Esta tarde vamos a analizar un conocido pasodoble compuesto en el año 1936 por Luis Vega, Antonio Carmona y Rafael Oropesa, para la voz de Angelillo. Se interpretó por primera vez en la película Centinela, Alerta. Posteriormente, Manolo Escobar y Carlos Cano la versionarían para un público más moderno. El título hace referencia a una localidad gaditana. Como ya os imaginaréis, la copla de hoy es Chiclanera.
La canción plantea una serie de hitos típicos de las
relaciones sentimentales conflictivas: la infidelidad, el arrepentimiento, el
intento de reconquista, el rencor, el dolor por la pérdida y finalmente la reconciliación.
Le dije a mi chiclanera
"hasta
mañana" y me fui
con la moza volantera
que en un colmao
conocí.
Pero bien he padecío,
que he sido herío
por una traición.
Que he tenío merecío
por una falsía
de mi corazón.
Aaaaaay, de Caiz para
Chiclana,
caminos sembraos de
flores,
encontré a mi chiclanera
que penaba mal de
amores.
Chiclanera.
Yo que también he
sufrío
por no ser querío
estoy a tu vera.
Aaaaay, para calmar
tus dolores,
aquí me tienes rendío,
que ese amor que se te
muere
otra vez ha florecío,
chiclanera.
Porque estoy arrepentío
y to el mundo es mío
teniéndote a ti.
Supliqué a mi
chiclanera
que tuviera compasión.
Y me contestó,
altanera,
que no tenía perdón.
Por su amor fui
peregrino
y en el camino
de mi gran dolor,
los zarzales que me
hirieron
al fin me dieron
su más bella flor.
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El tema se inicia con la escena de la traición, cuando el
protagonista engaña a su novia (la chiclanera) con otra mujer. El yo poético
adopta una actitud frívola y banal ante la consumación del engaño. Da la
sensación de que no tiene empatía ninguna hacia la otra parte, y hasta cierto
punto, la cosifica: le dije a mi chiclanera hasta mañana y me fui con la moza
volantera que en un colmao conocí. Utiliza a las mujeres como objetos de deseo.
Su discurso resulta frío y cruelmente irónico. Reconoce
abiertamente que está manteniendo relaciones con otra mujer sin ningún tipo de
pudor o afectación. Un hecho gravísimo lo expresa de una forma insensible y
lacónica, sin rodeos ni algodones, situándolo en un contexto de normalidad.
A pesar de cometer un acto pecaminoso, la voz lírica no se
corta en vincularse a la novia con el posesivo (mi chiclanera) ni despedirse de
ella de una forma cotidiana (hasta mañana) para después clavarle el puñal.
Parece que no siente remordimientos y este tipo de juergas y salidas nocturnas
en tabernas flamencas son habituales. No se inmuta al reconocer ser autor de
estos hechos tan deleznables moralmente.
A medida que avanza la primera estrofa comprobamos que
existe el karma o justicia poética, ya que el protagonista recibe de su propia
medicina, pues esa nueva chica le engaña a él: pero bien he padecido que he
sido herido por una traición. Al final, pone su vida patas arriba para acabar
en una situación peor de la que empezó, ya que pierde a la chiclanera, y con la
otra moza no llega a nada. El capricho le ha costado caro.
La personificación de la deslealtad (he sido herido por una
traición) da fuerza a la situación dramática. Todo el dolor que el personaje
masculino ha provocado a la chiclanera se vuelve ahora en su contra. Existe una
justicia divina que da a cada uno lo que merece según sus actos. El léxico
rimbombante y melodramático (traición, padecer, herir) enfatiza el castigo al
yo poético. Hay una fuerza equilibradora en el mundo que pone a cada cual en su
sitio.
El protagonista, en este punto del tema, adopta una actitud
más humilde y humana. Se le bajan los humos y reconoce que merece lo que le ha
pasado: que he tenido merecido por una falsía de mi corazón. Ha perdido todo lo
que tenía, y que era lo que más quería (la chiclanera) por algo inconsistente e
inestable. A la primera de cambio le ha traicionado.
Se recurra al viejo tópico de la poesía de cancionero del
amor engañoso: que he tenido merecido por una falsía de mi corazón. El corazón
no es perfecto y a veces se equivoca. Te enamoras de una persona que no es
adecuada para ti. El protagonista le echa la culpa a un error de las percepciones
del alma.
El estribillo inicia con un lamento del yo poético
(Aaaaaaaaaaaaay), que se funde con el paisaje gaditano (De Cádiz para
Chiclana). A pesar del contexto de tristeza y desencanto, el entorno se tiñe de
sensualidad y belleza (camino sembrado de flores). El protagonista enmarca a la
chiclanera en un entorno de color y alegría, con el fin de elevarla y recuperar
su dignidad, que la había quitado al inicio de la canción. La voz lírica quiere
reparar la imagen dañada de la amada y revitalizar su honor. Después de
despreciarla (hasta mañana…), ahora la representa como si fuera una diosa del
amor cortés (en su altar/camino de flores)
A pesar del entorno vitalista, la decepción y el desengaño
se apoderan del estado anímico de la chica (encontré a mi chiclanera que penaba
mal de amores). No olvidemos que la dama ha sido traicionada por el
protagonista y eso conlleva un contexto de pena y sufrimiento, por mucho color
que quiera dar al cuadro el yo poético.
El hombre se dispone a recuperar a su amada. Se dirige a
ella mediante vocativos (chiclanera). ¿Y cuál es la táctica para convencerla?
Ponerse en su piel, ser empático, igualarse a ella, identificarse con ella,
hallar nexos en común. La argumentación para reconquistarla es, sobre todo,
emocional. Hace hincapié en el proceso de desengaño. Los dos han sufrido lo
mismo y saben lo que significa ser traicionado. La chiclanera sufrió por el
protagonista, y el protagonista por la moza volantera de ese tablado flamenco.
Él comprende el dolor de ella, porque él ha pasado por lo mismo. El marcador
textual aditivo contribuye a la unión de ambos: yo que TAMBIÉN he sufrido por
no ser querido, estoy a tu vera.
El yo poético se rebaja, se humilla ante la mujer, reconoce
sus errores y se entrega a ella: para calmar tus dolores aquí me tienes
rendido. Ahora es él el cosificado, el hombre objeto. Su ego del inicio ha
desaparecido.
El amor se presenta como una realidad cambiante,
transformadora, motriz, regeneradora y hasta cierto punto, humanizada: que ese
amor que se te muere otra vez ha florecido. Mediante las metáforas de la muerte
y el florecimiento, se ve el amor como una entidad viva que se marchita (muere)
y resurge (florece). El amor parece, desaparece, se transforma, evoluciona…No
es algo fijo y estable. En un momento de su vida el protagonista perdió la
pasión por la chiclanera. Después de perderla y vivir sin ella se ha dado
cuenta del error y ha recuperado la ilusión.
El estribillo concluye con una declaración de intenciones,
sin titubeos: fue un error (estoy arrepentido) y la vida solo tiene sentido con
el amor de la chiclanera (todo el mundo es mío teniéndote a ti). Estamos ante
la visión garcilasiana del amor como fuente de plenitud y felicidad.
El verbo de posesión (teniéndote) enlaza el pronombre de
primera persona (mío) y el de segunda (a ti). Este final casi místico
representa el esquema mental del protagonista tras la experiencia traumática de
ser traicionado. Ahora valora lo que tiene y sabe cuál es el camino que debe
seguir en su vida, y la persona con la que tiene que estar.
El ansia de fundirse con la amada es tan grande que al amado
no le importa quedar rebajado, humillado y con el honor perdido. De ahí su
insistencia en perseguir a la dama haciendo todo lo posible por arreglar el
conflicto y volver a la situación idílica inicial. A él le da igual su imagen
pública, rebajarse, arrodillarse, humillarse y quedar como un arrastrado:
supliqué a mi chiclanera que tuviera compasión. No le importa quedar en una
posición de inferioridad.
A pesar del arrepentimiento sincero, la mujer no tiene
intención ninguna de darle una segunda oportunidad: y me contestó altanera que
no tenía perdón.
La amada adopta el rol de mujer fría y fatal: a pesar de las
súplicas del amado, ella se mantiene impasible ante su sufrimiento. En el amor
cortés, este tipo de dama se caracteriza por su actitud vengativa y rencorosa:
no perdona el desliz ni la traición y busca que el amado reciba el mismo daño
que ella. La mujer no quiere saber nada de él. El desengaño le ha llevado a
cerrarse en sí misma y no expiar la culpa de su novio. El orgullo femenino
jejjeje.
El rechazo de la chica lleva al protagonista a una situación
de crisis, la cual se manifiesta en dos vertientes:
-Sensación de no saber qué hacer con su vida: dudas,
perdición, incertidumbre. La pérdida del amor trae consigo un contexto de
desorientación ya que no ve sentido a la existencia. Esto se expresa con la
metáfora del viajero: por su amor fui peregrino. Un peregrino es una persona
desarraigada, sin raíces, no tiene casa, no tiene un lugar fijo. Ahora que no
está la amada, el hombre siente que ha perdido las riendas de su devenir vital.
-Sentimiento de desasosiego, tristeza, pena, desazón. El yo
poético está pasando por un duelo, ya que la relación amorosa ha muerto. Esto se
expresa con la metáfora de la aflicción: en el camino de mi gran dolor.
En los últimos versos asistimos a un giro radical de los
hechos, ya que la amada le perdonará y el protagonista recupera la ilusión.
Este final súbito nos lleva a un desenlace feliz in extremis: los zarzales que
me hirieron al fin me dieron su más bella flor.
La personificación de los vegetales (los zarzales que me
hirieron) representa la cara amarga y dolorosa del amor. Cuando la amada de te
deja, sufres, lo pasas mal, tu vida deja de tener sentido. Las zarzas son
plantas espinosas, y las espinas producen dolor.
Sin embargo, el amor, también te da placer, felicidad,
vitalidad, plenitud. Una de cal y otra de arena. Ese lado positivo y extásico
se expresa con la metáfora del brote florido: su más bella flor.
La chiclanera, debido a su orgullo y altanería, se las ha
hecho pasar canutas al protagonista: ha llorado, ha sufrido, ha penado, ha
perdido las riendas de su vida. No obstante, al final, el amor triunfa y esa
misma persona que le ha hecho tanto sufrir es la que le ha dado la felicidad
absoluta. La amada ha recapacitado, ha tenido empatía, ha reflexionado y se ha
dado cuenta de que todos pueden cometer errores, y lo importante es que ese
hombre la quiere. Si te rebajas de esa manera dando por culo al orgullo y la
dignidad, es porque de verdad hay amor. Y eso merece el perdón. No todo el
mundo se arrepiente de sus actos y lucha de esa manera por recuperar lo
perdido.
Métricamente, cada estrofa está formado por la combinación
de una cuarteta (8a 8b 8a 8b), un pareado (8c 8c) y una rendondilla (8a 8b 8b
8a). En los estribillos se mantiene el verso octosílabo, pero el esquema de la
rima se irregulariza, mantenido algunas asonancias entre versos consecutivos
(sufrío-querío, arrepentío-mío) o alternos (flores-amores)