La canción que vamos a analizar hoy es considerada, para muchos, el gran himno de Gracia Montes. Se trata de una rumba flamenca compuesta en el año 1974 por Rafael de León y el maestro Juan Solano.
Su contenido es toda una declaración de intenciones, un
emblema existencial, un lema y una filosofía de vida, que deberíamos aplicar y
tener en cuenta en más de una ocasión si queremos plantearnos ser felices. Hoy
vamos a recordar Soy una feria.
En un duelo de amargos desconsuelos
estamos enfrentados vida mía
tus armas son las dudas y los celos
las mías la franqueza y la alegría
Me estas constantemente avasallando
no cantes, no te rías ponte seria
y siempre terminamos tarifando
Pues yo quieras o no soy una feria
soy una feria,soy una feria,soy una feria
Si quieres de verdad que yo te quiera
alégrame la vida compañero
déjate de penas y miserias
olvídate de negros sin sabores
y viste tu bandera de colores
(estribillo)(bis)
Si quieres que te diga que yo te quiero
alegrame la vida compañero
dejate de penas y miserias
olvidate de negros sin sabores
y viste tu bandera de colores
(estribillo)(bis)
....................................................
El título, es una metáfora en sí misma (“Soy una feria”).
Una feria es un lugar donde prima la alegría, la fiesta, la diversión, el
cachondeo, el ruido, la algarabía, el color, el placer sensorial, el disfrute,
el deleite, la felicidad. Todo el mundo hemos estado alguna vez en una feria.
Ya sabemos lo que hay: luces, música, comida, diversiones, amigos….
Se trata de un contexto placentero en el que el ser humano
lo pasa bien, se encuentra a gusto y se olvida de los problemas. Una feria se
asocia a momentos agradables. Tiene connotaciones positivas. Nunca negativas (a
no ser que tengáis algún trauma por algo concreto que os pasara alguna vez en
una feria jajaj).
El yo poético se identifica con una feria en el sentido de
que quiere ver la vida de una forma festiva, alegre, optimista, divertida, alejándose
de las miserias y las penas que el mundo nos genera en el día a día.
Evidentemente, se trata de una postura subjetiva y personal.
Algunos podréis estar de acuerdo y decir, pues me parece fenomenal que la
protagonista se tome la existencia así, ya que si te dejas llevar por los males
y las lacras del mundo, entonces no hay quien viva y nos pasaríamos llorando y
amargados media vida. Seguramente, otros no estéis de acuerdo con este lema y
diréis, pues vaya frivolidad/inmadurez/irresponsabilidad ir así por el mundo, de
forma tan despreocupada y no tomarse en serio las cosas que puedan venirte.
Habrá gente que aplauda este eslogan vital, y otros que pongan
el grito en el cielo. Eso es lo bonito de las corrientes de pensamiento, que
son formas individuales y particulares de concebir la realidad. Cada uno tiene
su mentalidad y lo que es bueno para unos, para otros no lo es tanto.
El yo poético femenino (amada) se dirige a un personaje
masculino (tú, amado), el cual está presente implícitamente en el acto comunicativo,
pero nunca toma la palabra. No vemos a hablar al hombre en ningún momento.
Ya os he dicho en alguna entrada anterior que esto era
típico de la jarcha mozárabe. Hay un diálogo esbozado (no total): se supone que
en el acto comunicativo hay un receptor (el hombre), pero no suelta palabra,
aunque sí está presente al lado del yo poético. Esto se debe a que el objetivo
del poema es la exposición y exaltación de la filosofía de vida que sigue el yo
poético y no tanto la interacción y relación con el amado.
El yo poético se materializa en el texto mediante las marcas
en primera persona del singular: “SOY una feria”. El verbo copulativo SER
expresa una cualidad inherente y esencial. En este caso, el carácter natural de
la protagonista es ser un derroche de alegría, vitalismo, optimismo, buen
humor. Por naturaleza es así. Además del verbo, el yo se materializa también en
el posesivo (las MÍAS) y el pronombre (ME estás…, YO quieras o no)
La figura masculina (segunda persona) se plasma en el poema
con el vocativo (compañero), el posesivo (tus armas), la segunda persona verbal
(estás avasallando, si quieres), el pronombre (te quiera) y el imperativo
(déjate de penas y miserias)
La interacción hombre-mujer se materializa en la primera
persona del plural (estamos enfrentados, terminamos tarifando).
Esto es importante porque cada personaje representa un
sistema vital diferente. Y las dos filosofías se contraponen drásticamente.
Cada uno tiene una forma distinta de mirar el mundo. Ella, como os he dicho,
desde el optimismo y el vitalismo (todo alegría, fiesta, color, placer, feria,
cachondeo…). Él, desde el pesimismo y la seriedad (todo pena, miseria,
tristeza, dolor…)
El hecho de que cada uno se tome la vida de una forma hace
que surja el enfrentamiento, la polémica, la discusión, el choque…y cuando dos
personas son tan distintas es fácil que esas batallitas acaben en disgustos,
reproches y aflicciones por ambas partes: En un duelo de amargos desconsuelos.
El duelo implica una confrontación de pensamientos y corrientes ideológicas. El
desconsuelo implica dolor, pena, decaimiento del estado anímico.
La incompatibilidad de mentalidades lleva a la
incompatibilidad amorosa y personal: “Estamos enfrentados vida mía”. Al final,
ya sabéis cómo acaban este tipo de situaciones: cada cual se cree que lleva la
razón, critica la postura contraria y se aferra a la suya como si no hubiera
otra cosa…y como guinda del pastel, lo llevamos al terreno de lo íntimo y lo
personal, y ya tenemos a Periquito hecho fraile jajjaja
El paralelismo marca las diferencias entre estas filosofías
de vida: Tus armas son las dudas y los celos, las mías la franqueza y la
alegría: sujeto (tus armas/las mías) + verbo copulativo (son) + atributo
nominal bimembrado (dudas y celos/ franqueza y alegría).
El léxico de él posee connotaciones negativas
(dudas=inseguridad, celos=envidia). El de ella, positivas
(franqueza=sinceridad, alegría=vitalidad). Estos elementos tienen valor
antitético ya que se oponen frontalmente. Y está claro que el resultado es una
bomba de relojería…
El yo poético reprocha al amado que siempre esté intentando
imponerle su manera de ver la vida: “Me estás constantemente avasallando: no
cantes, no te rías, ponte seria”. Este es el peligro de la diversidad
ideológica, que la línea que separa la imposición de la invitación es muy tenue
y a veces se sobrepasa. Y en muchas ocasiones, en el intento de querer llevar
la razón, llevas a la otra persona a tu terreno.
Esos imperativos (no cantes, no te ríes, ponte seria)
representan aquellas cosas que el amado no soporta de la amada. La alegría y la
risa son herramientas de interacción con la vida, reacciones de nuestra alma,
que normalmente salen de forma espontánea. El tú está intentando forzar al yo
para que esa filosofía y esa manera de tomarse las cosas no aflore. Está
conteniendo y reprimiendo sentimientos que son totalmente naturales.
Está claro que esto no puede llevar a buen fin, tal como se
expresa con lenguaje coloquial: “Siempre terminamos tarifando”. Tarifar
significa reñir, enemistarse
La oración disyuntiva, en este contexto, no deja lugar a la
opción (quieras o no, soy una feria). Ella tiene esta forma de ver la vida, es
así por naturaleza, su carácter es ese y no lo puede remediar. Su “feria”
existe en su alma de una manera inherente, innata, esencial, natural. Su yo es
así y no lo van a cambiar.
El amado no tiene el poder para moldear la personalidad de
la amada. Ella será una feria le guste o no le guste al muchacho. Ese carácter
viene incluido en el pack. Él debería decidir si quiere a una persona así en su
vida, pero ella no va a transformarse en alguien que no es. De ahí las
reduplicaciones que enfatizan la fidelidad a sus principios de manera firme,
férrea e insistente: Soy una feria, soy una feria, soy una feria. Nadie la va a
sacar de esa postura. Fiel a sus códigos desde el principio hasta el final de
la canción.
El yo poético busca la compatibilidad con el amado en el
plano ideológico y espiritual. Para que el amor triunfe es necesario que las
dos partes se compenetren en la manera de concebir la vida. La culminación del
amor va supeditada al empaste en la cosmovisión. De ahí la oración subordinada
condicional: “Si quieres de verdad que yo te quiera…”.
Para que haya amor se tienen que cumplir varios requisitos,
los cuales se plasman en la apódasis de la condicional: “Si quieres que yo te
quiera…1) Alégrame la vida compañero. 2) Déjate de penas y miserias 3) Olvídate
de negros sin sabores 4) Viste tu bandera de colores”
El imperativo (alegra, deja, olvida, viste) materializa las
exigencias que pone el yo poético al amado para aceptar la relación amorosa. Es
como una especie de contrato para firmar. Las condiciones para que haya amor
son estas, las cuales resumen y sintetizan los pilares básicos de esta
filosofía de vida vitalista.
Realmente, la amada está haciendo lo mismo que hacía el
amado en la primera estrofa: llevarlo hasta su terreno, presionar para que
acepte, obligarle a actuar de una determinada manera, aceptar unas ideas que no
son las suyas…en definitiva, le está diciendo implícitamente que se transforme,
sea otro, se convierta en alguien diferente. Si no, no quiere su amor. El amor
va ligado a la compatibilidad de pensamiento y de carácter.
La similicadencia (déjate, olvídate) también contribuye a
dar intensidad y fuerza a las condiciones del contrato amoroso.
Un concepto abstracto (vida) es personificado (alegrar), con
el objetivo de realzar la actitud de regocijo, goce, satisfacción, placer,
alborozo, júbilo del yo poético para afrontar el camino de la existencia.
La bimembración (penas y miserias) representa los elementos
tóxicos del mundo, de los que hay que alejarse para alcanzar la felicidad.
El color negro representa el luto, la tristeza, el duelo, la
pena, la aflicción. Cuando alguien muere, la gente suele vestir de negro. El yo
no puede concebir una visión dolorosa de la vida. Esto se contrapone
antitéticamente a la metáfora (“bandera de colores”), que se identifica con la
alegría, la belleza, lo placentero. Hay que disfrutar de las cosas positivas de
la vida, en lugar de recrearse en lo malo.
El complemento del adjetivo (negros sin sabores) indica la
importancia del componente sensorial en el deleite vital. Para disfrutar de la
vida, hay que ver, escuchar, oler, tocar. Por eso, todo lo que queda fuera de
los sentidos (sin sabores) es rechazado.
Como veis, esta filosofía de vida entronca con muchas
posturas intelectuales clásicas y renacentistas: el epicureísmo (defensa de la
satisfacción del placer) y el carpe diem (aprovechar la vida disfrutando al
máximo)
Hasta la métrica nos recuerda al Renacimiento con el uso del
endecasílabo en las estrofas.
-La primera estrofa está formada por 4 versos de arte mayor
que riman primero con tercero y segundo con cuarto: 11A 11B 11A 11B. Son
serventesios
-La segunda estrofa es un terceto, donde rima primero con
tercero y el segundo queda libre: 11A 11-11A
-El estribillo va por libre, y además, son solo dos versos y
se repite todo el rato “soy una feria”
-La tercera estrofa es de 5 versos pero no forma quinteto, ya que hay pareado final (sabores-colores) y un verso libre (miserias).