jueves, 25 de agosto de 2022

Don Triquitraque: guajira de un vendedor ambulante con una estrambótica mercancía

El tema que os traigo hoy podría definirse como una mezcla de copla y guajira. Fue compuesto en el año 1950 por los maestros Retana y Legaza para la voz de Miguel de Molina, el cual la interpretó en su última visita a España en el año 57. Se trata de una canción de ida y vuelta, muy salerosa, de ritmo juguetón, que describe a un personaje muy curioso y divertido. Hoy vamos a analizar Don Triquitraque. Antoñita Moreno y Concha Piquer también hicieron sus propias versiones de este poema.

La copla cuenta la historia de Don Triquitaque, un mercader ambulante que se gana la vida vendiendo todo tipo de extraños artículos, de un lugar a otro del mundo. Sus peculiares y extravagantes mercancías, unido a su carisma y gracia a la hora de vender los productos, lo han convertido en un personaje famoso allá por los pueblos por donde pasa.



De La Habana ha venío

el barbián de mi tío
que Don Triquitraque el americano,
que 
toíto el mundo tié recorrío.
Traca que traca, traca que traca,
rejuntando parneses
con su comercio de jipi-japa.

Ay, que Don Triquitraque
ha 
traío canela y clavo,
azúcar cande y oro nativo,
los colmillitos de un elefante,
coquitos frescos y un moro vivo.

Ay, que Don Triquitraque
y una mona ramona con su monito
y una cotorra que viene hablando
y unas calenturitas
que el pobrecito la está 
parmando.

Ay, que Don Triquitraque,
traca que traca, traca que traca
rejuntando parneses
con su comercio de jipi-japa.

pa'mangui ha traío
el barbián de mi tío
un paragüitas que cuando llueve
a mí me pone 
calao perdío,
pa que me suene, pa que me suene,
pañolitos de seda
que más bonitos nadie los tiene.

.............................................................

En los tres primeros versos el yo poético presenta e introduce al protagonista de la canción: “De La Habana ha venido el barbián de mi tío, don Triquitraque el americano, que toíto el mundo tiene recorrido”. Tened en cuenta que el receptor no sabe todavía quién es este Don Triquitraque que da título al tema. Y como se trata de alguien que parece ser muy conocido entre el pueblo llano, es importante formalizar la presentación.

La descripción incluye los siguientes datos:

1. Procedencia u origen geográfico: “De La Habana ha venido…”. El hipérbaton (se adelanta el circunstancial de lugar al verbo) enfatiza el componente exótico y foráneo de este tipo. Se trata de alguien que viene de un sitio muy lejano, y lo que procede de culturas lejanas en el espacio, suele sugerir misterio, magia, extrañeza, asombro.

Por el hecho de venir del otro lado del Atlántico (Cuba), ya resulta una persona llamativa que destaca entre la multitud. En una época en la que apenas había inmigración ver a un forastero era algo que resultaba bastante estrambótico.

2. Rasgo más destacado de su personalidad (descripción espiritual): “El barbián…”. “que toito el mundo tiene recorrido”. Un barbián es una persona gallarda, atrevida, desenvuelta, decidida. Eso de abandonar tu tierra de origen e irte por ahí dando bandazos de un sitio a otro, a países desconocidos y ganarte la vida vendiendo todo tipo de artilugios extraño no es nada fácil. Hay que valer y tenerlos bien puestos para hacer algo así.

Una persona dedicada a la venta debe comerse el mundo, tener don de gentes, saber hablar, echarle cierta jeta a la vida, llegar al comprador…. Si no eres valiente, es difícil sobrevivir a este oficio, el cual, además, te permite conocer todo tipo de gente y lugares. Podríamos decir que Don Triquitraque es un hombre de mundo, que ha viajado, y se ha formado en la calle. No necesita estudios ni nada.

3. Vínculo del protagonista con el yo poético: “El barbián de mi tío…”. El yo poético recuerda a un narrador omnisciente, ya que sabe todo a cerca del protagonista: cómo es, a qué se dedica, qué vende…Está claro que tiene una relación con él. En este caso, familiar.

4. Mote. Las personas que son famosas o conocidas en un determinado entorno, ámbito o lugar, no suelen ser aludidas o referidas con el nombre de pila, sino con un mote, es decir, con un nombre que hace referencia a alguna cualidad o característica peculiar que los distingue del resto: “Don Triquitraque, el americano”. En este caso, el mote se basa en el origen geográfico.

El estribillo es puro de derroche de significante y juego fónico. Basándose en la imagen acústica del nombre del protagonista (Triquitraque), el yo poético crea combinaciones de sonido que no significan nada: Traca que traca. El resultado es una expresión absurda, pero que suena agradable, casa con el ritmo, da cierto toque travieso y retozón al tema, y además, transmite connotaciones de reiteración: el protagonista no para de vender y vender y vender…vende que te vende. Esa es su vida.

Como vendedor, consigue sus objetivos, que es ganarse la vida, tal como se expresa a través del habla vulgar: “Rejuntando parneses con su comercio de Jipijapa”.

Parné se utiliza en contextos sociales de bajo nivel cultural y significa “dinero”. Pertenece a las variedades diastráticas de la lengua (nivel vulgar). El protagonista consigue juntar dinero con sus ventas.

Jipijapa hace referencia a una región de Ecuador. Por tanto, los productos que vende son productos exóticos, de procedencia lejana, que no es habitual encontrar en España. Al trabajar con mercancía autóctona hace que Don Triquitraque pueda sobresalir, despuntar o destacar sobre otros vendedores.

En el mundo del comercio la diferenciación y la originalidad son fundamentales si quieres hacerte notar de cara a tus competidores.  Y por lo que se ve, don Triquitraque solo hay uno, y bien conocido que es jajaja. Se ha hecho su huequecito y tiene su público fiel. Su inventario de mercancías no dejará indiferente a nadie, y llamativo sí que es.

En los versos siguientes el yo poético enumera algunos de sus curiosos artículos: “Ha traído canela y clavo, azúcar cande y oro nativo, los colmillos de un elefante, coquitos frescos y un moro vivo […] y una mona rabona con su monito y una cotorra que viene hablando”.

Cada vez que escucho esta copla no puede evitar acordarme de los gitanos de la novela de García Márquez “Cien años de soledad”, que acudían cada año a Macondo a vender todo tipo de cachivaches e inventos extraños que habían triunfado en otras partes del mundo. Pues a Don Triquitraque le pasa algo parecido. Va por los pueblos vendiendo sus existencias, que consiste en objetos muy famosos en otros continentes, y que en España resultan bastante excéntricos y chocantes.

Entre los artículos, caben destacar las especias (canela, clavo, azúcar cande), minerales (oro nativo), fruta (coquitos frescos), piezas que pueden usarse en orfebrería (colmillos de un elefante), y animales (un moro vivo, una mona rabona con su monito, una cotorra que viene hablando).

El azúcar cande es una variedad de azúcar cristalizada (azúcar perlado), dura, usada para decoración de postres. El diminutivo da un carácter afectivo y elogioso al producto (coquito…suena más rico al oído que coco). Hay partes y piezas de los animales que resultan muy valiosos y se utilizan para hacer joyas (por ejemplo, el colmillo de elefante).

Un moro es una variedad de caballo de color negro con algunas manchas blancas. Las cotorras son unas aves parecidas a los loros capaces de emitir sonidos humanos. La mona rabona es una variedad de primate, el macaco de Berbería o mono de Gibraltar.

Da la impresión de que Don Triquitraque es una especie de mago, capaz de traer cualquier cosa a su puesto de venta por muy rara y curiosa que resulte, para dejar boquiabiertos a los compradores, ya que su inventario es una caja de sorpresas donde puedes encontrar de todo, cualquier cosa que no te esperas, lo que no puedes imaginarte. Es lo que tiene viajar de un lado a otro. Su catálogo de compras es un mosaico, pastiche y fusión de todos los viajes que ha realizado por el mundo. Su mercado no es un mercado convencional y cotidiano. Es un reflejo de su vida.

La enumeración material de la mercancía está en polisíndeton, es decir, abusando de la conjunción copulativa: y azúcar […] y oro […] y un moro vivo […], y una mona […], y una cotorra […], y unas calenturitas […]. El nexo enfatiza el carácter abierto del catálogo, el cual se va renovando y no para de añadir nuevas cosas.

Su listado de productos parece el cuento de nunca acabar. No para de traer nuevas cosas al puesto, a cada cual más rara y estrafalaria. Cada producto sorprende más que el anterior, pudiendo encontrar cosas de todo tipo y procedencia.

El último elemento de la enumeración no es material, sino sensorial: “Y unas calenturitas que el pobrecito la está palmando”. Esto crea un contrapunto irónico y jocoso al poema. Toda la abundancia del género (en calidad y cantidad, tal como hemos visto) contrasta con la debilidad de su estado físico. Tener calentura significa tener fiebre, la temperatura del cuerpo aumenta.

Es la reacción física del organismo ante alguna enfermedad o virus. Estos últimos los asociamos a países subdesarrollados, lejanos y con una sanidad deplorable. Al viajar tanto, es normal que Don Triquitraque traiga cosas buenas (mercancías), pero también todo lo malo de esos lugares (bacterias, virus…).

La gente que trabaja de cara al público tiene que poner al mal tiempo buena cara y aunque por dentro se sienta mal, se encuentre enfermo, tenga un mal día o su salud se desquebraje, tiene que estar al pie del cañón, con el ánimo alto, sin que se note nada, irradiando entusiasmo y pasión. Si en la venta transmites estados anímicos bajos por problemas físicos o personales, eso la gente lo nota, y no vendes igual. Don Triquitraque no tiene el cuerpo para ganas de juerga con esa fiebre, pero como dice la canción, show must go on, como si no pasara nada.

Los problemas de salud son representados de forma hiperbólica, al borde de la exageración (“la está palmando”). El adjetivo de compasión da un toque afectivo al discurso: “El pobrecito”

En la segunda estrofa, el yo poético nos presenta el lado picaresco del oficio de vendedor: “Para mangui ha traído el barbián de mi tío”. La palabra mangui se utiliza en el habla coloquial y familiar-afectiva para decir que alguien es un ladronzuelo, un pillo, un mangante, un delincuente de baja categoría. Es la cara oscura de este mundillo.

Algunos vendedores son honrados y compran ellos el producto y luego lo venden a un precio mayor para obtener el beneficio. Otros, optan por robar directamente el producto, y luego venderlo, para así obtener un beneficio mayor. Si lo robas, no te gastas dinero en adquirirlo o hacer el pedido.

El mundo de la venta funciona así. Hay gente que es muy ratera. Cuando nosotros vemos el típico puesto de fruta en las calles, hay un porcentaje más o menos elevado de posibilidades de que esa fruta haya sido robada. Evidentemente, cada caso es un mundo, pero suele ser una práctica habitual. Y don Triquitraque no es la excepción. Seguramente haga alguna fullería, tal como se insinúa con el adjetivo “mangui”.

Otro de los aspectos oscuros de este mundillo es el hecho de tener que vender cosas que realmente no son tan buenas como parecen o no tienen la calidad esperada: “Y un paragüitas que cuando llueve a mí me pone calao perdido”. Esto es típico de los contextos publicitarios. El vendedor tiene que dar una imagen de eficacia, que lo que está vendiendo es algo de calidad, utilísimo, de lo mejor de lo mejor, lo más bonito, lo más barato, para que el cliente llegue a la convicción de que la adquisición merece la pena en su vida.

El propio yo poético reconoce que don Triquitraque se pone a vender paraguas que luego no cumplen su función. Esos paraguas en lugar de protegerle de la lluvia le mojan más. La publicidad es seducción y manipulación. Y los vendedores, a veces, tienen que echarle jeta y creerse que lo que venden es lo mejor que hay, aunque no lo sea.

Además, en el mundo del comercio, es importante enamorar a través de la vista, que el producto entre por los ojos, resulte bonito, atractivo, bello. De ahí que los pañuelos que vende Don Triquitraque sean puestos en grado comparativo, para sitiarlos en una posición de superioridad respecto a otros semejantes: Pañolitos de seda que más bonitos nadie los tiene.

En publicidad se busca estar por encima de la competencia. Los pañolitos del protagonista son los más bonitos que hay. Evidentemente, los objetos no solo son forma, sino también tienen una función, una utilidad: “Pa que me suene”. Los pañuelos sirven para secarse los mocos.

Métricamente, le medida de los versos pendula entre el heptasílabo y el dodecasílabo (de 7 a 12). La disposición estrófica es totalmente libre e irregular. En el plano de la rima, encontramos algún pareado a comienzo de estrofa (venío-tío, traío-tío). En el resto, hay alguna rima pero de versos no consecutivos (traca---japa, nativo---vivo)


martes, 2 de agosto de 2022

Dama Dama: una crítica a las señoras de la alta burguesía madrileña

En el año 1972 la cantautora madrileña Cecilia publicaba su primer álbum de estudio. En su canción más famosa criticó la hipocresía y la doble moral de las señoras de la burguesía, esas mujeres de bien que de cara a la galería predicaban grandes valores humanos, y luego, en la intimidad de su casa, se los pasaban por el forro. Esta tarde vamos a analizar Dama Dama

Hoy dos de agosto se cumplen 46 años del fallecimiento de Cecilia en un accidente de tráfico. Que el comentario sirva también de homenaje



Puntual cumplidora
Del tercer mandamiento
Algún desliz inconexo
Buena madre y esposa
De educación religiosa

Y si no fuera por miedo
Sería la novia en la boda
El niño en el bautizo
El muerto en el entierro
Con tal de dejar su sello

Dama, dama
De alta cuna, de baja cama
Señora de su señor
Amante de un vividor

Dama, dama
Que hace lo que le viene en gana
Esposa de su señor
Mujer por un vividor

Ardiente admiradora
De un novelista decadente
Ser pensante y escribiente
De algún versillo autora
Aunque ya no estén de moda

Conversadora brillante
En cóctel de siete a nueve
Hoy nieva, mañana llueve
Quizás pasado truene
Envuelta en seda y pieles, es una

Dama, dama
De alta cuna, de baja cama
Señora de su señor
Amante de un vividor

Dama, dama
Que hace lo que le viene en gana
Esposa de su señor
Mujer por un vividor

Devoradora de esquelas
Partos y demás dolores
Emisora de rumores
Asidua en los sepelios
De muy negros lutos ellos

El sábado arte y ensayo
El domingo los caballos
En los palcos del real
Los tés de caridad
Jugando a remediar, es una

Dama, dama
De alta cuna, de baja cama
Señora de su señor
Amante de un vividor

Dama, dama
Que hace lo que le viene en gana
Esposa de su señor
Mujer por un vividor

Dama, dama
De alta cuna, de baja cama
Señora de su señor
Amante de un vividor

Dama, dama
Que hace lo que le viene en gana
Esposa de su señor
Mujer por un vividor

Dama, dama
De alta cuna, de baja cama
Señora de su señor
Amante de un vividor

Dama, dama
Que hace lo que le viene en gana
Esposa de su señor
Mujer por un vividor

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La protagonista de la canción es una mujer perteneciente a la clase burguesa madrileña. Ya sabéis lo que esto significa: buena posición social, lujo, riqueza, ocio, marido influyente y prestigioso, las mejores ropas, la mejor comida, una agenda social apretada con la creme de la creme de la capital…En definitiva, moverse en un entorno elitista con actividades reservadas a las clases sociales más poderosas.

Una de las principales preocupaciones de estas señoras de bien es cuidar su imagen pública, de acorde a su estatus: vida discreta y ordenada, nada de escándalos, ir a misa, aparecer junto al marido y los hijos en todo tipo de eventos para que la gente vea que forma una familia estable

Ya hemos hablado alguna vez del honor. Consiste en generar una opinión positiva en los demás (dignidad). Como miembro de la burguesía todos esperan de ella una serie de comportamientos morales y la ejecución de unas costumbres, impuestas por pura convención social: ser afín al régimen, la iglesia, el matrimonio, aparte de seguir algunos hábitos que te adscriben a tu estatus: mostrar interés por cierto tipo de cultura (el teatro, la hípica, la literatura…) y hacer acto de presencia en todos los actos que involucran a personas de su misma clase social (entierros, bautizos, comidas…).

Se trata de ajustarse/adscribirse al prototipo burgués, y no apartarse de él para no ser señalada por el resto. Estas mujeres buscan mantener el prestigio siguiendo el modelo de vida descrito, o al menos, APARENTANDO cumplir con el estereotipo.

Y así llegamos al eterno conflicto de apariencia VS realidad. La vida burguesa es solo una fachada, un envoltorio, un disfraz, una máscara de carnaval. La protagonista de Dama Dama, de cara a la galería, es una señora burguesa de bien (culta, religiosa, fiel, ejemplo de orden y rectitud…). Por su boca predica que lleva una vida pulcra y perfecta. Sin embargo, la realidad es distinta. Detrás de ese frontispicio de ejemplaridad y pulcritud moral, se halla una persona hipócrita que es capaz de romper con todos esos valores que predica, ya que está siendo infiel a su esposo manteniendo una relación en secreto con otro señor.

La doble vida se manifiesta en las antítesis del estribillo: alta cuna/baja cama. Señora de su señor/ amante de un vividor

Los adjetivos de posición (alta, baja) aplicados a elementos del mobiliario doméstico (cuna, cama) funcionan como metáfora de las clases sociales con las que se relaciona la mujer. En el seno de la vida pública, su amor es el esposo, una persona poderosa, rica, prestigiosa, culta... En definitiva, virtuosa. Ambos forman, de cara a la galería, una unidad indivisible, tal como se manifiesta en la derivación (señora de su señor). Los dos están vinculados por el vínculo de la unidad familiar, y de cara a la sociedad, son un matrimonio.

Sin embargo, en el contexto de la vida privada (cuando nadie la ve), la persona a la que ama no es el marido, sino un señor de clase baja e incluso de dudosa reputación moral: amante de un vividor. El término vividor posee connotaciones negativas, ya que se aplica a personas que viven a expensas de los demás, buscando por malos medios lo que necesita o conviene. Este hombre ve en la protagonista una mujer rica, con recursos…perfecta para sobrevivir. En definitiva, se trata de un ser defectuoso.

La señora, a pesar de infundir a los que le rodean una imagen moralmente incorruptible e inmaculada, en la práctica no tiene escrúpulos y se deja llevar por sus instintos más viscerales sin importar lo que predica su sistema ideológico: dama, dama que hace lo que le viene en gana. De su marido coge lo mejor de la vida burguesa (dinero, prestigio, vida cómoda…) y del amado placer sexual.

El vínculo de la burguesía con el sector eclesiástico se manifiesta al comienzo del tema mediante el circunloquio: puntual cumplidora del tercer mandamiento

La autora de la canción presupone que el receptor posee la cultura suficiente para saber que el tercer mandamiento de Dios es el de “Santificarás las fiestas”. La protagonista, siguiendo las costumbres de la alta sociedad madrileña, acude todos los domingos a misa. Con el objetivo de evitar el estereotipo (la gente de bien va a la Iglesia), Cecilia prefiere dar un rodeo y recurrir a una expresión oblicua.

Ser bien visto socialmente implica adscribirse a esos estereotipos: buena madre y esposa de educación religiosa. Esto tiene que ver con la moral franquista de la época. Las mujeres buenas eran aquellas que se preocupaban de la familia, los hijos, el marido, hacían las tareas del hogar y seguían las costumbres impuestas por la Iglesia (rezo, rosario, misas, fe, inculcar a los niños las creencias…). La protagonista, como buena burguesa, sigue estos patrones que le permiten mantener una imagen pública prestigiosa, y que todo el mundo diga lo buena que es.

En medio de este tinglado moralista, Cecilia mete un versito de tono irónico: algún desliz inconexo. Está claro que no todo es oro lo que reluce en esta mujer. Entre tanto virtuosismo (va a misa, buena madre, buena esposa, buena educación…), algún defectillo debe tener. En principio, todos podemos pensar: la mujer es humana, y como tal, puede equivocarse de vez en cuando. La tentación es fuerte y a veces puede con nosotros.

Sin embargo, cuando nos enteramos de que la buena señora está siendo infiel al marido (pecado de los gordos), nos damos cuenta de la ironía que desprende la autora en este versito.

La letra original era más explícita: algún desliz en el sexto [mandamiento]. El sexto mandamiento dice “no cometerás actos impuros”. La censura tardofranquista vio que este verso era demasiado explícito y atrevido, así que obligó a Cecilia a cambiarlo por “algún desliz inconexo”, eufemismo de la infidelidad.

La protagonista se avergüenza de su vida oculta, siente que debe esconderla, tal como se refleja en la oración subordinada condicional: y si no fuera por miedo…El honor y la imagen pública son muy importantes para la burguesía. Si la gente se entera de que está acostándose con un hombre de dudosa calaña, se convertiría en el centro de todas las críticas, burlas y juicios de valor.

Esto se refleja en las estructuras en paralelismo: sería la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro.

-Los atributos aluden a las personas protagonistas, sobre las que recae la atención de la gente en determinados contextos (la novia/el niño/el muerto)

-Los circunstanciales de lugar aluden a eventos sociales (en la boda/en el bautizo/en el entierro)

Ante un escándalo social, la mujer se convertiría en el centro de todas las conversaciones, y eso no es bueno para su imagen pública. El pundonor, la apariencia y la falsa virtud pueden más que sus instintos y pasiones: con tal de dejar su sello…

Ella es feliz con su vida pecaminosa. Internamente se siente orgullosa. Satisface sus deseos y necesidades sexuales. Se siente realizada. Alcanza la plenitud. ¿El problema? No quiere que los demás se enteren de su doble vida, ya que generaría un escándalo social. Todo el mundo hablaría mal de ella, la pondría a parir, la criticarían, la repudiarían. Sería el hazmerreír.

Por lo tanto, la relación con el amante la lleva en absoluto secreto. Es un idilio que vive por y para ella. Sin espectadores ni testigos. Ella se lo guisa y ella se lo come. No necesita irradiarlo, ya que sería perjudicial para su imagen

Sus gustos literarios son un reflejo de su personalidad: ardiente admiradora de un novelista decadente. El calor (ardiente) funciona como metáfora de la pasión (la protagonista es una fanática/acérrima seguidora de la literatura decadentista).

El decadentismo es un movimiento literario de origen francés. Se dio en las dos últimas décadas del siglo XIX, con autores como Baudelaire (Las flores del mal) Oscar Wilde o D’annunzio.

Los personajes de estas obras piensan que su vida es vacía, monótona, aburrida, tediosa, infeliz, gris. La protagonista de Dama Dama si tiene que recurrir a un amante es porque la vida burguesa no le satisface ni le llena. Por una cuestión de prestigio y estatus (conveniencia) no le importa apegarse a las costumbres exquisitas de la clase alta. Hay cosas de la burguesía que sí le interesan (riqueza, lujo…). Pero en el fondo, no es feliz con su marido y necesita darle emoción a su vida con otro hombre.

Esta señora, como tantos otros personajes decadentistas, se evade de la realidad a través de elementos pecaminosos, prohibidos, escandalosos (en este caso, el amante, que se convierte en objeto venerado). Esas caídas del interior de uno mismo son propias de la literatura fin de siglo.

La protagonista actúa desde la individualidad. Se aísla del entorno. No quiere que nadie sepa de esta doble vida. Es egoísta: que hace lo que le viene en gana…Actúa por instinto sin importar la moral. Se considera un ser superior, por encima del bien y del mal. Es feliz a través del placer superficial (sexo con el amante). El resto del tiempo es infeliz y se enmascara en los lujos de la vida burguesa.

Cecilia representó desde la sensibilidad, y sin renunciar al realismo, el inconsciente de la muchacha, tal como ella se siente: me gustan los lujos y el bienestar de la vida burguesa (y hay que conservar la imagen), pero no soy feliz con mi marido, así que para olvidarme de las penas me busco un amante. Estas dos cosas (lujo y amante) me dan felicidad pasajera y puedo sobrellevar mejor el hastío vital.

De cara a la galería, utiliza la literatura como objeto de apariencia social. En el seno de la burguesía está bien visto leer libros, conocer el nombre de sus autores, memorizar citas y sobre todo, demostrar que sabes mucho: ser pensante y escribiente de algún versillo o autora aunque ya no estén de moda.

La élite social, desde la tradición grecolatina, se “apropió” de la cultura.  Las clases ricas eran las que coleccionaban libros, tenían bibliotecas, usaban lujosas portadas y encuadernaciones y acudían a las universidades.

Casi siempre ser culto era sinónimo de tener dinero y pertenecer a la élite social. De ahí, esa obsesión por demostrar a los demás que habías leído mucho y tenías muchos conocimientos, aunque en la práctica no te interesara lo más mínimo el mundo de la literatura, la cultura, la ciencia, la filosofía…Como decía José Cadalso, la erudición se confunde con pedantería. La protagonista de la canción se limita a leer libros solo para demostrar que es de los “buenos”.

Lo único que le gusta es la literatura decadente (porque se siete identificada con sus personajes). Pero eso es mejor callarlo, no vaya a ser que dé pistas al mundo jejejjee. De cara a la galería, se coge dos o tres libros, extrae unas cuantas citas, las memoriza y las utiliza para fardar delante de la gente de que ha leído mucho, es supermeguay y sabe muchas cosas fruto de sus lecturas. El caso es aparentar que le gusta la cultura, aunque en el fondo no le apasione. Si da prestigio, todo vale.

Una vez le sacas de esos cuatro datos estratégicamente memorizados, la protagonista no tiene tema de conversación. Le falta “cultura real”, hecho que Cecilia recalca desde la ironía: conservadora brillante en un cóctel de siete a nueve: hoy nieva, mañana llueve, quizá pasado truene.

Se aplica un adjetivo valorativo con connotaciones positivas (brillante) a un acto que genera impresiones negativas: ante la falta de ideas, la buena señora se pone a hablar del tiempo meteorológico con la gente que se encuentra en ese lujoso cóctel.

Las oraciones impersonales (hoy nieva, mañana llueve) denotan tedio, aburrimiento, monotonía, falta de pasión, falta de emoción. Cuando la gente no sabe de qué hablar lo normal es hablar del cosas triviales y banales como el tiempo. En un ambiente selecto se evita hablar de temas personales e íntimos. Mejor hablar de generalidades que no te comprometan

La oración de participio (envuelta en seda y pieles) y el circunstancial de lugar y tiempo (en un cóctel de siete a nueve) contribuyen a crear un ambiente refinado y sofisticado, en el que cada detalle está cuidado al máximo, con una rigidez máxima: todos acuden bien vestidos, el evento dura exactamente dos horas…

Está claro que la mujer es todo menos “conversadora brillante”. Solo sabe hablar del tiempo aunque ella misma diga que lee mucho y conoce muchas obras y autores.

La protagonista es partícipe de las costumbres burguesas, tal como se describe en la tercera estrofa: devoradora de esquelas…/emisora de rumores/ el sábado arte y ensayo/el domingo los caballos…/los tés de caridad

La vida social es muy importante para las señoras de clase alta. Por eso, la protagonista está atenta a la actualidad del entorno más cercano (edificio, calle, barrio, ciudad…). Quiere enterarse de todo lo que ocurre, sea venturoso o desgraciado, tal como se expresa con la metáfora gustativa: devoradora de esquelas, partos y demás dolores. Le encantan los cotilleos

Una esquela es un aviso que informa de la muerte de una persona. Se supone que la señora se interesa para ser la primera en dar el pésame y hacerse notar en la vida pública. Es una forma de reforzar su prestigio e influencia en el entorno. Interesarse por el estado de una persona después de sufrir un percance o desgracia (problema de salud, accidente doméstico, infortunio laboral, conflicto familia…) genera una imagen positiva en los demás: anda, mira, pues Fulanita me ha preguntado por mi pierna rota…

Por eso, a la protagonista le encanta ir a los entierros: asidua en los sepelios de muy negros lutos ellos. Aunque se haya muerto alguien poco allegado, ella acude a la ceremonia y se viste de negro como si realmente sintiera pena, dolor y tristeza por el fallecimiento, cuando no está afectada en absoluto.

Esto se llama HIPOCRESÍA. La gente se da do de pechos, se compadece de las desgracias, te felicita por tus éxitos y fortunas, suelta discursitos y palabritas celestiales. ¿La realidad? Les da igual todo. Todo eso que expresan no lo sienten. Se viola la máxima de la sinceridad. La gente lo hace para dar una imagen artificial y forzada de sí misma, para demostrar que son buenas personas por echar una lágrima o hacer una carantoña.

La protagonista aprovecha las fortunas y adversidades ajenas para hacer vida social y engordar su prestigio e imagen honrosa. Al final, aunque felicite, dé pésames y se compadezca delante de otros, en el fondo es una cotilla a la que le gusta hablar, malmeter, enredar y decir cosas que no tienen fundamento y comprometen a los demás: emisora de rumores…

En esta estrofa se ve reflejada la doble moral burguesa: por delante te digo palabras bonitas y te doy un abrazo, y por detrás hablo de ti y te pongo a parir. En definitiva: FALSEDAD. La mujer se convierte en agente de actos falsos e hipócritas, tal como se refleja en los sustantivos deverbales (devoradora, emisora) y adjetivos (asidua) que encabezan cada verso.

La protagonista sigue los hábitos de la clase burguesa madrileña: el sábado arte y ensayo y el domingo los caballos en los palcos del Real. Los fines de semana, la élite de Madrid acudía al cine o al teatro a contemplar espectáculos selectos y exclusivos que diferían totalmente de los gustos del pueblo llano.

El arte y el ensayo es un concepto vinculado con la experimentación, la vanguardia, la innovación y el rechazo a lo comercial. La plebe quiere películas y obras teatrales que te diviertan y te hagan reír de una forma sencilla. Los ricachones quieren productos originales, rompedores y complejos, aunque carezcan de sentido.

Ir al Palacio Real a contemplar espectáculos ecuestres era otra de las aficiones de la alta burguesía de la capital.

Las estructuras en paralelismo reflejan la monotonía y habitualidad de estas costumbres: día de la semana (el sábado/el domingo) + sustantivo de actividad (arte y ensayo/los caballos).

Y por supuesto, no nos podemos olvidar de la organización de actos benéficos: los tés de caridad…A la burguesía le encantaba montar rastrillos, cenas, desayunos, recitales…En teoría, para destinar el dinero recaudado a alguna entidad no gubernamental que ayudara al resto de mortales a sobrellevar sus desgracias: huérfanos, viudas, sintechos, enfermos…

En la práctica, todo este tinglado lo organizaban para hacer un poco de vida social. Era la excusa perfecta para juntarse con otras señoras, pasar el rato, e incluso matar el aburrimiento, tal como expresa Cecilia de forma jocosa: jugando a remediar. Para estas señoras, los actos benéficos son un mero entretenimiento, un divertimento para pasar la mañana. Los problemas reales de la gente les da igual.

Ellas lo hacen para dar una imagen entrañable y empática al resto de la sociedad, y que todo el mundo diga: mirad qué buenas son estas señoras, preocupándose por los demás. De nuevo, el prestigio y el honor están por encima de todo lo demás.

Tened en cuenta que estas mujeres son adineradas, viven lujosamente, comen bien, tienen casas grandes. No han conocido los problemas reales de la gente. Ellas se piensan que el mundo funciona de forma fácil, como sus vidas. Por eso, creen que organizando un mercadillo benéfico están dando solución a los grandes problemas mundiales. Se ofrecen como las salvadoras del país.

Cecilia no da puntada sin hilo. El verbo remediar significa poner fin a aquellos elementos que son dañinos, perjudiciales o problemáticos.

A pesar del predominio de la modalidad descriptiva con un fin de crítica social, el verso de arte menor (puntual cumplidora/el niño en el bautizo) prepondera sobre el de arte mayor (que hace lo que le viene en gana/ de alta cuna, de baja cama).

Se supone que en un tema como este es más importante exponer el contenido y transmitir la idea, y eso te pide un verso largo. Sin embargo, Cecilia concentró muy bien la información en versos cortos, permitiéndose el lujo de distribuir las estrofas en quintillas (7a, 7b 8b 7a 8b) (8a 8b 7c 7a 7a) (7a 9B 8b 7a 8a) (8a 9B 8b 7b 7b) (8a 8b 8b 7c 8c) (8a 8a 7b 7b 7b), y generar pareados (de un novelista decadente/ser pensante y escribiente). De hecho, el estribillo consta de dos pares de pareados (4a 9A 8b 8b)

La rima asonante domina sobre la consonante (mandamiento-inconexo, entierro-sello)