miércoles, 30 de junio de 2021

Que me perdone Dios: si el duque de Rivas o José Zorrilla hubieran escrito coplas, ESTE sería el resultado

Volvemos a la copla. Y lo hacemos con un intensísimo tema de Marifé de Triana del año 1958, compuesto por Molina Molés y el maestro Gordillo. Se sitúa a medio camino entre el tango y la zambra. La decepción amorosa lleva a la protagonista a clamar contra la vida y desear la propia muerte, muy en la línea del romanticismo más asalvajado de la primera mitad del XIX. Hoy vamos a analizar Que me perdone Dios.



Como un pajarillo que pierde su nido,

Y muere de pena queriendo volar,
Yo vivo el silencio del castigo mío
Sin tener consuelo en mi soledad

Es el vino amargo que nubla mi pena
El que me trastorna y me hace vivir.
Por eso a este mundo que a mí me condena
Con el alma rota, le suelo decir,

Reniego de mi sino, que me perdone Dios,
Reniego de mi sino y de mi corazón,
Reniego de la vida que no me hizo feliz,
Y pido a Dios la muerte,
Y pido a Dios la muerte,
Que ya no sé vivir.

En la noche triste el alma me ciega,
Hasta las estrellas, me niegan su luz,
Y soy una barca que muere en la arena
Sin poder lanzarse por el mar azul.

Ya no tengo fuerzas pa andar el camino,
Ni un alma que al verme me tenga piedad,
La luz que me falta la encuentro en el vino
Que me va matando y no sé cantar

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Cada vez que escucho esta copla parece que estoy contemplando uno de esos dramas románticos de 1830 (Don Juan Tenorio, Don Álvaro o la fuerza del sino, El trovador, Los amantes de Teruel, La conjuración de Venecia…).

En estas obras, los héroes, vencidos por el dolor de la imposibilidad amorosa, llegaban a lamentarse de su existencia y a maldecir el acto vital, suplicando y rogando a Dios poner fin al sufrimiento con la muerte.

La protagonista de la copla está tan hundida y destrozada anímicamente que no le quedan ganas de vivir y llega a denigrar e imprecar contra su propia vida, la cual carece de sentido tras el fin del amor. Incapaz de aceptar la realidad de la soledad, se regodea en la pena y la miseria, y pide a la deidad que ponga fin a todo ese calvario. Romanticismo puro y pleno.

Las anáforas van marcando el rechazo que siente la protagonista ante la existencia: “Reniego de mi sino, que me perdone Dios/Reniego de mi sino y de mi corazón/Reniego de mi vida que no me hizo feliz”.

El yo poético es incapaz de aceptar una realidad negativa y contraria a sus deseos. Aquí encontramos un concepto plenamente romántico: el fatum, el destino, el sino. Es la fuerza que determina nuestra vida, la que decide qué es lo que nos va a pasar, y nosotros no podemos hacer nada por controlarla. El destino es caprichoso, y todo está ya escrito. Ella, en una actitud de rebeldía (como toda heroína romántica) se niega a asimilar ese destino (reniego de mi sino)

El renegar contra la propia vida es un pecado en el contexto del cristianismo. Dios nos ha dado la vida y es un gesto de desamor y desprecio muy grande desear quitárnosla. Los héroes románticos van en contra de las convenciones religiosas, y por eso, a la protagonista no le importante manifestar de forma tan abierta ese deseo de morir.

Ella misma sabe y es consciente que es un pecado muy grande (“que me perdone Dios”), pero entre su fe, y su dolor, al final vence este último. Mientras que el catolicismo dice fe y resignación ante la adversidad, ella dice que no, que prefiere a morir a seguir sufriendo…como les pasaba a los personajes de Zorrilla, el duque de Rivas. Eso le lleva a pedir explícitamente la muerte a Dios: “Pido a Dios la muerte”

El corazón puede interpretarse en sentido físico (órgano que bombea la sangre y permite que el cuerpo esté vivo…por lo tanto, está diciendo que reniega del corazón que le da la vida) o corazón como metáfora del alma (la cual está en un estado de tortura y dolo…y por tanto, está diciendo que se nieva a seguir así de mal y prefiere morir): Reniego […] de mi corazón

El desengaño amoroso (que al fin y cabo es un episodio, un trozo, un fragmento, una parte de su vida) le ha causado una aflicción tan intensa, que le lleva a tener una visión desencantada de la vida en general, de la vida como conjunto, de la vida como proceso.

Esto es algo normal. A veces, algo nos marca tanto que puede llegar a tambalear los cimientos del alma y a poner el espíritu patas arriba. Por amor hay gente que llega a hacer auténticas locuras. Un episodio concreto de nuestra biografía puede llegar a ser tan trascendental que se puede acabar comiendo al resto de parcelas y ámbitos de tu vida. Y eso es lo que le ha pasado a la protagonista: “Reniego de la vida que no me hizo feliz”.

Una decepción amorosa ha convertido el proceso de la vida (que es algo maravilloso, tal como Dios la concibió) en algo tortuoso. La personificación de la vida (“no me hizo feliz”) es una forma de resaltar y enfatizar la desgracia de la mujer.

A pesar del componente determinista de la copla (el sino es caprichoso, está en contra mía, estoy destinada a sufrir), la protagonista no solo echará la culpa a lo externo, sino también a ella misma: “Ya no sé vivir”.

El uso de la primera persona con verbo cognitivo (no sé) es una forma de añadir un componente humano y libre albedrío. Ella también es responsable en el sentido de que no sabe vivir en soledad y no ha sabido gestionar ese desengaño. Si ella muere, no es culpa de la otredad (el destino), sino de ella (por no saber vivir ni aceptar la desgracia).  

En las estrofas, la protagonista justifica el arrebato y el tono exacerbado de los estribillos. Tiene que explicar la causa y los detalles que le han llevado a hacer algo tan grave como desear la muerte. Es necesario saber qué le ha pasado y cómo se siente para que el espectador llegue a entenderla. En esta parte de la copla el tono es más lírico e intimista, y menos altisonante.

La protagonista expresa el sentimiento de soledad tras el fin de la relación amorosa mediante la comparación: “Como un pajarillo que pierde su nido y muere de pena queriendo volar”. El diminutivo (pajarillo) crea una imagen de debilidad. La mujer no tiene la fuerza suficiente para afrontar el desengaño.

El nido representa lo más íntimo y necesario. Todo pájaro necesita un nido para sobrevivir. Ella necesita un amor. Por tanto, le han quitado lo que más quiere. La hipérbole (morir de pena) enfatiza el dramatismo y el dolor que siente. El vuelo del pájaro representa el fluir de la vida. La protagonista no tiene energía para seguir ese flujo vital

El silencio representa metafóricamente la falta de vida, de movimiento, de ruido. Tras el fin del amor, no tiene vida con la que interactuar: “Yo vivo el silencio del castigo mío”. Ya no tiene motivos para ilusionarse y seguir viviendo. Es vacío, es nadad, es oscuridad, es silencio. Esto nos remite a la fase purgativa de la mística. El alma está sola, sin conexión con el amado. No consigue enfocar sus ilusiones en otro aspecto vital: “Sin tener consuelo en mi soledad”.

El yo concibe al amado como un ser o entidad que le da satisfacción, energía para enfocar la existencia. La plenitud se expresa con la metáfora: “Es él vino amargo que nubla mi pena”. El amor hace que las cosas malas de la vida no resulten tan terribles, atenúa la adversidad. Te refugias en tu pareja para afrontar los problemas y dificultades con energía. Todo se te hace más fácil.

A pesar de que el amado no es perfecto, tiene defectos y en ocasiones te hace sufrir (de ahí la imagen del vino amargo, en lugar del vino dulce), merece la pena enamorarse.

Muchos médicos medievales y tratadistas decían que el sentimiento amoroso era capaz de transformar a la persona enamorada, de alterar su psicología, de cambiarla de arriba a abajo. De ahí que se hablara del amor como elemento perturbador: “El que me trastorna…”.

Cuando una persona está viviendo el amor en su máximo plenitud, o en su máxima miseria, la gente se lo nota, ya que su humor sufre alteraciones: pasa de ser un huraño a ser un encanto, o viceversa. Pasas de la alegría a la tristeza en pocos minutos. La percepción del mundo cambia totalmente cuando estás enamorado. De ver las cosas con un optimismo inmenso pasas a captarlas con un pesimismo que no hay quien lo cure. El amor es como una enfermedad, que te altera todas tus características psicológicas y espirituales.

La protagonista identifica al amado con ese estado de alteración, y a pesar de ello, reconoce que vivir en ese estado de alteración era la motivación que necesitaba para seguir existiendo: “Me hace vivir”.

Los héroes románticos (como la figura femenina de esta copla) se sentían incomprendidos por la sociedad. Ellos tienen unos sentimientos y unas formas de ver la vida que causan rechazo en los demás. La gente tiende a condenar todo lo que se sale de lo convencional. Está mal visto que una persona deje de amar a otra, está mal visto que deseé la muerte, está mal visto que vaya en contra de los dogmas religiosos…

El héroe romántico va a ser siempre diana de las críticas: “A este mundo que a mí me condena, con el alma rota le suele decir”. El mundo tiene valor de sinécdoque. Se alude al todo (la humanidad) por la parte (el entorno más cercano que será el que condene a la protagonista).

En la segunda estrofa, la protagonista vuelve a recrearse en el dolor y le pena, mediante la personificación del alma, la cual le impide ver el mundo más allá del fracaso amoroso: “En la noche triste el alma de ciega”. Parece que después del fin del amor, no hay nada. 

Como veis, se acumulan imágenes que connotan oscuridad (soledad, falta de amor). La metáfora de la ceguera implica no ver nada. Una persona ciega ve todo negro. Además, el circunstancial temporal marca un momento oscuro (la noche: periodo del día en que no hay sol, no hay luz, hay oscuridad). Y encima ese momento oscuro está personificado (noche triste).

En un solo verso se acumulan hasta tres recursos que dramatizan esa soledad. La personificación hiperbolizada de las estrellas del verso siguiente también forma parte de este proceso: “Hasta las estrellas me niegan la luz”. El alma de la protagonista no solo se encuentra sumida en la oscuridad, sino que además, se aleja de la luz. El dramatismo es doble.

Las metáforas personificadas de ambientación marinera están al servicio de la expresión de la pena y la soledad: “Y soy una barca que muere en la arena sin poder lanzarse por el mar azul”.

La barca necesita el agua para moverse y cuando toca la tierra, no puede utilizarse. Lo mismo le pasa a la protagonista. Ella necesita al amado, y sin él, ha perdido toda la noción del mundo.

El mar simboliza la vida, la energía que te empuja y te mueve a vivir. La protagonista es incapaz de volver a ese mar de la vida. El adjetivo azul tiene valor de epíteto (ya que el agua, de forma inherente, se asocia con el color azul).

El yo poético ha perdido la ilusión por vivir: “Ya no tengo fuerzas para andar el camino”. Se recupera la vieja metáfora manriqueña y machadiana de la vida como senda o camino. La protagonista no quiere seguir recorriendo esa senda, no hay nada ni nadie que me motive a seguir viviendo.

El final del héroe romántico suele ser melodramático o trágico. Acaba solo en el contexto del amor, e incomprendido por el mundo que no entiende su forma de concebir la existencia. De ahí que nadie se apiade, ni la ayude, ni empatice con su situación: “Ni un alma que al verme me tenga piedad”. Soledad anímica, y soledad social. Está claro que esto no puede traer nada bueno.

El desenlace de la copla nos recuerda más al modernismo que al romanticismo, ya que la protagonista se refugia en un paraíso artificial. Ante la pena y el dolor, se evade en el alcohol como hacían los poetas malditos de finales del XIX (Baudelaire, Verlaine…): “La luz que me falta la encuentro en el vino”.

Ante la frustración, muchos héroes literarios buscaban en el sexo, la droga o el vino un hilo de ilusión para seguir vinculados a la vida, como forma de ahogar las penas y sustituir a los sentimientos humanos puros y esenciales que por circunstancias no podían culminar.

Pero como os imagináis, este tipo de paraísos son pan para hoy y hambre para mañana, y al final, por mucho paraíso que sea, son paraísos artificiales y nunca llegarán a sustituir a los verdaderos sentimientos humanos. Y eso, con el paso del tiempo genera más frustración y pena, además de ser perjudicial para la salud. De ahí la metáfora de los paraísos artificiales como veneno que va acabando contigo: “El vino que me va matando y no sé cantar”.

Las estrofas están formadas por serventesios dodecasílabos: 12a 12b 12a 12b (riman segundo con cuarto, y primer con tercero, y los versos de arte mayor). El estribillo va por libre, aunque hay rima asonante en algunos versos (Dios-corazón, feliz-vivir).

lunes, 14 de junio de 2021

Quisiera ser tan alto (canción popular): una coplilla infantil que tiene como trasfondo la Guerra de Sucesión Española (1701-1715)

Hoy vamos a analizar una de esas coplillas de origen popular y anónimo, que de vez en cuando me gusta traer al blog. El tema data del siglo XVIII, y se utilizó como canción infantil, para acompañar y dinamizar los juegos de todos los niños de España (corros, combas…)

Este tipo de poema tradicional, además de formar parte de nuestra infancia, ha quedado grabado en nuestra memoria para siempre. Tanto los colegios como las familias se han encargado de transmitirlo a los pequeños de la casa, de generación en generación. Una forma entrañable de incentivar la comunicación entre jóvenes y mayores, y conformar nuestro legado cultural. El tema de hoy es Quisiera ser tan alto

Aunque para muchos de vosotros esta copla no es más que una canción infantil banal e intrascendente, sus orígenes están cargados de historia.



Quisiera ser tan alto como la luna,

¡ay, ay!, como la luna, como la luna;

para ver los soldados de Cataluña,

¡ay, ay!, de Cataluña, de Cataluña.

 

De Cataluña vengo de servir al rey,

ay, ay!, de servir al rey, de servir al rey;

con licencia absoluta de mi coronel,

¡ay, ay!, de mi coronel, de mi coronel.

 

Al pasar por el puente de Santa Clara,

¡ay, ay!, de Santa Clara, de Santa Clara;

se me cayó el anillo dentro del agua,

¡ay, ay!, dentro del agua, dentro del agua.

 

Por sacar el anillo saqué un tesoro,

¡ay, ay!, saqué un tesoro, saqué un tesoro;

una Virgen de plata y un Cristo de oro,

¡ay, ay!, y un Cristo de oro, y un Cristo de oro

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En la canción se alude a una guerra, a unos soldados, a un coronel, a un rey y a la región de Cataluña. Todos estos elementos hacen referencia al conflicto bélico vivido entre las potencias europeas a principios del siglo XVIII con motivo de la sucesión al trono de España. Es la llamada Guerra de Secesión

En el año 1700 el rey Carlos II (conocido como El hechizado) muere sin dejar descendencia. Esto supone un pequeño problema para la monarquía española: ¿Quién debe ocupar el trono ante este vacío de poder?

Francia quería que la corona fuera para un Borbón (Felipe V, duque de Anjou), mientras que Inglaterra y Holanda apoyaron al candidato austriaco Carlos de Habsburgo.

Dentro de España, también hubo división entre los partidarios de ambos monarcas. La mayor parte del país apoyaría a Felipe V (que representaba el modelo centralista), mientras que Aragón y Cataluña defendieron a Carlos (que representaba el modelo foralista). La canción hace referencia a los soldados catalanes que lucharon en este conflicto a favor de Carlos de Austria. Finalmente, la guerra terminaría con el triunfo de Felipe V.

Al ser una coplilla de tono infantil, no hay mucha elaboración literaria en la letra. El lenguaje resulta accesible, claro y sencillo, con oraciones breves, formadas por 2 proposiciones/miembros como máximo: “quisiera ser tan alta…(1) para ver los soldados…(2), Al pasar por el puente…(1), se me cayó el anillo…(2)

No obstante, a pesar de la sencillez lingüística y estilística, podemos detectar recursos propios de la literatura infantil, que dan sentido y coherencia al texto.

En la canción de infancia es habitual estimular la imaginación y deseos de los niños, haciendo realidad cosas que resultan imposibles de darse en el mundo físico (ser tan alto como la luna)

El hecho de crear imágenes fantásticas es algo frecuente en este tipo de poema. Se busca asombrar a los niños, dejarles con la boca abierta, que su mundo de hadas se convierta en realidad por unos instantes.

Por ejemplo, es habitual hacer referencia a elementos astrales (la luna), los cuales son realidades existentes (los vemos todas las noches en el cielo, forman parte de nuestra vida, sabemos lo que son…) pero intangibles e inaccesibles (no los podemos tocar, no podemos estar junto a ellos…). En esta canción se puede ser tan alto como la luna jejjee.

Esto crea un halo de magia, de mito y de misterio. Los más pequeños, por naturaleza, sienten curiosidad por las cosas inaccesibles e imposibles. Todo el mundo, de críos, hemos deseado alguna vez tocar las estrellas, viajar a la Luna o llegar hasta el cielo. Por eso, la canción empieza con esta comparación tan fantasiosa_ Quisiera ser tan alta como la Luna

Un recurso típico de la literatura de niños consiste en dulcificar los aspectos del mundo más feos, desagradables y sórdidos, y convertirlos en algo frívolo y divertido.

En esta canción se está haciendo referencia a algo serio como es una guerra. Sin embargo, un tema bélico es tratado con una melodía alegre, divertida, bailable, pegadiza, mezclando realidad con fantasía…

Evidentemente, la canción va dirigida a niños, que es un público muy inocente, muy ingenuo, muy cándido, muy bondadoso. A los niños hay que darles una visión de la vida idílica, agradable, colorista (es decir, deformada) con el objetivo de evitar que entren en contacto temprano con ese mundo tan cruel y malvado. De ahí que la guerra se trate con cierta jocosidad en este tema.

La guerra se ve como algo espectacular, como si fuera una película, una obra teatral, una serie de dibujos animados. Para un niño pequeño, la guerra es un divertimento, un juego, un concepto épico (tiros, soldados, batallas, ruidos de cañones…). De ahí que el yo poético adopte una postura de superioridad respecto al contexto creado.

La voz lírica contempla la guerra como si estuviera viendo un film, ajeno al mundo (en una posición privilegiada y elevada, como es la Luna, desde donde poder visionar todo lo que pasa): Quisiera ser tan alta como la Luna para ver los soldados de Cataluña

Los niños, al fin y al cabo, no son conscientes de lo que supone una guerra. El mundo infantil, como decía William Blake en Cantos de inocencia y de experiencia, tiene sus propias reglas y sus propios códigos (es como si se estuviera en una nube hermética y aislada de los problemas exteriores).

Los chavales de corta edad tienen una concepción del mundo deformada. No saben distinguir la frontera entre lo grave y lo serio, lo trágico y lo cómico, lo bueno y lo malo (no comprenden el funcionamiento de las cosas). Esta canción es así, pues lo serio (guerra, reyes, soldados, coroneles) y lo disparatado e inverosímil (ser tan alto como la la Luna, la historia del anillo que ahora veremos) se fusionan de forma que es imposible establecer una separación.

Todo el mundo alguna vez hemos cantado eso de “Don Federico mató a su mujer…” con una sonrisa de oreja a oreja sin saber realmente todo lo que supone el maltrato a la mujer. Y todo el mundo de niños hemos cantado canciones de sangre, de muertes, de violencia, de guerras, de una manera frívola y despreocupada, ya que el mundo de los niños se rige con esas normas. Y esta canción es un ejemplo de ello. Luego la mediocridad y la corrupción del mundo se encargarán de bajar de la nube a los chiquillos, pero mientras tanto, lo mejor es que disfruten felizmente de su infancia.

Las interjecciones (Ay, Ay) enfatizan ese juego frívolo e infantil, ya que no están al servicio de expresar algo dramático, sino de marcar el ritmo del poema (cuestión musical) y de adoptar una postura lúdica ante este contexto bélico. Al fin y al cabo, para un niño pequeño, por mucha guerra que se hable, esta canción sigue siendo un artificio para amenizar sus juegos.

La segunda estrofa es más anecdótica y descriptiva ya que se alude a uno de los soldados catalanes que ha estado participando en la guerra de Secesión, apoyando al bando de Carlos de Habsburgo.

Normalmente, cuando un soldado iba a la guerra, tenía que cumplir las órdenes de sus superiores, y no podía escaparse de la batalla bajo ningún concepto. Si quería regresar a casa unos días para ver a su familia, tenía que pedir permiso a los coroneles, los cuales se lo concedían o no (licencia) para ausentarse unos días.

En esta canción, el coronel sí le concede el permiso: De Cataluña vengo de servir al rey, con licencia absoluta de mi coronel.

El hipérbaton (De Cataluña vengo) enfatiza el marco espacial y las circunstancias históricas que rodean a esta copla, adelantando el complemento de lugar a primera posición oracional. 

En canciones infantiles de guerra es común incorporar algunas fotografías realistas, que describen escenas de la época (concesión de permisos, despedida de la familia, la partida hacia el frente, el regreso a casa, la desesperación de la amada que espera a que vuelva el soldado de la guerra, la comunicación mediante cartas…).

En la tercera y cuarta estrofa la canción se acerca más hacia el lenguaje del cuento y la anécdota, ya que se nos narra una pequeña historia, con pinceladas de buenaventura, ya que son relatos en los que el protagonista queda en una posición beneficiosa (ha conseguido algo importante, ha tenido mucha suerte por algo, le ha pasado algo agradable…).

Contar una anécdota entrañable es un mecanismo habitual en este tipo de temas para desviar la atención del asunto “feo” (la guerra). La gente que ha ido a la guerra tiene muchas anécdotas que contar (aunque no estén relacionadas con el campo de batalla).

El uso del perfecto simple (cayó, saqué) indica que estamos ante un periodo narrativo.

En este segmento se cuenta cómo el protagonista al pasar por un puente, se le cayó su anillo al río: Al pasar por el puente de Santa Clara, se me cayó el anillo dentro del agua

Mientras el muchacho intentaba recuperar del anillo, acabó sacando otra cosa del agua: la imagen de una virgen y de un Cristo: Por sacar el anillo, saqué un tesoro: una virgen de plata y un Cristo de oro.

Esta anécdota tiene bastante trascendencia, ya que en el contexto social del XVIII lo religioso y lo piadoso ocupa un papel fundamental.

En esta época la Iglesia tenía mucho poder e influencia. El protagonista asocia lo sacro (la Virgen y el Cristo) a elementos valiosos y metales preciosos. El léxico elegido se refiere a cosas que denotan lujo (tesoro, oro, plata). El tesoro es una metáfora de lo preciado (la fe es importantísima). El espiritualismo está por encima del materialismo. Al final, el nuevo tesoro encontrando (la Virgen y el Cristo) vale más que un anillo.

Además, esta canción sirve para adoctrinar a los niños y enseñarles el valor de la religión. Los críos, viendo que el protagonista ha encontrado como tesoro una Virgen y un Cristo, conciben la imaginería sacra como algo positivo y habitual en la vida. Hasta el nombre del puente hace mención a un elemento hagiográfico (Puente de Santa Clara).

El poliptoton (el verbo sacar aparece en infinitivo sacar y en perfecto saqué) contrasta el mundo material (el protagonista iba a sacar el anillo) con el espiritual (acaba sacando la virgen y el Cristo).

Las estructuras en paralelismo presentan de manera armónica y equilibrada el elemento religioso: Virgen de plata, Cristo de oro (sustantivo + complemento del nombre)

La oración subordinada temporal (Al pasar por el puente…), además de marcar el espacio y el tiempo de la anécdota, da trascendencia narrativa a los hechos, como si se estuviera viviendo un momento importante y clave en la vida del protagonista. Cuando algo es trascendental, tendemos a recordar los detalles (lugar, momento…)

Los versos de esta coplilla son dodecasílabos (arte mayor). El ritmo de la canción es reiterativo y lento, ya que después de un verso, el siguiente empieza con la interjección “ay” y la repetición duplicada de las últimas palabras del verso anterior:

 “Quisiera ser tan alta como la luna

Ay, Ay como la luna, como la luna”

Por tanto, los dos versos del conjunto van a terminar siempre con la misma palabra (luna-luna, Cataluña-Cataluña, rey-rey, coronel-coronel, Clara-Clara, agua-agua, tesoro-oro).

Todos los versos de una misma estrofa riman en asonante (luna-Cataluña, agua-clara, tesoro-oro), salvo en la segunda estrofa que no hay asonancia (rey-coronel).

Se trata de una copla en la que la recreación es mayor que la narración.