viernes, 28 de enero de 2022

Los Campanilleros: una tradición del siglo XVIII convertida en canción

Vamos a comenzar el análisis de hoy con una pequeña clase de Historia de la cultura española en la que recordaremos uno de los elementos más importantes de nuestro folclore ¿Habéis oído hablar alguna vez de los campanilleros?

Los campanilleros eran un grupo de músicos tradicionales típicos de la región de Andalucía (aunque también eran populares en zonas de La Mancha y Extremadura). Se dedicaban a entonar canciones de temática religiosa, con acompañamiento de guitarras, campanas y otros instrumentos musicales, con el objetivo de celebrar el Rosario de la Aurora.

El Rosario de la Aurora es una celebración religiosa que data del siglo XVIII. Consiste en una procesión por las principales calles de una localidad, durante la madrugada, un poco antes del amanecer, mientras se reza el rosario.  

La cabeza del cortejo está formada por el párroco de la Iglesia que es el encargado de recitar el Padrenuestro. Detrás del sacerdote hay un grupo de religiosos (hombres y mujeres) que responden a coro con un Ave María después de cada Padrenuestro. De vez en cuando, entre oración y oración, un grupo de músicos (los campanilleros) cantan loas religiosas que tienen como fin exaltar a diferentes figuras sagradas (Dios, la Virgen, los Santos…) o celebrar eventos del calendario litúrgico como el nacimiento de Jesús o la Pascua.

Para algunas personas, este tipo de actos resultaban ruidosos y pomposos (sobre todo, por las horas tan antisociales en las que se celebraban, cuando el pueblo estaba en la cama, después de una dura jornada de trabajo en el campo)

El ruido, las voces y la música de los campanilleros despertaban a la gente que dormía, cuando el cortejo pasaba al lado de sus casas. Por eso, muchos vecinos no dudaban en asomarse a las ventanas tirando cubos de agua al paso de la comitiva, mientras lanzaban improperios por la boca.

La copla que os traigo hoy se concibe como un homenaje y exaltación a la figura de los campanilleros. Por tanto, se trata de una canción descriptiva y costumbrista, ya que la finalidad no es contar una historia, sino reflejar la tradición de una época.

La descripción está teñida de elementos líricos, emocionales y subjetivos que buscan engrandecer y encumbrar el hábito cultural: que el receptor se emocione recordando uno de los elementos que forman parte del folclore y se sienta orgulloso de ello.

La canción se titula Los campanilleros. La obra original fue interpretada por el cantaor jerezano Manuel Torre (1929). Se trata de un tema aflamencado, con letra de contenido religioso. Un año después (1930), Dolores Jiménez Alcántara (más conocida como la Niña de la Puebla, una cantaora sevillana ciega) hizo una versión más comestible para el gran público, que tuvo un enorme éxito.

Las dos innovaciones más importantes de la versión de la Niña de la Puebla fueron:

-En primer lugar, se cambió totalmente la letra. El fondo religioso original se perdió, convirtiéndose en una copla profana: un homenaje a los campanilleros, como elemento cultural, folclórico, y popular. No hay alusiones sagradas.

-Por otro lado, el estilo y la dramatización fueron diferentes, de acorde a lo anterior. La niña de la Puebla atenuó y suavizó los giros flamencos, haciendo una versión más lírica. El flamenco estaba presente pero sin excesos.



En los pueblos de mi Andalucía,

los campanilleros por la madrugá,

me despiertan con sus campanillas,

y con las guitarras me hacen llorar,

y empiezo a cantar,

y al sentirme to’ los pajarillos,

cantan en las ramas y se echan a volar.

 

Toas las flores del campo andaluz,

al rayar el día llenas de rocío,

lloran penas que yo estoy pasando,

desde el primer día que te he conocido,

porque en tu querer,

tengo puestos los cinco sentíos,

y me vuelvo loca sin poderte ver.

 

Pajarillos que estáis en el campo,

gozando el amor y la libertad,

recordarle al hombre que quiero,

que venga a mi reja por la madrugá,

que mi corazón,

se lo entrego al momento que llegue,

cantando las penas que he pasao yo.

.........................................................................

En los cuatro primeros versos tiene lugar la presentación y focalización del elemento protagonista de la descripción: los campanilleros. Esta aparición se contextualiza en una oración extensa con varios complementos circunstanciales: de lugar (en los pueblos de mi Andalucía), de tiempo (por la madrugá) y de instrumento (con sus campanillas).

El yo poético se recrea en el ambiente y alarga el máximo posible la estampa creada con la acumulación de adyacentes a los sintagmas. De esta manera, se retarda el ritmo de la canción y la voz lírica representa la escena de forma pausada y relajada. El objetivo no es contar una historia, sino esbozar una pintura de una tradición con siglos de vida.

El uso del posesivo junto al topónimo dota de aire patriótico a la copla (Mi Andalucía). Al fin y al cabo, los campanilleros son propios de la cultura andaluza. El poeta se siente vinculado al sur.

La derivación (campanillas<campanilleros) es un proceso morfológico que enfatiza la musicalidad del poema. Las 2 palabras comparten una parte del significante (campanill) que da fuerza al tema y onomatopeyiza el ruido de las campanas.

La sintaxis empleada en la descripción tiene como objetivo el énfasis emocional, ya que el sujeto oracional (los campanilleros) es responsable de una acción verbal de carácter íntimo-sentimental (llorar). El pronombre de primera persona (ME hacen llorar) hace referencia al yo poético, el cual experimenta o percibe ese proceso o estado anímico

El objetivo es retratar a los campanilleros como una realidad viva, con capacidad para provocar sentimientos y emociones y no dejar indiferente a nadie. Aquí no se alude a la parte religiosa de esta tradición, sino a la musical y artística.  

De hecho, el léxico está vinculado al campo semántico de las dotes melódicas (cantar, guitarras, campanillas, llorar…), ya que el fin del poema es remarcar la capacidad que tiene el arte de conmover y pellizcar el alma humana. La música de los campanilleros se convierte en un estímulo sensorial que genera una respuesta en los que escuchan.

En este caso, los cantes provocan reacciones en la voz lírica (me hacen llorar) y en la naturaleza circundante (los pajarillos cantan en las ramas y se echan a volar…).

La función del polisíndeton es acumular y sumar todas esas respuestas emocionales del entorno, con el fin de enfatizar la capacidad de conmover que tienen los campanilleros, y proyectar el sentimiento hacia todo lo que les rodea: Y con las guitarras…, y empiezo a cantar…, y al sentirme los pajarillos…

El diminutivo (campanitas, pajarillos) da un carácter afectivo a la copla. El ambiente es bucólico, idílico, encantador.

En la segunda estrofa, el foco de la descripción se desplaza hacia el yo poético, con el objetivo de introducir una situación anímica íntima, particular, individual y subjetiva. El canto de los campanilleros genera el ambiente perfecto para que la voz lírica interiorice en su situación personal.

Pasamos del plano general de tercera persona, al plano particular en primera persona. La música campanillera ha pellizcado el alma del yo. Esta le ha servido para indagar en sus propias emociones y sentimientos, y sacar todo lo que lleva dentro, que en este caso es un halo de pena y tristeza por la ausencia del amante.  

El (buen) arte genera una respuesta en el receptor en forma de flujo anímico. Cuando vemos una película en el cine, escuchamos una canción o leemos una novela asistimos a la creación de un mundo de ficción, en que el a unos individuos (personajes) les pasan cosas (acción). Aunque la trama repercute en la otredad, en alguien ajeno a nosotros, el receptor lo percibe como si fuera suyo: sufre, llora, ríe, disfruta con el prota…

Todo lo que hay dentro de la obra de arte lo llevamos a nuestro terreno, lo asociamos a situaciones particulares nuestras, lo relacionados con nuestras inquietudes.

Lo ajeno se lleva al terreno de lo privado porque nos emocionamos y nos identificamos con lo que el arte refleja. Los campanilleros crean música que conmociona al poeta y le sirve de base/inspiración para indagar en su psiqué, en su alma, en su espiritualidad

El sentimiento de tristeza se refleja en la descripción del paisaje (topografía). El locus amoenus se ve afectado por las desgracias del yo, gracias a las personificaciones: Todas las flores del campo andaluz, […] lloran penas que yo estoy pasando

La voz lírica se recrea en la estampa adhiriendo complementos a la estructura principal. Hay adyacentes locativos (del campo andaluz), subordinadas de tiempo (al rayar el día, desde el primer día que te he conocido), oraciones de participio modales (flores, llenas de rocío) y oraciones de relativo (penas, que yo estoy pasando).

Todo esto retarda el ritmo del poema pero permite al yo recrearse en el ambiente, captar la esencia de cada detalle e intensificar el componente emocional. Esto es una copla que hay que cantarla lentamente, recreándose, matizando cada palabra, de manera relajada, sin chillidos ni aullidos. Aquí no sirve de nada tener buena voz.

Al final de la segunda estrofa hallamos el motivo de la tristeza: el yo está enamorado de una persona, la cual se encuentra ausente. Ese estado latente de pasión se materializa en una metáfora que concibe el amor como motor vital: porque en tu querer tengo puesto los cinco sentidos. La mujer vive para y por querer a su amado. Su única preocupación en la vida es amarlo. Está centrada en él. Él forma parte de su ser, como sus 5 sentidos corporales

El yo poético femenino está enamorado perdidamente del hombre, pero no puede verlo: y me vuelvo loca sin poderte ver

Se genera una situación de separación entre los amantes. La ausencia del amado hace que la felicidad de la chica no sea plena. No poder materializar físicamente los deseos es una situación difícil.

La locura de amor es una imagen extraída de la vieja poesía de cancionero. Para muchos médicos y tratadistas de la Edad Media, el amor generaba enfermedades y trastornos, entre ellos la locura. Alteraba el funcionamiento del cuerpo.

En la tercera estrofa el yo dialoga con la Naturaleza, manifestando su deseo de volver a ver al amado.

El vocativo (pajarillos) y la segunda persona (que estáiS en el campo) son marcas que permiten a la voz lírica desahogarse, desnudarse emocionalmente, expresar todo lo que lleva dentro y poder contar cómo se siente a entidades concretas. Si alguien nos escucha (da igual que sea humano o no) nos sentimos mejor.

La unión del vocativo con las marcas de segunda persona del plural, desde un punto de vista retórico da lugar al fenómeno de la apóstrofe: Pajarillos, que estáis en el campo gozando de amor y la libertad, recordarle al hombre que quiero que venga a mi reja por la madrugada

El vuelo del ave es una imagen de la literatura romántica, que está relacionada con la libertad. Se trata de una Naturaleza pura, inocente, no corrompida. Bucolismo puro. Ya que la protagonista no alcanza la plenitud al faltarle el amado, al menos, disfruta con la contemplación de un mundo paradisíaco que sí es pleno, además de bello y sensual.

El uso del infinitivo con valor de imperativo (“recordarle” por “recordadle”) es un rasgo de la lengua vulgar, que da espontaneidad y realismo al personaje. En los años treinta un porcentaje alto de la población era analfabeta. Los vulgarismos eran frecuentes en el habla coloquial.

El yo femenino expresa el deseo de unirse y encontrarse con el amado. El anhelo de la comunión (misticismo) se materializa en la metáfora del corazón. Desde la tradición, el corazón ha sido el símbolo del amor. Cuando quieres a una persona, la lleves dentro de ti, forma parte de ti, es un pedazo de ti. Los artistas del lenguaje, es decir, los poetas de la antigüedad decidieron ubicar ese lugar en el corazón.

El corazón es un órgano imprescindible para la vida. Da oxígeno al resto del cuerpo. Sin corazón no hay vida. Lo mismo pasa a nivel del alma. Hay gente que nos da motivación y energía para seguir existiendo. Sin ellas, la vida sería una mierda.

El afán por querer materializar el sentimiento en una parte del cuerpo (corazón), a veces se lleva al extremo y genera imágenes que tienden a la cosificación: Que mi corazón, se lo entrego al momento que llegue…Como si fuera una mercancía jejjejej.

El amor se refleja como un acto de entrega, de sumisión, de posesión: te doy mi persona y tú puedes hacer lo que quieras con ella, ya que a partir de ahora los dos somos uno. Si se lleva el extremo, puede llegar a ser dañino para ambas partes. La unión no implica la pérdida de la esencia: las personas deben ser las mismas aunque estén unidas.

Métricamente la canción está formada por tres estrofas de siete versos. Estos son de arte mayor (entre 10 y 13 sílabas), salvo en el quinto de cada estrofa que es de arte menor (hexasílabo). Las rimas son asonantes y consonantes, dependiendo los casos.

En la primera estrofa riman el segundo, cuarto, quinto y séptimo verso (madrugá, llorar, cantar, volar). El primer verso rima con el tercero (Andalucía, campanillas) y el sexto queda libre (pajarillos).

En la segunda estrofa se produce la rima entre el segundo, cuarto y sexto verso (sentíos, rocío, conocío). El quinto verso va con el séptimo (querer, ver). El primero y el tercero son libres (andaluz, pasando).

En la tercera estrofa se produce la rima entre el segundo y el cuarto (libertad, madrugá) y el resto son libres (campo, quiero, corazón, llegue, yo).

Como veis, las normas métricas se relajan a medida que avanzamos en la composición, con predominio del verso libres

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