipo solo está al alcance del bolsillo de unos pocos.

Un tentempié es una comida rápida y ligera que se utiliza para matar el hambre entre horas. En los años cuarenta, solo las familias más adineradas podían permitirse el lujo de picotear para matar el gusanillo

Aunque la voz poética se encuadra en un contexto social elevado, sus comportamientos y modales resultan bastante toscos y animalizados. Se dejan llevar por los instintos primarios, en detrimento de las normas de educación y refinamiento que deberían tener, de acorde a su condición. No es propio de una señorita bien educada meter los dedos en el tarro de la mayonesa. Resulta muy vulgar en gente de bien, y aun así lo hace. El ansia, el instinto y la pasión por la comida le pueden. Saca su lado más visceral y salvaje.

La poleá es un postre típico andaluz. Se consume en Sevilla, Huelva y Cádiz en temporada de invierno. Es una mezcla de leche y harina, que se endulza con azúcar, limón, vainilla y canela. Son como las gachas de avena que comemos en el desayuno. Era una comida frecuente en las casas más modestas y humildes. Por tanto, vemos a una persona de clase social elevada practicando una costumbre o hábito típico del pueblo llano, y además, con unos modales bastante bruscos (rebañando los restos, apurando las migajas del plato).

En la segunda parte del estribillo el yo describe sus hábitos y gustos personales mediante la perífrasis frecuentativa: yo me suelo tomar los fuagrases, y los entremeses y las bullebases a la marsellese de la papillón. Como podemos observar, muestra cierta predilección hacia la gastronomía francesa. De nuevo, el polisíndeton ayuda a la voz del poema a recrearse en esos elementos placenteros y gozosos, alargándolos en el tiempo, prolongándolos para deleite propio: y los entremeses y las bullebases…

El foie gras es hígado de pato y oca. Los entremeses son pequeñas porciones de comida que se sirven para picotear antes y durante el plato principal (embutidos, fiambres, ensaladillas, croquetas, canapés…). La bullabesa marsellesa es una sopa de pescados de roca (camarones, cabracho, gallo, rape, congrios, pargos), típica la Provenza. El plato tradicional se realizaba con los restos que quedaban al fondo de las redes del pescador. En la actualidad, la receta resulta mucho más sofisticada, ya que lleva moluscos, cigalas, maricos…

El papillot es una técnica culinaria que consiste en la cocción de un alimento (normalmente un pescado o una verdura) en un envoltorio resistente al calor, como puede ser al papel de aluminio o sulfurizado.

En los últimos versos la protagonista se retrata como una señorita que vive a cuerpo de rey, con todas las comodidades y facilidades del mundo, con el polisíndeton que crea un efecto retardador para recrearse en el placer y el lujo. Y me siento después en los sofases como los marqueses y bebo coñases y estiro los pieses en la cheseslón.

La comparación (como los marqueses) enfatiza los aires de grandeza y superioridad del yo. Las palabras relacionadas con el campo semántico del asiento (sofá, cheslong) da realce a la idea de comodidad, bienestar, encontrarse a gusto. Y otra vez con costumbres foráneas exquisitas y lujosas (beber coñac), y conductas un poco zafias para tratarse de alguien de clase alta (estirar los pies).

Encontramos palabras francesas pronunciadas de forma un tanto choricera, de una persona española que imita el francés pero no sabe hablarlo con cierta naturalidad: cheseslón (cheslong), papillón (papillot/papillote), fuagras (foie gras), bullebase (bullabesa). 

También observamos plurales dobles, que son típicos del habla vulgar y popular (no normativa). Se forma sobra la base de un plural ya existente: pies<pieses, cafés<cafeses, coñacs<coñases, maniquís<maniquises, tisús<tisuses. Esto se debe a que la forma normativa plural tiene aspecto de singular (palabra aguda terminada en consonante) y el hablante siente la necesidad de hacer un plural en -es, porque cree que la primera forma es singular.

Cada una de las estrofas está introducida por cuatro pareados (10A 10A 10B 10B 10C 10C 10D 10D), y está rematada por cuatro versos libres: 10- 10- 10- 5-

Los estribillos constan de dos sextos. El primero sigue el esquema 10A 10B 10B 10A 10B 10B. Y el segundo, 10C 10C 10 10C 10C 10D


martes, 10 de octubre de 2023

Romance de Zamarrilla: el bandolero que se reformó y "saeteó" a la Virgen de la Amargura

El mundo de los bandoleros ha dado mucho juego en la historia de la copla. Hace unos años conocimos a uno de los criminales más famosos de España: Luís Candelas. En esta ocasión, os voy a presentar a otro canalla del folclore, que es protagonista de un tema compuesto por los maestros Román y Jaén, en el año 1975, para la voz de Marifé de Triana. 

Hoy analizamos Romance de Zamarilla. Dentro de la canción encontramos una saeta dedicada a la virgen de la Amargura de Málaga. 


Era Zamarrilla un bandolero,
al que la justicia perseguía,
Málaga era el puerto marinero
donde a por cariño iba y venia.

Dicen que una noche a su bravura,
le pusieron cerco en el perche,
y fue su amparo ante el
el manto de la amargura.

Y cuenta la historia
que una rosa blanca cambio de color
volviéndose roja
y que Zamarrilla llorando canto.

Amargura
ayyyyyyyy,
ayyyyyyyyy,
madre hermosa.

La del color bronceao,
deja que ponga esta rosa
junto al puñal que han clavao
tu amargura dolorosa.

Viendo aquel milagro de la rosa,
que se volvió como la grana,
frente a la morena dolorosa
floreció un clavel de flor cristiana.

Cuentan que sintió remordimientos,
y por conseguir la salvación,
pidió a los cielos perdón,
en los claustros de un convento.

Historia o romance
pero en los altares la rosa quedo,
milagro triunfante,
de la dolorosa que luce una flor.

Amargura,
ayyyyyyyy,
ayyyyyyyyy,
mare hermosa.

La del color bronceao,
deja que ponga esta rosa
junto al puñal que han clavao,
tu amargura ,
ayyyyyyyyy,
dolorosa.

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Empezamos el comentario presentando la leyenda en torno a Juan Zamarilla, famoso bandolero de Igualeja (serranía de Ronda). Vivió durante las últimas décadas del siglo XVIII y las primeras del XIX. Era muy conocido en la provincia de Málaga debido a sus robos, atracos, y hurtos por los pueblos de la comarca (aunque algunas veces sus tropelías llegaron hasta la capital). 

Normalmente, el objetivo de Zamarrilla era atracar a la gente rica. Los hombres trajeados, bien vestidos, con ornamentos caros y buen aspecto físico eran el blanco perfecto del bandolero. El dinero obtenido de estos robos los repartía entre los más pobre del lugar, pues ante todo, Zamarilla era muy generoso y miraba por los necesitados. Podríamos decir que era un ladrón con principios e inquietudes morales jajajjaa

Este personaje causaba fascinación entre el pueblo llano. Su leyenda fue corriendo de boca en boca, generando odios y pasiones a partes iguales. Las autoridades locales estaban hartas de ver cómo Zamarrilla incumplía la ley día sí y día también. Por eso, contrataron a un séquito de soldados que fueran en su busca y captura, para apresarlo y condenarlo a muerte. Zamarilla se encontraba con sus hombres en Antequera. Los soldados mataron a todos los compinches del ladrón, pero no consiguieron capturar al bandolero. Este huyó hacia Málaga.

En medio de la huída, el bandolero se refugió en una ermita. Dentro de la ermita estaba María Santísima de la Amargura, virgen que a día de hoy se procesiona en Málaga. Los soldados rodearon la ermita para acorralar al criminal. Zamarilla se escondió bajo el manto de la virgen y pidió a esta, con lágrimas en los ojos, que le ayudara a salir de ese berenjenal. 

Los soldados entraron a la Iglesia e inspeccionaron todos los rincones, pero no encontraron ni rastro del bandolero. Este seguía escondido bajo el manto de la imagen. A los soldados no se les ocurrió mirar en el paso. Finalmente, después de un buen rato de búsqueda, los soldados se marcharon de la ermita muy extrañados, y Zamarrilla quedó a salvo. 

El bandolero salió de su escondrijo, se acercó a la Virgen, la miró a los ojos y le dio las gracias. Después sacó de su zurrón lo único que tenía: una rosa blanca. El protagonista clavó la rosa blanca en su puñal, y después cogió el puñal (con la rosa) y lo puso en el pecho de la virgen en señal de ofrenda. En ese momento, la rosa cambió de color y se volvió roja.

Zamarrilla se quedó atónito al contemplar este milagro. No podía creer lo que estaba pasando, ya que la rosa había cambiado de color de manera inexplicable. Fue una sensación de terror e incredulidad.  Desde ese momento, el bandolero pidió perdón, arrepintiéndose de sus pecados. En señal de agradecimiento, Zamarilla decidió ser bueno y llevar una vida entregada a la religión y las buenas obras, ya que esa Virgen le había salvado de una condena a muerte segurísima.

La copla puede considerarse una síntesis o resumen de esta leyenda. En la primera parte se presenta al protagonista (cómo se llama, a qué se dedica, por qué es famoso), se configura el marco espacial (la ciudad de Málaga) y aparece el planteamiento narrativo (el bandolero que huye de la policía y se tiene que refugiar en la ermita, que es donde se produce la metamorfosis del color de la rosa). En la segunda parte se nos describen las reacciones y sentimientos del protagonista ante el milagro (escena del arrepentimiento). Un narrador omnisciente en tercera persona es el encargado de relatarnos los hechos.

Mediante las oraciones copulativas, el narrador presenta al protagonista (Era Zamarilla un bandolero: verbo+sujeto+atributo) y el escenario (Málaga era el puerto marinero: sujeto+verbo+atributo). 

En el primer caso, por cuestiones de ritmo silábico, se opta por hacer hipérbaton: Era Zamarilla un bandolero (decasílabo)-Zamarrilla era un bandolero (eneasílabo). Todos los versos de esta estrofa son decasílabos, así que hipérbaton permite la igualación de los golpes de voz

Las oraciones de relativo profundizan en la descripción del marco narrativo: bandolero al que la Justicia perseguía, Puerto marinero donde a por cariño iba y venía... Ya os he dicho que Zamarrilla cometía muchos robos y delitos. Por eso era perseguido por la policía. Los bandoleros solían tener novias y amantes en diferentes puntos geográficos. Zamarrilla visita Málaga con frecuencia para ver a alguna de esas muchachas. La reduplicación verbal (iba y venía) configura una situación de recurrencia o rutina. El hecho de visitar Málaga era algo normal en la vida del protagonista.

El uso de oraciones impersonales en tercera persona del plural (Dicen que una noche…) acentúa el componente legendario de esta narración. La historia de Zamarrilla se ha convertido en una leyenda popular, que se ha transmitido oralmente, de generación en generación, en un contexto más o menos local (Málaga). Todo el mundo ha oído hablar alguna vez de este bandolero, el cual se ha hecho famoso y conocido. La colectividad se convierte en transmisora de la historia. La gente se encarga de difundir la leyenda (dicen…). Se trata de un sujeto universal e indefinido (todo el mundo habla, todo el mundo dice, todo el mundo escucha la leyenda de sus padres, de sus abuelos, de vecinos…).

Cuando una historia se transmite oralmente, es normal que la gente haga pequeñas modificaciones y variaciones de su contenido. Esto es un rasgo propio de la literatura oral (cantares de gesta, romances, leyendas…). El proceso de transmisión no es puro. Por el camino suceden cambios. Seguramente, los lectores de Málaga conozcáis versiones diferentes de la historia de Zamarrilla, ya que la gente no solo se limita a transmitir, sino a crear. 

La presencia de la tercera persona del plural es un signo importante de que el componente popular juega un papel importante en este tipo de literatura. Además, crea una atmósfera enigmática y misteriosa, típica de las composiciones legendarias o milagrosas. Se va a contar un hecho trascendental y eso requiere “caldear” el ambiente poco a poco, hasta llegar a un punto culminante o climático (milagro de la rosa). Hay que contar los antecedentes para entender el núcleo.

Los antecedentes son claros: el protagonista se encuentra en el interior de la capilla, cercado por las autoridades. Los soldados están rodeando el edificio, dispuestos a arrestar al bandolero. Este hecho se narra con el recurso retórico de la metonimia, pues se alude al efecto en lugar de a la causa: Dicen […] que a su BRAVURA le pusieron cerco en el Perchel. 

Realmente, la policía no está poniendo cerco a la bravura (que es un efecto- sentimiento abstracto), sino al bandolero Zamarrilla (causa/agente de esa bravura). Es un mecanismo para realzar la personalidad y la mentalidad de este personaje, que siempre ha actuado con fuerza, violencia, rabia, prepotencia,  rencor, virulencia, agresividad (sentimientos negativos, muchos de ellos ilegales). La justicia quiere castigar esos excesos.

El hipérbaton resulta violento (lo mismo que el carácter del protagonista), de tal forma que la estructura de la oración subordinada sustantiva queda deconstruida. ¿Cuál es el efecto? Cada uno de los elementos de la acción quedan resaltados, ya que su colocación resulta llamativa.: Dicen que (oración principal: orden normal) una noche a su bravura le pusieron cerco en El Perchel (oración subordinada de objeto directo: con hipérbaton). 

Esta oración subordinada está formada por un complemento de tiempo (una noche), un complemento indirecto (a su bravura/le) el verbo (pusieron), su complemento directo (cerco) y el complemento de lugar (el Perchel, que es un conocido barrio de Málaga, el mismo donde se desarrollan las andanzas del gitano en Échale guindas al pavo).

Como veis, el orden de los complementos se altera de forma brusca: los complementos circunstancias están separados entre sí, abriendo y cerrando el periodo sintáctico, (una noche………en el Perchel), el indirecto se antepone al verbo, cosa que no es habitual en español (a su bravura pusieron), el verbo hace de frontera entre el directo y el indirecto, cuando lo normal es que aparezcan juntos (a su bravura pusieron cerco/pusieron cerca de su bravura). 

Se genera una situación muy violenta e incómoda para el protagonista. No es plato de buen gusto verse asediado y perseguido por la justicia. El bandolero se encuentra en un aprieto importante. Cada uno de los detalles de esa escena (el barrio, la noche, los policías, el cerco ...) se realzan sintácticamente para dar trascendencia a lo narrado. 

Todas estas alteraciones en el orden oracional también contribuyen a dar musicalidad al romance, con el objetivo de regularizar la métrica silábica y la rima al resto de la composición. En este caso, el verbo en tercera persona del plural tiene un sujeto elíptico conocido: le pusieron cerco [las autoridades policiales]. Aunque se use la tercera persona del plural, no es una oración impersonal, pues el sujeto no tiene nada que ver con el pueblo y la gente que transmite la historia, sino con los soldados que dan caza a Zamarilla dentro de la narración. 

En otras secciones, el efecto del hipérbaton se atenúa y la narración resulta más fluida y espontánea: y fue su amparo ante el manto de la Amargura (verbo + atributo + circunstancial). El autor de la copla presupone que el receptor sabe quién es la Amargura. Por eso, se produce una elipsis del sustantivo: el manto de [la virgen de] la Amargura. Hay que tener en cuenta que estamos ante una leyenda conocida. Por tanto, se supone que la gente tiene asimilados ciertos conocimientos culturales (que la Amargura es una virgen de Málaga).

A medida que avanza el poema, la historia se cuenta de forma diáfana y natural, sin tantos ornamentos lingüísticos y sintácticos: Cuenta la historia que una rosa blanca cambió de color, volviéndose roja. 

Como veis, el narrador nunca se olvida de que está relatando una leyenda, basada en fuentes populares más o menos fiables. De ahí las referencias literarias narrativas (cuenta la HISTORIA…). El hecho milagroso se describe de forma directa, lacónica, sin rodeos ni tonterías, desvelando la realidad de manera fácil y sencilla, sin necesidad de solemnidad y florituras. 

Los colores (blanca/roja) tienen valor antitético, ya que suponen un cambio radical en la mentalidad y forma de ver la vida del ladrón. La metamorfosis cromática de la rosa representa el punto de inflexión en el periplo vital de Zamarrilla, que dejará de ser el malo para convertirse en bueno. El gerundio marca la progresión/transición entre un momento y otro de la biografía del protagonista: “una rosa blanca […] VOLVIÉNDOSE roja

Las dos partes de la canción están separadas por una saeta dedicada a la virgen de la Amargura. El narrador es el encargado de ceder la palabra al protagonista: Zamarrilla llorando cantó:. El verbo dicendi (cantar, que es un verbo de palabra) señala la frontera entre el estilo indirecto (copla) y el estilo directo (saeta). Se supone que la saeta es cantada por el protagonista, en primera persona, como una forma de mostrar agradecimiento a la Virgen, ya que su manto le ha salvado de una muerte segurísima, y el milagro le ha servido para darse cuenta de cuál es el verdadero camino en su vida. Esta experiencia le ha abierto los ojos

El protagonista se dirige a la virgen mediante el vocativo: Amargura. Las interjecciones enfatizan la singularidad del estado anímico de Zamarrilla (“Ayyyyyyyyyy”). 

El bandolero se ve afectado por una serie de sentimientos y sensaciones contradictorias: incredulidad y terror por asistir a un hecho inexplicable e irracional (como es el cambio de color de una flor); alegría y agradecimiento por quedar a salvo de los soldados que lo buscaban (gracias al manto de la Virgen); y dolor y angustia, debido al cargo de conciencia (él analiza el contexto y se da cuenta que una persona mala, atracadora, que ha hecho tanto daño a otras personas y se ha saltado la ley, se le está premiando con algo bueno que no merece). Esto genera remordimientos, ya que es consciente de lo mal que se ha comportado.  

Zamarrilla se encuentra bajo un estado de afectación tremendo, en el que se mezclan pensamientos, reflexiones y sentimientos de todo tipo. Los ayes están cargados de emociones contrapuestas, y muchas veces, indescriptibles y ambiguas.

Como en todas las saetas, no faltan los adjetivos positivos de elogio, con el fin de ensalzar y elevar la figura mariana (madre hermosa). La saeta es una forma musical de índole religiosa, así que es normal el uso de epítetos sacros. Igual que en la épica se utilizan ciertas etiquetas para calificar a los personajes (noble de barba tan crecido, el que en buena hora ciñó espada...), en la literatura religiosa también se utilizan nomenclaturas piadosas para calificar a Dios, a los santos y a la Virgen (madre hermosa)

La Virgen es descrita físicamente mediante metáforas que hacen referencia a elementos caros y bonitos: La del color bronceao. El bronce es un metal oscuro, de color marrón, lo mismo que la piel morena de la Virgen de la Amargura. No podemos olvidar que se trata de un metal precioso. Por ende, la Amargura queda asociada a conceptos que denotan aprecio y valor en la sociedad. De ahí la exaltación. 

Las saetas suelen ir acompañadas de ofrendas, es decir, la persona que canta entrega algún presente o regalo (en este caso flores) a la Virgen: Deja que ponga esta rosa junto al puñal que han clavao tu amargura dolorosa. Normalmente, las ofrendas se hacen en señal de gratitud, respeto y amor. Tened en cuenta que Zamarrilla no ha sido detenido gracias a la Virgen. Mediante la saeta y la ofrenda, el héroe muestra su agradecimiento a la Amargura. 

Tras la primera saeta se retoma la historia principal. Tened en cuenta que durante el canto a la virgen, la narración se ha detenido, se ha quedado congelada, justo en el momento cumbre (el cambio de color de la rosa). En el momento más emocionante y esperado se para la acción. Como ha pasado un tiempo más o menos extenso desde la interrupción es necesario un verso de recuperación que active la memoria del receptor: viendo aquel milagro de la rosa...

Pensad en las telenovelas que se emiten actualmente en la sobremesa. Antes de empezar el capítulo, se ofrece un resumen de lo último que pasó en el capítulo anterior, para que el receptor pueda ubicarse en la historia y enlazar con la información nueva. La memoria muchas veces falla, así que es necesario recordar lo inmediatamente anterior, para poder entender lo que viene después y no sentirse perdido en la narración. 

Debido al paréntesis de la saeta, es posible que el espectador estándar se haya olvidado de la trama de la copla (la rosa que cambia de color después de que Zamarrilla se refugie en el manto de la Virgen para escapar de la policía). Por eso, es necesario empezar la segunda parte con un verso que resuma/sintetice la primera parte (viendo aquel milagro de la rosa, que se volvió como la grana....) y que enlace con la información nueva (reacciones del bandolero ante el milagro). 

El gerundio (viendo...) da continuidad al relato, marcando la simultaneidad respecto a la primera parte. Esto que se va a contar sucedió justo después de lo que pasó antes de la saeta. La saeta solo ha sido un intermedio lírico. Ahora volvemos a la narración. El demostrativo (aquel milagro) tiene valor anafórico, ya que recupera un elemento anterior del texto (aunque haya sido ocho versos atrás). 

Al fin y al cabo, en estos versos se está volviendo a contar algo que ya se contó. No obstante, a pesar de la reiteración del contenido, desde un punto de vista de la forma y el lenguaje sí encontramos alguna innovación. Por ejemplo, la metamorfosis de la rosa se describe con una comparación: aquel milagro de la rosa, que se volvió como la grana. La grana es una semilla roja. 

En algunos momentos, se recurre a circumloquios sacros para aludir a la Amargura con solemnidad (morena Dolorosa=virgen). 

En los poemas religiosos, el color rojo simboliza la pasión y el fervor. De ahí la acumulación de objetos con ese cromatismo. A la rosa hay que sumarle un clavel: Frente a la morena dolorosa floreció un clavel de flor cristiana. 

El contexto sacro acaba impregnándose en la adjetivación, de forma que elementos profanos (es decir, que inherentemente no son religiosos como la flor) se acaban contagiando de piedad y fe: flor cristiana

En esta estampa de devoción, asistimos a la transformación espiritual de Zamarilla. El milagro ha hecho que el bandolero rompa con su vida errática anterior. Llegamos al punto climático de la historia: el protagonista se arrepiente de sus pecados y se reforma: Cuentan que sintió remordimientos y por conseguir la salvación, pidió a los cielos perdón, en los claustros de un convento.

Al narrador no se le olvida que está relatando una leyenda oral popular, que corre de boca en boca. Las marcas de impersonalidad de tercera del plural lo delatan (cuentaN que…). 

El bandolero se arrepiente de sus malos actos mediante la metonimia: pidió a los cielos perdón. Se alude al lugar simbólico (cielo) por la entidad simbolizada (Dios, Virgen). Esta escena queda resaltada por el hipérbaton, ya que el complemento indirecto se antepone al directo (a los cielos perdón/perdón a los cielos). 

En esta parte de la copla predomina un léxico sagrado, relacionado con el acto del arrepentimiento (remordimientos, salvación, cielos, perdón, convento).

Cuando una persona comete fallos/errores/deslices pero tiene principios morales (Zamarrilla los tenía), hace una autorreflexión, un autoanálisis moral, y al final se da cuenta de que se ha equivocado y debe rectificar. Los remordimientos le impiden sentirse bien. Le pesa haber actuado con maldad. El cargo de consciencia es terrible. Se encuentra mal consigo mismo. Y ahí surge la necesidad de pedir perdón por todo el mal causado. 

Desde el punto de vista de la cristiandad, Zamarrilla llevaba una mala vida (Pecado, Infierno). Este episodio milagroso le va a servir para dar un giro radical a su existencia. Ahora va a ser bueno, va a ayudar a los demás, va a agradecer esta segunda oportunidad, no va a robar más. Esto le va a permitir ir por el buen camino (el Cielo, la Salvación). De hecho, Zamarrilla, después de esta experiencia, decidió hacerse monje (de ahí la alusión al claustro del convento). Se convierte en un ser ejemplar, lleno de luz y amor. Es posible el cambio. Hay esperanza para el ser humano y el mundo. El milagro se ha fundido con la voluntad. 

Esta copla está influida por la literatura medieval mariana. ¿Habéis leído los Milagros de nuestra Señora de Gonzalo de Berceo (autor del siglo XIII? 

En esta obra se nos presenta a diferentes pecadores muy parecidos a Zamarrilla (labradores que robaban cosechas, clérigos que no estudiaban...). La Virgen, en lugar de castigar/penalizar/condenar/juzgar (que es la visión medieval aterradora que todos tenemos de la religión), lo que hace es ayudar al protagonista que está en apuros y concederle el Perdón. Finalmente, el pecador se arrepiente y cambia. 

Esto sirve de modelo y ejemplo para el lector. Este se da cuenta de que es mejor ir por el buen camino que por el malo, y de que es posible rectificar sus conductas. 

Además, en este tipo de obras suceden hechos irracionales, maravillosos, milagrosos, que no tienen una explicación lógica, científica o racional. Si en el Romance de Zamarrilla asistimos a rosas que cambian de color, en Milagros de Nuestra Señora asistimos a imágenes religiosas que no se queman en un fuego. Solo hay que creer en estos milagros con fe.

En la última estrofa el narrador celebra en un tono triunfal y victorioso el final feliz de la trama: cómo una persona que iba por el mal camino se ha enderezado y ha decidido ir por el bueno: Historia o romance, pero en los altares la rosa quedó, milagro triunfante, de la Dolorosa que luce una flor

En todas las leyendas, siempre hay un vestigio, es decir, una señal, recuerdo o elemento que queda de algo pasado, que perdura para la eternidad y es símbolo de algo importante, que puede considerarse la moraleja o esencia de la leyenda. En este caso la rosa, tal como se enfatiza en este verso en hipérbaton: en los altares la rosa quedó. (complemento circunstancial de lugar+sujeto+verbo)

La rosa que porta la Virgen simboliza el triunfo de la bondad, el perdón, el arrepentimiento, el cambio, la fe, y en definitiva, el buen camino. Las personas tienen la capacidad de equivocarse, pero también de rectificar y dar marcha atrás. Eso es algo que depende de la voluntad de cada uno, de la capacidad de reflexionar y de analizar moralmente nuestras conductas. Las personas pueden cambiar y reformarse, y hay que darles una oportunidad.

Además, esta copla es una forma de homenajear, promocionar y dar trascendencia a un elemento de la cultura religiosa local, como es la Virgen de la Amargura de Málaga. El hecho de que la Virgen sea la responsable del cambio de conducta de Zamarilla es una forma de exaltarla y darla a conocer al resto de España, haciendo aumentar la devoción por ella: milagro triunfante de la Dolorosa que luce una flor

Métricamente, cada parte de la canción está formada por tres estrofas:

-Un serventesio de versos decasílabos. El primer verso rima con el tercero y el segundo con el cuarto: 10A 10B 10A 10B

-Una segunda estrofa irregular: 10A 10B 8b 8a. La rima cruzada (primero con cuarto y segundo con tercero) recuerda a la de un cuarteto (decasílabos) o una redondilla (octosílabos). Esta estrofa es una mezcla de cuarteto y redondilla muy extraña.

-Una tercera estrofa con otro esquema peculiar: 6- 12A 6- 12A. Se mezcla el arte mayor con el menor, pero solo hay rima entre segundo y cuarto, quedando el primero y el tercero libres. La rima es como la de una copla octosilábica, pero con versos de arte mayor.

La saeta se estructura de la siguiente manera:

-Una introducción de dos versos tetrasílabos (amargura/madre hermosa) y dos interjecciones alargadas (ayyyyyyyyyyy)

-Un cuerpo, que es una copla de versos octosílabos. El segundo verso rima con el cuarto, y el primero y el tercero quedan libres: 8- 8a 8- 8a.